1. El fin del anciano obispo Martín en este mundo y su llegada al Más Allá
2. El obispo Martín se aburre en su aislamiento y medita sobre un cambio
3. El obispo Martín en compañía de un aparente colega. Las buenas proposiciones del guía
7. La tentación del obispo Martín y su enseñanza por el ángel Pedro
8. Monólogo autocrítico del obispo Martín y confesión de los pecados
9. Otra prueba de paciencia para el obispo Martín y su humor desesperado
11. El obispo en apuros. Continúa su monólogo sin que falten improperios
14. Contrición sincera del obispo Martín y su buena intención de hacer penitencia y convertirse
15. El sermón de penitencia del navegante divino dirigido al obispo Martín
21. Necia excusa filosófica de Martín. Apelación amistosa a la conciencia
23. Primera obra de caridad del obispo Martín para con los pobres recién llegados
24. Un nuevo trabajo para el obispo Martín: socorrista apagafuegos. Admisión de los salvados
26. Modestia y humildad de Martín. La comida bendecida en la mesa del Señor
28. Martín como racionalista inveterado se encuentra en un aprieto
29. Jesús se da a conocer a Martín
31. Preguntas críticas de Martín y respuestas del sabio
32. Continuación de la conversación sobre la Divinidad de Jesús
33. Martín reconoce al Señor en Jesús. El miedo del pecador. Instrucción de Martín
34. Una escena sagrada de salvación: Martín abraza al Señor
37. La comida celeste. Bendición de los recién salvados y su hogar celeste
38. Martín en su hogar celeste. La primera sorpresa. El arreglo del hogar
42. Sorpresas detrás de la quinta puerta. El mundo milagroso de Júpiter
46. La novena sala y su triste secreto. El destrozado mundo de los asteroides y su historia
49. Contemplación de la Luna a través de la undécima puerta. Martín y el sabio de la Luna
50. Diferencia entre los resultados de la enseñanza interior y la exterior. La alfarería
53. El obispo malhumorado. Aviso severo por parte de Borem y su desaparición. Martín se queda sólo
54. Soliloquio de Martín: una crítica a las iglesias. Un armario empotrando con comida y bebida
56. El intento vano de dormir. Sorpresa ante un grupo de infelices y la compasión de Martín
59. La devoción hipócrita de las monjas. Tal obra, tal pago
63. Conversación de Martín con dos jesuitas más y con dos ligurianos
64. Confesión honesta de los minoritas. Roma como causa. Comprensión y mejora de los minoritas
65. Martín abre los ojos a los jesuitas espiritualmente ciegos
66. La ampliación del corazón y de la casa. El llamamiento del Señor a Martín
67. El jardín cambiado. Borem jardinero
68. Palabras instructivas sobre el camino hacia la bienaventuranza
69. Un nuevo milagro ante Martín. Escenas de prueba de los minoritas y de los jesuitas
70. Segunda escena de prueba para los jesuitas y su explicación por Borem
71. Mejora y conversión de uno de los jesuitas. Venganza de los otros veintinueve
79. El anciano aborrece a Roma; magnanimidad de Dios. Parábola referente a la paciencia del Señor
86. El eterno gran héroe. La parábola de la siembra, el crecimiento y la cosecha. La gran cosecha
89. Martín y el botánico en el jardín. Hay más miserables. La deliciosa recompensa anhelada
90. Jesús como Señor, Padre y hermano. Parábola del soberano y los ministros
91. El afecto de Martín al Señor. Acogida de los mártires chinos y su consuelo
93. Incierto encuentro entre los chinos. La historia de la traidora
94. Reconciliación entre Cheng Chai y los cien chinos. El Señor y Cheng Chai
97. Cheng Chai inquiere el nombre de su querido amigo. La diferencia entre anfitrión y huésped
98. Palabras del Señor sobre la naturaleza y actividad del Lama. El milagro del árbol
99. Martín en apuros por la curiosidad de Cheng Chai
100. Reprimenda por parte del Señor
103. El fruto bendito de la humillación de Martín
104. Reconciliación entre la china y Martín. La ofensa y el perdón según los chinos
105. La ley celestial del amor y su efecto beatífico
106. Martín en un aprieto por las preguntas seguidas de Cheng Chai
108. Parábola de la buena educación de los niños
110. Preparativos para una fiesta celestial. Primer viaje de Martín en los transportes celestiales
112. Satanás en la sala en forma de monstruo. La comida reconfortante. Gella reconoce al Señor
113. El imprudente Martín sermoneado. «Quien quiera ser el primero que sea servidor de todos»
117. Satanás tienta a Martín en forma de Satana seductora
122. Una declaración celestial de amor. La victoria del amor. Gella se alegra por Cheng Chai
124. Consejos para el bien del alma. La naturaleza de los celos
125. Borem y las monjas enfermas del corazón
126. El séquito del dragón blasfema en el baño. Palabras tranquilizantes del Señor
128. La abundancia de luz en el Sol. El Señor como último. Martín como guía
129. Martín se encuentra con Pedro y Juan. El concepto de amor y sabiduría de los habitantes del Sol
130. Preguntas de prueba. Los ruegos a los santos para que intercedan
131. Bajada a un valle del Sol. Velocidad de marcha en el reino de los espíritus
133. Reflexiones de Martín acerca de la omnipresencia de Dios
136. Martín fascinado: las tres hermosas doncellas del Sol
137. Martín discute con las tres hijas del Sol. Entre la sabiduría y el amor
139. Martín en un aprieto. Pedro le anima. Buena contestación de Martín
145. El Señor y las tres hijas del Sol, maduras para el Amor
146. Condiciones difíciles para obtener la filiación divina en la Tierra
148. Continuación del discurso crítico de las tres hijas del Sol
149. Martín, seguro del triunfo, desmoralizado por la sabiduría de las tres hijas del Sol
160. Martín desanimado y desesperado
161. Victoria muy fácil de Martín en la discusión con el anciano sabio impertinente
162. Sobre la verdadera fe y la libertad del espíritu. El espíritu despierta en el anciano
164. Pedro resuelve las dudas del anciano del Sol acerca del Señor visiblemente presente
165. Juan conversa con el sabio del Sol. Relación entre el Creador y la criatura
168. Efecto de la conversión de Uhron en los habitantes de la casa. La entrada en la casa del Sol
173. Diferencia entre la vida del Sol y la de la Tierra
174. Efecto excitante del sermón de Martín en los habitantes del Sol
178. Propuesta de Pedro sobre “dar gracias” y “rogar”. Importante negativa a rogar a Dios
179. Pedro enseña a rezar el Padrenuestro. Por qué “rogar” está por encima de “dar gracias”
180. El sabio del Sol da una respuesta afirmativa. Su crítica a las promesas del Señor
184. Buena respuesta del sabio
191. Martín convoca a Satanás. Satanás procura justificarse
192. Réplica muy acertada de Martín y su propuesta. Estrambóticas respuestas de Satanás
194. Repetido intento de Martín para convencer a Satanás que su testarudez le engaña
195. Satanás revela a Martín las inclinaciones soberbias de este
200. Satanás se enreda en contradicciones. Nuevo pacto de paz entre Juan y Satanás
201. Feliz vuelta a la casa de Shonel. Promesa reconfortante del Señor: Del juicio a la salvación
1. Un obispo que apreciaba en mucho su dignidad y su posición social cayó enfermo por última vez.
2. El mismo que todavía sacerdote humilde pintaba las alegrías del Cielo con los colores más fantásticos, el que tantas veces se deshacía describiendo las delicias y bienaventuranzas en el reino de los ángeles, por supuesto sin olvidar mencionar el infierno y el terrible purgatorio, llegado ya a una edad de casi ochenta años, aún no tenía gana ninguna de tomar posesión del paraíso tantas veces glorificado por él. Hubiera preferido mil años más de vida en esta Tierra que todo un futuro Cielo pleno de delicias y bienaventuranzas.
3. Por eso el obispo enfermo probó todos los recursos posibles que ¡ojalá! pudieran devolverle la salud física. Los mejores médicos tenían que permanecer continuamente alrededor suyo y en todas las iglesias de su diócesis había que celebrar misas en su favor. Hizo llamar a todas sus ovejas para que rezaran por su mejoría. Se les invitaba a hacer votos piadosos con el fin de obtener indulgencias plenarias para él. En su cuarto hubo que preparar un altar donde se celebraban tres misas matinales por el restablecimiento de su salud, mientras que por las tardes, con el santísimo continuamente expuesto, los tres monjes más piadosos rezaban el breviario incesantemente.
4. Él mismo exclamó muchas veces: «Oh, Señor, ¡ten piedad de mí! Santa María, madre querida, ¡ayúdame! ¡Ten piedad de mí, portador de dignidad y merced obispal como soy, en tu honor y en él de tu Hijo! ¡No abandones a tu servidor más fiel, tú, el único salvador de todo apuro y único apoyo de todos los que sufren!».
5. Pero no había remedio; al obispo le entró un sueño muy profundo del que ya no se despertó en este mundo...
6. Las diversas ceremonias “sumamente importantes” que se hacen con el cadáver de un obispo son muy conocidas, de modo que no hace falta perderse en pormenores; vamos pues a averiguar qué hizo el recién llegado al mundo de los espíritus.
7. Mientras hubo calor en su corazón, el ángel no desligó el alma del cuerpo porque en dicho calor se manifiesta el espíritu del sistema nervioso, que debe ser completamente absorbido por el alma antes de que esta pueda ser desligada del cuerpo.
8. Cuando el alma de Martín absorbió enteramente al espíritu del sistema nervioso, el ángel desligó el alma del cuerpo con las palabras: «Ábrete, alma; pero tú, polvo, entra en descomposición para tu evolución posterior a través del reino de los gusanos y la putrefacción. Amén».
9. A eso el obispo se levantó con todos sus ornamentos episcopales, como antes cuando todavía vivía en la Tierra, y abrió los ojos. Perplejo miró alrededor pero, aparte de sí mismo, no pudo ver a nadie, ni tampoco al ángel que le había despertado. El suelo parecía cubierto de musgo bastante seco y todo estaba sumido en una luz escasa, como al anochecer.
10. Martín se asombró no poco al encontrarse en tal escenario y se dijo: «¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? ¿Vivo todavía o acaso he muerto? Me parece que estuve muy enfermo y es fácil que ya me encuentre entre los difuntos... Por Dios, sí, ¡tiene que ser eso! Oh, Santa María, San José y Santa Ana que sois mis más poderosos apoyos, ¡os ruego que me ayudéis a entrar en el Reino de los Cielos!».
11. Martín esperó un rato, mirando atentamente en torno suyo para ver por qué lado iban a presentarse los tres; pero nadie vino.
12. Repitió la petición algo más alto y esperó de nuevo, pero en balde. Nadie se presentó.
13. La tercera vez la súplica fue aún más fuerte, pero, como antes, también sin éxito.
14. Martín empezó a inquietarse profundamente y, como su situación se volvía cada vez más desesperada, se lamentó: «Ay, ¡válgame Dios! (estas palabras no eran sino una muletilla que siempre solía pronunciar) ¿Qué es esto? He llamado ya tres veces y todavía en vano...
15. ¿Acaso estoy condenado a la perdición? Pues no, porque no veo demonios ni tampoco fuego.
16. ¡Ayayay... ! (Temblando) ¡Esto sí que es espantoso! ¡Vaya soledad! Dios mío, si ahora se me presentase algún demonio de esos, ¿qué podría yo hacer sin pila de agua tres veces bendita y sin crucifijo?
17. Me imagino que el demonio tendrá una apetencia especial por un obispo... Ayayay, ¡vaya asunto más desesperado! ¡Quién sabe si aún me tocarán el llanto y el crujir de dientes!
18. Quizás vale más que me quite la mitra, entonces el demonio no me reconocerá. Pero cabe la posibilidad que así pueda tener aún más poder sobre uno de mi condición... Vaya, vaya, ¡qué cosa más cruel es la muerte!
19. Si por lo menos estuviera muerto del todo, entonces tampoco tendría miedo; pero vivir de esta manera después de la muerte, eso es lo que fastidia... Oh, ¡válgame Dios!
20. ¿Y si me fuera de aquí? Que no, me quedo. Pues lo que hay aquí ya lo conozco. Pero las consecuencias que me puede acarrear un paso imprudente adelante o atrás, esas sólo Dios las sabe. Por eso, en el nombre del Señor y de la gloriosa virgen María, prefiero aguardar aquí el día del juicio antes que moverme un solo palmo».
1. Tras algunas horas de una terca inmovilidad sin que ocurriera nada, el tiempo se le estaba haciendo desesperadamente largo a Martín (pues en la esfera natural del reino de los espíritus también hay una noción del tiempo). Así que empezó a hablar de nuevo consigo mismo:
2. «Cosa extraña: ya hace media eternidad que me encuentro en el mismo lugar y todo sigue siendo lo mismo. Ni un pelo de mi cabeza, ni mi palio, ¡nada se ha movido! ¿En qué acabará esto?
3. ¿Tal vez estoy condenado a quedarme aquí para siempre? No, eso no puede ser porque entonces esto tendría que ser ya el infierno y no es posible porque no veo el terrible reloj infernal con su péndulo horroroso que con cada una de cuyas oscilaciones gime: “¡Siempre!”, ¡vaya, horror!, y luego: “¡jamás!”, ¡ay, aún mayor horror!
4. ¡Alabado sea Dios que por ninguna parte veo ese fatal símbolo de la eternidad! ¿Y si aparece después del día del juicio? ¿Quién sabe si pronto se manifestará la señal del Hijo del hombre en el firmamento? ¿Pero cuántos millones de años llevo ya aquí quieto? ¿Y cuántos me quedarán todavía hasta el día del horripilante juicio final ?
5. ¡Qué cosa más curiosa!: en la Tierra no se ve nada que pudiera relacionarse con una próxima llegada del juicio final. ¡Pero aquí en el mundo de los espíritus todo es aún mucho más inexpresivo! Si no tuviera una fe tan inquebrantable casi empezaría a dudar de que un día pueda haber un juicio final... y también de la autenticidad de todo el evangelio...
6. ¿No es extraño que todos los profetas que aparecen en él coincidan sorprendentemente con las contestaciones del oráculo de Delfos? Con una oportuna interpretación, tanto los profetas como las contestaciones del oráculo pueden aplicarse a todo, sin que nadie pueda decir a qué hechos se refieren realmente; ¡de modo que los profetas y los oráculos sirven tanto para un remiendo como para un zurcido! Y también el espíritu santo que nos dicen que se encuentra oculto en el evangelio tiene que ser un pájaro bastante raro porque después de la antigua época de los apóstoles ya no se presentó por ninguna parte; salvo en los necios cerebros de algunos fanáticos protestantes y heréticos, al son de las Mil y una Noches.
7. Todavía me queda una fe firmísima. Sin embargo, si realmente continuará así de firme en las actuales circunstancias, eso ya no lo puedo garantizar.
8. También eso de María tan sumamente glorificada por mi iglesia, y toda la santa letanía, todo eso me parece un poco dudoso... Si hubiera algo de verdad en María, ya hace tiempo que habría venido a atenderme, pues desde mi defunción hasta ahora deben haber pasado ya unos cuantos millones de años terrenales según mi cálculo del tiempo. Pero no puedo descubrir el menor rastro ni de la madre de Dios, ni de su Hijo, ni tampoco de santo otro ninguno. ¡Menudos salvadores para gente en apuros, mejores no se podrían pedir!
9. Si no tuviera una fe tan inquebrantable hace rato que ya no estaría en este rincón tan aburrido... ¡Es mi estúpida fe la que me ata aquí! ¡Pero no durante mucho! No pienso quedarme algunos millones de años más, acurrucado como un bandido, sin conseguir después de tanto tiempo ni más ni menos que antes. ¡Buen payaso sería! ¿Acaso no basta con que en la Tierra haya hecho el gracioso inútilmente? ¡Bien pronto acabaré con esta comedia tan aburrida!
10. Por lo menos en el mundo la necedad me la pagaron bien, con lo que valía la pena hacer el gracioso. Pero como la experiencia tras millones de años me confirma que no hay nada cierto en este asunto me iré en seguida a deshacerme de toda esta estupidez».
11. El ángel había transformado de tal manera su concepto del tiempo que unas pocas horas de estancia le parecían una eternidad. Estaba todavía inmóvil y miró un poco tímidamente alrededor de sí como para averiguar qué camino debiera tomar. Entonces, en dirección a poniente, vio un sitio donde le pareció que algo se movía. Esto le desconcertó visiblemente y, de nuevo, empezó a hablar consigo mismo:
12. «¿Qué será lo que veo allí lejos por primera vez después de los millones de años tan extraordinariamente aburridos que llevo aquí? Me produce una gran angustia porque tengo la sensación que pudiera tratarse del comienzo de un juicio...
13. No sé si me atrevo a ir allí, podría llevarme a mi perdición eterna... ¿Y si me llevara a mi salvación?
14. ¡Voy a aventurarme! Pues a uno como yo que durante millones de años ha permanecido como petrificado en el mismo lugar ya no le importa lo que le pueda ocurrir después.
15. Como los mineros cuando bajan a la mina, también yo digo: ¡Suerte! Y voy a tentarla... Algo peor que la muerte eterna no me puede caber en suerte; mejor venida sería por el contrario que una vida así ¡millones de años en el mismo lugar! ¡Ni una estrella fija lo aguantaría! ¡Una eterna inexistencia sería una inestimable ventaja comparada con mi existencia actual!
16. Así que ¡adelante, a donde sea! Eso me importa un “¡...!”. Pues no, mientras me encuentre todavía en Tierra incógnita será más prudente no pronunciar algo que podría traer consecuencias. De modo que en tanto no sepa encima de qué asiento mis pies, ¡más vale la prudencia!
17. Aquello se mueve más y más. Parece como si fuera un árbol pequeño agitado por el viento. Tan sólo espero que mis pies tan desacostumbrados no se nieguen a servirme. ¡Valor, pues!
18. Si bien recuerdo me parece haber oído alguna vez que un espíritu no tiene sino pensarlo y ya se encuentra a dónde quiere ir. Pero ya veo que en eso de los espíritus hay gato encerrado. Tengo todo lo que tenía en la Tierra: pies y manos, cabeza, ojos, nariz y boca ¡y un estómago que desde hace tiempos guarda una auténtica abstinencia real! Si no abundara aquí el musgo con rocío, ¡ya habría quedado poca cosa de mí! A ver si allí encuentro también algo mejor para el estómago...
19. ¡En el nombre de Dios, adelante pues!».
1. Entonces Martín puso sus pies en marcha y, con pasos muy cuidadosos, se dirigió hacia aquel obstáculo que estaba moviéndose más y más.
2. Llegó allí en unos pasos y quedó bastante sorprendido al encontrar bajo el árbol una persona como él y de su misma clase: un obispo en óptima forma (por supuesto sólo en apariencia porque en realidad se trataba del mismo ángel, el bienaventurado espíritu de Pedro, que, invisiblemente, había permanecido todo el tiempo al lado suyo).
3. Martín se dirigió a su pretendido colega:
4. «¿Veo bien o es una ilusión? ¡Un compañero trabajador en la viña del Señor! ¡Qué gran alegría! ¡Por fin, tras millones de años en este desierto de los desiertos, vuelvo a encontrar a un hombre, a un colega además!
5. Te saludo, querido hermano. Dime, ¿cómo has llegado hasta aquí? ¿Acaso también tienes mi edad en este extraordinario mundo de los espíritus? ¿Unos cinco millones de años en el mismo lugar, cinco millones de años, digo?».
6. «Ante todo, en el nombre del Señor, soy un hermano para ti», le respondió el ángel, aparente colega episcopal, «y, por supuesto, soy un antiguo trabajador en su viña. Respecto al tiempo y a la actividad, aunque de aspecto mucho más joven, soy mayor que tú.
7. Porque cinco millones de años terrenales son un tiempo respetable para un espíritu creado, aunque ante Dios significan poca cosa porque su Ser no está sujeto al orden temporal ni tampoco a la expansión del espacio, sino que es eterno e infinito en todo.
8. Como eres novato en el infinito mundo de los espíritus, estás muy equivocado. Si realmente hubieras pasado cinco millones de años aquí, hace tiempo que ya tendrías otra ropa, pues en semejante intervalo las montañas y los valles de la Tierra ya se habrían nivelado, y sus mares, lagos, ríos y pantanos estarían ya secos. En la Tierra habría ya una creación totalmente nueva para la que no están aún sembradas ni las primeras semillas.
9. Pero para que tú mismo te des cuenta que tu edad aparente sólo es una fantasía interior tuya, una consecuencia de tus propios conceptos de tiempo y espacio todavía muy mundanos, date media vuelta y descubrirás tu propio cuerpo, fallecido no hace más de tres horas».
10. Martín dio la vuelta y vio realmente su propio cadáver en el lujoso catafalco, tal como lo habían preparado en la catedral, con gran cantidad de velas. Al contemplar el espectáculo y tanta gente ociosa y curiosa alrededor, se puso de mal humor.
11. «¡Que horrible estupidez! Hermano, ¿qué podría hacer aquí? El aburrimiento inaguantable me cambia los minutos en eternidades. Pero aun así soy yo quien había habitado ese cuerpo. ¡Yo, que por hambre y falta de luz no sé cómo comportarme, mientras que esos insensatos idolatran mi envoltura carnal! Ahora que soy espíritu, ¿no debería tener poder suficiente para hacer pedazos ese cachivache y aventarlo a los cuatro vientos como a la paja? ¡Pobres estúpidos!, ¿qué bien pensáis hacer así a esas inmundicias apestosas?».
12. «Vuélvete otra vez y no te escandalices», le dijo el ángel, «¿no hiciste exactamente lo mismo cuando todavía formabas parte del mundo natural exterior? ¡Dejemos que los muertos entierren al muerto! Pero tú, ¡aléjate de todo eso! ¡Sígueme a mí y llegarás a la vida!».
13. «¿Que te siga dónde? ¿Acaso eres mi santo, San Bonifacio, tanto como te preocupas por mí?», le preguntó Martín.
14. «En nombre del Señor Jesús te digo que me sigas hacia Él. Él es un verdadero Bonifacio para todos los hombres, mientras que en tu Bonifacio no hay nada y yo no tengo nada que ver con él sino que soy totalmente distinto.
15. Sígueme pues, es decir, cumple con lo que te voy a decir y en primer lugar llegarás a comprender todo lo que te ha ocurrido hasta ahora. A continuación te encontrarás en un suelo mejor; y finalmente llegarás a conocer al Señor, en Persona, y a través de Él el camino hacia los Cielos. Al mismo tiempo también llegarás a conocerme a mí, tu hermano».
16. «¡Habla, habla!», insistió el obispo, «¡para dejar atrás este sitio tan aburrido mejor quisiera irme volando que andando!».
17. «Entonces quítate ya esas vestimentas tan ridículas y ponte esta simple ropa de campesino», le dijo el ángel.
18. «¡Dámela ya!», le rogó el obispo, «¡Aquí me encanta cambiar este ropaje tan aburrido por los trapos más ordinarios!».
19. «Muy bien», respondió el ángel. «Ves, ya la tienes puesta. Y ahora ¡sígueme!».
1. Entonces siguieron adelante, más bien hacia el sur, y llegaron a una granja ante de la cual, fácil de reconocer, se encontraba un pequeño templo luterano. Al ver lo que para él siempre fue la piedra de máximo escándalo, el obispo empezó a hacer sin parar la señal de la cruz en su frente, y al mismo tiempo se golpeó el pecho con el puño cerrado, exclamando continuamente: «¡Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa!».
2. El ángel le interrumpió: «¿Qué te pasa? ¿Hay algo por aquí que te molesta? ¿Por qué no continúas tu camino?».
3. «¿Acaso no ves el templo luterano, obra del demonio?», se escandalizó el obispo, «¿Cómo puede un cristiano acercarse a un sitio condenado como éste?
4. Oh, oh, ahora caigo: tú puedes ser el mismo condenado camuflado “...” ¡ay, no quiero ni pronunciar la palabra! Si realmente lo eres, entonces ¡quítate de delante, monstruo abominable!».
5. «Me parece que llevas el mejor camino para hacer otra excursión de tus cinco a diez millones de años en el reino de los espíritus, además en un rincón aún más oscuro y árido que el de antes», le advirtió el ángel. «Si esa es tu intención dilo entonces francamente. Aquí tienes todavía a tu disposición tu antiguo palio. Pero me temo que esta vez tendrás que aguantar diez veces más hasta que alguien venga a socorrerte...
6. Vosotros que tenéis vuestras propias ideas, ¿no decís que el diablo puede hacerse pasar hasta por un ángel de luz, pero jamás por un obispo penetrado del Espíritu Santo? Si no quieres negar tus propias ideas, ¿cómo me puedes tomar por un diablo?». El obispo casi se desplomó, hizo la señal de la cruz y no dijo más que: «¡Dios me proteja!».
7. El ángel continuó: «Y si niegas tu concepto dogmático, que se basa en la invencibilidad de la piedra de Pedro por las puertas del infierno, entonces pones a toda Roma en duda. Y por consiguiente no comprendo que, evidente adversario de Roma, puedas escandalizarte con esta caseta que tomas por un templo luterano».
8. «Pensándolo bien, tienes toda la razón», le respondió el obispo. «Pero si realmente eres un obispo, también sabrás que cada católico tiene que someter su facultad intelectual a una fe ciega e incondicional a Roma. Si el intelecto está encadenado, ¿de dónde podrá alguien como yo deducir reflexiones y normas de actuación?
9. A nosotros se nos impone: “El hombre tiene ante todo que cuidarse en no penetrar en el espíritu de la religión; que no sepa de las cosas sino que crea todo con fe profunda. Para su salvación más le vale al hombre entrar como necio en el Cielo que como iniciado en el infierno. Hay que ser temeroso de Dios a causa del infierno y hay que amarle a causa del Cielo”. Siendo estos lemas la base de nuestro pensamiento, ¿cómo, entonces, puedes esperar que sea consecuente?».
10. «Por desgracia», observó el ángel. «Sé muy bien cómo anda la doctrina de Babel, que va exactamente contra el evangelio que dice: “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados”. ¡Pero vosotros siempre habéis juzgado y condenado a todo el que no se ha sometido a vuestro cetro!
11..Dime, ¿podéis ser seguidores de Cristo si no consideráis en absoluto su dulce Doctrina? ¿Acaso no te es manifiesto que el orden y la consecuencia en la Doctrina de Cristo y en toda la Creación son supremamente dignos, y que de cada palabra del evangelio emana la plenitud del Espíritu Santo? Pero vosotros, ¿no hablasteis y actuasteis siempre precisamente contra el Espíritu Santo? Pues siempre actuasteis intencionadamente contra la purísima Doctrina dada por el Señor, la que después fue de nuevo y para siempre comunicada por el Espíritu Santo a los apóstoles y discípulos.
12. ¡Con eso puedes ver que el suelo en que te encuentras es ya el del infierno! Pero el Señor es clemente contigo y me ha enviado para que te salve de tu cautividad babilónica.
13. Por eso es por lo que, si deseas aprovechar la gracia ofrecida, el Señor quiere que ante todo te reconcilies con tu mayor piedra del escándalo. Pero si prefieres continuar con tu doctrina babilónica entonces tú mismo te conduces al infierno de donde ya será más difícil que te saque un amigo de Jesús el Señor...».
14. «Sí, amigo mío, ¡por primera vez empieza a brotar en mí una especie de lógica!», le respondió el obispo. «Ten un poco de paciencia conmigo y, en nombre de Dios, haré lo que me dices. Condúceme adelante, ¡pero te ruego que no me hables más del horrible infierno!».
15. «De momento ya hemos llegado», le anunció el ángel. «Aquí yo, campesino y obispo a la vez, te emplearé como pastor; y el fiel desempeño de tu cargo te traerá pan y te facilitará un progreso ulterior. Pero te advierto que el mal humor y un comportamiento arbitrario te pueden hacer mucho daño pues habrá poco pan y poco progreso... Si quieres ser un siervo fiel no pienses ya en tu existencia terrenal sino únicamente en que aquí, si deseas progresar, tienes que empezar a servir desde el principio.
16. Tienes que tener muy en cuenta una cosa: para progresar aquí debes retroceder y querer ser el último y el inferior. Porque nadie llegará al Señor a no ser que se haya humillado en absolutamente todo, hasta en su última fibra. Bien, ahora conoces tu situación aquí. Sígueme pues y entra conmigo en la casa, ¡y esto de buen grado!».
17. El obispo le siguió sin réplica porque le quedaba claro que su guía no tenía malas intenciones para con él.
1. Al entrar en la casa que estaba arreglada muy modestamente, Martín descubrió en una pequeña mesa triangular la Biblia luterana del antiguo y nuevo testamento, lo que le desconcertó visiblemente.
2. El ángel Pedro se dio cuenta del detalle y le preguntó: «¿Qué te ha hecho Lutero para que por despreciarle a él también desprecies su muy fiel traducción de la Biblia que no contiene sino la pura palabra de Dios?
3. Aunque Lutero no fue del todo un hombre plenamente conforme al Corazón de Dios, sí fue sumamente mejor que tantos y tantos de tu iglesia que pretenden ser los únicos verdaderos y muy perfectos, pese a que en realidad son los más imperfectos y últimos. Sólo él, en medio de una profunda noche babilónica, tuvo la valentía admirable de volver a poner la pura palabra de Dios al alcance de la humanidad para que así esta pudiera ser llevada al verdadero camino del Señor.
4. Aun habiendo algunas sombras en la obra de Lutero, consecuencias perdonables por la Babel (Roma) todavía demasiado cercana, su doctrina, guiada por la pura Palabra del Señor, comparada con la antigua doctrina errónea de Roma, es como el Sol de mediodía comparado con la pobre luz de un gusano de luz en la noche densa.
5. Habiendo obrado de esta manera en el nombre del Señor, dime, ¿qué motivo puedes tener para despreciar a un hombre tan digno?».
6. «No es que realmente le desprecie», se disculpó el obispo. «Pero sabes que mientras uno es esclavo de un partido, desarrolla con el tiempo un cierto odio artificial contra aquél que en miles ocasiones ha sido juzgado y condenado por el partido. También me ocurre a mí. Pero tengo confianza en Dios y espero que Él me ayude a quitarme todas las necedades que traje conmigo de la Tierra. No te enfades conmigo por ellas, ¡ya mejoraré!».
7. «¡No me hables de paciencia a mí sino únicamente a ti!», le advirtió el ángel Pedro, «porque aún no sabes todo lo que te espera. Yo sí lo sé y por eso tengo que prepararte en la Verdad, para que puedas enfrentarte fortalecido con todas aquellas tentaciones que se te presentarán en el camino hacia Dios en miles de ocasiones.
8. Mira por esta ventana. ¿No ves allí los muchos miles de ovejas y corderos que corren y brincan, animada y atrevidamente?
9. Aquí tienes un libro donde encontrarás sus nombres; tómalo y llama a cada cual con él. Si en tu llamada reconocen a un verdadero pastor, entonces acudirán corriendo. Pero si en ti reconocen la voz de un mercenario, se dispersarán y te huirán. Si esto ocurre, ¡no te pongas de mal humor sino reconoce que eres un mercenario! Entonces vendrá otro pastor que te enseñará cómo cuidar las ovejas y cómo llamarlas.
10. ¡Y ahora coge el libro, sal y haz lo que te he dicho!».
1. Martín, en su ropa de campesino y con el voluminoso libro bajo el brazo, salió para dirigirse al rebaño que a la distancia (espiritual) parecía ser de ovejas pero que desde cerca (espiritualmente), se manifestó finalmente como un grupo de personas, todas piadosas y buenas. En su mayoría se trataba de almas femeninas que en la Tierra habían sido sumamente piadosas pero que apreciaban al clero considerablemente más que a mí, el Señor, porque no me conocían ni tampoco ahora me conocen; motivo por el cual se manifestaban a cierta distancia espiritual como animales de una especie muy mansa.
2. De modo que el obispo salió con muy buenos ánimos como aquél a quien tras un extenso aprendizaje se le confía por primera vez un cargo remunerado . Se sentó en una piedra cubierta de musgo y miró alrededor, pero en vez de los animales domésticos, vio un enorme grupo de muchachas muy hermosas y delicadas que recogían flores en una extensa pradera para preparar bonitas coronas.
3. El obispo, sorprendido, se dijo: «¡Esto es sumamente extraño! Sigue siendo el mismo lugar y la misma pradera donde acabo de ver una casi incontable cantidad de ovejas que ahora parece haberse esfumado; en su lugar veo miles de muchachas muy atractivas, ¡una más guapa que la otra! Si no se trata de una falacia, ¡por supuesto que esta clase de rebaño me gusta incomparablemente más! ¡Aunque ya sé que aquí no debe fiarse uno de las apariencias!
4. Ay de mí, ¡ahora se acercan todas sin que las haya llamado por su nombre! Pues no está mal, ¡podré aprovechar para mirarlas más de cerca, con mucho gusto! ¡Y si tuviera ocasión de abrazar a una u otra...! ¡No me importaría ser pastor durante toda la eternidad de un rebaño de ovejas así de encantadoras! ¡No estaría nada mal!
5. Ya se están acercando... ¡Y cuanto más cerca están, tanto más magníficas son! Especialmente la de delante, en el centro, ay, ¡qué guapa es! Oh, moral, ¡no me falles ahora, porque entonces estaría perdido! Menos mal que el estúpido celibato ya no está aquí en vigor, porque si así fuera se podría caer en pecado mortal demasiado fácilmente...
6..Me han encargado servirme del libro para llamarlas a todas por su nombre, pero me voy a guardar de ello porque es fácil que si lo hago se espanten y desaparezcan para siempre.
7. Ya están aquí, oh, ¡qué angelitos más preciosos son!».
8. Los “angelitos” se agruparon alrededor de Martín y le preguntaron qué estaba haciendo allí.
1. Martín no cabía en sí de gusto y amor, y respondió tartamudeando: «Ay-ayay, a-angelitos divinos m-me dicen q-que sea vuestro pastor, ¡pero ya veis que soy demasiado necio para ello!».
2. La más guapa de ellas se sentó muy cerca de él con confianza infantil ; también las demás se sentaron. «Oh, querido amigo, eres demasiado modesto», le dijo. «Te encuentro muy guapo y sería muy feliz si pudiera ser tuya para siempre... Mírame, ¿acaso no te gusto?».
3. El obispo estaba tan rendidamente enamorado que ya no le salió sino un “ay-ayay” sin fin; pues el bonito cabello rubio de la hermosa, sus ojos azules tan cariñosos, el pecho de forma tan perfecta... todo le estaba arrebatando.
4. El “angelito” se dio cuenta del arrebato de amor, se inclinó sobre él y le dio un beso en la frente.
5. Hasta aquí el obispo se había retenido valientemente, pero ya no pudo aguantar más: se excitó del todo, abrazó a la bella joven con gran pasión y no dejó de hacerle declaraciones de amor.
6. En medio de su extremo arrebato de amor, cambió el escenario de repente. Los “angelitos” desaparecieron y se presentó el ángel Pedro:
7. «Pero hermano, ¿cómo cuidas las ovejas? ¿Acaso te aconsejé algo así? Si tratas de esta manera las ovejas a ti confiadas te costará muchísimo llegar a le meta de la vida. ¿Por qué no utilizaste el libro?».
8. «¿Y por qué no me dijiste que las ovejas que he visto desde tu casa son en realidad jóvenes guapísimas y seductoras ante las que solamente una piedra puede permanecer indiferente?», respondió Martín a la pregunta con otra. «Tienes que reconocer que soy yo quien ha sufrido una broma, ¿así que no harás mucho caso de esto, verdad?».
9. «¿Y qué pasa con tu celibato?», insistió el ángel. «¿Acaso no acabas de violarlo ahora mismo, y también tu voto de castidad eterna?».
10. «¡Bah!», le respondió el obispo. «¡Vaya celibato y vaya voto! Ya que ahora estoy enteramente en suelo luterano, ambos quedan suspendidos. Y además también en la Tierra habría sacrificado el celibato por amor a un angelito como esta joven y me habría convertido en luterano al instante. ¿Pero a dónde se fueron todas las maravillosas muchachas, en particular una? Ay, ¡si por lo menos pudiera volver a verla una vez más!».
11. «Espera», dijo el ángel. «Volverás a verla bien pronto, y a las demás. ¡Pero guárdate de hablarle y más aún de acercarte a ella! Si te compromete, entonces levanta la mano y dile: “En nombre del Señor ¡vuelve al Orden divino y no me tientes sino sigue la voz del orden!”.
12. Si no te hace caso, abre el libro y lee los nombres. Puede que se dispersen; pero si en tu voz notan el sonido del Poder del Señor que brota dentro de ti, entonces te seguirán. Llévalas a aquella montaña que hay al sur; en ella vendré a tu encuentro.
13. Lo que ha pasado ahora, ofrécelo en tu corazón al Señor Jesús; Él consintió que cayeras para que cayendo renuncies a esa terquedad de tu celibato.
14. ¡Pero ya no falles más!, porque otra caída semejante te causaría ahora un daño tal que para recuperarte de él tendrías que esmerarte fácilmente durante verdaderos cientos de años terrenales. Así que en adelante ¡prudencia!. Una vez que estés purificado, entonces, en el Reino de Dios, se te presentarán numerosas bellezas incomparablemente superiores... Pero antes tienes que deshacerte de todas tus necedades mundanas hasta en la última fibra de tu ser.
15. Ahora continúa. ¡Cumple mi consejo y en adelante andarás en el nombre del Señor un camino en que sorpresas desagradables como éstas ya no se te presentarán!».
16. Nada más pronunciar estas palabras, el ángel Pedro desapareció repentinamente para que el obispo no tuviera ocasión de contradecirle ni de hacerle preguntas llenas de picardía.
1. De nuevo en la pradera, completamente solo, tras algún tiempo Martín inició un monólogo:
2. «Vaya, ¡menudo guía! Cuando uno lo necesita más que nunca, entonces desaparece y Dios sabe a dónde habrá ido. Sólo se presenta instantáneamente cuando has hecho algo, ¡inclinación que no me hace la menor gracia! ¡Que se quede siempre conmigo, guiándome en los caminos tan inseguros de este mundo de los espíritus, o que se largue para siempre! Pero eso de presentarse únicamente cuando he cometido algún pequeño pecado, no, ¡que para eso se busque otro estúpido!
3. Si quiere guiarme a la bienaventuranza, que permanezca visiblemente conmigo, porque si no, su tutela no sirve para nada. Espera, maestro luterano en el juego del escondite: ¡te daré un hueso a roer que te quedarás pasmado! A mí ¿qué más me podrá ocurrir todavía? Ahora que según la doctrina de Roma soy luterano, soy presa irrecuperable del infierno. ¿Quizás estoy ya metido en él sin que hasta ahora me haya dado cuenta?
4. ¡Que vuelvan las ovejitas guapas! No me presentaré con cara de beato y uñas de gato, sino que seré para ellas un amante apasionado como en la Tierra no habrá habido igual... No pienso extralimitarme con una u otra pero, por supuesto, no voy a levantar la mano en manera alguna, ni tampoco voy a servirme del libro y leer sus nombres, no sea que se espanten. Y si a él le da por salir de su escondite, ya verá cómo un obispo de la Tierra sabe argumentar si quiere.
5. ¿Dónde andarán esos angelitos encantadores? Hasta ahora no veo ni el menor rastro de ellos. Noto una cosa en mí: me he vuelto más valiente y más audaz... ¡Que vengan ya! ¡Ya no encontrarán a un cobarde sino a un héroe sin par!
6. ¿Pero qué pasa con los angelitos tan preciosos? Hace un buen rato que mi guía me abandonó y aún no veo ni un alma ni media. ¿Por qué? ¡A ver si mi guía me ha gastado otra broma, para toda la eternidad! Eso parece porque ya deben haber pasado algunas docenas de años desde que me dejó aquí.
7. ¡Vaya una vida perra la de espíritu! Me siento como chucho en casa ajena. Aquí toda apariencia engaña. También la piedra en la que estoy sentado debe ser otra cosa totalmente distinta; incluso los angelitos tan preciosos. ¿Dónde andarán? Si hubiera algo real en ellos deberían estar ya aquí. Lo mismo debe ocurrir con mi guía porque si no, no podría disolverse en nada tan de repente.
8. Esta vida parece la de los sueños. En ella también se sueñan muchas tonterías y cambios que después siempre resultan ser figuraciones formadas por la fantástica fuerza imaginativa del alma. De modo que también esta vida de aquí no será sino un sueño vano, quizás eterno. Sólo mis reflexiones parecen ser verdaderas. Supongo que ya llevo esperando aquí más de 200 años ¡y aún no se ve ni rastro de las ovejas!
9. Una cosa me extraña en este mundo de fantasías: el libro, mi ropa de campesino y la casa luterana siguen manteniendo su forma. Bien mirado, este asunto tiene su gracia... Algo hay en ello, ¿pero qué? ¡He aquí la cuestión!
10. Quizás fue una imprudencia haberme negado desde el principio a hacer caso a su doctrina. Pero si es un guía experimentado, ¿por qué no me previno desde el principio en vez de escaparse? ¿No me había dicho que si volvía a fracasar, esta vez tendría realmente que pagarlo durante cientos de años terrenales? En pensamiento y voluntad por supuesto ya pequé; pero no en los hechos, porque los angelitos ni siquiera se han presentado.
11. Puede que precisamente no se hayan presentado por mis pensamientos. Pero ¿cómo podría quitármelos de encima? ¡Vaya si he metido la pata! Ahora me tocará esperar hasta que estos estúpidos pensamientos se hayan sosegado, y, con ellos, la voluntad...
12. Una cosa tengo clara: si se trata de una prueba referente a mi mayor debilidad, ¡entonces asunto fatal! Porque durante mi vida en la Tierra, aunque con mucho disimulo, fui una bestia en este sentido. ¡Cómo me animé con chicas guapas y monjas jóvenes! ¡Aquellos eran tiempos felices! Pero ahora, ¡olvídate!
13. En el confesionario siempre fui duro con los penitentes, pero muy blando conmigo mismo. Esto, por desgracia, no era justo. Pero ¿quién, aparte de Dios, tiene fuerza para resistir a la naturaleza?
14. Si por lo menos este estúpido celibato no hubiera existido y un obispo hubiera podido ser marido de una mujer decente, lo que Pablo, según yo sé, recomendó explícitamente, entonces la lucha contra la débil carne habría sido menos penosa. Pero así, a un obispo le toca vivir como a Adán antes de la bendición del árbol de la ciencia del bien y del mal, en una especie de paraíso junto a la seductora Eva, sin jamás poder probar la manzana ofrecida.
15. ¡Menuda canallada! Pero en fin, así es; ¿quién podría cambiarlo? Unicamente el Creador, si así lo quiere. Sin Él el hombre, especialmente los de mi clase, seguirá siendo siempre una bestia de categoría.
16. Señor, ¡ten piedad de mí! ¡Ya veo que si Tú no intervienes progresaré poco! Pues yo soy una bestia y mi guía un testarudo, ¿tal vez el mismo espíritu de Lutero? Eso no tendrá solución... A ver si por lo menos la paciencia no me abandona: ¡otra vez mil años en el mismo lugar!».
17. Finalmente se calló y continuó esperando las ovejas.
1. Martín miraba por todas partes y no hacía otra cosa sino esperar. Como las ovejas no querían presentarse, se levantó de su piedra y se subió encima para verlas desde allí , aunque el resultado siguió siendo el mismo.
2. Empezó a llamar pero como no se presentó nada ni nadie, volvió a sentarse. Tras un rato, impaciente, Martín cogió el libro y continuó su monólogo:
3. «¡Ya empiezo a cansarme de esta historia! Como según mi noción del tiempo ya habrán transcurrido de nuevo un millón de años no pienso seguir sirviéndote más de bobo, guía portentoso. Como soy honrado, voy a llevar este estúpido libro a tu casa luterana y luego me pondré en camino ¡sea a dónde sea! Supongo que en este mundo también habrá un acabóse en alguna parte.
4. Si después tengo que aguantar en este lugar millones de millones de años hasta que se pudran las tablas con que está cercado, será por decisión mía. Pues lo que se causa uno mismo se soporta mucho mejor que lo que te causa semejante fanfarrón de guía. Tengo ganas de enfrentarme con este majo luterano; a ver, ¡que se presente!
5. ¿Puede haber cosa más aburrida y desagradable que esperar algo solemnemente prometido sin que aparezca? No, ¡esto es el colmo!
6. Si por lo menos pudiera encontrarme con una persona de mi misma naturaleza, ¡qué alegría tan grande! ¡Cómo criticaríamos despiadadamente este infame mundo de los espíritus! Pero tendré que repartir esta alegría sólo conmigo mismo. ¡Adelante pues, antes de que me petrifique yo también en esta piedra!
7. Vaya, ¿dónde estará ahora este libro de mal agüero? ¿Acaso se ha transportado a sí mismo a la casa para ahorrarme el camino? ¿Por qué no? Secretamente tengo algo de curiosidad: estaba aquí ahora mismo y sólo hacía falta cogerlo, ¡y mira como ha desaparecido!
8. ¡Cosa más estúpida, este mundo de los espíritus! Nada más criticar un poco un libro, con mucha razón, ¡y se esfuma!
9. Aún tendré que pedir perdón a la piedra por haber sentado en ella mi existencia indigna, porque si no ¡también se esfumará! Y si me pongo en camino en medio de esta especie de niebla, con esta iluminación de feria propia de gusanos de luz, andando por el musgo de este suelo, también tendré que pedirle permiso para que me deje poner mis pies encima para moverme.
10. Bueno, ¡ahora hasta la casa luterana se ha ido a dar una vuelta! Parece que finalmente todo quedará aniquilado, menos la piedra que todavía está. ¡A ver, si es verdad! Caramba ¡también se ha esfumado!
11. Me parece que ha llegado el momento en que debería esfumarme yo también. ¿Pero a dónde? Como no hay mucho donde escoger tomaré la dirección de mi nariz, siempre que esté todavía presente, ¡porque ya me han tomado el pelo bastante! ¡Alabado sea Dios que todavía la tengo! Adelante pues, ¡siguiendo a este único piloto en este excelente mundo de los espíritus!».
12. Entonces Martín empezó a andar y el ángel Pedro le siguió de manera invisible.
1. Martín continuó ágilmente su camino sin cansarse. Hay que señalar que en el mundo de los espíritus “andar” significa “cambiar de idea o de condición”, y si éstos se cambian también cambia el aspecto del lugar. El que se entiende un poco con la brújula de la esfera espiritual ya comprende que el obispo anduvo precisamente en dirección a poniente en vez de al mediodía. El ambiente no cambió; cuanto más avanzaba hacia poniente, la luz, ya muy tenue antes, se oscurecía más y más.
2. La pobre luz que se oscurecía cada vez más le desconcertó sin que eso detuviera su marcha. Ello porque su fe y entendimiento eran prácticamente nulos y porque todavía razonaba erróneamente contra la palabra pura del evangelio, lo que producía anticristianismo y, tras su máscara humorística, odio contra las sectas.
3. Esta es la razón por la que el obispo se movía hacia el poniente que se oscurecía más y más... Y también la de que no encontrara en el suelo sino un musgo pobre y seco, que correspondía a la escasez de mi Palabra en su mente... La falta de luz correspondía a su escasa consideración y realización de la palabra de Dios, la cual no podía en manera alguna desarrollar en Martín el calor vital necesario para que de él surgiera para el espíritu la maravillosa luz de la mañana eterna.
4. En el mundo de los espíritus personas de esta condición deben ser llevadas a la máxima soledad y oscuridad aparentes; sólo así será posible su conversión. Ya en la Tierra sería difícil conducir a un obispo como éste al verdadero camino apostólico; pero mucho más difícil todavía resulta en el Más Allá donde un espíritu no es accesible desde fuera suyo. Y lo único que existía dentro de Martín eran conceptos erróneos, todos con tendencias al despotismo.
5. Muchas cosas que no serían posibles lógicamente, lo son para mi Gracia. Continuad observando con la lógica a dónde hubiera llegado el obispo con su bagaje interior, y lo que, en el peor de los casos, mi Gracia hubiera podido hacer después sin intervenir en la libertad de su voluntad. Tal Gracia también se le concede a este hombre, una vez que pida que Yo le lleve de la mano. Pero aun así la fuerza de mi Gracia no puede sujetarle antes de que saque de sí todo lo falso y malo, expresado por la oscuridad en la que se encontraba.
6. Volvamos ahora a nuestro caminante que continuó su camino muy despacio y cuidadosamente, examinando el suelo a cada paso para asegurarse que todavía lo podía llevar. El suelo empezó a resultar pantanoso aquí y allá, lo que analógicamente anunciaba que los conceptos erróneos de Martín iban pronto a desembocar en un inexplorable mar de secretos. Dichos conceptos erróneos de Martín daban ya con charcos de secretos cada vez más grandes y ello en una oscuridad cada vez más densa, estado que en el mundo se manifiesta en muchas personas cuando alguien más sabio les habla de la vida del alma y del espíritu después de la muerte: en seguida quieren cambiar de conversación so pretexto de que tales temas los confunden, los ponen malhumorados y tristes, y que cavilando mucho sobre cosas así uno tiene que volverse loco...
7. Tal temor se produce porque el espíritu de esa persona se encuentra en un terreno muy pantanoso, en el que, con su cortísima sonda de conocimientos, nadie tiene ya el valor de medir profundidades desconocidas por temor a hundirse en ellas...
8. El terreno por el que andaba el obispo empezó a presentar lagos más y más extensos, entre los cuales serpenteaban lenguas de Tierra cada vez más estrechas. Esto correspondía a los desatinos fantasmagóricos de quienes, por falta de entendimiento, adoran a Dios de manera totalmente superficial, mientras que en su corazón son puros ateos.
9. De modo que el obispo se encontraba en un suelo por el que andan muchos millones de personas... Sus senderos eran ya tan estrechos que Martín empezó a balancearse como en un puente colgante sobre un abismo. Pero ni aun así se detuvo sino que continuó balanceándose en su vano afán por encontrar un final como lo imaginaba al mundo de los espíritus. Y todavía esperaba secretamente encontrar a las bellas ovejas, pues no pudo quitárselas de la cabeza,
10. pese a que se le quitó todo lo que pudiera recordárselas: el libro, la pradera, la piedra (del escándalo) y las mismas ovejas encantadoras que tanto habían significado para él en el mundo. El ángel Pedro se las había presentado para descubrirle sus debilidades y para aumentar su posterior aislamiento.
11. Vamos a ver lo que el obispo hizo en cuanto llegó al borde del ilimitado mar que significaba: «¡Hasta aquí y no más llegan tu ceguera, estupidez e insensatez extrema!».
12. Martín ya no estaba lejos. En seguida oiremos las insensateces que lanzó al mar de su noche espiritual.
13. Que cada uno de vosotros estudie muy bien sus secretas tendencias mundanas insensatas para que no llegue, más tarde o más pronto, al mismo triste camino de este caminante.
1. El obispo llegó al borde del mar donde ya no había lenguas de tierra que pudieran separar las aguas ilimitadas, lo que correspondía a la incomprensión ilimitada de este hombre, estado en que prácticamente ya no podía hacerse idea alguna de lo que fuere, con lo que, como en el caso de un tonto, todas sus nociones refluyeron caóticamente en un mar de disparates.
2. Malhumorado y lleno de indignación, Martín se encontraba en el límite final, es decir, había llegado al último de sus conceptos: su mera existencia. Todavía se reconocía a sí mismo. Todo lo demás quedó transformado en un mar oscuro, lleno de monstruos sombríos, ciegos y mudos, que le rodeaban como si quisieran tragárselo. Profunda era la oscuridad, y frío y húmedo el lugar, y sólo por el reflejo escaso de la olas y su chapotear sordo y siniestro el hombre se dio cuenta que se encontraba al borde de un mar inmenso.
3. Escuchad los disparates que el obispo soltó para que veáis lo que les ocurrirá también a todos quienes hayan tratado o traten todavía todo con la cabeza, con su necio entendimiento, en vez de con el corazón:
4. «¡Vaya, lo que me faltaba todavía! ¡Condenada vida perra! ¡Por lo menos diez millones de años terrenales errando como pobre alma en semejante noche para que finalmente, en vez de encontrar algo positivo, tenga que llegar a tamaño mar que sin duda me va a tragar para siempre!
5. Sería un buen “¡Descansa en paz y que la luz eterna le luzca!”. Seguro que en la Tierra me habrán dedicado muchas veces este himno magnífico. Para el mundo, por supuesto, estoy descansando eternamente en paz, y si no brilla Sol alguno encima de mis cenizas brillará la fosforescencia escasa de la putrefacción. Pero yo, mi yo en sí, ¿qué es de él?
6. Parece que todavía soy el mismo de siempre; pero ¿dónde estoy? ¿A dónde he llegado? Me encuentro en un diminuto banco de arena poco seguro, rodeado por un mar ilimitado e inexplorable, ¡y todo ello en una oscuridad casi total!
7. Oh, humanidad, que en la Tierra, si es que esta todavía existe, te está concedida la enorme Gracia de poseer la vida física, ¡eres muy afortunada! Aquellos que vestidos de andrajos piden limosna a gente caritativa, ¡comparados conmigo son riquísimos! Pero ¡pobres de ellos, si aquí les espera la misma suerte o tal vez una peor!
8. Por eso ¡sálvese allí quien pueda y cómo pueda! Sea cumpliendo rigurosamente con las leyes de Dios o, mejor, volviéndose estoico, en cuerpo y alma. ¡Todo lo demás no sirve para nada! Si en su tiempo me hubiera decidido por lo uno o por lo otro, ¡entonces ahora sería más feliz! Pero así represento ahora al burro y al buey a la vez, y no ante un nuevo portal sino ante un mar de existencia eterna que tal vez me vaya a tragar sin poder matarme nunca, porque supongo que ya soy inmortal...
9. Si en este estúpido mundo de los espíritus hubiera algo que pudiera darme la muerte, entonces, sin duda alguna, ya lo habría hecho este hambre feroz que estoy pasando desde hace tantos millones de años terrenales. Si no fuera un alma evidentemente muy etérea, ya me habría consumido a mí mismo; pero siendo así, ¡me quedo otra vez sin nada!
10. ¿Qué me ocurrirá cuando este mar me trague? ¿Cómo lo pasaré en el medio de los peces? ¿Cuántos tiburones y otros monstruos se pelearán por mí y ensayarán sus dientes en mí, causándome mucho daño sin jamás poder matarme? ¡Vaya perspectivas eternas de futuro!
11. Tal vez las ovejas fueron una especie de sirenas espirituales que, invisibles, me han arrastrado hasta aquí para destrozarme y comerme. Con los millones de años que han pasado entretanto, casi tengo la impresión de no haberlas visto nunca.
12. Una cosa me sorprende: ¿cómo es posible que en esta situación tan desesperada no tenga verdaderamente miedo? En realidad estoy más bien furioso. Pero como no tengo a nadie con quien desahogar mi ira justa, tendré que tragármela.
13. Tengo la sensación que la ira tragada volvería a aparecer con vehemencia aun si el mismo Dios se presentara, si es que realmente hay uno. Si realmente lo hubiera tendría ganas de dar una lección a ese Dios hipotético que ha provisto al mundo perecedero con tantas cosas deliciosas y excelentes, mientras que al eterno lo ha considerado peor que el padrastro más bárbaro y tirano a hijastros odiados, los cuales nacieron sin que fuera culpa suya.
14. ¡Qué alegría sería desahogarse con un Dios así; pero por desgracia no hay Dios ni puede haberlo. Porque si hubiera algún ser divino superior entonces, lógicamente, tendría que ser más sabio que nosotros, sus criaturas. ¡Pero de esta sabiduría no se ve ni el menor rastro! ¡Cada ciego tiene que reconocer que toda existencia y todo suceso tienen que tener una finalidad!
15. ¡Yo también soy una existencia y un suceso sin que eso sea culpa mía! Vivo, pienso, siento, veo, oigo, tengo gusto y olfato, manos para trabajar, pies para andar y una boca con lengua y dientes... ¡y un estómago absolutamente vacío! Que me lo diga ese Dios: ¿para qué estas facultades y estos órganos, durante millones de años, sin poder utilizarlos?
16. ¡Que se presente ese Dios que carece de toda sabiduría, si realmente hay uno, para que la aprenda de mí! ¡Pero ya veo, ya, que podría reclamarlo durante eternidades y aun así no se presentará! ¿Por qué? ¡Porque no existe!».
1. Después de un largo silencio durante el que esperó a la deidad tan valientemente desafiada, y no sin algo de miedo, Martín volvió a hablar consigo mismo:
2. «¡Nada, nada y otra vez nada! Puedo desafiar a quien quiera y puedo insultar insolentemente a quien sea. Aquí no hay nadie que me oiga, ¡no soy más que una existencia individual consciente de sí misma, pero perdida en la infinitud!
3. Por otro lado no puede ser que esté realmente solo: los muchos miles de miles de millones de hombres nacidos en la Tierra como yo, los que vivían y murieron como yo, ¿a dónde pueden haber ido? No puedo imaginar que hayan dejado de existir por las buenas. ¿Y si en los incontables puntos de la infinitud total, separados infinitamente, sufren la misma necia suerte que yo? Es la alternativa que me parece más probable. Mi guía de antaño y también las preciosas ovejas son un testimonio palpable de que en esta esfera evidentemente infinita tiene que haber más seres. Pero ¿dónde, dónde y otra vez dónde? ¡Esta es la cuestión!
4. Dudo que más allá de este mar pueda haber algo con vida, pero sí seguramente detrás de mí, ¡infinitamente lejos! Si hubiera alguna manera de volver atrás, entonces hasta eso haría; sin embargo, bloqueado como estoy entre tantas aguas, la vuelta debe ser absolutamente imposible...
5. Aquí mismo, bajo de mis pies, el suelo está todavía seco, pero no me fío mucho de él. ¿Y si a pesar de todo echara un pie adelante o atrás? Supongo que me hundiría en este enorme sepulcro flotante sin fondo. De modo que tendré que quedarme aquí agachado por todas las eternidades... Vaya, ¡no me faltará entretenimiento!
6. Oh, si sólo se presentase una pequeña barca en la que pudiera entrar y pudiera llevarla libremente a dónde quisiera... ¡suprema bienaventuranza para mí que soy un pobre “diab...”. ¡Ay!, hay que tener cuidado con este nombre, ¡que jamás pase por mis labios! Por lo demás, la existencia del “diab...” no puede ser ni más ni menos cierta que la de la misma deidad. Pero la palabra en sí ya suena tan repugnante que uno no puede pronunciarla sin sentir escalofríos.
7. Oh, ¿qué veo allí encima del agua, no muy lejos de aquí? ¿No será otro monstruo? ¡Parece más bien una barca! ¡Dios mío, sí, es verdad, es realmente una barca con velas y remos! Oh, si viniera aquí, entonces tendría de nuevo que creer en un Dios, porque esto sería un testimonio palpable contra todas las conjeturas que barajé hasta ahora! ¡De veras, la barca está acercándose más y más! ¿Tal vez hay hasta un navegante? Voy a pedir auxilio: ¡Quizás alguien me oiga!».
8. En voz muy alta continuó: «¡Socorro! ¡Oigan, socorro! ¡Aquí persevera desde hace infinitos tiempos un obispo infeliz que antes, en el mundo, se daba aires de gran señor, pero que ahora en este mundo de los espíritus arrastra una vida de máxima miseria y que ya no sabe cómo remediarse! Oh, ¡Dios, mi gran Dios Omnipotente, ayúdame!».
9. La barca se acercó rápidamente a la orilla del mar. A bordo había un navegante experimentado que soy Yo mismo. El obispo y el ángel Pedro que se encontraba detrás de él subieron juntos a la barca cuando llegó.
10. El obispo sólo me vio a mí, que era el navegante, porque Pedro se mantuvo detrás de él. Lleno de alegría me habló directamente:
11. «¿Qué dios u otro buen espíritu habrá hecho que tú con tu barca te hayas perdido hasta aquí o, tal vez, que te dirigieras hacia aquí, por encima de este mar tan infinitamente grande, donde estoy aguardando mi salvación desde hace tiempos inimaginables? Hombres como tú habrá muy pocos aquí...
12. Oh, querido amigo lleno de gracias, me pareces de mucha mejor clase que uno que hace tiempos incalculables, sin habérselo pedido, se me impuso como guía para llevarme al buen camino. ¡Menudo guía insuperable, te digo! ¡Que Dios el Señor le perdone! Pues me guió poco tiempo ¡y sólo hacia lo peor!
13. Por una parte tuve que abandonar mi palio, Dios sabe cómo llegó aquí desde el mundo, y ponerme esta ropa de campesino que, por cierto tiene que ser fabricada con una tela de suprema calidad, porque si no, ¡no habría perdurado por millones de años terrenales!
14. No me habría importado esta gracia concedida ante la esperanza de un destino algo mejor. ¿Pero qué hizo este héroe de guía? El mismo, predicándome muchos preceptos morales, me tomó como pastor de sus ovejas y corderos.
15. Acepté con buena disposición, aunque fuera en suelo luterano, y salí con un libro gordo con nombres para hacer lo que él me había dicho; pero fíjate, ¡el rebaño de ovejas y corderos se transformó por completo en jóvenes muy guapas! ¡De ovejas y corderos ni el menor rastro!
16. Habría debido leer sus nombres en el libro pero ya no había ni un solo animal de esta especie en toda la región, pese a que las vi con toda claridad desde la ventana de la casa de aquel guía luterano.
17. En cambio se presentaron, sin haberlas llamado, jóvenes hermosas en gran número y graciosamente, ¡hasta me besaron! Especialmente una, la más guapa, me abrazó con mucha gracia y tanto me apretó contra su corazón que quedé arrebatado de delicias como nunca antes había experimentado en el mundo.
18. Todo este asunto, en principio, no fue nada mal, especialmente para un principiante en este mundo. Pues poco podía imaginarme que iba a pastorear a aquellas muchachas en vez de a las ovejas.
19. Pero justamente en el momento menos oportuno apareció mi majo guía y me soltó un sermón que hasta si hubiera venido de Martín Lutero le habría honrado. Bajo muchas amenazas me dio instrucciones aún más hueras que tendría que cumplir, y al fin me mandó llevar las ovejas a un monte que me indicó.
20. Poco contento estaba con este encargo tan particular, pero aún tenían que desaparecer guía y rebaño, no sé por cuantos millones de años. Como mi espera era completamente en vano, al fin decidí devolver el libro a mi majo amo, a su casa. Pero el libro, como si tuviera un automatismo espiritual, se largó, junto con toda la región. Ante eso también yo me largué y llegué aquí, donde ya no pude continuar. Durante algún tiempo lamenté lo que podía lamentar hasta que me desesperé del todo porque no se mostraba la menor señal de una posible salvación.
21. Finalmente has llegado tú como divino ángel salvador y me has recogido en tu segura barca. ¡Mis mayores gracias por eso! Si tuviera algo para recompensarte, ¡qué alegría más grande para mi corazón que siempre te estará agradecido! Pero ya ves que aquí soy más pobre que un ratón; a parte de mí mismo no tengo absolutamente nada. Sólo te podría servir en lo que fuera...
22. Tu barca se mueve segura en las aguas tan turbulentas de este mar infinito; es un sentimiento muy agradable. ¡Oh, mi divino amigo, si estuviera ahora aquí mi guía, ese torpe! ¡Ya me gustaría que te conociera para que viese cómo tiene que ser un verdadero guía! Yo, en la Tierra, también fui uno, pero vaya, ¡vale más que calle acerca de eso!».
1. Yo, como navegante amable, le dije al obispo: «Por supuesto que es bastante fastidioso estar solo mucho tiempo; pero una soledad así tan prolongada no deja de tener sus ventajas: dispone uno de mucho tiempo para reflexionar sobre muchas necedades, para abominarlas, deshacerse de ellas y abandonarlas. Y esto vale mucho más que la compañía más grande y espléndida en la que siempre suceden más bien cosas estúpidas o malas que sabias y buenas.
2. Peor todavía es la soledad acompañada por peligro de muerte, aunque no sea sino aparente. ¡Pero incluso una soledad así es aún mil veces mejor que la compañía más encantadora! En un aislamiento semejante no hay sino una aparente perdición posible; y si se produjera, todavía quedaría una salvación. Sin embargo, en la compañía encantadora amenazan miles de peligros reales, cada uno totalmente capaz de llevar alma y espíritu a la perdición y al infierno, desde donde el retorno es casi imposible. Por eso el aislamiento que pasaste, pese a que lo percibiste como fatal, no fue en absoluto desafortunado para tu ser.
3. Aun así el Señor de todos los seres cuidó de ti, te sació en la medida justa y tuvo mucha paciencia contigo. Sé muy bien que en el mundo fuiste un obispo de la iglesia romana y que, obligándote al pie de la letra, cumpliste con tu cargo gentil con severidad, pese a que internamente te dejó indiferente. Esto, para tu valoración ante Dios, no te servirá de gran cosa porque Él sólo considera el corazón y sus obras. También fuiste muy orgulloso y despótico, y a pesar de tu voto de celibato amaste la carne de las mujeres sobremanera. ¿Querrás decir que éstas son obras gratas a Dios?
4. Te preocupaste mucho por los conventos, preferentemente por aquellos en los que había novicias guapas. ¿No te daba un gran placer cuando estas se postraban ante ti como si fueras un dios y te estrechaban los pies? Sometiste su moral a diversas pruebas muchas de las cuales no fueron sino ramería. ¿Acaso te imaginas que parecido celo moral podría ser del agrado de Dios?
5. Contrario al mandamiento de Cristo que prescribió a los apóstoles que no tuvieran bolsas, de modo que tampoco dinero, ni sandalias a no ser en invierno, ¡vaya fortunas que poseías! ¡En tu mesa había los mejores manjares, tenías una carroza esplendorosa y muchas insignias episcopales adornaban tu despotismo!
6. ¡Cuántas veces en el púlpito, supuestamente predicando la palabra de Dios, juraste en falso, clamando que fueras maldito si no decías la verdad, pese a que ni tú mismo la creíste en toda tu vida!
7. Mientras estuviste en el confesionario no tuviste compasión con los pequeños y los pobres. Sólo a los grandes les pusiste las cosas tan fácil como a una pulga pasar por un gran portal.
8. ¿No creerás que esto pueda haber sido del agrado del Señor para quien toda la Babel romana es un horror?
9. ¿Alguna vez dijiste de corazón: “que los pequeños vengan a mí”? ¡Para ti únicamente tenían valor los grandes!
10. ¿Acaso recibiste en mi nombre alguna vez a un niño pobre, lo vestiste, y le diste de comer y de beber? ¿A cuántos desnudos vestiste, a cuántos hambrientos saciaste y a cuántos cautivos liberaste? ¡Yo no conozco ni a uno solo! Lo que sí hiciste fue que mientras que los grandes obtenían dispensa tras dispensa, bien entendido por dinero, muchas veces causaste con tus maldiciones profundas heridas a los necesitados y aherrojaste el espíritu de miles de ellos. Gratis sólo atendiste a grandes señores del mundo, para honrar su nobleza. ¿Acaso te imaginas que éstas tus obras complacen a Dios? ¿Piensas que por ellas serías inmediatamente aceptado en el Cielo nada más morir?
11. Yo, tu Salvador, no te digo esto para juzgarte sino únicamente para demostrarte que el Señor no fue injusto contigo cuando, aparentemente, te dejó abandonado. Por el contrario fue lleno de gracia contigo al no permitir que nada más llegar de la Tierra fueras directamente al infierno por tenerlo bien merecido.
12. Tenlo en cuenta y no desprecies a tu guía sino sé consciente, con toda humildad, que ante Dios no mereces ni la menor gracia. Entonces es posible que vuelvas a encontrarla. Si los siervos más cumplidores se consideran malos e inútiles, ¡cuánto más tú, teniendo en cuenta que jamás hiciste nada conforme a la Voluntad de Dios!».
1. «Oh, mi salvador digno de toda gratitud», le respondió el obispo. «A estas tus revelaciones, por desgracia, no puedo decir otra cosa que: ¡Todo esto es mea culpa, mea máxima culpa! Pues todo lo que has dicho es la pura verdad. ¿Pero qué se puede hacer en este caso?
2. Estoy muy contrito por todo lo hecho; pero todo mi arrepentimiento no puede deshacerlo. De modo que la culpa y el pecado, simiente y raíz de la muerte, son imborrables. Una vez en el pecado, ¿cómo se podrá encontrar la Gracia del Señor? Esto me parece algo totalmente imposible...
3. Por eso, ya que tengo el infierno merecido, me consta que este asunto no tiene remedio a no ser que, por medio de una concesión omnipotente de Dios, fuera puesto de nuevo en el mundo con mis actuales sentimientos para que allí pudiera corregir mis faltas en lo que fuera posible. O, como tengo tanto pánico al infierno, el Señor podría dejarme eternamente como ínfimo labrador en cualquier rincón en el que, en un suelo árido y con el trabajo de mis manos, pudiera ganarme mi sustento. Y con todo corazón renunciaría a cualquier tipo de bienaventuranza, considerándome yo mismo demasiado indigno del grado inferior del Cielo.
4. Éste es mi sentimiento; y no podría decir que mi opinión porque siento que ésta es ahora mi exigencia interna de vida.
5. Los gobiernos hacen lo que quieren y de la religión se aprovechan sólo como opio político para el pueblo, para mantenerlo mejor bajo sus riendas y servirse de él en toda clase de tareas. Si el mismo Papa procurase dar a la religión un sentido exclusivamente espiritual, pronto entrarían de todos lados en campaña contra su declarada infalibilidad. Se ve claramente lo difícil que es caminar por los verdaderos caminos de la palabra de Dios, especialmente para un obispo, siempre acechado por una legión de espías secretos.
6. Cierto que todo ello no priva a nadie de su libre arbitrio, sin embargo entorpece mucho la libertad de acción hasta tal punto que en miles de casos la imposibilita totalmente, de lo cual sin duda el Señor estará al tanto.
7. Por supuesto, sería conveniente, y en los tiempos actuales casi necesario, volverse un mártir por la palabra de Dios; pero ¿qué cambiaría con ello? Si dices una sola palabra sobre el abuso que ejercen con la santa religión te hacen callarte en una cárcel o encuentran otros medios para despacharte del mundo.
8. Pregunto: ¿qué beneficio puede haber en nadar rigurosamente contra la corriente predicando la pura Verdad, sacrificándose por la pobre humanidad obcecada?
9. Si la misma experiencia te enseña que no hay remedio para un mundo abandonado a la malicia de pies a cabeza, será perdonable que finalmente uno se diga: “¡el mundo quiere ser engañado; pues que se le engañe!”.
10. Pienso que el Señor seguramente procurará beatificar a cada hombre; pero si este, obcecado, prefiere el infierno, entonces incluso el Omnipotente no podrá evitar que baje al abismo de los infiernos y Él mismo tendrá que decir: “Si quieres ser engañado, entonces ¡así sea!”.
11. Con todo lo expuesto no quiero ni mucho menos embellecerme ante ti y aminorar mi culpa, sino explicarte que en el mundo uno es pecador más bien por obligación que por desearlo; supongo que el Señor lo tendrá clementemente en cuenta.
12. No quiero decir que Él considere mi gran culpa menor de lo que es sino que pido cierta consideración porque el mundo sigue siendo mundo, lo que no se puede remediar ni con la mejor voluntad. Y finalmente, viendo con toda claridad que no tiene remedio, hay que perder hasta la buena voluntad para ayudarle.
13. Mi querido salvador, no me tomes a mal que te hable según mi comprensión. Tú, por supuesto, sabrás más y me enseñarás convenientemente, pues de tus palabras he deducido que estás penetrado por la Sabiduría divina, con lo que espero que me digas qué tengo que hacer para por lo menos poder evitar el infierno.
14. Te aseguro que perdono de todo corazón a mi antiguo guía. Le tuve rencor porque hasta ahora no me ha quedado claro qué planes tenía conmigo. Aunque me hizo algunas alusiones vagas, el que me abandonase durante tanto tiempo tenía que irritarme al fin... Pero todo eso ya pasó y si viniera aquí ahora, por ti le abrazaría y le besaría instantáneamente como un padre al hijo al que no ha visto durante mucho tiempo».
1. Entonces Yo, como timonel, tomé la palabra: «Ahora escúchame y recuerda siempre lo que te voy a decir:
2. Sé muy bien de qué índole es el mundo, pues conozco cómo fue en todo tiempo. Si el mundo no fuera malo, ¡no habría crucificado al Señor de toda magnificencia! Si su malevolencia hizo esto con la Madera gloriosa, ¡cuánto menos respetará la leña menuda! Por eso al mundo se aplica siempre lo que por la boca del Señor dice el evangelio:
3. “En estos días, es decir en el tiempo del mundo, el Reino de los Cielos requiere fuerza; sólo lo poseerán quienes lo arrebaten para sí”. Cierto, amigo mío, que nunca aplicaste una fuerza moral semejante al Reino del Cielo. Por eso no es muy justo que acuses así al mundo; pues, según mi conocimiento sumamente claro, siempre atribuiste en todo más importancia al mundo que al espíritu ... Sé muy bien que en este punto fuiste un adversario pronunciado de toda instrucción espiritual y adversario de los protestantes a los que perseguiste con gran odio por su aparente herejía.
4. Jamás reflexionaste sobre “si el mundo quiere ser engañado...”, sino que ya desde el principio siempre dijiste sin apelación: “El mundo tiene que ser engañado...”, y eso sin excepciones. Pero Yo te digo que en ninguna parte el mundo es peor que precisamente en tu esfera y en la de tus semejantes. En todos los tiempos fuisteis los enemigos más pronunciados de la luz y hubo épocas en que a cualquiera que pensara un pelo más claro que vosotros le erigisteis una hoguera.
5. No fueron los regentes del mundo quienes procuraban introducir tinieblas en sus pueblos sino vosotros, que excomulgabais a los regentes si osaban pensar con algo más de claridad que a lo que a vuestro despotismo oscuro le agradaba. De modo que si por alguna parte hay regentes de naturaleza oscura son producto vuestro; nunca jamás fuisteis vosotros producto suyo sino siempre vuestro propio producto.
6. En ciertos países donde no tienen ni la menor noción de la luz es más difícil introducir la pura Luz de Dios. Lo sé. Y ¿quién tiene la culpa? ¡Únicamente vosotros mismos!
7. ¿Quién os mandó nunca erigir templos y altares propios de paganos? ¿Quién os ordenó celebrar vuestros pretendidos oficios divinos en lengua latina? ¿Quién inventó la remisión de los pecados por dinero? ¿Quién ha quemado Escrituras divinas reemplazándolas por leyendas absurdas de pretendidos santos; quién las reliquias y millones de estatuas y cuadros santos? Ni un emperador ni un conde, ¡sino únicamente vosotros! En todos los tiempos fuisteis vosotros los maestros de obra de las más profundas tinieblas, para obtener en ellas todo lo que pudiera ser útil a vuestro cetro.
8. En general los regentes tienen buena fe y son adeptos de vuestra doctrina. Pero ahora dime, ¿qué fe tenías tú, aun estando muy iniciado en las Escrituras? ¿A quién serviste? ¿Cuánto rezaste, sin ser pagado por ello?
9. Siendo así, ¿como puedes esperar que Dios te tenga alguna consideración, si el mundo no te corrompió sino tú al mundo?
10. En lo que se refiere al martirio que nombraste te digo que más fácilmente habrían podido crucificarte mil veces por la noche de tu amor al despotismo que una sola vez por amor a la pura Luz divina; así que por parte de los regentes poco peligro te habría amenazado si hubieras divulgado la Luz. ¡Demasiado bien sé cómo te opusiste a los regentes cuando querían negarse a tus exigencias que menospreciaban todos los derechos humanos!
11. Conozco pocos casos en que regentes encarcelaran a sacerdotes verdaderamente iluminados o, como tú pretendes, los despacharan al mundo de los espíritus; lo que sí sé que en muchísimos casos lo hicisteis vosotros mismos con aquellos que osaron vivir algo más conformemente a la palabra de Dios.
12. ¿Crees acaso que el antiguo Dios ya no es tan poderoso como en tiempos de los apóstoles, para que a aquel que es listo como una serpiente y al mismo tiempo manso como una paloma, y que anda en los caminos del Señor, no le pueda ayudar si está perseguido por el mundo?
13. Te digo que además de a Lutero podría nombrarte aún a muchos hermanos que en tiempos muy oscuros se atrevieron a profesar la palabra de Dios ante todo el mundo. Y los regentes no le cortaron la cabeza a ninguno; sin embargo, ¡mal lo pasó aquél de espíritu algo más puro que cayó en vuestras manos!
14. Espero que aquí donde no cuenta nada más que la pura Verdad, unida al Amor eterno, reconozcas que todas tus excusas no sirven para nada. ¡Lo único que ante el Señor cuenta es tu “Mea quam máxima culpa”! Que te conste que el Señor conoce el mundo hasta en su más minúscula fibra, ¡mejor que tú lo conocerás nunca! Por eso sería una gran insensatez que, pese a que dices que no te quieres disculpar sino sólo que el Señor considere tu caso, le quieras explicar cómo es el mundo para disculparte. ¿Cómo así, si tú mismo fuiste un maestro en corromper el mundo ?
15. No serás privado ni en un solo pelo de la consideración que merezcas por ser cautivo del mundo; pero en lo que le reprochas no tendrás consideración alguna. Lo que el mundo te debe, ante Dios será arreglado con una cuenta pequeña pero tú culpa ya no encontrará un arreglo tan fácil, a no ser que, lleno de arrepentimiento, la reconozcas, y que reconozcas que sólo el Señor, y nunca tú que eres y siempre fuiste malo, puede arreglar todo y perdonártela.
16. El infierno te da mucho miedo porque tu conciencia te dice que lo mereces y que Dios te arrojará a él como una piedra a un abismo. Lo que no piensas es que el infierno que temes existe solamente en tu imaginación, ¡mientras que en el verdadero encuentras un placer tan grande que no quisieras salir nunca de él!
17. Todo lo que hasta ahora has pensado ya ha sido más o menos una especie de infierno en sí. Porque donde queda todavía el menor rastro de egoísmo, de vanidad y de acusación de otros: ¡eso es infierno! Donde no fue libremente rechazada la voluptuosidad, allí todavía hay infierno. Todavía llevas pegado todo eso, ¡de modo que todavía estás muy metido en el infierno! ¡Con tu miedo, poco aciertas!
18. Pero el Señor, que tiene misericordia de todos los seres, quiere sacarte del infierno y no, según tus dogmas romanos, hundirte aún más profundamente en él. Así que vale más que en adelante no esperes que a aquél que obstinadamente quiera ir al infierno el Señor le diga: “Si te empeñas tanto en ir al infierno, ¡que así sea!”.
19. ¡Pensarlo es una gran insolencia! Tú eres uno de aquellos que no quieren privarse del infierno, ¿pero cuándo pronunció el Señor parecida sentencia sobre ti?
20. Considera mis palabras y actúa conforme a ellas, y Yo conduciré esta barca para que desde tu infierno te lleve al reino de la vida, ¡así sea!».
1. «Amigo mío, tengo que confesarte francamente que todo, incluso lo referente a mis pecados, es exactamente así como lo has dicho», respondió Martín. «Y también reconozco que no puedo presentar ni las menores disculpas porque, realmente, todo es responsabilidad mía. Lo que ahora quisiera saber es a dónde me vas a llevar y cuál será mi destino».
2. «Pregunta a tu corazón y a tu amor», le respondí. «¿Qué te dicen? ¿Cuál es su anhelo? Cierto es que este te ha contestado, con lo que dentro de ti ya has decidido tu destino; cada uno es juzgado por su propio amor».
3. «Oh, si yo fuera juzgado por mi amor, entonces mi destino sería fatal», reconoció Martín, «porque aún me sucede igual que a una mujer obsesionada por la moda que examina telas modernas en una tienda y al fin no sabe cual elegir.
4. Conforme a mis sentimientos más íntimos me gustaría estar con Dios, mi Creador. Pero mis muchos y grandes pecados me obstaculizan el camino, con lo que la realización de mi deseo es prácticamente imposible.
5. Además tengo que pensar en las ovejas aventureras, ya de este mundo, pues tampoco estaría mal vivir toda la eternidad con una de ellas. Pero a eso me dice una voz dentro de mí: “¡algo así nunca te llevará hacia Dios, sino que te alejará de Él!”. Con lo que mi pensamiento preferido se hunde en las profundidades de este mar...
6. También se me mete en la cabeza la idea de que me gustaría vivir en cualquier parte de este eterno mundo espiritual como un simple campesino, con al menos la gracia de poder ver a Jesús aunque no fuera sino algunos instantes. Pero al mismo tiempo la voz de mi conciencia me dice: “eso jamás lo merecerás”, y de nuevo caigo ante Él, el santísimo, en mi nulidad cargada con toda clase de pecados...
7. Una sola idea tengo que me parece más fácil de realizar que las demás y te confieso que ahora se ha vuelto mi idea favorita: ¡quisiera quedarme contigo durante toda la eternidad, fuera donde fuere! A pesar de que en la Tierra no podía aguantar a quienes osaban decirme la cruda verdad, ahora cautivaste mi corazón precisamente por habérmela dicho, como un juez sumamente sabio y benigno. ¡Esta idea será mi favorita durante toda eternidad!».
8. «Pues bien», le dije. «Si éste es tu amor principal, con el que en adelante tendrás que identificarte aún más profundamente, entonces hay remedio instantáneo. Ya no estamos lejos de una orilla del mar en la que se encuentra mi choza. Mi oficio ya lo conoces: soy un verdadero guía en el pleno sentido de la palabra. Ahora vamos a repartir el oficio entre los dos; la recompensa por nuestros esfuerzos la encontraremos en nuestra parcela que vamos a labrar con mucho empeño cuando estemos desocupados. ¡Ahora vuélvete y encontrarás a alguien que fielmente hará causa común con nosotros!».
9. Por primera vez en su viaje marítimo el obispo se volvió hacia atrás y en seguida reconoció a Pedro. Impulsivamente y con mucho cariño le abrazó y le pidió perdón por las muchas palabras agresivas a las que se había dejado ir.
10. Pedro respondió con el mismo cariño y le felicitó por haber tomado tal decisión desde el fondo de su corazón.
11. La barca abordó la orilla donde fue amarrada a un palo. Los tres nos dirigimos a la choza.
1. Hasta entonces todo se encontraba más bien en la oscuridad. Pero en la choza la oscuridad empezó a difuminarse más y más, y un alba reparadora reemplazó la antigua noche. Esto, por supuesto, únicamente ante los ojos del obispo, porque ante mis ojos y ante los del ángel Pedro siempre es de día y siempre lo será, eternamente.
2. El hecho de que ante los ojos del obispo empezara a hacerse de día se debió a que dentro de él empezó a surgir el amor, pues por medio de mi gracia había comenzado voluntariamente a quitarse de encima una gran cantidad de basura terrena.
3. En seguida conoceréis un reglamento al que el obispo tuvo que someterse tras haberse fortalecido un poco con mi pan de vida. Por supuesto había de tener mucha hambre pues durante toda su vida en el mundo y también aquí en su corta estancia de siete días naturales (pese a que le parecían millones de años), nunca se sentó en esta verdadera mesa nutricia para tomar el pan de la vida. De modo que hay que comprender que entonces el obispo comiera con avidez.
4. Martín consumió un trozo tras otro, lleno de gratitud, hasta que se le cayeron las lágrimas:
5. «Oh, amigo mío y patrón para siempre, ¡qué alegría estar contigo! ¡De momento acepta mis gracias más fervorosas y, en tu corazón tan puro, preséntalas también a Dios, el Señor! Pues mi lengua jamás será digna de dedicar al Señor una oración de gracias ya que soy un pecador demasiado grande y rudo ante Él...
6. Ah, ¡fue algo bueno! ¡Vaya tiempos interminables de hambre, sed y noche eterna! ¡Mis gracias, mis máximas gracias a Dios, el Señor, por haber permitido que me hayas salvado y ahora también saciado! ¡Me siento como recién nacido! ¿Y te fijas que ya está haciendo un día claro como en primavera, cuando el Sol se prepara para salir? ¡Qué alegría, ahora aquí!
7. Ahora que estoy bien saciado, ¿por qué no me dais un trabajo para que con la actividad de mis manos pueda demostraros, aunque sea de manera ridícula, el gran amor que siento hacia vosotros por la gran obra de caridad que hicisteis conmigo?».
8. Entonces Yo tomé la palabra: «Ven, sal con nosotros y en seguida tendremos trabajo en gran cantidad. Mira, allí en la orilla se encuentran las redes; ve con el hermano y tráelas aquí a la barca. Hoy el mar está calmado, con lo que tendremos buena pesca».
9. Los dos trajeron rápidamente los utensilios de pesca y los cargaron en la barca. El obispo dijo con entusiasmo: «¡Este trabajo me encanta! También la mar me gusta así; cuando estaba esperando mi perdición en aquella orilla inestable ¡fue algo horrible!
10. ¿Pero será posible que aquí en el mundo de los espíritus también pueda haber peces? De veras, ¡con eso jamás habría soñado!».
11. «Los hay, ¡y de qué tamaño!», le respondí. «Te sorprenderás con este trabajo porque tenemos que despoblar este mar enteramente. Pero no te desanimes, ¡ya lo haremos! ¡Lo que hace falta para eso es una gran paciencia y firmeza de voluntad!
12. Se te presentarán muchos peligros y a veces tendrás la sensación de estar perdido; pero si en estas situaciones me miras a mí y haces lo que Yo haga, todo se desarrollará a nuestro favor. Cada buena cosa requiere esfuerzo y paciencia para conseguirla. ¡Ahora desatad la barca del palo y saldremos a la mar!».
13. Los dos soltaron la barca y un viento de levante la llevó rápidamente a alta mar.
14. Durante el viaje el obispo volvió a hablar: «¡Ay!, ¡aquí tiene que haber una gran profundidad, a juzgar por lo negra que está el agua! ¡No quiero ni pensar en lo que nos pasaría si la barca naufragase!».
1. «¡No tengas miedo!», le tranquilicé «Estamos aquí en el agua por una buena causa y por eso, sea lo profunda que sea, ¡no hemos de temer nada! Ahora atención: ¡a lanzar la red! ¡Donde el agua está muy agitada se encuentra un pez enorme! Adelante, para que no se nos escape!».
2. Los dos lanzaron la red y nada más haberse extendido ya entró un pez monstruoso. Como no pudo romper la fuerte red, arrastró la barca tras sí, con gran velocidad y sin cansarse: por el contrario, cada vez la arrastraba con más furia.
3. Lleno de pavor el obispo gritó: «¡Por la Gracia de Dios! ¿Qué hacemos ahora? ¡Seguro que estamos perdidos! ¡Sólo la mitad de la cabeza de este monstruo ya llena toda la red! ¡Quién sabe hasta dónde llegará su cuerpo que parece tener tres veces el tamaño de nuestra barca! Y aun si pudiéramos acabar con él, ¿qué haríamos luego con su despojo? ¡Dios mío, cada vez vamos más rápidos! ¡Va a llevarnos al infierno!».
4. Pedro tomó entonces la palabra: «¡No te comportes como un niño! Que el pez corra tanto como quiera y a dónde quiera. Mientras tenga la cabeza en la red no bajará a las profundidades: lo sé como pescador experimentado. Se tranquilizará cuando haya desfogado su rabia y entonces nos será fácil apoderarnos de él y arrastrarlo a la orilla. Ahora se precipita hacia aquella que ves allí; desde ella ya no le será fácil escapar...
5. Además, ¿acaso has olvidado lo que nuestro querido Maestro nos dijo? Él está totalmente tranquilo. ¡Estémoslo nosotros también! Pero en cuanto diga que le sigamos y que pongamos manos a la obra, ¡entonces tendremos que actuar como nos diga; pues en el arte de la pesca no hay otro Maestro como Él!».
6. «Pedro, ¡coge el arpón grande y clávaselo bien detrás de las quijadas!», dije Yo, «y tú, Martín, ¡salta a la orilla, tira fuertemente de la amarra de la barca y átala en el palo previsto. Luego vuelve de prisa a la barca, coge el segundo arpón y haz lo mismo que Pedro! Como el monstruo está ahora fatigado podremos dominarlo fácilmente; ¡adelante, pues!».
7. Martín cumplió su encargo con mucho empeño: la barca quedó amarrada y Martín volvió de nuevo a ella. Clavó el arpón en las quijadas del otro lado del monstruo que quedó bien sujeto.
8. «Ahora salid a la orilla y traed el cable fuerte con el arpón de lanzamiento que es pesado y muy afilado», continué Yo. «En la choza está todo preparado. Mientras tanto Yo, con los dos arpones ya clavados, voy a dirigir el monstruo algo más cerca de la playa donde vosotros dos, lo más rápido posible, le tenéis que arrojar a la cabeza el arpón de lanzamiento . Tú, Martín, no debes asustarte de las reacciones del animal... ¡Valentía y todo irá bien! ¡Adelante, pues!».
9. Todo sucedió como previsto. Pero cuando el pesado arpón de lanzamiento entró en lo vivo del monstruo, este empezó a encabritarse sobremanera, lanzando enormes olas a la playa que a veces cubrían del todo a Martín cuando manejaba el cable, mientras que sus fauces intentaban atraparle sin cesar. Martín estaba pasando grandes apuros, y los pasó mayores por mí cuando vio que el monstruo con su enorme cola levantó varias veces la barca por los aires para luego arrojarla abajo otra vez.
10. «¡Aguanta, hermano!», gritó Pedro. «¡Concentra todas tus fuerzas, porque si no este terrible monstruo nos arrastrará al fondo del mar donde tendremos una suerte negra!».
11. «¡Si no estuviera tan cerca de esta bestia!», se quejó Martín. «¡Intenta atraparme sin cesar y el maestro cada vez la acerca aún más a mis narices: al abrir y volver a cerrar su horrorosa boca, cada vez me echa en la cara por lo menos cien cubos de agua!
12. ¡Vaya trabajo más pesado y peligroso! ¡Sería demasiado duro hasta para un condenado a galeras! Oh, oh, m-m-m brrr, brrr - ay, ¡otra descarga de agua en la cara! ¡Esta bestia acabará ahogándome! ¡Y otra vez está abriendo sus fauces; no, esto ya no lo aguanto más!».
13. «Coge el soporte y méteselo en la boca para ensanchársela», le aconsejó Pedro. «¡Así ya no correrás el riesgo de que te trague!».
14. Martín le metió el soporte en las fauces y comentó: «¡Eso es! ¡Ahora se te pasará el apetito por mí! ¡Pedro, has tenido una idea muy buena, pero si me la hubieras dicho un poco antes habría podido ahorrarme unas cuantas duchas!».
15. «Bien hecho», dije desde la barca. «Ahora amarrad también en un palo el cabo con el arpón de lanzamiento y volved rápidamente a la barca pues este pez ya es nuestro y ya no se escapará. Vamos a prepararnos para salir de nuevo. Tal vez dentro de poco podremos hacer una pesca aún más importante».
16. Ambos cumplieron rápidamente el encargo que les di. Pero Martín se rascó la oreja porque la última redada ya le había bastado; aun así, hizo sin embargo lo que se le había dicho.
17. Nada más entrar ambos en la barca esta partió a gran velocidad.
18. Durante el viaje me dirigí a Martín: «Amigo, aquí tendrás que acostumbrarte a estar siempre de buen ánimo. A quien cumple con su deber con mal humor rara vez le sale bien su trabajo. Por eso ten paciencia, valor y tenacidad. ¡La recompensa llegará después del trabajo cumplido!
19. Pues sí, mi querido amigo, aquí en el reino de los espíritus no vale el lema que tantas veces recitaste monótonamente en la Tierra: “Descanse en paz”, sino: “Trabajad, mientras sea de día”. Ya está bien que uno descanse por la noche cuando nadie puede trabajar. En tu noche también estuviste sin trabajo; pero como ahora está amaneciendo dentro de ti, también tendrás que trabajar, pues el Reino de Dios es un reino de actividad y no un reino para zánganos o recitadores de breviarios. Así que: ¡ánimo!
20. Mira hacia el norte donde todavía se puede distinguir la superficie del mar. ¿Ves como está agitada pese a que no hay ni el menor viento? La razón no puede ser sino otro pez enorme. Por eso vamos a dirigirnos allí para poner manos a la obra. ¡Este pez merecerá especialmente nuestro esfuerzo!».
21. «Me temo que este pez, con la ayuda del diablo, acabará bien pronto con nosotros», protestó Martín . «¿Pero para qué se necesitan aquí en el reino de los espíritus tantos peces de tamaño tan exagerado? ¿Acaso también aquí guardan ayuno y sólo se puede comer carne de pescado? ¿O es posible que también se conserven la carne y la grasa de peces como estos?».
22. De nuevo tomé la palabra: «¡De prisa! ¡El monstruo nos ha visto y viene directamente por nosotros! ¡Coged cada uno una espada porque se trata de una hidra de diez cabezas! Pedro ya sabe como se pescan peces como estos, por eso tú, Martín, ¡haz lo mismo que él! En cuanto la hidra asome sus cabezas a bordo, empezad rápidamente con la cosecha hasta que todas sus diez cabezas estén separadas de su cuerpo. Del resto ya me encargaré Yo. ¡El monstruo ya ha llegado! ¡Adelante, pues!».
23. Con su espada afilada Pedro cortó de los largos cuellos, una tras otra, las horrorosas cabezas de la hidra. Pero el obispo Martín no sabía como empezar de tanto miedo que tenía; casi no se atrevía ni siquiera abrir los ojos.
24. Entonces Pedro acabó con la décima cabeza... Torrentes de sangre salieron de la bestia por todas partes y alrededor de la barca el mar entero estaba tinto en rojo y muy agitado por el furioso monstruo decapitado.
25. «Pedro», continué Yo, «deja ahora la espada y dame el arpón para que se lo pueda lanzar a la bestia y arrastrarla hacia aquí. Tú, Martín, toma el timón y pronto estaremos con esta espléndida pesca en la orilla».
26. Todo se desarrolló como se había previsto y la barca, arrastrando la pesca, volvió con la rapidez de una flecha a la orilla conocida.
27. Ya cerca de ella el obispo quiso ver qué había pasado con la pesca anterior y quedó muy asombrado al ver que ya no había ni el menor rastro del enorme pez. Preguntó:
28. «¿Pero qué es esto? ¡Menuda sorpresa! Este segundo monstruo ha agotado casi todas nuestras fuerzas hasta que lo hemos atrapado y arrastrado hasta aquí y, mientras tanto, la primera pesca se ha esfumado; parece que no la atamos bastante bien...
29. ¡Qué fatalidad! Tanto esfuerzo que nos ha costado y el peligro que hemos pasado, y ahora ¡no nos queda nada! ¡Por supuesto que vamos a atar mejor la segunda bestia porque si no, si por ventura saliéramos otra vez en busca de una nueva redada, también se nos esfumará!».
30. «No te preocupes», le contestó Pedro. «El primer pez ya está muy bien atendido, porque aquí hay también más colaboradores que ya saben lo que tienen que hacer cuando les dejamos parecidas pescas en la orilla. Bueno, como ya hemos llegado, salta a la orilla y amarra la barca. El Maestro y yo vamos a arrastrar la bestia más cerca de la costa».
31. Un poco sorprendido Martín continuó haciendo todo lo que Pedro le había dicho, mientras que nosotros, ante sus ojos, arrastramos la bestia a la orilla.
32. Ya atada la segunda presa , dije a ambos: «Como esta captura ha resultado tan bien, ya hemos terminado el trabajo más pesado. Puesto que los dos mayores monstruos están capturados y no hay más de su especie en este mar, vamos ahora a sacar los peces más pequeños y a arrojarlos a la orilla. Este trabajo nos resultará mucho más fácil sirviéndonos de las redes. ¡Volvamos a la barca y ya veremos cómo nos sale la pesca de los peces pequeños!».
33. Ambos lanzaron las redes al agua y Yo tomé el timón. El trabajo salió bien. Cada redada llenó las redes con peces diversos que en seguida ambos lanzaron a la orilla. Allí, nada más tocarla, se disolvieron en nada.
1. Más continuaba la desaparición de los peces y más el obispo se escandalizaba con ella, por lo que, ya de mal humor, empezó a murmurar entre dientes: «¡Vaya trabajo más estúpido! Ya me estoy cansando de tanto tirar peces a la orilla y todo para nada y para otra vez nada... Ninguno tiene consistencia sino que se derrite como la mantequilla al Sol...
2. ¡Tengo que fijarme algo mejor en qué se convierten tan súbitamente estos peces! Hm, hm, no puedo ver nada... Un lanzamiento más de mi colega y ¡vaya! otra vez no queda nada del pez en este reino de la inmortalidad... ¡Menuda inmortalidad! En la Tierra por lo menos siempre quedaba algo de todo lo que tenía existencia, ¡pero aquí no queda absolutamente nada!
3. Con las ganas que tengo de un buen pescado bien preparado... Pero ya veo que el aire absolutamente devorador del mundo de los espíritus parece tener predilección por el pescado, así que para mi apetito habrá poca satisfacción... Por supuesto, aún no tengo verdadera hambre, pero sólo pensar en un salmón guisado me hace tragar saliva.
4. No hay duda que estoy un millón de veces mejor que antes, ¡pero el trabajo con estos peces que se esfuman me parece sin gracia para continuar así toda la eternidad! Y lo que me extraña es que hace ya mucho tiempo que está amaneciendo y el Sol no sale...
5. ¡Mundo más extraño y existencia más extraña! Mires lo que mires siempre aparecen incongruencias. Mis dos amigos son sumamente sabios en sus palabras, sin embargo resultan increíblemente insensatos en sus hechos. Basta con ver esta pesca vana: ambos se empeñan en este trabajo tan duro e inútil como si su salvación dependiera de ello. ¿Pero qué voy hacer? No me toca nada mejor; por eso, en nombre del Señor, ¡con ánimos a la pesca de esos peces etéreos! Después tal vez se presente otra sorpresa».
6. A eso Pedro le preguntó: «¿Qué estás diciendo entre dientes? ¿Acaso ya te has cansado?».
7. «No es que me canse», le respondió Martín. «Pero te confieso francamente que este trabajo me parece algo incomprensible, puesto que estoy totalmente convencido que tú, y aún más el maestro, sois hombres muy sabios.
8. Ya llevamos trabajando mucho tiempo para el aire, es decir, para nada. El primer pez grande se esfumó, y de la hidra de diez cabezas tampoco veo nada. Y estos peces pequeños se volatilizan nada más tocar el suelo. Me pregunto: ¿para qué puede servir un trabajo vano como éste?
9. Se que sois hombres muy sabios, por lo que este trabajo también tendrá su razón. ¿Por qué no me iniciáis un poco? ¿Para qué puede servir este trabajo aparentemente vano?».
10. «Cuando fuiste obispo en el mundo», observó Pedro, «dime, ¿cuántos trabajos vanos desempeñaste tú mismo? ¿No habría podido preguntarte cualquiera para qué servía en realidad y si había algo de verdad en ello, por ejemplo, la bendición de una campana o de un órgano?
11. ¿Qué significado podían tener y qué poder podía haber en la capa de coro, la estola, la casulla y muchos más objetos parecidos? ¿Qué poder puede haber en los diversos hábitos de los monjes? ¿Por qué un cuadro de la misma María es más milagroso que otro? ¿Por qué Florian es patrón del fuego y Juan Nepomuceno del agua, si ambos fueron arrojados a ella, uno en el Danubio, cerca de Linz, en Austria, y el otro en la Moldavia, cerca de Praga, en Bohemia?
12. ¿Por qué entre los catorce intercesores del que está en apuros no figura también Jesús? ¿Y por qué, en la santa letanía del “ora pro nobis” los hombres primero piden a Dios misericordia, y después, se dirigen de todos modos en sus oraciones a los santos para que intercedan por ellos? ¿Por qué se dirigen primero a Dios y continúan con los santos? ¿Acaso quieren primero motivar a Dios para que Él atienda luego a los santos? Si desde el principio pueden motivar a Dios, ¿para qué apelan luego a los santos?
13. En el llamado rosario, ¿por qué se invoca diez veces a María y sólo una sola vez a Dios, en la oración del Señor? En las iglesias, ¿por qué hay tantas clases de crucifijos y el doble de Marías de las más diversas formas?
14. ¿Qué diferencia hay para el espíritu entre un oficio solemne y una misa rezada? ¿Cuándo Cristo, Pedro o Pablo han establecido el llamado sacrificio incruento de diferentes categorías y precios, en efectivo? ¿Qué clase de corazón tiene que tener Dios para poder ver con agrado que su Hijo es sacrificado cada día millones de veces?
15. Mira, amigo mío, los quehaceres parecidos que llevaste a cabo en el mundo sin jamás haber creído en ellos fueron incontables. Y a pesar de ello ¿no se te ha ocurrido preguntarte, con motivo de la pesca actual, por qué lo habrás hecho? Responderás que te pagaron por ello. Pues bien, aquí tampoco trabajas por nada. ¿Qué más quieres, entonces?
16. Te digo que tu trabajo aquí no es ni mucho menos tan vano como lo fue en la Tierra. Por eso, en adelante, no murmures entre dientes sino dinos francamente qué es lo que te preocupa y pronto acabaremos la pesca aparentemente vana. Pero si continuas con tu secreteo romano también la pesca continuará todavía durante mucho tiempo y seguirá siendo vana como nuestra enseñanza en tu corazón. ¡A ver si lo comprendes! ¡Y ahora sigue con tu trabajo paciente e infatigablemente!».
1. El obispo se conformó y respondió: «Ahora ya me siento mejor porque entiendo por qué lo hago y veo que un trabajo aparentemente vano como éste tiene su mérito.
2. Si te he interpretado bien, los peces representan mis necedades: los peces grandes son las fundamentales y los más pequeños la gran cantidad de tonterías menores. Pero lo que no me queda claro es cómo todas estas canalladas mías se han transformado en peces más o menos grandes de este mar...
3. Supongo que este mar se originó en el gran diluvio cuyas aguas se llevaron los muchos pecados mortales de la humanidad entre los cuales evidentemente también estaban anticipadamente los míos. No tengo otra explicación plausible de ello.
4. Pero ¿cómo es que aquí los pecados se presentan como peces de aguas dilúviales? Eso supera el horizonte limitado de mi entendimiento. El Todopoderoso que ha guardado estas antiguas aguas para el mundo de los espíritus, Él, por supuesto, lo sabrá.
5. Así que no voy a indagar más sino que continuaré la pesca con todo el empeño posible para que mi parte de pecado sea sacada de estas aguas lo antes que se pueda».
6. «Muy bien», dije Yo. «¡Aplícate! ¡Un solo golpe no derriba un roble, pero con paciencia se alcanza todo! Aunque sabe que estas aguas no son las de Noé y los peces que sacamos de ellas mucho menos tus pecados anticipados. Te digo que estas aguas, sí, son un diluvio. Pero no resultan de tus pecados anticipados, como los llamas, ¡sino de todos los pecados que realmente cometiste en la Tierra!
7. Te voy a decir por qué tus pecados se manifiestan en forma de peces y otros monstruos marinos más o menos grandes. Cada pecado origina una inaptitud parcial del alma que hace que se desbarate en ella la aglomeración de los infinitamente muchos antiguos componentes originados en el agua, los cuales, a través del Fuego del Amor de Dios, llegan en el corazón humano a su perfección, a la perfecta semejanza con Dios.
8. Tu alma era físicamente completa cuando en tu infancia se le dio a tu cuerpo para la formación del hombre. Pero como no viviste de acuerdo con el Orden de Dios sino sólo con el orden animal (ya que el alma humana está compuesta de partículas de almas de diversos animales), perdiste mucho de ella. Y todo lo perdido lo tenemos que recuperar ahora del mar de tus pecados para así poder volver a sanar tu alma. Sólo después de haberlo conseguido podremos empezar a cuidar de tu espíritu y de su unión contigo. ¡Por eso sé aplicado y ten paciencia, y pronto reconocerás en esto la tarea de un buen guía!
9. Como las bestias pescadas representan tus obras que eran puros pecados, se disuelven al entrar en la Luz divina. Así se realiza lo que está escrito:
10. “El Reino de Dios es semejante a un pescador que echa sus redes en el mar y recoge peces de todas clases. Y llena, la saca sobre la playa y recoge los peces buenos; pero los malos los vuelve a tirar al mar, para su perdición”.
11. Ahora ya hemos sacado muchas de tus obras en forma de peces y ya ves que ninguno tiene consistencia ante la Luz divina. ¿Por qué? Porque tú los consumes para que tu alma desbaratada pueda recuperar su forma entera.
12. ¿Cuándo encontraremos en tus aguas obras consistentes? ¡Cuando tu corazón se llene y despierta al amor! Mientras que no sientas amor a Dios dentro de ti, todavía quedará mucho trabajo vano para tus manos...
13. Tómatelo a pecho para que sepas por dónde vamos. Y si trabajas con arrepentimiento justo, en la humildad y la paciencia, llegarás a la verdadera meta y con ello a una visión clara, al propio y verdadero juicio, y, a través de este, a la gracia. ¡Así sea!».
14. Martín meditó sobre estas palabras mientras trabajaba. Tras un rato se dirigió de nuevo a mí: «Maestro, veo que conoces mi vida como el joyero un diamante. Me pareces un hombre lleno de amor; pero en la amonestación eres más despiadado que la misma verdad más cruel...
15. Por supuesto que ante Dios mis acciones tienen que ser un horror, puesto que en toda mi vida terrena no me moví en otra cosa sino en el error, aunque en parte fuera por haber sido obligado. Por consiguiente mis acciones tenían que ser igual de malas. ¡Ahora lo veo con toda claridad! Pero también, aunque fueras un ángel, tendrías que reconocer una cosa : el hombre, que ni mucho menos es un producto de sí mismo, está dotado con las más diversas tendencias; por lo que tampoco puede tener la culpa de todos sus defectos.
16. Si me hubiera creado y educado luego yo mismo, entonces también yo mismo sería responsable de todo que haya hecho, y sujeto al castigo correspondiente. Pero eso de condenar mis acciones incondicionalmente y ponerles el sello de pecados mortales sólo porque las hice yo, eso, aunque en puridad no sea injusto, no deja de ser algo demasiado duro.
17. Si el hijo de un ladrón también se vuelve ladrón porque nunca ha visto, oído ni aprendido otra cosa que robar y asesinar, te pregunto: pese a que sus acciones sean horrorosas, ¿pueden ser estrictamente consideradas como pecados?
18. ¡A un tigre no se le podrá condenar por ser sanguinario! ¿Quién dio a la víbora su veneno mortal?
19. ¿Tendrá el caníbal culpa por comer carne humana tras abatir a un enemigo? ¿Por qué no baja un ángel u otro espíritu de los Cielos para abrirles los ojos? ¿Puede ser que Dios haya creado millones y millones de hombres sólo para su perdición? ¿No sería esto una pura tiranía?
20. Por eso digo: ¡A cada uno lo que merezca, pero no también lo ajeno de lo que jamás puede tener culpa!».
21. «Con tu réplica eres muy injusto contra mí», le respondí Yo. «¿Acaso no entiendes que te ayudamos en este trabajo tuyo precisamente porque conozco tus estoicos principios de justicia desde hace ya mucho tiempo?
22. Con la parte que incumbe a tu pretendida educación deficiente ya se cargó Pedro. Y con aquella en la que tachas al Creador de ser culpable, con esa ya me cargué Yo.
23. En la que te corresponde a ti ¿piensas realmente que eres inocente? ¿Acaso no conociste los Mandamientos de Dios y también las leyes mundanas referente el orden público? ¿No estuviste aquí y allá sabiendo que tus propósitos eran pecaminosos?
24. No desististe de tus propósitos sino que hiciste el mal ¡contra el aviso de la potente voz de tu conciencia cuando entonces esta te advirtió ! ¿Me dirás que también eso fue culpa de tu educación o del Creador?
25. Si fuiste inclemente con los pobres y sabiendo que tus padres fueron verdaderos modelos de generosidad, dime, ¿lo cargamos a la educación?
26. Te volviste más altivo que un águila, mientras que tus padres fueron humildes de todo corazón conforme manda la palabra de Dios. Dime, ¿cargamos esto a cuenta de la educación? ¿Acaso a Dios?
27. ¿No ves que eres muy injusto con el Creador? ¡Reconócelo y sé humilde! Porque ante Dios no alcanzarás nada con todas tus excusas, pues todos los pelos están pesados. Ama a Dios sobre todo y a tus hermanos, y encontrarás justicia justa... ¡Así sea!».
1. «El “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo” ya estaría muy bien si uno supiera cómo hacerlo», dijo Martín. «Pues a Dios habría que amarle con el amor más puro y, en cierto sentido, al prójimo también. Pero uno como yo, ¿de dónde va a sacar parecido amor o cómo lo va a despertar dentro de sí?
2. Conozco el sentimiento de la amistad y el amor hacia el sexo femenino; también conozco el amor interesado de los niños para con sus padres. Sólo desconozco el amor de los padres para con sus hijos. Ahora pregunto: ¿puede el amor a Dios parecerse a una de estas clases de amor que por estar dirigidas a criaturas tienen todas una base impura?
3. Tengo la opinión de que la criatura hombre no puede amar a Dios su Creador sino como el mecanismo de un reloj a su constructor. Para poder amar a Dios por su santidad, dignamente, haría falta una libertad absoluta y divina de la que no disfrutarán sino los arcángeles más independientes. Pero ¿dónde se encuentra el hombre que está en el escalón más bajo y profano? ¿Y dónde la suprema libertad divina?
4. Otra cosa sería si Dios se conformase en ser amado por sus criaturas como estas se aman entre sí: como los niños a sus padres o como un joven a su prometida, como un verdadero hermano a su prójimo o como un necesitado a su bienhechor desinteresado, como un regente a su trono o cada hombre a sí mismo...
5. Pero falta el objeto visible; y hasta la capacidad de poder imaginarse, de una manera u otra, ese objeto tan sumamente sublime. ¿Qué aspecto tiene Dios? ¿Quién lo ha visto nunca? ¿Quién le ha hablado? Ahora pregunto: ¿cómo sería posible amar a un ser del cual uno no puede hacerse ni la menor idea? ¿Amar a un ser que no existe históricamente sino que es un personaje de una leyenda hermoseada con diversos adornos místicos y poéticos, y adobada por todas partes con la moral archijudaica más rígida?».
6. Entonces hablé Yo: «Amigo, ¡te digo que con esas habladurías insensatas jamás llegarás a limpiar ni una sola fibra de tu tan sucio ropaje! ¡En el mundo tenías objeto abundantemente pues había pobres, viudas, huérfanos y otros necesitados en gran número! ¿Por qué no los amaste a ellos? ¡Tenías amor de sobras... para amarte a ti mismo sobre todo!
7. Amaste a tus propios padres sólo a causa de los regalos; cuando te dieron poco no les deseaste otra cosa sino la muerte para poder heredar pronto sus bienes.
8. A los sacerdotes que te estaban subordinados los amaste mientras te trajeron abundantes obsequios. Pero cuando los obsequios dejaron de llegar pronto te volviste un gran tirano inexorable.
9. A las ovejas ricas que te ofrecieron mucho las bendijiste; pero las pobres que no te podían ofrecer nada o sólo muy poco, tenían que conformarse con la recriminación de que el infierno ya se ocuparía de ellas.
10. A las viudas las amabas si eran jóvenes, guapas y ricas, y si se prestaban a todo lo que a ti te agradaba; y tampoco despreciabas a la huérfanas entre dieciséis y veinte años...
11. Por supuesto será imposible que el amor a estos objetos te lleve a una idea espiritual de Dios ni tampoco que te eleve al amor para con el altísimo, objeto digno de todo amor.
12. El evangelio, sublime Doctrina de Jesús y principal escuela para la vida, siempre estuvo a tu disposición. ¿Por qué no procuraste al menos una sola vez en la vida poner un solo texto en práctica, aprendiendo así de quién es esa Doctrina?
13. Allí está escrito: “Quien oye mi Palabra y vive conforme a ella, él es quien me ama. A él vendré y me revelaré a él”.
14. Si hubieras intentado poner en práctica solamente uno de los preceptos evangélicos, primero, ya te habrías convencido plenamente de que esta enseñanza viene de Dios. Y segundo, también habrías podido contemplar la objetividad de Dios, como lo lograron muchos miles de personas de menor categoría que tú.
15. También está escrito: “Buscad y encontraréis; pedid y os será dado; llamad y se os abrirá”. ¿Acaso lo hiciste una sola vez?
16. Como jamás lo hiciste, tampoco has podido elaborar un concepto espiritual de Dios. Por eso es absurdo que pretendas no poder encontrar el amor a Dios porque Él nunca se presentó como objeto ante ti, porque si hubieras hecho el menor esfuerzo para conseguirlo se habría vuelto necesariamente tal objeto.
17. Ahora tengo que preguntarte: con tu amor vil, ¿bajo qué imagen habrías podido entusiasmarte con Él para conseguir que de tu corazón petrificado pudieran aún salir algunas chispas que vivificaran dentro de ti tal imagen de Dios ? Veo que te callas... Pero Yo voy a decírtelo.
18. Dios hubiera debido ser del sexo femenino más bello, concederte el máximo poder y el mayor esplendor. Habría debido permitirte dormir con las chicas más hermosas sin que jamás te fallara la potencia para ello. Habría tenido que concederte todo lo que según tu imaginación podría resultarte agradable y, además, tampoco hubiera estado mal que te cediera su cualidad divina para poder mangonear toda la creación infinita según tu arbitrio.
19. Con estos criterios habrías amado a la Divinidad gustosamente. Sin embargo, bajo la imagen del pobre Jesús crucificado, la “Divinidad” fue para ti insoportable, asquerosa y hasta despreciable...
20. Por supuesto que en las actuales circunstancias tendrás que preguntar cómo se debe amar a Dios con un amor más puro y digno de Él. El problema es que nunca quisiste hacerte una idea de Él, ni tampoco amarle. Nunca lo intentaste temiendo que un espíritu mejor pudiera entrar en ti y llevarte hacia la humildad y el amor al prójimo y, a través de eso, a un verdadero concepto de Dios y al amor hacia Él.
21. Si no quieres a tus hermanos a los que no puedes amar aun viéndolos, ¿cómo ibas as amar a Dios al que no ves porque no quieres verle?
22. Nosotros dos somos ahora tus mejores amigos. Sin embargo, no dejas de menospreciarnos en tu corazón pese a que te queremos ayudar y a que todos tus pensamientos nos son manifiestos. ¡Cambia tu corazón y empieza a amarnos como bienhechores tuyos! ¡Así encontrarás el camino al Corazón de Dios sin necesidad alguna de fatigar tu estúpida filosofía. ¡Así sea!».
23. «Pues sí, tienes toda la razón», observó Martín. «Os amo y os aprecio por vuestra gran sabiduría que viene unida al poder, al amor, a la paciencia y a la constancia. Si de todo lo que me hablas no resultase continuamente que soy detestable, te digo que ya estaría totalmente prendado de ti. Pero precisamente la agudeza penetrante de tus palabras es la que me llena, más que de amor hacia ti y tu amigo Pedro, de una especie de miedo. ¡Háblame con algo más de delicadeza y ya verás como te amaré con todas las fuerzas de mi corazón!».
24. «Amigo mío, ¿qué podrías pedirme que Yo no te concediera ya en toda plenitud antes de que me lo pidas?», continué. «¿Acaso te imaginas que sólo es verdadero amigo un adulador o el que por excesivo respeto no se atreve a exponer la cruda verdad? ¡En eso estás profundamente equivocado!
25. No hay en ti ni el menor rastro de algo bueno: ¡ni una sola noble obra de amor te adorna! Y si alguna vez hiciste algo que ante el mundo parecía noble, aun entonces se trataba de mera maldad; porque todas tus acciones no fueron otra cosa sino política malvada tras la que siempre se ocultaba un plan de dominio.
26. Si alguna vez diste a alguien una modesta limosna todo el mundo tuvo que enterarse. ¿Es éste el sentido del evangelio en el que la mano derecha no debe saber lo que está haciendo la izquierda?
27. Cuando diste un consejo “religioso” a alguien siempre lo hiciste para llevar agua a tu propio molino.
28. Con tu aire altivo querías demostrar a los inferiores lo mucho que estabas por encima de ellos...
29. Cuando hablabas suavemente querías conseguir lo mismo que las sirenas con su canto. ¡Siempre fuiste un animal voraz!
30. Como ya dije: no quedó en ti el menor rastro de bondad, por lo que te encontraste enteramente en el infierno. Pero Dios, el Señor, tuvo Misericordia contigo. Te agarró para librarte de todas las ataduras que te amarran al infierno. ¿Acaso piensas que eso puede hacerse sin que Él te muestre claramente cuál es tu condición?
31. ¿No has visto nunca en la Tierra lo que hace un relojero para arreglar un reloj inservible?: desmonta todas las piececitas de las que está hecho para poder examinarlas y limpiarlas cuidadosamente una a una, para enderezar lo doblado, limar lo desigual y añadir lo que le falte. Finalmente lo vuelve a montar todo para que el reloj sirva de nuevo para aquello que estaba destinado. ¿Pensarás que el reloj inservible habría vuelto a funcionar si el relojero le hubiera sacado mucho brillo por fuera, dejando el interior tal como estaba?
32. ¡Tú mismo eres como un mecanismo de relojería en el que no está bien ni un solo diente de ninguna rueda! Para mejorarte también hay que descomponer tu ser corrupto. ¡Todo tiene que salir a la Luz de la eterna y más incorruptible Verdad para que puedas examinarte a ti mismo y ver todo lo que en ti está totalmente podrido!
33. Cuando hayas reconocido tus defectos, entonces habrá llegado el momento de aplicar la escofina, la lima, el alicate y los cepillos de desbastar y de pulir, para volver a hacer de ti un hombre conforme al Orden de Dios. Un hombre totalmente nuevo, porque tal como eres ahora resultas enteramente inservible para tal fin.
34. Si ahora estoy haciendo todo eso contigo, dime, ¿no merezco tu amor?».
1. «Sí, amigo mío, sí, ¡tienes toda la razón!», reconoció Martín. «Sólo ahora se me van abriendo un poco los ojos... Y al mismo tiempo siento un considerable amor dentro de mí ¡sí, ahora te amo con todo mi corazón! Oh, ¡permíteme que te estreche contra mi pecho! Pues sólo ahora me queda claro lo profundamente estúpido que siempre fui y que todavía soy, y lo sumamente buenas que son tus intenciones para conmigo. Oh, mi magnífico amigo y también tú, mi primer guía, ¡perdonadme mi ceguera brutal!
2. Pero, ¿qué es esto? ¿Adónde han ido de repente el mar y la barca? ¡Todo quedó seco! Dios mío, ¡que maravilloso jardín! ¡Allí donde antes estaba la choza hay ahora un palacio de un esplendor nunca visto! ¿Cómo ocurrió?».
3. «Mira, Martín, tan sólo una chispa minúscula de verdadero amor hacia nosotros, tus hermanos y amigos, ha sido la que lo ha hecho...», le respondí Yo. «El mar de tus pecados y sus funestas consecuencias se secó, y el lodo de tu corazón se convirtió en tierra fértil. Por esta chispa de amor tuya, la choza miserable de tus conocimientos se transformó en un palacio.
4. Pero pese al magnífico aspecto de todo aún no se ve por parte alguna un fruto maduro y bueno para comer. Todo se parece todavía demasiado a aquella higuera que, cuando el Señor deseaba un higo, no tenía fruto.
5. Ahora hay que ser muy activo y dejar que el despertado amor actúe libremente. Así estos árboles darán pronto fruto. Porque al igual que en la Tierra donde todo crece a la luz y calor del Sol, aquí todo crece y madura a la luz y al amor del corazón del hombre. El corazón del hombre es el Sol de este mundo, eternamente...
6. En esta esfera nueva y mejor, pronto se presentarán muchas ocasiones para activar tu corazón, para aumentar su fuerza y confortarlo. ¡Cuanto más lo dejes actuar en el amor, tantas más bendiciones verás surgir en este paisaje!
7. Ahora entra con nosotros en este palacio donde hablaremos de tu nuevo estado. Pronto se te presentarán en él muchas posibilidades para ocupar tu corazón sobremanera. ¡Ven, pues, y síguenos!».
8. El interior del palacio no era ni de lejos tan precioso como su exterior. El obispo Martín quedó decepcionado y no pudo evitar una observación irónica:
9. «Increíble ¡esto es hacer algo sólo para los ojos! Por fuera un esplendor real y por dentro no hay sino un acabado mísero. Parece que el interior de toda la construcción esté todavía en bruto, aunque vista desde fuera todo está ya acabado... ¡Este constructor ha planificado muy mal!
10. Amigos, ¡os confieso que la choza de antes me gustaba un millón de veces más! ¡Vaya porquería que hay en este “palacio”! Con lo que me gusta la limpieza, ¡casi que no puedo aguantar toda esta porquería!
11. Os lo ruego, ¡salgamos al maravilloso aire libre lo antes posible! En estos cuartos tan sucios no sería capaz de un solo pensamiento. Y a fin de cuentas podría incluso volverme peor en vez de purificarme, pues siempre tuve una gran aversión a la suciedad de las habitaciones...».
12. «Oye, amigo Martín, sé que el interior de este palacio no puede gustarte», le dije. «Pero también comprenderás que el interior de tu corazón, fiel imagen de este palacio, no le puede gustar a Dios más que a ti estas habitaciones tan extremadamente sucias.
13. Seguro que oíste en el mundo aquella fábula pagana de Hércules, que tuvo que hacer doce trabajos para ser admitido entre los dioses mitológicos. Uno de ellos fue la famosa limpieza del establo.
14. ¿Qué hizo Hércules, el héroe legendario? Hizo pasar por el establo un río entero que se llevó rápidamente toda la porquería.
15. Y Yo ahora te digo: haz pasar una corriente entera de amor a través del antiguo establo de pecados de tu corazón, y esa corriente acabará rápidamente con toda la porquería que tienes en él.
16. Cuando todavía nos encontrábamos en la mar, consecuencia de tu propio diluvio, bastó una chispa minúscula de amor verdadero para que la mar se secara y el lodo se convirtiera en tierra fértil.
17. Esta chispa se produjo en tu interior a causa de mis palabras. Originada por fuera, sólo podía tocar el exterior de tu corazón y limpiarlo externamente. De modo que el interior de tu corazón continuó siendo lo que era antes: una verdadera pocilga que sólo tú mismo puedes limpiar; y esto, como ya te dije, mediante una gran corriente de verdadero amor para con nosotros, tus hermanos y amigos, y para con aquellos que dentro de poco, acá y allá, se te presentarán y ocuparán la actividad de tu corazón.
18. Ahora, ¡mira por la ventana! ¿Qué ves allá lejos, hacia el norte?».
1. «Veo varios hombres andrajosos arrastrándose a paso muy lento», respondió Martín. «Parece que no tienen morada. Es muy probable que en sus estómagos haya menos que nada y que sus corazones no estén muy animosos...
2. Amigos, estos caminantes necesitados me apenan. Permitidme que vaya a buscarlos pues quisiera alojarlos aquí y atenderlos tan bien como pueda. Aunque las habitaciones estén muy sucias, para ellos serán mejores que los caminos fríos, malos y tristes que demasiado bien sé a dónde llevan, ¡caminos que continuamente llevan al pobre caminante de lo malo a lo peor!».
3. «Muy bien, ve y haz lo que tu corazón te pide», le animé. «¡Pero no te escandalices en cuanto te enteres que no son de tu confesión sino luteranos!».
4. «Eso me cae un poco mal», respondió Martín. «Pero ahora ya no importa Lutero, Mahoma, judío o chino, ¡para todo ser humano tiene que haber consuelo!».
5. El obispo, todavía con sus ropas campesinas, se despidió y corrió tras los caminantes, llamándoles para que le esperasen. Estos también se pararon para ver que quería de ellos pues acababan de llegar de la Tierra al mundo de los espíritus y no sabían a qué atenerse.
6. Cuando Martín llegó al grupo que le daba tanta pena dijo con voz muy amable: «Amigos, ¿a dónde vais por ahí? ¡Os ruego por Dios que volváis! ¡Seguidme a mí, porque si no, vais a perecer todos! ¡La dirección que lleváis os conduce a un abismo que os tragará para toda la eternidad!
7. Yo vivo aquí desde hace ya cierto tiempo con dos amigos muy agradables y conozco la naturaleza de esta región. Por eso os quiero advertir.
8. ¡Mirad hacia el sur! Veréis un palacio que, ciertamente, no resulta tan precioso por dentro como por fuera, ¡pero esto no importa de momento! Un alojamiento y un trozo de pan ya se encontrarán. Y sin duda eso será mejor que continuar por este camino que os llevaría a la perdición segura. No os lo penséis mucho; volved y seguidme... En nombre de Dios, ¡ya veréis que será por vuestro bien!».
9. «Bueno, vamos a seguirte», dijo uno de los caminantes. «Pero que te conste que no nos harás entrar en una casa católica! ¡Allí no aguantaríamos pues aborrecemos profundamente al catolicismo de Roma que apesta sobremanera, en particular al Papa, sus obispos y especialmente a las pésimas ordenes monásticas de la perversa Roma!».
10. «¿Qué importan el Papa, los obispos, los monjes, y qué importan Lutero, Calvino, Mahoma, Moisés, Brahma y Zoroastro?», terció Martín. «¡En el estúpido mundo de la Tierra tienen cierto significado, pero aquí en el reino de las almas y de los espíritus todas esas diferencias mundanas carecen de importancia! ¡Aquí no hay más que un solo lema que es el amor! Aquí sólo con él se puede avanzar: ¡todo lo demás no cuenta prácticamente para nada!
11. Cuando todavía estaba en el mundo como obispo romano presumí mucho de ello. Pero una vez aquí pronto me quedó claro lo poco que significa lo que uno fue en la Tierra. Lo que importa es lo que hiciste allí y en qué circunstancias.
12. Por eso no os dejéis trastornar por Lutero, Calvino u otro y seguidme, ¡seguro que no os vais a arrepentir! Si no os sentís a gusto conmigo podréis seguir vuestro camino».
13. «Parece que eres un hombre bastante despierto», le contestó el orador del grupo. «Así que vamos a seguirte a tu casa. Pero te rogamos de antemano que nunca se hable de religión delante de nosotros ¡porque todo lo que se llama religión nos da asco!».
14. «¡Está bien, está bien!», los tranquilizó Martín. «Hablad de lo que os de la gana. Poco a poco llegaremos a conocernos un poco mejor y supongo que nunca encontraréis en mí algo que os pueda irritar. Ahora adelante, ánimo, vamos todos a la casa de mis amigos en la que vivo».
15. Martín se puso a la cabeza del grupo y le siguieron treinta personas. Llegados al palacio, Martín se dirigió directamente a mí y a Pedro, y lleno de alegría me dijo:
16. «¡Mira, felizmente he podido traerlos a todos aquí! Ahora te ruego que tengas la bondad de indicarme en que habitaciones los vamos a acomodar. También quisiera pedirte algo de pan para que puedan confortarse porque supongo que tendrán mucha hambre».
17. «En la parte oeste hay una sala que ya está preparada», le dije. «Allí encontrarán todo lo que les hace falta. ¡Llévalos y vuelve en seguida pues nos espera otro trabajo que no admite demora!».
18. Martín cumplió con lo que le había dicho y llevó al grupo a la sala indicada. Al entrar en ella todos quedaron muy contentos. Después de haber alojado al grupo Martín volvió de prisa para preguntarme por el nuevo trabajo.
1. «¿Ves un fuego a lo lejos?», le pregunté. «Tenemos que ir allí de prisa y detenerlo, porque si no, toda aquella región se verá afectada, porque un fuego en la esfera espiritual es mucho más devorador que el fuego natural de la Tierra. Así que, ¡rápido!».
2. Nos dirigimos hacia el fuego apresuradamente. Había un pueblo muy pobre ardiendo y muchas personas, totalmente desnudas, que salían de sus chozas para huir del fuego. En el centro del pueblo se veía una casa algo mejor encima de cuya azotea se encontraban cinco personas pidiendo socorro porque las llamas amenazaban alcanzarlas a cada momento.
3. Al verlo, Martín gritó: «Pero, por Dios, ¿dónde hay una escalera para poder subir y salvar a estos pobres, tal vez con vuestra ayuda?».
4. «¡Aquí mismo a nuestros pies hay una!», le dije. «¡Cógela y haz lo que tu corazón te pide!».
5. Martín cogió la escalera rápidamente y corrió hacia la casa cuya azotea estaba totalmente rodeada por las llamas. Subió apoyando la escalera contra la azotea y pasando a través de las llamas. Cargó sobre sus hombros a dos personas que ya no tenían fuerzas y las bajó lo más rápido posible. Las otras tres, todavía suficientemente fuertes, le siguieron muy de cerca. Así Martín salvó cinco almas en un solo minuto.
6. En cuanto terminó su tarea Martín volvió rápidamente y me dijo: «¡Gracias a Dios que los pude salvar! Pensaba que esta vez mi celo me iba a costar caro; sin embargo, Dios sea alabado, todo salió bien.
7. Amigos, ¡os digo que eso fue calor! Supongo que mis cabellos han quedado bastante más cortos, ¿pero qué importa, si los pobres están salvados? Dos casi se asfixian, la ayuda les llegó verdaderamente en el último momento... Pero ya se están reanimando y esto, mis queridos amigos, es más importante para mí que si hubiera tenido la oportunidad de entrar en las delicias de los tres o los siete Cielos.
8. A los salvados y a todos los demás que están agachados y desnudos afuera de la valla, y que se han quedado sin hogar, ¿verdad que los acogeremos en nuestro palacio? ¡Permitidme esta alegría!».
9. «Por supuesto, Martín, precisamente por eso es por lo que hemos venido aquí», le respondí. «Pero todavía tenemos que apagar el fuego. Cuando lo hayamos hecho podremos ir alegremente a la casa junto con estos pobres. Así pues ¡manos a la obra para extinguir el fuego antes de que se extienda!».
10. «¡Enteramente a sus órdenes con sólo un pequeño océano a nuestra disposición!», contestó Martín. «Pero no veo ni la menor gota de agua por aquí. ¡Me parece que sin agua esto no va a tener fácil solución!».
11. «¿Ves aquel palo en el suelo?», le pregunté. «Es parecido a la vieja vara de Moisés. Levántalo y, lleno de fe, clávalo en el suelo. Y pronto tendremos agua en abundancia... ¡Adelante!».
12. Martín cumplió sin demora con mis palabras y en seguida brotó una fuente en el suelo. «Perfecto», dijo Martín. «Ahora sólo nos faltan unos cuantos cubos».
13. «¡Está bien así», le contuve. «¡Del resto ya se encargará la misma agua! Esta fuente es lo suficientemente caudalosa para acabar pronto con el fuego. De modo que ya nos podemos ir a casa con los pobres salvados. Allí descansaremos un poco y nos prepararemos para una nueva tarea. ¡Anda y trae ahora a los salvados! ¡Que todos vengan a mí!».
14. Martín fue de buen ánimo a buscar a los pobres y todos juntos nos dirigimos a nuestro palacio donde en seguida fueron acomodados en otra sala bastante espaciosa.
15. Dentro de la sala, Martín se quitó su camisa de campesino y se la puso a quien le pareció el más débil de todos. Y a otro que le inspiraba mucha pena le dio su camiseta, con lo que todos le alabaron.
16. Martín actuó como un hombre verdaderamente recto. «Mis queridos pobres hermanos y amigos, os digo que no me alabéis a mí sino a Dios y a estos dos amigos míos. Pues hace muy poco tiempo que yo mismo fui acogido aquí por ellos, y me han hecho mucho bien. No soy sino un servidor inútil de estos protectores de hombres infelices. La mayor alegría para mí es vuestra salvación, ¡y esta alegría es mi mayor recompensa!».
17. «Muy bien, mi querido hermano», le dije. «Así te has transformado de Saúl en Pablo. Continúa así y dentro de poco serás un digno colaborador mío y de mi amigo y hermano. ¡Pero volvamos ahora a nuestra habitación!».
1. Nuestra habitación estaba bien aunque modestamente arreglada.
2. Martín, al verla, se sorprendió mucho ante su esplendor inesperado -esplendor que todavía respetaba la simplicidad- y dijo: «¿Pero cómo es posible que durante el poco tiempo que hemos estado ausentes esta habitación, que antes parecía tan ordinaria y abandonada, haya podido ser limpiada y arreglada de manera tan decorativa? Ahora las ventanas me parecen más grandes y el mobiliario muestra el buen gusto del decorador. Dime, por favor, ¿cómo fue esto posible?».
3. «Ha sido muy fácil y sucedió de manera muy natural», le expliqué. «Si en el mundo alguien quiere modificar o decorar su casa, idea un plan en su mente y llama a los albañiles o artesanos que tengan que realizarlo.
4. En la Tierra tal modificación requiere mucho tiempo a causa de la pesadez de la materia que tiene que ser trabajada: es un medio que lo retarda todo. Aquí esta inercia de las cosas no existe, con lo que la idea de la mente se realiza instantáneamente. Si aquí un espíritu puro también quiere lo que piensa, la obra queda instantáneamente realizada tal como fue pensada.
5. Cierto es que aquí, en el eterno mundo de los espíritus, el proceso de pensar es totalmente distinto al de la Tierra. En la Tierra consiste en ideas e imágenes que se derivan de cosas y operaciones allí existentes. Aquí, sin embargo, el proceso de pensar consiste en la aplicación de facultades divinas que fueron depositadas en el espíritu, a condición de que ya estén activadas por la actividad del amor para con Dios y para con el prójimo.
6. Esta habitación es un producto de la actividad de tu amor para con el prójimo que ya está actuando libremente. Pero todavía resulta relativamente simple porque la Luz divina aún no ha enraizado en tu interior con las muy profundas raíces que tiene que echar en tu vida. Cuando ocurra serás muy consciente de ello y tú mismo, solo, podrás hacer examen de conciencia. Pero para ello necesitas conocer bien a Dios, conocimiento que por ahora aún te falta. Aunque pronto lo lograrás si continuas creciendo en el amor. ¡Ahora sentémonos a la mesa donde ya nos espera una buena comida!».
7. «Sin duda, ¡así es!», reconoció Martín, pensativo. «Por cierto, aquí todo resulta milagroso, como la fabulosa “mesita, ponte tu misma”. Es evidente que en este lugar habrá que acostumbrarse a los milagros como en la Tierra a los portentos de la naturaleza que verdaderamente hasta hoy nadie comprende. Aunque ni nos preocupamos por estos fenómenos incomprensibles porque finalmente nos hemos acostumbrado a ellos. ¡Lo mismo pasará aquí!
8. Además tengo que reconocer que no estoy muy ansioso por comprender enteramente los milagros de Dios. Aun cuando no se entienda hasta el fondo el por qué de todos los fenómenos que puedan presentarse, uno puede muy bien soportar una situación semejante. Sólo necesita alguna ocupación constante y de vez en cuando un pequeño descanso y una comida como la que ahora nos está esperando en esta bonita mesa. Y si vosotros me acompañarais, entonces no desearía nada mejor durante toda la eternidad.
9. De Dios ahora sólo sé que realmente existe en una Luz eternamente inaccesible donde Él es santo, sumamente santo, todopoderoso e infinitamente sabio. Querer conocer y comprender más de Él, lo consideraría pecado mortal... ¡Así que dejemos aparte lo que para nosotros es infinitamente inaccesible y conformémonos muy agradecidos con aquello que su bondad llena de Gracia nos concede!».
10. «Bien, bien», le dije. «¡Ahora vamos a sentarnos a la mesa del pan. Y tú, Pedro, ve a buscar el vaso de vino de la habitación!».
1. Nos sentamos a la mesa. Pedro, además del vino, trajo también una túnica para Martín y se la entregó con las siguientes palabras: «Hermano, como diste a los pobres tu camisa de campesino y tu camiseta, ponte ahora esta túnica que es algo mejor. Póntela para que consumas la comida preparada ya vestido con ella».
2. Martín miró la preciosa túnica azul claro bordada en púrpura y dijo: «¡Qué ocurrencia! ¡Demasiado preciosa para uno como yo! ¿Llevar yo, pobre pecador desde la cabeza hasta los pies, una túnica como tal vez la llevó el Salvador Jesús, el más digno de todos los hombres? ¡Sería una blasfemia sin igual!
3. ¡No, por supuesto que no me la pondré! Aunque Jesús no fue realmente un dios, cosa que los insensatos hombres quisieron hacer de él, fue el más bueno y sabio de entre todos los que han vivido en la Tierra. Era un hombre perfectísimo que, para sumo agrado de Dios, no tuvo pecado. Pero yo fui y sigo siendo el hombre más imperfecto y un gran pecador, ¡de modo que jamás podré ponerme esta túnica!
4. Os digo, amigos, que prefiero no tocar este pan ni probar este vino a ponerme, tan indignamente, esta auténtica túnica de Jesús. Dadme cualquier trapo que me corresponda... Ya bastó con que en el mundo llevara el ropaje de Melquisedec, estupidez que aquí me resultó bastante cara... ¡Supongo que en el futuro eterno, con la ayuda de Dios, seré más sabio!».
5. «Está bien», le dije. «¡Como tú quieras! Aquí no se obliga a nadie. Por eso ¡come y bebe, también sin túnica, y que así sea!».
6. Martín tomó la palabra de nuevo: «¡Me alegro mucho! ¡Por lo menos ninguna clase de lujo para gente como yo. Pero todavía quisiera pediros otra cosa más: pese a que realmente tengo buenas ganas de comer y beber algo, he de pensar en nuestros acogidos que tendrán todavía más hambre y sed que yo. Así que permitidme que la parte pensada para mí la deje para ellos; me gustaría llevársela yo mismo. ¡La alegría de haber saciado a los pobres será una gran satisfacción para mi corazón!».
7. «Hermano mío, ese deseo surgido de tu corazón también a mí me depara mucha alegría», le confirmé. «Esta vez, por el hecho de haber tenido el deseo, es como si ya se hubiera realizado. Por eso ven y siéntate aquí a mi lado y come y bebe a tu gusto; pues los pobres están ya bien atendidos. Después de la comida volveremos con ellos para ver qué clase de ocupación adecuada les podemos dar ¡Así sea!».
8. Pedro se dirigió a mí: «Señor, por favor, reparte Tú el pan y el vino, ¡así todo me gusta más que si me sirviera yo mismo! ¡Te lo ruego, Señor!».
9. «Sí, querido hermano mío, lo haré con mucho gusto», le respondí. «Si nuestro amigo no ve inconveniente en ello».
10. «¡De ninguna manera!», me aseguró Martín. «Conozco la secta de los “partidores del pan” y me parece muy probable que fuerais miembros de ella cuando estuvisteis en la Tierra. Pero aquí en el mundo de los espíritus todo eso carece de importancia. A quien parecidos recuerdos beatíficos les sean agradables, que haga lo que quiera. En cuanto a mí puedo muy bien prescindir de todo lo que me huele a ceremonias pues en el mundo me harté tanto de ellas que hasta me daban asco.
11. Así que por mí, aquí podéis partir el pan, o cortarlo con un cuchillo, o con una sierra, tanto me da lo uno como lo otro, con tal que a la hora conveniente haya algo para hincar el diente. Por mi parte, estoy de acuerdo con que el señor de la casa reparta el pan a sus dos siervos; un trozo de pan recibido se consume con menos cumplimientos que el que uno toma por sí mismo».
12. «Muy bien», dije Yo. «entonces voy a partir y bendecir el pan y a repartíroslo».
13. Partí el pan, lo bendije y se lo di a ambos.
14. Pedro casi lloró de alegría, por lo que Martín le abrazó y le dijo: «¡Hombre de gran bondad de alma! ¡Seguro que la partición del pan te ha recordado la sublime escena de los dos discípulos en el camino de Emaús, escena tal vez verdadera o quizás piadosamente inventada! Te confieso que esta escena ya me ha conmovido muchas veces...
15. Primero porque en ella hay un significado muy hermoso y sublime, y segundo porque se sienten deseos y anhelos de que haya sucedido realmente. Al hombre, débil y de estrechas miras, le encanta oír hablar de milagros y soñar con ellos; especialmente si su fantasía puede imaginarse, por ejemplo con ocasión de acontecimientos de los tiempos primitivos, la intervención en persona de la suprema Divinidad.
16. De modo que también yo te ruego, querido señor, maestro y amigo, que partas siempre el pan; pues también a mí me complace esta manera feliz.
17. Oye, amigo mío, ¡qué pan más excelente es éste! ¡No puede haber vino mejor! ¡En la Tierra jamás he probado uno parecido! ¿No será uno de esos productos del pensamiento? Bueno, mientras tenga tan buen sabor ¡no importa de donde venga! ¡Dios sea eternamente alabado por esta comida tan magnífica! Ahora estoy bien preparado para el próximo trabajo, por muy duro que sea».
18. «También Yo me alegro que a los dos os haya gustado que la comida os resulte bendita», les dije. «Pero ahora volvamos a nuestros pobres para ver cómo se encuentran».
1. Entonces nos dirigimos a los primeros treinta que Martín había traído aquí, él solo. Cuando entramos se postraron y gritaron: «¡Señor, oh Señor, gran y excelso Dios en Jesucristo, ¡no vengas a nosotros porque somos pecadores demasiado grandes y no merecemos ni la menor Gracia de ti! ¡Tu presencia es demasiado santa e insoportable para nosotros!».
2. Martín miró por todos lados para averiguar dónde los treinta veían a Jesús. Pero como aún no veía, me preguntó: «¿Qué les pasa a estos pobres? ¿Acaso están fuera de sí? ¿O quizás sufren una alucinación luterana o romana?».
3. «No, nada de eso», le contesté, «sus sentidos me toman a mí por Él. Por eso es por lo que gritan tanto».
4. «Entonces se trata efectivamente de una deficiencia mental», contestó Martín. «Causada por un motivo un poco diferente del que pensé. Como eres su gran bienhechor, me parece que no están tan desorientados al alabarte a ti bajo el símbolo del Ser supremo. Pues digo que todo bienhechor de tu categoría lleva dentro de sí una gran parte de la verdadera Divinidad. Con lo que alabándole, también la misma Divinidad dentro de él queda alabada. Bueno, ¿qué podremos hacer ahora con estos pobres?».
5. «Respetaremos su opinión y su deseo», decidí Yo. «Así que nos dirigiremos a los otros. Porque si ahora creen no poder soportar mi presencia, tampoco vamos a hacerles sufrir; ya se arreglará con el tiempo».
6. Martín estuvo conforme y dijo: «¡Eso es! ¡No se debe actuar a la fuerza! Vayamos pues en seguida con los cinco salvados del fuego. ¡Ya me estoy alegrando de volver a verlos!».
7. Llegando a la puerta de los otros dije a Martín: «Entra tú primero y anúnciales que Yo y Pedro estamos aquí. Si lo desean, entonces entraré. Pero si no, lo que deducirás fácilmente de sus palabras, vuelve sin perder tiempo y nos ocuparemos en otro asunto».
8. Martín cumplió sin demora lo que le dije. Puso una cara patética ante los salvados y dijo: «Queridos amigos, el señor y amo de esta casa quiere visitaros, si ello os parece bien. Si su visita os resulta inoportuna, basta con decirlo. Mi opinión, como amigo vuestro, es la siguiente: como el señor y amo de esta casa es sumamente bueno y amable, estaría bien que decidierais recibirle. No obstante decidid con entera libertad. A ver, ¡hablad!».
9. Los salvados le preguntaron a Martín: «¿Sabes bien quién es el señor y amo de esta casa?».
10. «En realidad, no lo sé con certeza», reconoció Martín. «Pero aquí en el mundo de los espíritus todo eso carece de importancia. Sé que es un hombre sumamente bueno y sabio, y con esto ya basta. Querer indagar más sería absurdo. Por eso, conformaos de momento con lo que os puedo confirmar con buena conciencia. ¡Y ahora hablad respecto a lo que os he dicho!».
11. «Pero amigo, ¿por qué eres tan falso con nosotros y nos quieres privar de lo más santo y sublime?», se quejaron los salvados. Y continuaron:
12. «El Señor y Maestro de esta casa es el único Señor, Creador y eterno Amo del Cielo, de todos los Soles y de todas las Tierras en todo el universo, así como de todos los hombres y ángeles.
13. ¿Cómo es posible que, viviendo en su casa, digas que no le conoces más profundamente? ¿Acaso eres ciego y no has visto sus manos y pies perforados, si nosotros nos hemos dado cuenta a primera vista?
14. ¡Observa su serenidad apacible, su gran amor y su sabiduría! Pon tus manos en las suyas perforadas, como Tomás, ¡y verás con mucha mayor claridad que nosotros, pobres diablos, lo que hay detrás de este Señor y Maestro tuyo!
15. No es que en nuestros corazones no queramos que Él, el más sublime y más santo, venga a nosotros en este local de su misericordia... Pero todos somos pecadores demasiado grandes y no merecemos ni de lejos una visita en la que Dios venga a sus criaturas ínfimas y últimas las cuales, en la Tierra, tan frecuentemente abusaron vilmente de su gran amor y su paciencia.
16. Por eso, amigo afortunado de tu Dios y Señor al que no conoces o no quieres conocer, dile: nuestros corazones Lo anhelan y siempre Lo anhelaron; pero nuestros pecados nos han hecho demasiado feos, sucios, desnudos y malolientes para que ni siquiera nos atrevamos a desear que Él venga a nosotros...
17. Casi estamos muriendo de vergüenza e ignominia por encontrarnos en esta casa donde Él suele vivir ahora por culpa de los pecadores, para otorgarles su misericordia. ¿Qué haríamos si Él realmente entrara aquí? ¿Dónde podríamos escondernos?
18. Por eso, hombre más afortunado, ruégale que nos dispense de su visita, ¡pero que no sea la nuestra sino su santa Voluntad la que se haga!».
1. «¡Vaya, vaya! ¿Qué es lo que se os ocurre?», protestó Martín. «¿Acaso pensáis que Dios, el supremo e infinito Ser que reside en una Luz eternamente inaccesible y que con su Omnipotencia llena toda la eterna infinitud va a presentarse en forma humana y a trabajar con las manos como nosotros?
2. Hay hombres y espíritus a los que Dios llena con la Luz de su Gracia, a algunos más y a otros menos. Pero aun así sigue habiendo un abismo infinito entre Dios y el hombre.
3. Cierto que entre todos los hombres Jesús fue el más penetrado por la fuerza divina, ¡pero no por ello fue ni mucho menos un dios! Ningún hombre ni espíritu racional puede aceptarlo porque entonces también tendría que admitir que el pequeño planeta Tierra es el foco de toda Creación, hipótesis que podría fácilmente provocar la protesta de los Soles...
4. ¡Por eso, en este eterno reino de los espíritus hay que proceder con perspicacia! ¡Ya basta, ya, con que en el mundo lleváramos una vida tan desorientada, tomando por deidades al pan y al vino y hasta cierto punto también a figuras talladas, mientras que en el Sol teníamos a la más espléndida imagen de la Divinidad.
5. ¡Tomadme a mí y a mis dos fabulosos amigos por lo que somos y jamás el temor estúpido se apoderará de vosotros!
6. Sé muy bien que el señor y amo de esta casa es más poderoso que todos nosotros juntos. En principio podría ser aquel Jesús que nos enseñó la más sabia doctrina. Pero por eso no lo tenéis que tomar por Dios sino sólo por lo que es, que ya os dije antes: el hombre más bueno, sabio, y lleno de poder divino.
7. Sabéis de qué manera fue muerto por hombres miserables. ¿Acaso podéis aceptar que Dios, origen primario de todo ser y de toda vida, haya tolerado que le mataran unos hombres miserables?
8. ¿Qué pasaría con una casa cuyos cimientos se destruyeran? ¡No tardaría en derrumbarse!
9. ¿Qué ocurriría con toda la creación, que es el templo de Dios, si matasen al mismo Dios? ¿Qué podría continuar con vida? La muerte de Dios, ¿no habría debido acabar ya con toda clase de vida y existencia? Por eso, amigos míos, aquí en el mundo de los espíritus, ¡sed perspicaces!».
10. «Tus palabras pronunciadas para tranquilizarnos son aparentemente muy sabias», contestó uno del grupo. «Pero te digo que, pese a encontrarte continuamente junto al Señor, estás mucho más lejos de la meta que nosotros, pecadores que tenemos temor de Él y mantenemos la distancia que corresponde.
11. Como pecador te digo: respecto a la verdadera sabiduría aún no has llegado ni a la tabla de multiplicar, ¿y quieres argumentar sobre la sabiduría de Dios? Si valoras a Dios según volumen por supuesto que Jesús te parecerá muy, muy, pequeño. Pero si consideras que Dios no solamente ha creado Soles y Tierras sino también los mosquitos, entonces quizás te quede claro que se ocupa tanto de cosas pequeñas como de cosas grandes, por lo que también le será posible mostrarse como hombre a los hombres, para enseñarles y mostrarles el buen camino. Cuando dirige Soles, seguro que se presentará a ellos como el Sol de los Soles...
12. Nosotros hombres sólo comprendemos a los hombres; por eso a Dios sólo le comprendemos en Jesús, el hombre. Como tampoco comprendemos a los Soles, Jesús como Deidad en una Luz eternamente inaccesible sería también vano para nosotros.
13. ¡Así lo entiendo yo! Ve ahora y entérate mejor quién es el Señor de la casa; luego vuelve para decirnos si tengo o no razón!». 14. Martín abandonó el grupo estupefacto y volvió con nosotros.
1. Entonces Martín llegó a mi lado y en seguida empezó a hablar: «Amigo, ¡vaya trabajo adecuado que preparaste para mi estupidez innata! Ahora ya no me queda claro quién es realmente estúpido, ¿yo o los de allá dentro?
2. Tienen aún más miedo de ti que los treinta de antes. Y no sólo te toman con toda seriedad por el antiguo fundador de la religión, sino, con una lógica filosófica a la que no se le encuentra fácilmente prueba en contra, hasta por el mismo supremo Ser divino.
3. Dime, amigo mío, ¿cómo te explicas que estas pobres almas tengan un concepto tan extraordinario de ti? Ahora también yo veo los conocidos estigmas en tus manos y pies, con lo que resulta en principio que tú eres realmente el antiguo Salvador Jesús. ¿Pero Dios? ¿Jesús y Dios a la vez? ¡Esto, con perdón, sobrepasa todo límite!
4. ¡Pero allí dentro persisten en ello con un aplomo increíble! ¿Cómo habrán podido llegar a una concepción tan sublime de ti? ¿Y si a fin de cuentas tuvieran razón? ¡Sería demasiado para una pobre alma como la mía. Amigo, si realmente fuera el caso, lo que no puedo imaginarme en manera alguna, ¡entonces tampoco yo sabría qué hacer a causa del miedo! Amigo, ¿por qué no me das una explicación tranquilizadora?».
5. «Amigo mío, tú mismo que en la Tierra eras obispo, predicabas a Jesús, el crucificado, y acreditaste su Divinidad hasta en las minúsculas partículas de las hostias», le dije. «Y ahora escucha porque voy a decirte que todos aquellos que salvamos de las llamas son ovejas de tu propio corral: ¡son discípulos de tu doctrina!
6. Si te parecen meras estupideces lo que como antiguos discípulos tuyos sostienen, ¿por qué entonces, en la Tierra, los adoctrinaste así? Si hablan estupideces, pregunto: ¿de dónde salen? Y si hablan sabiamente, pregunto: ¿qué gloria queda para su antiguo maestro si él ahora combate su propia enseñanza en sus propios discípulos? Me parece que ahora hasta el mismo maestro tendrá que tener claro de dónde proceden las estupideces.
7. Yo soy realmente Jesús, el Crucificado. Y en este hermano tengo el honor de presentarte al mismo antiguo Pedro en cuya silla, ¡inventada!, están sentados reinando los obispos de Roma, por supuesto no en el orden de este Pedro real sino en el de un Pedro que se han inventado como más le convenía para sus fines materiales. Ahora sabes quiénes somos Yo y tu primer guía; ¡tus discípulos ya te instruirán en lo demás!
8. Una vez dije que los hijos del mundo son más sagaces que los de la luz. Ya que te tomas por hijo de la luz, ve a tus discípulos que son auténticos hijos del mundo y por lo menos, ya que su sabiduría no te gusta, aprende de ellos la sagacidad».
9. «Oh amigo, ¡cierto que eres Jesús que hizo que le anunciasen como hijo del Altísimo!», confirmó Martín. «¿Pero dónde está el Altísimo, el eterno Padre mismo? Y además, ya que hablamos de dogma y abolimos la luz del puro racionalismo, ¿dónde está el Espíritu Santo surgiendo de los dos?».
10. «¿Qué está escrito en el evangelio?», le pregunté. «Escrito está: “Yo y el Padre somos Uno; el que me ve a mí, también ve al Padre” Si viéndome crees, ¿para qué indagas más? Y si no crees, ¿para qué preguntas? Sigue siendo como eres y también Yo seguiré siendo como soy. ¡Diría que por eso no vamos a enemistarnos!
11. Ahí dentro se encuentran tus discípulos. ¡Ve y aprende de ellos mi Doctrina y luego vuelve para que Yo te la explique!
12. Porque Yo, el verdadero Salvador Jesús, te digo aquí en mi Reino eterno que eres un espíritu necio y no te comprendes mi gran amor para contigo. ¡Te llevo en mis manos y sigues siendo sordo y ciego! ¡Te doy el pan de la vida y lo consumes como un animal voraz sin considerar sus efectos internos tal y como los produjo instantáneamente en estos pecadores!
13. Eres uno de esos que con ojos y oídos abiertos ni ven ni oyen. Hice que muchos acontecimientos maravillosos ocurrieran a tu alrededor y ni preguntas siquiera: “¿Quién es Aquél a quien los mares y los vientos obedecen?”.
14. Por eso vuelve a estos tus discípulos y aprende de ellos a reconocer a Aquél a quien hasta ahora tomaste por un igual a ti. ¡Así sea!».
1. El obispo Martín puso cara de estupor pero hizo sin demora lo que le había dicho, esta vez necesariamente en un tono algo más severo.
2. Vuelto a los salvados se sorprendió sobremanera de encontrarlos muy cambiados: su fisonomía se había rejuvenecido y afinado y sus cuerpos, antes casi desnudos, estaban vestidos con blusas azules, atadas con cinturones rojo púrpura. En el grupo descubrió a un hombre eminente con un sombrero blanco brillante y un cabello rubio rizado que le llegaba hasta los hombros.
3. Este hombre impresionante en seguida se dirigió a Martín y le preguntó: «Amigo, has vuelto muy pronto. ¿Te has convencido que el excelso Maestro y Señor de esta casa es realmente El que te indicamos? ¿Es Él? ¿Es Jesús, Señor de Cielos y Tierras, naturales y espirituales, en la existencia temporal y eterna?».
4. «Por supuesto, sí, ¡Jesús es!», confirmó Martín. «Pero respecto a la Divinidad el asunto aún no está nada claro. Quiero decir que con la hipótesis de que Jesús sea a la vez Dios habría que tener algo más de cuidado. Porque si al fin de la cuenta resulta que no lo es, ¿no podría tal conjetura provocar la indignación del Ser supremo que fácilmente nos condenaría como ya lo hizo en épocas primitivas con muchos pueblos que osaron tener otros dioses al lado suyo? ¿Qué haríamos entonces, junto con nuestro buen señor Jesús?
5. Recuerda que Moisés dice: “No tendrás otro Dios sino a mí y no harás esculturas ni imagen alguna y no te postrarás ante ellas y no las adorarás sino solamente a mí, porque Yo soy Yavé, el único Señor y Dios que ha creado el Cielo y la Tierra y todo lo que allí existe, vive y respira”.
6. Después Moisés habla también, aunque muy vagamente, de un salvador que liberará los pueblos del duro yugo de la antigua esclavitud; pero que Jehová mismo iba a descender a la Tierra, de eso en Moisés no se encuentra ni una sola sílaba. Ya veis que vuestra hipótesis es todavía demasiado osada. Aquí hay que examinar todo muy bien antes de establecer una conclusión precipitada.
7. Comparad Moisés con Jesús y vosotros mismos os daréis cuenta de lo difícil o casi imposible que es conciliar las características de la Divinidad que se leen en Moisés, con una Divinidad de las características de Jesús . Por Orden de Dios, Moisés amenazó con la pena de muerte a todo aquél que hiciera ofrendas a un ídolo o que considerase a algún mago, profeta u otro héroe como deidad, motivo que causó la crucifixión de Jesús, pese a que ante los fariseos acostumbraba a explicar su misión divina sólo con parábolas oscuras.
8. Cuesta mucho aceptar que la Divinidad haya fundado por medio de Moisés una iglesia eterna con tanta pompa celeste, para que un día, con Jesús, quedase abolida ¡totalmente en contra de tantas predicciones!
9. Por eso, amigos míos, os digo que aquí en el reino de los espíritus vuestra precipitada hipótesis sobre la Divinidad de Jesús es un asunto muy arriesgado.
10. Evidentemente vuestra hipótesis ya os ha elevado a un estado bastante mejor mediante un pequeño milagro casero de esta casa de Jesús. Pero podéis estar seguros que ni mucho menos os envidio por eso. Pues siempre me atengo al lema: “¡El que ríe último ríe mejor!”».
11. «Sé tan bien como tú todo lo que dices», le respondió el sabio del sombrero brillante. «Y aun así me das pena por tu ceguera y temo que, creas lo que creas, no vas a ser el que ría mejor. Yo y todos los demás pensamos lo siguiente:
12. Jesús, cuya venida fue profetizada unánimemente por todos los profetas y del que David dice: “¡Así habla el Señor a mi Señor!” y “Así habla Dios el Señor a sí mismo: ¡Siéntate a mi diestra hasta que haya derribado a tus pies a todos tus enemigos! y ¡Oh puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, puertas eternas, que entre Yavé el rey de la gloria, que entre a nuestra ciudad, a la santa ciudad de Dios, su ciudad!”.
13. Jesús, cuyo nacimiento, así como toda su vida estuvo lleno de milagros según los relatos unánimes de los evangelistas...
14. Jesús, que tantas veces demostró en su Doctrina quién era según su naturaleza interior, y que preguntó a uno de los diez purificados cuando este volvió para honrarle: ¿Y dónde están los otro nueve para que también vengan a honrar a Dios?...
15. Jesús, que por su propio poder resucitó de la tumba al tercer día y que después aún anduvo cuarenta días en la Tierra, enseñando a sus discípulos; El que después ascendió a los Cielos ante miles de ojos creyentes y que al poco, hizo que desde los Cielos descendiera sobre los suyos el Espíritu del eterno Amor y poder y de la eterna sabiduría y fuerza ...
16. Jesús, de quien Juan da el testimonio más sublime, tanto en el evangelio como también en su Apocalipsis...
17. Dime, amigo, ¿eres aún capaz de tomar a este hombre de los hombres sólo por un sabio corriente del mundo?
18. Voy a decirte una necedad que sin embargo parece encerrar más sabiduría que lo que tú afirmaste: si Dios el Señor no hubiera tomado forma humana para que nosotros, sus criaturas, lo pudiéramos ver, ¿para qué nos habría creado entonces? Para Él por supuesto que no; porque ¿para qué le podríamos servir si nunca pudiéramos verle y amarle? ¿Y para qué nos serviría a nosotros una vida sin un Dios visible? Reflexiona un poco, ¡tal vez se encienda una luz en tu mente!».
19. «¡Déjame que reflexione un poco!», le respondió Martín. «Tus palabras son sensatas y voy a considerarlas un poco más profundamente».
20. Después de una pausa bastante prolongada Martín continuó: «Bien, amigo, he examinado tus palabras desde todos los puntos de vista posibles y, a decir verdad, ahora, más que antes, pienso lo contrario de todo lo que me dijiste. Pero aun así no soy obstinado y con mucho gusto aceptaré tu opinión si puedes responderme satisfactoriamente a algunas preguntas».
1. «Pregunta y te contestaré», le respondió el sabio. «Si es a tu satisfacción o no, a mí me da igual».
2. El obispo Martín hace su primera pregunta: «Entre las montañas de la Tierra sólo hay una que es la más alta. ¿Acaso por eso se encuentra en ella la Divinidad, en toda su plenitud?».
3. «Por supuesto la Tierra tiene una montaña más alta que todas las demás que la oprime con su gran peso. Pero no por eso esta montaña es el dios de las demás. Sólo Dios sabe por qué Él ha puesto la montaña más alta allí donde está. Supongo que es para separar los vientos. Por esta razón la mayoría de las montañas más altas se encuentran en la región del ecuador, en los países tropicales. Y supongo que en este cinto los vientos deben ser los más vehementes, debido a la rotación de la Tierra, porque la fuerza centrífuga tiene que ser máxima allí donde la superficie de la Tierra está más distante del eje de rotación.
4. De modo que si en aquellas regiones no hubiera tan altos reguladores de los vientos, es fácil que fueran eternamente inhabitables. En los continentes más grandes donde los aires se unen en una corriente muy importante también se encuentra montañas altísimas. Por eso en Asia, el continente más grande, tiene que encontrarse la montaña más elevada de la Tierra. ¿Estás conforme con mi explicación?».
5. «En su género, ¡perfectamente!», le respondió Martín. «Pero voy a continuar con mis preguntas: en América está el Amazonas que evidentemente es el río más grande de toda la Tierra. ¿Acaso por eso se encuentra la Divinidad en él, en toda su plenitud?».
6. «¡Ya sé a qué viene eso!», le respondió el sabio con paciencia. «Pero aun así voy a responder a tu estúpida pregunta lo más concienzudamente posible.
7. América es un continente bastante reciente y tanto los Andes como otras cordilleras tienen unas cadenas de montañas muy amplias.
8. Como los Andes están tan cercanos al mayor mar del mundo, tienen en sus fundamentos una gran cantidad de agua que, a través de innumerables poros y canales, sube continuamente. Especialmente América del Sur, un continente que ha surgido del mar hace sólo algunos pocos miles de años, posee llanuras muy extensas a un nivel muy poco superior al mar.
9. Y donde montañas muy extensas suministran muchas aguas que se acumulan en las llanuras, dirigiéndose lentamente hacia el mar, también tiene que haber obligatoriamente un río de máximo caudal, sin que por eso tenga que haber en ellos más Divinidad que en una sola gota de lluvia. ¿Te satisface mi respuesta?».
10. «En su género, ¡perfectamente!», reconoció Martín. «Esta respuesta no deja nada que desear. ¡Pero voy a continuar!
11. Dime, ¿por qué es el diamante la piedra preciosa más dura y transparente y por qué el oro es el metal más puro?».
12. «Fueron los hombres quienes, con su criterio vano, los clasificaron como los más puros. Y lo hicieron porque estos minerales son más escasos que los demás», explicó el sabio. «Pero si hubiera tantos diamantes como grava y tanto oro como hierro, entonces prepararían las calles con diamantes y las ruedas de los carros las guarnecerían de oro.
13. Por qué precisamente de estos dos minerales hay menos que de los demás, esto lo sabrá el Señor. Para el espíritu del hombre tienen una cantidad demasiado grande de veneno del infierno, por lo que es evidente que no habrá mucha deidad en ellos. ¿Te satisface también esta respuesta?».
14. «No puedo oponer reparos a tu explicación. Por eso me tengo que conformar con ella», contestó Martín. «Pero lo que esperaba de ti no lo he encontrado en tus respuestas: ¡un testimonio lógico de la Divinidad de Jesús!
15. Como seguramente en todos los demás planetas también en la Tierra hay cosas destacadas que, por ser únicas en su género, jamás podrán ser superadas. De modo que seguramente por alguna parte habrá un planeta, el más grande, y en él las cosas más soberbias, insuperables en su género. ¿Puede un sabio pretender que son deidades por ello? Así lo hicieron los gentiles que veneraron todo lo que en algún sentido era insuperable, con lo que se perdieron en un infame politeísmo.
16. Seguro que alguna vez hubo un mono, un perro o un asno con extrema facilidad para aprender, como la burra de Balam, o como Bucéfalo, el muy bonito y valiente caballo de Alejandro Magno. Y seguramente también hubo una mujer extremadamente hermosa como la Venus de Milo, un Apolo, una sabia heroína Minerva, y una Juno extremadamente celosa.
17. Los gentiles idolatraron estos modelos, todos ellos, lo que nadie puede negar. Si ya los habitantes del planeta deificaron las cosas algo destacadas de los reinos de la naturaleza, ¡cuánto más plausible resulta que los mismos hombres eleven a deidad principal, erijan altares y adoren al hasta hoy más sabio maestro y mago! Parte lo habrá hecho por verdadera devoción ciega, pero la mayoría lo habrá hecho por razones políticas, para mantener la ceguera de los demás.
18. Si fueron los mismos hombres quienes de su congénere más sabio hicieron un dios, ¿es esto razón suficiente para idolatrarle plenamente? Además tampoco nunca hemos visto o hablado a seres sublimes que hayan llegado a la Tierra para dar testimonio de la Divinidad de Jesús.
19. Se cuenta que a la hora de su nacimiento sucedieron cosas milagrosas, por ejemplo, que espíritus elevados bajaron visiblemente a la Tierra para testimoniar a la humanidad su Divinidad. Pero ¿quién ha visto algo así? Yo por lo menos nunca, ¿acaso tú?
20. Sí, es fácil que parecidas mentiras hayan podido ser invitadas en el sueño de algún monje o monja a favor de intereses propios. Pero si preguntamos por la verdad, sólo aparece siempre el factor humano: cada cual pretende saber milagrosamente más que el otro, pese a que él mismo debiera decir: “Señor, ¡soy ciego y todo mi saber no es más que creencia imaginaria!”.
21. No puede haber creencia verdadera donde un hombre se sujeta a la autoridad de otro, aceptando como máxima prueba de todo sólo esta autoridad. Y, como en ninguna parte se pueden obtener pruebas palpables sino, una vez más, de hombres, al fin hay que conformarse con lo que dice el proverbio romano: “la voz del pueblo es la voz de dios”, ya que toda información fue recibida siempre por vía humana.
22. De modo que cualquier clase de revelación no es otra cosa sino obra humana.
23. Por eso, amigo mío, te digo que no soy testarudo, pero antes de aceptar lo que me dijiste voy a examinarlo todo muy concienzudamente. Aun así pienso que tu testimonio no me bastará. Un hombre puede tener grandes deseos de llegar al conocimiento de Dios, pero la satisfacción de esta ansia está totalmente en la mano de Él. Estoy seguro que antes de llegar a una satisfacción semejante y a una verdadera revelación divina, aún tendremos que pasar por incontables experiencias en todas las partes de sus creaciones en el universo infinito.
24. Todo lo que hasta ahora experimentamos no es nada más que una escuela preparatoria para la enseñanza santa que a su tiempo nos cabrá en suerte. Si a cambio de estos lógicos pensamientos míos puedes presentarme algo mejor, más puro o verdadero y por consiguiente más divino, entonces estoy preparado a prestarte la máxima atención».
1. «Por cierto, tengo que reconocer que no puedo competir contigo, pese a que con toda tu acertada argumentación no has quitado ni un grano a la Divinidad de Jesús, el Señor», observó el sabio. «Por el contrario ¡la probaste! pues ahora me quedó aún más claro que Dios también tiene que ser un hombre; el más sublime y perfecto, por supuesto. Porque si no, tampoco nosotros seríamos lo que somos, hombres, y tampoco podríamos amarle a Él, si Él no fuera un hombre de todos los hombres.
2. El amor es nuestro mejor bien, nuestra vida y nuestra bienaventuranza. ¿Para qué serviría el amor si no pudiéramos amar a Dios por no ser Él un hombre?
3. Ahora haz lo que quieras, ¡pero no esperes ya de mí mayor sabiduría pues te ofrecí todo lo que tenía!».
4. El obispo Martín reflexionó sobre las palabras del sabio y, más bien para sí mismo que para el sabio, comenzó a hablar: «En el fondo tienes razón. Porque si el Pentateuco de Moisés dice la verdad, entonces Dios tiene que haber sido un hombre; porque nunca habría podido crear a Adán a su propia semejanza si Él mismo no hubiera tenido la misma forma. Y en definitiva, la misma forma exige que también se trate de la misma naturaleza.
5. Un relojero no tiene que ser ni mucho menos un reloj para hacer uno; pero la idea y el concepto de un reloj los tiene que tomar de sí mismo. Porque si no, jamás sabría construirlo.
6. Aunque el asunto presenta todavía un inconveniente: si un hombre puede asimilar una idea externa a su propio pensamiento, ¿por qué no iba a ser posible para Dios? Por supuesto, ¡Él lo podrá!
7. Así que el texto del Pentateuco “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza” también podría ser interpretado como: Dios creó al hombre conforme a su idea
8. Si hubiera que interpretar el texto de esta manera, lo que es bastante probable, en manera alguna podría deducirse de él que Dios haya creado al hombre conforme a su propia figura. Más aún: para crear un hombre, Dios no habría tenido que tener, ni mucho menos, la forma limitada de uno. Hay que tener en cuenta que todas las ideas en sí no tienen forma. De modo que también Dios en sí, como idea fundamental de todas las ideas, no precisa tener forma.
9. Si hubiera que suponer que Dios tuviera necesariamente que tener la forma de los hombres para crearlos, entonces, para crear un oso, un tiburón o las demás especies y cosas, o bien tendría que transformarse en todas ellas, o tendría que estar eternamente presente en todas esta formas para que las mismas tuvieran un modelo al que ajustarse.
10. Pero semejante suposición sería un mero sofisma... Para crear hombres, Dios no necesita tener forma alguna y menos todavía ser un hombre. Además, semejante suposición sería totalmente incompatible con la absoluta libertad divina; porque ¿cómo sería imaginable una libertad total bajo los límites de una forma...?
11. Por eso la absoluta libertad no puede estar atada a formas, lo que es conforme al texto del Pentateuco de Moisés donde Jehová prohibe terminantemente a Moisés que se le imagine bajo imagen ninguna.
12. Ahí ves, amigo mío, que en base al puro intelecto soy yo quien tiene razón, mientras que tú, según Pablo, vives la fe. Hay que reconocer que también es una manera de vivir; pero es vivir una vida sin sagacidad y medida. No quiero discutírtela ni tampoco hacer de ti un prosélito. Pero tengo que demostrarte que darle la vuelta a un antiguo obispo no es tan fácil como al pellejo de un conejo, ¡y menos todavía por aquellos que en la Tierra fueron sus propias ovejas!».
13. «Eso es, ¡ahora ya sé por dónde sopla el viento!», contestó el sabio. «Si tú eres el obispo que hace apenas unas semanas cambió su existencia temporal por la eterna, entonces es evidente por qué no asimilas la Divinidad de Jesús. ¿Cómo dice el proverbio romano?: “De un tronco no sale un Mercurio”.
14. Soy el librero de la misma ciudad donde fuiste obispo y sé muy bien como eras. Externamente eras un fanático de la fe, y por dentro un mero ateo; devoraste las obras de Kant y de Hegel, y leíste con gran entusiasmo las obras de Strauss... En el escritorio, en vez de la Vulgata, sólo había Voltaire, Rousseau y Helvetius, ingenios todos que desde el púlpito y en tus cartas pastorales mandaste al infierno miles de veces, pese a que íntimamente los tenías en mucho más aprecio que a Jesús.
15. Esto lo sé mucho mejor que nadie porque tenía que conseguir esos libros para ti, por lo que fui tu confidente. Pero no te seguí en tu camino sino que continué mi búsqueda secreta hasta que encontré en Swedenborg lo que estaba buscando. No querías saber nada de él porque no te servía para tu concepción. Tanto mejor que ahora sé a qué atenerme contigo, ¡me parece que aún tendremos ocasión de disputar alguna vez!».
16. «¡Canastos! ¡Lo que me faltaba!», fue la reacción de Martín que se quedó perplejo. «¡Esto es el colmo! ¡Las desgracias nunca vienen solas y tenías que ser precisamente tú el que el diablo trajera aquí!».
17. Para sí mismo, Martín continuó: «Ay, ¡este tío librero está al tanto de bastantes argucias mías! ¡Vaya reprimendas que me estarán esperando en este mundo de los espíritus!
18. Ahora sé que nuestro anfitrión es Jesús, Él mismo. ¡Ojalá que no entre ahora! ¡Sería fatal! Ya me han llegado unas cuantas reprimendas Suyas al ponerme de manifiesto algunas de mis canalladas de antaño.
19. Pero si ahora a este caballero con sombrero brillante le da por iniciar una campaña contra mí y por descubrir mis canalladas secretas, ¡aún me tocará aguantar algo! Quién sabe si otra vez un mar o una orilla de esas, por millones de años, ¡vaya, vaya!
20. ¿Qué podría hacer para escapar a esta calamidad? Aunque cabe dentro de lo posible que en estas esferas no haya huida de nada... Bueno, ¡ya tengo una idea! Y si no da resultado, pues ¡a volver a una de esas orillas encantadoras y a pescar! Pero ¡vaya casualidad que tuviera que encontrarme aquí con este tipo! En fin, como ya no hay remedio voy a...».
21. A esta altura de su soliloquio el librero le cortó: «Ten fe en lo que te he revelado y saldrás de tu aprieto imaginario. Y te digo que en adelante no me tomes por un delator sino por tu amigo a quién salvaste del fuego de su celo ciego y vestiste cuando estaba desnudo.
22. Puedes estar seguro que Jesús jamás necesitará delatores porque todos nuestros pensamientos más íntimos ya le son manifiestos mucho antes de que nosotros los hayamos desarrollado en nuestras almas; así que tampoco vale la pena que ambos intentemos denunciarnos uno a otro.
23. A ver, ¿por qué Jesús no iba a ser el Señor de los Cielos y de todos los mundos y por qué no iba a ser el Dios eterno y omnipotente? Si es que para Él existe la oposición entre algo más difícil y algo menos difícil: ¿podría ser que a Él le resultara más difícil aquello que a mí me parece mucho más fácil?
24. ¿Cómo no le va a ser posible a Él, de quien surgió todo ser limitado por el tiempo y el espacio, proyectarse a sí mismo por amor a nosotros, criaturas e hijos suyos, en límites de tiempo y espacio, sin perjuicio de su Omnipotencia divina, si tiempo y espacio también surgen de Él?
25. Por ejemplo un pintor o escultor que pintó o esculpió miles de formas en colores o en materia, ¿por qué no iba a ser capaz de pintarse o esculpirse también a sí mismo? Si el hombre puede hacerlo, aunque sea de forma muy defectuosa, ¿cómo puede uno pensar que para Dios sería imposible?
26. Otro ejemplo: ¿podría Dios ser el ser más libre de todos los seres si hubiera alguna cosa a la que Él no pudiera dar origen por sí mismo? Con tus ideas tomadas del ateo Hegel estás limitando a Dios, porque por mucho que se digne crear Soles centrales con Tierras, hombres y animales, por ser tan infinitamente grande, en manera alguna puede tener que ver algo con los pequeñísimos infusorios que también tienen un organismo fabulosamente concebido y a través del cual se manifiesta la vida. Con lo que Él no querría ni podría preocuparse por nosotros los hombres, a no ser que creciéramos hasta un tamaño igual al de los mismos Soles centrales... Supongo que sobre este detalle Hegel y Strauss habrán callado convenientemente...
27. Yo, tu amigo, supongo que ahora entrarás en razón y que no pondrás ya reparos en atribuir a Jesús la honra que le corresponde, más teniendo en cuenta las enormes gracias que ya te ha concedido».
28. «Yo te saqué de las llamas», contestó Martín. «Pero tú, en cambio, encendiste en mí la llama de una luz sumamente poderosa. ¡Mis gracias a Él y a ti! Ahora déjame que me concentre para pensarlo bien. ¡Demasiado sublime es el pensamiento que ahora tengo que pensar! Oh, ¡me estoy despertando, me estoy despertando!».
1. Después de un rato Martín volvió a tomar la palabra: «Sí, sí, hermano, ahora puedo examinar tus palabras como quiera y siempre siguen tendiendo fundamento. ¡Nuestro maestro y anfitrión es y seguirá siendo siempre el dueño y señor de toda infinitud y eternidad! ¡Él es el “Hijo” del Ser supremo, tantas veces llamado “Padre”! Ahora sólo falta el “Espíritu Santo” como tercer personaje divino, ¿dónde estará?».
2. «Para enterarte de ello sólo tienes que consultar el Nuevo Testamento», le aconsejó el sabio librero. «Mira, aquí tienes una Biblia. Lee a Juan que dice: “Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y Dios era el Verbo; el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (en Jesucristo)”.
3. Y en otra parte se lee: “En Jesucristo reside la Divinidad en toda plenitud, corporalmente” y luego: “Quien me ve a mí, también ve al Padre porque Yo y el Padre somos Uno; el Padre está en mí y Yo estoy en el Padre”, etc.
4. Si uno reflexiona bien sobre estos pasajes y todo el Antiguo y Nuevo Testamento en general, entonces más y más resulta que Jesús es el único Señor y Creador del Cielo y de toda Tierra.
5. Habiéndoles ya hablado tanto del Padre, cuando los discípulos se dirigieron a Jesús para que también a ellos les mostrase por una vez al Señor, mediante una transfiguración como la del monte Tabor, Él criticó su ceguera: “¿Cómo es posible que vosotros, ciegos, me pidáis que os muestre al Padre, cuando estoy ya tanto tiempo entre vosotros? ¿Acaso aún no sabéis que aquél que me ve a mí también ve al Padre?”, y continuó con las palabras que ya te he indicado.
6. Te señalé este pasaje porque preguntaste ahora de la misma manera como los apóstoles y discípulos del Señor y Maestro le preguntaron entonces, cuando también ellos todavía tenían el triple velo de Moisés ante los ojos».
7. «Tienes toda la razón», reconoció Martín. «Ahora lo comprendo enteramente. ¡Él es el único Señor, Dios, Creador y Padre de todos los Cielos y de los incontables ángeles, Soles, Tierras y hombres! Tendrá una razón concluyente, que espero que también será clara para mí algún día, sobre el por qué honró precisamente a la Tierra.
8. Pero ahora surge otro problema: cuanto más reflexiono sobre este asunto tan sumamente sublime y santo, y cuanto más palpablemente resalta que Jesús, nuestro anfitrión, es el mismo supremo Ser divino, ¡tanto más miedo se concentra en mi corazón! ¡Me sería fatal tener que presentarme ahora ante Él!
9. Sabes muy bien que soy un gran pecador que ahora se encuentra ante la faz del Dios todopoderoso... Vaya, ¡esto acabará pronto en mi eterna perdición! Es posible que no haya sido sentenciado hasta ahora porque aún no había reconocido al juez tan cercano. Pero como he reconocido al temible, el baile infernal empezará pronto.
10. Como le hemos reconocido, tendremos que decirle “¡Señor, Señor!”. Aunque en la Tierra Él mismo predicó: “No todos aquellos que dicen ¡Señor, Señor! entrarán en el Reino de los Cielos sino sólo quienes cumplan la Voluntad del Padre”. Ahora dime, ¿cumplimos alguna vez su Voluntad? ¡Así que en el Cielo, ni pensar!
11. Y ¿qué alternativa hay fuera del Cielo? Te lo digo: ¡Nada más que el infierno! ¡Oh, sólo el cruelísima infierno! ¡Ya me veo entre las llamas y estas cerrándose encima de mi cabeza! ¡Un temor terrible se ha apoderado de mí!
12. Cuando Él venga como Dios todopoderoso y juez imparcial, severo e implacable, y empiece a condenarnos al infierno con las palabras: “¡Apartaos de mí, malditos! ¡Al fuego eterno preparado para todos los diablos!”, ¿qué le diremos?
13. ¡Ay, esto es horrible, pavorosamente horrible! ¡Ya oigo la sentencia, pronunciada con voz de trueno! ¡Qué sensación fatídica tiene que ser bajar al infierno! ¡Vaya vida más terrible que me espera allí! Pero una cosa me sorprende: ¿cómo es posible que puedas permanecer tan indiferente ante semejantes perspectivas de futuro, mientras que yo me estoy consumiendo de miedo?».
14. «Anímate, hermano, ¡el Señor es mejor que como lo pintan los papas y monjes de Roma! Pero lo que es seguro es que mientras le temamos tan estúpidamente, Él se alejará de nosotros y no volverá antes de que hayamos convertido todo nuestro miedo en amor.
15. ¿Qué satisfacción podrías alcanzar vengándote de un ácaro que te hubiera ofendido? ¿No sería tal venganza obra de un insensato? ¿Cómo entonces puedes atribuir algo semejante a la más sublime sabiduría divina? ¿Qué somos nosotros en comparación con Dios? ¡Ante Él no somos ni de lejos lo que un ácaro ante nosotros!
16. Como no somos nada ante Él, ¿cómo iba Él a vengarse de nosotros? ¿Por dónde vagan tus pensamientos? Así que ¡cobra ánimos! Por mi parte estoy completamente convencido que al fin todo saldrá mejor de lo que pensamos. Pero, quietos, me parece que Él se acerca; sí, ¡está entrando!».
1. Cuando Yo entré con Pedro, Martín casi se desmayó y toda la asamblea, salvo el librero, gritó: «¡Ay de nosotros!».
2. Sólo el librero guardó su presencia de ánimo, se postró y dijo: «Señor, Padre, ¡santificado sea tu nombre y hágase tu Voluntad! Todos nosotros somos grandes pecadores y no merecemos ni la menor de tus Gracias. Sin embargo te amamos de todo corazón. Por eso, si así fuera tu Voluntad, ¡concédenos tu Misericordia en vez de aplicar justicia! ¿Qué sería de nosotros sin tu Gracia, tu Amor y tu Misericordia?
3. Tú eres eterno, Tú eres infinitamente sabio y tu Omnipotencia no tiene límite. ¡Nunca podremos excusarnos ante ti! ¿Acaso habría alguien en toda la infinitud que pudiera alzarse contra tu poder? Pues aún antes de que concibiese la idea Tú ya le podrías aniquilar como si nunca hubiera existido...
4. Yo y todos nosotros sabemos y reconocemos que Tú eres el mismo y único Señor del Cielo y de todos los mundos. Ante ti y tu poder ilimitado somos nada. Por eso, que se cumpla en nosotros tu santa Voluntad, ¡pero considera nuestra debilidad y no nos prives de tu Misericordia!».
5. «¡Levantaos y no os lamentéis como delincuentes!», les dije. «Pues dado que Yo vengo a vosotros ya sois bienaventurados; porque las almas desventuradas me rehuyen y no quieren que Yo venga a ellas para salvarlas y traerles la bienaventuranza. Por eso vuestro miedo es vano y pobre la luz de vuestro juicio.
6. ¡Sacudid todo lo que no sirve en mi casa y en mi Reino. Porque donde estoy Yo ahí también está mi Reino y mi Reino es el Cielo más sublime de todos los Cielos. Pero os digo que mi Cielo no es un cielo de eterna ociosidad sino de gran actividad en la que desde ahora seréis iniciados más y más profundamente, cada cual en lo que en el mundo ya mostró talento... ¡Así sea!».
7. Todos se levantaron muy contentos y me agradecieron en voz alta tanta Gracia y Misericordia. Sólo el obispo Martín continuó en su arrebato de pánico sin oír ni ver nada de lo que pasaba alrededor suyo.
8. Le hice una señal a Pedro; este se dirigió a Martín y, sacudiéndole, le preguntó: «Pero ¿qué haces? Ya te llevamos esperado un buen rato y no vuelves. ¿Qué hablabas aquí, haciéndonos esperar tanto como una novia melindrosa que hace esperar a su novio por arreglarse muy vanamente para la boda . ¿Acaso has olvidado que nos aguardan asuntos muy importantes, y esta vez muy urgentes?».
9. Tras un momento de concentración Martín le respondió: «Ah, sí, ¡eres tú! Pues sí, esta vez me fui como a un gran viaje exploratorio, y de viajes de esta categoría no se vuelve tan rápidamente... He descubierto algo muy sublime ¡pero no para alegrarme sino para tener un pánico profundo!
10. Te digo, amigo, que he hecho un descubrimiento incuestionable: nuestro anfitrión y maestro es Dios, ¡el Señor de todo el infinito! Esto ahora es más claro que el sol del mediodía. E imagínate: yo, pecador sin igual, ante Dios todopoderoso, el más sabio, justo y santo, que sabe todo y que, por su imparcialidad y su santidad, tendrá que condenarme. ¡Ay, amigo, qué descubrimiento más terrible!
11. Mi amigo, el del sombrero brillante, ha procurado consolarme. Pero mientras el consuelo no venga de aquél que sin más ni más puede despachar para siempre al infierno a uno de mi clase, ¡no hay consuelo ajeno que pueda sosegarte!».
12. «Vamos, ¡levántate y no seas insensato!», le animó Pedro. «¿No ves que el Señor a quien tanto temes te está esperando con los brazos abiertos? ¿Acaso parece que quiera sentenciarte?».
13. Martín miró de reojo y vio mi gran afabilidad. Con ello recobró los ánimos y levantándose con los ojos llenos de lágrimas dijo: «¡No, detrás de esta clemencia no puede esconderse una condena! ¡Oh Señor, oh Padre, Tú debes ser sumamente bueno para mirar tan clementemente y tan pleno de Gracia a un pecador como yo!
14. Oh Jesús, ¡ahora ya no lo soporto! ¡Mi corazón arde como un Sol central por el amor hacia ti repentinamente despertado! ¡Qué me importan ahora pecados o pecador! ¡Tengo por lo menos que abrazar tus pies para desahogar mi gran amor! Señor, haz de mí lo que quieras, ¡pero por esta vez da rienda suelta a mi amor!».
15. Le llamé y le dije: «¡Ven aquí, testarudo hermano mío, tus pecados te son perdonados! ¡Y no te arrojes a mis pies sino desahoga tu amor entre mis brazos!».
16. Al oírme Martín se precipitó contra mi corazón, abrazando con toda fuerza a aquél a quien durante tanto tiempo no quiso reconocer.
17. Allí permaneció un buen rato, llorando de amor. Luego, cuando empezó a sosegarse, le pregunté: «Bueno, querido hermano e hijo mío, dime, ¿qué te parece este pretendido descenso al infierno? ¿Acaso soy tan tiránico como vosotros pregonabais?».
18. «Señor, me callo ahora porque de momento soy demasiado pobre de expresión para mostrar ante ti y todos estos mis hermanos que he reconocido claramente todas mis faltas y equivocaciones», contestó Martín. «Pero ante todo permíteme que me acomode en esta nueva esfera de felicidad eterna; después ya haré una confesión íntegra.
19. Oh Señor, oh Jesús, ¡Tú eres el más santo de toda santidad, el supremo Amor de todo amor, la infinita paciencia de toda paciencia! ¡Ahora ya no puedo otra cosa sino amar, amar y amarte sobre todo!».
20. «Muy bien», le dije. «Precisamente por este amor tuyo que siempre vi dentro de ti fue por lo que Yo tuve tanta paciencia contigo y por lo que Yo mismo me preocupé de ti. Ahora eres bienaventurado porque en adelante estarás donde estoy Yo. ¡Pero no busques la base de la felicidad en el ocio sino en la gran actividad que aquí siempre habrá abundantemente.
21. Y ahora vamos a ir por los otros treinta de la otra sala. Entra tú primero y procura traerlos hacia mí. Si tienes éxito con este primer encargo en tu estado de bienaventuranza, entonces los llevaremos en seguida a su nuevo y eterno destino. ¡Vamos pues y entra tú primero en la sala! ¡Así sea!».
1. Martín se puso en marcha acompañado por mí, Pedro y el sabio librero que con extremado respeto siguió detrás de nosotros. Llegados a la puerta de la sala Martín nos dejó atrás y entró.
2. Hay que decir aquí que a estas alturas Martín ya no se encontraba en su propia luz sino en la Mía, purísima de los Cielos, pero de la que él, por sabias razones, aun no era consciente del todo.
3. Resulta que en esta luz todas las cosas, incluso las almas, es decir, los hombres difuntos, tienen un aspecto distinto que en la luz natural. Pero cuidado con la interpretación de la palabra “difunto”. Aquí no tiene nada que ver con la muerte, sino que caracteriza el estado deficiente de los recién llegados a consecuencia de sus pecados (enfermedades del alma) tras haber dejado la carne atrás.
4. Al entrar en la sala como se le ordenó, en vez de personas Martín encontró seres animales aunque no malignos sino más bien tímidos y necios. Unos pocos parecían cretinos afectados por diversas excrecencias. Los más tenían aspecto de liebres acosadas, de asnos y bueyes enflaquecidos, o de ovejas sarnosas.
5. Cuando en vez de a los treinta protestantes que trajo aquí vio tan extraña asamblea, que rápidamente le huyó para esconderse en los rincones encogiéndose unos sobre otros, Martín se quedó como petrificado. Después de un rato, respirando profundamente, dijo para sí mismo: «¡Vaya, manifestación de auténticos fantasmas del infierno aquí en el primero de los Cielos, en la casa del Señor! ¡Tal vez también habrá ratas, ratones y diversas clases de sabandijas!
6. ¡No faltaba más! ¡Que me vengan con las escrituras donde dice: “Nada impuro entrará en el Reino de Dios”. ¿Disfrutar de las delicias del Cielo con este aquelarre? ¡Vaya perspectiva!
7. Justamente tienen que valerse de un pobre como yo para semejantes burlas del día de inocentes, suponiendo que en el Cielo también haya diciembre.
8. ¡Pero esto se pasa de la raya! ¿Qué voy hacer ahora con esta cuadrilla aunque sea muy mansa? ¿Dónde habrán quedado mis treinta protestantes? ¿Se habrán transformado en este rebaño? Sería bastante curioso, teniendo en cuenta que aquí nos encontramos en el centro del Cielo supremo...
9. El Señor es el Señor de una vez por todas. De esto estoy totalmente convencido en el fondo de mi corazón; mi amor por Él me lo confirma. A decir verdad, y como lo expresan en el mundo, me consumo de amor por Él. Pero ¿qué querrá con esta nueva broma que me está gastando? Él mismo lo sabrá. ¿No me los habrá dado para que los cebe? ¡Poco tocino criarán!
10. ¿Pero qué disparates estoy soltando como si yo mismo fuera el burro treinta y uno de esta asamblea? ¡Media vuelta y regresar a donde he venido! Adiós queridos míos, ¡me alegraría volver a veros pronto!».
11. Con estas palabras lacónicas salió y, con aire desconcertado, se dirigió directamente a mí. Cuando le pregunté dónde estaban los treinta, Martín me respondió:
12. «Señor, supongo que lo sabes mejor que yo. Por supuesto aquellos de allí dentro no serán. Y si lo fueran se trataría de una metamorfosis que a estos Cielos supremos no le viene mejor que al santo Cristo dos pistolas.
13. Sin conocer la lengua animal, si hay una, dudo que se pueda emprender cualquier cosa con los habitantes de esta sala . Tú, por supuesto, sabes hablar hasta con las piedras y los elementos, y a través de tu Omnipotencia sabes mandarles. ¿Pero cómo haremos nosotros?
14. Tú sabías lo que hay en esta sala, ¿habrá sido otra de las tuyas para que me percate de mi propia estupidez?».
15. «Ni mucho menos, amigo», le dije. «¡Fue otra de las tuyas! ¿Acaso no sabes que todo nuevo servidor precisa instrucciones de su amo antes de poner manos a la obra?
16. Si te digo: “¡ve allí!”, y vas, y luego te digo: “¡vuelve!”, y vuelves, no basta: ¡lo importante es el “por qué” y el “cómo”!
17. ¿No está escrito: “Sin mí no podéis nada”? Por eso habrías debido reconocer inmediatamente cuando te mandé: “Señor, sin ti no puedo ni lo más insignificante!”. Entonces te habría presentado las cosas algo diferentemente. Pero en seguida te fuiste con una especie de confianza propia y soberana. Con lo que tenías que pasar por la experiencia de cuánto es lo que sin mí puede cualquiera.
18. En el mundo, por desgracia, hay tantos soberanos como habitantes y tantas ideas y conocimientos diferentes como cabezas. Aquí es diferente pues no hay sino una sola suficiencia: en mí. Y no hay sino un solo sentido y un solo conocimiento: también en mí y a través de mí. Donde no sea así, sólo habrá engaño de sí mismo.
19. Esto para tu iniciación y para que te sirva como norma en adelante. Y ahora vamos a entrar todos y ya veremos que se podrá hacer con tu supuesta manada celeste de bestias, y si estos animales comprenden mi lengua. ¡Así sea!».
1. Al entrar en la sala encontramos a los treinta todavía agachados en los rincones y bajo la misma apariencia animal.
2. Pedro se dirigió a ellos en voz alta: «Seguidores de Calvino, ¡volved! ¡El Señor os está esperando! ¡No reconozcáis a Lutero, Calvino o la Biblia, ni tampoco a Pedro, Pablo o Juan sino únicamente a Jesús, el crucificado! ¡Porque sólo Él es el Señor del Cielo y de la Tierra, y fuera de Él no hay otro señor o dios, ni tampoco otra vida.
3. Este Señor Jesús, el único verdadero Cristo por todas las eternidades, se encuentra aquí y quiere aceptaros, sí así lo queréis; para que todos os volváis bienaventurados en su nombre sumamente santo».
4. Uno de la asamblea con aspecto de asno le contestó: «¿Quién eres tú para atreverte a venir con el anticuado cuento de Jesús en una época tan instruida como la de ahora? ¿Acaso no ves los tesoros que he acumulado y con los que pienso ir pasando toda la eternidad? ¿No ves que estoy muy bien en mi estado? ¿Para qué entonces ese Jesús legendario que nunca existió y nunca existirá? ¿Cuándo empezarán de una vez a eliminar esos anticuados cuentos legendarios para substituirlos por la sabiduría de le época actual?
5. ¿Por qué siempre tienen que ser Homero el mayor poeta, Orfeo casi un dios de los sonidos, Apeles el primero de los pintores, Apolodoro el primero de los escultores, Sócrates, Platón y Aristóteles los mayores filósofos, los faraones Ramsés y Sesostris los mayores reyes constructores, Ptolomeo el primero de los astrónomos, Moisés el mayor y más sabio legislador, David y Salomón los reyes más sabios, y al fin y al cabo Jesús el mayor y más sabio moralista?
6. ¿No tenemos bastantes hombres en la época actual ante los cuales se eclipsan estos ? Sin embargo todavía erigen altares a los antiguos mientras que no pocos de los contemporáneos se mueren de hambre. Yo pregunto, ¿cuándo acabará de una vez para siempre esta insensatez?».
7. «Yo soy quien soy , a veces Simón Judá y otras veces Pedro», respondió Pedro. «Tu época instruida me parece tener poco fundamento. Los anticuados cuentos de Jesús valen evidentemente más que tus tesoros de piel de asno. Los antiguos sabios también valen bastante más que esos modernos mozalbetes porque sabían lo que hacían. Por ello se volvieron instructores de los pueblos de todos los tiempos, mientras que los imaginados sabios de la época actual no saben lo que están haciendo: no se conocen a sí mismos, menos todavía a otros, y mucho menos aún la naturaleza divina del Señor Jesucristo. Por esta razón tienen aquí ante el Señor vuestro mismo aspecto, es decir, asnos, bueyes, ovejas sarnosas y liebres acosadas que, cuando en el mundo fueron citados ante el juez por su sabiduría a veces demasiado abstracta, se metieron en los talones toda valentía para defender sus ideas y sólo se atrevieron a levantar la voz cuando se sentían seguros de su pellejo en algún escondite...
8. Mirad alrededor vuestro y veréis en vosotros mismos que os he dicho la verdad. Y ahora os pregunto: ¿Por qué antes manifestabais un miedo tan enorme a Jesús hasta el punto de rogarnos que no os lleváramos ante Él, y ahora, cuando Él viene a vosotros, le consideráis sólo como un ser fabuloso?».
9. El de aspecto de asno se quedó callado ante estas palabras y Martín aprovechó para decir: «Señor, de veras, ¡tu paciencia es grande e infinito es tu Amor! ¡Sería un placer para mí si a éste, que es un auténtico burro, pudiera batanearle el pellejo con un palo macizo! ¡Es más burro que un burro! Con él no se puede entrar en razones. También los católicos son insensatos, ¡pero jamás he visto algo más estúpido que este burro calvinista!».
10. «Hermano mío», le pregunté. «¿No sabes lo que dije a este mismo hermano Pedro cuando un día cortó una oreja al siervo del sumo sacerdote Malcho con una espada ? Lo mismo se puede aplicar aquí: donde el amor unido a la mansedumbre y a la paciencia no alcanzan nada, no hay espada ni poder que puedan conseguir algo.
11. Por supuesto la Omnipotencia puede juzgar, matar y aniquilar todo. Pero ayudar, erigir, mantener en vida, recuperar lo perdido y liberar el espíritu cautivo, todo esto sólo lo puede el amor junto a la mansedumbre y la paciencia; dónde éste falta no hay más que muerte y perdición.
12. Nuestro lema es que nadie debe perecer sino que tenga la Vida eterna todo el que crea en mí . Esto nos lleva a servirnos únicamente de remedios tales que sirvan para ayudar a cada cual a su manera.
13. Como antiguo obispo ¡prueba ahora tu suerte con estos sabios calvinistas tan obstinados!».
14. «Oh Jesús, mi querido Dios y Padre, estaría dispuesto», me respondió Martín. «Pero como es evidente que hasta el digno Pedro no podría conseguir nada sin milagros, no sé realmente hasta dónde podré llegar yo.
15. Ya que Tú en tu esencia divina estás personalmente aquí, Señor, y como todos los remedios están eternamente a tu disposición, pienso que sería imperdonable por mi parte si yo, como nulidad ante ti, quisiera tomar medidas donde Tú resolverías con el pensamiento más ligero más que yo hablando continuamente durante una eternidad. Por eso te ruego que revoques la orden que me diste».
16. «¡Nada de eso!», le contesté. «Ahora tú también formas parte de mis remedios. Porque si Yo mismo actuara en este momento en esta asamblea medio muerta, los perjudicaría a todos. Pero ahora saben que Yo estoy aquí y algunos entre ellos ya piensan que Yo realmente pudiera ser el verdadero Señor.
17. Por eso te encargo esta tarea para la cual Pedro te ha abierto camino. Pues hasta él es demasiado fuerte para estos débiles. Por eso les tiene que ayudar primero uno que no sea demasiado fuerte, para que no los aplaste. Pues los niños pequeños aún no soportan los alimentos de los adultos sino que precisan leche ligera. Por eso ¡anda y cumple con mi encargo! ¡Así sea!».
18. Yo, Pedro y el librero salimos afuera y dejamos a Martín solo con los treinta.
19. Martín observó el rebaño un rato y luego, considerando su propia situación y el estado del mismo, dijo: «Pobres hermanos incapacitados que a la pura Luz del Dios todopoderoso parecéis animales irracionales, ¡escuchadme con paciencia!:
20. En el mundo fui obispo de la iglesia romana y adversario pronunciado de todo protestantismo, pese a que Roma me importaba realmente menos que la doctrina de Mahoma. Y con el mismo talante de allí llegué aquí, oponiéndome como una bestia a todo lo bueno, santo y verdadero. No tenía ni pizca de bondad y mi corazón era una verdadera pocilga. Os digo que no había en mí ni el menor rasgo del menor mérito cristiano.
21. Lo único -que en realidad tampoco cuenta- es que cuando a veces di rienda suelta a mi fantasía me imaginaba a Jesús el Señor tal como estaba descrito y pensaba para mí: “Sí, si pudiera tenerle así y actuar junto a Él con la convicción que realmente fuera el supremo Ser divino, ¡por supuesto que sería el ser más feliz de toda la infinitud! Porque primero sería el honor supremo de todos los honores, segundo el mejor sustento y el mejor seguro de vida por toda la eternidad, y tercero una protección como no podría haberla mayor. Y además, en tal compañía podría ver cosas milagrosas que hasta ahora ningún pensamiento humano ha podido concebir”.
22. Este pensamiento y esta fantasía que en el mundo no eran sino ensueños, me salvaron aquí de la perdición eterna. Pues fueron un amor a Dios escondido dentro de mí, un amor de cuya existencia yo mismo no me había dado cuenta. El camino no fue nada fácil, pero a través de este amor mío he logrado que hoy se hayan realizado mis fantasías de entonces, aunque a vosotros tal vez os cueste todavía un poco admitirlo. Pese a todo ahora estoy realmente con Jesús, el único Señor del mundo espiritual y del físico, y de esta manera estoy felizmente atendido para toda la eternidad.
23. Hermanos, si no queréis ser vuestros propios enemigos seguid mi ejemplo. Y si alguno de vosotros se arrepintiera alguna vez, aquí me tendrá. El Señor está aquí en esta casa maravillosa y podéis creerme que Él es sumamente bueno, mejor que los mejores hombres y ángeles de todos los mundos y Cielos juntos. Por eso volved y tened confianza, y en seguida os encontraréis en mejores condiciones. ¡Cambiad vuestras suposiciones equivocadas por la evidencia que tengo de mis experiencias, y volveos herramientas vivas del Señor!».
24. A estas palabras de Martín, realmente bien dichas, los treinta se volvieron hacia él y dijeron casi unánimemente: «Amigo, este discurso tuyo nos gusta más que las primeras palabras que nos dirigiste ; aunque a pesar de todo todavía tenemos que señalarte que el aspecto animal que atribuyes a nuestras personalidades no nos complace en absoluto. A un estúpido se le puede tildar de burro, pero intentar convencerle que también físicamente lo es, esto pasa de la raya.
25. Pero sea como fuere... Con tu discurso diste testimonio que eres sabio y de buena índole. Y con tu Jesús también tendrás razón. Lo que extraña un poco es que aquí no se ve ni un ángel ni tampoco acompaña la apariencia del lugar ni la de la ropa; pues a juzgar por la que llevas parece que sigas siendo un campesino terrenal. Incluso tu señor Jesús lleva una que no parece nada celeste y Pedro tiene más bien un aspecto sucio. Sólo el librero, al que también conozco, está vestido algo mejor pese a que para el Cielo aún no parece llevar el traje adecuado.
26. Ves, amigo mío, todavía parece que aquí hay gato encerrado. Si nos lo puedes explicar plausiblemente, entonces creeremos todo lo que nos digas en adelante y te seguiremos a la menor señal que nos hagas».
27. Martín quedó un poco desconcertado porque, en su progreso espiritual, no había pensado en esos detalles. Pero en seguida se concentró y continuó su discurso para el rebaño ya convertido a medias: «En principio sólo depende de cómo uno desea tener la ropa. Hasta ahora la quise así, por lo que ahora es así; en cuanto la quiera diferente, entonces inmediatamente lo será.
28. Angeles todavía no he visto. ¿Pero qué importan todos los ángeles y todo esplendor celeste cuando uno tiene al Señor de todos los ángeles y de toda magnificencia? Todo lo que aquí todavía pudiera hacer falta, Él podría hacer que apareciera en un instante si fuera conveniente. A decir verdad, hasta ahora no he sentido la necesidad de todo eso, ni tampoco de una ropa mejor ¡porque ahora para mí el Señor es todo!
29. En cuanto estéis en mis circunstancias pensaréis y sentiréis como yo. En toda una eternidad, al lado del Señor de la eternidad, habrá mucho que ver y experimentar: estoy totalmente convencido de ello.
30. Pero también al respecto abrigo en mi interior los mismos sentimientos: mientras que tenga al Señor no pregunto por todas las demás magnificencias innumerables, porque lo más maravilloso de todas ellas seguirá siempre siendo el Señor, únicamente nuestro Señor Jesús. ¡A Él toda la gloria, toda alabanza y todo mi amor, eternamente!».
31. A estas palabras de Martín el rebaño se levantó como de una nube de polvo y todos, ya en forma humana, dijeron en voz alta: «Amén. Hermano, ¡tú tienes razón! Has hablado muy sabiamente con lo que encendiste una luz en nuestros corazones, ¡una luz que ya nunca se apagará! ¡Por eso gracias al Señor Jesús, tu Dios, que ahora también es el nuestro, eternamente!».
32. En este momento entré Yo con mis dos acompañantes y todos se postraron a mis pies y gritaron: «Oh Señor Jesús, Padre santísimo, Dios trino, ¡ten piedad de nosotros!».
33. Pero Yo les dije: «¡Levantaos, hijos míos! ¡No con una sentencia sino con el mayor Amor viene vuestro Padre a vuestro encuentro. Y como le acogisteis en vuestros corazones, Él os acoge mil veces más en su eterno Corazón paterno. Por eso ¡venid todos a mí, todos que estabais cargados y fuisteis miserables, pues voy a confortaros para siempre!».
34. Entonces se levantaron todos y me abrazaron dónde y como podían. Por primera vez lloraron lágrimas de alegría extrema. Luego, tras haberse sosegado, me siguieron felices al gran comedor en el que se encontraron con el otro grupo.
1. Llegamos a la sala situada más a levante, que era muy grande y estaba adornada con un esplendor celeste.
2. En su centro había una gran mesa redonda de oro transparente sobre doce patas de piedras preciosas. Alrededor de la mesa tantas sillas de oro puro como personas había en la sala. El suelo estaba tan brillante como la nieve recién caída y el techo, donde brillaban estrellas preciosas, era azul claro. Había veinticuatro ventanas de doce pies de alto y siete de ancho, a través de las cuales entraba una luz agradable. Por cada ventana se podían ver los más diferentes paisajes de una belleza jamás imaginada. En la mesa había siete panes y un cáliz hermosísimo lleno de vino delicioso.
3. Todos los invitados estaban pasmados ante el esplendor que aquí se les presentaba tan inesperadamente. El grupo que tenía al librero como guía, junto con él mismo, se inclinó de admiración casi hasta el suelo; mientras que los treinta últimos que hacía poco preguntaban por la magnificencia del Cielo quedaron boquiabiertos, incapaces de encontrar palabras para expresar su impresión.
4..Sólo Martín permaneció indiferente y, señalando hacia mí, dijo: «Queridos hermanos, ¿por qué os sorprendéis tanto al ver el esplendor de esta sala? Os digo que a mí la sala no me importa en absoluto, pues si nuestro Señor y Padre no estuviera con nosotros no daría ni una naranja podrida por ella. Él es todo para mí y todo lo demás, sin Él, no significa absolutamente nada para mí.
5. Más infinitamente feliz sería yo si Él estuviera conmigo en la más humilde choza de paja que sólo en esta sala esplendorosa. Todo el esplendor de esta sala no me seduce, sino únicamente Él, Él que es nuestro Padre, Señor y Dios. A Él le corresponde todo nuestro amor y toda nuestra admiración y adoración. Pues todo este gran esplendor es obra de Él, un hálito de su boca... Cada uno de vosotros que haga lo que quiera; por mi parte pienso y actúo de la manera que os he dicho».
6. A estas palabras de Martín le dije: «Muy bien dicho y hecho; ahora eres un verdadero Pablo. Pero cuida que algún día en alguna parte tú mismo no te vuelvas débil, diciendo: “¡Ojalá que Jesús no estuviera tan continuamente alrededor mío!”. Aunque aun así te digo que no te abandonaré. (Hacia todos): ¡Ahora sentaos todos, comed y bebed! Después ya nos está esperando a todos mucho trabajo. ¡Así sea!».
7. Yo partí el pan y lo distribuí. Con sus corazones conmovidos de amor y gratitud, todos comieron de este verdadero pan de la Vida eterna y bebieron el vino vital de la ciencia, todos del mismo cáliz. Habiendo probado el vino, a todos los embargó una sublime emoción penetrada de sabiduría celeste y, llenos de alegría, no cabían dentro de sí. Y por el mucho amor para conmigo no sabían cómo expresarme su gratitud ante el estado de bienaventuranza en que se encontraban.
8. Yo los bendije y los elegí como verdaderos siervos para mi Reino eterno.
9. Luego Martín se levantó, dirigiéndose a mí: «Señor, barrunto que también yo, a causa de importantes encargos, tendré que separarme de ti... ¡Haz lo que quieras pero ya no me apartaré de ti! Te digo que en adelante ya no me iré de ti, pues te quiero demasiado, ¡de modo que me quedaré!».
10. «Nada de eso, mi querido hermano Martín», le dije. «Ni tú, ni nadie de esta asamblea, ni tampoco ninguno de los muchísimos que me han reconocido y acogido en sus corazones serán apartados de mí ni por un solo segundo. No obstante, es preciso que cada uno de vosotros vaya a donde Yo disponga aunque aparentemente sea sin mí; si no, su alegría sería incompleta y su vida vana.
11. Por eso cada cual tiene que dedicarse con ahínco a una gran actividad y hacer el bien tanto como pueda. Cuanto más activo es uno, tanta más bienaventuranza le toca; pues la bienaventuranza consiste en la actividad conforme a mi celeste Orden eterno.
12. Mira por esta ventana; hacia el este, no lejos de esta mi morada desde eternidades, ves una casita en un hermoso jardín muy grande. Por dentro es bastante más espaciosa de lo que parece por fuera. Ve y tómala en plena posesión.
13. En una de las habitaciones encontrarás un gran tablero redondo blanco y brillante. Cada vez que vuelvas de una misión acude a este tablero, pues en adelante encontrarás anotada en él mi Voluntad para que siempre la tengas presente en tus actividades. Si cumples puntualmente con todo lo que te indique en tu casa el tablero de mi Voluntad, entonces pronto estarás en algo mayor; de lo contrario, serás puesto en algo inferior, siempre según tu fuerza de voluntad.
14. Si no comprendieras algo, entonces ven aquí y tendrás toda la instrucción necesaria. En cuanto me llames desde tu casa, estaré contigo. De momento sabes todo que hace falta. Ahora ve allí y te enterarás de los detalles que tienes que cumplir minuciosamente.
15. Lo que ahora te he explicado también incumbe a los demás de esta asamblea. Que cada cual mire por esta ventana: la casa que ve es la suya. Ahora id todos y actuad como le expliqué a Martín; todas las casas están arregladas de la misma manera. ¡Así sea!».
16. Un poco apocado Martín se rascó la oreja pensando que allí no me tendría, pero se fue como Yo se lo había indicado. Como mi presencia era todavía demasiado santa para todos los demás, se fueron de buen grado, en cierto sentido para relajarse de la gran agitación de su mente.
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1. Al poco Martín llegó a su casa. No quedó poco sorprendido al ver que Yo ya le estaba esperando en la puerta para introducirle en ella, servicio que en el caso de los demás era realizado por ángeles porque todavía sentían por mí mucho más respeto profundo que amor. El caso de Martín fue sin embargo totalmente diferente porque no era de su agrado tener que separarse de mí.
2. De modo que cuando Martín me vio en la puerta de su casa y que Yo le estaba esperando, no cupo en sí de gozo y exclamó:
3. «Muy bien, ¡así esto me gusta mucho más que tu casa, especialmente más que tu última sala tan esplendorosa! Señor Jesús, ¡si Tú estás conmigo entonces la choza más simple ya es para mí el Cielo más maravilloso!
4. ¿Pero cómo es posible que hayas llegado aquí tan rápidamente y desapercibido? ¡Esto es otro de tus milagros “non plus ultra”! Contigo sólo hay milagros, mientras que yo quedo como un bacalao que no comprende nada. Te confieso que no me explico cómo puedes estar aquí antes que yo, si te quedaste tras de mí en tu gran sala tan espléndida».
5. «No te preocupes por eso, Martín. Si Yo no fuera en todas partes el primero y el último y si no fuera todo de todo, entonces la infinitud total sería una calamidad», le expliqué. «Por eso a dónde te dirijas o a dónde vayas, siempre me encontrarás allí.
6. Pero entremos ahora en la casa para que Yo mismo te pueda mostrar su arreglo e iniciarte en el uso de todo. Tu casa parece pequeña; no obstante, contiene más que todo el mundo: contiene un entero campo solar de la esfera natural, de lo que en seguida podrás convencerte. ¡Ven, pues!».
7. Martín me siguió y quedó no poco sorprendido al entrar, porque en vez del pequeño recibidor esperado se encontró en un enorme vestíbulo que, cuanto más lo miraba, más se ensanchaba.
8. En el centro de este gran vestíbulo, encima de un pedestal, se encontraba un gran disco blanco y brillante. Detrás del disco, sobre una base de madera, vio un globo terráqueo celestialmente artístico, una reproducción fiel de la verdadera Tierra, desde el centro hasta la superficie, incluso con todo lo que en ella pasaba.
9. Y detrás de este globo había una reproducción, igual de celestialmente artística, del sistema planetario del Sol de la Tierra completo, que también presentaba muy detalladamente todas las particularidades del Sol y los planetas.
10. El suelo del vestíbulo era como de zafiro puro, las paredes como de esmeralda y el techo de azul celeste con muchas estrellas. Por las grandes ventanas entraba al vestíbulo, a la mitad de cuya altura había una galería fabulosamente ornamentada del jaspe más fino, una luz preciosa entre roja y morado claro. Las paredes cuyas formas producían retratos de sombra de perfil, tenían doce puertas que llevaban a habitaciones anejas.
11. Durante mucho tiempo Martín quedó impresionado sin decir nada. Pero por fin volvió a abrir la boca: «Señor, ¿otro de esos espejismos? Ahora ya no comprendo nada: ¡por fuera la casa parece como para una mosca, mientras que desde dentro parece contener el espacio de todo un mundo! ¡No me entra en la cabeza que una cosa pueda ser por dentro más grande que por fuera! Entiéndalo quien quiera: ¡por mi parte me rindo!».
12. «Te digo, Martín, que pronto te orientarás en todo», le tranquilicé. «En el auténtico y verdadero mundo de los espíritus todo es al revés del mundo natural. Lo que en el mundo es grande, aquí resulta pequeño y lo que allí es pequeño, aquí resulta grande. Quien en el mundo fue el primero, aquí será el último; sin embargo, quien allí fue el último, aquí será el primero.
13. ¿Qué tamaño tiene el hombre en la Tierra? Seis pies de altura y dos de ancho. Pero si es un sabio, ¡imagínate la extensión y profundidad de su corazón! Te digo que todas las eternidades no serían suficientes para descubrir y recoger la plenitud de todas sus maravillas...
14. En la Tierra habrás visto muchas veces un grano de trigo. Tan pequeño como es, contiene dentro de sí tantos de su especie que toda la eternidad no podría comprobarlo. Aquí las relaciones son parecidas:
15. El exterior de esta casa corresponde a tu naturaleza externa, ahora ya muy humilde, de modo que es pequeño como tú. Lo interior corresponde a tu sabiduría interna actual que abarca más que la medida exterior de tu presencia natural. Lo interior irá continuamente aumentando en la medida en que crezcas en la verdadera sabiduría, como consecuencia de tu amor para conmigo. Pues aquí la vida en sabiduría de cada cual es un resultado de su amor para conmigo, creador de todo aquello que aquí te parece tan milagroso.
16. Mira el tablero blanco brillante; representa tu conciencia purificada por mí. En él siempre descubrirás mi Voluntad para que cumplas con ella sin demora.
17. Ya en la Tierra todo hombre tiene un tablero semejante en su corazón, su conciencia, en el que mi Voluntad siempre está manifiesta para que se atenga a ella. Pero pocos le hacen caso, mientras que muchos, con sus pecados, pintan el tablero totalmente de negro para ocultar para siempre la manifestación de mi Voluntad.
18. ¿Te das cuenta que la construcción e instalación de esta casa tuya es una fiel reproducción de las relaciones naturales? ¡De modo que nada de fantasmagorías como has sospechado!
19. Detrás del tablero ves una reconstrucción fiel del mundo tal como es, y detrás de este al sistema solar con sus planetas. Si no entiendes algo consulta la parte de atrás del tablero que está orientada hacia el mundo; allí encontrarás las explicaciones necesarias. Si también quieres saber cómo actuar, mira entonces la parte de delante del tablero donde siempre te enterarás de mi Voluntad.
20. Las doce puertas llevan desde este vestíbulo a salas más pequeñas. En ellas encontrarás alimentos que de momento aún no te convienen. Disfrútalos después que Yo los haya bendecido explícitamente para ti; de lo contrario te turbarían durante mucho tiempo y no podrías leer mi Voluntad escrita en el tablero. Por eso, caso que llegues a una de ellas vale más que te apartes y vengas a mí; Yo descubriré y bendeciré esos alimentos para ti.
21. Ahora ya sabes a qué atenerte. Actúa conforme a ello y crecerás más y más en la bienaventuranza. ¡Así sea!».
1. Abandoné aparentemente a Martín que empezó a hablar consigo mismo: «¡De modo que otra vez solo! Pese a que todo es sumamente celeste y esplendoroso, y yo saciado y bendecido, lo que también significa que seré bienaventurado y más, aun así no dejo de estar solo, completamente solo. En las paredes veo imágenes fugitivas que reflejan mis ideas, parecidas a las que en la Tierra producen los espejos cóncavos. Aparte de eso no hay ni un mosquito que quisiera zumbarme algo.
2. A ver si examino un poco el globo geográfico para entretenerme algo con él. Realmente ¡es una obra de arte! ¡Veo hasta el lugar donde estuve de obispo, aquí la iglesia y aquí la sede! Y aquí también veo el cementerio con mi tumba, ¡vaya monumento que me han erigido! ¡Esos insensatos levantan un monumento a las inmundicias, olvidándose del espíritu! ¡Si dispusiera de algunos rayos para destruirlo sería un alivio para mí! Pero el Señor ya hará lo que convenga...
3. Giraré el globo un poco. A ver lo que pasa por ejemplo en Australia. Pero allí no veo nada bueno: mucha maldad, esclavitud, persecución, asesinatos de hombres física y espiritualmente... No, apreciado globo mío, si esto es todo lo que me ofreces, ¡entonces habrá poca relación entre nosotros! Tendría yo que ser un verdadero burro: ¿aquí en el reino de la paz eterna ponerme de mal humor por tus interferencias? ¡Quisiera reventar de rabia viendo como estos hombres algo más poderosos martirizan y matan cruelmente a sus débiles hermanos ¡más bien sólo por diversión! ¡Basta ya, máquina desalmada presentadora de las crueldades terrestres! ¡Quédate donde quieras pues poca relación habrá entre los dos!
4. Queda el sistema planetario con el Sol. Voy a observar el primer planeta que se me presente: ahí, ¡Venus!
5. Así que vamos a ver qué aspecto tienes, tú, que tantas veces, como lucero vespertino o del alba, me encantaste con tu luz maravillosa... Bueno, he de reconocer que me había imaginado algo distinto pues no parece cosa distinta a la misma Tierra que habité. En fin, se ve que no hay mares tan grandes. Pero montañas sí, las hay en gran cantidad y parecen relativamente grandes para este planeta.
6. A ver la vegetación ¡y si hay habitantes u otra clase de seres! ¡Ruego que se me engrandezca el mismo modelo o que se me de un microscopio espiritual porque si no, poco podré descubrir en esta reproducción tan pequeña que no mide más que un huevo terrenal. ¿Qué tamaño tendrán los infusorios en este modelo?
7. Tal vez estaría bien mirar ya el tablero blanco por el otro lado porque por éste aún no veo nada. ¡Tengo que reconocer que este tablero me impone un respeto formidable! Bueno, en el lado de delante tampoco hay nada escrito. Tanto mejor porque así puedo dedicarme más al sistema planetario.
8. Bueno, aquí tengo de nuevo a Venus; pero aún no ha aumentado ni un pelo. Así que preciosa estrella mía, si no quieres crecer, ahí te quedas.
9. Ah, aquí está ya Mercurio. No es mayor que una nuez. Parece que no tiene mares pero sí muchas montañas, si las desigualdades de la superficie se pueden llamar así porque en este modelo no tienen más altura que la mitad de la cabeza de un alfiler. Querido Mercurio mío, ¡ya he acabado contigo!
10. ¿Qué planeta será este que parece de cobre? Ah, ya lo sé: héroe ígneo, ¡eres Marte! Estoy un poco decepcionado contigo porque en la Tierra me había imaginado otra cosa; siempre pensé que fueras un patrono inquieto y tumultuoso, pero a juzgar por tu superficie prácticamente lisa me parece que será precisamente lo contrario. Y como no veo más detalles, ¡quédate también tú donde quieras!
11. Aquí se distinguen siete bolas muy pequeñas, ¿serán también planetas o qué? Bueno, no veo nada interesante en ellas; adelante, pues.
12. Ahí está girando Júpiter, el Gran Mongol de los planetas. ¡Este, sí, es enorme! ¡Lo bien que se aprecian sus cuatro satélites! ¿Qué me dices tú? ¡Anda, cuánta agua! Sólo hacia el ecuador hay algunas islas bastante grandes. Por lo demás, no hay sino agua. También hay montañas, pero parece que tienen poca altura. ¿Qué tal la vegetación? ¿Habrá habitantes? Este planeta es evidentemente algunas miles de veces más grande que los anteriores, pero de vegetación no veo rastro, pese a que la superficie me parece algo áspera; para distinguirla se necesitarían otros ojos que los míos...
13. Allí distingo a Saturno, a Urano y, más al fondo, otro planeta enorme que además tiene diez Lunas, entre ellas tres bastante grandes con unas cuantas más pequeñas, ¿no serán Lunas de Lunas?. Y anda, ¡la cantidad de cometas que se ven!
14. ¡Qué belleza más majestuosa! Pero si en todos estos planetas no se puede descubrir sino agua y montañas, poca alegría me van a proporcionar durante toda una eternidad. Ya me basta. ¡En este plan poca relación habrá entre nosotros!
15. Queda el Sol allí en el centro. ¡Qué pieza más enorme! Es a la Tierra como ésta respecto a un grano de arena... ¿Pero para qué puede servirme su reproducción fiel si no hay nada que se pueda distinguir en él? De modo que también tú, querido Sol, ¡adiós para siempre!
16. Bueno, con esto ya se acabó mi inspección al arsenal de tesoros de arte celeste que adornan mi vestíbulo. ¿Ahora qué? El tablero está todavía en blanco y el sistema planetario ya no me ofrece nada nuevo. La esfera terrestre tan fatal me gustaría mejor fuera que aquí dentro. ¿Qué hago, pues? No me parece muy prudente ir al Señor todavía...
17. ¡Vaya gracia que un espíritu bienaventurado tan cerca del Señor de toda magnificencia tenga que aburrirse. Sin duda también en esto habrá algún sentido intrínseco; no obstante, un aburrimiento sigue siendo un aburrimiento tanto en el Cielo como en la Tierra...
18. En la Tierra, en el peor de los casos le queda a uno el consuelo que con la muerte todo se acaba. Pero como aquí, Dios sea loado por ello, a la vida ya no le sigue la muerte, todo reviste carácter eterno; lo que te obliga pensar que un estado como éste perdurará eternamente. Precisamente ello origina que cualquier situación algo monótona se vuelva miles de veces más aburrida que en la Tierra donde toda cosa tiene su fin.
19. ¿Qué voy hacer ahora? ¿Aún no hay nada escrito en el tablero? No, todavía no hay nada. Parece que al Señor no le urge el servirse de mí porque de lo contrario ya me lo habría indicado.
20. Ya, ya, ¡menudo aburrimiento aquí en el Cielo! ¿Quién sabe cuánto tiempo tendré que quedarme en este museo de artesanía celeste? ¡Caramba! ¡Menudo aburrimiento me espera!
1. ¡Pero casi olvidé las doce puertas que llevan a las salas laterales con los alimentos algo siniestros, todavía cubiertos! ¡Ahora mismo voy a hacerles una visita de inspección! ¿Cómo dicen los mineros en la Tierra?: ¡suerte para volver! Aunque aquí no haya galerías ni pozos de minas, algo misterioso tienen que contener estos doce gabinetes secretos; de modo que también aquí en el Cielo: ¡suerte para volver!
2. Ya estoy delante de la puerta número uno. ¡De modo que abierta y dentro! ¡Oh, oh!, ¡ahí va!, ¡mi bandada de guapas, esto es otra cosa! ¡Con sorpresas como éstas, las eternidades ya no resultarán demasiado largas! Pero voy a dar media vuelta porque esto es el alimento tapado número uno!
3. Y aquí está ya la puerta número dos. ¡Así que adelante, en nombre del Señor! Esta puerta se abre más difícilmente que la anterior, pero en fin, ya está abierta, gracias a Dios. Está más oscuro que en la sala anterior, a ver si entro un poco más...
4. ¡Oh, oh! ¿Qué pasa aquí? ¡Esta sala resulta mucho más grande que mi vestíbulo! Al fondo veo una muchedumbre de personas de ambos sexos totalmente desnudas ; ¡que hermosas son , especialmente las mujeres!
5. ¡Por Dios! ¡Ahora una está acercándose directamente a mí! ¿Qué voy hacer, esperarla? ¡Sí, tengo que esperarla! Además, este alimento no está cubierto! No, no, no ¡nada cubierto!
6. ¡Ahí va! ¡Es una belleza sin par! ¡Esa piel tan blanca, sana y tersa, y estos pechos! Ay, ¡cualquiera aguanta esto! Y esa cara que hasta para el Cielo es demasiado hermosa y dulce, sonriendo tan celestialmente ...
7. No, ¡esto ya no lo aguanto, tengo que marcharme! Pero ya no puedo. ¿Es posible que quiera decirme algo? ¡Ya está aquí, así que voy a callarme!».
8. Habiendo llegado, la mujer le preguntó: «¿Supongo que tú eres el propietario de esta casa al que estamos esperando desde hace tanto tiempo ya?».
9. «Sí, es decir, no. He sido alojado aquí. En realidad, el auténtico propietario de todo esto es el Señor Jesús, Dios desde la eternidad. ¿En qué os puedo servir, especialmente a ti, belleza sobrenatural de todas las bellezas de toda la infinitud?».
10. «No me alabes tanto», le contestó la mujer, «porque allí atrás hay muchísimas de mi sexo que son incomparablemente más hermosas que yo, por cuya razón me mandaron a mí como la más fea, para que al principio no quedes demasiado deslumbrado.
11. Quisiera formular nuestro ruego: mira, todos nosotros somos hombres de aquella Tierra que vosotros, hijos del Todopoderoso, llamáis “Mercurio”. Esta casa es tuya; ahora depende de ti guardarnos para que te sirvamos o rechazarnos. Todos nosotros te pedimos que seas clemente con nosotros y que nos guardes».
12. «¡Soy yo quien te ruego, hermosura celeste tan sumamente digna y dulce. Y si hubiera miles más, ¡jamás os dejaría ir! ¡Me estoy consumiendo de amor por ti! Acércate, mercuriana tan sumamente bella, y ¡déjame que te abrace! ¡Pero si cuanto más me sonríes tan amablemente, tanto más aumenta tu hermosura!».
13. «Tú eres un señor», le respondió la mercuriana. «Y yo no soy nada más que tu esclava, eternamente. Si tú mandas tendré que cumplir tu voluntad que para todos nosotros tiene que ser santa».
14. «Mi hermosa celeste, nada de esclavos por favor ¡no conozco nada así! ¡En adelante tú serás la dueña de mi corazón! ¡Ven y acércate, belleza seductora!».
15. Precisamente en el momento en que Martín quiso abrazar a la bella mercuriana Yo mismo le di palmadas en el hombro y le advertí: «¡Detente, mi querido hijo Martín, esto es un alimento todavía tapado! Sólo la podrás abrazar después que Yo te la haya bendecido, si entonces todavía quieres. ¡De modo que también aquí da media vuelta!».
16. «¡Oh, oh mi más querido Señor Jesús, te amo tanto que creo que más no sería posible, pero tengo que reconocer francamente ante ti que... que... Pues, ¿que quería decirte ahora mismo? Ah, sí, quería decirte que esta vez no me habría importado que vinieses un poco más tarde».
17. «Ya me consta», le respondí. «Y ya te previne que dentro de poco ibas a decírmelo, pese a que entonces en manera alguna querías separarte de mí. Pero Yo ya no te suelto porque a aquél que me haya acogido una vez en su corazón, ¡no le soltaré jamás, de modo que tampoco a ti! Por eso sal lo antes posible de esta sala. Y tú, mujer, ¡retírate!».
18. La mujer obedeció inmediatamente y Martín me siguió a la puerta número tres con la cara algo larga, pero con buena disposición.
19. Llegamos y la puerta se abrió por sí misma.
20. Con mucha curiosidad Martín arriesgó una mirada y se sobresaltó al ver un mundo totalmente nuevo y maravilloso con muchos habitantes en la forma humana más perfecta y de una belleza tan sobrada que Martín casi se desmaya.
21. Después de un buen rato exclamó: «¡Señor, excelso Creador y Maestro de todas las cosas, de todos los seres, hombres y ángeles, esto traspasa todas las facultades de mi percepción humana!
22. ¿Qué clase de seres son? ¡Supongo que ángeles o espíritus humanos ya bienaventurados! También están desnudos, pero su piel tan blanca como el Sol y su estatura perfecta, y el brillo propio que los rodea, sustituyen con ventajas la ropa más exquisita. ¡No puedo imaginarme formas más maravillosas, hermosas y dignas!
23. Señor, ¡no existen alabanzas suficientemente dignas para honrarte con ellas! En verdad, ¡Tú eres santo, santo, santo! El Cielo y la Tierra están llenos de tus magnificencias! ¡A ti toda la honra en todas las eternidades!
24. Pero ahora te ruego que continuemos porque esta vista ya no la soporto por lo maravillosa que es. Sólo una cosa: dime, por favor, ¿qué clase de seres son?».
25. «Son espíritus de hombres del planeta Venus. Su destino es serviros a vosotros, mis hijos, dónde y cuándo preciséis sus servicios. En este servicio encuentran ellos su más alta felicidad. De modo que cuanto más frecuente y sabiamente te sirves de ellos, tanto más bienaventurado los harás.
26. No obstante no son los únicos que están esperando tus indicaciones: hay todavía otros incontables planetas de los que aún tienes que aprender a servirte sabiamente. Con esto sabes de momento todo lo que te hace falta.
27. Ahora ya puedes deducir de tu experiencia lo que Pablo quería decir con las palabras: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana imaginó lo que Dios ha preparado para aquellos que le aman”.
28. Cuando todavía estabas en el mundo no sospechaste por qué a veces las estrellas te atraían tanto. Ahora ves el imán que tantas veces te hizo soltar un “Oh, ¡qué maravilla!” desde tu todavía muy mundana alma de entonces.
29. Ya esto es parte del servicio de estos seres que mediante su voluntad firme e inquebrantable no pocas veces incitan a mentes sensibles de la Tierra a contemplar las estrellas. Ya lo hacían contigo cuando aún no los conocías. Y ahora, conociéndote, lo harán todavía más.
30. Pero continuemos ahora con la puerta número cuatro. ¡Allí verás otras cosas aún más maravillosas! ¡Así sea!».
31. «Señor, ¿por qué no debemos acercarnos a estos seres tan maravillosos?», me preguntó Martín. «¿Y por qué los tienes que bendecir antes?».
32. «Mi querido hijo Martín, ¿acaso en la Tierra nunca te encontraste andando al lado de un río, viendo a otras personas en la orilla opuesta? Si hubieras deseado encontrarte con ellos, ¿habrías podido ir directamente sin puente o barca? Dices que no. Pues mi bendición sirve aquí precisamente para lo mismo que allí sirven los puentes y las barcas.
33. Sin mí no puedes hacer nada, ni en la Tierra ni tampoco en el Cielo. Mi bendición es mi Voluntad omnipotente y mi Palabra eterna “¡Hágase!”, a través de la cual está hecho todo lo que existe, y a través de la cual también hay que preparar un puente para ir a esos seres, para que puedas llegar a ellos y ellos a ti, sin recibir daño. Pero todo tiene que darse en su tiempo adecuado cuya duración sólo Yo puedo determinar, y aquél a quien Yo se lo manifieste».
34. A Martín le surgió la pregunta demasiado espontáneamente: «Pero entonces, ¿cómo pudo la bella mercuriana acercarse tanto a mí que casi habría podido abrazarla si Tú no me hubieras detenido, si también era un alimento tapado, aún no bendecido por ti? ¿Qué le sirvió de puente? ¿O todo no fue sino una apariencia vana?».
35. «Mi querido hijo Martín, ¡no intentes saber más de lo que Yo te revelo; la indiscreción ya hizo caer a Adán y antes de él al primer y mayor ángel creado. Si quieres volverte enteramente bienaventurado tendrás que sujetarte plenamente a mis designios sin querer traspasar la meta que mi amor y mi sabiduría te hayan fijado.
36. A su tiempo debido todo te resultará manifiesto. Que esta promesa cierta te sea suficiente, de lo contrario te tocará volver a un agua que esta vez te causará bastante más enojos que la anterior. Porque mientras aún no vistas la vestidura nupcial todavía no serás un habitante del Cielo sino sólo un pecador aceptado por clemencia que aquí, por diversos caminos y remedios, puede volverse un habitante del Cielo. Así pues deja de indagar y sígueme a la puerta número cuatro. ¡Así sea!».
37. Martín se pegó una bofetada y me siguió sin argumentar más. Sentía mucho haberme preguntado tan indiscretamente.
38. Pero Yo le consolé con las palabras: «¡Tranquiliza tu mente! Porque puedes estar seguro que de lo que Yo te diga nada es para tu perdición sino únicamente para tu Vida eterna».
1. Cuando estuvimos ante la puerta número cuatro y esta se abrió, pregunté a Martín qué veía y si le gustaba.
2. Me respondió anonadado: «Señor, no tengo valor ni palabras para describir convenientemente este esplendor mucho mayor aún en tamaño, profundidad y majestad encantadora. Según mis sentimientos tengo que decir seriamente que esto es excesivamente bueno para mí. Ya me estoy hartando de tanto aumento de todas estas bellezas celestiales incontables, especialmente éstas de aquí.
3. ¿Cuántos millones de ellas habrá en una sala como ésta, que más bien me parece un mundo entero? Hasta donde la vista llega está rebosante de estos seres. Preciosos son también los muchos templos y jardines, las miles y miles de chozas en las colinas que parecen estar cubiertas de alfombras de terciopelo verde.
4. Señor, ¡es demasiado! Ya no puedo asimilarlo y nunca seré capaz de ello. Por eso, Señor, te ruego que te abstengas de mostrarme las demás maravillas aún mayores; de veras, las que vi hasta ahora ya me bastan para toda la eternidad...
5. Además, ¿para qué necesito todo esto? Mientras te tenga a ti, y como Tú a veces te vas quizás a un amigo que viviera conmigo bajo el mismo techo, tendré bastante para siempre. Que gocen de estas magnificencias aquellos cuyas conciencias les dicen que son puros y por eso dignos y capaces de poseer semejantes bienes celestiales. Pero yo, sabiendo demasiado bien lo que me corresponde, me conformo con la choza de paja más simple y tu permiso para poder visitarte de vez en cuando en tu casa y recibir de ti un trozo de pan y un trago de vino.
6. Y esta casa esplendorosa dala a alguien que sea más capaz y digno que yo para ocuparla, pues yo no sirvo para ella. Haz lo que Tú quieras, Señor, pero si me fuera permitido decidir según mi libre criterio, ya no entraría en las demás puertas.
7. Te digo que si debiera servirme de todos estos seres, ¿a dónde llegaría con mi estupidez? Por eso te ruego, Señor, que ya no me lleves a más puertas. Dame una pocilga como las que hay en la Tierra y seré feliz».
8. «Ahora escúchame: si sabes muy bien por qué caminos hay que andar para volverse un perfecto ciudadano del Cielo puedes tener lo que deseas. Pero que te conste que a tu manera jamás adelantarás ni un palmo. Si confías más en mí que en tu ceguera, entonces haz lo que Yo quiero y no lo que quieres tú.
9. ¿Acaso imaginas que Yo he creado mis hijos sólo para que haraganeen en chozas y para comer pan y beber vino? ¡Te equivocas profundamente! ¿No has leído lo que está escrito: “Volveos perfectos como lo es el Padre en el Cielo”? No pensarás verdaderamente que mis hijos puedan llegar a esta necesaria perfección en una pocilga.
10. ¿Nunca te fijaste en la Tierra que los hijos de padres terrenales hubieran preferido permanecer desocupados, dedicándose sólo a sus juegos inútiles, en vez de aprender lo relacionado con su futura profesión? ¿No has visto mucha gente en el mundo que apreciaba sobre todo la ociosidad?
11. ¡También tú perteneces a esta especie! Por eso tienes cierta aversión a todo lo mucho que aún te está esperando aquí; aunque sea guardando cierto respeto también quieres oponerte parcialmente un poco por cuyo motivo, ante tu petulancia vana, ya te llevaste antes una reprimenda.
12. Todo esto no le conviene a uno a quien Yo ya concedí, y todavía estoy concediendo, tanta Gracia y Misericordia y tanto Amor. Millones y millones son felices ante la expectativa futura de verme alguna vez y son guiados a este mismo fin bienaventurado por ángeles inferiores. A ti te estoy guiando Yo mismo, Yo el Padre y Dios eterno de toda infinitud, rumbo anhelado de todos los ángeles y espíritus da la infinitud. ¿Y prefieres la alternativa de una pocilga a lo que quiero darte Yo, preparándote para la suprema bienaventuranza? ¡Menudo anhelo!».
13. Todo perplejo Martín me respondió: «Señor, eterno Padre sumamente bueno y santo, ¡ten paciencia conmigo! Soy un estúpido bestial que no merece ni el menor rayo de tu Gracia... Llévame Tú a dónde te parezca bien y te seguiré aunque fuera con menos entendimiento que un pez. Pero seguir te seguiré eternamente sin ninguna clase de objeciones propias de asnos!».
14. «Sígueme pues de la puerta de Marte a la del Júpiter, la número cinco. ¡Así sea!», le respondí.
1. Nada más acercarnos, la puerta número cinco se abrió. Al primer vistazo a la sala abierta Martín se tocó la cabeza con las manos y casi gritó: «¡Pero en nombre tuyo, Señor, Jesús!, ¿qué es esto? ¡Una Tierra celeste sin fin, y sobre ella aún cuatro Tierras más, todo envuelto en una luz de la cual ningún peregrino terrenal podría hacerse la menor idea! El esplendor y la majestad de palacios y templos fluorescentes... Se ven muchos pequeños templos que parecen servir como hogares de libre disposición...
2. También veo mares cuya agua brilla como diamantes tallados a la luz del Sol. Todo parece relucir por sí mismo pues no se ve nada de dónde pudiera venir luz. Oh, Señor y Padre, ¡esto sobrepasa toda facultad de percepción; es tan bonito, maravilloso y digno que, si no supiera que únicamente Tú eres santo, quisiera decir que es de una belleza santa!
3. Cuanto más tiempo miro, tantos más detalles descubro. Ahora también veo hombres sin que pueda decir nada sobre su aspecto porque todavía están demasiado lejos. Supongo que también serán infinitamente más hermosos que en la Tierra; de todos modos vale más que no se acerquen demasiado a mí porque no podría soportar su belleza.
4. Aparte de ti, Señor, ¿puede haber espíritus capaces de abarcar y asimilar la grandeza y profundidad de estas maravillas incontables? Me imagino que ni el mayor ángel podrá hacerlo».
5. «¡No lo creas, mi querido hijo Martín!», le respondí. «Todo lo que aquí ves, lo que ya has visto y lo que todavía verás, todo esto es sólo una mínima parte de aquello que los ángeles sabios de mi Reino eterno entienden en toda plenitud.
6. Todo lo que aquí ves y te sorprende sobremanera no se encuentra fuera sino dentro de ti mismo. Aquí lo ves fuera de ti sólo por tu vista espiritual. Algo parecido pasa en los sueños cuando contemplas un paisaje como si estuviera fuera de ti, pese a que realmente lo has visto dentro de ti mediante la visión del alma. La diferencia es que aquí todo es realidad, mientras que en los sueños normalmente sólo son fantasmagorías. Pero ahora no preguntes más sobre ello porque todo te quedará claro a su debido tiempo.
7. A los habitantes de esta Tierra no los puedes ver ahora porque son realmente demasiado hermosos para tu estado. En cuanto seas más fuerte lo podrás ver todo y gozar de ello.
8. Continuemos ahora con la próxima puerta donde contemplarás maravillas aún más majestuosas. Pero te advierto que tienes que comportarte tan silenciosamente como sea posible y sólo escuchar lo que te digo. De modo que no me preguntes nada, ni siquiera si te digo algo que no comprendes, pues a su tiempo debido todo te será manifiesto. Adelante, pues, a la puerta número seis. ¡Así sea!
1. Ya estamos ante la puerta abierta y ves con toda claridad un mundo celeste maravilloso: muy lejos se distingue el gran terraplén azul claro, sobre el que a distancia adecuada se encuentran como flotando siete anillos. Todo esto corresponde al planeta Saturno, la Tierra mejor y más hermosa que orbita alrededor del mismo Sol que vuestra Tierra, planeta el más ínfimo y feo de toda la creación, destinado a llevar la cruz y a servir de escuela de humildad a los espíritus más grandes.
2. Voy a explicarte por qué todo es así: si un gran señor del mundo que vive en su residencia solariega pasa muchas veces por las calles y plazas de la ciudad, entonces los habitantes, todos vecinos suyos, no prestan mucha atención a saludarle y honrarle como regente. Pero tampoco él lo ansía porque conoce a sus vecinos y sabe que también ellos le conocen. Sin embargo, si visita un pequeño lugar algo más lejos, allí todos se prosternan en el suelo ante él casi adorándole. Pero también él mismo se comporta allí diferentemente pues demuestra quien es realmente, lo que en la ciudad donde vive sería vano pues no le harían caso.
3. Te pongo otro ejemplo: si en una gran sala del mundo alguien encendiera una pequeña cantidad de pólvora, la explosión casi no surtiría efecto; pero la misma cantidad de pólvora en un espacio muy reducido provocaría una fuerte detonación con resultados destructivos.
4. Ante el pequeño, el grande se siente tentado a mostrarse aún más grande. Ante el débil, el fuerte es aún más consciente de su fuerza; y ante el miserable, el poderoso está tentado a demostrar aún más su poder... Esta clase de relaciones son las que hacen a la Tierra tan miserable en todos los detalles; para que sirva como escuela de humillación a los grandes y brillantes antiguos espíritus creados, una escuela de vida en la que existe libre alternativa ante todas las posibles tentaciones. Los que en ella se vuelven más humildes volverán a la vida, de lo contrario caerán en el juicio y llegarán a la muerte eterna. Como ya te he dicho antes, lo pequeño e insignificante sirve también como estímulo a lo grande e imponente, para tentarlo a que procure distinguirse e inflarse aún más. Y el juicio amenaza si lo grande e imponente se hincha en el ambiente de lo pequeño e insignificante en vez de identificarse con ello y humillarse...
5. Si un hombre muy grande quiere pasar por una puerta muy baja y estrecha tiene que agacharse porque de lo contrario no podrá entrar en la habitación. También, analógicamente, la Tierra es un camino estrecho y espinoso y una puerta baja y estrecha de vida para aquellos espíritus que antes fueron extremadamente grandes y que pese a ello querían ser aún más grandes.
6. Pero los espíritus que no consintieron en someterse a este camino demasiado humillante para su antigua y arraigada altivez, dijeron que este camino era demasiado limitado para ellos: “Un elefante no puede dar vueltas sobre un pelo como un mosquito, ni una ballena nadar en una gota de agua; este camino es impracticable y aquél que lo ha hecho carece de comprensión y de inteligencia”.
7. Ante lo que Yo, Espíritu supremo e infinitamente mayor desde toda eternidad, me cargué con la cruz y, como primero de todos, tomé este camino, mostrándoles que si el mayor y más omnipotente Espíritu de Dios podía caminarlo, también todos los demás espíritus podrían hacerlo fácilmente, alcanzando de esta manera la verdadera y más libre Vida eterna.
8. A consecuencia de ello muchos ya caminaron este camino, alcanzando la deseada meta que se habían propuesto: la filiación de Dios y a través de ella la Vida eterna en su última perfección, consistente en que puedan regocijarse con todas aquellas facultades creadoras que Yo tengo. Estas facultades no están concedidas a los espíritus de todas las demás incontables estrellas y Tierras, al igual que no les están dadas a todos los miembros del cuerpo la visión y el oído, y menos todavía la visión espiritual interna.
9. Dichas facultades sólo se encuentran en ciertos miembros del cuerpo, en tanto que los demás carecen de estas facultades propias de la forma de vida altamente desarrollada; aunque siendo miembros del mismo cuerpo también disfrutan de ellas.
10. Lo mismo pasa con los habitantes racionales de los demás astros: son como partes minúsculas del cuerpo, es decir, del hombre, que es enteramente mi imagen y la imagen de todos los Cielos. Por eso ellos tampoco precisan para su bienaventuranza las facultades divinas concedidas a todos mis hijos. Pero cuando mis hijos son sumamente bienaventurados, entonces también los habitantes de estos astros lo son , en y con mis hijos, al igual que lo sois vosotros, mis hijos, en mí y conmigo.
11. De modo que si tú ahora eres bienaventurado entonces también los son, en ti y por ti, las innumerables criaturas que aquí ves. Por esta razón el santo amor de mis hijos requiere como primera obligación que se vuelvan tan perfectos como lo soy Yo. Porque de tal perfección bienaventurada depende la bienaventuranza de incontables nietecitos, la cual, a su vez, también ocasiona que vuestra misma bienaventuranza aumente infinitamente.
12. Ahora sabes por qué te mostré primero el planeta más cercano a tu Tierra. Reflexiona sobre todo y sígueme ahora a la puerta número siete donde serás iniciado en una nueva ciencia. Pero tampoco allí debes preguntarme nada. Unicamente Yo sé por qué camino tengo que llevarte para hacerte lo más bienaventurado posible. ¡Así sea!
1. Ya estamos ante la puerta número siete que está abierta. También aquí descubres un nuevo mundo celestial que no es tan grande ni tampoco tan fabulosamente hermoso como el anterior. En cambio ves edificios de construcción abstracta y audaz, y una gran cantidad de obras realizadas por los extremadamente testarudos habitantes de este planeta que vosotros llamáis Urano. También contemplas innumerables jardines exageradamente decorados con los más extraños adornos.
2. En los jardines distingues muchos espíritus en forma humana muy perfecta, todos bien vestidos, andando por caminos anchos y bien arreglados. Sus ojos se dirigen hacia nosotros porque sienten que Yo estoy cerca de ellos y que también lo está el futuro propietario y dueño. Esperan que a través suyo alcanzarán la mayor bienaventuranza y la prometida plenitud de poder y fuerza.
3. Al fondo, aparentemente muy lejos, aún ves cinco Tierras menores. Son Tierras laterales de este planeta, preparadas de manera totalmente diferente pero en armonía con él.
4. Estos espíritus sirven al hombre para que se desarrolle: en el mundo en lo que se refiere al cuerpo natural y aquí en lo que se refiere al espíritu substancial. Pero por la influencia consentida a este planeta sólo se desarrolla la forma exterior del hombre, es decir, sólo se realiza el crecimiento físico y el psíquico.
5. Como la potencialidad del crecimiento tiene que existir en el hombre, de lo contrario no podría crecer, también estos espíritus tienen que existir en él y precisamente allí donde se encuentra la raíz principal del crecimiento. Por ello todo lo que ahora ves no está fuera sino dentro de ti. No obstante, este planeta, incluidos todos sus habitantes y las demás cosas, también se encuentra en realidad en algún sitio fuera de ti; pero para que puedas verlo tal como es todavía te falta mucho.
6. Cuanto llegues a la madurez completa de tu vida exterior, entonces estarás en condiciones de poder contemplar fuera de ti a la gran creación, al igual que la veo yo mismo. Será preciso entonces que tengas esta facultad, porque si Yo confío un mundo entero a mis hijos perfectos que son ángeles, tienen que poder ver el mundo en cuestión con toda claridad. Pues un ciego no puede ser pastor. Aunque pasará todavía mucho tiempo hasta que estés maduro para que puedas contemplar fuera de ti la gran creación real. Así que tendrás que conformarte por el momento con lo que ahora ves. Con todo estás viendo lo real, en su imagen viva dentro de ti, como si estuviese fuera.
7. Tienes que crecer en esta contemplación interna: tu espíritu tiene que madurar, tu amor para conmigo tiene que alimentarse y, de él, el amor para con todos, hermanos y hermanas. Este amor traerá aquella bendición que te prometí cuando deseabas querer mucho a la hermosa mercuriana.
8. A partir de entonces tal bendición, un verdadero puente hacia fuera, hacia la realidad infinitamente grande, nunca te será quitada ya. En sus pilares llegarás al pleno conocimiento de dónde estás, quién eres y de dónde vienes.
9. Sobre esta puerta sabes ahora todo lo que te corresponde saber. Todo lo aprendiste de mí mismo. Ahora que lo sabes reflexiona sobre ello y sígueme a la puerta número ocho donde conocerás otro mundo totalmente distinto y con habitantes muy particulares. ¡Así sea!
1. Ya estamos. La puerta está abierta y otra vez ves un mundo celestial de enorme extensión, envuelto enteramente en una luz verde clara. También aquí distingues grandes edificios y gran cantidad de montañas de diferente altura, muchas de las cuales desprenden un humo azulado. Por su aspecto este planeta, el más distante del Sol, merece su nombre original: Mirón (el maravilloso).
2. Detrás de este planeta ves diez Tierras más pequeñas que forman unidad con él pero que, aun así, están concebidas de manera totalmente diferente al planeta principal. Aquí puedes ver árboles que flotan en el aire y muchas otras cosas que te llamarán la atención. El humo de las montañas adopta formas muy extrañas; los habitantes, de una figura perfectísima, van por lo general bien vestidos, de modo que aparte de las caras no verás mucho más.
3. Estos hombres aprecian la música y la poesía, con lo que, como espíritus, mediante las relaciones recíprocas ya explicadas, sensibilizan vuestros corazones, mentes y almas para dichas artes. Tienen su sede en los órganos adecuados del hombre que vivifican, sensibilizando el sentido de este para la música y la poesía, creando una armonía general en él y estimulando su fantasía. Este planeta es el que crea así toda clase de sentimientos románticos y singulares.
4. Ahora ya conoces también las características de este planeta y sabes para qué sirve. Te repito que aquí no se trata del planeta real natural, aunque este esté organizado de la misma manera, sino de su imagen y correspondencia proyectada en tu espíritu. El espíritu existía ya mucho antes de toda creación exterior y material. Y toda creación exterior y material fue realizada de acuerdo con aquello que existía ya en cada espíritu perfecto mucho antes de toda creación. Porque antes que existieran clases de mundos cualesquiera ya existía el espíritu, de modo que los mundos surgieron del espíritu y no al revés. El planeta que tú tienes dentro de ti es muchísimo más antiguo que el material real; y si hubiera faltado en el espíritu de un solo hombre, jamas habría sido posible realizar su creación real natural.
5. Puedes fácilmente deducir que en cuanto te reconozcas perfectamente a ti mismo también reconocerás todo aquello que se encuentra fuera de ti; porque no puede existir nada fuera de ti si mucho antes no hubiera existido ya dentro de ti; al igual que en toda la infinitud no puede existir nada que no hubiera ya existido dentro de mí con toda claridad desde todas las eternidades.
6. Al igual que Yo soy el eterno origen primario y portador de todos los seres, también mis hijos dentro de mí mismo son la esencia básica de todo lo que existe eternamente en la infinitud. Estando lo eterno dentro de mí, también está en mis hijos, porque mis hijos son la coronación de mis ideas eternas y de mis grandes pensamientos.
7. Ahora sabes bastante sobre esta puerta, de modo que podemos ir a la novena donde verás más milagros de mi Amor y sabiduría. ¡Así sea!
1. Ya nos encontramos delante la novena puerta. ¿Qué ves? Ahora puedes hablar, limitándote a lo más preciso. ¡Responde pues a mi pregunta!».
2. «Señor, de momento veo poca cosa», respondió Martín. «Hay unos nueve pequeños mundos estériles de rocas como flotando en un aire celestial más puro; aparte de algunos pocos arbustos no se ve nada. En el fondo más lejano parece como si hubiera un mundo completo, pero como está tan lejos no puedo distinguir los detalles.
3. Cuatro de las rocas más próximas que están pasando cerca de aquí parecen tener habitantes a juzgar por una especie de edificaciones muy pequeñas que se ven. Pero de la población misma no se observa ni el menor rastro. Ahora mismo pasa justamente ante esta puerta una de esas rocas. Pero aun así no veo sino algunas zarzas degeneradas y unas casitas como para moscas que se parecen casi más a hormigueros algo más cuidadosamente construidos que a viviendas. No hay nada que se mueva, a no ser la roca misma. Dime, Señor, ¿qué es lo que pasa aquí? ¿También esto es un planeta?».
4. «Sí, mi hijo Martín, también esto es un planeta», le expliqué. «Pero como ves no se trata de uno entero sino de uno totalmente destrozado. Porque además de estos nueve fragmentos que se mueven aquí delante de nosotros en órbitas muy desordenadas, todavía quedan una gran cantidad de pequeños fragmentos que, en parte, se encuentran dispersos en otros planetas y, en parte, se mueven en órbitas muy irregulares en el espacio infinito de la creación. Todavía ahora, cuando se acercan a un planeta firme o a un Sol son atraídos de él y se consumen.
5. Te preguntarás: “¿Por qué un planeta puede haberse destrozado así? ¿Cómo estaba antes y cómo fueron sus habitantes?”.
6. El “¿cómo?” te lo responde mi Omnipotencia, pues así fue mi Voluntad.
7. ¿Y el “por qué”? Escucha, este planeta estuvo destinado en su tiempo a lo que ahora está destinada la Tierra. Resulta que el primer espíritu caído lo eligió con la promesa de pasar en él por la escuela de la humildad para volver a mí. En él quería actuar completamente introvertido sin influir en la esfera de las criaturas de este planeta y menos todavía en la de otros y sus habitantes. Por eso es por lo que este planeta iba a ser entonces el de la salvación.
8. Pero no cumplió su promesa sino que, aprovechando la libertad que le estaba concedida, actuó tan malignamente que la vida ya no podía prosperar. Por eso fue retenido en el centro de fuego de este planeta y acto seguido el destino del planeta fue traspasado a tu Tierra.
9. Cuando esta estuvo madura para los hombres y Yo planté en ella el germen del primero, entonces el maligno tiró de sus cadenas. Yo le tenía compasión y le dejé actuar libremente. Acto seguido hizo que su Tierra estallara y desde allí cayó en el abismo de la tuya, provocando desde entonces todo aquello que te es bien conocido.
10. Como ves, la causa de la destrucción fue mi Misericordia, como en todas las cosas. Porque cuando el planeta estaba todavía entero y había muchos pueblos poderosos, el maligno influenció sus corazones con lo que se desenfrenaron en una tiranía sin par, jurándose unos a otros guerra eterna hasta a al exterminio total.
11. Ya no había remedio y hubo que realizar un juicio, que se cumplió con la destrucción del planeta, por la que los restos y muchos millones de hombres de enorme estatura, fueron arrojados al espacio. Algunos cayeron en la Tierra: fueron la causa que originó la leyenda pagana de la guerra de los gigantes.
12. Como los fragmentos ya casi no producían alimentos, los antiguos habitantes de este planeta que en sus tiempos fue el mayor de todos, fueron sustituidos por los relativamente pequeños que todavía hoy los habitan y que son seres extremadamente modestos. Estos fragmentos corresponden ahora a los pelos de la cabeza y a las cejas. Al fondo todavía ves el planeta entero tal como antes existió, esperando un gran día que habrá en todo el universo.
13. Ahora sabes también de esta puerta todo lo que de momento te conviene. A su tiempo lo demás surgirá de ti mismo, de la semilla que acabo de poner en tu corazón. Sígueme ahora a la décima puerta donde ya te esperan nuevas maravillas. ¡Así sea!
1. Ya estamos ante de la décima puerta. ¡Dime pues, lo que ves!».
2. «¿Qué voy a decir, Señor? Hay un gran brillo que me ciega la vista y una armonía fabulosa llega a mis oídos», respondió Martín. «Esto es todo lo que puedo decir por el momento.
3. Parece que esta luz cubre un enorme espacio porque puedo mirar a donde quiera, no veo más que luz y más luz. Lo que me sorprende es que tal cantidad de luz no desprenda más calor.
4. Señor, ¿no será esto la lámpara de esta casa que me has dado? ¿O, tal vez, el mismo Sol, es decir, una reproducción en miniatura del verdadero Sol que ilumina la Tierra?».
5. «Así es», dije Yo. «Es la imagen correspondiente dentro de ti. Y en cuanto te acostumbres a esta luz, verás más cosas en ella. Por eso insiste y en seguida alabarás sobremanera su riqueza».
6. Martín procuró penetrar aún más la luz, pero en vano. Después de un rato comentó: «Señor Jesús, me parece que no tengo suerte. Los ojos casi me duelen ya pero no veo sino luz y otra vez luz... Es muy bonito, pero repetido resulta algo aburrido. Confieso que mientras te contemple a ti no me consumo por ver ningún milagro flotante en este mar de luz. ¡Que cosa más extraña la luz en sí!
7. ¿Qué es en realidad la luz? Los sabios del mundo discuten entre ellos diciendo que es esto y aquello; pero al fin siempre se ve que ninguno entiende nada. Si fuera tu Voluntad y ya que ahora mismo nos encontramos en la puerta de la luz, ¿me darías unas indicaciones sobre su naturaleza?».
8. «¡Yo mismo soy la Luz en todas partes! La luz es mi vestidura porque la eterna e incansable actividad es mi naturaleza fundamental, por lo que también me penetra y rodea. Dónde haya una gran actividad también habrá una gran luz. Pues la luz en sí no es más que la manifestación de una gran actividad de los ángeles y de los espíritus humanos ya algo más puros. Cuánto más activos son, tanto mayor es su luz.
9. Los Soles brillan más que los planetas porque en y dentro de ellos hay una actividad millones de veces mayor que en los planetas. Por la misma razón la luz de un arcángel es mayor que la de un espíritu angélico sabio porque un arcángel tiene que cuidar campos solares enteros, mientras que a un espíritu angélico no se le confía sino una pequeña zona de la Tierra o tal vez sólo de la Luna.
10. Igual pasa con un diamante que brilla más que una simple arenisca porque en sus partículas hay una actividad incalculablemente mayor por cuya causa está muy duro, lo que no se puede decir de la arenisca. Por supuesto, para lograr la cohesión del diamante hará falta mucho más que para la de la piedra arenosa.
11. En suma, si alguna cosa irradia más luz o da más brillo, siempre puedes deducir de ello que allí hay una mayor actividad, pues la actividad es la luz y el brillo de todos los seres y de todas las cosas. La vista del ojo consiste en la facultad de percibir esta actividad. Si la vista todavía es imperfecta entonces no percibe más que luz y brillo. Pero en cuanto es perfecta también distinguirá la actividad misma, lo que verás confirmado en cuanto la tuya se vuelva perfecta.
12. Ahora fíjate bien porque verás cosas que te asombrarán sobremanera. Pues ya no tenemos un planeta ante nosotros sino un Sol. ¡Observa y habla!».
13. Después de un buen rato mirando en este mar de luz, Martín empezó a maravillarse continuamente.
14. Cuando le pregunté qué le llamaba tanto la atención, me respondió:
15. «Señor, ¡santo es tu nombre! Oh, ¿es esto posible? ¿Es posible que Tú puedas abarcar, ordenar y guiar todos estos milagros y más milagros? No, ¡esto sobrepasa toda imaginación humana y angélica! Oh Dios mío, ¡Tú eres grande, inconcebiblemente grande!».
16. «¿Pero qué es lo que te está extasiando de tanta admiración?», le pregunté. «¡Habla de una vez!, ¿qué es lo que ves?».
17. Martín procuró explicarse: «Señor, ¿qué voy a decir si casi me mareo por tanta majestad y belleza celestial como veo?
18. Veo hombres increíblemente hermosos; por lo demás tengo que reconocer que me faltan las palabras para describir todo esto. Ni la fantasía del más sabio hubiera podido jamás imaginar algo parecido... Lo que vi hasta ahora fue todo de una belleza suprema, sin embargo se eclipsa ante todo lo que ahora veo aquí.
19. De todo lo que se ve hay una abundancia increíble, imposible de abarcar. Además suceden constantemente nuevos milagros, cada cual más impresionante que el anterior.
20. Unicamente los hombres conservan su aspecto. Son de una belleza tal que ante ellos casi quisiera esconderme en el polvo del suelo. Todas las demás apariencias se transforman continuamente como las imágenes simétricas de un caleidoscopio.
21. También el paisaje se transforma continuamente. Donde antes había llanuras aparecen de repente montañas enormes y las aguas que bajan cambian los campos en mares. Las montañas se abren y vomitan innumerables mundos ígneos que se pierden en el espacio infinito para volver a caer desde allí y disolverse como copos de nieve en suelo caliente.
22. Los hombres dan la impresión de ser sumamente bienaventurados; parece que el continuo cambio del paisaje los deja indiferentes. Están paseando en sus jardines muy bien arreglados y disfrutan de la belleza de las flores que también se transforman sin cesar, renaciendo en formas cada vez más hermosas. Señor, déjame todavía media eternidad para contemplar este espectáculo, porque ni el arcángel más majestuoso podrá cansarse de él...
23. ¡Estos hombres, estos hombres! ¡Qué formas tan perfectas! ¡La blancura y la digna gracia de sus rostros! ¿Quien lo soportará? ¡Es demasiado celestial!
24. Algunos de ellos van a pasar ahora muy cerca de aquí y ya puedo admirar y contemplar a satisfacción los rasgos de su rostros y su estatura tan infinitamente armónica que sobrepasan cualquier imaginación.
25. Oh, Señor, haz que se vuelvan porque su aspecto me abate totalmente. Tengo la impresión de estar perdido en un sueño maravilloso...
26. Oh Dios, gran y omnipotente maestro de todos los mundos, si la forma humana en principio es siempre la misma, ¿cómo has podido crear tan inimaginable variedad y diversidad en formas y belleza? Hubiera podido imaginarme una forma más hermosa, una sola, y todas las demás lo serían menos. ¡Pero aquí las hay incontables y cada una de ellas es inimaginablemente hermosa a su manera, ¡no lo puedo entender!
27. Siempre supuse en la Tierra que en el mundo celestial de los espíritus perfectos todos los bienaventurados se parecerían entre sí como un gorrión a los otros. Pero ahora veo que precisamente aquí es donde existe una verdadera diversidad, que en el mundo está totalmente velada por la carne mortal...
28. Señor, ¡esto se está volviendo más y más maravilloso! Ahora se está acercando una pareja, ¡ay, mi mente se ciega!
29. Señor, ¡susténtame porque si no me encogeré como un saco vacío: es un ser femenino, lo veo por los pechos pronunciados! Oh, Jesús, es magnífica y de una belleza tan inimaginable que podría desintegrarme en el más fino polvo del Sol.
30. La finura de sus pies, la armonía de todos los demás miembros del cuerpo, la gloria que la rodea, la mirada tan sumamente dulce y amable de unos ojos que hasta el arcángel Miguel tendría dificultad en describir...
31. Me doy cuenta que soy estúpido, ¡tengo que ser horriblemente estúpido! Todavía quería preguntar algo, sí, pre-pre-preguntar algo... ¡Caramba! Me he quedado completamente tonto, oh, soy un burro, no, una bestia aún más estúpida... Sí, un rinoceronte, ¡eso! Porque estoy mirando con la boca abierta como una vaca ante un establo nuevo, ¡casi olvidando que Tú, Señor, estás conmigo! Tú, ¡ante quien todas estas maravillas se desmoronan en una nada! ¡Pues Tú podrías producir a cada instante milagros aún mucho más majestuosos!
32. Reconozco que ya me he regocijado bastante con estas bellezas celestiales. Para mí son demasiado puras y hermosas. Por eso concédeme volver a ver algo normal, para que pueda restablecer mi propio equilibrio sin tener que espantarme ante mi apariencia, tan horrorosa comparada con la belleza de estos seres celestiales.
33. Aquí, ¡mírame! ¿Ves que soy un verdadero zambo y un terrible pedazo de bruto? Menuda diferencia entre estos ángeles de ángeles y yo... ¡Casi me dan ganas de devolver al mirarme a mí mismo! ¡Es fatal, simplemente fatal! Y eso pese a que ahora ya soy un espíritu que debería tener un aspecto algo más decente que un hombre carnal de la Tierra. Lo que no entiendo es por qué estos hombres de aquí son tan sumamente hermosos mientras que nosotros, que somos hijos tuyos, parecemos más bien monos, especialmente yo».
34. «Porque vosotros sois mi Corazón», le respondí, «mientras que ellos son mi piel. Pero también mis hijos son infinitamente hermosos cuando son perfectos. Mientras todavía sean imperfectos como tú, resultan aún poco bonitos. Por eso esfuérzate en volverte perfecto y tu estatura tendrá entonces un aspecto celestial...
35. Aunque Yo quiero que mires estas grandes y puras bellezas para que te descubras más fácilmente a ti mismo en su luz. Así que ¡observa todavía algún tiempo esta luz y reconoce tu propia fealdad síquica para que se desmorone y para que luego tu espíritu se levante en tu alma, transformándote en una nueva criatura.
36. Porque todavía te falta mucho para que renazcas en el espíritu; precisamente por eso es por lo que te he colocado en este jardín que es como un gran invernadero: para que llegues antes al verdadero renacimiento. Pero también tienes que aceptar que se te cuide como a una planta preciosa; porque ¡no se cultivan cardos ni espinas en los jardines e invernaderos celestiales! ¡Ahora continúa mirando y habla, pero sin hacer muchas preguntas! ¡Así sea!».
1. Martín volvió a dirigir su vista al Sol, contemplando las escenas maravillosas que se desarrollaban ante él. Después de un rato continuó con sus observaciones: «Ah, todavía se trata del mismo Sol pero ahora los habitantes son totalmente distintos. También muy hermosos pero de una belleza soportable pues se parecen a los que habíamos visto antes en los planetas y ya tienen semejanza con los habitantes de nuestra Tierra.
2. Distingo ahora varios cinturones que se extienden en paralelo alrededor del Sol. Y en cada uno de ellos veo diferentes hombres; grandes, más pequeños y muy pequeños y, ¡ay, allí veo hombres increíblemente enormes! Los terrestres podríamos pasearnos fácilmente entre los pelos de sus cabezas como si fuéramos piojos...
3. Señor, ¡perdóname la observación poco conveniente! Ya sé que sobra en lugar tan excelso como éste. Pero no pude evitarla al contemplar a estos hombres gigantescos. Ya he visto que los habitantes de algunos de los otros planetas como Júpiter, Saturno y Plutón, son más grandes que los de la Tierra que habité. Pero comparados con estos gigantes de aquí los habitantes de los demás planetas se asemejan a los parásitos citados...
4. ¡Un gigante de estos en la Tierra resultaría seguramente más alto que las montañas más altas! Dime, Señor, ¿por qué son tan altos? Me dijiste que no te hiciera muchas preguntas, pero siendo la primera en esta fase de contemplación ¿me la perdonarás?».
5. «Escúchame», le dije. «En la Tierra los militares se sirven de artillería pesada y ligera. Pero si cargases una escopeta con la carga de un cañón, ¿qué pasaría? Que la carga excesiva reventaría la escopeta.
6. ¿Qué ocurriría si un planeta estuviera expuesto a la misma fuerza que se concentra en el Sol? Sumergido en el potente mar de luz del Sol el planeta se disolvería instantáneamente como una gota de agua que cae sobre el hierro incandescente. Así que el Sol tiene que ser un cuerpo adecuadamente grande para poder llevar y soportar la fuerza proyectada en él.
7. Si colocas una pluma encima de un huevo, a este no le pasará nada porque tiene solidez suficiente para soportar tal peso. Pero si lo cargaras con cien libras quedaría totalmente aplastado.
8. ¿Podría un gigante ponerse la blusa de un niño? Seguro que no. Y si lo intentase la rompería en muchos pedazos.
9. Del mismo modo en toda la creación cada cosa tiene su medida: lo pequeño está relacionado con lo pequeño y lo grande con lo grande.
10. Al igual que hay mundos de diversos tamaños como has visto, cada cual portador de la fuerza que le corresponde, los espíritus que viven en ellos han de tener un cuerpo de altura apropiada a dicho tamaño.
11. Pero que conste que la verdadera medida del espíritu no es su dimensión sino su amor y su sabiduría. Estos de aquí son todavía espíritus primarios que en la creación natural ocupan un espacio del tamaño de un campo solar; pero no olvides que lo que aquí ves no es sino una imagen fiel de lo que hay dentro de ti, aunque el original esté fuera. Y como también quieren participar en la bienaventuranza de mi Reino, tienen que pasar igualmente por el camino estrecho de la carne. En cuanto posteriormente dejen aparte el cuerpo físico, tendrán, por su benignidad y humildad, las mismas dimensiones que nosotros.
12. Ya sabes todo lo que te hace falta para esta esfera y para tu estado actual. Ahora continúa mirando y di lo que ves, para que luego podamos pasar a la undécima puerta. ¡Así sea!».
13. Martín volvió a mirar en la luz abundante del Sol y pronto descubrió enormes templos y edificios, como también calles y puentes de construcción fantástica. Luego vio cordilleras majestuosas de gran extensión dividiendo la superficie del Sol en cinturones, cada uno con diferentes habitantes y con diferentes características respecto a condiciones de vida y costumbres. También se dio cuenta que los cinturones vecinos al central se parecían mucho.
14. A Martín los que más le gustaban eran los habitantes del cinturón central a cuya gran belleza ya se había acostumbrado algo. Sólo hacía falta evitar que se le acercaran demasiado, especialmente los femeninos por su belleza exorbitante y seductora. Pero también los masculinos perturbaron sus sentimientos, pues tenían una fisonomía tan extraordinaria como ni el sexo femenino jamás pudo presentar en la Tierra.
15. Continuando su observación, Martín descubrió en el cinturón central un edificio cuyo esplendor y diseño singular hicieron esfumarse todo lo que había visto antes. Los hombres que allí andaban eran tan hermosos que Martín casi se mareó, por lo que durante mucho tiempo no pudo pronunciar ni una sola palabra.
16. Después, más bien gimoteando que hablando, logró decir: «¡Mi Dios y Señor! El Sol, una lumbrera redonda y brillante, sí; pero lo que hay en su suelo, ¿quién en la Tierra hubiera podido imaginarse algo parecido?
17. Tierra, ¿qué eres tú comparada con esta magnificencia beatífica? ¿Qué son los hombres de la Tierra, salvajes animales, comparados con estos seres de aquí tan sumamente hermosos y llenos de gracia y Gloria celestial?
18. En la Tierra, cuanto más esplendorosos son los palacios en los que habitan los hombres, cuánto más suave es su piel y brillante su ropa, tanto más crueles y diabólicos son. ¡Aquí ocurre precisamente lo contrario!
19. Acabo de descubrir que aquí los más sabios viven en las montañas, en las chozas más simples. En la Tierra, la sede del pastor principal del cristianismo, del que se supone que también tendría que ser el primero en sabiduría, es la más grande, rica y esplendorosa de todo el mundo. Y a sus vestimentas no les falta el oro ni las piedras preciosas. ¡Aquí es completamente al revés! ¿Como es posible que los habitantes de la Tierra sean hijos de Dios? ¡Son hijos de Satanás, al menos comparados con estos hijos del Sol!
20. A estos nunca les han predicado el Evangelio. Y aun así deben ser el modelo más puro según su naturaleza, porque si no sería irrealizable el Orden celestial en el que todo se encuentra aquí. Sí, ¡aquí veo la perfecta y palpable interpretación de la pura y verdadera, eternamente perfecta, e inalterada Palabra de Dios!
21. ¡Mirad estas hermosuras que ni trabajan ni cosechan, y ni Salomón en toda su grandeza fue vestido como el menor de ellos! Ninguno tiene arado, cuchillo, tijeras, bastidor o telar.
22. ¡Hombres que vivís en la Tierra perturbándola y apestándola! ¿Qué sois vosotros y qué soy yo comparados con estos pueblos de Soles? Señor, ¿no somos meros diablos y el mundo el infierno en su forma más pura? ¿Será por eso por lo que las estrellas están tan distantes de la Tierra, para que esta no las apeste?
23. Oh Dios, ¡Tú eres santo e infinitamente excelso! Pero aun así, en tu ira justa, habrás escupido alguna vez; y de esta maldición tuya arrojada a la infinitud habrá surgido la Tierra y sus criaturas.
24. Perdóname mi mala lengua, ¡pero al contemplar este Cielo no he podido evitar la observación! ¡Ahora la Tierra y sus habitantes me producen horror! 25. Señor, ¡mándame a los espacios más remotos pero nunca más a la Tierra cuyos habitantes son diablos que no hacen sino perseguir hasta la última gota de sangre a los pocos ángeles que hay entre ellos!
26. ¿Por qué no pronuncias de una vez el juicio merecido sobre esta mancha de inmundicia, la única en toda tu infinita creación? Cuánto más miro las magnificencias de aquí, tanto más me parece que toda la Tierra y sus habitantes no son obra tuya sino de Satanás, el mayor de los diablos... ¡Porque allí no hay sino vicio, muerte y perdición, que tú no creaste!
27. ¡Qué alegría estar aquí donde reina el Orden eterno de tu palabra y qué miseria estar en la Tierra, que no es sino algo surgido de tu maldición pues siempre se opone en todo a tu Orden! Señor, ¡condénala y aniquílala para siempre porque jamás merecerá tu Gracia!».
28. «¡Tranquilo! Pese a haber dicho la verdad aún no ves lo verdadero. Acompáñame ahora a la undécima puerta; allí muchas cosas te quedarán más claras, por lo que después opinarás diferentemente. ¡Así sea!
1. Bueno, ya estamos ante la undécima puerta. ¡Mira y dime lo que ves!».
2. Martín miró y pareció decepcionado: «¿Pero qué clase de mundo es éste? Los hombres son poco más grandes que los conejos de la Tierra y el paisaje parece más bien un campo de estiércol... Los árboles son altos como las zarzamoras de la Tierra... Las montañas son lo más impresionante: realmente parecen altas y escarpadas. No veo mares, aunque sí algunos lagos de no más de unos diez mil cubos de agua... ¡Vaya diferencia entre las puertas diez y once!
3. ¿Qué clase de mozalbete con un solo pie veo allí? ¡Supongo que será un animal y no un ser humano! También veo una piara de una especie de marmotas... Me sorprende no haber visto hasta ahora animales por ninguna parte, mientras que en este minúsculo mundo de repente veo más bien animales que seres humanos... ¿Es posible que se trata de un mundo de animales? Pues sí, ahora veo otro gran rebaño de una especie de ovejas. ¡Lástima que no veo bueyes ni burros para encontrarme con algo parecido a mí! También veo pájaros, pero parecen de pocos amigos.
4. ¡Qué risa, allí veo hombres que parecen pegados! ¡El femenino está sentado encima de los hombros del masculino! ¡Y en otra parte veo a un hombrecillo que hincha su panza y, utilizándola como tambor, arma tanto escándalo como un regimiento completo de turcos! ¡Ay, cosa ridícula!
5. De veras, Señor, si este mundo lo creaste Tú, no habrás fatigado mucho tu Omnipotencia y sabiduría porque, comparándolo con todo lo que he visto antes, parece más bien insípido que eminente. De modo que tendré que retractarme ante la Tierra porque en el número diez hablé demasiado mal de ella; ante este mundo es un verdadero paraíso... Pero dime, Señor, ¿qué mundo es éste? Supongo que no puede encontrarse en nuestra sistema planetario».
6. «Sí; se trata de la Luna de la Tierra», le respondí. «Y estos hombres tienen su origen en la Tierra al igual que la misma Luna que, en otros tiempos, fue la parte más mala de la Tierra. Ahora, sin embargo, es mucho mejor que toda la Tierra. Por eso la Luna se volvió una escuela para almas muy mundanas: porque vale más un pequeño mundo árido con espíritu abundante que un mundo espléndido con espíritu escaso.
7. Aunque el aspecto de estos hombres te parezca miserable, todavía te costará mucho que tu espíritu llegue a las dimensiones que ya alcanzó el suyo hace bastante tiempo.
8. Para que conozcas la sabiduría de estos hombres, que venga una de esas parejas y hable contigo. Mira, ya vienen; pregúntales lo que quieras y verás que sabrán responderte. ¡Así sea!».
9. «Es verdad, ya viene una de estas parejas que se acerca con todo lo que la rodea, sirviéndose de su entorno como si fuera un barco», contestó Martín. «¡Mira, mira!, vistos de cerca parecen bastante curiosos, especialmente la diminuta mujer. Debemos ser invisibles para ellos aunque tienen que barruntar nuestra presencia pues miran atentamente alrededor suyo, sin poder descubrir nada».
10. «Has de acercarte para entrar en su pequeña esfera, entonces te verán», le expliqué. «Los habitantes de las Lunas de todos los planetas se caracterizan porque sólo ven a los espíritus de otros planetas cuando estos entran en sus pequeñas esferas. La razón del fenómeno es que las Lunas ocupan el grado más bajo y material de la naturaleza de los planetas, al igual que los excrementos están al nivel más bajo de la naturaleza del animal, aunque frecuentemente son más útiles que el animal o la persona misma. Haz pues lo que te he dicho y la pareja te verá en seguida».
11. Martín se acercó a la pareja. Cuando ambos le vieron admiraron su estatura. Martín trabó en seguida conversación con ellos: «¿Sois vosotros los auténticos habitantes de este pequeño mundo o además de vosotros hay otros más grandes y tal vez también más sabios que vosotros?».
12. «Seres como nosotros no los hay sino en cantidad justa, pero hay una gran cantidad de criaturas. Y en el lado opuesto de esta Tierra viven penitentes que a veces vienen a nuestra parte para aprender de nosotros la sabiduría interna. Por lo general estos penitentes proceden de otro mundo; supongo que del que también vienes tú. Pese a ser muy grandes de estatura su esencia es muy reducida. También tú eres de apariencia muy grande; no obstante, el auténtico hombre dentro de ti casi no se ve aún.
13. Vosotros, hombres grandes a quienes está concedida tanta vida, ¿qué hacéis? ¿Por qué la cuidáis tan poco? En el tiempo de la siembra, con cuyo resultado tiene que mantener su vida física, el hombre trabaja con mucho empeño. Si sus fuerzas se lo permiten continúa trabajando como un gusano en la madera podrida sin que haya obstáculo que lo detenga. Aguanta calores y fríos, lluvias y tempestades. No cuida su cuerpo y muchas veces arriesga su vida para conseguir el escaso alimento. Pero para mantener y perfeccionar la auténtica vida interna, para el auténtico, eterno y santo Yo, hace poco o nada.
14. ¿Qué dirías de un jardinero dedicado al cultivo de árboles frutales si tomara las flores por el fruto, adornando con ellas su hogar? ¿No sería este jardinero un insensato estúpido? Cuando su vecino esté recogiendo una gran cosecha él morirá de hambre porque sus árboles no le darán fruto...
15. ¿No es cada hombre un insensato aún mucho mayor si disfruta de su vida física en la Tierra, que corresponde a las flores de los árboles frutales, como si ésta fuera ya el fruto maduro? Con este placer prematuro está destruyendo el fruto que aún tenía que desarrollarse: la verdadera y eterna vida del espíritu. ¿Qué es lo que vuelve a desarrollar nueva vida imperecedera? ¿La flor, las hojas o la semilla que se encuentra en el fruto madurado? ¡Sólo la semilla!
16. Lo mismo ocurre con cada hombre: su cuerpo, sus sentidos, su intelecto y su razonamiento corresponden a las flores y las hojas. De ellos surge un alma madura. Y la madurez justa del alma hace que también madure la semilla dentro de ella. Esta semilla es el espíritu inmortal que, en su plena madurez, abarca todo y lo incluye en su propia inmortalidad.
17. Tal es nuestra sabiduría, hombre grande. Para aplicarla cumplimos con el reconocido Orden del Espíritu supremo de Dios. Con lo que nos ves aquí tal como somos. Ahora rebate mi sabiduría si puedes, ¡estoy preparado para todo!».
18. Martín estaba totalmente desconcertado por la gran sabiduría de este habitante de la Luna. Después de haberse recuperado contestó: «¡Hubiera esperado aquí cualquier otra cosa, pero una sabiduría tan profunda por supuesto que no! ¿Quién os la enseñó? Porque de vosotros mismos no habrá surgido.
19. Se sabe que los animales reconocen su orden mediante el instinto. También todas clases de plantas tienen que desarrollar lo que hay dentro de ellas. Por lo que plantas y animales tienen que seguir un esquema que les es impuesto. Sin embargo el hombre, como criatura libre y con su propio criterio, tiene que acumularlo todo antes, como en un receptáculo totalmente vacío, reconociéndolo y asimilándolo por medio de la enseñanza exterior. La palabra de la sabiduría de Dios tiene que ser sembrada en su corazón como una semilla en la tierra para que luego pueda llegar al conocimiento de sí mismo y en consecuencia al conocimiento de Dios y de su Orden. Si el hombre no recibe enseñanza alguna entonces es más estúpido que cualquier animal.
20. Como incuestionablemente sois hombres con los mismos derechos divinos que nosotros, también tenéis que haber recibido alguna enseñanza por parte de Dios mismo, directa o indirectamente. De lo contrario tu sabiduría sería para mí el mayor milagro nunca visto. Para todos los hombres primitivos Dios tiene que haber sido el primer instructor, porque si no, la inteligencia de los hombres habría permanecido hasta ahora al mismo nivel que la de los animales. Pues si el A hubiera quedado ciego, ¿quién habría podido dar luz al B, etc.? Como tú eres un hombre muy inspirado, ¿me dices cómo y cuándo os llegó la Luz divina?».
1. «Amigo, hablas y preguntas conforme a tu entendimiento y yo voy a responderte a mi manera», le contestó el habitante de la Luna. «Tomándote a ti como ejemplo parece evidente que el Supremo Espíritu de Dios os habrá enseñado exteriormente y esto con un palo en la mano porque es sabido que tú, y se supone que también todo el linaje humano de tu planeta, hasta ahora mismo sois todavía demasiado ignorantes para una enseñanza interior.
2. ¿Acaso piensas seriamente que el supremo y todopoderoso Espíritu de Dios haya creado al hombre, su criatura más perfecta, como un saco vacío en el que si quieres tener algo dentro hay que meterlo antes? Oh, ¡ahí estás profundamente equivocado!
3. El hombre de cada mundo celeste ya tiene un infinito tesoro de sabiduría dentro de sí. Sólo hace falta activar esta semilla con un medio adecuado y, sin nada más, producirá en seguida los frutos más maravillosos. Y del remedio adecuado ya se preocupa el excelso Espíritu Divino.
4. Si el hombre no ha rechazado tal remedio sino que lo ha aplicado en sí mismo, entonces empezará a germinar por su propia semilla, a crecer y, finalmente, a madurar. No hace falta enseñanza exterior, sino únicamente interior.
5. Porque todo lo que al hombre le llega de fuera siempre seguirá siendo algo ajeno. Lo recibido de fuera no puede darle una verdadera sabiduría propia y duradera sino sólo una sabiduría que nunca favorece la verdadera vida sino que causa su perdición, acabando al fin con ella. Pues, como algo venido de fuera, siempre se inclinará hacia lo de fuera y jamás hacia dentro, a la morada de la auténtica y verdadera Vida eterna de Dios, el Espíritu supremo.
6. Así es cómo nosotros llegamos a nuestra sabiduría; no desde fuera sino únicamente desde dentro. Si vosotros necesitáis de una enseñanza exterior será entonces porque sois unos seres muy toscos y sensuales, y por eso grandes pecadores. De modo que sois adversarios del Orden divino y por ello vuestro concepto de vida va contra vuestra auténtica vida: la interior. Así el A, el B y todos los demás serán y seguirán siendo ciegos si no les sopla un viento externo de enseñanza.
7. Esta es la respuesta a tu pregunta, también en el plano externo, ya que para comprender una respuesta en el interno te faltan todavía por completo las facultades necesarias, lo que tú mismo has confirmado con tu pregunta. ¡Pero aun así puedes seguir preguntando!».
8. Martín puso cara de vinagre ante esta explicación porque comprendía que no podía competir con la sabiduría de los habitantes de la Luna. Estaba muy interesado en demostrar a los habitantes de la Luna que él, como habitante de la Tierra, era más sabio; pero no encontró manera de demostrárselo.
9. Por eso Martín se dirigió a mí: «Señor, ¡no me abandones ahora! Ayúdame a vencer a este habitante de la Luna tan sumamente sabio para demostrarle que los hombres de tu Tierra no son tan ignorantes como él los pinta. Con sus respuestas me aplasta de tal forma que a mil de ellas no le podría devolver ahora ni una sola. Y eso teniendo en cuenta que yo debería ser su amo, como en adelante también de todo este mundo...
10. Tendría poca gracia que los habitantes de todos los mundos vistos vinieran a mí como amo suyo y me demostrasen que soy el insensato más estúpido de toda esta creación... Me parece que para evitar esta vergüenza haría falta que, con una sabiduría mayor, les pudiera demostrar desde el principio quién aquí es su señor. Así dejarían de tratarme en lo sucesivo en tono pedantesco como a un párvulo».
11. «Escucha, Martín, ¿acaso piensas que puedes hacerle callar a un verdadero sabio como a este con una batalla de respuestas?», le pregunté. «¡En eso te equivocas profundamente! De la misma manera que no hay sino una sola Verdad, tampoco hay sino una sola sabiduría que, igual que un baluarte eterno, es eternamente invencible. Si este habitante de la Luna se te enfrentó con la única auténtica verdad, dime, ¿con qué clase de sabiduría más sabia quieres combatirle?
12. Te digo que hay un camino muy distinto del tuyo para conseguir que estos espíritus se vuelvan afables, serviciales y devotos tuyos: el amor, la humildad y una gran mansedumbre. ¡Con estas tres cualidades de vida, las más importantes y principales, llegaremos finalmente al punto desde el que se puede combatir con eficacia a todos estos incontables habitantes de las estrellas!
13. El amor te enseña cómo hacer el bien y tan felices como sea posible a todos ellos. La humildad te enseña a ser pequeño y a no alzarte nunca con arrogancia por encima de nadie, por insignificante que parezca, sino a considerarte siempre como el más ínfimo. La mansedumbre te enseña a soportar a todos y a ayudarles, en todo lo que les haga falta, desde el fondo más íntimo del corazón y siempre con la misma benevolencia. Hay que ayudarles siempre con estos remedios tan sumamente afables que jamás pueden restringir la libertad de nadie. Si alguna vez fueran necesarios remedios más severos, nunca deben estar motivados por el afán de castigo o por la ira, por muy justa que sea, sino siempre por el mayor amor más puro y sin consideración de tendencias propias.
14. ¡Estas son las características de toda maestría celestial! Tienes que identificarte con ellas enteramente y ya verás como quedarás mejor con estos habitantes de la Luna. Por eso vuelve a la pareja y procura aplicar los remedios celestiales. ¡Así sea!».
15. Martín se dirigió de nuevo a la pareja de la Luna: «Escucha, mi apreciado amigo, pequeño y grande a la vez, he ponderado bien tus muy sabias palabras y, con la Gracia del Señor, reconozco que tienes toda la razón en todo lo que dijiste. No obstante, aún tengo otra pregunta. No creas que es para examinar más profundamente los fundamentos de tu sabiduría, sino sólo para aprender de ti.
16. Antes declaraste nula y sin valor toda enseñanza exterior . No puedo decir que estés equivocado del todo. Pero si toda enseñanza exterior y por lo tanto también toda noción exterior, venga de donde venga y entre por el sentido humano por el que entre, fuera mala, inútil y por eso reprochable, entonces quisiera que tu sabiduría me explicara por qué el gran Creador de todos los mundos, hombres y ángeles nos ha provisto de estos sentidos externos. ¿Para qué tenemos una voz que nuestra boca emite hacia fuera y una lengua capacitada para este fin? ¿Para qué hay formas exteriores y toda clase de apariencias externas en todos los seres y en las incontables cosas que existen? ¿Podríamos imaginar siquiera un ser sin formas exteriores? La supresión de toda forma exterior ¿no acabaría con la existencia de cada ser? ¡Por mi parte no puedo imaginarme un ser que no se manifieste con alguna clase forma exterior! Estas son mis dudas razonadas... Por eso te ruego que tengas paciencia y me despojes de ellas».
17. «Amigo, una vez apuntas demasiado bajo y otra demasiado profundamente. Una vez muy poco y la otra demasiado, ¡así que aún te falta mucho para acertar!
18. El Gran Espíritu ha creado infinitamente mucho de todo. Todas las relaciones recíprocas que lo “mucho” pueda tener entre sí han de ser externas, de lo contrario no podría ser “mucho”. Con lo que toda correlación entre lo creado es algo exterior. Y para que el hombre también pueda percibir lo exterior le son dados los sentidos externos. Pero con ellos aún no puede concebirlo; para eso precisa los sentidos internos de su espíritu.
19. De modo que el hombre tiene sentidos externos para percibir lo exterior, e internos para concebir lo interno, donde la sabiduría es un atributo de los sentidos internos del espíritu y no de los externos. Por eso tiene que ser aprendida desde dentro y no desde fuera hacia dentro.
20. El alma recibe esta enseñanza interior únicamente del espíritu al que el gran Espíritu de Dios ha revelado absolutamente todo acerca de toda la creación.
21. La lengua exterior así como el oído sirven para calificar lo externo y poder enlazar posteriormente lo externo con lo interno. Con tal enlace el hombre llega al pleno conocimiento del Orden divino; y este conocimiento es la verdadera sabiduría a la que deberíamos aspirar porque crea la fuerza intrínseca del espíritu y activa su vida.
22. Ahora comprenderás que el Espíritu de Dios jamás ha enseñado a los hombres a través de revelaciones exteriores sino siempre desde dentro, por el espíritu. Aunque aparentemente parezcan enseñanzas exteriores de personas, nunca podrán ser eficaces interiormente antes de que la fuerza omnidespertadora del Espíritu de Dios las haya introducido en el espíritu más interno del hombre. Lo mismo pasa con todas mis explicaciones que ahora recibes a través de tu oído físico.
23. Si Dios mismo te enseñara toda la sabiduría exteriormente como ahora lo he hecho yo, toda esta enseñanza Suya, del gran Dios, no te serviría de nada si Él, por medio de su Espíritu sumamente santo, no te ha enseñado interiormente a través de tu propio espíritu.
24. Si entiendes lo que te digo tómalo como respuesta adecuada. Pero ten en cuenta que mientras no lo hayas recibido dentro de ti no te servirá para tu salvación sino que será un castigo: pues, en tanto no lo hayas asimilado, en vez de hacerte libre siempre será un freno para tu desarrollo espiritual. Si quieres hacer más preguntas, entonces pregunta, ¡te responderé!».
25. «Amigo, pese a tu aparente sencillez tengo que reconocer de nuevo que tu sabiduría es verdaderamente profunda. También admito que no puedo competir contigo ni de lejos. Pero por muy perseverante sabio que seas, tendrás que aceptar que si enseñaste a alguien con mucho amor en asuntos sobre el Orden de Dios, sobre su Amor, Omnipotencia y sabiduría, aunque sólo haya sido externamente, ¡tal enseñanza nunca podrá resultar un castigo para un discípulo inofensivo y dispuesto, sino que tendrá que ser para él un camino justo hacia la Vida eterna! Yo por mi parte no doy mucha importancia a la sola sabiduría sino únicamente al amor. ¡Porque donde falta el amor toda sabiduría me importa un comino!
26. ¿Qué te parece este punto de vista mío? Ya sé que para poder entrar en el auténtico Reino de Dios el hombre tiene que haber renacido antes por el espíritu. Pero precisamente para llegar a este renacimiento, tiene uno que haber aprendido previamente los primeros pasos para tal fin, y ello mediante enseñanza exterior porque, especialmente en el caso de niños, no hay ni que pensar en una enseñanza interna. Y si en eso también estoy equivocado, ¡demuéstrame entonces cómo educáis a vuestros niños en la Luna!».
27. «¿Por qué continuas preguntando con tanta labia de miras estrechas si de todos modos tu propia opinión te parece ser la más acertada?», le preguntó el sabio de la Luna. «¿Es cada enseñanza exterior una ley que prescribe las normas a qué atenerse o no? ¿Acaso las leyes y los reglamentos no llevan implícitos un castigo? Y la ley, ¿ha liberado a alguien jamás?
28. Es sabido que vosotros primero hacéis de vuestros hijos unos cautivos y después ya no los podéis liberar. Nosotros educamos a nuestros hijos al modo como un alfarero de vuestra Tierra hace un tarro en su torno, estirándolo encima de la rueda desde dentro hacia fuera y al mismo tiempo apretando desde fuera hacia dentro porque si no le saldría un tarro deforme. De modo que si quieres aprender cómo educar a los hombres para la eterna libertad ve al taller de un alfarero donde comprenderás tu amor mal interpretado. A ver si me entiendes: ¡en el alfarero hay más sabiduría que hasta ahora en ti!».
29. Tras haber recibido este golpe bajo Martín volvió a mí y me dijo: «Señor, con este ser de la Luna tan radical no hay manera de entenderse. Le puedo presentar algo todo lo de acuerdo que se quiera con tu enseñanza, ¡siempre me lleva miles de años de ventaja! Lo sorprendente es que él nunca habrá visto la Tierra como astro y sin embargo parece que la conoce mejor que yo... Fíjate que me remitió a un alfarero de la Tierra para que de él aprenda la sabiduría y estudie el secreto del amor ¡vaya cosa más graciosa!
30. ¿Qué pintaría yo allí? ¿Acaso me pondré a fabricar tarros? ¡El descarado me echó en cara que hasta Tú, Señor, no podrías ayudarme con tu enseñanza oral si la misma no viniera ya desde dentro de mí, de mi propio espíritu! ¡Con esto, evidentemente, ha cometido un gran pecado! ¡No me importaría que este fanfarrón sufriera un pequeño escarmiento para que entienda las consecuencias de negarte, incluso a ti, la eficacia de tu enseñanza!».
31. «Bueno, mi querido Martín», le advertí, «vale más que te conformes con esto porque si te pelearas con este habitante de la Luna te ganaría con mucha ventaja. Y no merece un contratiempo desagradable porque es un espíritu sumamente bueno. Ha sido un poco más duro contigo porque en tu interior descubrió una especie de ansia de honores, que es lo que menos soportan estos seres. Porque para ellos lo externo tiene que estar en absoluta armonía con lo interno.
32. Por lo demás ten muy en cuenta lo que este sabio te ha transmitido; tiempo vendrá en que te será muy útil. El alfarero es realmente una correspondencia muy acertada: a través de ella puedes llegar a conocer toda la plenitud de mi Orden. Pues Yo también soy un alfarero y mi actividad es la de un alfarero porque mi Orden es como la rueda del alfarero y mis obras equivalen a los tarros del alfarero. ¿Cómo es esto? ¡Ya te lo enseñará el futuro!
33. Pasemos ahora a la puerta número doce. Allí se te aclarará mucho de lo que hasta ahora te quedado oscuro. ¡Así sea!
1. Ya hemos llegado a la duodécima puerta; está abierta como las otras. ¡Acércate hasta el umbral y dime lo que ves!».
2. Martín lo hizo y después de un buen rato de admiración empezó a hablar: «Señor, ¡esto es fantástico! Hasta una enorme distancia veo incontables Soles brillantes y mundos flotando, volando y girando, parecidos a las efímeras en un día de verano, algunas horas antes de la puesta del Sol. ¿Cuántos millones de millones de ellos habrá? ¿Y cuántas eternidades harán falta para conocerlos algo más de cerca?
3. ¡Dios mío! ¡Cuanto más tiempo miro, tanto más veo! Señor, ¿es posible que Tú puedas abarcar esta inimaginable cantidad de Soles y mundos, y guiarlos y mantenerlos? ¡Esto es algo espantoso!
4. Sólo la Luna ya me daría a mí bastantes motivos para ocuparme una eternidad de ella. ¡Y Tú, Señor, tratas con estos muchos millones de millones de Soles y mundos, organizando y manteniendo todos como si fuera una bagatela, y eso preocupándote del más ínfimo de todos los astros como si en toda la infinitud no hubiera ningún otro! ¿Cómo es posible que Tú puedas hacer todo esto?».
5. «No hay espíritus creados que puedan asimilar del todo cómo esto es posible», le expliqué a Martín. «Pero la eternidad aún te enseñará mucho de lo que hasta ahora te resulta incomprensible. Por eso no indagues más al respecto. Si Yo te descubriera la grandeza de mi Amor todopoderoso y de mi Sabiduría, entonces no podrías vivir; las profundidades de mi deidad son un misterio para todo espíritu creado.
6. Lo que aquí ves no es sino el campo solar más pequeño que existe, al que muchas veces divisaste en el firmamento de la Tierra cuando el cielo estaba raso. De modo que no pienses que este campo solar es el único que llena el espacio infinito y eterno: te digo que los hay infinitamente más grandes, ricos y maravillosos, sin fin y sin número; pues mis creaciones no tienen fin. En todas partes encontrarás diferentes composiciones con una diversidad inimaginable para ti y con formas cada vez mayores en majestuosidad y esplendor.
7. Únicamente la forma del hombre permanece y es por todas partes la misma. Entre los innumerables habitantes de los más diversos mundos sólo existe una graduación en tamaño, amor, sabiduría y belleza. Pero dentro de estas graduaciones siempre mantienen invariable la forma humana que es mi fiel imagen. Los más sabios son los más hermosos, y los más penetrados de amor los más delicados, finos y espléndidos.
8. De momento aún no serías capaz de soportar ni la más modesta forma humana de uno de los más insignificantes mundos que ahora has visto. Por eso tienes que conformarte por ahora con contemplar estos Soles y mundos todavía desde muy lejos. A medida que tu espíritu madure ya llegarás a admirar más de cerca todos los milagros de mi creación.
9. Pero para ello aún tendrás que hacer muchos sacrificios, especialmente respecto a las mujeres, terreno en el que todavía estás muy abandonado. Mientras no renuncies al mujerío cualquier contemplación más cercana tendrá que serte vedada porque si tuvieras acceso a todas esas bellezas te olvidarías de mí muy fácilmente.
10. Olvidarte de mí acabaría en la pérdida de la vida y su libertad celestial a cambio de juicio, muerte e infierno, de los cuales un espíritu no está a salvo mientras aún no haya renacido del todo por mi Espíritu.
11. Ya conoces este hogar tuyo. Yo mismo te he llevado por todas partes hasta al umbral de la Vida eterna; ahora tienes que continuar por tu propia cuenta si quieres realmente liberarte. Ahora, aparentemente, te dejaré solo aunque no sin darte otro acompañante. El te enseñará cómo reconocer mi Voluntad en el tablero blanco. Reflexiona bien sobre todo que has visto y oído, y adelantarás fácilmente, ¡así sea!».
1. Después de estas palabras dejé repentinamente a Martín. Pero en el mismo momento se presentó otro espíritu angélico: el librero ya conocido. Este, en compañía de Pedro, ya había realizado un gran progreso al que las revelaciones de Swedenborg contribuyeron mucho.
2. Cuando Martín vio este cambio tan brusco se sorprendió sobremanera y le preguntó en seguida: «¡Caramba!, ¿qué pasa aquí? ¿Acaso eres tú mi futuro guía? ¡Más fácilmente habría creído en la existencia de la muerte en el Cielo que en que tú pudieras ser mi guía! ¡Esto es el colmo! Antes el Señor mismo, ¿y ahora tú?
3. ¡Ja,ja,ja, no me hagas morirme de risa! Tú, un librero, ¿mi guía? ¡Ja, ja, ja, no faltaba más! Un miserable librero mostrarme el camino por todos los Cielos, a mí, ¡un antiguo obispo e instruido de Dios! No, ¡esto no puede ser! Amigo mío, ¡vete por el mismo camino que viniste porque a ti no te seguiré a donde sea!
4. No me habría importado que el Señor me hubiera mandado como acompañante y guía a cualquier golfo, pero precisamente a ti, que eres sabedor de todas mis canalladas, ¡esto es inadmisible! O te vas tú o me voy yo, poco importa. Con mucho gusto te cedo este edificio fantástico que seguramente carece de consistencia y cuyas instalaciones me parecen bastante sospechosas.
5. Ya ves lo que contiene esta sala, suponiendo que puedas ver lo mismo que yo... Pues ya he logrado saber que en este mundo fantástico dos personas, una al lado de otra, ven la misma cosa totalmente diferente. Donde uno ve un burro, el otro puede ver un buey o hasta a un sabio... O donde uno ve luz, su compañero ve oscuridad...
6. Alguien espabilado, como tengo el honor de ser, puede deducir de ello que este mundo celestial tal como ahora lo conozco, es estúpido e insípido, una fantasmagoría sin la menor consistencia.
7. Por eso iré a donde sea. Tú, sabio ratón de biblioteca, puedes estudiar en mi lugar la alta astronomía tras estas doce puertas, y enamorarte de una bella mercuriana, o de una de las aún más bellas habitantes del Sol, suponiendo que puedas ver con tus ojos lo que yo vi. ¡Adiós!, ¡y ve a donde quieras! ¡Yo voy a buscar un sitio con más consistencia que esta sala astronómica!».
8. Con estas palabras Martín quiso marcharse pero el librero, que se llamaba Borem, le detuvo con las siguientes palabras: «Amigo, ¿Por qué tan insensato? ¿No fuimos siempre en la Tierra unos amigos muy íntimos y confiados? ¿No fui yo siempre sabedor de todas tus granujadas? ¿Acaso te delaté alguna vez? Y si allí no lo hice, mucho menos aún lo haría en el Reino del Cielo, donde de todos modos el Señor te conoce un millón de veces mejor que jamás llegaré a conocerte yo. ¿Por qué te escandalizas ahora como si el Señor de todas las eternidades me hubiera hecho guía tuyo?
9. ¡Estás totalmente equivocado! No vine sino por hacerte compañía y para servirte en todo como criado tuyo. Además también quisiera aprender algo de ti porque al lado del Señor seguramente habrás tenido grandes experiencias; de modo que en manera alguna vine para que admitas algo de mí. Siendo así, ¿cómo es posible que al verme te pongas de esa manera?
10. Puedes muy bien quedarte con esta propiedad tuya que seguramente es bastante más consistente de lo que piensas. Y a mí considérame por lo que he venido y no por lo que tu fantasía, tan profundamente ingrata ante el Señor, te hace creer. Supongo que así podremos entendernos ambos en buena armonía». 11. Martín se quedó parado y no supo qué responder al librero. Absorto en sus pensamientos se acercó a la puerta de Mercurio, procurando concentrarse.
12. Mirando fuera vio una gran muchedumbre de mercurios de ambos sexos, entre ellos también a la hermosa conocida que había cautivado sus ojos y su corazón durante la primera visita. Al verla Martín se olvidó de su compañero Borem y salió a su encuentro por la puerta.
13. Al entrar en su esfera también la bella mercuriana le vio y le dijo: «Te conozco y te quiero como todos nosotros te queremos, como nuestro amo. Pero aun así descubro algo en ti que no nos gusta a ninguno: ¡Hay en tu interior una gran avidez carnal y mientras no te la quites de encima no debes acercarte a nosotros!
14. Esto te lo digo porque te amo. Sé que también tú nos amas, a mí y a todos nosotros que esperamos volvernos felices por ti, si llegas a ser lo que debes. Pero si no llegas a serlo nos dejarán en manos de otro más digno.
15. Por eso no te dejes cegar por mis atractivos y corresponde al Orden de aquel supremo Espíritu de Dios cuya sabiduría nos ha dado a ti y a mí formas tan hermosas.
16. También tú eres para mí sumamente hermoso pues irradia de ti la verdadera majestad del Supremo Espíritu Divino. Pero aun así tengo que contenerme y rehuirte al ver que mi imagen dentro de ti se vuelve incandescente.
17. Mientras carezcas de la plena firmeza divina haz tú lo mismo. En cuanto la consigas nos podrás tener a todos en toda la plenitud del placer divino-celestial.
18. Sobre todo sé consciente: lo que aquí deseas ¡rehúyelo! y lo tendrás. Pero rehúyelo por amor y no por aversión. Por eso también yo te rehuyo, porque te amo sobremanera.
19. Ve y actúa en consecuencia; como compensación te espera una eterna y dulce gratitud en este pecho que arde por ti, una gratitud cuya dulzura te es totalmente desconocida hasta ahora».
20. La hermosa mercuriana se retiró con estas palabras, revelando su belleza y Gracia puramente divina aún más que antes, con el resultado de que Martín quedó totalmente arrebatado.
21. Permaneció agachado en el suelo durante mucho tiempo, callado del todo e incapaz de pensar nada, hasta que Borem se le acercó y, dándole palmadas en el hombro, le dijo:
22. «Hermano mío, ¿qué te ha pasado? ¿Acaso la encantadora mercuriana te ha cautivado de tal manera que ahora estás totalmente paralizado? ¿O qué otra cosa te ha sucedido?».
23. Martín, de mal humor, le contestó: «Vaya, ¡vete al “...” o a dónde sea! ¿Acaso te he llamado? Siendo tú mi siervo y yo tu amo, ¿cómo es posible que vengas sin que te haya llamado? ¡Acuérdate de ello y en adelante no vengas antes de que te llame, de lo contrario puedes volverte a donde viniste!».
24. «Escucha, amigo, si me tratas de esta manera es fácil que el Señor, pese a la increíble paciencia que tiene contigo, aún deje probar su severidad a aquél que pisotea su indulgencia como tú lo estás haciendo ahora», le avisó Borem. «Así que levántate en el Nombre del Señor y también en el de esta doncella divina que acaba de darte una lección muy sabia; de lo contrario pronto te arrepentirás...
25. ¡Ten en cuenta las incalculables Gracias que el Señor ya te ha concedido después de tu última hora en la Tierra y las muchas enseñanzas sapientísimas que has obtenido en todas partes! Por desgracia poco fruto celestial han dado en tu interior... Así que ¡cambia de una vez y vuélvete otro ser! Si no, como te he dicho, experimentarás la severidad del Señor para el testarudo que pisotea su indulgencia con los pies. ¡Pues sabe que la paciencia del Señor también tiene sus límites! Por eso ¡levántate y sígueme a la sala!».
26. Profundamente enojado, Martín protestó: «¡Vaya, vaya!, ¡ahora queda claro qué clase de acompañante y siervo mío eres! ¡Gracias, guárdenselo! No estás aquí sino para vigilarme, así que te puedes quedar y hacer lo que quieras. Yo me marcho y ya veré si puedo practicar el bien sin tu ayuda...
27. ¡Pero esto es inaudito!: yo, que como obispo soy un apóstol del Señor Jesucristo, ¿admitir que un golfo piojoso de librero me censure? No, ¡esto es el colmo! ¡Lárgate de aquí porque si no corres el riesgo de que llegue a las manos! Hice el bien y te salvé de las llamas, ¡pero me arrepiento mucho de ello! Como ahora eres mejor que yo y te volviste maestro mío ¡no te puedo aguantar ni pintado!
28. Aquí no se oye hablar de otra cosa sino de la libertad divina. ¡Pero vaya libertad si uno no puede mirar siquiera por la puerta de su casa sin tener un inspector al lado! ¡Anda y cuida que no te roben la libertad celestial! ¡Y además me amenazan!, ¿también en los Cielos hay castigos?. ¡Vaya, vaya!
29. ¿Acaso tienes ya una especie de porra celestial oculta bajo tu túnica celestial para poder entrar en acción inmediatamente?
30. ¿No pensarás que tengo miedo a cualquier castigo? ¡Inténtalo y verás lo poco que me puedes impresionar! Si el Señor desea conseguir que me mejore por medio de castigos que haga lo que quiera. Pero mientras yo pueda querer libremente lo que quiero también seré como deseo. Soy muy consciente de qué es lo que significa hacer frente al Señor y conozco su poder. Pero he de admirar la grandeza de un espíritu que tiene el valor de hacerle frente».
31. «Escucha, amigo, vine manso como un cordero, por encargo del Señor», observó Borem. «Y jamás te hice mal en la Tierra y mucho menos aún aquí. Pero tú me has recibido desde el principio peor que un soberano recibiría en el mundo al más ínfimo de sus esclavos. Dime ahora, ¿es esto sabio y afectuoso como debiera ser en el Cielo? Si al Señor le pareció bien mandarme a tu lado, ¿acaso tu reacción significa que te sientes ahora mejor y más sabio que él?
32. En tu interior el Señor ve tu apetito carnal y una gran impertinencia para con quien intente frenar tu asquerosa sensualidad. Por eso me mandó a tu lado, para que de una vez saliera a la luz tu impertinente orgullo y junto a él tu sensualidad cada vez mayor. Pero tú me recibes como a un prototipo del infierno e ignoras del todo al Señor que quiere hacerte bienaventurado. Te digo que si a cambio de tantas Gracias por parte del Señor continuas con semejante testarudez ante Él, entonces pronto sufrirás las consecuencias.
33. Ahora te dejaré porque ya veo que me odias pese a que jamás te he dado el menor motivo para ello. ¡Que se cumpla en ti la Voluntad del Señor conforme a su Amor, Misericordia y justicia!».
34. Cuando Borem se puso en marcha, Martín le detuvo con mucha amabilidad, rogándole que se quedara porque quería reconciliarse con él; y que luego quería hablar sobre asuntos sublimes.
35. De modo que Borem se quedó, esperando un buen rato la proposición que Martín iba a hacer. Este, mientras tanto, estaba estudiando todas las posibilidades para darle a Borem jaque mate.
36. Pero Borem descubrió sus intenciones y tomó la palabra: «Amigo Martín, en el nombre del Señor Jesucristo te digo que no hagas tanto esfuerzo vano porque descubro hasta tus pensamientos más secretos.
37. Lo que tus pensamientos están tramando ahora honraría a todos aquellos espíritus que llamamos “diablos”. ¡Te digo que no me vengas con semejantes disparates porque tu plan te acarreará graves consecuencias!
38. Dime, ¿por cuánto tiempo te propusiste hacer frente al Señor dentro de tu corazón? Dímelo sin retenerte para que sepa a qué atenerme. Créeme: pese a lo eternamente consistente que es todo esto de aquí, con la mayor facilidad puedes encontrarte de repente en un lugar que te gustará bastante menos. Te digo que el Señor me ha encargado que en adelante ya no sea indulgente contigo, puesto que dentro de ti ha surgido el fuego de la sensualidad y del espíritu dominador.
39. Habla ahora libremente y sin ocultar nada, pero sin segundas intenciones. ¡Habla la pura verdad! Pues te digo en el nombre del Señor que descubriré cada pensamiento engañoso que tengas. Y tu castigo será mi repentina desaparición junto con todo lo que hasta ahora puedes llamar propiedad tuya. ¡Medítalo muy bien y dime lo que piensas hacer. ¿Quieres ahora seguirme o no?».
1. Martín se sintió muy incómodo ante estas palabras severísimas y empezó a rascarse la oreja. Luego siguió hablado en voz baja, más bien para sí mismo: «¡Ya me imaginaba que aquí en el Cielo no se puede confiar en nadie. El Señor me ha mostrado todos los tesoros del Cielo en cierto sentido pero éste habla conmigo en un tono como si inevitablemente fuera a encontrame ahora mismo en el infierno... ¡Vaya recompensa! Yo mismo le salvé de una especie del fuego infernal y él, a cambio, quiere despacharme a la misma fuente del tal fuego... ¡Menuda amistad!».
2. Con voz algo más alta y dirigida a Borem continuó: «Amigo mío, ya veo que poco a poco te estás quitando el antifaz, con lo que resulta evidente cuál es el motivo por el que fuiste enviado aquí. Haces bien al cumplir tu encargo. Y yo voy a cumplir con el mío, con el que me impone mi razón.
3. Reconozco que mi plan ha sido insensato y tal vez también maligno, pues realmente quería hacer frente al Señor, aunque fue más bien para experimentar cuáles podrían ser las consecuencias del caso. Pero descubriste mis pensamientos de manera ejemplar y me detuviste severamente.
4. Pero que me tomes por un diablo ya listo para el infierno, de eso el Señor no me ha revelado nada. Voy a atenerme al Señor y no a ti, con lo que también cumpliré con lo que Él me manda . A ti te escucharé sólo en lo que se refiere al tablero blanco, puesto que el Señor me ha dicho que ibas a enseñarme su uso. En todos los demás asuntos dependerá de mi juicio si te escucho como hasta ahora o no.
5. Respecto a tus amenazas puedes muy bien prescindir de ellas pues como no tengo miedo a nada, lo que deducirás fácilmente porque incluso ante el mismo Señor no me muerdo los labios y hablo tal como siento y pienso, poco efecto surtirán. Yo, por mi parte, vuelvo ahora a la sala. Si quieres puedes seguirme. ¡Y si no, puedes hacer lo que te de la gana!».
6. Martín se puso en pié y, con paso ligero, volvió a la sala; Borem le siguió de buen grado.
7. En seguida Martín se dio cuenta que había algo escrito en el tablero blanco y se acercó rápidamente para ver de qué se trataba. Pero no pudo descifrar la escritura que le parecía más bien como jeroglíficas. Por eso de nuevo se puso de mal humor y observó:
8. «¿No podrían estos escribientes celestiales valerse de una escritura que uno como nosotros fuera capaz de descifrar sin llamar a un traductor? ¡Escribirle a uno en una escritura desconocida tiene el mismo resultado que hablarle a un occidental en chino! ¿Para qué serviría una cosa así?».
9. Aquí Borem le cortó la palabra: «¿Ves? ¡A esto equivale en la Tierra vuestro rito dogmático exclusivamente latino! Porque tampoco allí nadie comprende nada a no ser que entienda dicha lengua. Y para que quien la domina tampoco se entere del contenido del oficio divino hay que acompañar la misa con gran ruido de órganos, timbales y trombones. El resto de la misa se dice entre dientes, otra vez nadie puede entender nada. Dime, ¿acaso esto no es insensato, pese a ser episcopal?
10. Tú que estás acostumbrado a tales insensateces, ¿cómo puedes escandalizarte por no ser capaz de leer esta escritura a primera vista? Mira el tablero con un poco más de concentración y, mezcladas místicamente entre los doce signos del zodiaco, tal vez encontrarás algunas citas en latín. Yo, por lo menos, allí arriba leo claramente: “Dies illa, dies irae”».
11. Martín miró el tablero con un poco más de concentración, vio lo mismo y preguntó qué significaba.
12. Pero Borem le contestó: «¡Tú que eres latinista, supongo que podrás traducírtelo! Continúa leyendo y descubrirás aún más citas de esta especie. En cuanto hayas terminado, ¡ven y pregunta!».
13. Entonces Martín estudió el tablero más intensamente y descubrió las palabras: “Requiescant in pace, et lux perpetua luceat eis”, y luego: “Requiem aeternam dona eis, domine”, y más: “Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris” .y una gran cantidad de parecidos disparates. Después de haberlos examinados todos se dirigió a Borem visiblemente alterado:
14. «En fin, ¿para qué todas estas estupideces? ¿Por qué están citadas aquí? ¿Acaso para lanzarme indirectas por mi anterior dignidad episcopal terrena?».
15. «No, amigo mío, ¡nada de eso! ¡Todo se cita para mostrarte cuánta insensatez hay todavía dentro de ti! Y por la misma razón es por la que todavía vas vestido de campesino. La camisa que me diste espontáneamente antes, cuando estaba desnudo, se encuentra debajo del tablero, bien limpia. Póntela y a ver si así te das cuenta más fácilmente de tus abundantes insensateces.
16. Aunque el Señor te haya concedido la enorme Gracia de haberte despojado del veneno de la malicia, todavía te queda tu gran insensatez. Pero sólo hace falta que la alimentes convenientemente y se transformará de nuevo en malicia, lo que acabará en un juicio fatal para ti. Que lo sepas: ¡mientras aún no hayas renacido del todo en el espíritu no estarás totalmente libre del infierno! Pero para que todavía puedas salvarte de semejante calamidad se te llama la atención sobre tus insensateces pues el Señor no puede quitártelas sin que de ello resulte un juicio para ti».
17. Pensativo, Martín le respondió: «Bueno, si es así, entonces primero vuelvo a ponerme mi camisa para no parecer un sirviente sino al menos a un campesino bueno y honrado. Y segundo, .ya que ahora eres un librero celeste y sobremanera sabio, puedes mostrarme cómo deducir mis presuntas insensateces de las citas del tablero. Las citas serán profundamente sabias pues todas ellas proceden de santos padres de la iglesia tan sumamente doctos que no seríamos dignos ni de desatarles los lazos de los zapatos».
18. «Entonces óyeme», respondió Borem. «¿Dónde está y qué es el día de la ira, del juicio? ¿De la ira de quién se trata y quién va a juzgar? ¿Acaso te imaginas que Dios es un Dios de ira y juicio? ¡Nada de eso! Te digo que Dios es el más puro y supremo Amor en sí mismo, que dijo de sí: “Yo no vengo para juzgar el mundo sino para hacer bienaventurado a todo el que cree en mí y me ama”.
19. El Señor habla de una resurrección en el “día más reciente”, día que para cada cual empieza en el momento en que el cuerpo físico ha sido puesto aparte. Pero del juicio sólo habla cuando dice: “Cada cual tiene ya dentro de sí lo que va a juzgarle: ¡palabra!”. Siendo esta la palabra del Señor, ¿dónde encuentras ahora tu ominoso dies illa, dies irae? Ya ves que en vez de hablar del “día del juicio” sería evidentemente mejor decir: “¡Oh día de mi mera insensatez y de mi gran malicia!”».
20. «Si interpretas tan fabulosamente esos textos y si según tu criterio un último juicio general no existe, ¿cómo interpretas entonces las inequívocas palabras del Señor acerca de la segunda venida apocalíptica del Señor como juez inexorable; y cuyas señales el mismo Señor califica de horripilantes, una gran tribulación, carestía, hambre, guerras, levantamientos, terremotos, la aparición de la señal del Hijo del hombre en el firmamento, la subida y caída del anticristo, el oscurecimiento del Sol y la Luna, y la caída de todas las estrellas del cielo?», objetó Martín. «¿Y cómo interpretas donde el Señor, tras la descripción de la preparación, también describe el mismo juicio final en el que abominables herejes, fornicadores y adúlteros tienen que bajar a los infiernos, escoltados por millones de rayos que salen de la boca de los elegidos y de los ángeles de Dios como maldición merecida para los incontables herejes infames como tú?
21. Sabio y petulante librero, ¡dime cómo explicas esto! ¿También resulto insensato si creo en estas palabras de Dios?».
22. «¡Hipócrita!, ¿cuánto tiempo hace que admites más o menos que Cristo es Dios, y sin embargo a la menor tentación caes como cae una hoja seca del árbol? Te digo que si hubieras concedido el menor crédito real durante toda tu vida terrena a estas palabras de Cristo, ya hace tiempo que te encontrarías aquí en mejores condiciones. Pero como no admitiste ni siquiera el sentido exterior del Evangelio, al pie de la letra, y mucho menos aún el sentido intrínseco, creyendo y practicándolo, todavía te encuentras plantado aquí, pese a haber oído miles de enseñanzas sapientísimas por Su misma boca, como uno que se queda tieso como un palo ante todos estos infinitos milagros de Dios.
23. ¿Quién sabrá a qué atenerse contigo? Y ¿quién sabrá servirte de guía? Aunque alguna vez demuestres algo de fe o de humildad, al poco, en vez de ello, ya no se ve sino hipocresía, altanería y odio...
24. ¡Te conozco, y sé que mi enseñanza no te servirá para nada! ¡Hasta en presencia del Señor mismo te alteraste más y más cuando Piramah, el sacerdote de la Luna, te habló con sabiduría cada vez más profunda! Aunque te abriera los ojos acerca de tu pregunta, motivada por el orgullo, sé que con ello no mejorarías sino que sólo te enojarías aún más.
25. De modo que mientras sigas siendo como ahora eres no te daré enseñanza ni instrucciones. Y para en adelante no ser para ti piedra de escándalo, voy a dejarte ahora según las instrucciones del Señor. A partir de ahora serás totalmente libre para hacer lo que quieras. Sabe que a partir de aquí, junto con todo aquello que el Evangelio revela realmente respecto a las apariciones del fin de los tiempos, están a tu disposición, indiferentes, dos caminos: el que lleva al Cielo y el del infierno».
26. Con estas palabras Borem desapareció y Martín quedó totalmente abandonado a sí mismo. A ver qué provecho iba a sacar de todas las sabias enseñanzas recibidas.
27. Martín llamó en voz alta a Borem, pero este ya no le hizo caso. También llamó al Señor y a Pedro, pero con el mismo resultado. De nuevo se dirigió a la puerta de Mercurio y también vio el planeta, pero se había alejado a una gran distancia; fue a la puerta número uno donde anteriormente había visto la multitud de chicas guapas, pero mirando por ella no vio más que la misma pradera, tan desierta como antes.
28. Seguidamente inspeccionó todas las demás puertas, vio también al Sol, los planetas y la Luna pero todos a una distancia como la natural desde la Tierra. El tablero y la sala con su mecanismo astronómico fueron lo único que conservó su antigua forma.
29. A Martín todos estos objetos no le gustaban. Por eso salió para ir a la casa del Señor; pero también se había vuelto invisible. Y como el jardín alrededor de su casa estaba en un estado que no invitaba a pasear por él, Martín volvió a entrar en la casa desesperado.
30. Allí se quedó un rato inmóvil como una columna mirando al tablero blanco, todavía vacío por un lado y por el otro presentando los textos latinos citados. Sólo cuando empezó a aburrirse dio algunos pasos hacia el mecanismo para mirar de nuevo la Tierra. No habló nada pues se estaba dando cuenta que su situación empezaba a ser delicada.
1. Después de haber estudiado intensamente el globo terrestre artesano durante unas doce horas terrenales y sin que nadie se hubiera presentado, Martín empezó a hablar para sí mismo:
2. «Así que otra vez he estudiado el globo de la Tierra por todas partes... ¡Hay que reconocer que todo lo que allí pasa es una vergüenza! En todos sitios no se ve sino estafa, malicia, crueldad y política abominable! ¡Increíble todo esto!
3. Cualquier clase de vida en la Tierra tiene que darte asco viendo toda esa degeneración escandalosa... En medio de tantos milagros de Dios, que claman por ser contemplados, muchos millones de personas no tienen ni la menor idea de Él y actúan como si en verdad pudieran vivir eternamente en un mundo por todas partes señalado con los sellos de la muerte... De veras, ¡esto es increíble! Yo mismo tengo todavía muchas características animales ¡todo esto es el colmo de los colmos!
4. Parece que mis colegas en Roma se han reunido en cónclave y concilio. Pero el motivo no son el Señor y el espíritu del Evangelio sino únicamente el ansia de dominio entre ellos que delibera sobre las medidas más convenientes a tomar para llegar lo antes posible a sus propios fines.
5. Asimismo los protestantes intentan ganarse a todo el mundo, mediante el poder del puro razonamiento, para luego imponerle nuevas leyes que favorecerán más bien al legislador que a aquél que las recibe.
6. La alta iglesia episcopal de Inglaterra está procurando con gran esfuerzo difundir más eficazmente el precepto del óbolo en la comunidad de los fieles. Pero ella misma no da ni el hoyo necesario para enterrar un gato muerto.
7. En resumen, la situación en la Tierra es tal que evidentemente ya no puede ser peor ni en el mismo infierno. Por eso, ¡apártate de mí, mundo abominable! ¡Quien por sí no lo era, tiene que volverse malo con sólo mirarte, y cuánto más todavía si como yo mismo desempeñó durante casi 50 años el oficio de obispo romano!
8. Realmente soy una mala clase de espíritu aquí en este reino de seudo-cielo, ¿pero cómo podría remediarlo? ¿Tal vez mi maldad desaparecerá dentro de dos mil años terrenales si para entonces todo lo material se ha disipado en mí? ¡Vaya animal que soy!».
9. Después de este soliloquio Martín volvió a callarse, reflexionando qué iba a hacer. Pero no se le ocurrió nada realizable.
10. Tras muchas cavilaciones se acordó que aún no había examinado las preciosas galerías de su casa y empezó a buscar la subida. Pero estaba oculta, de modo que no pudo encontrarla. Salió de la casa para buscarla fuera pero tampoco allí había la menor indicación acerca de dónde podría encontrarse la subida.
11. Lo que le desconcertaba sobremanera era el detalle de que la sala interior de su casa era enorme mientras que por fuera la casa no parecía ser más grande que cualquier ermita. Y se admiró no poco que desde fuera no se pudiera ver el menor rastro de los doce gabinetes, pese a que estos desempeñaban un papel tan milagroso en el interior de la casa...
12. Como fuera de la casa no encontró nada de lo que estaba buscando, empezó a dar vueltas de mal humor en el pequeño jardín. Había algunas pocas moras miserables que recogió porque empezaba a sentir hambre. Pero este alimento no le hacía mucha gracia y dejó de buscar más. Como no había nada que le pudiera llamar la atención volvió a entrar en la casa donde también desistió de buscar una posibilidad de subir a las galerías.
13. De nuevo miró el tablero blanco por los dos lados pero no había nada nuevo en él: por delante ningún escrito y en el lado que miraba hacia el mecanismo astronómico las mismas citas de antes. Como no había nada interesante Martín se dirigió de nuevo a una de las puertas: la del Sol. La abrió y como no pudo descubrir nada nuevo al menos se regocijó con su luz.
14. Después de algunas horas según su noción del tiempo empezó un nuevo soliloquio:
15. «La Tierra es un manicomio. Pero considerándolo bien no es tan abstracta como este presunto mundo celestial. Porque lo que en ella existe también sigue existiendo, por lo menos en una u otra forma.
16. Las estrellas del firmamento siempre siguen siendo las mismas. Una casa sigue siendo la misma hasta que la derrumben para construir otra en su lugar. Pero aquí todo parece más bien como en los sueños: una vez que has visto algo, con que sólo te vuelvas para mirarlo desde otro ángulo ya no ves ni el menor rastro de todo ello.
17. Aquí mismo tenemos el mejor ejemplo: desde esta puerta veo hasta distancias de muchos millones de leguas... ¡Pero si salgo por la entrada de la casa, entonces de la puerta ya no queda ni el menor rastro!
18. Lo mismo pasa con el querido Sol que aquí dentro y a través de esta puerta reluce tan precioso y puro, en tanto que desde fuera de esta casa no se ve nada de él... ¿Cómo puede esto ser posible?
19. En verdad quien lo entienda tiene que saber más que sólo la tabla de multiplicar. O tal vez tendría que ser aún más burro que yo porque yo todavía creo ser consciente de que todo esto no es más que una fantasmagoría. Que conste que en la Tierra todos los sabios quedarían estupefactos si se les dijera que aquí se vive en casas que por fuera son mucho más pequeñas que por dentro...
20. ¡Si uno no se vuelve loco ahora entonces no se vuelve nunca! ¿Pero qué voy hacer, quedarme aquí? Esto es fatal, ¡sólo y sin comida!
21. Lo que extraña es que siendo espíritu en este pretendido mundo celestial también puede uno pasar hambre y sed, pero en fin, ¡así es! Además tengo que quedarme aquí porque en esta especie de jardín por lo menos hay algunas moras, por si acaso.
22. Ahora se me ocurre una idea: fuera de esta puerta del Sol hay un espacio infinito, ¿y si arriesgara un salto? No hay nada arriba ni tampoco abajo, de modo que el camino está libre...
23. Sacando la cabeza un poco afuera del marco de la puerta ya no veo nada de la casa, ni muro, ni tejado ni tampoco ninguna clase de cimiento... Sólo si vuelvo la cabeza para dentro me encuentro en la sala en las mismas condiciones. Bueno, si voy hacia delante ni siquiera me podría hacer un chichón en la cabeza porque como espíritu ya no debo pesar nada... ¡A saltar, pues! ¡Quién sabe las experiencias que me esperan en este viaje aéreo!
24. Un momento, ¡ya sé algo mejor!, ¿por qué saltar en este espacio vacío? En la puerta número uno he visto la pradera conocida, ¡allí voy a dar un paseo! Con un poco de suerte tal vez encontraré en ella a una de esas ovejas tan bonitas... Esto es, esta idea es mejor. ¡A la puerta número uno!
25. Vaya, ¡hasta la pradera ha desaparecido y no se ve más que una niebla densa! ¿Acaso los mensajeros de un otoño tardío de la Tierra llegan hasta aquí, al mundo de los espíritus? ¿Y por qué no? Si hay nubes celestiales, ¿por qué no va haber también nieblas celestiales? Pero bajo estas condiciones no voy a salir porque nunca se sabe lo que puede ocurrir en la niebla.
26. ¿Y si intentase un “salto mortal” por la puerta de Mercurio? Con el tiempo quizás llegaría a dar con el mismo planeta y de esta manera, Dios me perdone mis pecados, tal vez también con la bella mercuriana por la que tengo una verdadera pasión. Oh, oh, nada más que medio beso suyo y un poco el contacto con su pecho... ¡Sería un placer divino! Adelante pues, ¡a la puerta de Mercurio!
27. Bueno, ya estoy. La puerta está cerrada pero se abre fácilmente. ¡Pero qué... ¿ qué es esto? Abro la puerta y en vez de ver Mercurio y toda su esfera, he abierto un armario empotrado con mucha comida y una buena cantidad de botellas de vino! ¡Entonces, por supuesto, me quedo aquí! ¡Adiós, bella mercuriana y adiós, infinito espacio de la esfera del Sol! ¡Prefiero este espacio limitado con estanterías tan bien abastecidas!
28. ¡Esto, realmente, cambia todo mi pensamiento! Oh, mi querido Señor Jesús, ¡seguro que esto es obra tuya! Ahora estoy del todo reconciliado con mi querido librero, ¡ven, que te pueda abrazar! ¿No vienes? Pues no importa ¡porque de todos modos te quiero con todo mi corazón! ¡Ahora mismo voy a celebrar una comunión en el nombre del Señor!».
1. Con buenas ganas Martín se puso a consumir un gran pedazo de pan. Resulta que cuando un espíritu se ha apartado de mí durante algún tiempo entonces pronto se le presentan hambre y sed. Y cuando habiéndose ya introvertido un poco encuentra algo para comer, entonces lo consume con gran avidez, igual que la bebida. Pero esta misma avidez demuestra que el espíritu dentro de él está todavía muy vacío, de modo que durante mucho tiempo aún no se podrá esperar de él nada provechoso, lo que en el caso de Martín en seguida será evidente.
2. Después de haber consumido el pan y también una buena botella de vino se puso bastante alegre, y aún más sensual. Pues los espíritus pueden embriagarse mientras aún no estén renacidos por y a través de mí; un estado en el que, haciendo mal uso de su libertad, con frecuencia se vuelven estúpidamente sensuales.
3. Cuando hubo terminado la botella Martín volvió a cerrar el armario para que, según su idea, los alimentos no fueran a echarse a perder. Luego salió al aire libre y dijo:
4. «Gracias a Dios que mi estómago que estaba tan vacío tiene ahora algo que digerir. Voy a dar un paseo por el jardín para respirar un poco de aire fresco.
5. Pues sí, el aire fresco después de una buena comida vale mucho más que el estúpido café negro. ¡Lo mejor de este jardín es realmente su buen aire!
6. ¡Que conste que este vino es de buena cepa! No ha sido ni siquiera medio litro pero hay que reconocer que lo siento bastante, ¡y esto ya significa algo! ¡No estoy borracho, pero sentir lo siento bien!
7. Si ahora hubiera un banco en este jardín, para descansar algo, por si acaso a uno los pies se le empiezan a trabar un poco... Pero no hay ni banco ni medio, y el propio suelo no invita precisamente a sentarse.
8. Voy a apoyarme un poco en la valla del jardín y al mismo tiempo podré mirar mi vecindad, si hay una. Desde aquí todo parece más bien un desierto arenoso con un cielo encima que por sus nubes grises tiene aspecto de pocos amigos... Bueno, ¡a ver pues qué hay detrás de la valla!
9. ¡Ay!, esto se dice fácilmente, ¡siento el efecto del vino bastante bien en las piernas!
10. Bueno, por fin he llegado a la valla y la vista, ¡vaya vista!, ¡no se ve absolutamente nada! Este jardín y su palacio real parecen una especie de barco flotando en las olas de la infinitud donde se sabe que la vecindad tiene que ser escasa. De modo que ahora me he quedado absolutamente solo, tal vez un poco maldito y condenado...
11. ¡No faltaba más! ¿Será que realmente no puedo pasar esta valla ni un palmo? Con lo que prácticamente ya estoy condenado y a eso se deberán las sentencias en el tablero blanco; de modo que ya me toca un poco el “dies illa, dies irae” y el día del juicio en que me espera la perdición eterna me tocará el “requiescat in pace”... ¡Ay, pobre de mí!
12. Si por lo menos pudiera rezar, digamos una letanía lauretana tras otra y un rosario tras otro, lo que sería de gran efecto, tal vez entonces aún habría salvación para mí. Pero no sé rezar y tengo la sensación que tampoco lo deseo... No me saldría más que “Señor, ¡ten piedad de mí!, Cristo, ¡ten piedad de mí!, Señor, ¡ten piedad de mí!”, a más no llegaría...
13. ¿Pero para qué miro esta nada tan aburrida? ¡Ahora mismo iré a la puerta del Sol donde por lo menos hay una bonita vista! O me voy de una vez directamente a la puerta de la Luna; tal vez encuentre allí al sabio de la Luna que podría indicarme qué hacer para que mi destino sea algo mejor. ¡Adelante, pues!
14. Ya estoy en la casa y casi me sorprendo que nada haya cambiado entretanto. Me parece que en adelante me quedaré aquí dentro, porque no está nada mal. ¡Y ahora a la puerta de la Luna!
15. ¡Caramba, casi me caigo! Este vino todavía lo tengo subido a la cabeza; pero no importa. Ah, la puerta de la Luna está abierta. Vaya un descaro por parte de la Luna: es luna llena pero parece más lejos que vista desde la Tierra... De modo que nada.
16. A ver cómo se presenta Júpiter; espero que no tan vergonzoso como la Luna...
17. Bueno, la puerta de Júpiter está cerrada; pero menos mal, se deja abrir fácilmente. Gracias a Dios, este gigantesco mogol de los planetas está muy cerca y sigue acercándose aún más. Así tendré por fin contacto con una respetable sociedad de hombres.
18. Ya viene uno y el mismo planeta se ha acercado del todo. Dios mío, ¡que extensiones más increíbles! Parece como si esta casa mía se encontrase realmente en el suelo de este gigante entre los planetas.
19. El hombre, tan grande y bonito como es, está directamente ante mí, pero parece que no me nota porque no me mira. A ver si entro en su esfera».
20. Entonces Martín entró en la esfera del hombre de Júpiter. Este le vio en seguida y se puso a hablar:
21. «¿Quién eres tú que osas acercarte a mí, tan lleno de suciedad, mugre, engaño e impudicia, características todas totalmente desconocidas en nuestra Tierra? Mi Tierra es pura y se enojaría si la pisaras durante más tiempo. ¡Así que retrocede y vuelve a tu casa inmunda donde puedes tragar y fornicar a tu vil gusto! ¡Lárgate ahora mismo o te despedazo!».
22. Martín dio un salto hacia atrás, cerró la puerta con violencia y comentó: «¡Servidor suyo! ¡Este tipo me faltaba todavía como complemento a mi de por sí ya tan lamentable estado! Adiós, noble señor de Júpiter, ¡todo ya está claro entre nosotros, y eso para siempre! Imagínese: ¡Despedazarme...! Sumo servidor suyo , ¡por esta puerta he mirado por última vez!
1. ¿Pero qué haré ahora? ¿Ir a la puerta de Marte o de Venus, o mejor a la de Saturno, Urano, Plutón, o tal vez a la de los fragmentos de planetas? ¿Quién sabe si allí aún me esperan peores impertinencias y experiencias? ¿Qué entonces? Porque de defenderme ni hablar, pues no tengo fuerza ni sabiduría suficiente para competir con quien sea...
2. De modo que en adelante más vale si me olvido de todas estas puertas. Voy a encogerme en algún rincón a ver si puedo dormir un poco. Y si no es posible, entonces me quedaré inmóvil por todas las eternidades sin tomar alimento ni hablar con nadie, venga quien quiera. Quedaré muerto para todos, incluso para la bella mercuriana...
3. Como no tengo la alternativa de dejar de existir, por lo menos voy a retirarme a un descanso del cual ni un Dios me despertará. Aquí mismo hay un rincón adecuado y aquí mismo me quedaré hasta todas las eternidades. Amén».
4. Martín se tumbó realmente en un rincón entre dos columnas que sostenían la galería. Allí se quedó, totalmente encogido. Pero lo de dormir, por supuesto, no funcionaba.
5. Unas dos horas terrenales después oyó que fuera de la casa se levantó un gran bullicio en el que se podía distinguir voces humanas que parecían estar en apuros.
6. Martín se levantó rápido como un rayo y se dijo: «Esto es otra cosa; esto cancela cualquier intento de descanso eterno... ¡Afuera, rápido, estos están en apuros y hay que ayudarles!».
7. Martín salió corriendo afuera y vio que en el exterior de su jardín había una gran muchedumbre de espíritus que parecían ser perseguidos y que buscaban socorro y salvación. Se dirigió rápidamente a la puerta del jardín, la abrió y llamó:
8. «¡Amigos, hermanos, venid aquí, aquí hay un lugar seguro de toda persecución! ¡Y si tenéis hambre o sed también habrá un remedio! ¡Entrad todos! ¿Cuántos sois?».
9. El que estaba lo más cerca de Martín le respondió: «¡Somos unos mil, todos miserables! ¡Nos hemos escapado del infierno y andamos errando una eternidad en este desierto desastroso sin encontrar un lugar donde nos podamos ocultar y descansar un poco! Ay, ¡que suerte fatal ser perseguido como nosotros! Si tú, noble, dispusieras de un rincón donde estuviéramos fuera de peligro ¡entonces ampáranos y te estaremos muy agradecidos!».
10. «¡Venid todos!», respondió Martín. «¡Venid, venid y entrad todos! ¡Mi casa no parece muy grande pero os garantizo que encontraremos suficiente sitio para todos!».
11. Todos acudieron y entraron en el jardín y desde allí en la casa. Y todos se admiraron al encontrar el interior de la misma tan amplio y hermoso.
12. El primero abrazó a Martín y en nombre de todos le dijo: «Oh, amigo muy bienaventurado, ¡qué alegría aquí en tu casa! ¡Esta es nuestra primera luz desde hace millones de periodos de miles de años terrenales! ¡Desde que dejamos la Tierra atrás no hemos visto el menor rayo de luz! Oh luz, ¡cosa más maravillosa! Amigo, oh, ¡te rogamos que nos acojas y que no nos dejes continuar el camino!».
13. «¿Pero cómo iba yo a haceros continuar? Al contrario, yo mismo estoy contento por haber encontrado tanta compañía... Os quedáis aquí para siempre, ¡acomodaos! Aunque en mi pequeño Cielo no os pueda ofrecer mucho, lo que tengo lo partiré con vosotros. ¡Dios sea alabado por habernos encontrado!
14. Os digo que para mi es un gran placer teneros aquí. Y reconozco que os prefiero a todos los pretendidos ángeles celestiales de Dios que en su propia bienaventuranza pueden olvidarse de un pobre diablo durante toda una eternidad sin poder o querer tener en cuenta cómo sufre. Os digo que únicamente el Señor es bueno, ¡pero que toda la demás granujería se vaya al diablo porque tienen demasiados humos por su sabiduría lo que a mí, hombre derecho y honesto, me pone los pelos de punta! Pero esto os digo: ¡Dios es la gran excepción!, ¡Él es realmente bueno, sumamente bueno!».
15. «¡Sí, sí, tienes razón!: Él es verdaderamente bueno y sea alabado, si existe...!», dijo otro de los mil. «Toda la demás gente celestial nos importa un comino, excepto tú, querido amigo!».
16. «Amigos, os confieso que soy un ejemplar bastante indigno del Cielo, pues me encuentro prácticamente en el mismo nivel que vosotros», reconoció Martín. «Pero tenemos tiempo de sobra para discutir nuestra situación después. De momento vamos a ver qué podemos ofrecer a vuestros estómagos. Más tarde podremos desahogar nuestros corazones. A ver si algunos de vosotros me acompañan hasta aquel armario modestamente abastecido para los que tengan hambre y sed».
1. Martín abrió la puerta del armario y se admiró no poco al ver que estaba lleno de pan y vino hasta que no cabía más. Con un suspiro de alivio se dijo: «¡Gracias a Dios!, ya temía que pudieran haberme gastado otra broma de esas, pues aquí todo cambia continuamente». Y volviéndose a los demás dijo en voz alta: «Tomad todos, ¡comed y bebed cuanto os dé la gana!».
2. Todos comieron y bebieron, pero la provisión no disminuyó sino que aumentó visiblemente. Los saciados alabaron a su anfitrión sobremanera. Sus rasgos se volvieron mucho más hermosos y su piel mucho más clara. Sólo su ropa permanecía desastrosa como antes.
3. Cuando después de un rato todos estuvieron confortados y hubieron alabado mucho a su anfitrión, Martín cerró el armario y les dijo: «Escuchad todos, hermanos y hermanas a los que ya he reconocido como tales, ¡no alabéis tanto a mi personilla porque vuestra alabanza no me corresponde a mí porque no soy el verdadero donante sino sólo un modesto repartidor de lo que para este fin he recibido del Señor Jesús, sin haberlo merecido.
4. De modo que si queréis alabar a alguien tendrá que ser a Jesús, el Señor, suponiendo que alguna vez hayáis oído algo de Él, lo que casi no creo puesto que según vuestras palabras debéis encontraros en el reino de los espíritus hace ya un tiempo incalculable. Si así fuera sería conveniente que recibierais alguna noción de este Dios único...».
5. «¿Acaso te refieres a aquel judío Jesús que murió clavado en la picota junto con algunos ladrones asesinos?», preguntó uno de la multitud.
6. «Sí, a Él mismo me refiero», respondió Martín, «porque Él es realmente Dios y hombre a la vez. Él es el origen de todas las cosas. Aparte de Él no existe otro Dios en toda la eterna infinitud.
7. Esto podéis creérmelo, porque a nadie le habrá costado tanto admitirlo como a mí. Ni todos los arcángeles con las palabras más convincentes habrían podido hacérmelo aceptar. Pero vino el Señor Jesús mismo y me enseñó, con hechos sólo posibles para Dios, que Él es realmente el Señor único de la infinitud. Cuan floja fue entonces mi fe en Él, así es de profunda ahora.
8. Si consideráis lo que os digo, entonces ya no tendréis dificultades en compartir todo conmigo: alojamiento, pan y vino, y también mi fe y convicción».
9. «Tienes razón, ¡esto se comprende por sí mismo!», admitieron unos cuantos. «¡Quisiéramos parecernos a ti en todo! Reconocemos que durante nuestra vida en la Tierra no estábamos convencidos de Jesús, pero aquí en el reino de los espíritus todavía menos, porque por todas partes lo hemos pasado demasiado mal sin poder encontrar ni el menor rastro de una Misericordia divina. A Jesús nos lo imaginábamos como a un pobre diablo que, engañado como nosotros, estaba padeciendo en alguna parte, maldiciendo ahora todo lo que había enseñado y hecho en la Tierra.
10. Pero si es así como nos has explicado ahora, entonces ya está bien... Que Dios sea como quiera, si es alguien en quien se pueda confiar...
11. Lo que no comprendemos es cómo ha podido tu buen Jesús dejarnos errar por ahí durante tanto tiempo sin comida y bebida. ¡Te digo que este detalle tiene poca cara de amor y misericordia! Ahora todo está bien. Ya no debemos acordarnos de las torturas que hemos sufrido porque entonces se acabará nuestro amor para con el eterno maestro espoleador de almas.
12. En la Tierra todos nosotros hicimos poco o ningún caso de su religión y más bien nos entregamos a nuestros vicios. Pero por lo demás fuimos buena y honrada gente de buenas casas. Nos educaron como caballeros y después vivimos también conforme a esta educación nuestra. Un Dios sabio debiera reconocer que ningún hombre puede crear o educarse como quiere... En fin, esperemos que la persecución tan infame se haya terminado ya; por eso perdonamos a Jesús lo que nos ha hecho a todos nosotros».
13. «En principio tienes toda la razón porque perdonar es mucho mejor que buscar venganza», dijo otro del grupo. «Pero aun así, yo por lo menos no voy a apresurarme a perdonarle todo. Tú mismo sabes que durante 1.000 años, según mi noción del tiempo, estuve aplastado entre dos rocas incandescentes, rezando y maldiciendo. Y si no me hubierais salvado vosotros con vuestro máximo esfuerzo todavía me encontraría ahora en aquella prensa tan extremadamente dolorosa, con lo que se ve que ni siquiera un omnipotente Señor Jesús me habría salvado de aquella situación tan fatal.
14. Os digo que algo así no tiene ninguna gracia. Y su recuerdo te persigue demasiado fácilmente durante el resto de tu Vida eterna, lo que tampoco tiene gracia... No soy un espíritu que busca venganza, además sería la insensatez más estúpida que un espíritu limitado quisiera sublevarse contra un Dios omnipotente. Pero acordarme, ya me acordaré. Y comprenderás lo que quiero decir con las palabras “me acordaré”».
15. «Te comprendo muy bien», afirmó Martín, «porque yo mismo llevo dentro de mí unos cuantos recuerdos de esa clase que a veces me incitan de mala manera. Pero tengo que abrir vuestros ojos a una gran Verdad: ¡En todo esto el Señor Jesús no tiene ni la menor culpa, sino sólo y siempre la misma persona concernida! A veces tal vez también los empleados celestiales del Señor que no pocas veces actúan arbitrariamente, de lo que hasta ahora aún no tenéis ni la menor idea...
16. A fin de cuentas todo se puede disculpar con el saber. Pero ¡ay de aquél a quien le pillen estas ruedas del saber! ¡Para él habría sido mejor no haber nacido nunca! Por eso habrá que reconocer siempre que Él no tiene la culpa de todo y que hay que alabarle de todo corazón, pues siempre interviene en el proceso de tales espíritus, avergonzándolos en su sabiduría.
17. Os digo que estos ángeles celestiales, mientras que estén solos, son testarudos sin par y sólo cuando se presenta el Señor encogen el rabo y se presentan tan mansos y humildes como si fueran un pozo de sabiduría y modestia.
18. Esta es mi experiencia y por eso amo tanto a Jesús. ¡Os recomiendo hacer lo mismo y veréis lo bien que nos entenderemos durante toda la eternidad! Vuestro lema sea: “Únicamente el Señor es cariñoso y bueno!”, mientras que todos los demás, incluso Pedro y Pablo, no valen para nada.
19. Acerca de vosotros mismos me interesaría saber cuándo dejasteis la Tierra atrás. Porque según nuestra conversación ya me queda claro que llegasteis al mundo después de Jesús, pues sabéis de Él y de la iglesia católica. ¿En qué siglo fue, para ser más preciso? Aquí en el reino de los espíritus hay que desconfiar de la noción del tiempo porque a los pobres diablos se les engaña con falsas apariencias: una sola hora parece millones de años... Apariencias que a mí mismo me ha jugado una bastante mala partida».
1. «Todos nosotros dejamos la Tierra atrás en 1846 d.C.; allí vivíamos muy dispersos y todos nos hemos encontrado aquí en el mundo de los espíritus. En la Tierra fuimos monjes de la orden de los Jesuitas, Ligurianos, Minoritas y Carmelitas. Somos unos 800 monjes y unas 200 monjas de las órdenes de la Caridad, de la Doctrina Cristiana y del Sagrado Corazón de Jesús.
2. Ahora, apreciado amigo, sabes cuándo estuvimos en la Tierra y qué fuimos. Te podrás imaginar las insensateces que teníamos que realizar, cómo Roma nos mandaba a la pesca en todo el mundo. Teníamos el gran privilegio de ir a Asia, África, Australia y América para que allí nos cortaran la cabeza... Y cuando luego llegamos aquí al mundo de los espíritus, imaginándonos que como mártires ciertos en seguida nos recompensarían con la corona de la eterna Gloria, fue cuando precisamente empezó nuestra verdadera miseria.
3. Si ha sido después de reales o imaginados millones de años terrenales te digo que es la primera vez que encontramos a un ser humano en este desierto infinito. ¿No es esto una recompensa asquerosa para nuestros esfuerzos como mártires en el mundo? Los hombres en el mundo son unos estúpidos, ¡pero nosotros fuimos realmente los más burros entre ellos!
4. Por supuesto ni nosotros mismos creíamos en lo que nuestras lenguas revelaban con vehemencia a los otros hombres porque nuestra motivación no era sino Roma y los peces dorados para nosotros y para Roma. Pero sea como fuere, habíamos sembrado la fe cristiana... La recompensa, tras el colmo de nuestro martirio, es evidente viendo nuestra miseria en este mundo.
5. A mí me tocó una suerte muy particular: durante diez años tuve muy buenos resultados en China, pues conocía la lengua. Con la ayuda de una bellísima china logré muchos éxitos y llegué hasta la corte. Pero allí la bestia, a la que por desgracia había iniciado demasiado en mis secretos, se quitó la máscara y me acusó ante las autoridades supremas, revelándoles todas mis intenciones que incluían una alta traición.
6. En seguida me apresaron entre dos planchas de piedra y los mandarines se pusieron a calentarlas por ambos lados, con lo que empezaron a freírme lentamente... Habrá pocas muertes más dolorosas que ésta, por lo que pensé que con ella ya habría expiado mis pecados mortales, ¡pero nada de eso! ¡Después de mi muerte física continuaron con la misma tortura y tú ya sabes que también aquí me metieron entre dos rocas incandescentes.
7. He aquí la recompensa por mis muchos y grandes esfuerzos en la Tierra y quién sabe lo que aún me esperará. Ahora ya te harás una idea sobre nosotros y nuestra suerte. De modo que somos unos pobres diablos y sólo tú nos hiciste el bien. ¡El Señor, si existe, te lo pague!».
8. «Bueno, ahora sé de repente más de lo que quería», contestó Martín. «Pero esto no importa. Aun así seremos buenos amigos. Llamad a las monjas para que también ellas me expliquen cómo se han encontrado con vosotros y cómo llegaron aquí».
1. El orador se dirigió hacia la puerta de la casa donde se encontraban las monjas y las trajo para presentarlas a Martín.
2. Sin rodeos les preguntó: «Queridas hermanas, ¿cómo llegasteis vosotras a parecida miseria? Se supone que siempre os habréis confesado y que habréis comulgado y rezado el rosario suficientes veces.
3. No habréis faltado a las misas, habréis guardado los ayunos, honrado las reliquias santas, la pila de agua bendita, el incienso y la campanilla. Y habréis cumplido bien con todas vuestras funciones y obligaciones en la orden. Por eso pregunto como ya os he preguntado antes: ¿cómo es posible que hayáis llegado a semejante miseria?».
4. Una de la congregación de la Caridad tomó la palabra: «Querido hermano, ¡Eso el Señor lo sabrá mejor que nosotras! ¡Por lo demás te digo que también fuimos verdaderas mártires!
5. Día y noche estuvimos levantadas; fuimos infatigables cuidando a los enfermos y muchas veces hicimos mucho más de lo que las reglas de por sí ya duras de la orden nos exigían. Mientras tanto ayunábamos, rezando sin cesar. En la semana íbamos varias veces a confesarnos y a comulgar. Y si aun así nos venían pensamientos impúdicos entonces clamábamos en voz alta: “Jesús, María y José, ¡ayudadnos a conservar la castidad de nuestro cuerpo ante semejantes tentaciones diabólicas!”.
6. Y si tres exclamaciones como esta aún no bastaban entonces íbamos a la iglesia. Y si ésta tampoco nos podía sacar de nuestros apuros nos azotamos hasta sangrar o nos poníamos los cilicios más agudos. Y si hasta esto algunas veces no dio resultado entonces el padre confesor tenía que realizar exorcismos que sólo podían ser aplicados a las monjas más bien jóvenes; a nosotras las mayores en vez del exorcismo nos tocaban baños de agua helada y a veces sangrías.
7. Ya ves, querido hermano, tan severa fue nuestra vida que ni siquiera un perro encadenado nos habría tenido envidia.
8. ¿Esta vida de perro encadenado en la Tierra no habría justificado suficientemente nuestra esperanza en las delicias de la vida celestial, vida prometida a todos aquellos que por Cristo se abstengan de todo lo mundano y que por la Gloria celestial hayan elegido en la Tierra el camino estrecho y espinoso de la cruz?
9. ¡He aquí la Gloria celestial esperada! Con nuestra ropa andrajosa y la piel gris oscura ¿no parecemos más bien las brujas de un aquelarre? Tampoco somos más gordas que las momias que a veces encuentran en los desiertos de África y estamos pasando un hambre de tiburón y una sed como en el mismo desierto del Sahara... Si esto es el resultado de nuestras justificadas esperanzas, dime, ¿qué concepto podríamos entonces hacernos de una justicia divina?
10. ¡Nada más llegada de la Tierra vi como una auténtica prostituta fue recibida aquí por ángeles luminosos y vi como la llevaron hacia los Cielos, a la canalla esa! A mí, hasta ahora, desde los Cielos no se me ha acercado ni siquiera un gato y menos todavía un ser algo mejor. Pregunto: ¿acaso esto se llama justicia? ¡Una miseria es!, sí, ¡una miseria!
11. He podido animar a muchas jóvenes honradas, bonitas y ricas para que entren en la orden con el resultado de que ahora me maldicen por haberlas engañado vilmente. ¡Lo que me faltaba, que por mi celo aún tenga que presentarme ante el Juez eterno!».
12. En este momento varias monjas más jóvenes de su congregación se acercaron algunos pasos hacia la superiora y la gritaron: «Sí, sí, canalla, tú eres la culpable de todo! ¡Para hacernos entrar en tu sinvergüenza orden de la Caridad vociferaste contra nosotras de tal manera que casi vimos tu estómago! Porque la vida de fuera significaba más para nosotras y una vez que nos enteramos de las vías de tu prostituida institución ya no queríamos profesar los votos. ¡Pero tú movilizaste a la muerte y a todos los diablos para quitarnos las ganas de salir!
13. Al fin tuvimos que profesar los votos, más bien obligados que libres, igual que los reclutas cuando tienen que jurar bandera. Y a partir de entonces recibimos un tratamiento peor que las almas más perdidas del purgatorio o del mismo infierno, y nos censuraron las cartas para que ni siquiera a nuestros padres pudiéramos decir una sílaba sobre la manera vergonzosa en que nos tenían. Sólo podíamos quejarnos ante el padre confesor, y esto sólo en el confesionario porque él después tenía que callarse.
14. ¡Ahora te exigimos el Cielo que nos prometiste, y con más derecho que tú exiges el tuyo! ¿Dónde está? ¡Llévanos allí, de lo contrario pondremos las manos en ti!».
15. La superiora se echó a los pies de Martín para que la protegiese.
1. Martín hizo que se callen y continuó: «¡Escuchadme todas, queridas hermanas! Dejad al Señor Jesús que sólo Él decida todo entre vosotras; únicamente Él es un juez justo. Mientras tanto, perdonaos las unas a las otras de todo corazón y todo se arreglará. Esta mi casa es una casa de paz y no de venganza. Así que tranquilizaos y animaos, pues aquí encontrasteis un alojamiento muy bueno, con la evidente ayuda invisible del Señor. ¡Si transformáis vuestro odio en amor en seguida tendréis mejor aspecto!
2. Hay muchos en el mundo que andan un camino virtuoso pero equivocado. ¿Cómo ibais vosotras a ser una excepción? Habéis hecho mucho, ¡pero no por el Señor sino por el Cielo! ¡Y no es lo mismo ni de lejos! Hay que hacerlo todo, y después reconocer únicamente: “Señor, ves, he sido un siervo inútil, ¡ten piedad de mí!”. Si vosotras, queridas hermanas, seguís este pensamiento y no os condenáis unas a otras, ¡entonces el Señor tendrá piedad de vosotras!
3. También el sabio Pablo se consideraba como siervo inútil, aun después de haber hecho todo anhelando sólo la Gracia del Señor. ¿Sabéis lo que dijo este sabio maestro? Dijo: “No es por tu mérito sino únicamente por la Gracia de Dios como llegarás a la bienaventuranza!”. ¡Tomad esto a pecho y olvidaos de vuestros presuntos méritos para ponerlos ante los pies del Señor. Primero reconoced ante Él la nulidad de todo lo que hicisteis y lo que tomasteis por un mérito para ganaros la Vida eterna. Hacedlo y la Gracia del Señor no tardará en manifestarse.
4. Fijaos en mí: yo mismo fui en el mundo un obispo y me imaginaba que nada más llegar aquí iban a venir en mi encuentro ejércitos celestiales. ¡Pero nada de eso! Hasta ahora tampoco yo he visto el auténtico Cielo, pese a que muchas veces ya he hablado con el Señor y pese a que he recibido esta casa directamente de su santa mano. Siendo así, ¿cómo podéis imaginaros que ya deberíais estar coronadas con toda gloria? Por eso ¡paciencia, mansedumbre, amor y buenos ánimos, y todo se arreglará por sí mismo!».
5. Las monjas de la Caridad se retiraron apaciguadas y Martín llamó a las de la Doctrina Cristiana que durante esta enseñanza se habían apartado a un rincón donde parecía que iban a sacarse los ojos unas a otras.
6. Una le respondió: «Oh, muy querido, estimado y sumamente venerable amigo, nosotras venimos todas de diferentes lugares de Francia, Suiza, Tirol y Estiria.
7. En vida todas fuimos sumamente pías: todos los días rezábamos por lo menos catorce veces, cada vez por lo menos un cuarto de hora. Fuimos de misa diaria y jamás perdimos las vísperas. Los domingos y festivos oíamos por lo menos tres misas, un sermón y una letanía, los dos con la bendición. Cada semana íbamos al confesionario y durante el adviento y los ayunos por lo menos tres veces. Cada día recibíamos la santísima Eucaristía. Todas las semanas ayunábamos cinco veces en honor de los cinco santísimos estigmas y cada viernes, en honor de la santísima Virgen María, nos dábamos siete latigazos fuertes: cuatro en el pecho izquierdo y tres en el derecho.
8. El tiempo que nos quedaba lo dedicábamos a beatas reflexiones y a la enseñanza de muchachas jóvenes, intentando que pronto se despertara en los jóvenes corazones el deseo de seguir nuestras huellas y de poner lo antes posible todos sus bienes mundanos a los pies de Dios para que de esta manera se volvieran puras y dignas novias de Jesucristo.
9. Ninguna de nosotras debía pasar por la calle sin el velo puesto, ni mirar hombre alguno bajo severo castigo, ni siquiera a un sacerdote común, sino sólo a un hermano santo de la orden de los Franciscanos o de los Jesuitas, al obispo o a un canónigo muy devoto. Y si en esas ocasiones alguna vez nos vinieron pensamientos impúdicos nos denunciamos inmediatamente ante la venerable madre superiora, rogándole que nos aplicara un severo castigo para quitar de nuestros castos corazones ese aguijón del diablo.
10. Entonces la buena y digna madre muy santa nos impartía las enseñanzas más sabias y sólo después nos aplicaba los castigos merecidos según la gravedad de nuestros pensamientos impúdicos. Para un pensamiento fugaz un latigazo en el trasero desnudo, y luego tocaban tres rosarios y un día en ayunas. A un pensamiento más grave correspondían siete latigazos en el trasero desnudo hasta que saliera sangre, luego doce rosarios y tres días de ayunos continuos. Y en el caso de un pensamiento muy grave, por ejemplo el del abominable matrimonio, quince azotazos, treinta rosarios y nueve días de ayunos durante tres semanas, y un cilicio puntiagudo aplicado inmediatamente en el pecho desnudo o la región lumbar.
11. A eso se añadían las penitencias espirituales, muchas veces más severas que las físicas. Teníamos que levantarnos por las noches, en lo más profundo del sueño, para rezar en el coro alto, lo que durante los inviernos era muy penoso. Si caíamos enfermas ante tanta fatiga y martirio, no nos estaba permitido desearnos salud sino sólo la muerte más penosa para la expiación de nuestros pecados. Así que ya ves las condiciones deplorables en que hemos vivido en la Tierra.
12. De modo que hemos sufrido mucho por Cristo. Con toda paciencia y de manera voluntaria nos sujetamos a las severas reglas de la orden, y le cedimos todos nuestros bienes para su beatificadora extensión, en honor de la santísima Virgen María y en honor de Dios. Con lo que estábamos convencidas que, después de una vida y muerte tan amarga, nuestra esperanza de llegar en seguida a la eterna bienaventuranza estaba más bien justificada. Pero no sólo se fundieron nuestras justificadas esperanzas sino que tuvimos que presenciar algo inaudito:
13. Cuando todas las que estamos aquí nos encontramos en este mundo y algunos campesinos nos advirtieron que ahora estabamos en el reino de los espíritus, fuimos testigos de la llegada de ciertas mujeres ordinarias bien conocidas. Estabamos convencidas que en seguida iban a presentarse un gran número de diablos para llevarse al merecido infierno a esas licenciosas y desenfrenadas almas de herejes.
14. Sin embargo, en vez de los esperados diablos bajaron desde los Cielos ángeles luminosos e inmediatamente vistieron a estas almas pecadoras con ropa celestial, para llevarlas a todas directamente al Cielo. ¡E imagínate que a nosotras no se dignaron dirigirnos ni siquiera una sola mirada! Gritamos, rezamos y suplicamos a María, a Dios y a todos sus santos y elegidos, pero nuestros gritos se perdieron sin resultado durante millones de años... ¿No es esto el colmo? ¿No nos han engañado, temporal y eternamente? ¿Acaso esto se puede llamar justicia de Dios?».
15. «¡Paciencia, tened paciencia!», las tranquilizó Martín. «Ya veis que por el momento estáis bien... ¡Y aunque en adelante las cosas no mejoren, si continuáis en el estado actual tampoco estaríais mal! Pero no esperéis demasiado de vuestros pretendidos méritos... ¿Por qué fuisteis tan estúpidas en consentir que os encerraran, os azotasen y casi os mataran? ¿Qué bien pensáis haber hecho a vuestro prójimo con ello? Sólo estuvisteis preocupadas de vuestra propio pellejo y conque vosotras solas hubierais podido ganar el Cielo, poco os habría importado que Dios hubiera condenado todo el mundo...
16. Con semejante amor al prójimo, aquí nadie adelantará nada. Sed pacientes y abandonad eso de vuestro mérito. Consideraos como siervos inútiles del Señor y también vosotras tendréis la Gracia de Dios. ¡Ahora retiraos para que vengan las del Sagrado Corazón de Jesús!».
1. Las monjas de la Doctrina Cristiana se retiraron gruñonas. Las del Sagrado Corazón se acercaron y sin más preámbulos empezaron a exponer su situación: «Su Ilustrísima, somos damas de la primera orden de damas en el mundo, una orden en la que únicamente son admitidas hijas de casas muy ricas, distinguidas y nobles, una orden en la que pueden aprender todo lo que en el mundo hay para aprender».
2. Martín pensó: «¡Éstas empiezan bien! ¡Éstas todavía le faltaban al Señor en su colección!».
3. «Todas las lenguas, música, bailes, esgrima, montar a caballo, dibujo y bordado, y por supuesto también toda clase de ciencias como geografía, matemáticas, trigonometría, estereometría, poesía en las lenguas más nobles de Europa, etc.
4. En resumen, en nuestra orden se enseñan toda clase de ciencias y se practican las artes de todo el mundo, por supuesto pidiéndolo y pagándolo. El resto del tiempo lo dedicamos a oraciones y cantos, misa diaria y tres veces por semana confesión y comunión. La no observancia de las reglas severas de la orden está castigada rigurosamente; por desgracia siempre se practica más la ejecución de los castigos que las reglas mismas».
5. Martín para sí: «Vaya, vaya, pese a haber sido obispo nunca me enteré de los secretos de esta orden ¡menuda alegría que esta orden le dará al Señor!».
6. «Noble amigo, de ello deducirás ciertamente»...
7. («...¡que sois unos gansos muy estúpidos!», continuó Martín para sí.)
8. ...«la severidad de las reglas de nuestra orden y las dimensiones de»...
9. («...vuestra estupidez increíble», constató Martín para sí.)
10. «...la abnegación necesaria para el cumplimiento estricto de estas miles de reglas de las más exigentes. Te digo que sólo unos prototipos»...
11. («...de imbéciles», pensó Martín.)
12. «...de espíritus podrán realmente cumplir con ellas. Pero aun así cumplimos siempre minuciosamente con dichas reglas, como pretendientes verdaderamente heroicas al Reino del Cielo, convencidas de que de esta manera íbamos a asegurarnos la bienaventuranza en él».
13. («¡Menuda fe, la vuestra!», observó Martín para sí).
14. «Pero tú mismo ves que después de unos cuantos millones de años terrenales nos encontramos todavía en la misma miseria que cuando llegamos aquí. Esta casa tuya es el primer objeto precioso que hemos visto en este mundo. Preguntamos: ¿acaso esto es la justicia divina?».
15. («Eso, ¡precisamente eso es!, y nunca más justamente que en vuestro caso, ¡gansos estúpidos que sois!», pensó Martín.)
16. «Cuando llamamos a un portal con el letrero “puerta del Cielo”, en vez de dejarnos entrar como bien merecido teníamos tuvimos que consentir con que un villano nos despachara con las palabras: “¡Atrás, vírgenes necias y estúpidas!, ¿por qué no llenasteis antes vuestras lámparas con aceite?”».
17. (Martín para sí mismo: «Muy acertado, ¡hasta yo mismo tendría no pocas ganas de despacharlas de esta casa!».)
18. ...«Pero entonces desapareció el portal y quedamos rodeadas de un gran número de pequeños diablos que nos parecían como fuegos fatuos. Y estos diablos brincaron todo el tiempo alrededor nuestro, inoportunándonos de mala manera hasta que hace poco, en nuestra huida casi ya eterna, nos encontramos con este grupo.
19. ¿Qué opinas tú, querido y noble amigo? ¿Qué deberíamos hacer para aumentar algo de categoría de una vez? Oh, noble amigo, ¿cuál es tu parecer?».
20. Entre lacónico y irónico, Martín respondió: «Ayayay..., teniendo en cuenta que vivisteis una vida totalmente de acuerdo con el Evangelio... ¡el Señor ha sido en esto evidentemente muy injusto con vosotras! Esto hay que decirlo: si el Señor Jehová Jesús os prometió el Cielo por las reglas tan extraordinariamente evangélicas de vuestra orden y luego no cumple, ¡entonces es realmente muy injusto, o casi impertinente! ¿A unos corazoncillos tan finos y tan estudiados negarles el Cielo? ¡Esto, por supuesto, es inaudito! ¿No será tal vez que entre vosotras os habéis dedicado secretamente un poco a la impudicia sodomita? ¿O, que tras observar estrictamente las mil reglas tan cultas de vuestra orden, tal vez os olvidasteis de la primera regla de la cristiandad: el amor al prójimo?».
21. Respondió una que quería parecer muy francesa: «Oh non, non, mon ami, todas fuimos muy immaculées et también hemos étudié mucha religion, mais ¿qué necesitamos más pour le cieló? Nosotras sommos el amour al prójimo en personne, mais la impudicia sodomítique no conocemos, ¿qué classe de animal es? Nosotras hemos vivido comme Dieu manda, mon ami, ¡castas comme las fleures! ¿Qué más querrá le Monsieur Jesus de nosotras?».
22. «Por la Gracia de Dios, ¡deja de hablar en gabacho!», protestó Martín. «¿Es posible que por la estupidez de una moda no puedas hablar tu propia lengua materna? ¿Acaso crees que con eso llegarás al Cielo? ¡Ni hablar! Te digo, ganso superestúpido, ¡que te prepares a esperar!, ¡Pero esto es el colmo, aquí, en el reino de los espíritus! Espíritus de otros planetas me han hablado perfectamente en mi lengua, y a esta dama del Sagrado Corazón le gusta el francés más que su propia lengua materna... ¿Por qué tu antecesora en la palabra, que es de Lyon, habrá podido hablar en cristiano conmigo, mientras que tú, ganso orgulloso, me hablas en galimatías?».
23. Asustada, la dama respondió por lo llano: «Oh, amigo, ¡es que pensé que te impresionaría de esta manera!».
24. «Tal pensamiento es tan estúpido como la quimera de que vuestras necedades iban a abriros el Cielo. ¿No pensaréis que Dios lo ha hecho para gansos tan memos como vosotras? ¡Estáis totalmente equivocadas! Os digo que antes que vosotras entrarán en él todos los burros y bueyes, ¡acordaos de ello! ¡Escondeos en aquel rincón para aprender ante todo la humildad! Sólo después venid a preguntar si en alguna parte del Cielo más bajo necesitan una pastora, lo que por el momento dudo. ¡Retiraos ahora a donde os he mandado!».
1. Un jesuita se acercó a Martín y tomó la palabra: «Noble amigo, no parece que seas muy amante de las artes y las ciencias, ya que ves con tan poco agrado a estas sumamente dignas damas del Corazón de Jesús. No obstante, se puede decir que es la única congregación femenina que desde la mañana hasta la noche se ocupa tan entregadamente de las ciencias y las artes como los Jesuitas, con lo que es la más parecida a nuestra orden... Hermano y amigo, ¡a estas damas deberías tratarlas con un poco más de consideración y de amor!».
2. «Lo que faltaba, ¡tratar a estos estúpidos y presumidos gansos con más consideración aún! Te digo que ya las trato con excesiva consideración! ¡A éstas habría que despacharlas por algunos millones de años; a ver si durante ese tiempo olvidan su habla tan artificial...
3. ¡Mirándolas desde aquí veo que sus ojos echan chispas de rabia y orgullo! Hubieran preferido disimularlo pero aquí en el reino de los espíritus eso no funciona pues con la mirada se penetra a través de los pensamientos, especialmente en el caso de espíritus de esta especie, por lo que su naturaleza queda manifiesta a primera vista. Y como las estupideces de estos gansos me fastidian, comprenderás que tuve que mandarlas un poco aparte para que su presencia no me provoque continuamente.
4. Y tú mismo y todo tu colegio no debierais haceros demasiadas ilusiones con vuestro nombre, que no os corresponde. Reflexiona bien y dime con qué derecho os llamáis jesuitas y quién os ha autorizado para semejante blasfemia de este nombre divino. A ver si lo reconoces y buscas una forma de repararlo.
5. ¿Hay alguno entre vosotros que pueda decir: “Jesús, el Señor, nos ha llamado y escogido como lo hizo con Pablo y Pedro”? ¿Acaso hay alguno en vuestro colegio que, todavía en el mundo, haya visto o hablado a Jesús, o haya estimado el Evangelio en mayor medida que a la persona de Ignacio de Loyola? ¿No veis que en realidad siempre fuisteis adversarios de Jesucristo pese a lo cual os llamáis “Jesu-itas”?».
6. «Oye, amigo, parece que de este asunto no comprendes mucho o más bien nada», observó el jesuita. «¿Acaso no sabes lo que significa: “Omnia ad maiorem dei gloriam”? ¡En esto se basa nuestro nombre! No es que Jesús haya fundado nuestra orden sino que fuimos nosotros quienes elegimos el nombre para la mayor gloria del Señor. Ya sé que no fue enteramente ortodoxo... Pero como el fin justifica los medios, ¿qué importa el medio si el fin es lo que cuenta?».
7. «Opinas acerca de asuntos divinos como un ciego sobre colores. No pensarás que el gran Dios, eternamente glorificado por increíbles e incontables milagros en toda la infinitud, santos milagros de una belleza divina tan sublime que te fulminarían instantáneamente si los contemplaras, ganará algo si tú te llamas “Jesuita” en su honor, o si por medio de millares de medios viles intentas conseguir fines presuntamente buenos.
8. ¿Acaso imaginas que Jesús, para su mayor gloria hubiera sugerido la vil inquisición a monje alguno? ¿No irás a decirme que habrán podido ser del agrado de Dios los “auto de fe” y otras atrocidades cometidas supuestamente a su mayor gloria ? ¿No será que en el fondo todo esto sólo os servía para vuestras propias maquinaciones?
9. ¿Acaso piensas realmente que el Señor Jesús vio con agrado que dejaras preñadas a muchachas y luego, también “ad maiorem dei gloriam”, hicieras que las emparedasen vivas en la cripta de la iglesia? ¿O que para la mayor gloria de Dios sonsacaras sus fortunas a miles de viudas, engañándolas con falsas apariencias, mientras que a la vez no te importaba ver como sufrían miles de desgraciados?
10. ¿No pensarás en serio que todo esto haya podido servir para la mayor gloria de Dios? ¡Serías entonces el ser más digno de lástima de toda la eterna infinitud del Señor!
11. ¿Qué dirías tú si ahora Jesús, el único y eterno Señor de todos los Cielos e incontables mundos, se presentase ante ti y te preguntara cómo tú y los tuyos habéis cumplido su Palabra? ¿Y si te preguntase quién os dio permiso para profanar tan vilmente su santo nombre? Dime, y todos vosotros decidme, ¿qué le responderíais al Dios todopoderoso?».
12. Un gran horror se apoderó de todos y se quedaron casi paralizados. Nadie se atrevía ya abrir la boca, pues todos le tomaron por un ángel justiciero.
13. Sólo una religiosa de la Caridad se acercó tímidamente a Martín para rogarle: «Ángel del juicio, en el nombre de Dios ¡sobre todo no nos condenes en el infierno! El purgatorio, en el nombre de Dios, lo admitiremos de buen grado... Oh, pobres de nosotros que nos encontramos ante un juez tan implacable ¡si sólo tuvieras un poco de clemencia para con los pobres pecadores que somos!...».
14. «Anda, ¡levántate! No soy ningún juez sino también un pobre pecador que ansía la Gracia de Dios», confesó Martín. «Gracias a Él reconozco ahora mi gran estupidez, por lo que también os muestro la vuestra para que, de acuerdo con el eterno Orden del Señor, os la quitéis de encima. De lo contrario, en vez de alcanzar la bienaventuranza sólo caeréis en una desgracia cada vez mayor.
15. El mismo hecho de que no os juzgo debe serviros como confirmación de que no os arrojo de aquí sino que, con alegría, si vosotros así lo deseáis, os recojo a todos. Pero una cosa os digo: ¡No os dejéis llevar ya en manera alguna por vuestras antiguas estupideces sino aceptad de buen grado la enseñanza de uno que aquí tiene evidentemente más experiencia que vosotros que sois novatos en este mundo. ¡Ahora tranquilizaos y reflexionad sobre mis palabras!».
1. Entonces se acercaron a Martín otros dos jesuitas y dos ligurianos: «Gran amigo nuestro, estamos muy de acuerdo con la enseñanza que nos has dado. Aquí no nos falta nada y si además de ello tuviéramos también un pequeño quehacer entonces ya estaríamos más que contentos para siempre. Pero pasar la eternidad sin ocupación alguna resultará peor que una muerte definitiva».
2. «¿Podéis leer lo que está escrito en aquel tablero blanco?», les preguntó Martín.
3. Uno de los cuatro dijo: «Oh, sí, allí está escrito el fatal “Dies irae, dies illa!, Libera nos ob omni malo! Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris! Requiescant in pace! Requiem aeternam dona eis, domine, et lux perpetua luceat eis! Ex profundis clamavi! Clamor meus ad te veniat! Vitam aeternam dona eis, domine, et sedere in sino Abrahami, et considere ad mensam illius, et comedere cum illo per omnia secula seculorum, amen!”
4. Bien veo que todavía sé leer a pesar de que según mi percepción del tiempo hace algunos miles de millones de años que no he leído ni una sola letra. Pero ahora dime, ¿qué pasa con estos versos dogmáticos tan antiguos? ¿Será posible que aquí en el mundo de los espíritus realmente los tengan en consideración? Si fuera así, ¡de veras que entonces nuestro futuro tendría malas perspectivas! ¡Por favor explícanos cómo tenemos que interpretar esto!».
5. «¿Cómo habría que comprender estos pasajes si no por lo que las bien ordenadas palabras indican?», le preguntó Martín. «Dime tú: ¿acaso vosotros, en el mundo, agregasteis nunca a estas palabras algo más aparte del propio sentido exterior de su composición? Si en el mundo estuvisteis conformes con ellas, mientras os produjeron dinero y admiración devota, cómo es posible que ahora os escandalicen cuando su sentido se aplica a vosotros? ¿Para qué una ocupación? ¡Requiescant in pace; ergo requiescamus! Este descanso en la paz eterna lo habéis encontrado todos ahora!
6. Aquí también hay luz que continuamente entra por las grandes ventanas, por lo que mi casa se asemeja al seno de Abraham; y el armario de allí, lleno de buen pan y de vino, es una verdadera mesa de Abraham en la que todos encontraremos eternamente alimento hasta al día del juicio. Y si en el dicho día de la ira no os toca la perdición, entonces también después estaréis para siempre bien abastecidos. ¿Qué más queréis entonces?».
7. «Sí, amigo, se supone que así será», respondió uno de los ligurianos. «Pero aun así, siento que la misma situación durante eternidades debe resultar bastante aburrida... Te digo: eternamente aquí, siempre ociosos y sin esperanza en algo distinto... ¡Temo que en el transcurso de los millones de años ningún ser vivo podrá soportar el aburrimiento que va a venir!».
8. «Para qué te servirá ahora cualquier razonamiento?», preguntó Martín. «¿No sabes que está escrito: “Cada cual vivirá conforme a su fe” y “El tronco se quedará tal como cae”? ¿Por qué creíamos en semejantes estupideces si son una contrariedad para nosotros?
9. ¡Si en el mundo fuimos unos asnos testarudos entonces tendremos que consentir que aquí se apliquen nuestras ideas a nosotros mismos, nos guste o no nos guste! Si allí hubiéramos construido nuestros pensamientos con más sabiduría, entonces estaríamos en mejores condiciones. Pero todos nosotros, sin excluirme a mí, éramos más felices cuanta más oscuridad sembrábamos en la Tierra. Por eso no debemos sorprendernos que aquí, como en un supuesto seno de Abraham, seamos todos víctimas de nuestras propias necedades.
10. ¿No había, y no hay todavía, una inmensa cantidad de viejos asnos y bueyes en el mundo que continuamente hablan de luz y de instrucción? Pero si a ellos mismos se les da una luz y un alimento algo mejor, lo ignoran y vuelven satisfechos a sus antiguas insensateces. Comen la antigua comida y gozan de la escasa penumbra de su establo y sólo pueden rumiar las antiguas inmundicias que tienen en sus estómagos.
11. Ved, ¡nosotros mismos fuimos enteramente parte de esa misma especie! Por eso no os cause sorpresa que el Señor haya cuidado de nuestra naturaleza animal tal como lo ha hecho... Quien se regocijó en su insensatez ¡que continúe en su alegría! Quien se complació en el sueño ¡aquí puede dormir cuanto le venga en gana! Quien disfrutó de la ociosidad ¡que descanse aquí eternamente! Quien se dedicó a la comida y a la bebida ¡ahí mismo tiene la mesa de Abraham! Quien tenía pasión por las vírgenes ¡aquí tiene a las hermanas de la Caridad, a las de la Doctrina Cristiana y a las damas del Sagrado Corazón. Estamos servidos absolutamente en todo, ¿de qué nos quejamos todavía?».
12. Todos se encogieron de hombros y dijeron: «Tienes toda la razón. ¡Al diablo con nuestra sabiduría! Si por lo menos tuviéramos la alternativa de volver al mundo como ranas y croar como ellas entonces estaríamos evidentemente mejor. Pero lo que no tiene remedio, por desgracia tendrá que quedarse tal como es».
1. Uno de los minoritas dio algunos pasos adelante y dijo: «Amigos, permitidme algunas palabras. Y aunque tal vez no sirvan para mejorar la situación, por lo menos podrá hacernos algo más agradable el descanso que nos espera».
2. «¡Muy bien, adelante!», le animaron todos. «Será un placer para nosotros escucharte, puesto que en el mundo siempre fuiste un orador bueno, sabio y dramático».
3. «Bien, hermanos. En el mundo teníamos en cierto sentido dos evangelios: el antiguo de Cristo y algunos de sus apóstoles, y luego el de la iglesia católica romana que se atribuyó dogmáticamente la dignidad de ser “la única que lleva a la bienaventuranza”, y que pretende ocupar la silla de Pedro y tener las llaves tanto del Cielo como también del infierno.
4. Juramos lealtad a esta iglesia hasta al fin de nuestros días y juramos aceptar como verídico todo lo que nos exigiera, tanto si estaba escrito en la Biblia como si no. Igualmente nos comprometimos bajo juramento a considerar como hereje y a condenar a todo aquél que pensara o creyera diferentemente.
5. Cumplimos minuciosamente con todo lo que juramos, aunque no pocas veces contra nuestro propio parecer y contra cualquier sentido común.
6. Todos sabéis muy bien que la iglesia nos prohibía leer la Biblia y sólo nos dejaba leer los evangelios dominicales muy abreviados. Todo lo demás, leerlos y entenderlos, era cosa de los doctores en teología. Nosotros teníamos que darnos por satisfecho con los padres eclesiásticos, el breviario y las leyendas, después con las reglas de la orden, con Ignacio de Loyola, las reliquias, las misas y los sacramentos, la confesión y una gran cantidad de otras cosas que seguramente aquí pueden ser criticadas como meras estupideces por lo general más bien malas.
7. Ahora pregunto: si nosotros dentro de los márgenes de la constitución de la iglesia, que se supone al menos consentida por Dios, hemos actuado directamente contra la verdadera Doctrina de Jesús, ¿puede ser culpa nuestra? Según todo criterio humano y seguramente también según el divino tendrían que ser los causantes quienes habrían de asumir toda la responsabilidad. Y respecto a nosotros mismos: nos harían falta unas nuevas normas de conducta para saber cómo comportarnos en el futuro eterno y cómo remediar todo el mal que, pese a todo, fue hecho por nosotros».
8. «Enhorabuena, ¡has hablado muy sabiamente! Con tus palabras nos has dado una gran alegría! ¡Que el auténtico responsable expíe la culpa: la sede romana y cada uno de los que nos obligó a cumplir toda clase de encargos comprometedores sin dejarnos tiempo para pensarlos en una luz algo más pura!
9. Nos bautizaron sin nuestro consentimiento, imponiéndonos de esta manera prematura la confesión romana. ¿No es el colmo de toda insensatez hacer jurar lealtad a la iglesia a un niño recién nacido, aun sea a través de representantes, sin considerar si el niño, estará o no de acuerdo con esta lealtad jurada una vez que sea mayor? 10. Cristo mismo dijo: “Quién cree y le bautizan, será bienaventurado”. ¿Cómo entonces pueden bautizar antes de que uno sea consciente de la fe cristiana? El bautismo representa una confirmación viva de que uno ha admitido la fe cristiana como pauta para gobernar su vida. Poco sabrá un niño recién nacido qué es la fe, la fe cristiana... Ay, ¡cuánto más reflexiono sobre esto tanto más se me ponen los pelos de punta! ¡Esto es verdaderamente anticristiano!
11. Nos dicen que el bautismo perdona el pecado original y todos los pecados cometidos antes del bautismo. ¡Vaya, vaya! ¿Podría un hombre razonable condenar a un niño porque una vez sus padres cometieron entre ellos una falta perdonable ? Acaso Dios, el más sabio, ¿iba a considerar culpables de pecado mortal a niños que nacieron miles de generaciones después del pecado de Adán? ¿Cómo iban a tener ellos culpa del pecado de Adán? Aquí, siendo espíritus, se da uno cuenta de ello más que en ninguna otra parte . ¿Y eso de los pecados cometidos antes del bautizo?, ¡es para echarse a reír! ¡Un niño dentro del vientre de la madre, y pecar!
12. Un pagano que a través del bautismo se convierte a la religión cristiana, de la cual diría yo que ahora es tan pagana como el mismo paganismo, ¿en qué podrá haber pecado?. Sólo contra sus leyes paganas y de ninguna manera contra las cristianas que no había conocido. Si a través del bautismo recibido resulta absuelto de sus pecados que sólo pueden haber sido paganos, ¿no será esto una confirmación de su antiguo paganismo? Lo mismo podemos decir en el caso de un judío. Perdonarle por el bautismo haber sido antes judío, ¿no es el colmo de la insensatez?».
13. «Amigos, me quitasteis la palabra de la boca...», continuó el minorita. «¡Vuestra observación es muy acertada! Os digo que este método prematuro de producir cristianos recuerda a las antiguas fábulas de la venta de almas al diablo. Únicamente es por motivos políticos por lo que, casi todavía en el vientre de tu madre, Roma te anexiona con todas consecuencias. Y una iglesia tan anticristiana aún se llama “madre” y su cabecilla “representante de Jesucristo”, o sea también representante de Dios.
14. Cosa extraña pero real: ¡Que negligentes fuimos todos al no darnos cuenta que ya desde el nacimiento estabamos expuestos a las garras del diablo! También el bautismo nos habría debido liberar del estúpido pecado original para que nos volviésemos hijos de Dios... ¡Menudos hijos de Dios que nos hemos vuelto! ¡El bautismo, en vez de salvarnos del infierno, más bien nos ha preparado para él!
15. Y para que nadie se preocupara por mejorar verdaderamente y por una penitencia seria, inventaron la confesión oral, confiriéndonos a los sacerdotes la potestad de la plena absolución. Así, después de semejante confesión, cada cual vuelve a su antiguo lodazal de pecados sin poder ni ver la necesidad de volverse una nueva criatura en Cristo.
16. Oh, hermanos, siempre será para nosotros un enigma sin solución que Dios consienta cosas como éstas. “¡Volveos todos perfectos como lo es el Padre en el Cielo!”. ¡Menuda perfección en la que, conscientemente, uno tenía que simular toda inocencia! Sólo ahora, como espíritu y en una luz algo más celestial, empieza uno a darse cuenta de los propios conceptos equivocados que tuvo en el mundo.
17. Todavía habría mucho que decir y cada vez resaltaría con más fuerza que la única responsable de nuestras ideas equivocadas es la sede romana. Lo que ahora vislumbramos, seguro que el Señor lo ve claramente. Y seguro que tendrá Misericordia de nosotros, pobres pecadores mal guiados, si estamos dispuestos a perdonar a todos los que contribuyeron a nuestra ofuscación sistemática. Este es mi punto de vista, ¿qué decís vosotros?».
18. Todos, salvo algunos jesuitas, estuvieron de acuerdo con él y le aplaudieron.
1. De aquellos jesuitas que continuamente estaban denegando con la cabeza se preocupó Martín mismo con un discurso radical:
2. «¿Por qué os encogéis de hombros y negáis con la cabeza continuamente? ¿Acaso entendéis de estos asuntos, ahora ya algo más desmenuzados, más que vuestros compañeros ? ¡Casi lo dudo! Pero tengo claro por dónde vais y por eso os diré qué es lo que todavía, como el triple velo de Moisés, os nubla la vista :
3. Primero vuestra antigua testarudez todavía domina vuestras mentes y no permite la entrada en vuestros corazones de la menor luz algo más pura . Segundo vuestra creencia ciega y errónea os hace pensar que para ser cristiano no hace falta de momento más que el bautismo. Según vosotros basta bautizar a alguien en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu santo, y ya hay un cristiano más... ¡Menuda creencia! Y tercero vuestra imaginación altanera os hace consideraros los únicos apóstoles verdaderos, los únicos que poseéis el Espíritu santo y que por ello estáis autorizados por Dios a hacer lo que queráis.
4. Oh, ¡estúpidos perdidos! ¿Cómo queréis probar todo esto? ¿Dónde hay en las Escrituras un texto que pueda justificar vuestras pretensiones? ¿Acaso os imagináis que el Señor sólo habló para vosotros, anticristianos, cuando para divulgar el Evangelio entre los pueblos dijo a Pedro y a los demás apóstoles: “¡Aceptad al Espíritu santo! ¡Lo que en posesión del Espíritu santo atéis o desatéis en el mundo, también quedará atado o desatado en el Cielo!”.
5. ¡Estáis muy equivocados! ¿Acaso tuvisteis alguna vez al Espíritu santo? ¿Es posible que el Espíritu se contradijera a sí mismo? ¿Puede Él contradecir aquello que dispuso una vez para todas las eternidades ? ¿O tal vez Él, con el tiempo, pudo haberse vuelto más sabio, reconociendo que sus anteriores disposiciones habían sido imperfectas, con lo que las tuvo que substituir por nuevas y mejores?
6. ¿Podría ser que en la época de los apóstoles todavía no tuviera claro el Espíritu santo que más tarde serían indispensables monjes de todos colores y clases para conducir a los hombres al Cielo? ¿Y que después se necesitarían cuadros para llegar al Cielo, esculturas, reliquias, imágenes milagrosas, campanillas, pilas de agua bendita, incienso, vestiduras sagradas, cogullas, iglesias y claustros, cálices custodias, monaguillos hablando en latín y miles otras estupideces? El Espíritu santo tiene que haber sido increíblemente ciego para no haber visto ya entonces la necesidad fundamental de estas reliquias para el bien de las almas humanas, y por no haber tomado ya en la época de los apóstoles las medidas necesarias para su inmediata introducción.
7. Los primeros cristianos, Pedro y Pablo incluidos, ¿no tendrían que haber sido ya presas del diablo, pues no tenían iglesias, campanillas, misas en latín, exequias, imágenes milagrosas para la bienaventuranza, ni siquiera confesión y administración de óleos, misas carísimas y cobradas de réquiem, mortajas, etc.?
8. ¿Acaso no reconocéis aún la insensatez de todas estas necedades? ¿No admitís que todos nosotros, por haber creado todas estas clases de obras, leyes y ceremonias para el servicio divino, nos hemos vuelto evidentes pecadores contra el Espíritu santo, en cuyo caso tengo entendido que no habrá perdón, temporal ni eterno?, ¡una creación dictatorial, sin el menor soplo o inspiración evangélica, motivada por nuestra avidez y espíritu dominador, que iba directamente contra de la palabra de Dios y la enseñanza de los apóstoles...!
9. Si comparáis aún superficialmente la pura palabra que el Señor dirigió a los hombres con nuestros desatinos católico-romanos, se os tiene que caer la venda de los ojos y reconocer que la propia Roma es la verdadera Babel nombrada en la revelación divina. Y nosotros mismos somos sus servidores más cercanos.
10. Por ello, hermanos y hermanas, ¡separaos de toda vuestra antigua insensatez mundana, dirijámonos todos al único Dios y Señor Jesucristo, y seguro que seréis recibidos con clemencia!
11. Pero escuchadme: ¡que no sean mis palabras escasas aunque bien intencionadas las que os hagan tomar esta decisión sino vuestra propia voluntad y el amor de vuestros corazones!».
12. Todos estuvieron de acuerdo con Martín, menos las damas del Sagrado Corazón: «Mientras no fuera Dios mismo o por lo menos la bienaventurada Virgen María quienes nos avisaran para tanto cambio, nosotras seguiremos fieles a la Madre romana y no reconoceremos una nueva enseñanza vuestra que podría llevarnos al infierno».
13. «¡Tranquilas, estúpidas!», les dijo Martín. «Pronto el Señor os freirá un embutido especial, sólo para vosotras. Si no queréis tomar para siempre el Evangelio como norma de conducta, quedaos entonces para siempre con vuestra estupidez, y alimentaos del tocino de vuestra querida Madre romana! La sabiduría del Señor ya cuidará de que con esta dieta ni engordéis ni os volváis demasiado guapas. Pues el Señor sabe preparar muy bien un régimen super-homeopático para necias como vosotras, que a menudo dura una pequeña eternidad, y cuya gran eficacia conozco por mi propia experiencia...
14. ¡Dejemos a estas damas insensatas y oscuras en su creencia! Nosotros, en nombre del Señor, vamos a dirigirnos a una luz algo mejor!».
1. «¿Dónde, hermano, se encuentra la luz que acabas de mencionar?», le preguntó el minorita. «¿A dónde nos llevarás para que la podamos ver?».
2. «Seguidme al centro de esta sala», les respondió Martín. «Allí veis un mecanismo astronómico y telúrico divinamente artístico. Antes de todo vamos a observar en él la Tierra que habitábamos y desde allí nos dirigiremos a los demás planetas hasta al mismo Sol. Mucho de lo que hasta ahora fue un enigma para vosotros os quedará claro».
3. Todos se dirigieron al sitio indicado y lo rodearon en varias filas. También las damas del Sagrado Corazón se acercaron con disimulo para enterarse de lo que iba a pasar y para ver qué aspecto tendría aquella luz algo mejor, nombrada por Martín.
4. Martín se dio cuenta del detalle y dijo en voz alta: «¡Hola!, sabias damas, ¿por qué nos seguís tan disimuladamente como la policía secreta? ¡Aquí nada de eso! Si junto con vuestros hermanos y hermanas, queréis acercaros a la mejor luz, hacedlo entonces abierta y alegremente como nosotros. Pero andar espiando tras nuestro, ¡aquí no! ¿Comprendido?».
5. Al verse descubiertas, las damas del Sagrado Corazón se detuvieron y dijeron: «Amigo, ¡no estés tan malhumorado con nosotras! Ya sabes que somos ignorantes, débiles y seguramente también mal instruidas, lo que también te habrá ocurrido a ti, por lo que al entrar en este mundo tampoco habrás tomado inmediatamente por real lo que te han dicho. Podrías tener un poco más de paciencia con nosotras, pobres, ¡te lo rogamos! Hasta ahora “gansos” es lo más decente que nos ha llamado y no nos hemos quejado. ¡Que defendamos a nuestra Orden no puede ser un traspié! Pero tú, querido amigo, nos has tratado con mucha dureza y lo aguantamos, aunque sea con algo de mal humor. ¡Y ahora te rogamos que nos perdones y que no te muestres tan severo con nosotras pobres pecadoras!».
6. «Bien, ¡este habla vuestra ya me gusta mucho más que la semi-francesa!», les dijo Martín. «¡Así que acercaos todas con valor y de buen ánimo y contemplad todo lo que aquí hay y lo que pasará después!».
7. Entonces las damas del Sagrado Corazón se acercaron del todo y se sorprendieron no poco al ver el gran mecanismo artesanal. Los jesuitas rodearon más bien el globo terrestre, llenos de admiración por ser una reproducción tan perfecta de la Tierra pues no le faltaba ni el menor detalle. También los minoritas y los ligurianos se sentían atraídos por el globo terrestre, en tanto que los Franciscanos mostraban más interés por el sistema planetario y el brillo del Sol que daba toda la luz necesaria para la iluminación del mecanismo entero. A las religiosas de la Caridad y las de la Doctrina Cristiana también les gustaba más el Sol. De modo que todos estaban contemplando la instalación y Martín explicó lo mejor que pudo estos cuerpos celestes, sin privarse de soltar de vez en cuando un chiste sarcástico sobre lo que pasaba en la Tierra.
8. Cuando el gran grupo se hubo entretenido un buen rato con el mecanismo y después de haber escuchado las explicaciones de Martín, la luz de la sala se volvió de repente bastante más clara. Hasta la misma sala parecía haber aumentado. También el grupo se dio cuenta de este detalle y preguntó a Martín por el motivo del fenómeno.
9. «No os sorprendáis mucho porque todo lo que aquí se presenta como real y de una forma, cambia fácilmente a otra», les explicó Martín. «¡Ya os habréis dado cuenta de lo pequeña que parecía esta casa por fuera y de lo grande que resulta una vez dentro! De modo que este fenómeno es otro de los muchos milagros que ninguno de nosotros entiende, pero que para el Señor resultan facilísimos.
10. Yo diría que como vuestra comprensión ha mejorado algo el Señor también os deja llegar más luz. Y supongo que como los conceptos que tenemos de Él se han ampliado un poco, por ello es por lo que se habrá ensanchado nuestro hogar para que todos tengamos realmente suficiente sitio. Fenómenos así no son nada extraordinario en este reino de los milagros; aquí no maduran primero las brevas y después los higos, sino que la Omnipotencia, el Amor y la sabiduría del Señor hacen todo conforme a la madurez de nuestros corazones.
11. Pero esperad un momento porque en el tablero blanco acabo de ver una nueva escritura que brilla mucho, a ver de qué se trata...». Martín se acercó y leyó: «Martín, ¡ven afuera porque tengo asuntos importantes que tratar contigo!, ¡y que todos te esperen dentro! Ven. Así sea». Martín, feliz, informó al grupo y salió.
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1. Ya desde la puerta de su casa vio que el jardín que la rodeaba estaba totalmente transformado; era más grande y todo se encontraba florido, lo que le causó una gran alegría. Al mismo tiempo descubrió de nuevo la casa del Señor, muy cerca y hacia el este, lo que aumento sobremanera su felicidad. Mirando alrededor se quedó un poco desconcertado al no ver a nadie. Pero esta vez no perdió sus ánimos ni la paciencia y se puso a registrar todo el jardín, a ver si me encontraba a mí, el Señor. Pensaba que Yo podría haberme ocultado para que nadie del grupo pudiera verme por alguna de las grandes ventanas.
2. Estaba registrando Martín el jardín por todas partes y como ni así me encontró se dijo: «¡Otra de estas maneras celestiales de tomarme el pelo! Pero no importa, voy a cumplir con el encargo que he recibido... Podría ir directamente a la casa del Señor; pero no me parece bien, pues el encargo fue muy claro: “Martín, ¡ven afuera porque tengo asuntos importantes que tratar contigo!”. Al salir de la casa ya he cumplido; lo demás es cosa del Señor. Por mi parte estoy a su disposición».
3. Continuó su paseo por el agrandado jardín hasta que descubrió en un rincón a un jardinero que estaba plantando árboles. Cuando llegó Martín reconoció a su librero Borem y exclamó lleno de alegría: «¡Amigo, hermano!, ¿tú aquí? ¡Cuántas veces me he arrepentido ya de haberme comportado tan groseramente contigo! ¡Perdóname y sé mi eterno guía inseparable, pues ahora reconozco haber sido muy injusto contigo, y más todavía con la bondad del Señor!».
4. Borem que en seguida se giró hacia Martín, le saludó muy amistosamente: «¡Bienvenido, Martín!. ¡Al Señor le causas una gran alegría, pues ve que hiciste el bien por libre decisión tuya! Por eso me mandó aquí para que arregle y amplíe tu jardín conforme tú arreglaste y ampliaste tu corazón en el amor. Continúa actuando en el nombre del Señor y te acercarás a tu renacimiento con paso acelerado.
5. En adelante me quedo contigo, puesto que tú mismo me lo has pedido desde dentro de tu corazón, y te asistiré y ayudaré en lo que haga falta. En tu casa nos está esperando una gran tarea que nos costará mucho. Pero cuanto más violenta la lucha, tanto más cercana estará la victoria gloriosa.
6. Ya he terminado de plantar los árboles. ¡Vámonos pues con aquellos que precisan nuestra ayuda! El tratamiento que les aplicaste, análogo al de este jardín, les ha preparado muy bien; no obstante, aun así costará todavía mucho que todos estos mil árboles den frutos enteramente maduros.
7. ¡Te digo que amor y paciencia pueden con todo! Por eso, en nombre del Señor, ¡manos a la obra!». Y ambos se dirigieron a la casa.
1. Nada más entrar en la casa, uno de los minoritas los recibió muy preocupado: «Querido amigo, ¿qué pasó allí fuera para que hayas tenido que salir tan precipitadamente? ¡Estábamos tan asustados y preocupados por ti! ¡Hemos pensado que tal vez te han soltado un rapapolvo por nuestra causa!. Ay, ¡dinos qué pasó!».
2. Martín sonrió y los tranquilizó: «Hermanos, ¡no os preocupéis por mí! Pero aquí os presento a un hermano que el Señor nos ha enviado para vuestra y mi causa, para que me ayude a poneros a todos en el buen camino... ¡Ésta fue únicamente la razón por la que me han llamado afuera!
3. A este amigo del Señor le tenéis que escuchar bien y de buen grado. Y si siempre le hacéis caso entonces, tal vez, dentro de poco nos encontraremos libres y en condiciones más favorables. Que sepáis que tampoco yo soy un espíritu en plena bienaventuranza, ¡ni mucho menos!, sino que me encuentro en camino hacia ella, con la ayuda y la Gracia del Señor.
4. Esforzaos bien para que os volváis dignos de esta Gracia lo antes posible. Entonces puede que todos nosotros entremos al mismo tiempo en el Reino de la Luz de Dios».
5. «Sí, hermano, te lo prometemos a ti y a tu amigo», continuó el minorita. «En la esperanza de que pueda llegarnos la Gracia del Señor, aunque sea las más mínima, ya nos atendremos estrictamente a las instrucciones que nos deis».
6. Entonces Borem tomó la palabra: «Sí, hermanos y hermanas», dijo, «cumplid con esta promesa vuestra desde el fondo de vuestros corazones. Amad a Jesucristo sobre todo, porque Él es nuestro único Padre, santo y lleno de Amor. Buscadle sólo a Él y atad vuestros corazones sólo a Él, y antes de que lo penséis estaréis ya en su hogar de Amor eterno. Tenéis que expulsar de vuestros corazones todas vuestras tendencias mundanas y sensuales; de lo contrario sería imposible para nosotros llevaros al eterno hogar del santo padre. Y ahora tomad a pecho lo que os voy a decir:
7. En el mundo todos teníais dos conceptos sobre Dios, el Cielo, la vida del alma y su estado tras haber dejado el cuerpo aparte, dos conceptos diferentes pero absolutamente erróneos. Ya os habréis convencido que aquí vuestras antiguas creencias no se han confirmado por parte alguna. Ni visteis un purgatorio, menos todavía un infierno, y no encontrasteis ángeles con alas ni tampoco un Cielo; y así como nunca encontrasteis todo esto, jamás vais a encontrar todo lo demás en lo que vosotros, católico-romanos, habíais creído.
8. Igualmente los elementos y formalidades necesarios para las oraciones, utilizados por las comunidades y los sacerdotes y a los que tuvisteis en gran estima, no tienen aquí el menor valor. Nadie llega al Señor por un “intermediario de misericordia”, pues el Señor mismo es la suprema Misericordia en sí. De modo que sería una estupidez enorme, y a la vez un pecado, tratar de incitar al Padre tan lleno de Amor y tan sumamente misericordioso “a ser misericordioso”.
9. Por eso cada cual tiene que poner él mismo mano a su obra, si no nunca le sería posible a Dios, el Señor de toda la magnificencia eterna e infinita. Ahora yo mismo ya soy un gran ángel del Señor que continuamente me confirma: “Hermano mío, ¡cuánto te amo!”. Pero si me dirigiera a Él para rogar por vosotros durante una eternidad, no os serviría para nada. Pues cada uno tiene que actuar movido por su amor y su propio esfuerzo, de lo contrario jamás llegará a la verdadera libertad de su espíritu. Dios es omnipotente, pero su Omnipotencia no puede liberar a nadie, pues precisamente es de esta Omnipotencia de la que tenemos que liberarnos por nuestra libre voluntad y por nuestro amor a Dios; de lo contrario no seríamos sino máquinas controladas por la dicha Omnipotencia de Dios.
10. Para este fin el Señor nos ha preparado caminos bien ordenados que tenemos que andar para llegar a tal libertad divina. Hasta ahora estos caminos os eran desconocidos pero os los voy a mostrar. Tenéis que seguir estos caminos sin vacilar, llevados sólo por vuestra libre voluntad, y llegaréis al mismo destino preparado para cada espíritu creado por Dios.
11. A partir de ahora os será concedida toda la libertad imaginable; pero atención, ¡esta libertad es ficticia! ¡Sed conscientes que se trata de una prueba, de modo que no abuséis de ella!
12. ¡Miles de Evas os van a ofrecer la manzana tentadora, pero por amor al Señor no la debéis tocar!
13. Os van a calumniar y se reirán de vosotros, ¡pero no debéis alteraros o soñar con venganzas!
14. Os van a perseguir, os van a robar y hasta os maltratarán. Pero vuestra única defensa sea el amor, pese a que dispondréis de todos los medios para vengaros.
15. Pensad siempre en el Señor y su Evangelio, y construiréis vuestro hogar en un suelo firme.
16. Os digo la eterna Verdad por Dios, el Señor de todo lo que existe y de toda la vida. Quien no cumple con su Palabra no entrará en su Reino.
17. Cada cual tiene que pasar por la muy estrecha puerta de la humildad, confiándose en todo a Dios. ¡No nos debe quedar sino únicamente el amor junto a la más profunda humildad! ¡Nada nos debe ofender! ¡Nunca debemos decir ni pensar que una u otra cosa nos pertenece por alguna razón. Pues lo único que tenemos todos no es sino el derecho al amor y a la humildad. ¡Todo lo demás es del Señor!
18. Así como el Señor mismo se humilló hasta el punto más extremo, igual lo tenemos que hacer nosotros también si queremos llegar allí donde está Él.
19. A quien te da una bofetada, no se la devuelvas sino ofrécele también la otra mejilla para que haya paz y armonía entre vosotros. A quien te disputa la túnica, dale también el manto. Y a quien necesita que le acompañes una hora, acompáñale dos, para mostrarle amor. Bendice al enemigo y reza por aquellos que te maldicen. Nunca paguéis el mal con el mal sino haced el bien a todos aquellos que os odian, y os volveréis verdaderos hijos de Dios...
20. Mientras busquéis vuestro derecho en otra parte que en la palabra de Dios, mientras que todavía llevéis el aguijón de la cólera dentro de vosotros, y mientras todavía creáis que sois víctimas de alguna injusticia, aún sois hijos del infierno y la Gracia del Señor no está con vosotros.
21. ¡Los hijos de Dios tienen que ser capaces de soportar y aguantar todo! Que toda su fuerza sea el amor para con Dios y para con sus hermanos, tanto para los buenos como para los malos.
22. Si sois firmes en todo esto entonces también seréis absolutamente libres y estaréis preparados para ser admitidos en el Reino de Dios.
23. Estoy al tanto de que todos vosotros fuisteis sacerdotes y monjas de la comunidad más ciega. También sé que algunos de entre vosotros todavía os vanagloriáis de ello en secreto. Pero os digo: ¡Que nadie añore lo que fue o hizo en la Tierra! Si alguien piensa en haber hecho el bien, entonces el Señor también pensará en el mal que hizo, y le juzgará conforme sus obras. Quien es juzgado por el Señor es juzgado para la muerte porque el juicio es la muerte del alma en la cautividad eterna de su espíritu.
24. Si el Señor dice: “¡En todo cuanto hayáis hecho reconoced todos que fuisteis unos siervos inútiles!”, ¡cuánto tenéis que reconocer la veracidad de estas palabras todos vosotros que jamás practicasteis el Evangelio en vosotros mismos y menos todavía en vuestros hermanos!
25. Todo esto os lo he dicho en nombre del Señor, sin quitar ni añadir una sola palabra. Tal como lo he recibido del Señor así os lo he comunicado. Ahora es cosa vuestra si cumplís con ello o no; si por la testarudez de no considerar lo que os digo caéis en un juicio en el futuro, ¡entonces ya no podréis pretender no haber sabido nada!
26. Pero si alguien tiene buena voluntad y cae a causa de la debilidad de su naturaleza, entonces mi hermano y yo, en nombre del Señor, estamos preparados para levantaros.
27. Ya veis que de momento no se requiere más que vuestra buena voluntad, las buenas obras más en adelante...
28. De modo que poned mucho afán en la buena voluntad por el bien y se hará un poco la vista gorda referente las obras, pues la buena voluntad ya es una buena obra del espíritu.
29. Pero ¡ay de aquél que alimente en secreto una voluntad mala y engañosa mientras que exteriormente finja tenerla buena ! Os digo a través de la fuerza del Señor que me atraviesa como la tempestad a un bosque: ese será llevado al infierno por el camino más directo y será arrojado al lodazal de la eterna perdición como una piedra que desde el cielo cayera al fondo del mar donde quedaría para siempre en el lodo del juicio.
30. Ahora sabéis lo que tenéis que hacer para entrar en el Reino del Señor como verdaderos hijos suyos. ¡Actuad de acuerdo con ello y viviréis!
31. Este vuestro mejor amigo y yo permaneceremos con vosotros, aunque no siempre visiblemente. Y si alguno cae a causa de su debilidad, entonces ya le levantaremos. Pero si alguien cae a causa de su malicia, a él no le ayudaremos. No me preguntéis dónde está el lugar de la prueba, pues puede estar en todas partes y donde menos lo esperáis; para que vuestra libertad sea absoluta. El Señor esté con vosotros y con nosotros. Amén».
32. «Hermano, has hablado la pura Verdad por el Señor», contestó Martín. «También a mí me han tocado tus palabras porque con ellas he encontrado bastantes puntos débiles en mí mismo».
33. «Entonces no te perjudicará pensar también en ellas. Pues para dirigirte a la bella mercuriana aún no me parece conveniente que vayas solo», observó Borem. ««¿Me comprendes?».
34. «Por supuesto, tienes razón», le respondió Martín. «Ya sabes que todavía queda algo de animal dentro de mí. ¡Pero espero que esto cambiará!».
1. «Ahora hasta yo mismo tengo una gran curiosidad por saber cuándo y cómo tendrán lugar las pruebas de estas mil personas», confesó Martín. «Supongo que en esta casa no será posible. ¿Y colocar fuera a cada uno en un lugar diferente? No somos más que dos; de modo que realmente no sé cómo sucederá. En un rebaño de cien ovejas con noventa y nueve justas no sería imposible encontrar la perdida. Pero tratándose de mil ovejas todas prácticamente perdidas, habría que seguirlas a todas... ¡Esta tarea tendrá difícil solución!».
2. «No te preocupes por eso», le respondió Borem, «porque para Dios muchas cosas son posibles, cosas que te parecen inimaginables. En este caso todos permanecerán en esta misma casa. Pero según sus propios pensamientos serán trasladados a los más distintos lugares que corresponderán exactamente con su estado interior. Si entramos en su esfera nos verán y podrán hablar con nosotros; pero cuando nos encontramos fuera de ella no nos podrán ver. Aquí los tendremos ante nosotros, como ahora mismo, y desde sus nucas podremos ver en detalle lo que están haciendo en su esfera.
3. Ya se encuentra cada cual en el lugar que le corresponde según sus pensamientos, aunque no se han movido de aquí. Se comportan como si estuvieran hablando entre ellos; pero no es así, pues tampoco se ven entre sí.
4. Sin que se den cuenta, están ordenados en filas para que los podamos observar mejor. Ellos mismos no perciben este detalle, al igual que uno que duerme no se da cuenta cuando con su cama le llevan a una otra habitación. Ya están en filas adecuadas. Vamos a este minorita, ¡a ver que es lo que está haciendo!».
5. Martín se acercó por detrás al minorita y empezó a mirar a través de su nuca como si ésta tuviera una mirilla con lupa. Vio un paisaje maravilloso con el mismo minorita rodeado de un grupo de Evas. Pero él no les hacía caso sino que les hablaba con palabras sabias, siempre fijando su vista en una estrella clara que estaba levantándose en el horizonte.
6. «Éste ya está salvado», constató Borem, «y junto a él muchos más. Continuemos ahora, ¡a ver qué hacen los jesuitas!».
7. Ambos fueron a la fila de los jesuitas y se pusieron tras ellos. Vieron como unos treinta jesuitas se peleaban por un ejército completo de chicas desnudas, abandonándose a toda sensualidad. Los más fuertes se llevaban a las más desarrolladas, dejando a los menos fuertes las menos desarrolladas. Los menos fuertes se enojaron por ello y empezaron a separarse de los más fuertes para organizar un brutal castigo a los ofensores. También se juntaron todas las chicas flacas para quitarles con las uñas a las más desarrolladas lo que éstas tenían tan abundantemente.
8. Martín, al observar la escena, no dijo nada, en parte por sorpresa y en parte por una cierta indignación; de modo que no sabía qué decir.
9. Borem se dio cuenta de la confusión de Martín y le preguntó: «¿Qué te parece esta escena? ¿No quieres hacer un comentario?».
10. «¡Te digo francamente que no me esperaba esto de estos hipócritas!», contestó Martín. «¡Los descarados se comportan peor que los perros y los monos en la Tierra! Te digo que si tuviera tu poder y tu sabiduría, ¡ya les habrían caído un millón de relámpagos junto con mis sentimientos! ¡No quisiera ver el aspecto que estos sujetos tendrán al fin de semejante pelea!
11. ¡Ahora veo al canalla que por alta traición quemaron en China entre dos piedras! ¡Mira cómo maltrata a la hermosa china de la manera más increíble! ¡Le está desgarrando los brazos como si fuera un cóndor! Por Dios, ¿tendremos que consentirlo?».
12. «Amigo mío, esto no es sino el principio. No vamos a interceder porque la situación cambiará en seguida. ¿Ves como la china huye ahora? Pronto dará con un poderoso regimiento que la acogerá. ¡Aún se vengará de este jesuita tan sediento de venganza! Ahora se encuentra ante una gruta en la montaña y grita. ¡Mira los horribles monstruos que salen de ella, no hay manera de contarlos! Se dividen y rodean el grupo de jesuitas que aún no se han enterado de lo que les está esperando. Los monstruos acaban de cerrar el círculo. La china, con su piel deshecha, se acerca al montón de jesuitas todavía ocupado con las mozas desnudas. ¡Ahora mira tú y dime lo que ves!».
13. Tras un rato de observación Martín se sobresaltó y exclamó emocionado: «¡Pero esto es horrible, ay, es horroroso! La china se ha vuelto incandescente y, como una furia, se presenta ahora ante los jesuitas. Según puedo deducir de sus gestos parece haber dicho: “¿Me reconoces, miserable?”. De mal humor y con cara de rebelde el jesuita le respondió: “Sí, miserable tú misma, ¡y mi maldición jamás te olvidará!”. A eso mandó a sus colegas a cogerla de nuevo y a despedazarla. Pero en este momento ella gritó: “¡Atrás, malditos seductores del mundo, ya colmasteis el vaso! ¡Que ahora os alcance mi venganza!”. Una legión de monstruos se echa encima de los jesuitas y los despedazan en trozos muy pequeños. La china toma la cabeza de su jesuita y la arroja a un abismo. También el resto es arrojado al mismo abismo. Vaya, ¡cómo llamean las llamas!, Dios mío, ¡si esto no es peor que el mismo infierno, entonces no se imaginármelo más horroroso! Oye, ¿acaso tampoco vamos a interceder aquí?».
14. «De ninguna manera», le respondió Borem. «Aquí actúa el Señor mismo. Nosotros seríamos demasiado impotentes para tanto. Ves, mientras que se encuentren todavía aquí en las filas aún no tenemos que darlos por perdidos. Pero si alguno desaparece, entonces ya no tenemos que ver con ellos. Entre tanto te digo que estos ya no están muy lejos del infierno porque todo lo que acabas de ver se desarrolla en sus mentes y no en la realidad; pero si una mente se comporta de esta manera entonces la triste realidad no está nada lejos.
15. Todo lo que acabas de ver se desarrolla en los corazones de estos hombres. El Señor lo preparó todo de manera que podamos observarlo desde un lugar absolutamente seguro, con lo que ahora sabemos cual es su naturaleza. Luego ya veremos si considerando la enseñanza recibida, esta demostración los motiva a cambiar sus tan viles pensamientos.
16. El despedazamiento por los monstruos significa una gran humillación, por lo que se supone que los jesuitas entrarán en alguna clase de razón. Pronto los volveremos a ver como seres enteros y ya apreciaremos el efecto que la demostración habrá surtido en ellos.
17. Mira otra vez y verás como todo el grupo de jesuitas volverá a subir del mismo abismo en el que antes la china sólo arrojó al que estaba despedazado».
18. «¡Es verdad!», dijo Martín, mirando de nuevo por la hendidura. «Allí vuelven estos individuos todos enteros... A ver lo que harán. Fíjate, ¡empiezan a mostrarse algo mejores! A juzgar por las caras beatíficas que ponen tengo la impresión que algunos de ellos quieren empezar a rezar. Me alegraría que realmente todos ellos quisieran mejorarse».
19. «Lo que para los hombres parece inimaginable, para Dios siempre será posible. La primera prueba ha salido más o menos bien, pero ahora vendrá otra. Veremos cómo la pasarán. ¡Te digo que ésta será aún mucho más fuerte que la primera!».
1. Martín volvió a observar a los jesuitas y vio como una caravana de peregrinos se les estaba acercando, cargada visiblemente con muchos tesoros.
2. También los jesuitas la habían visto y la pararon para preguntarles a dónde iban y qué llevaban con ellos.
3. «Venimos del mundo», respondieron los de la caravana, «donde hemos saqueado unos cuantos claustros, especialmente los de los jesuitas que tienen tantas riquezas mundanas, pues ellos mismos son los mayores ladrones y bandidos del mundo.
4. Porque robarles a los hombres sus pocos bienes tan difícilmente ganados mediante astutas amenazas de infierno y perdición, es más vil que cuando los ladrones callejeros roban algo. Contra los ladrones y bandidos cada uno tiene el derecho de legítima defensa, pero contra semejante ratería y robo por parte de los jesuitas y otras órdenes sólo pocos pueden protegerse.
5. De modo que sus fortunas son ilegítimas y es más que justo haber saqueado sus claustros. Ahora estamos en camino hacia Dios para entregarle el botín. Y ante su trono vamos a clamar hasta que el Señor nos escuche y aniquile de raíz esa ralea de estafadores».
6. Al oírlos, los jesuitas empezaron a echar espumarajos de rabia.
7. Martín que había sido testigo de esta escena, se dirigió a Borem: «Ahora temo lo peor para los jesuitas, por lo menos para aquellos treinta que ya estaban presentes en la primera maniobra. También veo a los demás de su orden, pero esos forman un grupo aparte que parece encontrarse en una luz ya algo más clara».
8. «Estos últimos ya están a salvo», contestó Borem. «Pero esos treinta se encuentran en suelo poco firme. Ahora fíjate bien en lo que pasará».
9. Martín miró de nuevo con mucha atención. «En el nombre de Dios, ¡aquí tendremos que intervenir!», exclamó Martín después de un rato. «¡Son verdaderos diablos! ¡Nunca habría creído algo así de esta orden!
10. ¿Supongo que habrás oído también la horrorosa sentencia que los jesuitas fulminaron con la máxima rabia contra los peregrinos cuando los mismos acabaron de responder? Gritaron como una sola garganta:
11. “¡Vosotros que habéis atentado contra la propiedad sagrada de Dios sois unos asesinos de la Divinidad! ¡Caísteis precisamente en las manos de los vengadores merecidos! ¡Porque los jesuitas a quienes habéis robado y sobre los que queréis implorar a Dios que los maldiga somos nosotros mismos! ¡Es evidente que Dios nos ha traído aquí para que aquí mismo os entreguemos al infierno más profundo y espeluznante por vuestro horrible sacrilegio.
12. ¡Sube, Lucifer!, ¡sube, Satanás!, ¡sube, Leviatán!, y coged a estos muy infames y condenados herejes, y arrojadlos allí donde el infierno sea lo más ardiente para el cruelísimo recibimiento que les corresponde!”.
13. Hermano mío, ¡nunca antes habrá habido algo parecido! ¡Supongo que mentes como éstas nunca mejorarán!
14. ¡Ay-ayay, ¡ahora llegan desde las profundidades tres seres realmente horribles que están echando fuego por unas gargantas que podrían tragar casas enteras!
15. Los de la caravana están profundamente asustados y ponen toda su carga a los pies de los jesuitas, clamando perdón e indulgencia.
16. Pero estos los empujan atrás, gritando aún más que antes: “¡Al infierno! ¡Nada de perdón e indulgencia, eso se acabó! Sea vuestro destino la angustia eterna con un eterno arrepentimiento ardiente y en vano, sí, ¡sea ésta la recompensa merecida por vuestra obra! ¡Vosotros tres, diablos malignos, ¡cogedlos!, ¡que paguen eternamente por lo que en nosotros han pecado temporalmente!”.
17. Los de la caravana les ruegan con aún más fervor, pero todo en vano. Los tres diablos se les están acercando, por lo que claman aún más pidiendo misericordia. Pero los jesuitas contemplan su angustia con gran placer... Caramba, ¡ellos son los auténticos diablos!
18. Los tres verdaderos diablos toman su tiempo; parece que no están realmente de acuerdo con la exigencia de los jesuitas.
19. Los tres les dicen que la sentencia contra estos pequeños pecadores es demasiado severa e incluso injusta.
20. Pero los jesuitas les contestan en voz alta: “¡Nuestra sentencia es sentencia de Dios!, ¡y por consiguiente justa! Por eso, ¡abajo con ellos, que sufran!”.
21. Ahora los diablos protestan en voz alta: “¡Exigís demasiado! ¡Dios nunca ha juzgado así! En fin, como insistís tanto... ¡Pero esto va por vuestra cuenta caso de que vuestra exigencia no está justificada ante Dios!”.
22. Oh, hermano, la caravana entera grita de desesperación y desaparece junto con los tres diablos, mientras que los jesuitas triunfan con caras de regocijo... Qué dices, hermano, ¿no son ellos los verdaderos diablos?».
23. «¡No te preocupes por todo esto!», le contestó Borem. «Como ya te he dicho antes, todo son apariencias que por Voluntad del Señor se nos presentan como imágenes reales; el desarrollo de estas escenas es imprescindible para que las mismas puedan salir de las mentes de estos jesuitas todavía muy insensatos.
24. Pues lo malo frecuentemente tiene que manifestarse como tal en las mentes para poder ser arrojado de ellas; aunque todo lo que está ocurriendo es ficticio no real.
25. Por eso no debes tomar demasiado a pecho todo lo que has visto. Todo lo visto, es en última instancia una manifestación del Amor más profundo y la sabiduría más sublime del Señor y tiene gran semejanza con la existencia de las enfermedades humanas en la Tierra.
26. Pese a que las enfermedades son un mal del cuerpo, para el alma son un gran beneficio y, desde este punto de vista, hasta para el mismo cuerpo, porque a través de ellas son necesariamente sacadas de la carne substancias malas.
27. Igualmente estas manifestaciones no son sino enfermedades del alma arrastradas desde la Tierra, que tienen que ser sacadas de ella mediante remedios espirituales, al igual que en la Tierra las enfermedades del cuerpo tienen que ser tratadas con remedios físicos. De lo contrario el alma nunca podría curarse y jamás podría alzarse en ella el espíritu.
28. Cuando en el mundo un cuerpo humano está postrado a causa de una enfermedad, ¿no le faltan también a su alma los ánimos para cualquier actividad? En cuanto el cuerpo esté bien, de nuevo el alma estará también de buenos ánimos.
29. Esto es, Martín, lo que sucede aquí: todos ellos tienen almas muy enfermas. Por el brío de la palabra de Dios, que es el único y al mismo tiempo más fuerte remedio, estas enfermedades tienen que manifestarse para luego poder ser arrojadas. Sólo cuando la palabra de Dios ha terminado su acción, será asunto nuestro reconfortar con el Amor del Señor a los convalecientes.
30. Ahora comprenderás estas manifestaciones mejor y en adelante ya no te asustarás tanto al ver escenas aún más fuertes; pues, en todas las enfermedades, siempre el último componente que los remedios echan fuera del cuerpo es el más maligno, la causa principal de la enfermedad. Del mismo modo también aquí el mal principal es el último en ser arrojado del alma.
31. De modo que no te aflijas tanto al ver la manifestación y salida de los males principales. En seguida empezará el tercer acto que para estos treinta jesuitas seguramente será el último».
1. Martín volvió a mirar la nuca del jesuita que estaba ante él y vio como los treinta empezaban a poner caras de duda. Uno de ellos hizo la siguiente observación:
2. «Hermanos, hemos triunfado. Pero pensándolo bien, me parece que, sin derecho alguno, hemos sido demasiado injustos con esta caravana ahora atormentada en el infierno. Ellos han blasfemado contra nosotros, pero aun así y según el Evangelio, no tenemos el menor derecho a juzgarlos y maldecirlos.
3. Y justo ahora me estoy acordando de la enseñanza que nos impartió el mensajero del Cielo antes de que accediéramos a este estado de libertad absoluta. Según sus sabias palabras habríamos debido responder a toda clase de provocaciones sólo con amor, mansedumbre y humildad. Sin embargo, no hemos dado oportunidad alguna a ninguna de estas tres virtudes, por el contrario, nuestro comportamiento ha sido horroroso: hasta los tres diablos malignos nos han superado en mansedumbre y justicia, ¡con lo que nos han demostrado palpablemente que somos mucho peor que ellos!
4. ¿Qué pensáis de todo esto? Os confieso que a mí este asunto me parece más que extraño. Además, en este mundo de los espíritus, ¡todo es tan ilusorio!. Ahora que tenemos la posibilidad de actuar enteramente según nuestro propio criterio, todo lo que hemos hecho, sin autorización del mensajero divino, me parece una violación del orden de este mundo tan extremadamente misterioso. También tengo la sensación de que alguien estuviera diciéndome en voz baja al oído: “¡Tendréis que arrepentiros eternamente de este hecho tan increíblemente cruel!”. ¡Ay-ayay!, ¡ojalá no hubiera estado presente en tan fatal acontecimiento!».
5. Los otros veintinueve se desconcertaron un poco ante esta observación bien fundamentada. Pero sólo duró unos instantes hasta que todos dijeron como por una misma boca: «En principio tienes razón; pero reconoce que no podemos ser distintos de como somos. Puesto que somos así no podemos actuar de manera diferente a como estamos obligados, y basta, ¡ni una palabra más! Quien nos ha previsto airados ahora también tiene que admitir la ira y todos los demás pésimos atributos que nuestras almas tienen abundantemente.
6. Quien dio veneno mortal a la serpiente cascabel sería que le gustaría, de lo contrario no se lo habría dado. Nuestro destino fue que nos hiciéramos jesuitas; y en nuestra orden tuvimos que aprender cómo dar curso libre a la ira y la venganza, y a realizar las mayores maldades en honor de Dios con la conciencia muy tranquila. En nosotros se ha hecho aquello para lo que fuimos elegidos. ¿Qué más quieres? ¿Y qué más puede querer Dios de nosotros?».
7. «Ya, ya, tenéis mucha razón en decir que estamos predestinados a ser unos diablos y que ya hemos logrado serlo más que sobradamente. Y vosotros, ¿qué más queréis? No nos espera el Cielo sino el infierno más profundo. ¿Qué más queremos? ¿Para qué seguir con nuestras maldades hipócritas si lo antes posible y con total certeza alcancemos la perdición eterna? ¡Buen provecho!, ¡ha llegado el momento de que me despida de vosotros! No me apetece el gran honor de encontrarme dentro de poco, junto con vosotros, en esas duchas demasiado calientes, y no sólo porque no me guste el olor del azufre... ¡No os tendré la menor envidia!».
8. «¿Qué?, ¿quieres volverte infiel a nuestra orden?», gritaron los otros veintinueve, todavía como una sola boca. «¿Quieres abandonar al sublime fundador Ignacio y a su doctrina tan sumamente santa? ¿Qué te está pasando? Piensa que todavía nos espera un juicio final, ¿cómo crees aprobarlo? Si nos abandonas, ¡que entonces te toque una suerte mil veces peor que la de la caravana!».
9. «¡Adelante, pues!», contestó el anterior. «¡Yo permanezco fiel a mi propósito y que Dios me ayude! El día del juicio no me preocupa tanto, pero sí la caída en la eterna perdición, inevitable si me quedara en compañía vuestra. Ignacio sí o Ignacio no, lo mismo me da; yo me atengo a las palabras del mensajero divino. Ignacio y todos vosotros me importáis una “...” ¡y por supuesto la orden entera también!
10. Tal como lo veo ahora estoy convencido que el Señor prefiere el trasero de un turco a toda esa ralea nuestra y su celebre fundador... ¿Entendido? Todos los luteranos, calvinistas y ortodoxos, son ángeles comparados con nosotros que con nuestros reglamentos somos diablos de los mejores.
11. Haced de mí lo que queráis, y os digo que jamás me vengaré. Estoy profundamente arrepentido por haber dado un trato tan cruel a la pobre china; gracias a Dios que el castigo recibido me ha advertido. Por haber participado en la condena de la caravana ya me está ardiendo la conciencia como un infierno. Ay, ¿qué sería de mí si continuara siendo cómplice vuestro? ¡Adiós!, ¡os dejo!».
12. Nada más oír estas palabras los jesuitas empezaron a condenarle y maldecirle, le arrancaron la piel a tiras y la distribuyeron entre ellos. Arrojaron aparte a la propia víctima y llamaron a todos los diablos para que la buscaran. Los diablos también aparecieron, pero no cogieron a la víctima sino a quienes los habían llamado. Estos resistieron con toda su fuerza y gritaron pidiendo auxilio. A eso la víctima se levantó y ordenó a los diablos que los soltaran, y estos los soltaron realmente y abandonaron el escenario.
13. Esta escena le causó a Martín una buena impresión, por lo que tenía muchas ganas de ver la continuación.
1. Entonces Borem tomó la palabra: «Demos gracias a la Sabiduría, el Amor y la Misericordia del Señor que contra todo lo que podía esperarse fue tan benigno con este grupo, pues pruebas como éstas, hasta en casos de almas ya maduras, duran frecuentemente muchos años terrenales, mientras que en aquí no han tardado sino tres días. Por supuesto, algunos años según la percepción de los examinados. Pero ¿qué importa esto comparado con percepciones de frecuentemente miles o hasta millones de años?
2. Te digo finalmente que el Señor ha sido sumamente piadoso con estos treinta jesuitas. Ya han pasado lo peor. Realmente habían llegado al borde del abismo y se encontraron infinitamente más cerca del infierno que del Cielo que todavía está muy lejos de ellos. Pero están salvados y ahora entran en convalecencia.
3. Veo que te gustaría contemplar la continuación de la tercera escena porque todavía miras muy atentamente la nuca; pero ahí ya no verás nada. Porque ahora volverán en sí y a continuación se unirán a compañeros suyos de mejor índole. Después les espera el retiro de este ambiente aparentemente material, lo que ocurrirá en cuanto hayamos examinado a las damas del Sagrado Corazón.
4. Y para que no tengan que esperar demasiado vamos a dirigirnos ahora mismo a dichas damas para observarlas de la misma manera que lo hemos hecho con los treinta jesuitas. Bueno, ya estamos, elige ahora la dama que quieras; de todos modos en todas verás lo mismo».
5. «Si es así, ¡entonces a la primera!», se decidió Martín. «Ya las veo todas juntas. Las veo en un jardín rodeado de una muralla. En el extremo que da al norte se encuentra un claustro de aspecto lúgubre.
6. Parece que están en una conversación muy animada, pero por ahora no me entero de lo que deliberan. Me llama la atención que cambien continuamente de luminosidad; se vuelven notablemente más claras y después otra vez más oscuras, parecido a las montañas nevadas cuando los vientos traen y llevan nubes: bajo las nubes las montañas parecen más bien grises, pero cuando los rayos del Sol de nuevo pasan libremente, las mismas montañas resplandecen con hermosura. ¿Cómo es posible que ocurra esto con estas damas del Sagrado Corazón?».
7. «La imagen es muy acertada», reconoció Borem, «y puedes muy bien encontrar la explicación del fenómeno en esta imagen natural tuya. También aquí, por encima de las montañas de los diversos conocimientos de estas damas pasan nubes de falta de entendimiento, arrastradas por los vientos de sus diversas pasiones mundanas. Ya sabes que cuando los vientos de la Tierra empiezan a arrastrar las nubes pronto habrá mal tiempo. También el fenómeno existe en le esfera espiritual.
8. ¿Ves como las sombras se vuelven cada vez más intensas y más grandes? Esto es la mayor advertencia previa de que el baile empezará pronto. En cuanto la sombra sea continua llegará el mal tiempo... Obsérvalo todo detenidamente y verás detalles aún más interesantes que en el caso de los treinta jesuitas».
9. «Tienes razón», observó Martín. «A algunas de ellas ya se les han acabado del todo las fases más claras y además se vuelven más y más sombrías... También las demás han perdido mucha claridad y aparecen ahora grises.
10. ¡Que mezcla más extraña de negro y gris! Las más oscuras empiezan ahora a colorearse de abajo arriba como el hierro puesto ligeramente al rojo. Pudiera ser la manifestación de una ira que se despertó en ellas o quizás es ya un atributo del infierno... Oye, Borem, ¡estos presagios me parecen bastante sospechosos!
11. Ahora veo que por la puerta del claustro entran dos hombres en el jardín en cuyo centro se encuentran las damas oscuras: hasta ahora aún no se han dado cuenta de la presencia de estos dos intrusos ya tan cerca de ellas.
12. ¡En seguida empezará el baile! Parece que las damas ya han husmeado que por ahí hay alguien que no debería estar. Pues veo en sus manos puñales flameantes dirigidos a los recién llegados para recibirlos de esta manera poco cariñosa.
13. Ahora la superiora levanta la mano para que todas se callen. ¡Menudo discurso digno de asnos saldrá!
14. “Damas mías sumamente respetables ¡escuchadme todas!”, dice. “¡A nuestra muy alta, digna y santa orden le amenaza un gran peligro! Dos sujetos insolentes se han introducido en nuestro santo claustro y en este nuestro jardín de Dios. Se supone que intentan abusar de nosotras o por lo menos espiar nuestros santos bienes para ver cómo pueden quitárnoslos después si no estuviéramos dispuestas a entregárselo por las buenas. ¡Pero estos individuos van a sufrir las consecuencias de su atrevimiento!
15. Veo que somos unas noventa. Si estos sujetos no hacen caso a nuestro primer aviso para que se larguen de aquí, ¡entonces, todas a la vez nos arrojaremos sobre ellos y cada una de nosotras les clavará en el pecho el puñal flameante hasta la empuñadura! Una vez que estén muertos, nuestro conserje puede descuartizarlos aquí en el jardín y luego quemarlos en una hoguera maldecida para que esta sagrada propiedad de Dios quede purificada”».
16. «¡Vaya, vaya pensamientos más sangrientos en estos corazones de Jesús! ¡Canallas más desalmadas! ¿Quién hubiera esperado algo parecido de estas furias? Si esto es sólo el preludio, ¿qué pasará entonces en la obra mayor, cuando empiecen sus escenas de prueba? Mira a los dos hombres. Tienen cara de ser muy buenos y se diría que en sus almas no puede haber el menor mal. ¡Y estas canallas malignas los maldicen ya antes de haberse fijado bien en ellos o de haberles hablado!».
17. «Tranquilo, Martín», le interrumpió Borem, «ya sabes a qué atenerte. ¡Déjalas que actúen a su manera! Tu tablero de aquí ya nos indicará cuándo nos toca entrar en acción. Hasta entonces vamos a ser pasivos y no haremos otra cosa sino observar atentamente. ¡Continúa, pues!».
18. Tras algunos momentos Martín vio que los dos hombres se dirigieron a la puerta.
19. «Parece que ahora los dos se marchan de este jardín bendito de Dios», observó Martín. «También las damas ven que ambos se van, y contrariamente a sus propósitos los llaman: “¡Deteneos y ni un solo paso adelante!, ¡individuos profanos!”.
20. Pero los dos hombres no les hacen caso y se acercan cada vez más a la puerta de salida. Las damas ven que no tienen en cuenta su aviso, por lo que se vuelven incandescentes de rabia y, con un gran griterío, corren para cortarles el camino.
21. Un grupo de ellas rodea a los dos hombres con los puñales alzados. Les preguntan de mala manera, con una sola voz: “¿Qué estáis buscando aquí, sujetos infames? ¡Reconoced vuestros malos propósitos y vuestros planes traicioneros para que después, sin perdón ni compasión, os martiricemos aún más cruelmente! ¡Por vuestra desvergonzada intromisión en este jardín de Dios blasfemasteis su propiedad, pisoteando así al Espíritu de Dios! ¡Semejante pecado mortal exige la muerte y únicamente vuestra eterna perdición podrá satisfacer la justicia divina! ¡Contestad, condenados, ya que estáis malditos de antemano!”.
22. Ahora hablan los dos hombres: “Escuchadnos con algo de paciencia pues Dios nos ha enviado para liberaros de vuestra gran insensatez. Pero como no vemos en vosotras sino ira y sed de venganza es evidente que aún no estáis maduras para tal Gracia. Como habéis perdido esta ocasión tendréis que esperar mucho tiempo hasta que se os dé otra oportunidad para recibir tal Gracia. ¿No habéis oído que quien juzga y maldice será juzgado y maldecido? Pero nosotros no queremos vengarnos ni pagar el mal con el mal. ¡Cambiad de parecer y dejadnos ir en paz, de lo contrario tendréis que sufrir las consecuencias!”.
23. Las damas se lanzan encima de ambos los cuales simplemente desaparecen. Pero ellas continúan y en su ira ciega se dan puñaladas a sí mismas».
1. Al verlo, Martín empezó a reírse. «Hombre, ¡que mujeres más estúpidas!», exclamó. «¡Cómo en su ira se apuñalan a sí mismas! ¡Es un aquelarre fetén! ¡Si continúan así, pronto quedará poco de ellas y nuestra intervención se acabará antes de haber empezado! Pero en fin, aunque fuera así, estas mujeres no serían una gran pérdida para el Cielo...
2. Espero que me perdones, Borem, si en este momento doy la impresión de regocijarme del mal ajeno; pero en este caso no puedo evitarlo. Puedo soportar a todos los seres del mundo menos a mujeres estúpidas, y menos aún si para colmo son encima maliciosas. No les deseo mal alguno, sin embargo un poco de infierno no sería para estas bestias un gasto inútil . No para siempre, ¿me entiendes?, sólo un poco de purgatorio a lo católico-romano».
3. «Hermano, ¡no te alteres demasiado y arroja de tu corazón cualquier tipo de evocación del fuego celeste!», le advirtió Borem. «Observa cómo el Señor actúa en este caso y conocerás la única forma adecuada para que seres tan profundamente ofuscados puedan ser llevados hacia la luz. Si el Señor pensase como tú, poca esperanza para la Vida eterna les quedaría a pobres seres como estos. ¡Con este ejemplo ves muy bien que el Señor es mejor que los mejores hombres y ángeles!
4. Te digo que los caminos del Señor son asombrosos y su número es incontable. El camino que el Señor elige para cada hombre es tan particular, sean cuales sean las circunstancias, que hasta para un querubín con la más profunda sagacidad siempre seguirá siendo un milagro.
5. Si miras todos los fenómenos desde este punto de vista entonces en adelante ya no encontrarás en ellos nada provocativo ni ridículo. También en esto quedarás finalmente persuadido de lo infinitamente sabio que el Señor que sabe guiar a cada cual a un rumbo santo, que con los medios más sencillos e insignificantes siempre alcanza los fines más sublimes, y que donde ayuda a uno ayuda a la vez a muchos más.
6. Diría yo que debido a lo santa que es la existencia, empezando por los pequeños ácaros que habrás visto arrastrarse en la Tierra por las hojas medio secas, sólo poco a poco reconocerás la sublimidad de todo lo que aquí se te presenta.
7. Por eso alégrate por todo lo que aquí ves porque todo, te digo todo, es una consecuencia del santo Amor de nuestro santísimo Padre. ¿Acaso piensas que el infierno con todos sus indescriptibles horrores es una venganza del Señor basada en su ira eterna? ¡En eso estás profundamente equivocado! ¡Te digo que el Señor es puro Amor hasta dentro del infierno! Pues el eterno Amor no conoce ira ni venganza: tal como es el mismo Amor así son también sus obras, infinita y eternamente.
8. Si consideras todos estos fenómenos desde semejante punto de vista, entonces pronto tendrás otro ropaje, es decir, el vestido del Amor y la Sabiduría del Corazón de nuestro santo Padre. Una vez que tengas tales vestiduras ninguna eternidad te las quitará ya. Y sólo con tales vestidos verás y valorarás todas las cosas y todos los fenómenos en la verdadera luz de su verdadero origen.
9. Fíjate ahora en qué camino tomarán las cosas, pero hazlo con otros ojos y con otra mente, y sacarás de ello un verdadero provecho. Sabe que el Señor hace que todo esto se desarrolle ante tus ojos para que llegues lo antes posible al verdadero renacimiento de tu espíritu y a una envoltura celestial de tu alma... Repito: ¡Considera cuidadosamente todo lo que te he dicho y sacarás de ello un provecho incalculable!».
10. Martín volvió a mirar en la nuca de una dama y vio cómo las dos últimas que quedaban se estaban peleando todavía.
11. «Ahora las dos últimas se están clavando los puñales y ambas caen como muertas», observó Martín. «¡El Señor tenga piedad de ellas! ¡Pero te digo que es más que sorprendente que estos acontecimientos puedan ayudar a estos seres a llegar a la bienaventuranza como me has explicado antes. Estoy realmente intrigado de todo corazón por ver qué pasará ahora con estas amazonas. Todas parecen realmente muertas...
12. Ah, ya se está preparando otro fenómeno: todas las que están en el suelo como muertas empiezan a exhalar vapores y de cada una sale una columna de humo como de la chimenea de un panadero. De vez en cuando se ven chispas que saltan de las damas como de una forja. ¿No tendrá esto algo que ver con el mismo infierno?
13. Acá y allá ya les están saliendo llamas, da la impresión de que se tratara de un auto de fe. Ahora ya se están cerrando las llamas encima de las pobres; por lo demás nada se mueve alrededor suyo y no hay más que llamas, humo y chispas.
14. Las llamas se vuelven cada vez más densas y las damas muertas están ya incandescentes. Menos mal que parecen estar muertas, por lo que seguramente no sienten nada. ¡Cómo arde todo! ¡Qué cosa más extraña, pese a llamas tan altas nada se consume! Dime, Borem, ¿cómo tengo que entender esto?».
15. «¡Todo es para bien porque todo que Él hace es y sale bien. Tú, ¡mira!, y en seguida se confirmará que lo que he hablado es la pura verdad».
1. «Todo lo que me has dicho es la pura verdad. Pero aun así tendrás que reconocer que los pecadores y hasta los mismos diablos son criaturas de Dios como nosotros, que también surgimos de Él. ¿Pero quién va a calificar de buenos a los pecadores y diablos sólo porque han tenido su origen en Dios?
2. Quiero decir: entre sus incontables criaturas Dios también ha creado seres libres. Les ha revelado su Orden inalterable y les ha mostrado los caminos que tienen que andar dentro de Él. Pero como criaturas libres también pueden apartarse de su Orden y actuar directamente en contra Suya.
3. En este caso pregunto: si frente a lo bueno divino puede existir algo malo, entonces el mal en sí sólo puede ser una actuación contra el mismo Orden divino. Pero si a fin de cuentas también esta actuación es buena, ¡entonces quisiera saber dónde se encuentra en realidad lo malo, puesto que algo malo tiene que existir, si no el concepto del infierno sería la idea más huera que cerebro humano haya pensado jamás!
4. Pero si el infierno es una realidad y una actuación contra el inalterable Orden divino es realmente mal, entonces estas damas son malas y están listas para el infierno.
5. Por consiguiente tanto el pecado como el pecador, como siervos de diablo, son malos y su mérito, según ha dicho el mismo Señor, es el infierno, un campo de concentración para todo lo malo. En la última escena ha resultado evidente que en estas damas no había más que pura maldad; se mataron entre sí a puñaladas y ahora están en el fuego. ¿Acaso en el infierno estarían de otra manera?».
6. «¡Hablas como un peregrino de la Tierra desde la cárcel de su carne y con la vista limitada! Por supuesto, para un ser libre que conoce el Orden de Dios, cada actuación contra este Orden es un pecado y por consiguiente mala. Pero ¿acaso sabes tú determinar en la misma persona los límites entre el margen de la libertad absoluta y de lo rigurosamente impuesto?
7. ¿Sabes tú dónde empieza el alma en la carne, y dónde empieza el espíritu en el alma? ¿Sabes tú realmente dónde o cuándo en el hombre las acciones impuestas dejan de ser impuestas y son ya libres? ¿Sabes tú hasta qué punto lo espiritual y lo libre penetran en lo natural y lo impuesto?
8. Cuando llenaste el barril con el mosto nuevo, este mosto pronto empezó a fermentar y hubo una gran actividad en el barril. Si acercaste las narices al agujero notaste un olor que te mareó. ¿Sabes cuál fue la causa de que el mosto fermentase? ¡No lo sabes! Cuando el mosto dejó de fermentar se había convertido en vino. ¿Sabes tú cómo el mosto se convirtió en vino delicioso?
9. Poco después de que un árbol frutal haya estado en flor puedes ver el fruto. Si lo probaste en ese momento, te pareció agrio, áspero y, según tu gusto, malo. Pero ¿ te gustó el fruto después de haberlo dejado madurar? Entonces ya estaba totalmente adaptado al gusto de tu paladar, de modo que nada malo.
10. Para la comodidad el invierno resulta como un pecado porque no es conforme con el orden de los seres de sangre caliente. Sin embargo, ¿qué pasaría con la tierra fértil si el invierno no existiera?
11. Te digo que en toda la infinitud existen siempre dos polos que, tanto uno como otro, forman parte del Orden de Dios pese a ser tan totalmente opuestos como el día y la noche o como el sí y el no. Dime, ¿cuál de los dos es malo? ¿Acaso no ves que el Señor guía todas las cosas? ¿Qué camino será entonces el malo?
12. El Señor sabe muy bien qué límites tiene que dar al margen de libertad de cada ser. Dentro de estos límites cada ser provisto con una libre voluntad puede aprovecharla como quiera, pero todo lo que está más allá de esos límites está fuera de su alcance.
13. Dentro de una gota de agua viven incontables infusorios que pueden moverse libremente. ¿Pero pueden aprovechar su libertad más allá de los límites de la gota?
14. Del mismo modo los hombres pueden violar el orden moral en la Tierra con guerras y otras cosas viles. Pero ¿pueden interferir el curso del día y de la noche? ¿O pueden detener la lluvia o los vientos, o vaciar el mar?
15. Si quieres hablar del gran Orden de Dios entonces tienes que abarcar más que el sólo margen reducido de tu esfera de actividad.
16. Lo que no es posible en la gota , seguramente tendrá solución en el mar que no puede ser envenenado por la gota más venenosa. Factores que no se encuentra en la órbita de la Tierra, seguro que se encuentran en la del Sol. Y para quien la órbita del Sol es todavía demasiado reducida, existen las órbitas de los Soles centrales, de profundidades inimaginables.
17. Si un número no cabe en otro sin que quede un resto, ¿acaso ello determina que tampoco pueda haber otro número en el que cabría armónicamente? Y si en una escala de sonidos un sonido que pertenece a otra escala no armoniza, con lo que es un pecado para esta escala, ¿acaso habrá que suprimirlo de la música?
18. Con los mandamientos Dios ha dado un cierto orden a los hombres de la Tierra, pero también les ha dado una gran libertad. El mismo sabe mejor que nadie cómo guiar a cada cual para que alcance el gran destino. Por eso también mandó que nadie juzgue a nadie; por cuyo motivo tampoco le fue concedido a Miguel, el mayor ángel de los Cielos, juzgar a Satanás cuando ambos se disputaron a la vez el cadáver de Moisés.
19. Si queremos ser sabios y verdaderos hijos de Dios tenemos que observar cómo actúa el Señor; y conforme a ello debemos formar nuestro parecer, pues tenemos que abandonar todo criterio propio, que es limitado como lo es nuestra esfera de actividad libre. Cualquier actividad en las incontables esferas del Orden de Dios no nos incumbe sino que incumbe únicamente al Señor. Aquí para cada cual sirve el : “Zapatero, ¡a tus zapatos!”.
20. Todo esto tómalo muy seriamente y luego continúa observando la escena. ¡Espero que ahora empezarás a ver y a apreciar las cosas con una luz diferente! ¡El Señor te dé la buena voluntad y el buen entendimiento para ello!».
1. Absorto en la observación, Martín permaneció un rato silencioso hasta que confirmó: «Sí, Borem, tienes razón. Ya percibo claramente que el Orden del Señor está concebido de manera totalmente distinta a lo que me había imaginado. También el apóstol Pablo sabía decir: “Los caminos del Señor son insondables e incomprensibles sus resoluciones”.
2. Pero igual de inexplorable e inaveriguable es el hecho de que durante tanto tiempo siga siendo tan estúpido, mientras que tú, con evidentemente pocos remedios espirituales, te volviste en seguida un muy sabio ángel del Señor. Pero sea como fuere, el sentimiento muy profundo de que el Señor se ha vuelto mi único deseo me da fuerza interior. ¡Más no necesito en toda la eternidad! Te digo, Borem, que mientras tenga únicamente al Señor, todo lo demás me importa poco.
3. Por eso opino que como el Señor de todos modos hace lo mejor con estos rígidos tertulianos, y nosotros no podemos añadir ni quitar nada, no vale la pena perder más tiempo en observar estas escenas que, por lo menos para mí, no resultan agradables y de las que tampoco puedo sacar provecho espiritual. Ahora las damas han vuelto a la vida y corren de un lado a otro por su jardín, todavía al rojo, como si fueran auténticas furias. ¿Pero para qué podrá servirme este aspecto horroroso si no puedo ni siquiera comprender su significado?
4. Si tuviera la posibilidad preferiría mil veces ocuparme del jardín tan hermoso que continuar observando estas escenas tan aburridas».
5. «Escucha, hermano, ¡lo que le gusta al Señor que también te guste a ti!», le advirtió Borem. «Pues, también a nosotros dos el Señor nos está guiando y sabe mejor que nadie por qué no está guiando precisamente por este camino.
6. Tú, observa pacientemente lo que aquí hay que observar. Y no te preocupes demasiado por la explicación porque esta siempre te será dada en el momento más oportuno.
7. ¡Continúa pues tu comentario!».
8. «Es verdad», le respondió Martín. «Al mismo tiempo el Señor también nos está guiando a nosotros... ¡Es por ello por lo que nos interesa mucho abrir ojos y oídos! Bueno, voy a continuar mi concienzuda observación de esta comedia espiritual. ¡Pero déjame que hable a mi manera!».
9. «Habla como quieras; no puedo decirte más», le respondió Borem. «Pero cuídate de juzgar lo que fuere, ¡eso es cosa del Señor!». 10. Martín estuvo conforme, se volvió hacia la dama del Sagrado Corazón y observó: «¡Dios mío!, ¡esto parece cada vez peor! Las damas están ahora totalmente desnudas y su carne está al rojo vivo como el hierro fundido.
11. Su aspecto no es precisamente un deleite para los ojos; no obstante todavía mantienen un aspecto bastante humano. Sus cuerpos todavía pueden pasar y algunas de ellas tienen unos pechos realmente preciosos, ¡pero sus caras están totalmente desfiguradas! ¡Algo parecido no se encuentra en la Tierra, a no ser entre los monos!
12. Fíjate en ésta: ¡la nariz le llega casi hasta el ombligo, las orejas se parecen a las de los elefantes y la boca se asemeja más al ano de una vaca ya muy vieja que a la de una persona. Los ojos tienen un aspecto muy similar, pero en este caso más bien son dos anos de perros diferentes. Y los pelos parecen un montón de gusanos... Cosa más extraña... El tipo no lo tienen malo, ¡pero estas cabezas!... ¡No puedo imaginarme algo más feo!
13. ¡Mira, mira, ahora pasa una muy cerca! Dios mío, ¡qué aspecto! Tiene una cabeza de boa, continuamente silbando con su lengua; sólo las largas orejas de burra la humanizan un poco. Y de la boca, de las orejas y de las ventanas de las narices le sale una densa humareda con cada aliento ; pero aun así, su tipo, como en el caso de las demás, es aceptable. Si no estuviera tan incandescente se diría que tiene un cuerpo precioso, bien desarrollado. ¡Pero la cabeza...! Dios mío, ¡esta fealdad no tiene límite ni fin!
14. Están corriendo de un lado a otro del jardín como gallinas corridas por su diablo... ¿Qué puede significar todo esto?».
15. «Nada en particular», le respondió Borem. «La incandescencia es el resultado de su ira y de su celo fervoroso por la causa de su orden; y la actividad con que mantienen este celo suyo se manifiesta en la manera como corren de un lado a otro. El buen aspecto de su cuerpo resulta de su castidad, mientras que el aspecto tan extraño de sus cabezas es resultado de su enorme estupidez. En cuanto se conozcan a sí mismas algo mejor sus cabezas volverán a tener mejor aspecto. Pero mientras continúen en su obcecación poca mejora presentará su apariencia.
16. Ahora conoces la razón de estas apariencias. Continúa observando y sabe que hasta ahora no has visto más que el preludio; el drama en sí ya se va preparando».
17. «Muy servidor suyo», fue la reacción de Martín. «Si el verdadero drama aún no ha empezado, entonces ya tengo curiosidad por ver en qué consiste.
1. Ahora veo como estos espantajos de damas del Sagrado Corazón, lástima de nombre tan sublime, se retiran precipitadamente a su claustro. ¿Qué será lo que habrán olfateado allí dentro? Bueno, ahora me entero que fuera del jardín hay un grupo de ancianos y ancianas de aspecto hondamente afligido. ¿Quiénes serán y qué querrán?».
2. «Se trata de los padres de algunas de ellas», le respondió Borem. «Vienen a pedirles ayuda pues tras muchas averiguaciones se han enterado que sus hijas bienaventuradas se encuentran ahora en este claustro celestial y que están continuamente rezando por su salvación».
3. «Ay, ¡pobres padres!», dijo Martín. «¡Ya lo estoy sintiendo de antemano por ellos, pobres padres bienintencionados pero insensatos.
4. Ahora uno de los ancianos toca el timbre pero nadie acude; ni tampoco después de haber timbrado una segunda y una tercera vez...
5. Los ancianos empiezan a lamentarse y a rezar de una manera que conmueve el corazón y ahora hasta empiezan a venerar en voz alta a estas salamandras , pero ni una de ellas sale al portal... ¡Es el colmo!
6. Oigo como sollozan y ruegan: “Ay, santas hijas queridas, ¡bajad a nosotros, que somos vuestros pobres padres terrenales, vuestra vista misericordiosa desde vuestros tronos celestiales! ¡Os rogamos que nos aceptéis como los últimos en vuestros servicios más ínfimos! Oh, santas vírgenes y novias de Dios, ¡atended nuestros ruegos!”.
7. ¡Vaya!, ¡jamás hubiera creído que estos católico-romanos pudieran ser tan necios! Reconozco que yo mismo como obispo apreciaba en mucho insensateces que parecían piadosas. Pero sólo hasta un cierto límite. ¡Pobres ancianos! ¡Cómo lo siento por ellos!
8. Ya estoy ansioso por ver cómo va a desarrollarse este asunto. Hasta ahora ni una sola de las adoradas ha dado la cara; es posible que estas salamandras ya sepan que son muy feas, por lo que tendrán vergüenza de presentarse así ante sus padres... Por eso, aunque los pobres padres desgasten sus lenguas hasta la última fibra, no les harán caso...
9. Ah, ¡otro fenómeno! Ahora se ve que caen rayos dentro de muchas de las ventanas del claustro ; también se oyen truenos, pero suenan como huecos. Serán truenos caseros, especialidad de la casa. Pero los rayos son muy parecidos a los naturales...
10. Escucha... ¡Ahora me parece como si los truenos articulasen palabras! ¡Válgame Dios!, ¡los truenos pronuncian claramente: “¡Atrás, malditos, apartaos de este santuario de Dios; de lo contrario el suelo que osasteis pisar con vuestros pies profanos os tragará! ¡Huid para siempre de nuestra santa presencia!”.
11. ¡Caramba!, ¡éstas damas son unas canallas sin igual! Como faltará poco para que el mismísimo diablo se las lleve ya y como tienen tanta vergüenza ante sus padres que son miles de veces mejor que ellas, por eso ahora los ahuyentan con esta mascarada horrorosa. De veras: sus padres se retiran, todos llorando.
12. Te digo, Borem, que el principio del drama ya es bastante infernal. Tengo gran curiosidad por ver cómo continúa esto...
13. Han llegado a un árbol cercano al claustro cargado con mucha fruta madura y allí se han colocado, mirando al claustro. Debe ser que alimentan alguna esperanza porque de lo contrario la hipócrita manifestación que han oído ya les habría bastado para saber con toda claridad que es lo que, como no sean más maldades todavía, pueden esperar en realidad de sus hijas presuntamente bienaventuradas.
14. Veamos qué harán nuestras damas. Todavía se ven rayos en las ventanas y se oyen algunos truenos ligeros. Los ancianos, bajo el árbol, empiezan a servirse sus frutos que parecen tener buen gusto, pues repiten con buenas ganas. También los ofrecen a los demás que no se habían atrevido ni a cogerlos ni a probarlos.
15. De una ventana están sacando algo como un megáfono. Lo dirigen hacia el árbol donde se encuentran los ancianos disfrutando el aspecto celestial del claustro. A ver qué provecho sacarán del megáfono...
16. Fíjate en esto: de la especie de megáfono salen ahora una gran cantidad de búhos precisamente hacia el árbol donde los ancianos se están recuperando un poco. Los búhos revolotean el árbol y a veces se lanzan sobre los pobres, asustándolos sobremanera.
17. Ahora brotan llamas de los megáfonos que, como antes los búhos, se dirigen hacia los ancianos intimidados; también surgen palabras que parecen serpientes incandescentes, palabras que contienen amenazas horribles.
18. Es sabido que las palabras pueden representarse con letras; pero esta especie de megáfono puede reproducirlas según su significado: ¡Vaya, monstruos espantosos que salen! Nunca antes había visto nada parecido...
19. Los ancianos se levantan y huyen lo más rápidamente que pueden, perseguidos por los búhos. Estos les están siguiendo hasta un río que no he visto antes.
20. Allí están los dos hombres de blanco a quienes las damas querían apuñalar. Ambos hacen señas para que los ancianos se detengan. Los búhos, al verlos, se vuelven asustados y a toda prisa al megáfono en el que desaparecen con la rapidez del rayo. También las palabras incandescentes y las llamas emprenden una retirada espontánea.
21. Los dos hombres se están reuniendo con los ancianos y me parece que todos van a dirigirse al claustro. ¡El asunto está tomando cuerpo! ¡Tengo gran curiosidad por ver cómo continuará todo!».
22. «Querido hermano, abandona de corazón toda curiosidad», le advirtió Borem, «porque el afán de ver espectáculos implica siempre algo de alegría ante el mal ajeno. Así que sé un buen observador para el bien de tu espíritu pero abandona toda curiosidad. Tenemos que mantenernos muy serenos porque luego pasará algo infernal. Observa, pues, ¡pero sin curiosidad!».
1. Martín volvió a dedicar su atención a la nuca de la dama del Sagrado Corazón y después de algunos momentos continuó con su observación: «De veras, ¡los dos hombres conducen a los ancianos hacia el claustro y cuanto más se acercan tanto más rayos salen de las ventanas, aunque de corto alcance!
2. Ahora el grupo llega a la muralla del jardín. Uno de los dos hombres de blanco se acerca al portal y lo abre con gran facilidad. Todos entran y se dirigen al claustro.
3. Se paran todos cerca de él. Los dos hombres de blanco sacan cada uno una trompeta y la tocan: se oye un sonido majestuoso y potente.
4. ¿Pero qué pasa ahora? ¡Todo el claustro se está derrumbando como antes las murallas de Jericó! Y, arrastrándose como gusanos, nuestras damas salen de los escombros, lamentándose y soltando juramentos. Ahora tienen forma de ranas africanas; sólo las cabezas se parecen más a las de las pitones; por detrás llevan una cola de alacrán.
5. Al verlo a los ancianos se les están poniendo los pelos de punta. Las ranas dejan de soltar juramentos y empiezan a croar desesperadamente, pero su ruido ya no tiene sentido ni surte efecto alguno. Los dos hombres las amenazan y las ahuyentan, empujándolas delante de ellos hacia el oeste. Los ancianos siguen completamente asombrados.
6. Donde antes estaba el claustro ahora hay una charca asquerosa. Toda la escena parece algo macabra y yo mismo estoy sobrecogiéndome de miedo. Lo que me sorprende es que veo de igual tamaño que antes tanto a las ranas como al grupo que todavía les sigue, pese a que todos tienen que estar ya muy lejos».
7. «Las distancias del espacio no interfieren la vista espiritual, pues para un espíritu no cuentan ni tiempo ni espacio», le explicó Borem. «Pero los diferentes estados de la mente son verdaderas distancias para el espíritu e interfieren mucho en su visión; frecuentemente la ofuscan del todo.
8. Si los dos hombres de blanco no estuvieran presentes en este éxodo de las ranas, ya haría un buen rato que no las verías porque el estado de la mente de las ranas es demasiado diferente del nuestro. Pero como los dos hombres tienen un estado de mente muy semejante al nuestro, siempre los veremos iguales.
9. También podríamos ver el infierno desde muy cerca, pero no ya a través de la asociación de las mentes sino por medio de una milagrosa intervención del Señor que conocerás más adelante.
10. Ahora sabes el por qué de este fenómeno que con toda razón tenía que parecerte extraño; en el futuro todo te será aún más claro. Ahora continúa observando la escena que está desarrollándose ante ti y aprenderás mucho de ella».
11. Martín volvió a mirar a las ranas y las descubrió en el ya muy profundo y oscuro poniente en el que habían llegado a un mar inmenso. Allí empezaron a croar desesperadamente porque de ninguna manera querían meterse en el agua. Los dos hombres no insistieron sino que las dejaron elegir libremente.
12. Al verlo Martín dijo: «Pobres ranas, con su aspecto tan horrible ¡me dan pena! No quieren entrar en su elemento pese a que parecen hechas para él... Creo que adivino cuál es el motivo: debe ser porque dentro de ellas, oculto, hay todavía algo bueno que no corresponde a este elemento y que les retiene en suelo firme y seco».
13. «Supongo que así será», le respondió Borem. «¡Pero continúa tu observación!».
14. «¡Qué cosa más extraña!, ¡ahora las ranas empiezan a hincharse de una manera increíble. Grandes como elefantes han tomado posición ante los dos hombres y el grupo de ancianos, fuera de sí de miedo. Las ranas continúan hinchándose como si las inflaran con un fuelle de categoría. ¡Canastos! ¡Ahora son ya tan grandes que parecen casi pequeñas montañas!
15. Hacen gestos de atacar al grupo pero los dos hombres no retroceden ni un solo paso: sin embargo los ancianos preferirían irse mejor volando que corriendo.
16. Los dos hombres les mandan mantener la calma: “¡No temáis a estos globos! Lo que os asusta no es sino solo la piel pecadora, su interior es más débil que un ácaro... No nos costaría desvanecer a las que hasta ahora adorasteis como bienaventuradas sino una muy pequeña señal. Pero pese a que somos unos protestantes prominentes, pues protestamos muy fervorosamente contra todo lo que no sea en el nombre del Señor, no somos tan inclementes con ellas como ellas, pretendidas novias de Dios, lo son con nosotros.
17. Si queréis saber con más certeza quiénes son estas ranas hinchadas, ¡sabed que son vuestras hijas, ingresadas en la orden de las damas del Sagrado Corazón, junto con una gran fortuna, por vuestra gran necedad: ahora veis las consecuencias! ¿Qué os parecen en esta su vestimenta celestial?”.
18. Los ancianos quedan estupefactos y, mesándose los cabellos, gritan: “¡Por el Amor de Dios y todos los santos! ¿Cómo es esto posible? ¡Tenemos entendido que nuestras hijas han llevado una vida tan pura! ¡Seguro que no habrán hecho nada que no hubiera sido consentido por el confesor y las reglas severas de la orden! ¿Y ahora tenemos que encontrarlas en este estado horrible? ¡Ay, Jesús, María y José!, ¿qué será ahora de ellas?”.
19. Uno de los dos hombres les responde: “Tranquilos y no os preocupéis por las que valen poca cosa. El Señor nos ha enviado para que en su santo nombre busquemos todo lo que se haya perdido, de modo que también estas ranas. Y para que también quedéis curados de vuestra insensatez tenéis que estar presentes durante todo el proceso y aceptar todo lo que durante él os pueda pasar. Despertad ante todo un gran amor al Señor Jesús y el camino que todos vosotros tendréis que andar os resultará fácil”.
20. Los ancianos empiezan a llorar por la mala suerte de sus hijas a las que suponían bienaventuradas. Mientras tanto las ranas siguen hinchándose aún más».
1. Martín vio como el muy anciano padre de una de las damas del Sagrado Corazón se dirigió sollozando a los dos hombres de blanco: «Poderosos mensajeros de Dios, ¿cómo es posible que también mi hija pueda encontrarse entre estas infelices? Tengo entendido que vivía muy severa y concienzudamente conforme a las reglas de la orden, ¡por lo que vivía igualmente en el espíritu de la iglesia católica romana, única que lleva a la bienaventuranza! Se supone que este espíritu de la iglesia en el que ha vivido tiene que ser idéntico al mismo Espíritu Santo...
2. ¡Según la vida que ha llevado y las muchas confirmaciones por parte de la iglesia mi hija habría debido subir directamente al Cielo! Además había obtenido del mismo Papa una docena de indulgencias que le aseguraban que hasta el purgatorio le estaba perdonado... ¿Qué es lo que pasa entonces aquí si una vida tan casta no tiene valor ante Dios?
3. Con la mayor tranquilidad de conciencia os puedo confirmar que, a través de la visión de un jesuita sumamente piadoso, el mismo Cielo había elegido a mi hija como novia de Cristo. Este piadoso hombre de Dios, según su modesta declaración, había tenido la siguiente visión en un sueño:
4. Se le presentaron María y José en toda su gloria celestial y le dijeron: “Escucha, hermano más puro de los ángeles, dirígete a N.N.; tiene una hija a la que Jesús mira con gran agrado, de modo que la quiere como distinguida novia suya. Ve a pedir para Dios, tu Señor, y consíguele esta novia, ¡de lo contrario nunca tendrás parte en el Reino del Cielo!”.
5. En ese momento se despertó. Después de haber tenido tres veces el mismo sueño lo confesó a la orden y ésta lo comunicó al general de Roma. Y fijaos la sorpresa que la orden se llevó cuando con la respuesta les llegó la milagrosa noticia de que el general había visto lo mismo y que, al no querer tomarlo en serio, se le había aparecido una cuarta vez María sola, y, toda triste, le había dicho:
6. “Miserable gusano del polvo, puesto que no crees ¡vas a ser atormentado por una grave enfermedad hasta que la joven se encuentre en la orden de las damas del Sagrado Corazón como novia de mi hijo!. Y para confirmar lo que te digo todas las campanas de Roma tañerán por sí solas una hora a medianoche durante tres días”.
7. Y todo ello sucedió de forma milagrosa, por lo que el general, en secreto, ordenó inmediatamente que se hicieran rogativas en todas las órdenes. En particular al jesuita que había tenido la visión se le pidió encarecidamente que rezara día y noche para que mi hija entrase en el convento.
8. Yo no estaba muy entusiasmado por meterla en un convento porque en el mundo fui un aristócrata muy rico y mi hija era sumamente hermosa y dulce, y habría podido casarse muy ventajosamente. Pero finalmente cedí a los ruegos insistentes del piadoso jesuita, y como mi propia hija también prefería Cristo a todos los demás pretendientes, eligió el velo y se volvió novia de Cristo. Ay, ¡novia más infeliz!
9. Poderosos mensajeros del Señor, decid al pobre padre que soy, ¿qué, por Dios, ha hecho mi hija para encontrarse ahora entre estas miserables figuras diabólicas? ¿Acaso cometió pecados secretos? ¿O fue una hipócrita? ¿O acaso la iglesia romana es un engaño? Decidme, por favor, ¿por qué a mi hija le tocó esta increíble mala suerte?».
10. Uno de los dos le respondió: «Amigo, ¿puede ser que nunca hayas leído el Evangelio?».
11. «Cuando escolar, sí; pero después ya no», respondió el anciano. «Aunque de todas maneras después fui todos los domingos y festivos a la iglesia para oír el sermón y la misa. Aunque como legos, la iglesia nos tenía prohibido de todos modos estudiar la Biblia, y supongo que hice bien en obedecerle en todo».
12. «Bueno, si la iglesia significaba para ti más que la Palabra de Dios», dijo uno de los hombres de blanco, «entonces tendrás que dirigirte a ella para pedir cuentas y no a nosotros, que somos unos auténticos protestantes para la iglesia romana pues nunca nos hemos atenido a otra cosa sino a lo que Cristo mismo enseñó. En ninguna parte del Evangelio del Señor se dice nada de una iglesia católica, única que lleva a la bienaventuranza; no se dice nada de un Papa, de los jesuitas, ni tampoco de las damas del Sagrado Corazón, sino que simplemente está escrito: “Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo; en ello se resume la ley y todos los profetas”.
13. Escucha, quien trabaja sólo por el sueldo es un siervo inútil y no merece su paga, y menos todavía del Señor que dice: “Quien ama a su padre, a su madre, a su hermano o a su hermana más que a mí, no me merece”. Reconoced pues que habéis sido siervos inútiles con todo cuanto habéis hecho.
14. ¡Estas son palabras de Dios! Pregúntate a ti mismo si las conocías y si tú y tu orgullosa hija las tuvisteis en cuenta alguna vez».
15. «Si éstas son realmente palabras de Dios», respondió el anciano. «cosa que no dudo, sobre todo las que se refieren a la ley del amor que frecuentemente he oído desde el púlpito, cada vez me resulta más claro por qué a mi hija le sucedió esto. ¡Pero aun así ella ha sido brutalmente engañada y merece indulgencia por parte del Señor!».
16. «Amigo, si el Señor no fuera mejor de lo que tú y tu hija creéis, entonces tú y tu hija ya os encontraríais en el infierno», respondió el hombre de blanco. «Pero como el Señor es infinitamente mejor y sabio, ahora estáis en un proceso necesario para corregir vuestra vista y en un baño de gracia para curar todo vuestro ser.
17. Y sabe que aquella visión del jesuita fue totalmente inventada a causa de tu hija tan hermosa y tan rica. Tan vil fraude fue consentido por el Señor porque sólo hubieras querido entregar tu hija a un príncipe. Este propósito tuyo era una equivocación muy grave, pues estaba en contra de toda la enseñanza de Cristo según la cual todos los hombres son iguales. Pero negaste tu hija a un hombre hecho y derecho sólo porque era pobre, y, para colmo, aún le castigaste por su descaro. ¡Ante Dios tal comportamiento es abominable!
18. Ya ves que no fue un príncipe sino un jesuita muy embustero quien vino por tu hija y os engañó a los dos. Siendo así, ¿puedes ahora reclamar justicia ante Dios, que es el sumo Amor y la suma humildad y mansedumbre, por encontrarla en este estado deplorable en vez de en el Cielo?
19. Tu hija como la más rica de todas, pronto fue la superiora de la orden recientemente establecida y, amigo mío, fue increíblemente orgullosa y severa en el trato con sus subordinadas. A causa de lo milagroso de su llamamiento se tomó por una santa, y más aún, porque cada noche la visitó, corporalmente, un enmascarado señor Jesús al que ella, como novia, naturalmente consentía todo lo que le exigía después de levantar su velo de desposada. Por supuesto de todo ello no te ha dicho sino sólo que este su Jesús te exigía con rigor que legaras todos tus bienes en herencia a su santa orden, lo que en tu ciega fe también hiciste.
20. Así están las cosas respecto a ti y tu hija, y también respecto a tu mujer que todavía vive en la Tierra. Ahora dime, ¿puede un hombre con semejante plan de vida ajeno a la enseñanza de Dios merecer el Cielo, especialmente en el caso de tu hija que muy pronto supo quién era en realidad su Jesús? ¿Me comprendes ahora, amigo mío?».
21. Al anciano y a muchos de los otros se les abrieron los ojos, y todos querían empezar a soltar juramentos cumplidos contra Roma. Pero los dos se lo prohibieron terminantemente porque el juicio es únicamente del Señor. Sin embargo, cuando le confirmaron que todo hombre que busca la remisión de sus pecados también la obtiene, el anciano se quedó tranquilizado.
22. «Mira, Borem», dijo Martín. «Una de las ranas empieza a deshincharse; supongo que se trata de la supuesta novia de Cristo».
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1. El anciano continuó preguntando: «Acepto todo lo que me has dicho e indicado. Pero siendo así, me gustaría saber cómo es posible que el Señor tenga tanta paciencia con Roma, porque evidentemente es un lugar del horror y de ninguna manera una iglesia del Señor.
2. ¿Dónde entonces está Pedro, la roca, invencible por las puertas del infierno? Roma se atribuye esto a sí misma y pretende que cada Papa, como supuesto representante de Cristo en la Tierra, está sentado encima de dicha piedra bajo la continua influencia del Espíritu Santo. ¡Ante Dios esta pretensión tiene que ser un horror! Explícame, por favor, ¿cómo es posible que el Señor pueda tolerarlo si tiene a su disposición mil medios para controlar este mal?».
3. «Por supuesto el Señor puede hacer todo lo que quiere», reconoció uno. «Pero ¿qué dirías de un padre de familia numerosa si cuando algunos de sus hijos son desobedientes o renuentes los ejecutase en seguida ? ¿No diría todo el mundo que es un diablo?
4. ¿Qué dirías de un soberano que cuando sus súbditos no cumpliesen con sus leyes alguna vez, en seguida hiciera que los empalasen y los asaran? Seguro que exclamarías: “¡Qué tirano y diablo más inhumano!”.
5. Los hijos podrían organizarse en contra de su padre inhumano y los súbditos podrían levantarse contra el tirano y ahogarle.
6. Y si el Padre todopoderoso actuase de esta manera con sus hijos, ¿qué dirías de un comportamiento parecido por parte de Dios?
7. ¿No sería una crueldad increíble que el Dios todopoderoso procediera con sus criaturas como procedió un sanguinario rey de Francia con los franceses?
8. El Señor sabe muy bien que Roma es una perdida. También sabe muy bien que la adúltera, la magdalena y la samaritana del pozo de Jacob fueron rameras. Pero como el Señor se comportó con estas tres, y como acogió al hijo pródigo, así se comporta con la iglesia romana y acoge todo lo que sale de su seno sin considerar lo que haya hecho en nombre de la misma. Esto, por supuesto, sólo si el pecador está arrepentido y hace penitencia.
9. A la pregunta: “¿dónde está la roca de Pedro, la que es invencible por las puertas del infierno?”, el Señor responde en algunos textos de su santo Evangelio.
10. En él dice: “Quién cree en el Hijo y acepta su Palabra, tiene la Vida eterna”. Ves, esto ya es una roca.
11. Y también: “Mi Reino no viene con esplendor externo sino que se encuentra dentro de vosotros”. Ves, ¡ahí está erigida la roca de Pedro!
12. En otra parte del Evangelio está escrito: “Quién oye mis palabras, las acepta y vive de acuerdo con ellas, él es quien me ama; y quién me ama, a él vendré Yo mismo y me manifestaré a él”. Ves, esto también es Pedro, el invencible en el corazón del hombre. Únicamente ésta es la verdadera iglesia viva del Señor: que Él, a través de la fe viva, ha encontrado morada en el corazón del hombre.
13. Ahora sabes a qué atenerte con Pedro y dónde se encuentra. Por eso no preguntes ya cosas estúpidas y huecas del mundo sino busca ante todo el verdadero Reino de Dios dentro de ti mismo y su amorosa justicia, y todo lo demás te llegará por sí solo».
14. El anciano hizo una reverencia hasta el suelo ante el mensajero del Señor y los demás siguieron su ejemplo. Pero las ranas seguían siendo ranas, sólo que ya no parecían tan hinchadas como antes.
15. «Una de las ranas se ha vuelto muy pequeña y se acerca a los dos hombres», observó Martín. «Y cuanto más se acerca a ellos tanto más pequeña se vuelve. ¡Esto me parece una buena señal! Aparte de eso, tengo que reconocer con gran gratitud ante el Señor que he podido aprender mucho de esta escena; supongo que me he vuelto algo más sabio que antes.
16. El jesuita ha sido caracterizado fabulosamente, hay que reconocerlo. De veras que hay que tener una paciencia más que divina para no castigar a este granuja más que a Sodoma y Gomorra... ¡Menos mal que no tengo el poder del Señor porque entonces estos estafadores del mundo lo pasarían mal! ¡Pero que se cumpla la Voluntad del Señor!».
1. «Así está bien», observó Borem. «¡Que se cumpla la Voluntad tan sumamente buena y sabia del Señor! Los cactos son evidentemente peores que el trigo que ya es todo lo bueno que tiene que ser. Compara todas las especies de trigo de todo el mundo y encontrarás poca diferencia. Pero compara las diferentes especies de cactos: primero encontrarás la sabrosa piña, luego el áloe con su virtud curativa, y también el dulce higo chumbo.
2. Sería insensato condenar los cactos pues la misma naturaleza muestra que producen frutos muy refinados. Mientras que el trigo siempre seguirá siendo trigo, el cacto puede producir hasta un fruto noble como la piña.
3. Del mismo modo Pedro, Jacob y Andrés siguieron siendo lo que eran desde el principio: un trigo puro en el granero del Señor. Pero entre este trigo también había un cacto muy espinoso llamado Saúl y ¡el Señor lo refinó en maravillosa piña, la fruta más deliciosa del mundo!
4. Lo que el Señor ha hecho una vez lo seguirá haciendo. Por eso digamos siempre de todo corazón: “Padre, hágase tu santa Voluntad!”».
5. Martín, a punto de llorar, dijo: «Sí, mi querido hermano, ¡que eternamente se cumpla la Voluntad del Señor! Oh, si Él estuviera aquí ¡ahora mismo le abrazaría contra mi corazón! Oh, mi buen Señor Jesús, ¡ven, ven a los dos!».
6. «Sólo ahora, Martín, has llegado al buen camino», dijo Borem. «Sólo ahora has empezado a vestirte con Cristo... ¡Te digo que estás acercándote a grandes pasos a la maravillosa separación de tu antiguo “yo”! Pronto serás consciente de lo que significan las palabras: “¡Nunca ojo vio ni jamás sentidos de hombre concibieron lo que el Señor tiene preparado para aquellos que le aman!”. Ahora, has desarrollado en tu corazón un gran amor al Señor y esto es lo único que cuenta para Él. Fíjate en lo que pronto te sucederá si te mantienes en este amor y si lo aumentas. ¡Pero ahora mira un momento el tablero blanco y dime lo que ves en él!».
7. Martín se dirigió aprisa al tablero y se asustó porque vio que brillaba más que el Sol. En medio del resplandor leyó las palabras: «Hermano, ¡aguanta un poco todavía y estaré contigo!». Ante esta noticia quedó fuera de sí de alegría y exclamó:
8. «Oh, Borem, ¡estoy sintiendo un placer como nunca hubiera creído que existiera! ¿Qué camino tomará esto si todo evoluciona como lo percibo ahora en mi corazón, si mi amor al Señor Jesús se enciende cada vez más?
9. ¡Amo ya tanto al Señor Jesús que de tanto amor no sé qué hacer! ¡Me estoy consumiendo de amor por Él!
10. Oh, mi muy querido, mi más querido Jesús, ¡sólo ahora se lo bueno y sabio que eres! ¡Lo que antes no fue sino un sueño difuso, ahora se está volviendo una realidad más clara!
11. ¡Cuánto me alegro ya por la venida del Señor! ¡Seguro que Él nos ayudará a llevar al orden debido a estos tercos huéspedes nuestros!».
12. «Sí, Martín, eso ocurrirá en cuanto estas damas se hayan quitado de encima la materialidad más bruta», le respondió Borem. «Ahora recobra calma y continúa observando la escena. Si hasta aquí todo el espectáculo ha sido instructivo e interesante, lo que sigue lo serán aún cien veces más».
13. Martín volvió a dedicar su atención a la nuca de la dama del Sagrado Corazón y se fijó que mientras que miraba el tablero y hablaba con Borem la escena se había detenido.
14. El anciano se dirigió de nuevo a uno de los hombres de blanco y Martín, prestando mucha atención, continuó con su observación:
15. «Mira, mira, ¡el viejo no pierde el tiempo! Ahora ruega a los dos mensajeros que, con su poder, al menos salven a su hija de tan horroroso estado para que, acto seguido, pueda entrar en el Cielo con ella ya que aquí se estaba aburriendo mucho. Les dice que ve que ambos están actuando con mucha justicia y muy de acuerdo con la Voluntad del Señor, pero que aun así se estaba consumiendo de aburrimiento, por lo que tenía ganas de dejar todo aquello lo antes posible.
16. Pero parece que los dos mensajeros no son de su opinión porque deniegan con la cabeza.
17. “Amigo, la paciencia es la primera regla de la vida, tanto aquí en el mundo de los espíritus como en la Tierra. Todo necesita su tiempo. Pero si vosotros continuáis vivificando incesantemente en vuestros corazones el amor y una fe viva en el Señor, entonces conseguiréis salvaros de ese estado deplorable lo más pronto posible.
18. Nuestro poder no os puede ayudar en eso ni para adelantar ni para atrasaros. Sabed que nadie llega al Cielo por imaginados méritos, tampoco por la misericordia directa del Señor, ni a través de intermediarios sino únicamente mediante la Gracia del Señor Jesucristo que surge del amor al Señor.
19. Grabad en vuestro corazón que en parte alguna hay un Cielo externo; este se encuentra únicamente dentro de vosotros, y si queréis entrar en él lo tenéis que abrir vosotros mismos. Porque la vida como tal tiene que ser absolutamente libre; cualquier control aplicado desde fuera acaba con la libertad de la vida, y una vida controlada ya no es vida sino muerte.
20. Si mediante nuestro poder interfiriésemos en vuestro estado acabaríamos con la libertad de vuestra vida; de modo que en vez de daros la vida os daríamos la muerte. Decidme, ¿una actuación así por nuestra parte no sería muy dudosa como ayuda?”.
21. Los ancianos se rascan las orejas; parece que esta enseñanza no la han comprendido del todo.
1. Ahora la pequeña rana se dirige a los dos mensajeros y les lame los pies.
2. Uno de ellos le muestra el mar y le dice: “¿Ves allí el mar? ¡Éste es tu elemento!”.
3. Alzando sus patas delanteras la rana croa palabras bien inteligibles; parece que dice: “Oh, vosotros que sois poderosos, ¡sé muy bien que este mar horroroso es el elemento de mi bien merecido castigo. Pero aun así me atrevo rogaros que, aunque sea bien merecido, no me apliquéis el juicio divino con toda severidad. ¡Pero hágase vuestra voluntad y no la mía!”.
4. “Fuera de la Voluntad del Señor que es inalterable no tenemos ninguna voluntad propia», respondió uno de los dos. «Y esta ya te la hemos comunicado. De modo que es cosa tuya si la aceptas o no. Te repito: ¡allí está tu elemento!”.
5. ¡Pobre rana, ¡cómo empieza a croar! Se encorva, se retuerce, y ruega encarecidamente a ambos que si para ella ya no hubiera salvación por lo menos que la dejen en tierra firme.
6. Pero uno le insistió: “¡Mientras que no andes el camino que te hemos indicado no habrá salvación para ti!”.
7. La rana se arrastra hacia el mar y se zambulle en él; ya no se ve nada de ella, pues parece que las corrientes se la han tragado para siempre. Tengo que confesarte, hermano Borem, que lo siento mucho por esta pobre rana. Pero como ha sido la Voluntad del Señor, entonces está bien. En fin, ¡aun así lo siento mucho por ella!
8. El anciano se acerca a la orilla y exclama: “Si mi pobre hija no ha encontrado misericordia ante el Señor, entonces yo tampoco la quiero y ahora mismo, por amor a mi hija, voy a entregarme a la misma suerte que le ha tocado a ella”.
9. Con estas palabras el anciano se tira al agua, pero el agua no se lo traga porque no es su elemento. De veras, Borem, es sorprendente como, buscando a su hija, puede andar encima del agua como nosotros en tierra firme. A ver que más sorpresas habrá...
10. Mira, ahora veo que también las otras ranas se deshinchan y se dirigen a los dos hombres. Cuando llegan también les lamen los pies. Lo que me sorprende es que mientras que antes eran tan enormes ahora son tan pequeñas como los sapos de la Tierra ... ¿No han de tener una piel enormemente elástica, pues no han reventado al hincharse tan exageradamente? ¡Menudas arrugas tendrá su piel ahora!
11. ¿Qué habría sucedido si una de estas ranas hubiera reventado? ¡Seguro que la onda de la explosión habría ocasionado una marea de olas enorme! Y si en la Tierra hubieran tenido ranas con piel tan elástica, ¡el caucho habría perdido toda su importancia!
12. Ya me perdonarás, Borem, si a veces me permito algunas observaciones sarcásticas... Es debido a la naturaleza algo cómica de estos acontecimientos...
13. Sé muy bien que a los ojos del Señor y a los de un ángel todos estos fenómenos son de una plena seriedad celestial, pero aun así no puedo evitar ver algo cómico en ellos. Seguro que el Señor tampoco se habrá reído cuando le dio unas orejas tan largas al burro. Yo, sin embargo, tengo que reírme cuando veo a uno de esos filósofos de orejas tan largas...
14. Ya me he dado cuenta que tanto aquí como en la Tierra hay situaciones que a gente como yo nos parecen cómicas. Tal vez con el tiempo, si aquí el tiempo todavía cuenta, adoptaré más seriedad; pero de momento, en mi estado actual, aún no puedo abandonar totalmente el humor».
15. «No te preocupes, Martín, tampoco yo soy triste y el Señor mucho menos todavía», contestó Borem. «No obstante, en los Cielos hay que abandonar la risa sarcástica porque tras ella, al igual que tras una curiosidad demasiado viva, se oculta una alegría del mal ajeno.
16. Tu observación sobre la piel tan flexible de las pretendidas ranas resulta de una cierta ingeniosidad innata fuera de toda malicia. Con el tiempo tu mismo ya te burlarás de tus propios chistes algo flojos y te darás cuenta de la poca consistencia que tienen. ¡Ahora continua observando tus ranitas y cuéntanos lo que les sucede!».
17. «Tienes razón, ¡casi me paso el tiempo charlando! Veo como todavía les están lamiendo los pies a los dos mensajeros. Algunas empiezan a croarles, pero como no entiendo el croareño...
18. Será que solicitan una amnistía general, pero tengo la impresión que los dos mensajeros tampoco entienden su lengua y a cambio les muestran dónde se encuentra el agua del mar. Su canto en croareño se vuelve cada vez más intenso y algunas ranas ya les están pisando los pies; pero todo ello no les sirve para nada: ambos insisten. Las ranas se dirigen al mar, y, con un último salto, desaparecen dentro del agua.
19. Sigue un gran silencio. Ya no hay rana alguna del tamaño que sea. Los ancianos están a orillas del mar y tienen la vista clavada en el agua para ver si por alguna parte se muestra al menos la punta del aguijón de escorpión de alguna de sus hijas. Pero tampoco los demás encuentran más que el primer anciano, que todavía camina por encima del agua, buscando igualmente a la suya. Ahora este llama a los demás, asegurándoles que esta agua es tan dura como las piedras.
20. Pero ellos no se atreven a probar la resistencia del agua, y se vuelven a los dos hombres en blanco para averiguar qué ha pasado con sus hijas y si tal vez están perdidas para siempre.
21. Pero ninguno les contesta sino que se marchan y, andando encima del mar, van alejándose.
22. Los ancianos clavan la vista en los que se alejan y se desesperan. De nuevo el que ya anda por el agua les recomienda con fervor que pongan sus pies en ella, y funciona. Ahora todos empiezan a correr detrás de los dos, pero eso de correr no va: continuamente se caen; tengo la impresión que la superficie del agua ha de ser demasiado resbaladiza para estos corredores tan ancianos. De todos modos se nota que no tienen mucha experiencia en bailar encima del hielo. Sólo el primero, el que quiso arrojarse al agua, adelanta muy bien.
23. Me gustaría saber que pasará con estas damas o sea ranas. Por supuesto no estarán en el infierno, pues tengo sus figuras aquí delante de mí. En fin, el Señor sabrá muy bien en qué estado todavía no infernal se encuentran.
24. Pero ahora quisiera preguntarte por el significado de la transformación en ranas, por este mar, por las ranas que se arrojaron en él, por el hecho que los ancianos pueden andar encima del agua sin hundirse y por qué los dos mensajeros de blanco se alejan...
25. Observándolo todo he aprendido mucho; pero si ahora tuviera que aclarar su sentido intrínseco sería un fracaso... ¡Por eso te ruego que me expliques el significado de todo ello!».
26. «Pues bien, ¡escucha!», le respondió Borem. «Todos los seres que consagran su vida a lo espiritual, en particular los femeninos, y que rezan y ayunan por el Cielo, aunque considerando mucho las ventajas mundanas, al perder su naturaleza original, se presentan en forma de anfibios muy diversos: animales que pueden vivir y subsistir en dos elementos diferentes.
27. El mar representa las tendencias materiales de su naturaleza, las cuales les importaban más que lo espiritual durante su vida en la Tierra. Por eso tienen que lanzarse al mar para comprobar en él la vanidad de todas estas tendencias mundanas suyas. La gran extensión del mar representa su gran insensatez, que tienen que investigar a fondo para reconocer como tal. Las cabezas de serpiente de estas ranas significan su malicia, su soberbia, y la astuta premeditación que aplican para realizarla. Los rabos con aguijón de escorpión caracterizan su naturaleza alevosa que coge por detrás e hiere a aquellos a quienes quieren hacer daño. ¿Me entiendes?».
28. «Sí, hermano Borem, todo me ha quedado claro», le respondió Martín. «En la Tierra vi sobradamente intrigas de esta especie y lo malo es que yo, como obispo, frecuentemente tenía que cerrar los dos ojos ante ellas. Tú mismo sabrás muy bien el por qué».
29. «Por supuesto», reconoció Borem. «Pero continúo. Los ancianos, desde siempre de poco entendimiento espiritual, nunca llegaron a una luz algo más que clerical-aristocrática a causa de la alta nobleza de su cuna. Por eso tomaron las reglas clericales por verdaderamente celestiales y vendieron a sus hijas a los clérigos, acompañadas de una gran dote. Estos ancianos son todavía demasiado necios para poder reconocer la razón de su propia necedad; por eso se mueven encima de ella como el burro sobre el hielo y caen continuamente, menos aquél algo más sabio que ya pone su necedad a su servicio. ¿Me has entendido hasta aquí?».
30. «Sí, sí», dijo Martín. «¡Con lo que estamos presenciando un auténtico baile maníaco-aristocrático!».
31. «Bien observado», reconoció Borem. «Pero ahora fíjate de nuevo en lo que pasa porque el primer acto de la escena ya ha terminado y el segundo está a punto de empezar; verás cosas que te asombrarán».
32. «Me alegro de ello porque ya lo interpretaré todo mejor que antes. ¡Adelante, pues! Sólo has olvidado todavía responder a una de mis preguntas: el sentido del detalle de que los dos mensajeros se estén alejando».
33. «¡Nada de eso!», le contestó Borem, «porque aquí jamás se olvida algo. Esta respuesta, como muchas otras cosas más, las tendrás que buscar y encontrar tú mismo para que puedas adquirir experiencia en ocupaciones celestiales sin ayuda ajena. ¿Por qué no pruebas para ver hasta dónde llega ya tu sabiduría?».
34. «Bueno, esto es otra cosa», contestó Martín. «¿Sabes?, como ya me has dado tantas explicaciones acerca de otros asuntos, ahora ya no me parece tan difícil encontrar la respuesta; de modo que yo lo veo así:
35. Los dos sabios son como un aceite celestial y estos necios ancianos aristócratas son como un aceite terrenal crudo y sucio que apesta. El aceite celestial ya no aguanta más al lado del crudo y se retira. ¿He acertado más o menos?».
36. «Más de lo que de momento puedes imaginarte», fue la respuesta de Borem. «Y lo que de momento aún no entiendes hasta el fondo, lo entenderás con el tiempo. Pero no le des ya más vueltas a todo eso y continúa observando lo que se presenta a tu vista en el cogote de esta dama».
37. «Ya estoy listo», le respondió Martín. «De momento nada ha cambiado, ¡pero se está preparando algo!».
1. «¿Qué será esto?», continuó Martín. «Allá lejos, en el poniente, se levantan del mar nubarrones muy densos. He visto algo similar en la Tierra cuando nubes parecidas que se alzaban tras las montañas anunciaban grandes tempestades. Estas cerrazones se acercan cada vez más y salen rayos de ellas.
2. También puedo ver muchas pequeñas trombas de agua como vanguardia de la tormenta. ¡Todo presenta un aspecto verdaderamente amenazante! Nuestros ancianos también han visto la tormenta que se prepara. Pobres, ¡cómo se esfuerzan por llegar a orilla segura, cayéndose continuamente y andando más bien a gatas que a pie!
3. Me parece que todo su empeño no les sirve para nada pues en vez de acercarse se alejan cada vez más de ella... ¡Vaya situación más infausta para los pobres viejos!
4. Todavía veo a los dos hombres que, muy lejos hacia el sur, brillan como si fueran dos estrellas. Parece que permanecen indiferentes ante la tormenta que cada vez amenaza más y más, acompañada ahora por miles de trombas de agua y por incontables rayos y truenos horrorosos, ¡las olas alcanzan ya una altura de montañas! Dios mío, ¡aquí se está preparando algo muy grave!
5. Pero los pobres ancianos, ¡ay de ellos, porque todo su esfuerzo es en vano! Aquí se ve con toda claridad lo que el hombre puede realizar por sí solo: si dentro de él no actúa la fuerza de Dios no es más que una nulidad. Veamos qué se está preparando con la tormenta».
6. «Ya verás el camino que va a tomar la tormenta», observó Borem. «De todos modos no hace falta que te preocupes por los ancianos que están procurando a alcanzar la orilla porque la tormenta no va por ellos sino por los dos hombres; ellos son el blanco de la venganza de las damas-ranas por no haber hecho caso a sus ruegos.
7. Ves, esto ya es un atributo infernal, aunque de momento sólo como tendencia. Estas damas han explorado su gran insensatez hasta el fondo, y allí han encontrado algunos restos de su orgullo aristocrático y junto con él residuos de despotismo. Tales desechos se han encendido en la llama del recuerdo humillante de que los dos mensajeros las han, vilmente según ellas, transformado en ranas y arrojado despiadadamente al mar maldecido.
8. Como los desechos encendidos prendieron luego fuego al resto de su ser, este fuego las llevó hasta el borde del infierno donde acaban de encontrar abundante compañía de la misma índole. En esos nubarrones, en compañía semejante, se están ahora formando y preparando para vengarse de los dos, con la idea de vengarse también después de aquellos que los han mandado. Atención, ¡la parte más importante del espectáculo va a empezar!».
9. «Te agradezco esta buena explicación. Pero aun así tengo que reconocer que esas estúpidas me producen ahora una verdadera rabia pese a que antes he sentido por ellas algo como piedad... Si yo tuviera el poder de estos dos mensajeros, ¡entonces las heroínas tempestuosas lo pasarían mal! Pero supongo que los dos sabrán muy bien cómo defenderse de esa ralea...
10. Vaya, ¡ahora la tempestuosa escuadra de asalto gira en ángulo recto, directamente hacia el sur, lanzando millones de rayos hacia los dos sabios que a pesar de todo se quedan inmóviles como las estrellas fijas Castor y Pólux.
11. Entretanto los ancianos siguen arrastrándose con sus últimas fuerzas; para ellos todo esto debe ser una tortura infernal... ¡Ahora hay una nube que se desprende del conjunto y se dirige hacia ellos!
12. Esta nube envuelve ahora al anciano que se tiró el primero al mar y lo lleva sano y salvo a la orilla. La nube se condensa y adapta más y más la forma humana.
13. Ya está perfecta y veo que se trata precisamente de la dama en cuya nuca estoy mirando. Ahora consuela a su padre y le acaricia, ¡y él es más feliz por volver a ver a su hija en su forma original y poder abrazarla! Había pensado que estaba perdida para siempre... ¡Reconozco que esta escena me toca el corazón! Pero mientras las demás se están movilizando aún más, ¡es una vergüenza!
14. ¡Véase la retaguardia!, ¡un ejército de dragones, cocodrilos y Dios sabe qué clase de reptiles! ¡Y qué escándalo están armando!
15. Parece que el mar está incendiado y que enormes globos de fuego dan vueltas en las nubes; algunos de ellos ya peligrosamente cerca de los dos hombres que ahora se ven mejor que antes.
16. En este momento ambos se giran y amenazan a la tormenta pero esta, en vez de disminuir, se vuelve aún más intensa y turbulenta.
17. ¡Qué cosa más extraña! Según parece los dos huyen ahora y vuelan a toda prisa hacia la orilla en la que se encuentra el anciano que todavía está acariciando a su hija. ¡Gracias a Dios han llegado sanos y salvos! Ahora saludan al anciano y a su hija, una escena que enternece el corazón. Pero la tempestuosa escuadra de nubes gira de nuevo para perseguirlos.
18. Esta tormenta de ranas y reptiles se vuelve descarada y pesada. ¡No puedo evitar una cierta curiosidad por saber en qué parará todo!».
19. «Pronto verás algo que ya presenta todas las características de un juicio», le indicó Borem. «Un ultimátum ante el que las damas tienen que tomar una decisión».
20. «¡También creo yo que un juicio será aquí inevitable!», continuó Martín. «Y temo que de él saldrán pocos buenos granos para el Cielo y mucha paja para el infierno.
21. Ahora la tormenta se acerca a la orilla. El anciano y su hija están horrorizados, pero los dos hombres los consuelan. Distingo bien las palabras:
22. “¡No temáis esta fantasmagoría porque no se trata sino de una apariencia hueca! Os digo que cuando la ceguera rabia, los que ven pueden apartarse fácilmente de ella. ¿Qué pueden mil guerreros ciegos contra uno que ve? Al fin el uno podrá acabar con todos.
23. Estas relaciones son en el reino de los espíritus todavía mucho más simples que en el mundo, porque aquí, a la ceguera de tales espíritus se le junta también una sordera absoluta. Creedme, ¡a toda esta ralea tempestuosa la encerraremos fácilmente en un saco y luego podremos hacer con ella lo que nos dé la gana! Prestad atención, ¡en seguida veréis lo que va a pasar!”.
24. Me alegro que los dos sabios estén en tan buenas relaciones con el anciano y su hija. Pero aún no me queda claro cómo podrán con la tormenta a punto de llegar ni cómo piensan meterla en un saco, tiene que ser un espectáculo digno de observar...
25. Los ancianos que se encuentran todavía sobre el mar están ya totalmente envueltos por las nubes y piden auxilio. Pero sus gritos se pierden a lo lejos. Sin embargo, la misma tormenta los arrastra hacia la orilla.
26. Ya acaban de llegar. Desde las nubes que los han arrastrado caen millones de rayos sobre los dos que permanecen totalmente indiferentes. Ahora abren un gran saco y uno dice simplemente: “Escucha, monstruo indómito, ¡entra en este saco o te vas al infierno! ¡Decide lo que prefieras!”.
27. Se oyen truenos ensordecedores y del bulto de nubes, que empieza a encogerse, salen muchos relámpagos en todas direcciones. Del medio del bulto surge ahora la cabeza espantosa de un monstruo horrible que abre sus mandíbulas como si quisiera tragarse de un solo trago al mundo de Dios entero.
28. ¡Vaya espectáculo! Lo que sorprende es que evidentemente los dos no tienen el menor miedo a estos horrores. Uno repite ahora la disyuntiva: “¡Saco o infierno!”, y mira, mira...
29. Todo el enorme bulto de nubes y su contenido se está encogiendo al tamaño de un barril pequeño y está rodando hacia la boca del saco y ¡se mete realmente dentro!
30. ¡Menudo espectáculo! ¡Una tormenta entera en un saco! Es como si se tratase de la realización de uno de los cuentos de las Mil y Una noches...
31. Dentro en el saco la tormenta se mantiene tan tranquila como si nunca hubiera sido capaz del menor movimiento. No, ¡no puedo callarme la gracia de esta situación! ¡Una tormenta entera y sus amenazantes horrores dentro de un saco! En fin, ¿no me vas a decir si esta farsa tiene algún sentido intrínseco?».
32. «¡Claro que sí!», le contestó Borem. «¿Acaso nunca oíste hablar de verdaderos penitentes que hicieron penitencia con sacos y cenizas, en la fe y esperanza de que Dios les perdone sus pecados?
33. Aquí, a través de los dos mensajeros, se juzgó a estas heroínas tempestuosas a causa de su malicia desenfrenada: la alternativa ha sido entre una humillación como penitencia libremente elegida, es decir, entrar en el saco, lo que resulta una humillación extrema y profundamente vergonzosa para el alma, o, de lo contrario, obligadas por la Omnipotencia de Dios, el lanzamiento al primer infierno.
34. La primera alternativa del juicio, libremente elegida, puede resultar provechosa para la vida de un alma si esta se aplica a sí misma asiduamente la humillación y práctica la penitencia pronunciada por la sentencia, sin dar cabida alguna a un vano sentido de derecho a honores. La segunda alternativa, el lanzamiento al infierno, es un decreto de urgencia que lleva el alma a la muerte; una medida necesaria para la seguridad de las demás almas que, por una sola alma malvada y desenfrenada, podrían sufrir un gran daño. A la pregunta si es posible y cómo tales almas condenadas pueden todavía llegar a la vida y qué caminos tendrán que andar, hay que responder: sólo lo saben el Señor y aquellos a quienes Él se lo revela secretamente.
35. ¿Ves el significado sumamente sabio que corresponde a este saco? Entrar en un saco significa: encarcelar por voluntad propia todas las tendencias al gozo y al deleite, y separarse y distanciarse de ellas para luego poder volver a salir del saco como una nueva criatura del agrado de Dios. ¿Comprendes ahora este fenómeno que te parecía tan ridículo?».
36. «Sí, Borem, lo comprendo perfectamente; y al mismo tiempo comprendo que todavía soy un asno de categoría», reconoció Martín. «¡Es tan evidente el sublime significado de este fenómeno! ¡Y yo he podido reírme de ello! Ay, ¡soy un estúpido! ¡Te confieso que admiro tu paciencia celestial por no haberme mandado todavía a meterme en un saco parecido!».
37. «No te preocupes de eso porque, como te he dicho, ya te encuentras muy cerca de un camino milagroso. Tú, ¡moldea bien tu corazón y pronto experimentarás el renacimiento de tu espíritu!».
1. «El Señor me conceda una elevación espiritual acorde con su Gracia, como también a todos estos de aquí que todavía son más o menos ciegos», dijo Martín pensativo. «Porque mientras que en este mundo de los espíritus sólo uno aún no esté del todo en casa, tampoco se podrá llegar a una plena bienaventuranza interna. Ahora veo que aquí en este reino “estar en casa” sólo puede referirse a la misma casa del Señor, la santa casa del Padre. Por eso, en adelante, voy a fijarme muy bien de cada detalle para que lo antes posible pueda alegrarme con mi elevación espiritual. ¡De modo que prestaré de nuevo toda mi atención a la nuca de esta dama!
2. Gran sorpresa: ¡los dos llevan el saco hacia la orilla! ¿No querrán entregar su contenido una segunda vez al mar? El anciano y su hija les ayudan y los demás los observan con miedo. Yo diría que no tienen ni la menor idea sobre el contenido del saco...
3. El saco ya ha llegado a la orilla y lo abren; veremos que saldrá... Mira, ¡son peces!, los hay de todos los tamaños; muchos son frescos, porque se mueven y otros parecen estar pasados.
4. Ambos empiezan a separar los peces pasados y los arrojan al mar, mientras que los frescos los ponen en un receptáculo precioso. Este receptáculo tiene la forma de un enorme cáliz y brilla como si fuera de oro o plata. Lo que no me puedo explicar es: ¿de dónde sacan tan rápidamente todas estas cosas que antes no he visto en absoluto? ¡Sólo hace falta que las necesiten y aparecen como si fueran hechas por arte de magia! Pero ya se me está encendiendo una luz sobre cómo aparecen aquí estas cosas: como son necesarias para el Orden de Dios ¡el Señor las quiere y aparecen! ¿Tengo razón, Borem?».
5. «¡Así es!», respondió este. «Ya has asimilado que el Señor es todo en todo, por lo que te resulta fácil saber de dónde vienen todos estos milagros que aquí ves tan abundantemente. ¡Pero fíjate en lo que pasa!».
6. «Sí, hermano, no he apartado la vista», respondió Martín. «Ahora mismo veo que el cáliz se vuelve cada vez más grande, no mucho en altura sino más bien a lo ancho. Parece que los peces se complacen en su agua; me recuerdan a los peces dorados de las peceras de cristal, sólo que estos peces de aquí son mucho mayores.
7. Supongo que los peces son las damas que antes tuvieron que zambullirse en el mar como ranas feas. Pero aún no puedo entender por qué ahora se encuentran como peces en un cáliz ni por qué los dos hombres han tirado al mar tantos peces aparentemente muertos. Algo presiento, pero no puedo explicarlo con palabras.
8. Espera, ¡de repente se me ocurre una idea clara!, sí, ¡eso es!. El cáliz es el receptáculo de la Gracia y Misericordia del Señor en el que las damas se encuentran ahora. Y su agua es un agua viva en la que las damas, todavía en forma de peces, pronto serán suficientemente purgadas para salir en forma humana. El crecimiento continuo del cáliz simboliza el continuo aumento de la Gracia y de la Misericordia. La forma de peces debe corresponder a personas que, con toda humildad, hacen penitencia por libre voluntad. Generalizando supongo que la forma de peces corresponderá a todos aquellos hombres que se dejen pescar voluntariamente para el Reino de Dios mediante su Palabra; será por eso por lo que el mismo Señor ya llamaba a sus apóstoles “pescadores de hombres”.
9. Y respecto a los peces malos a los que han tirado al mar el Señor ya se sirvió de la misma alegoría en el Evangelio, verdadera revelación de los Cielos. De todos modos los peces del cáliz estarán en condiciones más favorables que los tirados al mar. Qué te parece, Borem, ¿he acertado con mi interpretación?».
10. «¡Alabado sea Dios! Hermano, ¡alégrate y celébralo! ¡El Señor ha iluminado tu espíritu! Lo que tu alma no podía percibir, ahora te lo revela tu espíritu, despertado por el Señor. ¡Por eso comprendes ahora relaciones que son puramente celestiales! Y esto es ya el comienzo del renacimiento del espíritu del que te he hablado varias veces, y a la vez, el fin del segundo acto de este drama en la esfera espiritual.
11. Tu interpretación de los fenómenos de esta escena ha sido muy acertada en todos los detalles, a pesar de que aún no tienes una visión total. Pero todo lo que todavía te falta lo obtendrás durante el tercer acto por la Gracia del Señor. Continúa por lo tanto tu observación; en el siguiente acto se te presentarán muchos detalles fenomenales y al mismo tiempo llegarás a una profunda comprensión de los caminos milagrosos por los que el Señor lleva a sus hijos hacia el gran rumbo de la salvación y de la vida. Atención, ¡ya empieza el tercer acto que es muy importante!».
1. «Ya estoy mirando con gran interés, pero de momento la escena aún no ha cambiado. El cáliz se ha vuelto enorme; según medidas terrenales ya debe tener el tamaño de unas cuantas brazas, y me parece que todavía sigue creciendo.
2. Los dos están junto a este enorme cáliz y también el anciano y su hija lo miran con gran atención. Los otros ancianos lo contemplan boquiabiertos a una cierta distancia.
3. Los peces del cáliz también han crecido mucho y parecen estar muy contentos a juzgar por la cantidad de vueltas que dan. Las cabezas de algunos ya tienen rasgos humanos. Pero el resto del cuerpo sigue siendo de pez. Yo diría que estos peces se convertirán primero en une especie de sirenas espirituales para luego transformarse en seres femeninos bien desarrollados...
4. ¡Vaya!, ¡de repente el precioso mar ha desaparecido! El cáliz que antes se encontraba en su orilla se encuentra ahora en medio de una llanura enorme que debe medir unas mil leguas. En todo su contorno hay un terraplén muy alto y ancho que se ve perfectamente.
5. Lo que llama mucho la atención es que este terraplén sube y baja por muchas partes , y cuando sube se puede mirar muy bien por debajo... ¡Un terraplén verdaderamente particular! ¿Qué podrá significar?
6. A unos diez mil pasos del cáliz, me parece que precisamente allí donde antes se encontraba el claustro y tras su destrucción la charca, se ha formado un enorme agujero absolutamente redondo que da miedo. De él sale ahora un humo muy denso pero que, nada más salir, se pierde. En suma: un decorado impresionante en preparación del tercer acto de este drama...
7. ¡Mira, Borem, mira el cáliz! ¡Lo que faltaba!... ¡Ahora el agua empieza a hervir en él, se ve por el vapor que se está formando! Los pobres peces sacan sus cabezas por el borde y empiezan a gritar! Ahora veo que la mayor parte de ellos ya tiene cabezas completamente humanas; sólo algunas pocas recuerdan algo a las de los leones marinos.
8. Pero vaya, ¡el agua sigue calentándose más y cada vez sale más vapor! Y los peces, ¡cómo gritan los pobres peces! Me temo que si esto continua así, pronto habrá gran cantidad de pescado cocido...
9. A pesar de todo se ve que a los pobres peces ya les salen brazos y manos completamente acabados con cuya ayuda quieren levantarse y saltar el borde para escapar de su agonía; pero parece que los brazos todavía carecen de fuerza porque cada pez que lo intenta en seguida vuelve a caer atrás al agua hirviendo.
10. Quisiera saber de dónde procede el calor que calienta el agua de este cáliz gigantesco. ¡Las burbujas de la ebullición son ya tan grandes que empiezan a arrojar a los pobres peces de un lado para otro, no sé como pueden aguantarlo!
11. No obstante, los dos mensajeros parecen indiferentes y parece que la escena sea más bien de su agrado; por lo menos no se ve en sus rostros la menor compasión. ¿Por qué estos pobres peces tienen que soportar semejante martirio para recuperar su pura forma humana? También yo fui pecador sin igual, ¡y nunca me tocó semejante cocción!. Y además, alabado sea Dios, sigo siendo un hombre, aunque sea con blusa de campesino».
12. «Hermano, no olvides que toda esta escena es sólo una apariencia. Como ves, en realidad todas las damas se encuentran en filas delante de ti, y todas sanas y salvas. ¿Cómo, entonces, sufres por aquello que pasa en su interior? Bueno, el mundo interior del hombre es el verdadero y auténtico; eso por supuesto. Pero aun así el hombre sigue siendo hombre y cuanto más movilizado y activo está su interior, tanto más puro y noble se vuelve.
13. Dices que has mantenido tu forma humana sin haber pasado por el agua hirviendo. No obstante te aseguro que en el cáliz de la Gracia del Señor has pasado por un proceso cien veces más severo que estas damas. ¿Acaso te enteraste? Cuando seas perfecto y conozcas la actividad de las funciones físicas del hombre terrenal, ¿qué dirás cuando el fuego interior de la vida se te manifieste, un fuego en el que pulsan con vehemencia incontables corrientes ígneas por canales igualmente incontables? De modo que ¡sé perspicaz, hermano mío!».
14. «Tienes razón, Borem, ¡ya me has vuelto a centrar!», reconoció Martín. «Así que donde sea necesario, ¡a hervir y a freír a toda mecha! Porque quien hierva o esté frito en el amor y la Gracia de Dios, verdaderamente no puede estar en malos términos. Si también yo he pasado por parecida cocción sin haber sido consciente de ello, entonces tampoco éstas de aquí lo pasarán tan mal como sus gestos dan a entender... En el nombre de Dios, ¡el Señor siempre lo hará de la mejor manera!
15. Ahora veo que los ancianos se dirigen a los dos mensajeros: les ruegan que les dejen compartir la misma suerte de sus hijas, ¡y los dos se lo conceden! También el más anciano y su hija se unen a los demás y se arrojan al agua. ¡Qué horror! ¡Cómo los zarandean las aguas agitadas!
1.6. ¡Vaya desesperación con la que se retuercen las manos!, ¡y cómo piden socorro y alivio para tanto dolor como están sufriendo! Aun si todo esto es solamente apariencia, si en ella se siente el dolor, ¡entonces que se vaya al diablo! Es evidente que estas damas que están aquí delante de mí sienten algo. ¿No ves los movimientos que hacen, mientras que antes permanecían totalmente inmóviles, casi como petrificadas?».
17. «Pues, ¡tanto mejor!», contestó Borem. «Porque eso significa que les vuelve la vida... Por mi parte, ¡yo diría que es algo bueno!».
18. «Si lo ves así, entonces ya me tranquilizas de nuevo», se conformó Martín. «Pero te digo que la impresión que produce este proceso de revivificación sigue siendo horroroso; todo eso tiene más bien pinta de purgatorio».
19. «¡Estupideces!», exclamó Borem. «¡Te digo que algo así no existe en ninguna parte! Lo que aquí ves no es sino la actividad del Amor de Dios que, por supuesto, es el fuego de todos los fuegos. Pero este fuego no causa dolor sino que da alivio a todos los dolores que el infierno ha causado a un alma. Estos del cáliz gritan de dolor y piden socorro y alivio, sí, pero este dolor no lo causa el cáliz con su agua hirviendo sino el infierno que ahora tiene que soltarlos.
20. Fíjate ahora en ese enorme terraplén que rodea allí lejos la gran llanura de nuestro escenario. En seguida te darás cuenta que este terraplén no es otra cosa sino el infierno o sea el mismo diablo en forma de una inmensa serpiente que se ha colocado en ese sitio con la intención de que no se le escapen estos agraciados a los que ya había considerado presa segura. ¡Aunque te repito de nuevo que todo es una apariencia!. Aquí la llanura representa lo mundano de estos agraciados; no pueden traspasar los límites de todas sus tendencias mundanas porque en todas partes lo mundano está en conflicto con el infierno que se ha instalado allí. 21. Es ese terraplén el que causa tanto dolor a los bañistas del cáliz. Pero no tardará mucho en ser destruido y arrojado al abismo que en dirección norte se ha abierto a unos diez mil pasos del cáliz».
1. «Detrás del terraplén veo ahora doce espíritus gigantescos, cada uno con una enorme espada en su diestra. ¡Vaya espada! Seguro que con una espada así un espíritu de éstos podría cortar la Tierra entera en dos partes como si fuera una manzana. Ahora estos espíritus son ya tan grandes que seguramente podrían pulverizar la Tierra entre los dedos. Y el terraplén se comporta cada vez más locamente. Sabes, Borem, ¡todo esto tiene el aspecto del día del juicio! ¡Santos, santos!
2. Veo que en el cáliz el agua se ha vuelto más tranquila y que el conjunto de bañistas, todavía cubierto por ella, permanece totalmente inmóvil como si todos estuvieran muertos; no se oye ni el menor sonido. Sólo los dos mensajeros hablan algo entre sí pero no los entiendo. Uno tiene una vara en la mano, parecida a la de Aarón y la levanta. Veremos qué pasará...
3. Ah, ¡mira ahora cómo está creciendo el supuesto terraplén! Ondea por todas partes y alcanza ya una enorme altura. ¿Ves cómo se está acercando? Ahora también veo la cabeza de este monstruo... Por Dios, ¡qué cosa más asquerosa!
4. El monstruo levanta su cabeza y abre sus fauces como si quisiera tragarse toda la creación. Se nota muy bien que con todos los movimientos que el monstruo hace su cabeza se acerca cada vez más al cáliz. Vaya, ¡si lo alcanza, el cáliz no le llenará, pese a su tamaño, ni la caries de una muela!
5. Dentro del cáliz sigue habiendo el mismo silencio absoluto que antes. Y del enorme agujero donde antes estuvo el claustro, salen ahora llamas y chispas. La cabeza del monstruo ya no estará a más de mil pasos del cáliz.
6. Los doce espíritus gigantescos levantan sus espadas, pero todavía sin entrar en acción. Todos ellos dirigen su mirada al mensajero que tiene la vara de Aarón en la mano. Este le hace al monstruo una señal para que se retire, pero el monstruo no le hace caso sino que por el contrario se acerca aún más al cáliz.
7. ¡Todo adquiere proporciones alarmantes! De nuevo el mensajero hace una señal con la vara, pero con el mismo resultado: la bestia avanza sin desconcertarse. Otra vez el mensajero levanta la vara, pero también su aviso es ignorado.
8. La bestia ya está muy cerca del cáliz y con su enormemente larga lengua bífida intenta volcarlo. Pero el cáliz permanece firme y no se deja mover ni un palmo. El agua del cáliz y sus ocupantes siguen inmóviles como antes.
9. ¡La bestia se vuelve cada vez más insolente! Y otra vez el mensajero le hace al pesado monstruo una señal con la vara para que se aparte del cáliz; pero todas sus advertencias son simplemente ignoradas.
10. Ahora el mensajero toca con la vara el agua del cáliz y hace una señal a los doce espíritus gigantescos para que corten al monstruo en trece partes.
11. Dios mío, ¡qué escándalo y estrépito! ¡Y cómo se retuercen los trozos cortados! Es evidente que con sus enloquecidos movimientos se acercan poco a poco al horroroso agujero...
12. Pero la cabeza... Dios mío, ¡nunca he visto nada más horrible que esta cabeza! Esta está dando saltos hasta el firmamento y rabia de odio desencadenado. Su mirada la tiene clavada en los doce espíritus que ahora parecen asustarse también.
13. Ahora el mensajero hace con la vara que la cabeza se acerque más al abismo a cada salto, hasta que, Dios sea loado, cae en él. ¡Qué humareda sale! ¡Y se ven llamaradas que ponen los pelos de punta!
14. También las otras partes del monstruo despedazado se acercan al abismo, todavía saltando, como si un poder invisible los empujara hacia allí; y al caer en las llamas revientan con unos estallidos tremendos.
15. ¡Ay-ayay, ¡qué estruendos!, ¡qué bramar y qué rugidos! Hermano, ¡me faltan las palabras para describir los espantosos ruidos que salen de este abismo! Para describirlos habría que tener la lengua de un querubín... ¡Pero que brame y que ruja como quiera! Con la bestia encerrada en el infierno ya estoy más tranquilo. Supongo que de allí ya no podrá salir tan fácilmente.
16. Ahora los dos mensajeros están de nuevo al lado del cáliz y también se acercan a él los doce espíritus gigantescos. Lo que me llama mucho la atención es que cuanto más se acercan tanto más pequeños se vuelven; ahora son ya casi de la misma talla que los dos mensajeros. ¡Esto sí es extraño!
17. Ya han llegado, ¿pero qué pasa? ¡Todos reverencian al que tiene la vara de Aarón en la diestra! ¡Tendrá que ser un ángel principal de los Cielos supremos!
18. Y ahora este les dice a los doce: “Hermanos, tomad el cáliz y llevadlo a la entrada del infierno. Ponedlo justamente sobre ese portal del infierno para que por esta vez se le ponga al maligno una barrera que no pueda traspasar para volver a llevar a estos pobres a la perdición, pues para su revivificación he tenido que servirme de todas las potencias de los Cielos”.
19. Los doce levantan el cáliz, lo llevan cuidadosamente al lugar señalado y lo depositan exactamente encima del enorme agujero que así queda cerrado herméticamente. Ahora todo el escenario ya tiene otro aspecto y además veo que el conjunto de bañistas en el agua del cáliz empieza a moverse. ¡Gracias a Dios que vuelven a la vida!
1. El respeto que estos doce espíritus demuestran ante el Mensajero es más que extraordinario; todos ellos se arrodillan ante Él y es evidente que le adoran. ¿No será el mismo Señor? No alcanzo a ver su cara, porque si la viera sabría en seguida si es Él o no.
2. Ahora los doce se levantan y de nuevo le reverencian. Él les da la mano a todos y les dice algo en voz baja pero inteligible:
3. “Hermanos, ¿veis la buena tierra de pastoreo que ha quedado aquí? Os entrego estos corderos; cuidad de ellos y dadles un buen pasto que los prepare para mi redil. Para que sean un buen alimento para mí y me llenen el corazón de alegría. Sacadlos cuidadosamente del receptáculo de mi Gracia y dejadlos que pasten libremente en esta gran pradera de mi Amor, Gracia y Misericordia. Amén”.
4. Pues sí, ¡es el Señor! ¡Porque nadie en todo el Cielo infinito puede hablar como este mensajero acaba de hacerlo; ¡ sí, es el Señor! ¿Tengo razón?».
5. «¡Pues claro que es el Señor!», confirmó Borem. «¡Ya hace un buen rato que hubieras podido darte cuenta! Pero el Señor te limitó la vista para que tu espíritu fuera más perspicaz. Sin embargo, como ya llegó el momento oportuno para que se te abriera la vista completamente, te fue abierta. Ahora reconoces al Señor y está bien así...
6. Observa todavía un rato la escena para que también presencies la elevación definitiva al desenmarañarse esta complicada maraña, y para que sepas que la Gracia y el Amor del Señor son infinitos».
7. «Gran Dios y Padre sumamente santo y lleno de Amor, ¿quién podrá jamás apreciar tu sabiduría y tu bondad? ¡Únicamente Tú, el más santo de todo lo que es santo, eres un maestro en el interior de todos los seres! ¡No hay querubín que pueda apreciar tu sabiduría convenientemente! ¡Santo, santo, santo es tu nombre, y tu Voluntad es el eterno Orden de todas las cosas!
8. Tú no necesitas consejo de nadie. Pero tu santo Corazón de Padre no quiere estar solo ni disfrutar solo de la plenitud de tu santa perfección... Por eso tu santo Corazón hace surgir seres de tus sublimes pensamientos y, en el fuego de su Amor ilimitado y en la Luz de su eterna sabiduría, los hace hijos tuyos, para que ellos, como dioses menores independientes, puedan participar eternamente en la perfección ilimitada de este tu santo Corazón de Padre.
9. ¡Escuchad, todos los Cielos!, ¡escuchad, serafines y querubines!, ¡oíd, todos los ángeles!... ¡Dios, el eterno Espíritu en toda su perfección divina, cuya magnitud no puede ser percibida por la totalidad de los Cielos, es nuestro Padre y anda entre nosotros como si no fuera más que nosotros! Por eso ¡elevémosle en nuestros corazones, dado que Él se rebaja tan profundamente hasta nosotros pecadores!
10. Oh Señor, oh Padre, ¡estando Tú en mi corazón ya no cabe más en él, porque sólo Tú te has vuelto todo para mí! Antes eras muy pequeño en mí, porque fui pecador. Ahora te has vuelto enormemente grande dentro de mi corazón con lo que soy sumamente bienaventurado. Pero todo esto, Padre, es obra tuya, en tanto que yo siempre fui y seré un siervo inútil...
11. Mira, Borem, los doce sacan ahora a los bañistas del agua de la vida. Todos son ahora tan hermosos que podríamos llamarlos ángeles. ¡Qué aspecto más maravilloso y qué alegría se ve en sus ojos que ahora están destinados a contemplar a Dios!
12. Hermano, ¡alégrate conmigo y siente la bondad del Señor! ¡Te digo que me estoy consumiendo por amor hacia el Señor!».
13. «Ahora, Martín, se ha terminado la fase en la que no podíamos contribuir en nada porque en ella el Señor siempre actúa absolutamente solo. Sin embargo la continuación es cosa nuestra, de los hijos de Dios, para seguir su obra dentro de su Amor y Orden. Por eso tenemos que estar preparados para todo lo que se nos pueda presentar.
14. El Señor procede aquí como en la Tierra. Allí el hombre coge el grano del trigo y lo siembra. Este trabajo previo también fue realizado aquí cuando, con mi ayuda, diste a todo este grupo enseñanzas sabias y reglas de conducta. De modo que ambos sembramos el trigo de Dios en los surcos de sus corazones turbulentos.
15. Una vez que la semilla se encuentra en el surco, el hombre ya no puede hacer nada para que crezca y dé fruto. En esta fase interviene únicamente el Señor a través de su influjo directo sobre aquellos espíritus naturales que con su actividad son responsables del crecimiento de animales y plantas.
16. En cuanto este trabajo esté terminado y el nuevo trigo haya llegado a la madurez es entregado de nuevo al hombre para que lo recoja y lo lleve a sus graneros. ¡Y este trabajo ahora nos tocará a nosotros!
17. Aquí primero sembramos la semilla de la palabra de Dios en sus corazones. Después ellos permanecieron inactivos como un campo sembrado; pero durante ese descanso empezó el trabajo del Señor, puesto que nosotros, como el sembrador de la Tierra que no puede hacer otra cosa sino mirar como la siembra crece, tampoco habríamos podido hacer nada sino mirar el trabajo que el Señor estaba haciendo.
B. Por el esfuerzo del Señor este grano, es decir estos hermanos y hermanas nuestros, han llegado ahora a su madurez. Para nosotros empezó el tiempo de la cosecha. ¡De modo que recibamos la gran bendición del Señor para que nuestros corazones puedan entrar de nuevo en plena actividad.
19. Sabido es que la cosecha es siempre más abundante que la siembra: lo mismo pasará aquí. Como a la hora de la siembra se trataba de uno solo, ahora cosecharemos entre treinta y cien. Alégrate, Martín, ¡nos espera una cosecha abundante!».
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1. «¡Ahora otra cosa!», continuó Borem. «Debajo del tablero del Señor se encuentra una caja que parece ser de oro puro. Ve y ábrela; encontrarás en ella una prenda y un sombrero luminoso. Ponte la prenda y el sombrero para que, dignamente vestido con una vestidura de bodas celestiales, pues se trata de algunas almas perdidas y recuperadas, puedas recibir a nuestros invitados que el mismo Señor traerá en seguida. ¡Ve a cambiarte pues es la Voluntad del Señor!».
2. «Hermano mío, todo lo que acabas de decirme es cierto como la misma palabra de Dios», observó Martín. «Sólo lo de la nueva prenda y el sombrero me huele a una presunción celestial que no me seduce en absoluto. De modo que ya disculparás mi actitud si en este punto no te hago caso.
3. Soy sumamente feliz de que ahora por lo menos mi corazón se encuentre en el orden que es del agrado del Señor. Pero por lo que se refiere a lo que cubre mi cuerpo exterior, estoy eternamente contento con mi blusa de campesino.
4. Te digo que semejante esplendor, sea celestial o terrenal, no me interesa, todo ello me deja ahora indiferente. Mucho más me importa el exclusivo amor hacia el Señor, un amor al que no puedo llegar con prendas brillantes sino únicamente mediante mi corazón. Por eso quiero seguir siendo lo que soy: ¡un campesino!».
5. «El Señor considera únicamente el corazón», le confirmó Borem. «En eso tienes toda la razón. Y nuestra humildad, que es un resultado del verdadero amor al Señor, es la mejor vestidura que un ángel pueda tener. Pero pese a ello el Orden del Señor requiere que en su Reino a cada habitante de los Cielos le adorne el vestido del renacimiento y la eterna inmortalidad como reflejo de su interior. No hay ser alguno en toda la infinitud que sea más humilde que el mismo Señor, ¡pero a pesar de ello tampoco existe esplendor alguno que no surja de Él!
6. ¡Fíjate en el esplendor y tamaño de esta sala! ¿Quién, si no el Señor sería arquitecto de esta obra majestuosa?
7. Nada más tomar posesión de esta casa que el Señor te dio miraste por cada una de las doce puertas y apenas viste doce gotas del mar infinito de las creaciones del Señor, ¡y con esas pocas esplendorosas gotas ya quedaste casi arrebatado de estupefacción! ¿Qué sería de ti si hubieras visto a un verdadero ángel en toda su gloria celestial? Te digo que no habrías podido vivir y mirarle a la vez, tan infinitamente grande es su belleza, su gloria, su esplendor y su majestuosidad.
8. Por estas explicaciones mías y por miles de otras cosas más verás que un cierto esplendor, en su justa medida, también forma parte del Orden del Señor; por lo que yo diría que no será un desliz si te sometes al Orden del Señor.
9. ¿Sabes lo que el Señor dijo a Pedro cuando este, por pura humildad, no quiso aceptar que le lavase los pies? Lo mismo podría decirte también a ti si tú, obstinadamente, persistieras en tu testaruda humildad. ¡Haz, pues, lo que te he dicho en nombre del Señor y en seguida tu casa tendrá otro aspecto. Pero antes de ponerte la nueva vestidura tienes que quitarte la vieja hasta su última fibra y tienes que servirte del agua que encontrarás en una pila para lavarte los pies. Una vez que hayas hecho todo eso abre la caja y saca las nuevas prendas para ponértelas».
10. «Siendo así, tendré que hacer lo que me has mandado en nombre del Señor», respondió Martín, poco convencido. «Pero ¿sabes, Borem?, aun así lo hago de mala gana porque, a pesar de la explicación convincente que me has dado, todavía veo una especie de presunción en ello. Pero para someterme a la Voluntad del Señor... ¿Dónde voy a dejar esta blusa de campesino?, ¿acaso en la caja de oro como recuerdo?».
11. «¡No te preocupes de cosas de tan poca importancia!», fue la respuesta de Borem.
12. Martín se acercó a la caja de oro y miró alrededor suyo para ver si alguien le observaba. Pero cuando de repente se encontró tras un biombo que le separaba de la vista de sus muchos invitados se desnudó rápidamente. Nada más haberse quitado su vieja ropa esta desapareció. Luego, con la mano, sacó agua de la pila mencionada y se lavó los pies. Entonces la caja de oro se abrió de golpe y Martín quedó vestido de repente con una prenda púrpura, bordada en todas sus costuras con estrellas muy hermosas y tocado con un sombrero más radiante que el mismo Sol.
13. En el mismo momento en que Martín se vio vestido con las nuevas prendas también el interior de su casa cambió enormemente pareciéndole cien veces más grande que antes. Al mismo tiempo también se abrieron accesos que antes no existían a las galerías de arriba.
14. Al ver todas estas transformaciones tuvo un arrebato de delicias, y con los ojos llenos de lágrimas, empezó a alabarme en voz alta.
15. Como el arrebato de Martín no terminaba y las lágrimas aumentaban cada vez más, Borem se acercó a él, vestido de la misma manera, y le preguntó: «Bueno, hermano mío, ¿acaso te sientes más presumido que antes?».
16. «¡Algo siento, sí, hermano mío!», le respondió Martín. «¡Te digo que sólo ahora me doy cuenta de mi pequeñez y de lo infinitamente grande que es el Señor!».
17. «¡Anda pues!», le animó Borem. «Todos están ya preparados para saludarte como propietario de esta casa».
1. Entonces Martín y Borem salieron de detrás del biombo y unas mil quinientas personas vinieron en su encuentro llenas de alegría. Le saludaron y le agradecieron la primera asistencia que les prestó y las sabias enseñanzas que les había dado en vista de las pruebas que iban a pasar.
2. Todos le manifestaban gran amor y afecto, lo que a Martín le causó una gran felicidad; y eso tanto más cuanto que por el aspecto ya muy perfecto de todos ellos le constaba que su estado interior estaba algo purificado; de modo que todos se encontraban en el mejor camino.
3. Con mucho placer y sin cansarse contempló al gran grupo y su buen aspecto hasta que, a continuación, tomó la palabra:
4. «Queridos amigos, hermanos y hermanas todos, ¡no os podéis imaginar lo feliz que soy por vosotros y la alegría que me dais con vuestro recibimiento tan caluroso! Pero no soy yo quién merece vuestra honra y gratitud por ser salvados y por encontraros ahora en este magnífico atrio del verdadero Reino del Cielo, sino todo honor, toda gratitud y toda alabanza corresponden al Señor cuya infinita Gracia os ha transformado tan maravillosamente. A mí, amadme como hermano vuestro que, junto con todos vosotros, tiene el mismo Padre: Dios, el Señor...
5. ¡Amemos a este único, verdadero y santo Padre plena y eternamente! Él hace todo y es todo en todo, ¡por eso dediquemos todo honor, toda gratitud y toda alabanza únicamente a Él!
6. Este querido hermano mío y yo fuimos testigos cómo el Señor os atendió por Sí mismo y cómo sacó toda la inmundicia de vuestros corazones, una lucha violenta contra el infierno, luchando por vuestra causa como el antiguo León Hebreo.
7. ¡Por eso abrid ahora vuestros corazones ampliamente para que el Señor de toda honra y gloria pueda hacer su entrada y quedarse en ellos eternamente!».
8. Al oír este buen discurso de su anfitrión todo el grupo quedó como transfigurado y alabó al Señor por haber concedido al hombre una sabiduría extraordinaria como ésta. A continuación los portavoces del gran grupo se dirigieron a Martín, rogándole que les permitiera quedarse con él como siervos ínfimos.
9. «No como siervos sino por ser mis queridos hermanos y hermanas os invito a quedaros aquí», les contestó Martín. «Y eso vale, con el mismo derecho de propiedad que yo, para todo lo que el Señor me ha dado en tanta abundancia. Os digo que sin vosotros todo este esplendor y esta magnificencia serían un fastidio para mí. Sin embargo, a vuestro lado me proporcionarán una gran alegría porque me ayudarán haceros felices.
10. ¡Os ruego que os quedéis todos aquí y alegrémonos juntos del Señor, que aquí en su Reino nos ha preparado un hogar tan grande y esplendoroso! Ahora mismo veo que también nos ha preparado una gran mesa con pan y vino en abundancia, y todo ello sin que ninguno de nosotros la haya merecido por una vida de acuerdo con su Palabra. ¡Por eso amemos y alabemos al Señor de todo corazón!
11. Ya veis todos que su Amor para con nosotros es ilimitado. Ahora que somos bienaventurados tenemos de todo, casi de todo porque, hermanos y hermanas, todavía hay algo que nos falta: ¡el Señor, visible entre nosotros! ¡Roguémosle pues en nuestros corazones para que nos conceda también esta Gracia!».
12. Los portavoces estuvieron de acuerdo con Martín, pero haciendo una reserva: «También es nuestro máximo deseo; no obstante, como somos todavía demasiado indignos de ello agradecemos todo lo que ya nos ha concedido, enteramente conscientes de que hasta para esto somos todavía demasiado indignos sobremanera. Aun así ver al Señor seguirá siempre siendo nuestro mayor deseo».
13. «Muy bien dicho, queridos hermanos», reconoció Martín. «Así lo requiere la sabiduría bien fundada; no obstante, el amor pasa frecuentemente la sabiduría por alto y hace lo que quiere. En este punto soy partidario del amor... ¡Haced lo mismo y estoy convencido que no habremos faltado!».
1. Cuando Martín iba a ponerse a glorificar al amor, oyó como fuera en el jardín alguien le llamó: «¡Martín!»,
2. y en seguida preguntó a Borem si sabía quién le estaba llamando.
3. «Anda y mira y ya verás», le contestó. «Aquí las cosas se presentan a veces como en la Tierra. Tampoco aquí, salvo el Señor, se puede ver todo desde el mismo sitio. Como acabas de darte cuenta ahora, para ver u oír otras cosas también aquí a veces hay que desplazarse a diferentes lugares.
4. De modo que sal de prisa y ya verás quién te ha llamado, pues tampoco yo puedo dar siempre dar una información segura. ¡Pero ahora mismo he oído llamar de nuevo!».
5. «Ya me voy, ¡es fácil que se trate de más gente necesitada que se ha perdido!», supuso Martín, y salió corriendo.
6. Pero nada más abrir la puerta se sorprendió no poco al ver la belleza inesperada de su jardín. Pues este, entretanto, se había vuelto mucho más grande y hermoso que cuando encontró en él a Borem ocupado con algunas plantas.
7. Tampoco esta vez Martín pudo ver a primera vista a nadie que hubiera podido llamarle, por lo que continuó buscando. Andando en dirección al este llegó a un cenador precioso que recordaba un templo abierto, pero todo formado de plantas vivas. En su centro pudo ver a alguien que estaba seleccionando algunas plantas que se encontraban sobre una especie de altar, también de plantas vivas.
8. Martín le observó un rato hasta que le dirigió la palabra: «Amigo, ¿has sido tú quien me has llamado estando yo en la casa que me ha dado el Señor? En tal caso sé tan amable de decirme en qué puede servirte mi corazón».
9. «Hermano mío, ahora tu casa y tu jardín se han vuelto muy grandes y ya has dado alojamiento a más de mil personas, lo que es verdaderamente noble», reconoció el botánico. «Pero Yo diría que donde ya caben más de mil, seguro que cabrán aún algunos más.
10. A ver si me acompañas; hacia el poniente de tu jardín se encuentran unos cien necesitados que buscan alojamiento, ¡acógelos! ¡Y a mí también porque en cierto sentido formo parte de ellos! No será en tu perjuicio...».
11. «Amigo mío, ¿qué me hablas de cien?», le preguntó Martín. «Te digo que aun si fueran diez mil haría todo lo posible para que todos se queden conmigo. ¡Así que no perdamos el tiempo y llévame allí para que los pueda atender lo antes posible con todas las fuerzas que el Señor me ha concedido!».
12. «Hermano mío, te has vuelto un verdadero bálsamo para mi corazón», contestó el botánico. «Ven, ¡en seguida estaremos con ellos!».
13. Los dos se pusieron en camino hacia poniente y pronto llegaron a un grupo de hombres y mujeres desgraciados, todos prácticamente desnudos, muy enflaquecidos y cubiertos de úlceras y costras.
14. Al ver a estos pobres, a Martín se le saltaron las lágrimas y con su corazón lleno de compasión dijo: «Dios mío, ¡qué aspecto tienen estos infelices! ¡Casi ya no hay vida en ellos!». Dirigiéndose a los miserables, los llamó en voz alta: «Oídme, todos vosotros, ¡venid a mi casa donde en seguida voy a serviros en todo lo que os pueda curar y fortalecer! ¡El Señor Jesús, nuestro buen Padre, ya me dará las fuerzas y los medios necesarios para ello!».
15. «Oh, evidente ángel de Dios, ¡qué bueno tiene que ser el Señor, si tú eres ya tan bueno! Pero ya ves que somos muy impuros, ¿cómo podríamos atrevernos a entrar en tu limpia casa?».
16. «Os digo que yo mismo fui mucho más impuro que vosotros y precisamente en esta casa del amor es donde he sido purificado. Tengo la fe en Dios de que también a vosotros os va a caber la misma buena suerte. Por eso, hermanos y hermanas, venid conmigo sin timidez. ¡Los más débiles apoyaos en mí para que no os cueste tanto llegar a mi casa!». Dirigiéndose al botánico continuó: «Y también tú, hermano, ¡ayuda a algunos de los más débiles!».
17. «Hermano, corazón mío, ¡me estás dando una gran alegría!», contestó el botánico. «Una alegría que un día te será altamente recompensada! En realidad, la recompensa ya se está dando ahora; pues mira, Aquél a quién amas tanto ya está contigo, ¡soy Yo: tu hermano y tu Padre!».
18. Sólo entonces Martín me reconoció, se arrojó al polvo ante mí y exclamó: «¡Oh Señor, oh Dios, oh santo Padre! ¿Por dónde empezaré a alabarte y por dónde terminaré ? Santo Padre, ¡tu Amor y tu Misericordia son inconmensurables, pues concedes tanta Gracia a un pecador como fui yo!
19. Casi me consume la vergüenza de que cuando vivía con Pedro en tu eterna casa paternal, no te reconocí y no hice suficiente caso a tus palabras que fueron puro Amor... Ahora como mi corazón te ha reconocido, casi me consumo de amor para contigo, aunque también todavía de vergüenza. Oh, ¡fortaléceme para que mi corazón de pecador pueda soportar tu santa presencia!».
1. «¡Levántate, hermano mío, y no pienses continuamente en mi magnificencia sino sólo en el hecho que tú ahora en el Amor eres enteramente mi hermano y soportarás mi presencia con facilidad. Yo soy Señor únicamente para aquellos que apostatan de mis palabras y que aun así se toman por grandes sabios. Pero para todos los que han llenado su corazón con amor no soy Señor sino hermano todopoderoso, y como verdadero Padre les doy todo que tengo. Por eso, querido hermano, ¡levántate y en adelante ya no tengas un temor tan exagerado ante mi santidad!
2. Si en el mundo un poderoso soberano se acerca a sus sabios ministros, estos se postran a sus pies con sumo respeto. Y está bien así, porque mientras ellos son sus siervos él sigue siendo su amo. Porque le aman sobremanera y le dicen: “Señor, eres un soberano sumamente bueno y mereces no sólo nuestra gran estima sino también todo nuestro amor. ¡Por eso acepta nuestro servicio fiel sin recompensa alguna! Y como te amamos más que a nuestra propia vida deseamos servirte con todas las fibras de nuestro ser. Y si nos pidieras cien vidas, todas te las daríamos por ser el verdadero soberano de nuestros corazones”. ¿Qué piensas, hermano, qué sucederá, y qué hará el soberano con siervos de esta categoría?
3. Te digo que un puro amor le conquistará hasta lo más íntimo de su ser, por lo que les dirá: “Mis muy queridos amigos, como me habéis erigido un trono tan magnífico no sólo en vuestras mentes sino también en vuestros corazones, no os mandaré por el poder que tengo sobre vosotros sino que, por vuestro gran amor para conmigo, reinaré dentro de vuestros corazones . Todos vosotros me lleváis en vuestros corazones santificados por la presencia de mi alteza en ellos; por lo que todos vosotros lleváis dentro en vuestro interior al que también yo llevo dentro de mí. Y, siendo vosotros lo mismo que yo, sois mis íntimos hermanos. Por eso al tenerme a mí también tendréis todo lo que tengo yo”.
4. Y de la misma manera que un soberano sabio como éste actúa y habla a sus siervos, ennobleciéndolos por haberle acogido con tanto amor en sus corazones, así actúo y hablo Yo con todos aquellos que, como tú, me han acogido en lo suyos. De modo que para quienes me aman sobre todo y me llevan plenamente en su corazón, es decir, para aquellos que están santificados a fondo por encontrarme Yo mismo en ellos, ya no soy un Señor, al igual que no soy un Señor de mi mismo, sino un hermano íntimo, eternamente. Y lo que tengo Yo, también lo tienen ellos porque, por su gran amor para conmigo, me tienen a mí dentro de ellos.
5. ¿Te das cuenta ahora, hermano mío, lo que significa que te llame “hermano” como también lo hice en otro tiempo con mis doce apóstoles? Si lo comprendes, entonces levántate y, junto conmigo, lleva a estos necesitados a tu casa. Pero una vez en ella no me descubras antes del tiempo debido; estos cien aún no saben que soy el Señor. Se trata de chinos que en el mundo estaban a punto de admitir mi testimonio aunque fuera de manera muy parcial, lo que al fin fue motivo de que los matasen junto con el misionero. Lo que no pudieron alcanzar en el mundo les será facilitado aquí. Ahora sabes todo, ¡y levántate, ya! ¡Entra en acción conmigo pues en adelante mi casa y la tuya estarán unidas en una sola casa!».
1. Al oír mis palabras Martín se levantó rápidamente y me abrazó, cubriéndome de besos. Cuando hubo terminado esta demostración impulsiva y candorosa de su amor para conmigo, dijo con un suspiro:
2. «¡Ay, eso es!, ¡ya me siento algo aliviado porque por una vez he podido desahogar mi amor en tu corazón! Si se tratase sólo de mí, podría continuar abrazándote toda una eternidad... Pero por ahora voy a postergar esta ocupación, la favorita de mi corazón, para cumplir con tu palabra y llevar a estos chinos a la casa, ¡pero ve Tú primero porque sin ti, Señor, no hay camino ni hacia adelante ni hacia atrás!».
3. Entonces Martín se dirigió a los cien chinos: «Queridos hermanos y hermanas, ¡levantaos y venid todos con nosotros a esta casa! ¡Los muy débiles apoyaos en mí! Una vez en ella ya veremos en qué os podremos atender. De los más débiles se encargará este amigo mío todopoderoso que irá primero».
4. «Pero amigo, ¿cómo podremos entrar en esta casa tan hermosa?», objetaron algunos del grupo. «Ya ves que somos muy impuros. ¿Será que ignoras que en nuestra Tierra existe una ley según la cual le está terminantemente prohibido a un impuro entrar en una casa y que la violación de dicha ley es sancionada con la muerte? Si los reyes del mundo respetan esta ley divina tan severamente, ¡cuánto más será respetada aquí! Así que déjanos permanecer en este jardín hasta que seamos puros ¡y después permítenos que entremos en tu casa!».
5. «Pero amigos, ¡no os dejéis engañar por vuestras antiguas e leyes tiránicas, incomprensibles para vosotros, leyes que ni vuestros soberanos comprenden! Os digo que aquí no nos concierne ninguna de las leyes del mundo. Aquí no existe más que una sola ley, la ley de Dios: la eterna ley del Amor... Desde ahora esta ley os está impuesta; y ella exige de vosotros que la sigáis incondicionalmente. Cumplid ahora de buen grado lo que mi Amor requiere de vosotros».
6. A estas palabras los cien se levantaron y, dubitativos, nos siguieron y entraron en la casa. Una vez dentro de la enorme y majestuosa sala, exclamaron admirados y asustados a la vez:
7. «¡Oh Lama, Lama, oh Dalai-Lama!, ¡esta es la morada del eterno Brahma! ¡Ay, pobres de nosotros que estamos eternamente perdidos porque en Zoroastro está escrito: “Al impuro que se atreva a pisar el hogar santísimo del eterno Brahma lo llevará el malo Arihmán para torturarle eternamente”. Oh, ¡Ay de nosotros!».
8. «Pero queridos hermanos y hermanas, ¡qué disparates estáis diciendo! Por mi conciencia y por el amor que os quiero consagrar os digo: vuestro temido Brahma es un embaucador sin par y es mortal como lo fuisteis vosotros. Nadie conoce al Lama: ni Brahma, ni vuestro emperador ni vosotros mismos.
9. Pero yo que me llamo Martín, antiguo obispo de la religión cristiana en la Tierra, soy el verdadero propietario de esta casa para siempre. Y ningún Brahma pinta aquí nada, a no ser que venga al igual que vosotros: como necesitado. De modo que calmaos y no os preocupéis en vano; pues nunca se arrepentirá de haber entrado en esta casa aquél a quien no le fue explícitamente negada la entrada en ella».
10. Tras haberles hecho esta promesa los cien se tranquilizaron visiblemente; pero aun así el esplendor y el tamaño de todo lo que veían los maravilló de tal manera que fueron incapaces de encontrar palabra ninguna de agradecimiento por las palabras tranquilizantes de Martín.
11. En esto llegó Borem con pan y vino para confortar a los invitados recién venidos. Después de que Yo bendije el pan y el vino, Borem les dirigió la palabra:
12. «Queridos amigos, hermanos y hermanas, ahora sentaos en los bancos y confortaos; después de tanto ayuno lo necesitaréis. El Amor, la Bondad, la Mansedumbre y la Paciencia de Él son tan extraordinarios que os perdona cualquier clase de culpa con la que, dónde fuere, hayáis cargado vuestra conciencia.
13. Ya veis que tenéis muchos motivos para estar alegres. ¡Aprovechaos pues, y disfrutad de todo lo que os es ofrecido, libres de toda preocupación! Los alimentos que aquí toméis os confortarán en vuestro camino hacia la Vida eterna y os servirán para llegar a un verdadero conocimiento de Dios, reconocimiento que ya implica en sí la Vida eterna. Esto ya el mismo Señor lo había dado a conocer a sus discípulos cuando ante ellos dijo: “En esto reside la Vida eterna: en haber reconocido a aquél a quien el santo Padre ha enviado al mundo para la remisión de los pecados”».
14. Después de estas palabras muy acertadas los cien nuevos invitados se sentaron y Borem repartió el pan y el vino. Los invitados no se hicieron rogar, agradecieron y consumieron todo con mucha gana. Ello es una buena señal que indica que después aceptarán la palabra de Dios con la misma buena gana.
1. Cuando después de un rato los cien se hubieron confortado les dije: «Queridos amigos, levantaos ahora y quitaos esos trapos para tomar un baño que está preparado para vosotros detrás de aquel gran biombo claro pero opaco. En aquel baño se os curarán vuestras impurezas, con lo que saldréis completamente puros. Así sea».
2. Los cien se desnudaron a toda prisa y se metieron en el baño. Nada más entrar en el agua se quedaron puros, su antiguo color entre pardo y pálido empezó a cambiarse a un blanco muy bonito y sus cuerpos raquíticos empezaron a rellenarse.
3. Al ver su propia transformación todos quedaron fuera de sí de felicidad y, con gran exaltación, empezaron a alabarnos a los tres: «Sin saber quienes sois, dado que somos incapaces de juzgar si estáis al servicio del Dalai-Lama o al del Arihmán, lo que es cierto es que nos habéis hecho mucho bien, ¡vuestro señor os lo recompense eternamente!
4. Ay, ¡miserables que fuimos!, y ¡cuánto tiempo inimaginable estuvimos en ese estado insoportable! Buscamos por todas partes sin encontrar a nadie que pudiera socorrernos y aliviar nuestros sufrimientos... Nos parece que ya habíamos buscado durante diez mil años hasta que al fin cerca de este palacio y su jardín encontramos a este amigo», el portavoz señaló a Mí y continuó. «Y le rogamos que nos ayudara, si ello le era posible. Y a eso él nos respondió:
5. “Pues sí, puedo ayudaros y también voy a hacerlo. Voy a llamar al amo de esta casa y, con gran alegría, él hará lo que Yo le mande por vuestra causa”.
6. Y lo que nos prometió lo realizó instantáneamente, de lo que todos somos testigos. De modo que a él corresponde nuestra mayor alabanza; por supuesto, también a vosotros dos os alabamos porque cumplisteis de buen grado con todo lo que nuestro amigo principal os mandó hacer en nuestro favor.
7. Pero una cosa más: como vosotros mismos veis, queridos amigos, estamos totalmente desnudos. Ya que nos habéis hecho tanto bien, a ver si también os es posible darnos algo para que por lo menos podamos cubrir nuestra desnudez... Entonces seremos tan felices que ningún ser de toda la infinitud podrá serlo más que nosotros».
8. A eso dije Yo a Borem y a Martín: «Abrid aquella caja de oro y encontraréis vestiduras adecuadas en cantidad suficiente. De todos modos con el tiempo, a medida que crezca en ellos el espíritu, llegarán a tener el vestido del Reino de Dios. Así sea».
9. Borem y Martín abrieron rápidamente la caja de oro y sacaron cien prendas azules, algunas con pocos pliegues y otras con más. Las de más pliegues las dieron a los hombres y las de menos a las mujeres. En un santiamén todos se las pusieron y se alegraron mucho al comprobar que también les caían muy bien.
10. Todos me alabaron y dijeron: «Amigo, tú eres muy bueno, superlativamente bueno y sabio. Sabes que en el mundo habíamos oído que el gran Lama debe ser muy bueno y muy sabio, pero sólo mientras Arihmán no entre en su esfera. Si eso ocurre, el Lama se pone furiosísimo, se retira y durante mil años no quiere saber nada del mundo. Y a continuación cubre su rostro todavía durante otros mil años más, únicamente para no ver a su enemigo jurado. Junto con el mundo también se olvida de los hombres, por lo que durante un total de dos mil años no se preocupa por ellos.
11. Si esto es realmente así en el caso del Lama, entonces tú eres mucho más sabio, más poderoso y más bueno que el Lama y su tan exagerado y estúpido aborrecimiento por el malvado Arihmán. ¡Esto lo decimos ahora a despecho del Lama y en testimonio de la verdad!
12. En el mundo habíamos oído hablar de un tal Jesús a algunos mensajeros de otro continente. Según ellos este Jesús ha sido el mismo Lama en persona, pero Arihmán lo estranguló porque enardecía a los hombres contra él. Si sabéis algo de esta historia nos gustaría conocerla claramente...
13. A causa de esta historia nos han quitado la vida en la Tierra. Pero como parece que aquí la muerte ya no existe, será conveniente aprender más sobre aquel Jesús-Lama, suponiendo que realmente haya existido... ¿Nos podéis decir algo sobre él?
14. Todos habíamos hecho ya cierto progreso y ya sabíamos algunas oraciones de memoria; pero sucedió que uno de los mensajeros se descuidó y su amante le denunció, y con él también a nosotros y a muchos más. Todos tuvimos que pagar con nuestra vida haber renunciado al Lama para aceptar a otro.
15. Aunque cabe dentro de lo posible que sólo fuera el malvado Arihmán quien nos gastara esa broma, lo que justificaría nuestra esperanza de que el Lama no nos lo tomará a mal, y menos aún si detrás de él está realmente aquel Jesús».
16. En ese momento Yo tomé la palabra y les dije: «Amigos míos, tened un poco de paciencia y sabréis de todo que os interesa. Pero ahora continuemos. Vais a encontraros con otro gran grupo: son los mensajeros que entonces os llevaron la doctrina de la que habláis. Entre ellos se encuentra también la joven compatriota que os denunció e igualmente el mensajero que se descuidó ante ella. Pero una cosa os digo: cuando os encontréis con ellos no tenéis que guardarles el menor rencor sino que les tenéis que perdonar absolutamente todo lo que hayan pecado contra vosotros. Si cumplís con lo que os dije entonces veréis en seguida al Lama Jesús. ¡Adelante, pues!».
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1. A estas palabras los cien salieron de detrás del gran biombo con muy buen aspecto y se admiraron ante el esplendor y tamaño de la sala. En la parte orientada al sur se encontraban los mil huéspedes de antes y algunos cientos más que también fueron salvados con ocasión de la purificación interna de los monjes y monjas.
2. Cuando los cien recién llegados vieron a los muchos huéspedes, casi todos llevando todavía una ropa igual a la de la Tierra, y cuando entre ellos reconocieron a los mensajeros que en el mundo habían empezado a introducirlos en la doctrina cristiana, se sorprendieron sobremanera. Sólo cuando se dieron cuenta que también estaba entre ellos la china que había denunciado al mensajero principal y por lo tanto a ellos mismos, se les puso en seguida a todos cara de vinagre.
3. «Oye, amigo, este encuentro es bastante penoso para nosotros», me confesó el portavoz de los cien chinos. «Pero como vemos que a vosotros esta situación no os molesta en absoluto, tampoco nosotros vamos a molestarnos por ella. Lo curioso es que el mensajero al que denunció parece estar ahora en buenos términos con ella, a juzgar por lo amistosamente que ambos charlan. Ella es una belleza singular y tiene buenos modales, de modo que no es sorprendente que fuera la niña mimada de toda la ciudad de Pekín. Pero parece que a causa de su vil y codiciosa traición se hubiera jugado todo el aprecio que le guardaban en la ciudad imperial, por lo que, según tenemos entendido, poco después murió de pesadumbre.
4. Lo que nos sorprende es que esta evidente sierva de Arihmán y traidora al Lama Jesús haya podido llegar a este sagrado recinto. ¿Acaso al mismo Lama le complace su belleza?».
5. «Pero amigos, ¿no tuvisteis también hijos, unos piadosos y otros malos?», les pregunté Yo. «Todos me decís que sí... por lo que ahora os pregunto: ¿acaso a los malos los arrojasteis a las hienas por ser así? ¿O pusisteis todo vuestro cuidado y amor en ellos, descuidando un poco a los buenos? Todos me decís que así fue...
6. Si vosotros, que durante toda vuestra vida nunca fuisteis buenos, sólo hicisteis el bien a vuestros hijos aún más malos que vosotros, ¿acaso pensáis que el Lama, que es supremamente bueno, les hará un mal a sus hijos cuando ellos, todo contritos, vuelven a Él y le pidan algo bueno?
7. Es sabido que esta joven pecó mucho contra vosotros en el mundo. Pero después arrepintió de sus actos tanto como os había amado antes.
8. Por lo que el buen Lama hace muy bien en no condenar en seguida eternamente a uno de sus hijos que haya hecho algo muy malo. Porque después puede venir todo contrito y pedirle perdón de todo corazón.
9. Y ved que para hacerla bienaventurada no hace falta que el buen Lama esté enamorado de una bella pequinesa. Basta con que sea un buen Padre de todos los hombres y que éstos le reconozcan como tal. Si así es, especialmente lo último, entonces ya no hay obstáculos a la bienaventuranza de una pobre mujer, aunque en la Tierra haya pecado.
10. Bueno, amigos míos, ¿cuál es vuestro parecer? ¿Es la actitud del Lama acertada o no?».
11. Ante estas palabras el portavoz de los cien chinos exclamó: «¡Sí, el gran Lama actúa sumamente bien, acertado y justo! Pero ahora veo que la bella Cheng Chai viene a nuestro encuentro... ¡Veamos qué nos dice!».
1. Inmediatamente Cheng Chai se arrojó a los pies de los cien chinos y les pidió perdón por todo el mal que, aunque no fuera intencionado, les había causado.
2. «Querida Cheng Chai, si el santo Lama te ha perdonado, ¿qué tendríamos todavía en contra tuya? Hasta a nosotros nos ha perdonado pese a tanto servicio como hemos hecho a Arihmán. Así que levántate y pellízcanos el lóbulo de la oreja en señal de que para siempre nos lo hemos perdonado todo de todo corazón».
3. Cheng Chai se levantó, bella y encantadora, e hizo lo que le habían pedido. Después de pellizcar suavemente a todos los cien en el lóbulo, dijo con gracia:
4. «Vuestros corazones son mis mejores joyas y vuestra presencia es un encanto para mis ojos. Sea en cambio mi corazón para vosotros un suave cabezal en el que descanséis cuando os fatiguéis por hacer el bien. Sean para vosotros mis brazos suave ligadura entre vuestros corazones y el mío. Y mi boca una fuente inagotable de bálsamo delicioso para vuestros corazones.
5. Elevaos hasta las estrellas estrechados en mi pecho y mis pies os lleven por los caminos intransitables. Y cuando el Sol se ponga y no haya Luna, y nubes cubran el resplandor de las estrellas, que estos ojos míos iluminen el sendero de vuestros anhelos. Y todas mis entrañas os den calor en las noches frías de la vida.
6. Por escucharme y haber perdonado mi gran pecado en contra vuestra, eternamente quiero ser para vosotros una sierva cariñosa en los deseos más delicados al igual que en los conflictos más severos de vuestra vida».
7. Cuando la encantadora Cheng Chai hubo pronunciado estas palabras, uno de los cien chinos se dirigió a ella, levantó sus manos por encima de ella y luego las bajó hasta que tocó ligeramente su cabeza con las puntas de los índices. «Oh Cheng Chai, ¡qué increíblemente hermosa eres ahora! Te lo digo en voz alta con el ímpetu con el que ruge la tempestad y también te lo digo suavemente como la brisa aromática que al anochecer acaricia la lana fina de la gacela: ¡ahora eres más hermosa que la aurora resplandeciente en las montañas azuladas que adornan la gran ciudad del imperio del centro del mundo, y más preciosa que las flores más bellas del jardín del emperador!
8. Tu cabeza es más graciosa que la de la paloma dorada y tu cuello más fino y albo que él de la gacela blanca. Tu pecho más suave que el algodón y tus pies más pequeños que los del antílope que brinca y baila en las cumbres más altas del Himalaya. Sí, tanto como al Sol te queremos a ti. Tu gracia se refleja en nuestros corazones con tanta hermosura como se refleja el brillo de la Luna en el vaivén de las olas.
9. Que también tus deseos se manifiesten desde ahora con igual dulzura en nuestras almas y recreen nuestros corazones maravillosamente, al igual que las estrellas renacen las esperanzas de los navegantes que, erráticos por los océanos, alzan sus velas durante el día sin saber que rumbo dar a las barcas para que los lleven a la patria por la que suspiran tan vehemente».
10. Acabadas sus palabras el chino se dirigió a mí: «Amigo, ¿está bien que hayamos acogido en nuestros cien corazones como a uno más a nuestra antigua enemiga?».
11. «Muy bien conforme a vuestras costumbres», le confirmé. «Pero teniendo en cuenta que ahora ya no estáis en la Tierra sino en el eterno reino de los espíritus donde las costumbres son distintas, y puesto que vuestra intención es quedaros aquí, os tocará ateneros poco a poco a estas costumbres y reglas y cumplir con ellas como lo hacemos nosotros. Caso que estuvierais tan apegados a las costumbres de vuestra patria que las prefirierais a las de esta casa, entonces tendríais que quedaros con quienes todavía tienen que empeñarse muchos para llegar a ella».
12. Espontánea, Cheng Chai me respondió: «Oh, noble amigo de los pobres, ¡aquí todos seremos como la más fina tierra arcillosa, que puede ser modelada en las formas más sublimes! ¡Tu Voluntad sea nuestra vida y tu palabra nos sea la santa palabra del Lama!».
13. «Ven aquí, encantadora Cheng Chai», la llamé. «Porque voy a darte un nuevo vestido que te sentará incomparablemente mejor que la más espléndida aurora sobre las cumbres blancas de las montañas azules».
14. Ante esta promesa Cheng Chai acudió más bien brincando que corriendo, y Martín me extendió un vestido rojo bordado y adornado con muchas estrellas que había sacado de la caja de oro.
15. Me lo entregó con las palabras: «Este vestido sentará a la bella Cheng Chai divinamente, pues es una verdadera vestimenta para el amor... Reconozco francamente que esta china me gusta cada vez más; sólo que todavía me cuesta acostumbrarme a su manera china de expresarse en la que todavía domina una gran tendencia mundana. Pero esta clase de poesía oriental tiene su gracia y no hubiera creído que los chinos se entendieran tan bien en una lírica tan franca. En fin, me gusta... ¡A estos ya no los dejaremos marcharse de aquí en manera alguna!».
16. «Tienes razón, también a mí me gustan, particularmente el corazón de esta Cheng Chai», le confirmé. «Pero te advierto que todos ellos aún te darán mucha guerra... ¡Pero vayamos ahora a atender a Cheng Chai!
17. Ven, encantadora hija, y recibe este vestido: es el vestido del amor y de la sabia mansedumbre que llevas dentro de ti. Fuiste traidora a aquellos que querían aceptar el testimonio del Lama Jesús; pero lo fuiste por tu imperio, pues no querías sino salvar la vida del emperador y de manera ninguna sacrificar la vida de estos hermanos tuyos. Esto lo hizo después el emperador, pero que conste también que no lo habría hecho si hubiera tenido tu corazón en su pecho. Por consiguiente eres completamente inocente y pura como este vestido con el que ahora te visto. Tómalo, ¡es mi gran Amor hacia ti!».
1. Con profundo respeto y llena de admiración Cheng Chai cogió el vestido y nada más tocarlo ya lo tuvo puesto, realzando aún más su belleza. Cuando se vio tan celestialmente vestida empezó a llorar de alegría y en su arrebato dijo: «Oh amigo, ¿cuál es tu nombre?, ¡dímelo para que, de una vez para siempre, pueda escribirlo en mi corazón con la escritura más ardiente!».
2. «Hermosísima Cheng Chai, ¡lo que quieres hacer ya está resuelto! ¡Indaga en tu corazón y allí encontrarás la respuesta que estás esperando de mí! ¡Te digo que tu amor para conmigo te revelará todo!».
3. Ante estas palabras mías Cheng Chai arqueó las cejas y después de un rato dijo pensativa, más bien para sí misma: «...Tu amor para conmigo te revelará todo... Lo que quieres hacer ya está arreglado... Indaga en tu corazón y allí encontrarás la respuesta que estás esperando de mí...
4. ¡Qué cosa más extraña! ¿Cómo puede hablar de esta manera? ¿Y por qué será que mi corazón arde tan intensamente de amor cuando habla conmigo? En su voz hay un embrujo increíble que me da la sensación que el poder de su Palabra podría crear y volver a destruir mundos enteros... Además también tiene un carácter templado y al mismo tiempo es de una serenidad verdaderamente divina nunca antes vista. Vaya, vaya, vaya ¡estoy presintiendo algo sumamente sublime y excelso!
5. Oh santas palabras nunca oídas en el mundo y santo sonido de ellas: “...Tu amor para conmigo te revelará todo”... No le pedí más que su nombre pero él me contestó: “...¡Todo, todo!”. ¡Cuán infinitamente mayor es “todo” en relación a lo “uno” que le pedí!
6. Oh, Lama, Lama, santo y gran Lama, ¿cómo voy a asimilar todo eso? ¡Qué sublime su apariencia y qué majestad más excelsa irradian sus ojos! También sus dos compañeros tienen una apariencia maravillosamente excelsa y deben ser muy sabios y poderosos; pero si miro a este uno, entonces instantáneamente se me enciende el corazón como la gran antorcha imperial que, una vez prendida encima de la torre más alta del castillo imperial, ilumina toda la ciudad más que la luz de la luna llena».
7. Dirigiéndose hacia mí, continuó: «Ay, querido amigo, o mejor dicho, divino amigo, ¡qué palabras más sublimes acabas de decirme! ¿Quién, aparte de ti mismo, podrá jamás descubrir el alcance de su sentido? Tus palabras han despertado en mí un presentimiento muy sublime y, sin que pueda ya disimularlo ante ti, un amor increíblemente poderoso para contigo, oh magnífico de los magníficos; tus palabras han sido muy acertadas cuando me has hablado de mi amor hacia ti.
8. Cuando en la Tierra todavía paseaba por los grandes y preciosos jardines que abundan en la ciudad de mis hermanos, frecuentemente escuché con mucha atención los sonidos delicados con que los cisnes saludaban la tarde agonizante, flotando majestuosamente en el lago en cuyo espejo se estaban reflejando. ¡Me encantaban estos sonidos que siempre me parecieron fascinantes! Pero ahora, comparados con el sonido tan extraordinariamente suave de tus palabras, los recuerdo como insípidos...
9. Cuando paseaba por las mañanas muchas veces llevaba conmigo mi arpa. Tanto me encantaba su sonido cuando el ligero viento matutino pasaba por su cuerda que mi corazón se emocionaba de alegría. Pues sí, entonces mi corazón se emocionaba porque aun no había oído tu voz; pero ahora el sonido de este instrumento dejaría el corazón de Cheng Chai indiferente, a no ser que al sonido de tu voz celestial entrara en resonancia...
10. Recuerdo la dulzura de las palabras de mi madre cuando me llamaba y me decía: “Cheng Chai, hija mía, ¡ven y déjate abrazar por tu madre que te ama más que a su propia vida!”. Amigo mío, en estas palabras había más armonía que la que nunca el mundo percibirá... ¡Y qué feliz estaba siempre Cheng Chai al oír esta llamada! Toda la Tierra se volvía más hermosa y parecía transfigurada, haciéndose un jardín celestial...
11. Pero ay, amigo encantador, ¡entonces aún no había conocido el sonido de tus palabras! Mirándote y sintiendo en mi corazón agitado el sonido celestial de tus palabras como un eco santo que resuena desde los Cielos, todo aquello de entonces cae en el polvo. Oh, admirable amigo, ¿qué será de mí si mi corazón cada vez se vuelve más impetuoso para contigo, ardiendo eternamente y consumiéndose únicamente por ti?
12. Lama, oh Lama, ¡Tú eres grande y excelso! Sé que escrito está que a ti se te debiera amar sobre todo... Pero ¿qué culpa tiene la pobre Cheng Chai si su corazón se empeñó tanto en este amigo que, por supuesto, también será amigo tuyo?
13. Oh magnífico entre todos los magníficos, ¿no me tomarás a mal si oso amarte tan profundamente? ¿Qué puedo hacer yo si para mi corazón te has vuelto tan sumamente santo?
14. Ya en la Tierra me enseñaron que para los buenos hay un cielo mil veces más bonito que Pekín, la gran ciudad imperial más majestuosa que las montañas azules; pero a mí todo ese esplendor celestial me parece hueco, pues pienso que nunca el supremo esplendor celestial puede ser un verdadero cielo sino siempre y únicamente un corazón para otro.
15. ¡Al encontrarte a ti he encontrado mi Cielo de los Cielos! Ay, ¡si tú también encontrases en mí por lo menos un pequeño vergel!». A esto Cheng Chai cayó agotada de rodillas ante mis pies.
16. «Señor», dijo Martín, tapándose la boca al instante con las manos. Y en voz más baja continuó. «Hermano quería decir, ¡casi te descubro...! Te confieso que nunca en mi vida he visto una doncella con semejante delicadeza de sentimientos, ¡a esto lo llamo “amor”! Nosotros, en comparación, somos unos bueyes sarnosos, ¿no es verdad, Borem? ¡Nos queda aún mucho que aprender de ella!».
17. Muy impresionado, también Borem contestó: «Por supuesto, Martín, sabido es que ante la presencia beatificadora del Maestro de todos los maestros nunca dejaremos de aprender. Mi máxima consideración para esta Cheng Chai; con la ternura de sus sentimientos y con el ardor típicamente oriental de su amor, no podemos aún competir ni de lejos. Es un sumo placer oírla hablar y al mismo tiempo observar como su amor aumenta cada vez más. ¡Un detalle muy feliz para nosotros es que sabemos a dónde se dirige este amor suyo, ahora todavía ciego!».
1. «¡Cuando habléis sobre mí no haced demasiadas alusiones!», les advertí. «Pues los tres sabemos muy bien qué y quiénes somos pero todos estos son todavía demasiado débiles para soportar la verdad sobre nuestra realidad. Por eso habéis de ser muy prudentes al hablar conmigo. Comprendedlo, amigos, ¡ante ellos los tres somos iguales! Todo esto os lo comunico en silencio para que los demás no se enteren. ¡Y cuando hablemos ante ellos con voz normal, los tres somos iguales, ya habréis comprendido por qué!».
2. «Sí, sí, hermano más querido, ¡ya quedó claro! Voy a concentrar toda mi atención como un gato en un ratón para que no se me trabe la lengua», me respondió Martín. «Pero aun así te ruego que tengas algo de paciencia conmigo cuando se me escapan tonterías. A veces padezco la ilusión de que ya soy un sabio. Sin embargo ante ti mi sabiduría me parece tan estúpida que podría reírme a carcajadas de mí mismo. Aunque me alegro de haber podido llegar a decir algo por lo menos más razonable, claro es que sólo con tu ayuda».
3. «Está bien, mi querido Martín», le dije. «Sigue siendo como eres pues precisamente así es como me resultas más agradable. Porque ni en los Cielos debe escasear el buen humor procedente del corazón. Pero ahora tenemos que volver a dedicar toda nuestra atención a Cheng Chai. Levantadla vosotros porque Yo aún no debo tocarla con mis dedos».
4. Ambos cumplieron en seguida con lo que les había dicho. Ya de pie, en medio de nosotros y todavía embriagada de amor, Cheng Chai no sabía encontrar palabras para expresar sus sentimientos.
5. Entretanto Martín la observaba. «¡Qué hermosa está en su arrebato de amor! Estoy seguro que si una como ella se presentase en la Tierra, todos se volverían locos ante sus encantos femeninos.
6. .Pero sobre todo estoy sorprendido de mí mismo: contemplando a una belleza tan extraordinaria como ésta puedo sentir un gran deleite sin el menor deseo sensual. ¡Eso es nuevo! Las experiencias con la mercuriana y antes con el rebaño de ovejas fueron todo lo contrario!
7. Reconozco que me ha agradado realmente mucho el tener su suave brazo en mis manos . ¡Pero aún así no he sentido absolutamente ningún estímulo sensual, lo que tengo que agradecer eternamente a... ya sabes a quién!».
8. Dirigiéndose a Cheng Chai, Martín continuó: «¿Cómo te encuentras, cautivadora habitante de la casa que el gran Lama me ha dado para siempre? Anda, ¡vuelve a decir algo! Escucha, ¡te queremos mucho y tus bonitas palabras nos encantan el corazón a todos!».
9. «Ay, ¡me siento tan bien!», le respondió Cheng Chai. «Queridos amigos y siervos del santo Lama, ¿cómo no iba a sentirme infinitamente bien entre vosotros si el amor es el supremo don del corazón humano? Cuando un corazón ha encontrado amor como ahora el mío aquí, ¿qué le quedaría aún por desear? ¿Podría existir bienaventuranza mayor que la que da el amor? Oh amigo, ¡me siento tan extraordinariamente bien aquí!
10. Supongo, amigos míos, que nunca tendré que abandonaros. Se que no soy digna de estar entre vosotros porque conozco bien los muchos defectos que aún me quedan, y este vestido magnífico no cambia nada. Pero mi corazón os quiere a todos, os lo confieso de buen grado, especialmente a ti, amigo, que no has querido decirme tu nombre».
11. «¿Qué dices? ¡Jamás te apartaríamos de nosotros», le confirmé. «Porque el fundamento de los Cielos todos es el Amor, y el Amor es también el mismo Cielo de los Cielos. ¿Cómo sería posible expulsar de algo que es su propia naturaleza a quien lo posee tan abundantemente como tú? Un amor como el tuyo hacia nosotros borra instantáneamente todas las deficiencias del alma, por lo que esta queda tan pura como si acabase de surgir del aliento del Lama.
12. De modo que en adelante no te preocupes por tu permanencia aquí y sabe que siempre te guardaremos como nuestra Cheng Chai mimada, aunque tuviéramos que ausentarnos temporalmente por las más diversas exigencias de este reino. No te puedo garantizar que permaneceremos eternamente en esta casa porque en el reino del gran Lama hay muchas moradas. Pero te prometo que, vayamos a donde vayamos, siempre estarás entre nosotros como ahora.
13. Ahora ya te amamos tanto como si fueras el único ser de toda la infinitud que tiene derecho a nuestro amor pleno. Si nosotros, y especialmente Yo, te amamos tanto, ¿cómo podríamos nunca abandonarte? ¡Tú eres ahora mi amada para siempre!».
14. «Oh Lama, ¡debes ser superlativamente santo si tus siervos son ya tan infinitamente buenos y cariñosos!», contestó Cheng Chai. «Pero sabes, querido amigo, si te miro francamente... ¡ay, que no me quieren salir las palabras! ¡Tengo la sensación que es imposible que el mismo Lama pueda ser mejor que tú! Tal vez sea éste el único defecto del amor: todo lo que ama sobremanera, en seguida le parece lo mejor y más perfecto. ¡Por eso para mí eres tan bueno y perfecto como el mismo gran Lama! ¡Espero que el Lama perdone que la pobre Cheng Chai sienta y piensa de esta manera! ¿Qué culpa tengo yo de que mi corazón te ame tan ilimitadamente?».
15. «Te digo, Cheng Chai, que el Lama hace tiempo que ya te lo ha perdonado todo, ¡esto es absolutamente cierto! Pues también el Lama ama a todos sus siervos ilimitadamente, por lo que para Él no hay alegría mayor que si también sus hijos, verdaderos siervos suyos, se aman entre sí ilimitadamente. Por eso en manera alguna temas que con tu amor para conmigo pudieras pecar contra Él. ¡De eso te respondo Yo con todos los tesoros del Cielo!».
1. Cheng Chai se quedó un tanto desconcertada al oír estas palabras. «Oye, maravilloso amigo de todo mi ser, parece que hayas visto y hablado muchas veces al gran Lama, a juzgar por la manera tan increíblemente natural en la que hablas de Él, como si por lo menos fueras su siervo principal. Sí, supongo que debe ser eso, porque de lo contrario no podrías ser tan extremadamente bueno y amable y tus palabras no tendrían el poder que tienen, un poder como si surgieran del mismo Lama...
2. Cuando tus dos amigos hablaban, había poca fuerza en las suyas; sólo cuando se dirigían a ti parecían tener alguna más. Y cuando uno de los dos hablaba conmigo, no podía notar la menor fuerza en sus palabras. De ello mi corazón deduce que tú estás más cercano al Lama que estos dos. ¿Acaso me equivoco?».
3. «¡Te digo que consultes tu corazón!», le advertí, «¡y tu amor para conmigo te lo revelará todo! Pero ahora acerquémonos a los demás hermanos, pues ellos también necesitan nuestro cuidado y nuestro amor. ¡Tú, querida Cheng Chai, vienes a mi lado!».
4. «Ay, sí, tenéis unos corazones muy nobles que también piensan en mis otros hermanos y hermanas... Los anfitriones siempre están en mejores condiciones que los huéspedes: pueden dar cuanto les plazca mientras que los huéspedes sólo pueden tomar algo si se les ofrece; y al aceptarlo han de comportarse muy educadamente, honrar a los anfitriones y nunca olvidarse de dar las gracias.
5. Si el anfitrión quiere sacar algo de la despensa nunca tiene que pedírselo a nadie. También puede tomar lo que sea, a la hora y en la cantidad que le de la gana, y eso sin tener en cuenta ninguna etiqueta. Así que en principio sólo se puede considerar felices a los amos, pues pueden dar cuando y cuanto quieren. Lo que no significa que los que reciben tengan que ser desgraciados, aunque es evidente que su condición es menos favorable porque no les queda otro remedio que aceptar lo que les den.
6. Así veo yo la situación de todos estos huéspedes de los que formo parte. Hay que reconocer que vosotros tres sois anfitriones extremadamente cordiales y que vuestra bondad es ilimitada, pero aun así y aun prestándoles la mayor atención, como dueños de esta casa celestial, tenéis muchas ventajas sobre vuestros huéspedes. Pues siempre seguiréis siendo los amos y ellos sólo los huéspedes, dependientes en todo de vosotros; por lo que realmente es muy conveniente que os preocupéis tanto por ellos.
7. Mi querido amigo, ¿no me tomarás a mal que te haya hablado tan francamente? ¡Seguro que no lo habría hecho si no te amase tanto! Es mi gran amor para contigo el que me suelta la lengua y una vez suelta ¡ya ves el resultado!».
8. «¡Oh bálsamo de mi corazón!, ¡habla siempre como tu corazón te lo insinúa!», le respondí. «Seguro que a nosotros nunca nos enojarás y menos todavía si hablas tan sabiamente como ahora mismo. Te digo, corazón, que las cosas son realmente así y sabido es que resulta más fácil dar que recibir: en principio el donante más pobre se encuentra en mejores condiciones que el beneficiario más afortunado.
9. Pero este Orden es eternamente inalterable porque es imposible que cada cual pueda ser amo. Si el Lama hubiera arreglado las cosas de tal manera que todos los hombres resultaran amos, ¿qué habría sido del amor al prójimo y al Lama? ¡Se habría perdido del todo! Y a fin de cuentas el Lama seguiría siendo el donante y todos los hombres beneficiarios enteramente dependientes de Él, tal como lo son ahora y lo seguirán siendo siempre.
10. Para que los receptores puedan aceptar lo recibido sin que se sientan incómodos, nosotros los anfitriones damos siempre aquí con tanta abundancia que todo el que recibe puede servirse tanto cuanto su corazón desee.
11. Oye, mi querida Cheng Chai, lo que te digo: aquí eso de dar se práctica con tanto empeño que en toda la infinitud no existe prácticamente ser alguno al que, eternamente, no le sea dado mil veces más de lo que el deseo más ardiente de su corazón pudiera anhelar nunca. Pues éste es el pensamiento de los donantes. ¿Qué te parece ahora, hay que tomar realmente a los beneficiarios por tan desafortunados?».
12. «¡Bueno!», se entusiasmó Cheng Chai. «¡Entonces hasta son más afortunados los beneficiarios que los donantes! Porque, y espero que me perdonarás si soy impertinente, el donante tiene que romperse continuamente la cabeza en cómo llenar sus despensas para que donaciones tan abundantes no acaben con sus provisiones.
13. Ya en la Tierra me pregunté muchas veces cómo el Lama puede cuidar tanta infinitud: los hombres, los animales, las plantas... Mi madre siempre me decía:
14. “Pero Cheng Chai, ¿cómo puedes imaginarte al Lama tan humano? ¿Acaso no sabes que es omnipotente? Es infinitamente sabio y basta con que piense algo para que se realice en el mismo instante, cuándo, dónde y cómo Él quiera”. 15. Cuando mi madre me hablaba así yo estaba muy atenta y quedaba satisfecha. Pero puesto que tú eres un siervo del Lama, quisiera saber por ti si es realmente como mi madre me lo enseñó.
16. ¿Es realmente tan fácil para el Lama cuidar de todo el infinito? Si le resulta fácil, entonces es tan afortunado como los incontables beneficiarios; pero si la satisfacción de las infinitas necesidades le causan dificultades, entonces aun con toda su generosidad ilimitada sería digno de compasión... ¡Contéstame, mi querido amigo, si tienes conocimientos más profundos de este asunto!».
1. «Mi querida Cheng Chai, te lo puedo explicar con pocas palabras. Pues mira: porque conozco al Lama tanto como Él se conoce a sí mismo, te digo: lo que se refiere a la producción y a la creación es para el gran Lama algo tan sumamente fácil como no puedes imaginar. Pues en cuanto concreta una idea no le hace falta sino penetrarla con su Voluntad y su “Hágase” y ya está realizada. Mira y observa, ¡como si ahora yo pensara que aquí ante nosotros hubiera un bonito árbol lleno de las mejores frutas! ¿Por qué no piensas tú un árbol, por ejemplo una preciosa higuera? ¿Ya la tienes?».
2. «Sí, ya pienso una como la que teníamos en el jardín de mis padres», respondió Cheng Chai.
3. «Ahora escucha: Yo también pienso el mismo árbol y del mismo modo que el Lama digo a este árbol imaginado: “¡Hágase!”. Ya la tienes ante nosotros: una higuera llena de frutos bien maduros y gustosos.
4. Y tan fácil como fue para mí demostrártelo palpablemente, igual resulta para el Lama crear lo uno o lo infinito. Más difícil le resulta ya formar a los hombres de tal manera que puedan volverse libres y perfectos como Él mismo porque para eso hace falta más que la simple Omnipotencia. Pero aun así para el Lama todo es posible.
5. ¿Me comprendes, mi querida Cheng Chai? Esta higuera te la regalo para siempre; nunca se te secará y eternamente te dará con abundancia los mejores frutos».
6. Cheng Chai estaba completamente perpleja y, moviendo los ojos de Mí al árbol y del árbol a Mí, tanta era su admiración, que no encontraba palabras. El milagro atrajo inmediatamente a los demás huéspedes, también completamente asombrados, por lo que no hizo falta llamarlos.
7. Martín miró igualmente el árbol con gran sorpresa: «Hermano, ya sé que a ti no te cuesta nada producir un árbol como éste. Pero aun sabiéndolo me quedo sorprendido de que lo hicieras aparecer tan de repente.
8. Reconozco con franqueza que la Omnipotencia tiene que ser algo fascinante. Pero menos mal que no está concedida a gente de nuestra condición porque todavía somos excesivamente estúpidos. Si yo tuviera un poco de Omnipotencia, ¡vaya creaciones abstractas que llenarían en seguida el espacio infinito!
9. Por eso es muy acertado que el sabio Lama conceda una cierta Omnipotencia sólo a aquellos que ya están empapados de toda la sabiduría celestial, como por ejemplo Tú. De modo que en tu caso lo de dar tiene que ser evidentemente más fácil que lo de recibir. De todos modos, en tu caso eso de recibir me parece algo absurdo...», y hablando muy bajo, continuó: «...¡pues de todos modos todo es tuyo!».
10. «¡No hables tan alto, Martín!», le advertí por su oído interior. «¡Continuamente estás revelando cosas! ¡Debes tener en cuenta que aquí hay muchos que aún no están a tu nivel! A principios hablaste muy bien pero luego casi pasas los límites y por poco habrías perjudicado a toda esta gente algún tiempo. ¡Concéntrate y sé listo como una serpiente y al mismo tiempo manso como una paloma! Fíjate en Borem, él observa en todo una sagacidad celestial. ¡Haz tú lo mismo y avanzaremos fácilmente con estos huéspedes nuestros!».
11. «Te agradezco el buen consejo. ¡Seguro que en adelante lo tendré en cuenta!», me prometió Martín. «¡Pero fíjate como Cheng Chai ahora te observa cada vez más, me parece que mucho más que antes!».
12. «Está muy bien así, ¡que observe! Pues sus observaciones traerán su espíritu hacia mí. Pronto tendrá unas cuantas preguntas preparadas cuyas respuestas nos ocuparán durante algún tiempo. Ya está intentando abrir los labios... Tú, como anfitrión, pregúntale primero si está conforme con la explicación dada. Todo lo demás ya vendrá después».
13. En seguida Martín siguió mi consejo y preguntó a Cheng Chai, todavía tan admirada que tenía problemas para decir cualquier cosa: «Encantadora Cheng Chai, dinos si estás satisfecha con la explicación y si la has comprendido en todos sus detalles. No debes admirarte demasiado por milagros como éste que aquí no son nada excepcional. Con el tiempo ya te acostumbrarás más y más a ellos.
14. Te digo que a principios me pasó a mí lo mismo; y si tuvieras idea de todas las cosas milagrosas que ya he presenciado durante mi permanencia aquí, entonces no saldrías de tu asombro.
15. Sabe, mi querida Cheng Chai, este pequeño milagro no es aquí sino algo “de andar por casa” realizado como demostración palpable en respuesta a las preguntas que hiciste a mi hermano... Ten paciencia y está preparada al mismo tiempo pues, ¡en adelante te llevarás sorpresas aún mucho más grandes!».
16. «Ay, amigo mío, ¡bien puedes hablar si ya estás acostumbrado a fenómenos como éste», suspiró Cheng Chai. «Pero al verme por primera vez ante tamaño prodigio me he quedado totalmente desconcertada, ¿y cómo podría ser de otra manera si en la Tierra nunca se ha visto nada parecido...?
17. Si ahora mismo no me hubieras tranquilizado, y si no hubiera sido por tus palabras que en cierto sentido me han hecho cambiar la imagen que ya me había formado acerca de tu amigo y hermano que ahora está conversando con mis compatriotas, lo habría tomado con toda seguridad por el mismo Lama. Pero como me has dicho que milagros como éste aquí no son nada extraordinario, me he quedado algo más tranquila y amo a este hermano aún más profundamente que antes.
18. Pese a que según deduzco de tus palabras no es más que tu hermano, debe ser sin embargo mucho más divino que tú, lo que ha demostrado palpablemente con esta pequeña creación suya. También a ti te tengo en mucho aprecio, pero dudo mucho que puedas realizar una creación parecida. ¿Qué me respondes?».
19. «Pues, pues escucha, mi querida Cheng Chai, si fuera preciso tal vez también yo podría hacerlo, ¿quién sabe? Pero que se sepa una cosa: si procurase realizar un milagro como éste sólo para exhibirme en público, seguro que me quedaría avergonzado como un meón, supongo que sabes qué es».
20. «Sí, sí, tú continúa, ya te comprendo», afirmó Cheng Chai. «En nuestra región personas que padecen esta desgracia tienen que cuidar su cama mojada todo el día siguiente en un lugar público donde, evidentemente, pasan una gran vergüenza. De modo que ya ves que te comprendo; por eso continúa y dime lo que tengas que decirme».
21. «Hm, pues eso, ¿pero qué quería decir en realidad? Ah, ya he encontrado el hilo de la conversación, se trataba de la realización de un milagro... Sabes, encantadora Cheng Chai, en realidad sólo el gran Lama puede realizar milagros cuándo, dónde y cómo quiere. Nosotros, sus siervos, sólo podemos realizar algo en tanto sea necesario y Él nos lo consienta. Así que también mi hermano ha realizado esta pequeña demostración porque ha sido necesaria para tu iniciación. De no ser así tampoco lo habría hecho, y eso también vale para el mismo Lama... Normalmente tampoco realiza milagros ante nosotros porque de todos modos entendemos la menor señal suya. ¿Me comprendes?».
.
1. «Que sí, comprendo todo lo que me dices», le respondió Cheng Chai. «Pero ya que ahora me has hablado de la menor señal del gran Lama, una señal que comprendes a la primera y sin necesidad de milagros, ¡dime entonces de qué manera os la da para que en seguida las podáis reconocer y cumplirla! Porque eso requiere que vosotros le veáis, de lo contrario Él no podría daros señales... Si le veis o le oís, ¡decidme cómo le veis o cómo le oís para que por lo menos pueda hacerme una idea de Él!».
2. Martín, bastante desconcertado, le respondió: «Ay, Cheng Chai, es una pregunta muy delicada y aunque te la contestara, seguro que no la comprenderías; por lo cual me parece que sería mejor que por el momento desistieras de esta pregunta, que para ninguno de los dos puede traer ningún provecho».
3. «Oh, amigo, regatear por el precio de una mercancía puede ser costumbre vuestra. Pero para nosotros los chinos es inadmisible. Cada mercancía que se oferta tiene su precio fijo y quien la ofrece también tiene la obligación de venderla, pagando el impuesto correspondiente al emperador. Si uno no puede vender su mercancía entonces es evidente que, con fines usureros, la ha ofrecido demasiado cara; por lo que no escapará a su correspondiente castigo...
4. Igualmente todo el que habla tiene que prestar atención a no decir sólo la mitad, quedando a deber la otra mitad. Lo mismo da si es por miedo o por ignorancia, pues en ambos casos le tocará su castigo porque es indigno de un hombre tener miedo donde no hace falta o, todavía peor, darse aires de ser más de lo que realmente es.
5. Mira, yo soy china estricta y no voy a desistir de nada de todo lo que, por el sentido de nuestra conversación, me has prometido. Pues, entre los chinos, si alguien motiva una pregunta del otro por el sentido de su conversación, la tiene que contestar. De lo contrario es un embustero o un cobarde incapaz que no sabe de qué estaba hablando. Si no quieres que te tome por lo uno o lo otro, ¡entonces contéstame mi pregunta sin pretextos!».
6. Ante esta argumentación Martín quedó totalmente desconcertado y ya no sabía que decir; porque si daba la verdadera respuesta iba a descubrirme antes de tiempo, y si no contestaba, Cheng Chai iba a declararle embustero o cobarde, perspectivas que no le hacían ninguna gracia. Pues, secretamente, presumía un poco por ser el amo de la casa. Como no encontraba salida a este dilema se dirigió a mí para preguntarme que tenía que hacer.
1. Pero Yo le contesté: «¿No te he indicado el ejemplo de Borem? ¿Cómo, entonces, hablas y hablas inútilmente? Ahora como hablando te has metido en un problema esperas que Yo te saque de él, restableciendo tu honor... ¡Te digo que no será tan fácil como te lo imaginas!
2. A consecuencia del milagro, muy necesario, y por tus palabras descuidadas, la china está ahora excitadísima. Su corazón presiente mi cercanía y su espíritu se despierta más y más. Sobre todo, con la afirmación de que tú comprendes las menores señales del Lama has encendido un gran fuego en su mente y en su corazón. ¿Cómo puedes sorprenderte encima si ella te ataca ahora a vida y muerte? ¡Quien la armó que la desarme!
3. Te advertí que estos chinos aún nos darían huesos que roer pero ignoraste mi advertencia. Ya que adelantaste la situación crítica por presumir tanto, lucha ahora como un hombre y, mientras Yo me dedico a los demás chinos, empéñate en poner las cosas con Cheng Chai en el equilibrio debido. Cuando los demás chinos estén preparados, vendré para arreglar el orden referente a Cheng Chai. ¡Ahora ve y haz lo que te he dicho!».
4. Martín se rascó la oreja y después de un rato dijo: «Se..., ¡oh, ¡casi se me hubiera escapado algo! Hermano, si a ti no te importa que actúe según mi criterio, por supuesto bajo tu influencia secreta, entonces acabaré pronto con esta china».
5. «Haz lo que quieras y como quieras, ¡pero lo de la china lo tienes que poner en orden!».
6. «Entonces Se..., hermano quería decir, lo de Cheng Chai lo arreglaré pronto», supuso Martín. «De momento por lo menos he recuperado el valor sin el que seguramente lo pasaría mal».
7. A eso Borem se dirigió a Martín: «Hermano, ¡cuida que tu valor no te abandone finalmente! Ya estoy oliendo el guiso y te deseo que salgas ileso. El trato con los chinos, de espíritu estoico, es muy delicado; donde tú dices uno ellos ponen cien en contra. ¿Me explico?
8. Esta Cheng Chai es un ser de una pureza extraordinaria y tiene una gracia típicamente oriental, pero aun así sigue siendo china. Por eso valora cada palabra antes de pronunciarla, de lo contrario se volverá para ti un piojo que no podrás quitarte tan fácilmente de encima, a no ser de forma violenta».
9. «¿Pero qué haré?», fue la respuesta de Martín. «¡Algo tendrá que ocurrir! Pero el qué, ¡eso es otra pregunta! A ver...», y con voz muy baja continuó, «...si conforme a las palabras del Señor la puedo poner en orden».
1. En ese momento Cheng Chai le palmoteó el hombro y le preguntó: «Oye, tú que eres un siervo del Lama, ¿cuánto tiempo dejarás todavía que la pobre Cheng Chai se consuma por la respuesta cierta, la respuesta que su corazón anhela más que su alma mil vidas?
2. Oh amigo, si tuviera mil corazones y si fuera el ser más hermoso que nunca vieran los rayos del Sol , todos estos corazones serían tuyos y mis hermosos ojos nunca dejarían de mirarte si en la contestación que todavía me debes ahora me dijeras la pura verdad. Pero puesto que no tengo más que un solo corazón, este te amaría con la fuerza de miles si fueras un verdadero amigo y me llevaras al gran Lama, sea con tus explicaciones o mucho mejor todavía en natura. Pero ¡ay de ti si te atreves a venir con estratagemas ante mi corazón que desea quererte con tanta pasión!
3. Cierto es que amo a tu maravilloso hermano con un ardor inimaginable para ti, pero todo este ardor se dirigirá hacia ti si quieres ser un verdadero amigo para mí. ¡Te aseguro que la palabra que doy tiene base más firme que una montaña de diamante!».
4. Ante estas palabras de la bella china Martín se quedó totalmente desconcertado. Pasó un buen rato reflexionando y cavilando hasta que al fin le dijo:
5. «Encantadora Cheng Chai, si no fueras tan extremadamente hermosa ya te habría hablado de muchas cosas. Pero sólo con mirarte quedo perdido de admiración y amor por ti y no me salen las palabras. Por eso te confieso francamente que hasta que mis ojos no se hayan acostumbrado a tu presencia, dudo que me oigas decir algo sensato.
6. Tú bien puedes hablar porque mi presencia no ofusca por supuesto tus sentidos. Yo, sin embargo lo paso muy mal con mi lengua si tu belleza la paraliza del todo... De modo que ten un poco de paciencia y en cuanto me haya acostumbrado a tu presencia todo me saldrá mejor».
7. «Si éste es el obstáculo principal, ¡entonces dime cómo has conseguido darme con palabras muy ordenadas un motivo baladí que te impide contestar a mi pregunta!
8. Óyeme: a quien el amor le paraliza la lengua habla como un borracho y sus palabras no tienen sentido, pues la lengua se le traba. Una lengua desconcertada carece de raíces que beban su fuerza motriz en la fuente de la sabiduría. Las raíces de la tuya, sin embargo, están bien alimentadas y tienen una fuerza motriz muy activa. ¡De modo que ahora te justificarás ante mi corazón como un hombre y no como un descarado embustero! Lo que yo te hablo es tan verídico como mi propia vida. ¿Cómo es posible que sólo me hables todo el tiempo desde tu pellejo en vez de desde tu corazón?».
9. Martín ya no encontró palabras para contestar a su tan hermoso adversario y empezó realmente a tartamudear una mezcla confusa de palabras y sílabas que carecían absolutamente de sentido. Cuanto más tiempo continuaba tartamudeando de esta manera, tanto más Cheng Chai arqueaba las cejas y sonreía, llena de compasión.
10. «Amigo, ¡cómo lo siento por ti!», le dijo después de un rato. «¡Porque o eres un zorro muy listo o un burro muy burro, y lo uno es peor que lo otro! Pero tengo la sensación que serás más bien lo último que lo primero, lo que por lo menos disculpa que pretendas ser un siervo del gran Lama. Si al Lama le sirvieran siervos como tú, ¡bueno...!, ¡entonces habría que compadecerse de él, junto con todos sus siervos!
11. Antes te he oído decir algunas palabras bastante sabias, por lo que de veras me había imaginado que fueras algo más elevado. También tu sombrero tan llamativo me había obligado a pensarlo... Y también el hecho de que llamabas “hermano” a aquél que era verdaderamente sabio. Pero ahora ya me he hecho una idea suficientemente clara de ti: eres un burro, uno de esos buenazos que vegeta aquí en el Cielo, sólo porque en la Tierra fueron demasiado necios para cometer cualquier clase de pecado. Un alma de burro con una bondad así, que no ocasiona el menor mal a nadie y que también es criatura del Lama, tiene su mérito y merece consideración. Pero no se te puede pedir más de lo que el Lama ha puesto en tu naturaleza. Espero que me perdones que antes quisiera sacar de ti más de lo que puedes dar. De modo que te dispenso de todas las respuestas que antes te pedí.
12. Pobre burro tonto ¡cómo siento haberte angustiado tanto!. Veo que aquí se te ha concedido la forma humana, que en el reino de los espíritus se concede a todo animal, lo que no es sorprendente si suponemos que en realidad los animales son zoquetes humanos encantados. Pero aun así sigues siendo lo que indudablemente fuiste en la Tierra: ¡un burro!. Y te pido ahora que otra vez te sientas bien conmigo ¡pobre burro mío! ¡Qué desenvoltura por mi parte haberte relacionado con la sabiduría humana, incluso con la celestial! Anda, ven querido burrito mío, ¿no me guardarás rencor?».
13. Martín ya estaba que echaba chispas y tenía ganas de darle una lección que no olvidara nunca. Pero como se vio librado así de responder a la tan fatal pregunta, se tragó las flores recibidas y, humillado, se apartó de Cheng Chai, la cual no le perdió de vista pese a todo.
1. A eso Borem se acercó a él y le preguntó: «Bueno, hermano Martín, ¿que tal tu valor? ¿Te cundió hasta acabarse o acaso todavía te sobra?».
2. «¡Es para volverse loco!», respondió Martín de mal humor. «Parece que entre estos chinos se conserva profusamente una especie de poesía antigua pero, aparte de eso, carecen de cualquier clase de educación espiritual, por lo que deben ser el pueblo más necio del mundo. ¡Comparados con estas cabezas de melón, los cafres, los hotentotes, los malgaches, australianos y neozelandeses deben ser sabios acabados!
3. ¡Imagínate por lo que me toma esta graciosa de Pekín! ¡Vaya cosa absurda! Pues te lo digo: ¡me toma ni más ni menos que por un verdadero burro, y no por uno alegórico sino por uno auténtico y natural! ¡Te digo que esto es el colmo!».
4. «Por supuesto tomar al amo de una casa celestial por un burro natural, es fuerte», reconoció Borem. «Pero no te escandalices por ello porque sólo así podías salvarte enteramente de sus exigencias. Esta solución se la debes al Señor, pues Él ha sido quien ha dado este giro a la situación por tu bien y por el de Cheng Chai ... Así que cálmate y acepta lo que te tocó; ya llegará el momento en que todo se compense.
5. De todos modos te aconsejo que en adelante no presumas de ser el amo de la casa y verás que todo te resultará cien veces más fácil, incluso tu relación con Cheng Chai».
6. «¡Tienes razón! Reconozco que no debería ser amo de la casa donde el Señor toma morada. El asunto es que a veces me siento tentado a querer aparentar algo... ¡Pero ahora veo con toda claridad que no ser nada vale mucho más!
7. .Las calumnias por parte de esta china son ya hecho pasado; es decir, en consideración a su estupidez se lo he perdonado todo. Por supuesto en adelante no tendré mucho trato con ella, ¡de esto puedes estar seguro! Basta ya con que me haya tomado por burro una sola vez: no me voy a exponer a una segunda...».
8. En este momento Borem le advirtió: «¡No hables tan alto! ¿No ves que Cheng Chai no te pierde de vista? Observa todos tus movimientos y estudia continuamente la expresión de tu cara con los ojos más perspicaces. No hay absolutamente nada malo en ella, pero está movida por un afán muy profundo de poner en claro, aquí en el reino de los espíritus, si los muchos misterios de su país contienen alguna verdad. Por ello procura dilucidar con tanto empeño el punto más importante de sus creencias.
9. Su comportamiento es muy corriente en todos aquellos que llegan al reino de los espíritus, procedentes de países en los que hay gran variedad de secretos contradictorios referidos a la vida de aquí. En principio se trata de una tendencia muy digna de elogio, pero aun así hay que proceder con ellos de manera muy prudente. Compáralos con los hambrientos de la Tierra: no les puedes dar de entrada una gran fuente llena de comida para que se harten sino hay que administrarles la comida poco a poco, de lo contrario su salud podría sufrir daño.
10. Todos los hombres, que en la Tierra se hallan en una gran oscuridad, cuando llegan aquí se vuelven enormemente ansiosos por descubrir los incontables secretos de este mundo. Todos estos secretos alimentaron sobremanera la fantasía y el arte poética de estos hombres, los cuales empezaron a elaborar conceptos con imágenes e ideas propias, que al fin culminaron en una creación propia, creación interna que llena toda su naturaleza.
11. Si aquí se les viniera en seguida con la luz más clara, esta, al despojarles prácticamente de todo lo que constituye su naturaleza, los aniquilaría por completo. Por lo tanto hay que proceder con ellos como en la Tierra con una vieja casa a la que, para repararla, hay que arreglarla con cuidado, parte por parte, porque golpeándola por todos sitios a la vez, seguro que se derrumbaría. Por su puesto que una casa derrumbada se puede volver a levantar en la misma forma y con nuevos materiales, pero otra cosa es tratándose de hombres: en este caso hay que preservar toda su sustancia original porque de lo contrario dejaría de ser el mismo hombre que antes.
12. Espero que me hayas comprendido y que en adelante andes prevenido. Especialmente tratando con estos chinos no hables ni hagas otra cosa sino lo que el Señor te indica, y todo saldrá bien. Cuando quieras preguntar al Señor o a mí en su presencia no lo hagas con la voz natural sino pregunta dentro de tu corazón. El Señor pondrá la respuesta en él como también la pone en el mío. También yo le pregunto continuamente qué tengo que hacer, y en seguida me indica en voz alta lo que tengo que hacer o decir.
13. Cuidado, ¡la china se está acercando! No reflexiones sobre qué vas a decir, sólo pregúntaselo al Señor en tu corazón y en seguida sabrás lo que conviene. Ahora sabes todo; ¡hazlo así y todo saldrá bien! ¡Pero no te escandalices si Cheng Chai todavía te saluda algunas veces llamándote burro!».
1. A estas palabras de Borem, Martín le respondió en su corazón: «Te agradezco con todo el amor de mi corazón, Borem, que en estas cosas tan sumamente importantes me hayas instruido tan clara y extensamente como nunca antes... Sólo ahora se me está encendiendo una luz sobre lo que significa ser un hombre introvertido y actuar y hablar como tal... ¡Ahora, por fin, empiezo a entender la respuesta que, cuando el Señor me llevó como novato a la Luna, me dio uno de sus habitantes cuando yo quise venderle mi estupidez inaudita por sabiduría celestial!
2. Sí, hermano, ¡se me está encendiendo una luz totalmente nueva! Sólo ahora veo realidades palpables donde antes no vi más que cosas enigmáticas o milagrosas, tomándolas por rasgos específicos de este mundo. Te doy las gracias de todo corazón, hermano, y especialmente a ti, mi Dios, Señor y Padre, te las doy eternamente. ¡Ahora, por supuesto, todo saldrá bien! En estas condiciones pueden venir miles de chinas que ya les daré a todas el trato que les conviene».
3. «Así tiene que ser», le confirmó Borem en secreto. «Pero prepárate: al principio te hará falta una gran fuerza de voluntad para callar la boca cuando la lengua, por tu talento oratorio innato, casi se te querrá salir de ella.
4. Tienes que comprender que el Señor, por razones seguramente muy sabias, a veces no pone inmediatamente una respuesta en tu corazón; en tales casos has de tener paciencia, en todo amor y toda devoción, hasta que al Señor le parezca bien dártela.
5. Teniendo también en cuenta esta regla, mi amigo Martín, puedes estar seguro que todo saldrá de maravilla. Y ahora ¡prepárate! ¡Como ves, la que durante todo el tiempo te ha observado con tanta sutileza está a punto de llegar!».
6. «Es muy fácil que se acerque ahora con una legión de burros “naturales”. Pero estoy dispuesto a soportarlos todos como el espacio libre soporta el ejército infinito de las estrellas, Soles y Tierras, sin cansarse. En tu nombre, Señor, ¡venga lo que venga! También la cruz que llegue cabrá en mi espalda paciente y la soportaré con todo amor y paciencia... ¡Adelante, pues, en nombre del Señor!».
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1. Cheng Chai se detuvo ante Martín y le sonrió con todo cariño. «Querido amigo», le dijo con voz sumamente amistosa en la que temblaba un poco de dulzura virginal. «Nada más echarte en cara tu naturaleza, hipótesis muy perdonable pues no respondiste a mi pregunta, te alejaste de mí sin decir ni una palabra más. De ello tengo que deducir que mi suposición te ha enojado profundamente. ¿Es así? En tal caso te ruego que me perdones tras haberme aplicado el castigo que según tu parecer me corresponda. ¡Pero que luego estés bien conmigo de nuevo! ¡Te prometo por lo más sagrado que en adelante no voy a preguntarte nada y menos todavía a ofenderte con una mirada o una palabra!
2. Las creencias y costumbres de mi país, y Cheng Chai no tiene la culpa de ello, son tales que a los hombres de mente algo simple se les toma por animales. Y como me pareció descubrir algo parecido en tu intelecto, te tomé en consecuencia por un animal. Sin embargo, a continuación me he convencido completamente que no es así ni mucho menos.
3. En seguida me arrepentí de mi error y quise arrojarme a tus pies. Pero como vi que estabas hablando con tu hermano de algo seguramente muy importante no deseaba importunarte, y esperé el momento en que te apartases un poco de él. Como acaba de llegar este momento tan anhelado, voy hacer lo que desde hace un buen rato ya debiera haber hecho: me arrojo a tus pies celestiales y te pido el castigo justo. Y luego te ruego que me perdones todo lo que he pecado en ti, oh magnífico ciudadano de todos los Cielos». Nada más pronunciar estas palabras Cheng Chai se postró a los pies de Martín.
4. Este, con el corazón conmovido por la encantadora suplicante, exclamó en seguida: «Oh, divina Cheng Chai, ¡te ruego que te levantes ahora mismo! Pero ¡cómo se te ocurre!, ¿Yo, a ti, divina, castigarte...? ¿Yo, que más bien quisiera comerte por amor ? ¿Yo, que quisiera integrarte totalmente en mi vida de tanto amor que te tengo? ¿Acaso me tomas por despiadado, como si fuera chino? ¡El gran, santo y verdadero Lama me salve de ello! Anda, ¡levántate ya! ¡No puedo verte así ni un solo instante más, mi divina Cheng Chai!».
5. Cheng Chai se levantó ágilmente y contestó: «Querido amigo, los hombres de tu país tienen que ser mucho mejores que los del gran Imperio del Centro donde yo nací; pues te digo que entre nosotros eso de perdonar una ofensa no funciona tan fácilmente como acabas de demostrarme con tanta bondad.
6. Entre nosotros, si uno ha ofendido a otro y luego quiere pedirle perdón, tiene que arrojarse al polvo ante el ofendido y suplicarle, pidiéndole primero el castigo correspondiente, en casos severos hasta la muerte, y sólo después el perdón de la culpa. Pues todos los chinos decimos y creemos que una ofensa sólo puede ser compensada con un castigo corporal. Una vez compensada, el ofensor puede pedir también a quien le castiga que le perdone de corazón.
7. Ya ves cómo son las cosas en nuestro país. De modo que no te sorprendas si todavía descubres en mí aspectos que no son compatibles con las costumbres del tuyo. En China las leyes son muy antiguas y severas. Y ¡ay de aquel que ose aplicar nuestras anticuadas leyes con algo de indulgencia, pues pecaría contra el mismo Lama que fue quien dio en su tiempo esas mismas leyes a la primera pareja de hombres!
8. Vuestras leyes, sin embargo, son suaves y llenas de amor. Como es evidente que ya nunca tendré nada que ver con las de mi país, tampoco tendré que atenerme a ellas. Por lo tanto en adelante me sujetaré a las vuestras y seguro que en ellas no fallaré... ¿Qué opinas?».
1. «Mi querida Cheng Chai, me parece que en principio tienes toda la razón», contestó Martín. «No obstante, te digo francamente que los ciudadanos de los Cielos en realidad no tenemos leyes sino que llevamos una vida absolutamente libre en Dios, nuestro Señor. Llevar una vida en Dios quiere decir vivir en el Amor, eternamente. El Amor libera todo y fuera de sí mismo no conoce otra ley. Por lo tanto aquí no tenemos ley distinta a la del Amor en sí, ley que en última instancia ni siquiera es ley sino sólo la eterna y más perfecta libertad de todos los seres. ¿Lo comprendes?».
2. «Sí, lo entiendo y soy sumamente feliz por comprender esta enseñanza tan buena», reconoció Cheng Chai y continuó. «Pues sí: el amor causa la suprema felicidad a un corazón que ama, aun cuando tenga que ser mantenido en secreto. ¡Pero cuan felicísimos tienen que ser quienes viven únicamente bajo el cetro del amor! El amor, sí, donde el amor es ley, los hombres tienen que ser sumamente bienaventurados...
3. ¿De qué le sirve al hombre todo el esplendor del Sol si le falta su calor? ¿Para qué el oro y las piedras preciosas a sus propietarios si sus corazones crujen de frialdad? Oh, amigo, ¡acabas de decirme algo santo, muy santo! Ahora, poco a poco se me está encendiendo una luz acerca de las palabras de tu encantador amigo cuando me dijo: “Tu amor para conmigo te lo revelará todo”... ¡Así es! ¡Este amor ya me ha revelado mucho y mi corazón me dice que aún me revelará mucho más!
4. Os amo a todos con el calor del sol del mediodía y especialmente a aquél que aún no me ha dicho su nombre. Espero que me perdonarás si a éste tu hermano lo quiero aún mucho más que a ti. Tampoco puedo decirte por qué, pues no es más guapo que tú o tu hermano Borem y su ropa es más bien modesta. Pero tiene algo en sus grandes ojos azules, algo que fascina, y su boca posee unos rasgos muy peculiares, como divinos... Pues, ¡estoy tentada a tomar toda su fisonomía por la fiel imagen del mismo Lama!
5. Y te digo que si pregunto a mi corazón encendido de amor por él, éste me responde: “Cheng Chai, ¡para mí Él mismo es el gran y santo Lama! ¿Quién, si no fuera Él mismo, podría hablar tan celestialmente, crear una higuera ya completa con el fruto bien maduro y luego, como señal de su gran Amor a Cheng Chai, regalársela? ¿Quién, si no fuera Él, podría tener ojos tan cariñosos y a la vez magníficos, y una boca tan celestialmente hermosa? ¿Quién, a no ser únicamente Él, el querido Lama de mi corazón?”.
6. Te confieso que así habla mi corazón pero no mi cabeza que, por supuesto, quisiera seguir con muchas ganas la sublime voz del corazón si no tuviera miedo de cometer un pecado; porque donde interviene el corazón, el intelecto no es un juez muy severo sino que más bien le gusta idolatrar las aficiones del otro.
7. Igual me está pasando a mí, pues mi corazón venera a aquél magnífico y, encantada, mi cabeza haría lo mismo si no fuera por el puro intelecto...
8. Pero dentro de poco voy a desentenderme del intelecto y me atendré únicamente a lo que me dice el corazón. ¡Así, tal vez llegaré antes a la meta anhelada! Como de todos modos aquí no hay otra ley sino la del Amor, pronto eso del intelecto será asunto acabado... ¿Qué te parece, amigo mío?».
9. «Mi querida Cheng Chai, por el momento no se puede añadir ni quitar nada a lo que dijiste. ¡Haz caso a lo que te insinúa el corazón y no andarás equivocada! Y respecto a tu intelecto, también a éste le será encendida con el tiempo una luz adecuada».
1. «Querido amigo, pese la confianza que te tengo no puedo preguntarte mucho, pues me había propuesto no importunarte demasiado en adelante con más preguntas tal vez no suficientemente meditadas», continuó Cheng Chai. «No obstante, me vas a permitir una observación:
2. Cada vez que empiezo a llevar nuestra conversación a tu celestial amigo y hermano, sobre lo que sea, te pongo en un compromiso. ¿Cómo es eso?
3. ¿Acaso tienes celos porque mi corazón lo prefiere a ti? ¿Acaso no eres tan amigo de él como pretendes? ¿O acaso en tu corazón, secretamente, le guardas rencor porque te supera infinitamente en toda clase de perfección espiritual e intelectual? ¿No será que te estorba su fascinante apariencia divina? ¿O tal vez no te gustan sus ojos y su boca que, por supuesto, superan los tuyos tanto como toda su sublime naturaleza a la tuya, pese a que tú tienes un aspecto mucho más resplandeciente que él?
4. Todas estas preguntas son esenciales para mí, por lo que anhelo su contestación como un caminante en el desierto ardiente ansía un trago de agua cuando se está muriendo de sed. Por ello, si en tu corazón sientes el menor amor por mí, no vaciles en contestarme concienzudamente a estas preguntas; de lo contrario Cheng Chai se apartará de ti y nunca te preguntará nada».
5. De nuevo Martín tuvo motivos para desconcertarse, pero exteriormente hizo como que estaba reflexionando para responder educadamente a las preguntas. En su interior esperaba con ansia que Yo pusiera en su corazón la respuesta más acertada. Sin embargo, por motivos muy sabios, también esta vez le dejé todavía sudar un poco.
6. Como pese a las muchas diversas caras prometedoras que estuvo poniendo durante un buen rato la respuesta no se presentaba, Cheng Chai empezó a ponerse nerviosa y a medirlo de pies a cabeza con una mirada muy significativa, lo que desconcertó aún más a Martín.
7. Como las diversas caras no cumplían lo que prometían, a Cheng Chai se le acabó la paciencia.
8. «Amigo, veo que o no puedes, o no quieres o muy probablemente no debes darme una respuesta. Si no puedes, entonces estás dispensado; pues sería insensato pedir más de lo que uno puede dar. Ya me comprenderás, ¡puesto que posees suficiente entendimiento para ello!
9. Si no debes contestarme, también estás dispensado porque aquí se encuentra alguien que por su Omnipotencia te prescribe exactamente lo que puedes decir y lo que no. También en este caso sería una insensatez por mi parte exigirte algo más allá de la ley. Yo misma como china sé respetar las leyes más que nadie.
10. Si no quieres darme una respuesta aunque estuvieras capacitado y nadie te lo prohibiera, entonces serías celoso y malintencionado; y tu ropa resplandeciente sería como la piel de una fina gacela dentro de la cual, pese a todo, se oculta una hiena feroz. En tal caso no puede haber dispensa y no mereces sino el desprecio de mi corazón.
11. Como no he recibido contestación a mis preguntas anteriores, respóndeme ahora por lo menos a estos tres últimos puntos para que, como novata en este mundo, y de momento en tu casa, sepa cómo comportarme. De modo que desde el fondo más profundo de mi corazón te suplico: ¡contéstame ahora con toda sinceridad y no me dejes a deber la respuesta otra vez».
12. Con estas preguntas Martín quedó aún diez veces más perplejo que antes porque si decía no puedo entonces mentiría; si dijera no quiero también mentiría y encima se ganaría el desdén de su muy querida Cheng Chai. Y si dijera no debo, se expondría sin la menor duda a la pregunta consiguiente de quién se lo ha prohibido y por qué... Y las preguntas las tenía que contestar si no quería abandonar el escenario profundamente humillado.
13. Como Martín estaba todavía perdido en tal dilema, volví a Cheng Chai para encargarme Yo mismo de contestar las tres preguntas, dispensando de ello al cándido Martín.
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1. Cuando Cheng Chai me vio regresar de junto a sus compatriotas, se dirigió directamente a mí para quejarse del comportamiento de Martín, pues ya no sabía a qué atenerse con él.
2. «Escucha, mi querida Cheng Chai, ¡estás provocando a mi hermano a más no poder!», contesté Yo. «¿No se te ha pasado por la cabeza que tal vez ha debido tener en cuenta instrucciones secretas que para tu propio y eterno bien ataban su lengua? Por ello, en adelante tendrás que tratarle con algo más de delicadeza; de lo contrario pones a uno de mis más nobles amigos en el mayor de los aprietos y causas mucha pena a su corazón.
3. Respecto a tus primeras seis preguntas voy a decirte lo siguiente: no acertaste ni una sola de tus suposiciones sobre mi hermano, a no ser la observación de que cada vez que querías sonsacarle algo acerca de mí, él, por un motivo muy preciso y sabio, se quedó algo desconcertado. El verdadero motivo de su desconcierto era muy distinto del que podías imaginarte. Por eso tampoco pudo responder a las preguntas tuyas no relacionadas con el verdadero motivo de su desconcierto.
4. A tus tres últimas preguntas no podía contestarte porque no habías dado con el motivo de su desconcierto ante las primeras. Y si te hubiera dado cualquier respuesta, afirmativa o negativa, en ambos casos habría debido mentir. Pero eso sería absurdo porque aquí en el Reino de los Cielos nadie puede pronunciar una mentira aunque quisiera. Por consiguiente Martín, que te ama mucho, mantuvo el silencio y prefirió aguantar todo de ti antes que mentir a su querida Cheng Chai. Dime, ¿no se ha comportado excelentemente?».
5. «Oh, si nuestro anfitrión se encontraba en una situación como la que me acabas de explicar, siento mucho haber causado tanta pena a su corazón», confesó Cheng Chai, algo confundida. «¡Si pudiera remediarlo!
6. Ay, ¡de veras que me duele mucho! Por supuesto, no es mía toda la culpa. Tú mismo, mi magnífico amigo, sabes que estoy recién llegada y aún no sé el qué ni el cómo de lo que se puede preguntar aquí. Ahora tú acabas de iniciarme sobre cómo hay que preguntarlo; en adelante me atendré a ello. Pero dime: ¿por qué aquí una pregunta torpe o no bien meditada, es decir, una pregunta que no determina suficientemente el objeto de la respuesta requerida, no puede recibir contestación?».
7. «Escucha, Cheng Chai, eso tiene una explicación muy fácil», le dije Yo. «Si tú me dieras un saco firmemente atado, pidiéndome: “Amigo, ¡desátamelo y sácame de él mil de las piedras preciosas más bonitas!”; y si te preguntara: “¿Estás segura de que en este saco hay mil piedras preciosas?”, y tú me respondieras: “Pues, no lo sé pero lo supongo”.
8. Y si Yo supiera con certeza que en este saco no hay nada precioso sino únicamente inmundicias secas y, aun sabiéndolo pero conforme a tu voluntad, abriera el saco y te diera su contenido asqueroso en vez de las piedras preciosas pedidas, ¿por quién me tomarías si después te enterases que Yo conocía el contenido del saco y que sólo quería avergonzarte por tu ignorancia? No dirías: “Amigo, si sabías lo que realmente había en el saco, ¿por qué entonces lo desataste sin haberme dicho antes la verdad?”.
9. Lo mismo pasa con una pregunta mal meditada: también es un saco bien atado que quieres que Martín desate y que saque de él lo que le pides. Pero si precisamente eso no se encuentra en el saco, dime, ¿qué debiera hacer Martín, abrir el saco o no? ¿Debiera avergonzar a aquella a la que ama tan profundamente, a aquella que reina en su corazón? A ver, Cheng Chai, ¿cuál es tu parecer?».
10. «Pues te digo, mi querido amigo, que cuando tú hablas todo me parece sumamente claro y evidente, y entiendo la gran verdad de todo lo que me dices. Pero cuando Martín habla no es lo mismo, ¡en absoluto! Cuanto más me habla, tanto más incomprensible me parece todo lo que habla. Es por ello por lo que me veo obligada a rebuscar más, cada vez con más preguntas a las cuales, hasta ahora, no ha respondido ni a una sola con certeza...
11. Con que me hubiera contestado sólo una con certeza, entonces, por supuesto, ya no le habría preguntado más. O si por lo menos, como tú ahora, me hubiera indicado cómo hay que preguntar aquí para recibir una respuesta... Pero en el caso de Martín nada de nada... De modo que los dos, tú y Martín, podríais muy bien dispensarme si me he pasado con mis preguntas seguramente incómodas para Martín.
12. Ay, ¡aquí es todo tan misterioso! Mires a donde mires se ven milagros y más milagros, milagros de los que en la Tierra no se pueden hacer ni la menor idea! Pero estando frente a ellos, ¿quién no iba a preguntar a los más iniciados? Por ejemplo: ¿quién es El que realiza todo esto? ¿Ya que aquí estamos en el Cielo, dónde se encuentra el Lama que lo fundó? ¿No son estas preguntas muy precisas y muy perdonables ante las circunstancias fabulosas de esta existencia?».
1. «Por supuesto, Cheng Chai, éstas y aún muchos miles más son muy perdonables», le respondí Yo. «Pero ¿sabes?, al igual que en la Tierra también aquí las cosas necesitan su tiempo.
2. Los niños en la Tierra son los más voraces y curiosos; continuamente tienen hambre y quieren saberlo todo hasta al fondo, de modo que no dejan de preguntar a sus amigos. ¿Acaso sería conveniente sobrecargar su estómago con todos los diversos bocados que su paladar anhela, y satisfacer continuamente toda su curiosidad, contestándoles cualquier pregunta que hagan?
3. Los padres sabios guían a sus hijos como con riendas, los crían natural y moralmente sanos y los conducen al buen camino con el sublime objeto del desarrollo del ser humano. Por el contrario los padres insensatos dan a sus hijos todo que lo que estos ven y desean, criando así monos en vez de hombres. Su carne excesivamente alimentada se va llenando de sensualidad y su espíritu se vuelve pesado hasta que se hace totalmente insensible para todo lo sublime, bueno y verdadero, cosa que te habrán demostrado de manera evidente miles de ejemplos en tu propio país.
4. Lo mismo pasa aquí... Para nadie resultaría bueno probar en seguida todos los alimentos y enterarse de todo, sino sólo poco a poco, a medida que su receptividad aumente. Guiados de esta manera, los niños de aquí se vuelven más y más fuertes y, poco a poco, pueden soportar más hasta que estén suficientemente fuertes y aptos para recibir lo supremo. Y exactamente así serás educada por nosotros tres, como también por todos los demás que ves aquí. Por ello ten un poco de paciencia y sométete a todo, y pronto tú misma podrás responder satisfactoriamente todas tus preguntas. ¿Estás satisfecha?».
1. Durante la instrucción que di a Cheng Chai, Martín tenía cara de estar muy contento y su corazón me la agradeció sobremanera.
2. En seguida ella me respondió: «Sublime amigo de mi corazón y de mi vida, cada palabra que sale de tu boca es la pura verdad. Pero aun así la culpa no puede ser de Cheng Chai, tan ávida de saber... En adelante la pobre Cheng Chai frenará su corazón y será como una flor del campo que crece con la luz y el calor del Sol del gran Lama y que, alimentada con el rocío de su amor matutino, llena finalmente sus folículos con la semilla de la vida.
3. El gran y santo Lama tiene que ser infinitamente bueno, sabio y poderoso, puesto que todo lo que Él ha hecho lo ha organizado tan fabulosa y sabiamente. Ay, ¡si siquiera una sola vez pudiera gozar de la infinita suerte de verle, aunque fuera desde muy lejos y solamente por un instante! Dime, sublime amigo, si alguna vez seré considerada digna de esta increíble suerte, por una sola vez y no importa cuándo sea... Luego me conformaría para siempre y, enteramente dispuesta, cumpliría eternamente con todo lo que me digáis. ¡Pero os suplico que por lo menos me deis una esperanza fundada!».
4. «Oh, querida hija, ya veo que el Lama es el mayor anhelo de tu corazón, lo que es digno de toda alabanza. Pero también a mí siempre me dices, y lo veo en tus ojos, que me amas sobremanera. Por eso quisiera saber de ti a quién amas más, ¿a mí o a tu Lama? ¡Pregúntaselo a tu corazón y luego me respondes!».
5. Cheng Chai quedó desconcertada y bajó la vista al suelo. Al mismo tiempo su corazón se encendió más de amor por mí, y ella fue muy consciente. Esta vez la afable Cheng Chai no encontró palabras para responder. Sólo cuando después de un buen rato repetí la misma pregunta contestó un tanto desconcertada:
6. «¡Oh, mi ojo derecho, oh, altar de mi corazón...! Cuando todavía estaba en la Tierra al lado de mi madre y no tenía más de trece años, la pregunté cómo había que hacer para amar al santo Lama sobre todo.
7. Y mi sabia madre me respondió: “Escucha, mi querida hija, te voy a decir algo: ve al jardín y planta dos flores iguales, una por la mañana y conságrala al Lama, y la otra por la tarde, consagrándola a los hombres. Cuídalas lo mismo y obsérvalas. Si la flor de la tarde se desarrolla mejor que la de la mañana, entonces será señal que amas el mundo más que al santo Lama. Pero si las flores te muestran lo contrario, entonces tu amor hacia el Lama es más poderoso que hacia los hombres”.
8. En seguida puse en práctica el consejo que mi sabia madre me había dado. Pero como temía que la flor del Lama pudiera quedarse atrás, en secreto la cuidaba el doble que la de los hombres. Y fíjate, pese al gran celo que ponía en la flor del Lama, quedó atrasada en su desarrollo.
9. Se lo dije a mi madre, y ella me tranquilizó con las siguientes palabras: “Mira, hija mía: el gran Lama, que reside en la Luz eternamente inaccesible, ha querido decirte de esta manera que para amarle a Él sobre todo tienes que amar a los hombres como a ti misma. Pues quien no ama a los que ve, ¿cómo va a amar al Lama al que no ve?”.
10. Entonces regué la flor de la tarde más frecuentemente que la de la mañana y, fíjate, la del Lama se desarrolló mejor que la de los hombres...
11. Igual procederé ahora: Tú eres mi flor de la tarde y mi corazón para el Lama la flor de la mañana. A ti te riego con todo empeño porque en ti veo el perfecto espíritu humano. Sin embargo, lo que se desarrolla sobremanera es mi corazón, que vive para... pues, pues desgraciadamente no para el Lama sino para ti, sí, ¡para ti!
12. ¡Tú te has vuelto el verdadero Lama de mi corazón y sólo el mismo Lama sabe en qué medida un día me pedirá responsabilidades por ello! ¡Y para colmo aún tengo que reconocer que mi conciencia, normalmente muy sensible, ni siquiera me hace el menor reproche por ello! ¿Cómo ves tú todo esto?».
13. «Mi querida Cheng Chai, Yo he tenido que esperar un buen rato hasta que tú me has dado esta respuesta que es una gran alegría para mi corazón, por lo que ahora también tú tendrás que esperar todavía un poco. Pero ya puedes alegrarte de antemano, pues será una respuesta espléndida, y pronto la tendrás».
1. Mientras tanto me dirigí en secreto a Martín y a Borem: «Ahora ya tenéis muchos ayudantes. Poned la gran mesa en el centro de la sala y servid pan y vino. Tomad también higos maduros de esta higuera y ponedlos en buena cantidad entre el pan y el vino. Después de que Yo tenga todavía una pequeña conversación con Cheng Chai nos confortaremos todos. ¡Adelante, pues, y cumplid con mi deseo y mi Voluntad!».
2. Los corazones de ambos me lo agradecieron y se pusieron a cumplir mi Voluntad. Martín llamó a todos los monjes, ahora ya purificados, para que pusieran la gran mesa, obtenida también sin carpinteros, en la posición deseada; a las monjas les indicó que sirvieran el pan y el vino, mientras que las damas del Sagrado Corazón tuvieron que recoger y servir higos.
3. Los cien chinos observaban todo este movimiento con gran interés porque no sabían qué se estaba preparando. Se extrañaban particularmente de la gran mesa de la que antes no habían visto el menor rastro. A la presencia de la higuera, antes aparecida de la misma manera repentina, ya se habían acostumbrado.
4. También los padres de las damas del Sagrado Corazón se sorprendieron ante la inesperada actividad en la sala y estaban un poco intranquilos sobre lo que iba a pasar porque la muchedumbre que se encontraba alrededor de la mesa les tapaba la vista.
5. Cuando la mesa estuvo arreglada, todos los que de una u otra manera la habían puesto, se volvieron a los sitios que ocupaban antes, mientras que Martín y Borem, en compañía de una de las damas del Sagrado Corazón, la primera que como rana se había lanzado al mar, se dirigieron a mí para comunicarme que todo estaba preparado.
6. «Está bien», les respondí. «Y ahora id a mirar fuera, a la valla del jardín, a ver si hay alguien más para participar en la fiesta». Y dirigiéndome a la dama del Sagrado Corazón continué: «Tú, Gella, quédate aquí porque también a ti te interesarán las buenas noticias que tengo preparadas para mi Cheng Chai. ¡Así sea!».
7. Martín y Borem salieron al jardín y quedaron no poco sorprendidos cuando vieron que este presentaba ahora una flora de abundancia y extensión enorme e inesperada. Después de haberse serenado, Martín dijo:
8. «Bueno, amigo, ¡será una lata grande circundar todo este inmenso jardín que debe ser tan extenso como un gran reino del mundo! ¡Algo como esto sólo lo puede haber en el Cielo!
9. Dios mío, mira hacia la mañana: ¡qué alameda y qué hileras de árboles! ¿Ves tú su fin ? ¡Yo por lo menos no! ¡Y menos todavía una valla o algo parecido! Si como medio de transporte dependemos de nuestros pies para llegar a alguna parte donde pueda haber algo como una valla, y encima recorrerla, ¡entonces prepárate, amigo!
10. Pero en fin, no importa, pues cumplir la Voluntad del Señor es una suma alegría, de modo que me alegro de recorrer este jardín. Parece que también escalaremos aquellas montañas que hacia el sur alcanzan una altura considerable; hacia poniente y el norte veo otras de altura fantástica... ¿Piensas, Borem, que se encuentran todavía dentro del vallado de nuestro jardín?».
11. «Por supuesto, porque el jardín se ensancha a medida que aumenta nuestro amor al Señor y a nuestros hermanos. Y ¿sabes?, también hay medios de transporte acordes con la extensión celestial de este jardín que el Señor nos ha preparado tan maravillosamente. Primero el movimiento natural de los pies como en el mundo; segundo el movimiento de flotar, que es el del alma, y tiene la velocidad del viento. Y, finalmente, el movimiento repentino, él del espíritu, con la rapidez del rayo y la del vuelo de un pensamiento.
12. Esta tercera clase de movimiento se utiliza únicamente en casos extremos de emergencia, de modo que tampoco nosotros lo usaremos ahora, sino que nos arreglaremos con la segunda manera. La fuerza motriz de este movimiento es nuestra firme voluntad. Por lo tanto sólo tenemos que querer en nombre del Señor y estaremos flotando en el aire celestial. A dónde queramos ir, allí iremos con la rapidez del viento. ¡De modo que quiérelo y vamos ya!».
13. Martín quiso, como Borem le había enseñado, y empezó el viaje en dirección este por el aire libre celestial. Martín estaba fuera de sí de gozo.
1. Mientras tanto Yo quedé a solas con Cheng Chai y con Gella y tomé la palabra: «Mi querida Cheng Chai, acabas de decirme unas palabras maravillosas, unas palabras que fueron tan maravillosas porque surgieron de lo hondo de tu corazón. Yo, en cambio, prometí revelarte algunas palabras aún más sublimes y ahora estoy aquí para cumplir mi promesa. ¡Escúchame pues, pero con un poco de paciencia! Aun así no esperes un gran discurso porque siempre digo mucho con pocas palabras.
2. La alegoría que referiste sobre el cuidado de la flor de la mañana y de la flor de la tarde fue deliciosa. Ahora voy a explicarte otra alegoría sobre la mañana y la tarde:
3. Al igual que tú plantaste tus flores, el gran y buen Lama plantó dos hombres en el infinito jardín de su Amor: a uno le plantó por la mañana para su corazón y al otro por la tarde, para su sabiduría. Al primero lo alimentó con toda su Divinidad, para que se volviera tan magnífico como el mismo Lama y para que el Lama pudiera complacerse en él. Pero se volvió díscolo y no quiso desarrollarse sino que se apartó del Lama, hasta hoy, desdeñándole, pese a que el Lama siempre quiso recibirle con todo su corazón y con los brazos abiertos.
4. Como el primer hombre no quiso dar el resultado esperado, el gran Lama se puso a cuidar el segundo con la misma intensidad, aunque tampoco éste se desarrollaba por su obstinación. El gran Lama se arrepintió de haber creado al hombre y pensaba destruir esta obra suya como un alfarero destruye su trabajo si no le sale bien.
5. Pero todavía preguntó a su amor y este intervino en favor de los descastados; Él mismo se encarnó para servir de buen ejemplo a los hombres.
6. Pero los hombres depravados cogieron y mataron al hombre divino, pese a que no podían matar al Dios en Él. Sólo pocos le reconocieron y tomaron a pecho su enseñanza. Pero muchos, aunque oyeron hablar de Él, no aceptaron su enseñanza que quería hacerlos hijos suyos, que luego serían como el Padre eterno.
7. Según tu criterio, ¿qué debería hacer el Lama con los hombres así degenerados? ¿Acaso aguantarlos aún más?
8. Su Amor por estos hombres es tan grande que volvería a morir mil veces más por ellos si fuera posible y beneficioso. Y aun así no quieren amarle más de lo que aman al vano mundo; prefieren por el contrario olvidarse enteramente de Él para poder abandonarse aún más al mundo.
9. Dime, Cheng Chai, ¿qué merecen estos hombres? ¿Debiera el gran Lama aguantar aún más su terquedad testaruda o ha de arrojarlos a la perdición?».
10. «Oh amigo, mi amor, estas plantas del Lama son muy malas y merecen un gran castigo», respondió. «Pero si el Lama es tan sumamente bueno, ¿será posible que pueda cortarlas para arrojarlas al fuego según las profecías hechas a los patriarcas? A mí me parece que la infinitud, tal como ahora empiezo a ver, es suficientemente extensa para conservar plantas silvestres como esas. Pero si yo fuera el Lama, no precipitaría en la perdición algo que ya ha llegado a tener vida. ¿No será éste también tu parecer?».
11. «¡Sí, sí, Cheng Chai, así opino y procedo Yo. Espera todavía un poco y los dos hermanos volverán con unos invitados muy especiales. Me gustaría saber qué opinas de ellos. Prepárate pues, ante nosotros se presentará algo realmente muy extraño!».
1. Poco después se abrió la puerta de la sala y entraron Martín y Borem. Cada uno tenía una gruesa cadena en la mano con la que arrastraban un monstruo increíblemente repugnante, seguido por muchos otros monstruos más pequeños pero igualmente horribles.
2. Al ver estos horrorosos invitados Cheng Chai y Gella se espantaron y saltaron atrás de miedo. Cheng Chai gritó como si tuviera una pesadilla:
3. «Oh Lama, Lama, por tu santo nombre, ¿qué te hemos hecho para que ¡pobre de nosotros! nos mandes para nuestra perdición al atroz Arihmán y a su horrible séquito? Oh, mi magnífico amigo, si puedes, ¡sálvanos a todos nosotros y sálvate tú! ¡Ay, qué espantosos son y cómo echan chispas de rabia!».
4. «¡No tengas miedo, Cheng Chai, ¡todos estos monstruos están bajo nuestro poder y en manera alguna nosotros bajo el suyo! Ya ves que los dos hermanos los dominan.
5. ¡De modo que no tengáis miedo y venid conmigo a su encuentro! Ya veréis cómo se comportarán en cuanto me acerque a ellos; pero no os asustéis porque Yo solo tengo poder bastante para aniquilar incontables monstruos como estos con una sola mirada, tan fácilmente como antes hice que apareciera la higuera. Adelante pues, ¡seguidme con valor! A mi lado estáis seguras para siempre porque no hay poder que pueda enfrentarse a mí...».
6. A continuación me acerqué a Martín y a Borem que tenían que servirse de todas sus fuerzas para dominar al monstruo.
7. «Señor, ¡aquí tienes huéspedes muy sospechosos que fácilmente te pueden causar una alegría muy original!», dijo Martín. «¡Adornan esta casa como un puñetazo en un ojo! Lástima que no hayamos encontrado algo mejor, hemos traído lo que hemos hallado... ¡Te digo francamente que no me sorprendería mucho que este fuera el mismo Satanás con su séquito!».
8. «Tranquilo, Martín, ¡todo está previsto, pues así tiene que ser para vuestra instrucción y para vuestra propia tranquilidad. Quien quiere reconocer lo más excelso también tiene que estar al tanto de la existencia de lo más bajo. ¡Acercadme el dragón!».
9. Ambos tiraron con todas sus fuerzas de las cadenas pero el monstruo no quiso avanzar, y Martín dijo:
10. «Señor, ¡no es posible hacer que esta bestia se mueva un solo palmo hacia adelante!».
11. «¡Dejadla entonces donde está pero atadla con las cadenas a las columnas de esta sala para que allí pueda rabiar inútilmente un rato todavía», le respondí. «Entretanto vamos a tomar la comida preparada que nos confortará para la lucha que viene».
12. Y Martín comentó: «Pues sí, después de nuestra excursión una comida bendecida por ti nos sentará seguramente muy bien. Menos mal que nuestros huéspedes bestiales están atados al fondo de la sala porque su aspecto seguramente nos quitaría las ganas de comer, pues su olor recuerda más bien al azufre, la pez y las inmundicias que a las rosas del paraíso».
13. «Muy bien, hermano mío, pero ahora ve e invita a todos a la comida que os he preparado. ¡Que todos se conforten con ella para la eterna vida de su espíritu!».
14. Martín se fue sin tardanza a invitar a todos a la mesa en la que esperaban pan, vino y una gran cantidad de los más deliciosos higos.
15. Al llamamiento de Martín todos se levantaron y se dirigieron humildemente a la gran mesa.
16. Los muchos invitados allí reunidos dirigieron su vista hacia mí porque todavía me tomaban por un enviado de Dios y no sospechaban que Yo mismo, el Señor, me encontraba entre ellos. Pensaban que Yo, como enviado del Señor, iba a hablarles de cosas sublimes.
17. Pero no dije más que: «Hijos, comed y bebed, cada uno lo que le apetezca. Hace mucho tiempo que todo está bendecido para aquellos que aman a Dios y a su prójimo como a sí mismos».
18. A estas palabras todos dijeron en voz alta: «¡Eternamente alabado sea nuestro gran Dios en el Padre, el Hijo y el Espíritu!».
19. Luego todos se sirvieron pan y vino, y los chinos higos, aunque algunos de ellos también probaron el pan que finalmente les gustó más que los higos.
20. Cheng Chai y Gella que estaban a mi lado dudaban entre tomar pan y vino o solamente higos.
21. De modo que Yo las animé: «Hijas, ¡comed y bebed lo que os apetezca más; todo os servirá para la Vida eterna». Ambas se sirvieron pan que a Cheng Chai le gustaba sobremanera.
22. También a Gella el pan le gustaba mucho, pero no pudo evitar decir: «¡Y yo que había pensado que el pan celestial iba a saber como las hostias!».
23. «Ya ves, Gella, ahora estás en el Cielo, en la mesa del Señor, y no en la Tierra en la de Babel, por lo que aquí hay que pensar en términos celestiales y no en los de la Babel terrena, cuyo amo está al fondo de la sala».
24. Gella se asustó al oír estas palabras; pues presentía que Yo pudiera ser el Señor mismo.
25. La calmé diciendo: «Gella, aun si fuera como presientes, ¡mantente tranquila ante los demás y sé consciente que Dios, tu Señor y el de todos, no es un Padre inaccesible sino que eternamente se rebaja profundamente hasta sus hijos y quiere ser el que menos brille de todos. ¿Me comprendes, mi querida hija?».
26. Gella no pudo articular sino: «¡Oh, mi Señor, mi Dios, mi Padre!».
27. Cheng Chai oyó estas palabras y en seguida le preguntó a Gella: «¿A quién se dirigían estas palabras tuyas tan significativas? ¿Acaso el Lama está aquí entre nosotros? ¡Habla, para que pueda correr y consumirme de veneración y amor ante Él!».
28. Yo la tranquilicé, prometiéndole que también dentro de muy poco ella vería y reconocería al Lama, con lo que se quedó conforme.
1. El comportamiento de Gella, como también después el de Cheng Chai, llamó la atención de muchos otros que se preguntaban entre sí quién era Yo en realidad. Pues, pese a que Martín les fue presentado como amo de la casa, por mi comportamiento todos tenían la impresión de que más bien Yo era el verdadero amo y Martín y Borem solamente mis siervos muy devotos.
2. Martín, al oír las preguntas, se dirigió inmediatamente a la muchedumbre y tomó la palabra: «Escuchadme, hermanos y hermanas. ¿Acaso no sabéis qué dice la palabra de Dios? ¿No fue el Señor mismo quien dijo: “Quien quiera ser el primero que sea el más ínfimo entre vosotros y un siervo de todos”? ¿Acaso pensáis que aquí en el Cielo hay un orden distinto del que el Señor mismo ha mostrado, enseñado y revelado en la Tierra?
3. ¡Os digo que precisamente éste es el lugar donde se cumple plenamente el Orden revelado por el Señor en la Tierra! Por eso no hace falta que os rompáis la cabeza preguntándoos “quién” y “por qué”, sino comed y bebed según vuestras ganas. Y luego dad las gracias al Señor. Todo lo demás ya os será revelado a su debido tiempo».
4. «Amigo, todo lo que acabas de decirnos no deja de tener sabiduría pero, gracias a Dios, ya lo sabemos», comentaron los portavoces. «De modo que tu aclaración no nos ha prestado un gran servicio. También sabemos que nos está permitido consumir lo que nos de la gana. Por eso, apreciado amigo, habrías podido ahorrarte los esfuerzos para animarnos a comer. Estamos convencidos que también aquí en el Reino de Dios cada espíritu humano tiene su estómago individual que mejor que nadie sabe cuánta comida le conviene. De modo que ya ves que no hacía falta animarnos.
5. Somos muy conscientes que en el reino de Dios sólo el siervo de todos puede ser el mayor. La expresión “ser el siervo”, engloba también para nosotros su propio y contrario extremo: “lo más sublime”, y esto en el amor, la sabiduría y el poder. Porque donde falta el amor, tampoco existe la actividad, atributo indudablemente el más característico de un “siervo de todos”. Además, un “siervo de todos” tiene que estar penetrado por la mayor sabiduría porque con una sabiduría deficiente eso de servir a todos poco podrá funcionar. Y también estamos todos profundamente convencidos de que un “siervo de todos” tiene que ser igualmente muy poderoso para poder realmente servir a todos...
6. Amigo, ¿no será que tú mismo te tomas por un último e ínfimo siervo y servidor de todos? Si fuera así, ¡realmente nos darías pena! Y te vamos a decir por qué: estamos totalmente convencidos que nadie más que el Señor puede ocupar la función de “siervo de todos”. ¿Qué dices al respecto?».
7. A Martín pareció haberle caído un rayo pues no sabía qué contestar a los sabios oradores y se quedó totalmente perplejo ante ellos. Uno de los oradores se dio cuenta del detalle y le dijo:
8. «Hermano, vuelve tranquilamente a tu sitio anterior, atente minuciosamente a aquél que nos parece ser un verdadero “siervo de todos” y seguro que no te encontrarás en dilemas como éste. Siempre que actúas por tu propia iniciativa te arriesgas a que te pase lo que a aquella disparatada mosca que estaba sobre la espalda de un caballo muy fuerte que arrastraba un pesado carro. La mosca chupaba el sudor del caballo y finalmente se imaginó que era ella la que estaba arrastrando el pesado carro. Pero cuando el caballo hizo un alto, la mosca se dio cuenta muy avergonzada de lo poco que significaba su fuerza comparada con la del caballo. Por eso vale más que vuelvas al poderoso porque con Él podrás tirar; pero sin Él, amigo, poco conseguirás».
9. Martín volvió rápidamente a mí y se quejó: «Caray, Señor, ¡estos me han dado una enjabonada! ¡Muy servidor suyo! ¡Nunca ha podido nadie taparme la boca tan rápidamente; no les puedo contestar nada porque desgraciadamente tienen razón!».
10. «Mira a Borem. Él nunca hace nada sin que Yo se lo diga», observé Yo. «Por ello nunca mete la pata. Pues sí, mi querido Martín, aquí hay que tratar a los invitados de manera diferente que en la Tierra. De lo contrario puede suceder que des con uno a quien quieras enseñar y finalmente te das cuenta que no eres digno ni de desatarle los lazos de los zapatos. ¿Cuántas veces tropezarás todavía hasta que te vuelvas prudente?».
11. Contrito, Martín me respondió: «Señor, se dice que un burro no tropieza en la misma piedra más que una sola vez y ya le basta. Pero debe ser que todas almas de burros se han juntado en mí y cada una de ellas quiere pasar por la experiencia de cómo se puede tropezar en la misma piedra. Será así porque de lo contrario, por tu santo nombre, ya debiera haberme vuelto algo más sabio».
12.«Ya está bien», le tranquilicé. «¡Fíjate bien en mi Voluntad y jamás tropezarás! Y ahora confórtate con pan y vino para que te vuelvas lo suficientemente fuerte para arrastrar hacia aquí al huésped».
1. «Ay, mi amor, ¿ todos estos invitados tendrán que soportar el aspecto horrible de este monstruo?», preguntó Cheng Chai preocupada. «¿Seguro que no nos podrá hacer mal? Oh Lama, Lama, ¡temo que habrá un espectáculo espantoso! ¡Mira como serpentea y como sus ojos encendidos echan chispas de rabia! Cuando este monstruo esté aquí ante de nosotros, ¿quién se atreverá a mirarlo?».
2. «Puedes estar tranquila; este huésped es capaz de adoptar la forma que por el momento le parezca más ventajosa para su propósito», la calmé. «Pero le vamos a refinar su rudeza, al menos por un rato. No temas; todo saldrá bien».
3. «Tú y el gran Lama tenéis toda mi confianza; pero te confieso que no puedo decir lo mismo de Martín; pues es muy indiscreto», observó Cheng Chai. «Cuando una conversación o lo que sea se concreta, se retira como si no fuera capaz de hacer lo que quiere o lo que debe hacer. Por eso opino que al traer el monstruo abominable va más bien a originar confusión que orden. Borem, sí, es un hombre muy sabio con cierto poder, en él se puede confiar. Pero Martín sigue siendo un atolondrado que se siente capaz de mucho, pero que a la hora de la verdad no sabe hacer nada».
4. «Amada mía, en cierto sentido tienes razón, pero aun así cumple íntegramente con su papel actual. En el gran Orden del Lama también seres que en seguida abordan una tarea sin reflexionar mucho si podrán con ella o no, son muy precisos. Ello provoca que otros se animan a participar también, y con mayor sabiduría que los que tomaron la iniciativa. Pues los muy sabios son muchas veces demasiado engreídos y de tanta sagacidad no se atreven a emprender algo a no ser que su saber abarque el asunto con absoluta certeza. Por lo tanto tiene que haber hombres como Martín con menos sabiduría pero con más iniciativa que muchas veces vale más que una sabiduría excesiva. De modo que no te preocupes por Martín; él cumplirá muy bien con su tarea si la emprende y la realiza según el encargo que le di».
5. «Eso por supuesto», reconoció Cheng Chai. «Para mi corazón es cierto que aquí tú eres el más sabio de todos. Lo único que no me gusta de ti es que aún no sé quién eres en realidad. Hace poco, cuando te pregunté por tu nombre, me dijiste que mi amor por ti iba a revelármelo todo. Pero pese a la vehemencia con que te amo todavía este amor no me ha dicho nada, y por mí misma sé menos. Oh amigo mío, ¿por qué no me dices tu nombre?».
6. «Encantadora Cheng Chai, sabes, el nombre en sí no significa mucho si todavía no puedes reconocer lo que esta relacionado con él», le expliqué. «Te digo que si te hubieras fijado bien en todo que hasta ahora he dicho, ya sabrías de mí. Por lo tanto, en adelante fíjate bien en qué y cómo hablo, y cómo los demás hablan conmigo... Fíjate también en el resultado de mi Palabra pronunciada y ya nos aclararemos entre nosotros. Pero ahora sé valiente e intrépida porque Martín y Borem han recibido mi señal para traer el monstruo aquí. Mira, ¡ya están soltando las cadenas!».
7. Cheng Chai se quedó callada. Gella, con valor, se dirigió a ella y le dijo: «Cheng Chai, ¡si fueras consciente como yo de la infinita fuerza y del poder que residen en este amigo, entonces, estando a su lado, temerías a mil monstruos de estos menos que al más pequeño de los mosquitos!».
8. Cheng Chai casi se asustó y le preguntó con premura: «¿Qué has dicho? ¡Continúa, háblame del que amo tan infinitamente! ¿Conoces a este magnífico? ¡Dime, de prisa, háblame! Si se realizara mi presentimiento secreto! Oh Lama, ¡entonces Cheng Chai sería o el ser más feliz del Cielo o el más infeliz de todo el infinito!
9. Pues soy una gran pecadora ante el gran Lama porque en mi país una vez denuncié evidentes mensajeros suyos que finalmente sufrieron muerte de mala manera. Si realmente eran mensajeros del Lama entonces ¡ay de mí si mi sublime presentimiento se realiza! Porque ser rechazada eternamente por aquél a quien amo tan ilimitadamente, dime, hermana, ¿puede haber un sufrimiento mayor que éste? Pero si los denunciados eran embaucadores y no mensajeros del Lama, lo que por supuesto ignoro, entonces podré soportar más fácilmente la faz del todopoderoso tan tremendamente justo. Por eso ¡háblame, habla, hermana!... ¡O tal vez es mejor que no me hables, porque tu testimonio precipitado pudiera romper mi corazón! ¡Por eso déjame todavía gozar algún tiempo de mi dulce incertidumbre!».
10. Con estas palabras cayó como desmayada a mis pies. Pero Yo la conforté y la levanté.
1. En este momento, se acercó junto con algunos de sus colegas el mismo jesuita al que Cheng Chai había traicionado y todos se arrojaron a mis pies.
2. «Señor, Padre, sólo ahora nuestros corazones te han reconocido», dijo el jesuita. «¡Perdónanos nuestra profunda ceguera que durante tanto tiempo no nos ha permitido conocerte tal como eres: tan bueno y manso, y tan sumamente condescendiente!».
3. «¡Levantaos, hijos míos, y no llaméis la atención! Pues todavía hay muchos que, por su propio bien, no deben conocerme aún del todo. El alfarero sabe mejor que nadie cuándo hay que quitar la vasija de la rueda. Vosotros quedaos ahora aquí para dar testimonio del mal que os ha hecho este dragón que Martín y Borem arrastran para acá. Tú, Corel, muéstrate también a Cheng Chai, la que en tiempos te denunció en China ante el emperador y que ahora por su gran amor hacia mí se encuentra a mi lado de donde difícilmente se apartará durante toda la eternidad».
4. En seguida Corel cumplió con mi deseo y, muy amistosamente, se presentó a Cheng Chai. Ella le reconoció y se asustó profundamente al ver su supuesto acusador.
5. «Pero Cheng Chai, ¿por qué te asustas de mí?», le preguntó Corel. «¿No hiciste únicamente lo que tu conciencia te mandaba? ¿No fui yo mismo quien te enseñé que sólo es pecado todo lo que una persona hace contra la voz de su conciencia? ¿Y no te dije que la voz de la conciencia es la de Dios, es decir la del Lama? Sé que a principio me apreciabas profundamente y que nos considerabas como verdaderos mensajeros de Dios. Y sólo cuando más tarde supiste por tu perspicacia femenina que estábamos tramando una alta traición, conseguiste astutamente que te iniciásemos en nuestro plan. Siendo china, era obligación tuya denunciar nuestro malvado intento para evitar muchas desgracias a tu patria.
6. Aunque luego nos castigaron brutalmente, todo aquello no fue culpa tuya, en absoluto, sino que los culpables fuimos nosotros mismos por haber convertido el santo fin de nuestra misión en una necedad tan vil. Pues si nosotros, y especialmente yo mismo, hubiéramos permanecido fieles al objetivo de nuestra misión, seguro que te habrías vuelto una cristiana de las más despiertas, junto con muchos de los tuyos. Pero como desgraciadamente muy pronto fuimos infieles a nuestra santa misión, ofuscados por los grandes tesoros de tu país, pronto tuvimos que pagar con nuestra vida.
7. De todo ello puedes deducir fácilmente que en manera alguna podemos formular acusaciones contra ti, sino que más bien tendríamos que temer lo contrario. De modo que, cara Cheng Chai, no tienes el menor motivo para asustarte de nosotros. Pues nosotros, que fácilmente pudiéramos ser acusados por ti, tenemos un gran motivo por no asustarnos de tu presencia. Ahora, amada del Altísimo, te rogamos que nos perdones para que finalmente, libres de toda culpa, podamos acercarnos a aquél cuyo nombre nuestras lenguas jamás serán dignas de pronunciar».
8. Cheng Chai estaba profundamente conmovida por este testimonio de Corel y le respondió: «Queridos amigos, en este lugar ya no existe la culpa. ¡Y si existiera, mi amor al Lama la habría anulado para siempre! Pues mi corazón me dice: “¡Tu amor al Lama es el mismo Lama dentro de ti!”. Amigos, este santo amor no conoce la culpa sino únicamente hermanos y hermanas queridos, incluso si todavía andan errados... Sea mi único ataque contra vosotros amaros y consideraros como mi propia vida, ¿de acuerdo?».
9. Ante estas palabras de Cheng Chai, a Corel y a sus colegas les cayeron lágrimas de alegría; también Cheng Chai estaba conmovida.
10. «Flor más preciosa de mi corazón», dije a Cheng Chai, «¡ven y déjame que te abrace porque pocas veces se encuentra un amor grande y puro como el tuyo!
11. Oh encantadora, ahora eres extremadamente feliz porque me has ganado a mí. Pero también Yo, como amado tuyo, soy sumamente feliz porque en ti, una pagana, he encontrado un amor que en la cristiandad, aparte de la Magdalena y de mi madre física, no tiene igual.
12. Cheng Chai, Cheng Chai, ¡has logrado mucho! No obstante, aun no tienes ni la menor idea de adónde has llegado... Que tus ojos, durante poco, queden todavía algo ofuscados para que después te vuelvas aún más bienaventurada. Ahora ¡atención todos, los dos que arrastran el dragón ya han llegado al centro de la sala y en seguida estarán aquí!».
1. Martín gritó desde lejos: «¡Señor, ayúdanos o la bestia nos liquidará; aun con todas nuestras fuerzas no podemos con ella!».
2. «Satanás», dije Yo, «¡obedece a tu Señor!».
3. «¡Nunca te obedeceré», gritó el dragón. «¡No reconozco a Señor sobre mí!».
4. «Si no quieres obedecer mi Palabra de Padre no podrás enfrentarte a mi Omnipotencia, lo que ya has experimentado muchas veces!», le advertí. «De modo que te llamo otra vez como Padre y Señor: ¡Ven aquí y justifícate!».
5. «¡No, no y otra vez no!», rugió el dragón. «¡A ti jamás te obedeceré porque sólo yo soy el Señor de toda la eternidad, y tú, todo lo que eres, lo eres únicamente por mí!».
6. A eso contesté en voz alta: «Satanás, ¡no te opongas a Dios, tu eterno Creador, de lo contrario aún aquí te alcanzará tu eterno juicio inexorable!».
7. De nuevo el dragón rugió: «¡Yo, tu Señor, voy hacer frente eternamente a ti y a tu miserable juicio! ¡Quítame de aquí si eres capaz!».
8. Ante eso le forcé con el poder de mi Voluntad y, junto con su séquito, le lancé ante mí, donde quedó como muerto.
9. Sorprendido, Martín me preguntó por qué el dragón no se había opuesto esta vez.
10. «¡Espera sólo hasta que vuelva en sí», le advertí, «y ya verás lo que pasará luego!».
11. «Señor, me gustaría que durante algún tiempo le fuera concedida ahora plena libertad a mi lengua para poder fulminar mil verdades a este ser tan enormemente estúpido. ¡No puedo explicar con palabras como hormiguea mi interior por hacer un buen desaire a este contumaz! ¡Su ridícula apariencia no me puede impresionar en absoluto, más bien me da risa!».
12. «Si sientes tanta pasión por medirte con mi enemigo primordial, ¡tienta tu suerte, pero cuida que no te deje acorralado! Sólo para este fin séale permitido el uso de su lengua; porque si le dejara toda su libertad entonces jugaría contigo como un gato con un ratón. Te digo que sin mí la creación entera no podría enfrentarse a la fuerza que todavía le queda. Pero como ahora no tiene suelta sino la lengua, puedes intentar superarle sin el riesgo de que te pueda hacer mal. ¡Empieza pues a dispararle las flechas agudas de tus palabras!».
13. Lleno de valor Martín se acercó al dragón y, directamente ante sus fauces, empezó con unas observaciones mordaces: «Escucha, bestia la más estúpida de todo el infinito, ¿qué esperas ganar ante Dios con tu testarudez anticuada y más que ridícula? ¿Es posible que algunas eternidades no hayan sido bastante para que sepas que eres la carroña más estúpida de todo el infinito? De un burro se dice que no tropieza en la misma piedra más que una sola vez. ¿Qué habrá entonces que decir de ti, vieja bestia que engañas todos los mundos, hombres y animales? Será que tu cerebro de cerda aún no ha acabado de cocer suficientemente en el fuego del infierno durante algunas cuantas eternidades, suponiendo que tu ilimitada estupidez todavía comprenda los términos en que te hablé... ¡Respóndeme, estúpido, si puedes!».
14. «Oye, ciego indiscreto», respondió el monstruo, «un león no es un matamoscas. Y yo como espíritu primordial, aun dentro de mi gran miseria, soy demasiado magnánimo para molestarme por un espíritu ambulante. Te perdono todo con mucho gusto, porque en la Tierra fuiste un buen colaborador de mi reino. De modo que ¡amigos como antes, mi querido Martín!».
15. Con esta respuesta Martín quedó fuera de si y le costó mucho soportar el menosprecio de su persona y más todavía escuchar la acusación que le siguió. Tras respirar profundamente continuó:
16. «Malvado miserable, ¿cómo puedes osar rebajarme de esta manera infame, a mí, un ciudadano del Cielo, y eso en presencia de Dios? No sabes que está escrito: “¡Ay de aquél que pone la mano en uno de mis ungidos!”. Yo, por ser ciudadano del Cielo supongo que también soy ungido del Señor ¿Acaso piensas que el Señor dejará impune este ultraje, miserable?».
17. «Oye, Martín, cuando en la Tierra todavía estabas a mi servicio, siempre que hablabas de mí me tratabas como “rey de la mentira”. No obstante, siempre he respondido a tu torrente de ofensas infantiles sobre mi existencia miserable con toda serenidad y no te he dicho sino la pura verdad. Tú sin embargo, como ciudadano ungido del Señor, me atacas con un genio más explosivo que un barril de pólvora en la Tierra. Y encima de todo me amenazas con la venganza divina, caso que toque tu ser ungido.
18. Dime ahora, ¿de dónde sacas el derecho a insultarme así ante Dios? ¿Acaso no soy yo de Dios como tú, con la única diferencia que soy una parte suya infinitamente grande, en tanto que tú no eres más que una minúscula parte de una minúscula partícula de mí, recogida por el Señor de los deshechos de la absoluta nulidad, y convertida en un minúsculo espíritu humano?
19. Si tienes alguna estima por Dios, ¡entonces tenla también por todo lo que surgió de él y no únicamente por tu ser ungido que parece importarte más que el mismo Señor! Es posible que con tu intelecto ungido hayas medido las infinitas profundidades primordiales de la Divinidad, palmo a palmo, para que puedas enfrentarte a mí con un eterno pozo de sabiduría y decirme: “¿por qué eres así y no como debes ser?”.
20. ¿Puedes probarme que, por razones de la creación para ti eternamente inconcebibles, no soy como tengo que ser para que tú puedas ser la poca cosa que eres? ¿O acaso hay un alfarero que haga una jarra sin utilizar una rueda? El mundo para el Creador igual que la rueda para el alfarero. Yo mismo soy la materia para todo lo que es mundo y por consiguiente también su base. De modo que soy el polo opuesto materializado, la causa de toda existencia y evolución particular que se manifiesta como tal en lo infinito.
21. De ello puedes deducir con tu intelecto ungido que evidentemente formo parte imprescindible del Orden de Dios y que él, dándome mi existencia, no habrá creado sin duda un soporte ignorante como base de toda existencia y evolución. Ahora dime que así es, suponiendo que lo reconozcas y que quieras tener a Dios en toda estima. ¿Cómo es posible que con tu intelecto ungido no reconozcas que, profanando las obras de Dios inevitablemente también profanas a Dios mismo y que de esta manera, con tu perdonable gran estupidez, le llamas incompetente?
22. Por lo tanto, mi querido Martín, vale más que te tranquilices... ¡Aún pasarán muchas eternidades hasta que asimiles una ínfima parte de las infinitamente profundas relaciones que existen entre yo y Dios! Además ¿no te parece extraño que un ungido ciudadano de la paz de los Cielos de Dios tenga que aprender mansedumbre de mí, Satanás?
23. Si quieres contestarme algo, Martín, entonces habla, ¡pero habla como un sabio y no como un tonto y desenfrenado niño callejero del mundo! Ten en cuenta que aquí te encuentras ante Dios y su mayor espíritu primordial creado, cuya apariencia y obstinación, los motivos de las cuales jamás te serán concebibles, te escandalizan evidentemente a causa de tu necedad».
24. Martín quedó boquiabierto, mirando alternativamente a mí y a Satanás, hasta que me preguntó en su corazón: «Señor, ¿qué es esto? ¿Qué voy a contestarle al dragón? ¡Lo grotesco es que después de todo aún parece tener razón!
25. El diablo, y tener razón... ¡Eso cuadra como un puñetazo en un ojo! ¿Pero qué voy a decir si el diablo al fin tiene razón? ¡Caramba!, ¡el diablo, y tener razón!».
26. «Tú mismo quisiste discutir con él», fue mi respuesta. «¡Ahora continúa luchando porque no debes permitir al diablo que te venza! ¡Procura combatirle conforme a tu audacia! Continúa, pues, y contesta a lo que te ha dicho!».
27. «¡Menuda réplica saldrá», se dijo Martín. «Dios mío, ¡yo - y éste!».
1. Después de un rato Martín continuó, dirigiéndose al dragón: «¡Óyeme, tú que perjudicas a toda vida, intrigante, antiguo héroe de la noche espiritual e implacable traidor de todas las almas! Ya veo que hablas como un verdadero sabio. Pero no es por tu propia voluntad por lo que hablas de esta manera sino por tu impotencia profundamente sentida, al ser consciente que el Señor te ha paralizado instantáneamente hasta en tu última fibra. ¡Apuesto mil contra uno que, si estuvieras libre, cambiarías de tono!
2. Estoy bien al tanto que surgiste de Dios como primero y mayor espíritu, lleno de Luz y claridad, que tu poder penetraba todos los espacios y tu Luz radiaba como un ojo de Dios. Pero también sé que Dios te hizo surgir de sí no para la caída, en la que permaneces obstinadamente desde hace algunas eternidades, sino para la suprema elevación de la vida absolutamente libre y bienaventurada...
3. Dime, ¿por qué no te encuentras en el nivel en el que según la Voluntad de Dios debieras encontrarte? ¿Por qué eres continuamente el polo completamente opuesto a la Voluntad de Dios? ¿Por qué prefieres permanecer en eterna amargura en vez de dirigirte al Señor, tu Dios, y, como hijo perdido que ha vuelto al Padre, gozar en medida inconcebible de su eterno Amor, en toda libertad y máxima potencia? ¡Habla, si eres suficientemente sabio para contestarme!».
4. «Ves, Martín, estas preguntas ya son mucho más razonables que las anteriores y te honran. Entre ellas hay realmente algunos puntos que merecen una buena respuesta. Pero ¿sabes?, antes de contestar a alguien tales puntos desde las profundidades de todas las profundidades, suelo tantear el terreno para ver si es capaz de asimilar la respuesta.
5. Para tal fin ruego al Señor, caso que Él quiera que te conteste, que me permita durante un rato plena libertad, bajo la santa garantía que no haré mal a nadie. Si resistes la prueba, responderé a todas tus preguntas. De lo contrario será señal que aun no estás bastante maduro para una sabiduría demasiado profunda. ¿Insistes en la respuesta de tus preguntas y por consiguiente en que tantee el terreno? ¡Decídete!».
6. De nuevo, en su corazón, Martín se dirigió a mí y me preguntó qué debía hacer. Le respondí:
7. «La primera regla del Orden de toda vida verdadera es: quien empieza una obra también tiene que acabarla. Por lo tanto no te quedará otro remedio sino consentir en la condición que tu adversario te pone. ¡Pero te advierto que tengas firmeza! Porque éste espíritu es extremadamente astuto y las pruebas que pone son arteras sin igual».
8. Y dirigiéndome al dragón le dije: «Estás libre durante unos momentos. ¡No abuses de esta Gracia!».
9. Al instante su coraza de escamas se redujo a un montón de polvo del que se alzó una figura femenina de una hermosura tan fantástica que ante ella se eclipsan en nada todas los seres femeninos inimaginablemente hermosos del Sol, de una inconcebible ternura y blancura de piel, las formas de los miembros perfectísimas, el cuerpo infinitamente bonito coronado por una cabeza de una belleza majestuosa inimaginable, y de una hidalguía en toda su apariencia como en el espacio infinito no hay par.
10. «Pues bien, querido Martín, si quieres voy a contestar todas tus preguntas. Pero antes dime si tal vez pudieras amarme si yo te amase más que a mi vida... ¿Podrías amarme y a través de tu amor salvarme de mi perpetua angustia bien conocida por ti? ¡Habla, Martín, habla!».
11. Martín, al ver esta extraordinaria belleza inesperada que además le miraba con un cariño muy profundo y le hablaba con una voz sumamente dulce y armoniosa, quedó fuera de combate.
12. Quedó tan lleno de admiración que casi no podía respirar. Los fenomenales encantos seductores de este ser le fascinaron de tal manera que cada fibra de su ser se encendió en un amor ardiente hacia esta belleza femenina insoportable para él. De momento su lengua estaba totalmente paralizada y no le salían más que fragmentos de palabras, en tanto que su boca y sus ojos se abrían más y más.
13. Cada vez más encendido y tras un extraordinario esfuerzo, gritó de repente: «¡Oh Cielo, Cielo, Cielo de todos los Cielos! ¿Quién podría verte y no amarte? ¡Te amo, te amo infinitamente! ¡Oh ser más bello y seductor de todos los seres, si eres desgraciado y tienes que sufrir, ¿quién, después de haberte visto, podría ser feliz sabiendo que sufres?
14. ¡Si no puedo salvarte, entonces prefiero sufrir eternamente junto contigo en vez de ser el más bienaventurado de todos los Cielos sin ti! ¡A ti quisiera ofrecerte la eternidad si la tuviera! ¡Miles de vidas quisiera ofrecerte por una partícula de tu ser! Oh ser infinitamente magnífico, habla, ¿qué debo hacer para salvarte, para ganarte para mí, para siempre?».
15. «Oh, magnífico Martín, si me amas tanto como afirmas tan solemnemente, ¡entonces dame ahora mismo un beso ardiente!», respondió el dragón transformado. «¡Este beso me salvará para siempre y con él seré tu más dulce compañera por toda tu Vida eterna!».
16. «¡Tú que eres mi Cielo de los Cielos!», exclamó Martín con extremado encanto, «¡no solamente uno sino un trillón de besos tendrás!».
17. Casi dando un salto quiso cumplir su promesa. Pero ¡menuda cara puso cuando la adorada le rechazó en voz alta con cara de gran indignación!
18. «¡Atrás, lascivo miserable, fracasaste y no mereces respuestas mías! ¡Indigno, cómo has podido olvidar a Dios y arrojarte en mis brazos siendo yo el enemigo de toda vida no parecida a la mía! Oh ¡criatura debilísima y escoria de toda fealdad!».
19. Martín se desmayó y el dragón adoptó su forma original.
1. Borem se acercó a Martín, le levantó y le hizo saber: «¿Ves, Martín, como tienes demasiado temperamento? ¡En adelante deja que actúe el Señor! Y si nosotros sólo actuamos de acuerdo con la Voluntad del Señor siempre saldremos de la mejor manera.
2. Para rivalizar con seres como éste se requiere mucho más de lo que ahora somos capaces de asimilar. Te digo que con él ni siquiera un ángel puede competir, a no ser con grandes dificultades ¡y eso con la ayuda del Señor! Pues este dragón primordial dispone para sus trucos de incontables artificios sofisticados, todos aptos para engañar la totalidad de los Cielos si el Señor no lo impidiera. Si todos los ciudadanos del Cielo no están seguros ante sus intrigas sin la intervención del Señor, ¿cómo podríamos nosotros lograr algo en contra suya, siendo además novatos en este reino?
3. Cuando Miguel, el más poderoso ángel de todos los Cielos, luchó contra este dragón por el cuerpo de Moisés, aquél le ganó. Y como vencido no pudo hacer otra cosa que invocar el juicio del Señor sobre este ser tan profundamente malo, y únicamente este juicio fue capaz de arrebatar su presa al dragón.
4. Si Miguel perdió contra él, ¿qué es lo que conseguiremos tú y yo? Por lo tanto en el futuro, en encuentros parecidos previstos por el Señor, ten cuidado con seres como estos porque su naturaleza es mala y enteramente falsa.
5. Ahora levántate y da gracias al Señor que te ha salvado de un gran mal. Porque si por Satanás fuera, ya habría aceptado tu beso, un beso con el que habría transformado todo tu amor celestial en su amor infernal, y con su apariencia femenina, que seguramente ya no habría cambiado ante ti, te habría atado a él con flejes más fuertes que el acero.
6. Pero en el mismo momento en que querías besarle, el Señor le repuso en el antiguo juicio de su propia naturaleza maligna; su infinito orgullo resurgió y te rechazó de mala manera, y acto seguido tuvo que volver a adoptar su forma de dragón. De modo que el Señor te ha salvado... ¡Anda y agradécele la salvación de tu ser tan débil!».
7. Martín se levantó rápidamente, se precipitó hacia mí y me pidió perdón por su atolondramiento, y me agradeció de todo corazón mi intervención y la advertencia recibida de Borem.
8. Yo le reprendí con las palabras: «Martín, ¿cuánto tiempo todavía tendré que soportar tus tan frecuentes necedades? ¿Cuándo empezarás a actuar de una vez conforme a tus frecuentes y buenos propósitos? ¿Cuántos escarmientos necesitarás todavía hasta que te vuelvas sabio de manera duradera? Oh especie perversa, ¡cuánto tiempo cuesta llevarte al buen camino!
9. ¡Levántate ahora y, por una vez, vuélvete más sabio! Basta ya. Te dejas arrebatar demasiado fácilmente por algo verdadero; pero dejarte llevar y ser vencido hasta la última fibra de tu ser por el fraude y la mentira... ¡Vaya debilidad que hace falta para eso!».
10. Martín sollozaba de arrepentimiento, pidiéndome perdón.
11. Me incliné hacia él y le levanté. «Mira, ahora estás de nuevo enderezado ante mí porque te he levantado, ¿pero cuánto tiempo te mantendrás así?
12. Escucha, es indispensable que cada verdadero ciudadano del Cielo se vuelva al fin absolutamente libre por sí mismo, pues no debe caer aunque tenga que andar durante algún tiempo por un camino por resbaladizo que sea. ¿Qué va a ser de ti si te dejo totalmente libre? ¿Mantendrás el equilibrio y no caerás aunque andes solo por un camino resbaladizo?».
13. Totalmente contrito, Martín me respondió: «Señor, ¡no me sueltes de ninguna manera! ¡Te ruego que nunca me dejes totalmente libre porque estaré perdido! La libertad absoluta, para quien sea, ¡pero no para mí! Si estando contigo sólo puedo ser el muy último, ya estaré contento por todas las eternidades... ¡Por eso entrega esta casa al hermano Borem porque yo no sirvo para propiedad tan sumamente maravillosa!».
14. «¡Tranquilo, Martín! Sujétate firmemente a mí en tu corazón y verás como todo irá muy bien. Pero tu propiedad no hay manera de quitártela porque eso equivaldría a quitarte tu vida y entregársela a otro. Sabe que aquí uno no puede poseer otra cosa sino únicamente lo que surge de sí mismo. Tal propiedad viva es imperecedera como su propietario porque aquí propietario y propiedad son inseparables.
15. Si no dejas que tu propiedad te tiente a sentirte señor, esta se vuelve cada vez más esplendorosa. Cada ciudadano del Cielo es propietario absolutamente autónomo de las obras de su espíritu, de su amor para conmigo. Pero aun así el Señor de toda propiedad y de todo espíritu soy únicamente Yo.
16. Ahora conoces la relación entre estas cosas aquí en el Cielo. ¡En adelante mantente firme en tu amor exclusivo para conmigo y tu propiedad celestial jamás te incomodará!
17. Y no te preocupes por Borem porque él ya tiene de todo más que suficiente. El día que hayas madurado enteramente te introducirá en su propiedad. De momento ve con él y haz lo mismo que él. Entre tanto Yo mismo voy a hablar algunas palabras con este invitado nuestro».
18. En seguida Martín cumplió mi deseo.
1. Me dirigí al dragón diciéndole: «Satanás, ¿cuánto tiempo desafiarás todavía a Dios, tu eterno Señor? ¿Cuánto tiempo todavía durará tu orgullo ilimitado? ¿Qué piensas lograr ante mi infinito poder que, siempre y a cada momento, puede aniquilarte del todo? Aunque no es ni mucho menos mi intención, ¡todavía puedo castigarte eterna y severamente!
2. Sabes que éste es tu último período y que todavía puedes elegir entre la vida y la caída eterna. ¿Qué piensas hacer? Sabes muy bien cuál es mi Voluntad. Si no fuera así serías sin pecado. Pero como conoces mi Voluntad y sabes cuál es la recompensa y el castigo, habla: ¿qué harás?
3. Todo empieza a levantarse contra ti: las montañas menguan y los valles se llenan. Las coronas y tronos de la Tierra que tú erigiste serán derrocados. ¿Qué harás? Nunca podrás enfrentarte contra mi poder, ya no te será concedido nada. Habla, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a decidirte por la vida o por la caída?
4. Debajo de ti está el eterno abismo y delante de ti estoy Yo, Padre de todos aquellos que me aman, y aquí está mi mesa. ¡Decídete ya, sin perder tiempo! Así sea».
5. «Señor, te conozco y conozco mi amarga impotencia ante tu poder infinito y eterno», me respondió Satanás. «Pero precisamente porque lo conozco todo en toda su profundidad y porque soy completamente consciente de mi propia impotencia, considero un gran triunfo de mi orgullo poder oponerme a ti, ¡y eso eternamente! También soy completamente consciente que pese a todo tu poder no tienes medios para torcer mis ideas o mi voluntad, a no ser mediante mi exterminio total, lo que de ninguna manera podrías considerar como una victoria sobre mí. Pues en la esfera espiritual una victoria nunca consiste en el exterminio de un contrincante infinitamente más débil sino en convencerlo sabiamente, ya que así lo exige la absoluta libertad de los dos rivales.
6. Otra cosa es si el contrincante se deja convencer o no... Eso depende únicamente de su propio arbitrio absolutamente libre. Y aquí estoy yo, el polo opuesto, que jamás reconocerá lo que tú quieres aunque sea lo más justo. Y aun si lo reconociera no lo aceptaría, para demostrarte que fuera de tu voluntad hay otra a la que no puedes doblegar mientras no me quites la existencia, y eso a pesar de toda tu Omnipotencia...
7. Pues llevar una existencia libre y de acuerdo con tu voluntad es algo muy fácil. Pero conocer tu Omnipotencia y tu ira, y dentro de la propia impotencia oponerse a ti pese a todo, al Espíritu supremo y omnipotente, en un máximo sufrimiento y privándose eternamente de toda bienaventuranza, ¡esto es más grande que todas las grandezas que abarcará tu ojo omnividente durante toda la eternidad e infinitud!
8. Esta es la razón de mi constante desobediencia ante ti: en ella veo el mayor triunfo de mi impotencia ante tu Omnipotencia porque dentro de mi impotencia sigo venciendo tu Omnipotencia y sabiduría, y tanto tu amor como tu ira. Y con toda tu fuerza, sabiduría e ira, y con todo tu poder, amor y juicio, no puedes hacer que me incline ante ti.
9. Ser un Miguel no requiere mucho talento; ser un Gabriel no es difícil; ser un Uriel es fácil; ser un Serafín o un Querubín es una niñería celestial... Pero ser un Lucifer, el primer y mayor espíritu después de ti, siendo consciente de la infinita bienaventuranza que ofrece tu infinito amor..., sabiendo de la agonía cada vez mayor que significa el juicio de tu ira..., y aun así desdeñar toda bienaventuranza y toda una agonía eterna... Ser consciente de la propia impotencia pero hacerte frente, eternamente, sin tener la menor esperanza de ganar algo nunca, sino únicamente de perder, de perder eterna e infinitamente mucho... ¡La grandeza de esta voluntad impotente de una criatura es infinitamente mayor que toda la grandeza de tu Divinidad! Y aun dentro de mi máxima agonía, la consciencia de ello me proporciona una bienaventuranza que tú, junto con todos tus espíritus y ángeles, jamás has experimentado. Por lo tanto no me vengas más con la pregunta de durante cuánto tiempo te haré frente todavía, pues la respuesta será eternamente la misma: ¡Dios jamás conseguirá que cambie!».
10. «¡Oh espíritu muy ciego!», le respondí. «¡Qué grande es tu muerte para que en ella consigas imaginarte que me puedes hacer frente! Estás complaciéndote en tu quimera y no consideras que cada verdad, así como tu presunta libertad, tiene que depender de mi Voluntad a fin de cuentas. ¿Quién nunca entró en consejo conmigo y quién ha conocido mis caminos? ¿Cómo sabrás si tal vez fue mi Voluntad secreta que tengas que ser precisamente como eres? ¿Y cómo quieres saber si quizás ya desde el principio de los tiempos te había predestinado para tu caída? ¿Puede nunca una obra prescribir al maestro cómo y para qué la debe formar?
11. Para fabricar un gran crisol en el que fundan los minerales, el fundidor se sirve de materiales refractarios. Luego pone este crisol en un horno potente donde el tan duro mineral empieza a hervir. Tras una buena cocción el mineral se vuelve tan líquido que el fundidor fácilmente puede llenar diversas formas útiles en las que se enfría y se solidifica. Pero el crisol queda en el horno para fundir más minerales y no se saca del fuego hasta que se vuelve inservible. Una vez sacado se arrojará para siempre porque como materia consumida por el fuego ya no sirve para nada.
12. ¿No soy Yo Maestro de obras de todas las obras? Siendo así, me preparo las herramientas que necesito y quiero. Dime, ¿en qué puedes hacerme frente? ¿Dónde ves tu “oposición” si eres como eres y finalmente no puedes ser diferente a como Yo quiero que seas?
13. Pero Yo no soy un fundidor de minerales duros sino un Maestro lleno de Amor, dispuesto a retirar mis crisoles del horno si ellos lo desean y si quieren entrar en el Orden de mis obras libres. Pero si no lo quieren y prefieren continuar siendo mis eternos crisoles, también estoy de acuerdo pues no tengo que preocuparme por otros nuevos. Pero una vez que hayan decidido continuar como crisoles, continuarán siendo como tienen que ser y de ninguna manera como les gustaría ser. Pues una herramienta no puede ser diferente de como Yo la preparo y la quiero.
14. Por lo tanto tu pretendida oposición que te causa tanta alegría no es otra cosa que una quimera, un producto de tu gran ceguera. Al igual que la jarra no puede decir: “Yo soy como yo quiero”, pues es el alfarero quien la tiene encima de la rueda dándole su forma. Tampoco tú puedes decirme que eres como tú quieres, pues lo que eres y cómo eres depende únicamente de mí, como Yo lo quiero. Yo, el eterno Amor, con el juicio al que te he sometido te he concedido libertad suficiente para que puedas sentir tu estado penoso, volverte consciente de él y remediarlo, si quieres. Si no quieres, entonces sigue siendo lo que eres y cómo eres, y no porque tú lo quieres sino porque Yo lo quiero así.
15. De modo que si quieres mejorar tu condición, entonces te reemplazaré por otra herramienta útil a mis propósitos, otra herramienta de tu género. Ahora habla, ¿qué quieres? ¡A mí me da absolutamente lo mismo!».
16. Satanás quedó totalmente estupefacto y no sabía que contestar.
17. Pero su abundante séquito gritó: «Señor, si es así, ¡entonces sálvanos de nuestra antigua agonía y sustitúyenos por nuevas herramientas útiles! ¡Ya hemos sufrido miseria más que suficiente y el fuego nos ha desmoronado! Por eso, ¡sálvanos, Señor, y transfórmanos conforme a tu Bondad y tu Amor!».
18. Oyendo esto a su séquito, Satanás se puso furioso y gritó: «¿No queréis participar en mi grandeza? ¡Porque entonces no haré lo que Dios quiere sino lo que yo quiero! ¡Decid que estáis de acuerdo conmigo!».
19. «¡Insensato!, ¿qué podrías tú querer si no lo quisiera Dios?», gritó su séquito. «Tu voluntad muy libre, ¿no es la Voluntad de Dios? Puedes querer lo que quieras, pero aun así no puedes querer nada por ti mismo sino únicamente lo que te concede la Voluntad de Dios que se halla dentro de ti y que eternamente continuará siendo tu juez invencible. ¡Tú, haz lo que te permite el juicio en que te encuentras! ¡Pero a nosotros nos ha alcanzado ahora la Misericordia de Dios que jamás nos abandonará ya, por lo que actuaremos de acuerdo con el margen que nos permita nuestro juicio ya algo mejor!».
20. «¡Levantaos pues, pobres miserables, y sed libres!», dije Yo. «Pero tú, Satanás, si ese es tu deseo, sigue siendo lo que eres. Decide ahora lo que quieras, siempre será por mi Voluntad divina y no por la tuya; tu voluntad siempre será mi juicio dentro de ti.
21. Y para que puedas meditar un poco sobre esta enseñanza concluyente, te concedo aún un poco de tiempo para que, una vez más, puedas reflexionar sobre lo que eres y cómo eres. Si quieres mejorar tu situación, entonces así será. De lo contrario seguirás siendo lo que ya eres desde hace tanto tiempo, hasta que el último cautivo de toda la creación actual haya emanado de la carne. ¿Que será de ti después? ¡Esto lo sé únicamente Yo y nadie más en toda la infinitud!».
22. Ante estas palabras Satanás lanzó un grito horroroso y salió corriendo por la puerta. Su séquito se quitó sus corazas de escamas y lo que quedó fueron mil almas de aspecto lamentable, totalmente desnudas, que suplicaron que les ayudaran y que les aliviaran sus grandes dolores.
23. Llamé a Martín, Borem y Corel para indicarles que llevasen a estos miserables al baño refrescante. Los tres cumplieron en seguida con mi Voluntad y los mil miserables encontraron alivio.
1. Entre tanto Cheng Chai, que se encontraba a mi lado, se despertó como de un sueño y recordaba todo lo que había sucedido ante ella como si lo hubiera visto en un sueño muy vivo. En seguida empezó a contarme todo punto por punto y después de haber terminado la historia me preguntó si en esta visión podía haber algo verídico.
2. «Cheng Chai, tú misma has visto que Martín y Borem no fueron capaces de arrastrar hasta aquí al dragón encadenado porque se opuso a su fuerza», le respondí. «También supiste que Yo, cuando Martín me pidió ayuda con el consentimiento de Borem, con el poder de mi Voluntad traje al dragón a nuestros pies instantáneamente... ¡Pero todo eso lo has visto con los ojos todavía abiertos!».
3. «Pues sí, todo eso lo he visto», reconoció Cheng Chai. «Pero nada más ver el dragón ante nosotros me desmayé de horror y todo lo que luego pasó con él lo vi como en un sueño.
4. Cuando mi mente está totalmente despierta puedo muy bien asimilar lo que veo mientras mi intelecto lo abarque. Pero las visiones en una especie de sueño se encuentran más allá de la capacidad de entendimiento de mi alma. Sólo me queda el remedio de dirigirme a ti, pues tengo la muy viva convicción de que eres el más sabio y el más poderoso de toda esta enorme casa. ¡Te ruego que me expliques mi visión!
5. En ella actuabas y hablabas en la persona del mismo Lama eternamente santo. Pero ahora, despierta, no veo ni la menor transformación de tu apariencia ya conocida por mí. De modo que puedes ser tanto un mensajero del Lama provisto de un gran poder, como también el mismo Lama tras un disfraz adecuado. Hasta aquí puedo hacerme una idea sobre mi visión; pero sobre lo demás y sobre lo más correcto espero tu explicación. Amor mío, ¡no dudes en regar mi corazón con tu abundante sabiduría!».
6. «Pero Cheng Chai, ¿dónde está el dragón y dónde su séquito? Ahora estás sorprendida y te preguntas en tu corazón: “Por el Lama, santísimo, ¿dónde se habrá quedado el monstruo? ¿Y su séquito? Y Borem, Martín y Corel, ¿dónde estarán?”.
7. Te digo que a aquél que se presentó como dragón lo ha despachado mi fuerza con la rapidez de un pensamiento, por la puerta, y le ha obligado a introducirse en los cerdos de la Tierra para que estos, enfurecidos, recorran los cerros del extremo egoísmo y para que finalmente desde allí se arrojen en el mar de la tenebrosa obcecación y mueran ahogados en él.
8. Su antiguo séquito se lo he quitado y, mediante la fuerza de la palabra, lo he mandado, acompañado por los tres ausentes, al baño de la conciencia de la propia individualidad y de la humildad, y de la posible mejora que puede resultar de ello.
9. Todo lo que hago, aquí o donde fuere, lo hago por mi propio poder. No hay otro poder encima o debajo de mí que pueda decirme: “¡Ahora haz esto o aquello!”, porque todo lo que hago lo hago solo, sin órdenes de nadie. Pero si Yo digo: “¡Haz esto o aquello!”, entonces nadie puede resistir la fuerza de mi Voluntad.
10. Oh Cheng Chai, si todo esto hace tiempo que lo hubieras podido deducir fácilmente de mis acciones, ¿cómo es posible que todavía preguntes si Yo soy un mensajero del Lama o a lo mejor el Lama mismo?
11. No te dejes confundir por la sencillez de mi apariencia porque el Lama no precisa esplendor externo como los soberanos de la Tierra. Él sólo resplandece en el corazón de sus hijos por su Amor paterno, por su Sabiduría y por su Poder. En tu corazón brillo ya sobremanera desde hace mucho tiempo, ¿cómo es posible que aún no me hayas reconocido?
12. Mira, Cheng Chai, hija mía, ¡soy tu Padre, tu Lama, y fuera de mí ya no hay otro en ninguna parte! ¡Pero no te asustes por ello, pues seguiré siendo siempre así como soy, el mismo, inmutable! Y que mis hijos no me consideren como a su Dios sino que siempre me conozcan, amen y adoren como a su cariñoso Padre.
13. Ahora que me conoces no me temas. En toda la eternidad no me verás diferentemente; pero sí, disfrutarás cada vez más, en medida ilimitada, de los infinitos tesoros de mi Amor paternal y de mi sabiduría. ¿Estás ahora satisfecha con mis explicaciones acerca de mi naturaleza?».
1. Cheng Chai se desplomó ante mis pies sollozando de felicidad. Pero Yo la fortifiqué y ella se levantó, mirándome con sus grandes ojos llenos de bienaventuranza como si quisiera absorberme.
2. Y sólo su corazón habló: «Tú, Tú, ¡Tú eres el todopoderoso y santo Lama, el eterno! Tú creaste la Tierra, la Luna, el Sol, las incontables estrellas, el enorme mar, la inmensa variedad de los animales del agua, la Tierra y el aire, y nos creaste a nosotros, los hombres...! ¡Oh Lama, gran y santo Lama! ¿Quién te pudiera alabar, glorificar y adorar convenientemente? ¿Dónde está el corazón digno de amarte a ti, que eres sumamente santo?
3. Pero digno o no, qué corazón pudiera contenerse de amarte, una vez que su ojo te haya visto y su alma te haya reconocido? ¡Por eso perdona a mi nulidad al osar amarte a ti que eres un santo! ¿Pero qué culpa tiene la pobre Cheng Chai si su corazón es más poderoso que su intelecto?
4. Oh Lama, soy bien consciente de mi nulidad ante ti que eres absoluta e infinitamente todo, ¡pero eso no refrena mi corazón sino que por el contrario este te ama cada vez más! ¿Supongo que no me tomarás a mal que te ame tan profundamente? Oh, ¡fortalece mi corazón porque de lo contrario ya no podrá soportar este amor hacia ti, tan poderoso! Oh Lama, Lama, ¡me estoy consumiendo de amor por ti!».
5. De nuevo Cheng Chai se desplomó ante mis pies, sollozando de amor.
6. «Tu amor es grande y tu corazón una perla altamente preciosa», contesté Yo. «Pero tienes que dominarte y no encenderte más de lo que tus propias fuerzas puedan soportar. De lo contrario en adelante no podrías soportar mi presencia, lo que disminuiría considerablemente tu bienaventuranza...
7. Mira a Gella, a Martín, a Borem y a Corel; ellos me conocen hace bastante tiempo y están llenos de amor para conmigo. Pero como soportan mi presencia pueden disfrutar de todo lo que Yo les doy y hacer todo lo que les digo. Si se encontraran en tu estado ahora tampoco podrían disfrutar, como te pasa a ti porque tu amor poderoso ocupa excesivamente todas tus fuerzas.
8. Con eso, mi querida Cheng Chai, no quiero decir que tu gran amor no sea de mi agrado pues ya te he confirmado varias veces lo mucho que te quiero, y aún añado que nadie puede amarme suficientemente; pero aun con el mayor amor posible tiene que saberse que al amor, si se quiere que cause la suprema de todas bienaventuranzas, no debe faltarle la compañía de la sabiduría.
9. Pues el amor puro es como un fuego devorador. Siendo un fuego elemental no puede ser controlado por nada excepto por un grado adecuado de sabiduría. Por lo tanto, si quieres disfrutar en medida justa de la bienaventuranza originada por un amor convenientemente dominado, también tienes que moderar tu amor hacia mí con un grado adecuado de sabiduría.
10. No veas continuamente en mí al supremo y todopoderoso Ser divino al que nadie puede acercarse y seguir viviendo, sino considérame como tu mejor y único verdadero Padre e incluso, dentro de mi naturaleza humana, hasta como hermano tuyo. Así podrás soportarme fácilmente como me soporta cada bienaventurado y podrás permanecer siempre en derredor mío y compartir todas las bienaventuranzas con los muy benditos que están continuamente cerca de mí. Aunque los mantenga siempre muy ocupados en todos los incontables espacios de toda mi infinita creación, seguirán siempre estando tan cerca de mí como tú ahora y como lo estarás eternamente. ¿Me comprendes, mi hija muy querida?».
1. «Oh Lama, el más santo de toda la eternidad, ¿dónde está el corazón que te haya conocido y pueda refrenar la pasión de su amor por ti? ¡Si tuviera tantos corazones como estrellas hay en el cielo, arena en la mar e hierbas en la tierra, y cada uno de estos corazones fuera un Sol encendido del máximo amor para contigo, mi santo Lama, entonces toda esa brasa de amor máximo no sería sino una gota fresca al lado de un mar entero hirviendo! Pues Tú jamás puedes ser amado demasiado, porque eres el supremo y más poderoso Amor mismo.
2. Sé muy bien que eres un padre y hasta un hermano para todas tus criaturas porque quieres que así sea. ¿Pero qué corazón podría ver en ti sólo al padre y al hermano y no acordarse continuamente que eres el eternamente santo y todopoderoso Dios? De modo que tengo que amarte porque no puedo menos que amarte sobre todo, única y eternamente a ti. ¡Y no hay sabiduría que pueda remediar el amor de mi corazón!
3. Si tuviera mil vidas y mi sabiduría me dijera: “Cheng Chai, perderás las mil vidas juntas si no refrenas sabiamente tu amor”, entonces mi corazón contestaría a la sabiduría: “¿Puede haber mayor bienaventuranza que perder mil vidas por amor al Lama?”. En fin, esto tiene que ser imposible porque ¿cómo podría perder la vida quien te ama sobre todo, siendo Tú la suprema vida de toda vida?
4. ¡De modo que te amaré cada vez más y no habrá sabiduría capaz de refrenar nunca el amor de mi corazón para contigo, mi Lama! Sólo si Tú, oh sumamente santo, quieres sofocar este amor mío, sólo entonces la pobre Cheng Chai ya no podrá amarte... Pero Lama, Padre, ¿verdad que no le harás esto a Cheng Chai?».
5. «¡Hija muy querida! En verdad te digo: quien me ama como tú, es uno conmigo y tiene Vida eterna», le expliqué. «¿Cómo iba a perecer? Por lo tanto ámame con todas tus fuerzas y no temas nada. Tu amor hacia mí también te dará sabiduría que ampliará tu corazón, con lo que me podrás amar cada vez más poderosamente. ¡Y ahora arrójate a mi corazón para que tu amor se alivie!».
6. Ante esta invitación Cheng Chai dio un grito de gusto y se echó contra mi pecho, casi desmayada por su arrebato.
7. Gella lloraba de alegría al ver que Cheng Chai me había reconocido y dijo sollozando: «Oh felicísima mujer ! ¡Qué dicha tiene que proporcionar respirar en este pecho las infinitas corrientes del eterno Amor divino! ¡Qué aires tienen que correr allí donde está la fuente primitiva de la que surgieron los incontables seres, los ángeles, los Soles y los mundos, y los hombres, animales y plantas! ¡Oh, supremo placer, alegría y bienaventuranza!
8. ¡Oh Cheng Chai, ¡Inimaginablemente grandes tienen que ser las delicias que ahora estás gozando...! ¿Habrá ángel que tenga medida para medirlas?
9. Pero corazón mío, ¿en qué pensamientos te estás perdiendo? ¡También tú te encuentras al lado de aquél que es santo, sumamente santo! ¡Por lo tanto cálmate, corazón, que el Señor da a cada cual su Amor y sabiduría en la medida más conveniente...! ¡Por eso no sueñes con la suprema bienaventuranza de la que esta pura china está ahora gozando, y piensa en la suma felicidad en que te encuentras tú mismo!».
1. Mientras Gella estaba todavía absorta en sus encomiables reflexiones, se acercaron todos los chinos y uno de ellos tomó la palabra:
2. «Mensajero de Dios, te rogamos que desde la profundidad de tu gran sabiduría nos digas cuál pudiera ser el motivo de que Cheng Chai esté tan extraordinariamente enamorada de ti. Está poseída por un amor tan fuerte por ti que seguramente ningún hombre podrá desarrollar otro más poderoso ni siquiera por el gran Lama, si fuera posible que éste se encontrara visible ante él».
3. «Tened aún un poco de paciencia», les dije, «y Cheng Chai os revelará todo lo que de momento os interesa saber. Ahora no preguntéis más sino haced más caso a vuestros corazones que a vuestro intelecto y recorreréis el camino más seguro y más corto».
4. «Suponemos que estará bien así», respondió el chino. «Pero ¿podrá Cheng Chai explicarnos lo que significa el monstruo que despachaste tan repentinamente por la puerta, después de que quiso liar al pobre Martín con tanta transformación? ¿No fue este monstruo un mensajero de Arihmán o tal vez Arihmán mismo?».
5. «Hasta esto Cheng Chai no llegará», les respondí. «Pero de momento volved a vuestros sitios y esperad allí con alegría al espíritu que se despertará en vuestro interior. Así sea».
6. Ante estas palabras todos los chinos volvieron a su sitio.
7. Después se acercaron algunos monjes para pedir las mismas informaciones y les di idéntica respuesta.
8. Pero algunas de las monjas formaron un corrillo y hablaban en voz baja. «Según algunas palabras que nos dijo nuestra hermana, que ahora se llama Gella, estábamos convencidas de que este amigo de los chinos que pudo despachar el dragón y a su séquito de manera tan singular, sería el arcángel Miguel o tal vez Jesús, el Señor mismo», dijo una. «Pero a juzgar por la manera como se comporta con la china, que, por supuesto, es mucho más bonita que todas nosotras, es imposible que pueda ser Miguel y menos todavía el Señor Jesús.
9. Supongo que tiene que ser un pecado sólo pensar que Miguel, o hasta el mismo Jesús, pudieran ser débiles y entregarse a juegos amorosos, encima con una pagana. ¡Y la desdichada ni siquiera se incómoda por nuestra presencia! ¿Veis como le manosea el pecho? Caramba, ¡qué zalamera es!
10. Si fuera Miguel o el Señor Jesús, entonces también habría venido a nosotras, cristianas, puesto que como tales tendremos indudablemente privilegios ante los paganos. Pero como no ve a nadie más que a la china, dejándonos a nosotras casi totalmente aparte, en eso de ser Jesús me parece que hay gato encerrado. Muy inoportuno resulta que Gella se ponga allí como si también quisiera arrojarse a su pecho, pues ¡de eso está poniendo cara!».
11. En este momento dije a Gella: «Hija mía, ¡aquí al lado de Cheng Chai todavía queda sitio para ti! ! Ven y alivia también tu amor!».
12. Con lo que Gella, en un arrebato de bienaventuranza, también se arrojó a mi pecho.
13. Pero las del corrillo comentaron: «¡He aquí lo que habíamos sospechado! ¡Esto es el colmo! Si volviera Martín, el amo de la casa, para que ante él podamos... Ah, ¡allí viene, junto con Borem y Corel; vámonos a su encuentro!».
14. Cuando Martín vio que el corrillo se le estaba acercando, se dio cuenta claramente dónde les apretaba el zapato, por lo que se acercó a ellas y les dijo con toda amabilidad:
15. «Sé qué es lo que os preocupa. Pero os recomiendo que volváis tranquilas a vuestros sitios porque para quejas como éstas no tengo oído. Y sabed que quien desee recibir amor, primero tiene que amar; pues el amor no se deja ganar sino también con amor. Por eso amad al Señor como esas dos y os ganaréis su pecho. ¿Me comprendéis?».
16. «Pero querido amo de esta casa, ¿cómo podríamos nosotras hacer algo parecido?», protestaron las monjas. «¿Acaso no sabes que somos las cristianas más firmes? Aquella privilegiada es una pagana. Y Gella desde siempre fue algo ligera, por cuyo motivo en la Tierra siempre estuvo expuesta a las más diversas tentaciones del diablo. Por eso tampoco perderá ocasión de prestar muy voluntariamente aquí en tu casa celestial, oídos y corazón a parecidas tentaciones.
17. Aquel hombre al que todas casi hubiéramos tomado por el Señor Jesús o por lo menos por Miguel, será un espíritu de categoría evidentemente bastante inferior, porque de lo contrario seguro que no trataría tan íntimamente con dos personas tan ligeras. Con lo que...».
18. A esta altura Martín las interrumpió: «¡Vale ya, queridas mías! Me imaginaba que estabais purificadas, pues habíais pasado por una buena cocción y luego por un buen lavado. Pero ahora os sale la antigua herrumbre, por lo que me temo que tendréis que pasar por otro baño parecido, hasta que os volváis dignas de acercaros a aquel santo».
19. «¿Qué dices? ¿Nosotras tomar un baño?», gritaron las monjas. «¡Tú mismo eres un impuro; ya hemos visto como el diablo frecuenta tu casa! ¿Y no tuvimos que ver todos como le habrías dado un beso a la bonita Satana si ella no te hubiera empujado hacia atrás en el último momento? ¡Si las cosas continúan así, dentro de nada será evidente en manos de quién nos encontramos en esta casa!».
20. «Eso, eso es, ¡pues al baño, vosotras bañar, bañar!», les recomendó Martín. «Detrás de aquel muro blanco ya se están bañando mil peces muy extraños y todavía hay sitio para todas vosotras. A ver, ¡a hacerles compañía a aquellos bañistas!».
21. Las monjas gritaron de rabia y volvieron a sus antiguos sitios.
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1. Martín, Borem y Corel se acercaron a mí. El primero quería decirme que los mil bañistas, el antiguo séquito del dragón, estaban tomando diversas formas a medida que mejoraban y que empezaban a comportarse como revoltosos, de modo que ni siquiera Borem sabía como seguir con ellos.
2. «Los mil están bien donde están, en el baño», les respondí a los tres. «No ven esta casa sino únicamente el mundo interno de su propia maldad, un mundo que se les manifiesta como la esfera propia en la que se encuentran. Eso ya es una buena señal. Por lo tanto dejad ahora a esos mil, pues serán llevados al buen camino.
3. Pero allí hay más de trescientas mujeres cuyo corazón sufre mucho por culpa de sus celos. Tengo compasión de ellas. Id y dadles una buena enseñanza. Martín, no debes amenazar a estas pobres con el baño si las quieres traer hacia mí.
4. Los celos son plantas parásitas del amor, al que debilitan. Si se vuelven demasiado grandes en el árbol de la vida del amor, con el tiempo acaban con todo él. Si uno quiere mantener y cuidar el árbol, tiene que procurarse medios adecuados para limpiarlo totalmente de semejantes parásitos.
5. Pero si a unas mentes celosas las excitas aún más de lo que están, tú mismo cultivas dichas plantas parásitas en el árbol de la vida, y al fin lo acabarán.
6. Por lo tanto, cuando en adelante tengas que tratar con espíritus que padecen celos, has de actuar de la siguiente manera: considera los celos como una aberración del amor y piensa, ¡donde hay celos también hay amor! Calma los celos con amor y pronto los habrás convertido en el amor más ardiente!
7. ¡Os digo que donde no aparecen celos tampoco hay amor! ¿Acaso habéis visto alguna vez en el mundo que sauces, pinos y muchos otros árboles sin fruto hayan sido infestados por plantas parásitas? Seguro que no, aunque frecuentemente las habréis visto en árboles frutales.
8. Lo mismo pasa aquí, especialmente con esas mujeres. Al igual que el precioso árbol frutal tiene mucha buena savia, ellas tienen mucho amor. Procurad desalojar de sus corazones el error mediante el amor, y cosecharéis milagros de amor muy fructífero ¡Haced lo que os digo y daréis una gran alegría a mi corazón!».
1. Los tres, muy amables, se dirigieron a las pobres mujeres. Cuando llegaron, Borem tomó la palabra:
2. «Queridas hermanas, ¡escuchadme con paciencia! Va a haber justicia para todas vosotras; pues sé que vuestros corazones sufren. También sé que este hermano, al que os dirigisteis antes buscando vuestro derecho, os despachó rudamente. Puesto que no soy sino un invitado en esta casa, no pude intervenir en la reprimenda del anfitrión porque todo amo es la primera autoridad en su propia casa.
3. Pero ahora el Señor de todos los amos acaba de autorizarme para que, también como invitado, pueda ejercer el derecho del amor. De modo que, en nombre del Señor, voy a haceros justicia por todos los medios a mi alcance, y voy a armonizar todo lo que os preocupa y lo que haya ofendido vuestros corazones. ¿Estáis contentas, hermanas?».
4. Le respondieron al unísono: «¡Sí, querido amigo! ¡Vemos que tú eres un verdadero amigo de Dios! ¡De ti aceptaremos todo! ¡Tú quieres nuestro bien y reconoces el sufrimiento de nuestros corazones! Pero que este Martín ya no nos venga... ¡Porque en vez de reconocer nuestro apuro, de consolarnos y enseñarnos, de mostrarnos la verdad si estabamos en camino equivocado, en vez de todo esto nos ha mandado al infierno, al baño de los diablos...! Ha sido poco celestial por su parte, él que es, o por lo menos pretende, ser un ciudadano distinguido del Cielo. Así que nos gustaría más que se retirase para que no nos moleste su presencia».
5. «Queridas hermanas, tranquilas, ya lo arreglaré todo... Nuestro hermano Martín no es un espíritu maligno sino, como yo, un espíritu bueno del Señor.
6. Resulta que hemos tenido mucho jaleo con los invitados que ahora están en el baño y que todavía son de bastante mala índole. Cuando tras muchos esfuerzos ya estábamos fatigados e íbamos a dirigirnos al amigo sumamente poderoso para pedirle su consejo, precisamente en este momento vinisteis vosotras con vuestra desafortunada reclamación. Por eso es por lo que Martín, de por sí muy sensible, os ha recibido con una poca delicadeza evidente, aunque muy perdonable.
7. Por lo tanto y teniendo en cuenta que además os ama mucho y que siente una gran alegría por teneros como huéspedes suyos, yo diría que muy bien le podéis perdonar. Estoy convencido que haríais lo mismo que yo si fuerais vosotras quienes me hubierais ofendido...».
8. «Con mucho gusto haremos todo lo que nos has dicho», le respondieron las monjas. «Pero sea dicho para vergüenza de Martín que su falta de prudencia sólo se la perdonaremos por ti. ¡Y si en adelante vuelve a comportarse tan groseramente con nosotras no le perdonaremos tan fácilmente!
9. Es un hombre agradable y también nos gusta su apariencia, pero ¿para qué sirve su belleza masculina si su corazón es más áspero que una manzana ocho semanas después de la floración? Si se acerca a nosotras como tú, seguro que encontrará corazones que no carecen de amor. Pero con su despotismo de amo de la casa, en vez de amor encontrará algo muy distinto.
10. Gracias a Dios también nosotras tenemos una cierta belleza celestial y todos los muchos hombres de aquí nos miran con agrado, lo que de ninguna manera hace que se nos suban los humos porque sabemos que la belleza externa es un regalo del Señor. Pero nos humilla que precisamente Martín y vuestro poderoso amigo sean tan indiferentes con nosotras.
11. En principio aquellas dos hermanas no son más bonitas que nosotras, pero el amigo las ama sobremanera y casi sólo trata con ellas. Nos quedamos aquí como pobres pecadoras y nadie se preocupa por nosotras, pues todo el mundo mira a los tres. ¿Cómo no nos va a humillar esta situación? Ya habíamos alimentado durante algún tiempo pensamientos muy sublimes en nuestro corazón sobre aquel amigo, ¿pero no tienen que marchitarse como flores privadas de toda clase de alimento?
12. Para que el corazón pueda volverse fuerte en el amor también precisa alimento, pero para los nuestros sólo hay ayunos y más ayunos...».
13. «Si, hermanas, vuestra reclamación es justa», reconoció Borem. «Tened un poco de paciencia y vuestros corazones serán saciados. Ya sabéis: el buen médico atiende primero a los enfermos y después visita a los sanos.
14. Lo mismo pasa aquí. Una vez que estas dos pacientes estén curadas del todo el médico también vendrá a vosotras. ¡Paciencia! Y ahora seguidme, ¡pues voy a mostraros algo maravilloso!».
15. «En realidad, ni siquiera hace falta», contestaron las monjas, «porque en esta inmensa sala hay tantas cosas dignas de verse que uno no puede terminar con ellas.
16. ¡Este suelo maravilloso que parece estar hecho de las piedras más preciosas de los más vivos colores!
17. ¡No se puede describir la belleza de las columnas que soportan galerías tan extraordinariamente hermosas, pues relucen como si estuvieran hechas de rubíes iridiscentes en cuyo interior flotasen miles de estrellas como pececillos en el agua, que forman continuamente nuevos maravillosos efectos luminosos...
18. De modo que aquí hay miles y otra vez miles de maravillas que no sabemos ni nombrar. Por eso no tenemos el menor interés en ver aún más.
19. Nuestra vista está ya muy bien atendida. Otro asunto es el de nuestros corazones que lo están muy escasamente... ¿Para qué nos sirven los encantos de la vista si al mismo tiempo sufre el corazón? Cuidad primero de nuestros corazones y nuestra vista ya se conformará después con algo mucho más modesto».
20. Borem les hizo saber que su punto de vista era muy acertado y continuó: «¿Pero cómo vais a menospreciar lo que intento mostraros antes de que sepáis de qué se trata? ¿Acaso podéis saber de antemano si es algo maravilloso para vuestra vista o para vuestro corazón?
21. ¿Qué vale más, el ojo o el corazón? ¿No puede ser ciego el ojo y el corazón gozar de una vida llena de amor? ¿Acaso hay un ojo humano en la Tierra que pueda ver a Dios? Pues ya sabéis que para eso todo ojo carnal es ciego; el corazón, no obstante, puede hacerse una idea de Dios y amarle. Y el mismo corazón se puede volver un templo vivo para el Señor, si Él lo toma por morada. Por lo tanto qué vale más, ¿el ojo o el corazón?
22. Siendo así, ¿cómo podéis pensar que aquí en el Reino del corazón de Dios iba a llevaros a alguna parte donde hubiera cosas maravillosas sólo para la vista?
23. ¡Os digo que aquí todo está dedicado únicamente al corazón! El ojo no es sino un testigo visual de todo lo que sucede en el corazón, producido por él mismo.
24. Como aquí en el Reino de Dios no hay ningún ser ciego sino que cada cual tiene visión, tan poderosa como lo sea su corazón, el ojo siempre verá lo que pasa según sea el corazón. ¡Por eso seguidme ahora!».
25. Ante estas palabras las mujeres siguieron a los tres que las llevaron a la puerta del Sol.
1. Mientras tanto los mil bañistas se habían vuelto rebeldes en su baño y empezaron a proferir muchas blasfemias, de manera que todos los monjes ya purificados, y también Cheng Chai y Gella, podían escuchar sus voces.
2. Ambas se desembriagaron en seguida de su arrebato de amor y escucharon cada vez con más atención. Precisamente cuando Cheng Chai quería preguntarme qué significaba esto, cien de los monjes corrieron a mí, rogándome que tapara las bocas a los bañistas.
3. Apenas pronunciado su ruego, también se acercaron los chinos con las mujeres, y los padres de las monjas, quejándose: «Gran mensajero de Dios, ¿acaso no oyes como el séquito del dragón, ahora en el baño, quiere terminar con Dios, contigo y con todos nosotros? ¡No sabemos cómo podremos seguir aquí si nadie refrena terminantemente a esta maligna ralea del infierno!
4. ¿Oyes las blasfemias horrorosas que profieren? ¡Pero estas bestias son todavía mucho peores que el mismo dragón que, al menos en apariencia, discutió muy educadamente contigo y con Martín! ¡Por lo tanto refrénalos o déjanos salir a todos para que no tengamos que oír como blasfeman al Altísimo!».
5. «Es muy acertado que vuestros corazones sientan asco ante semejantes manifestaciones. Pero aun así debéis ateneros a lo que Yo hago y no escandalizaros; porque de lo contrario os daréis aire de jueces, lo que sería peor que las vanas blasfemias de estos bañistas, por supuesto todavía malvadísimos.
6. Quien blasfema no hace sino confirmar su propia impotencia; pues si tuviera poder, en seguida entraría en acción sin muchas palabras vanas que se pierden inútilmente. Pero el impotente quiere fingir que tiene poder, hace de juez falso e interfiere malintencionadamente en los derechos exclusivos de Dios. Los profana por su impotencia, pues únicamente en Dios reside, y deben residir, todo poder y toda fuerza, y por consiguiente el derecho exclusivo de juzgar, a causa del Orden eternamente necesario.
7. Queridos amigos y hermanos, os escandalizáis por las blasfemias vanas de estos bañistas. Y está muy bien que vuestros corazones lo desaprueben. Pero además de ello veo en vosotros mismos unas brasas que acabarían con estos bañistas definitivamente si fueran algo más poderosas; estas brasas son mucho más agresivas que las vanas e impotentes blasfemias.
8. Esos invitados tan sólo nos ultrajan, pues saben que jamás nos podrán hacer el mal. También conocen la gran paciencia y longanimidad que reside en la casa de Dios. Nosotros, en cambio, los llevaríamos a la perdición porque tenemos el poder para ello o, por lo menos, los abandonaríamos. ¿Acaso eso sería sabio? ¿Acaso actuaríamos de acuerdo con el Orden de Dios, Orden que nunca quiere destruir sino únicamente mantenerlo todo? El Orden de Dios tiene que mantenerlo todo porque hasta la Divinidad misma sufriría si sufriera daño incluso lo más pequeño que haya surgido de ella.
9. Haced un esfuerzo y dejadlos que blasfemen. ¡Pronto se agotará su repertorio y empezarán a arrepentirse. Y después se volverán buenos y fieles hermanos, en particular hermanas porque la mayoría de ellos es femenina.
10. ¿No veis que carecen del menor poder? ¡Ni siquiera pueden moverse un palmo por el borde de su baño! ¡Menuda gloria nos cabría a nosotros, los poderosos, si nos vengásemos de ellos, los impotentes!
11. Os advierto a todos: ¡fijaos siempre en mí y observad lo que Yo hago, así no os escandalizaréis en adelante y vuestros corazones no se sentirán tentados a atribuirse las funciones de juez. Pese a que eso me incumbe a mí aquí más que a nadie, me veis muy tranquilo. ¡Por lo tanto podéis estar aún más tranquilos que Yo, pues las blasfemias en absoluto son de vuestra incumbencia!
12. Sólo blasfeman la justicia de Dios que les obliga a tomar ese baño que, si es para curarlos, evidentemente les tiene que causar dolor. Mientras que un ser aún no ha entrado completamente en un nuevo Orden, toda conversión va acompañada de dolor. El dolor es muy necesario: si no hubiera dolor tampoco podría haber deleites porque un ser que es insensible al dolor también lo es al gozo.
13. Estos bañistas se encuentran ahora en un significativo proceso de transición que les causa bastantes sufrimientos, los cuales les incitan a proferir tamañas blasfemias. En cuanto el proceso les acerque al nuevo orden al que son llevados, sus dolores disminuirán considerablemente. Entonces callarán y empezarán a decir las loables palabras de arrepentimiento que son un puente para el amor y la vida.
14. Y para que dejéis de estar malhumorados por las blasfemias vanas, venid conmigo a aquella puerta en la que se han instalado Borem, Martín, Corel y muchas mujeres. Ante vuestros ojos todavía está cerrada: os la voy a abrir. En ella tendréis una buena ocasión para que todo vuestro ser, hasta la última fibra de vuestro corazón que todavía tiende a hincharse mucho, se vuelva humilde, lo que de momento os conviene sobremanera. ¡Adelante, pues!».
1. La asamblea entera me siguió hasta a la puerta de la luz donde Borem, Martín, Corel y las mujeres ya me estaban esperando para que Yo se la abriera. Entre todos éramos unas tres mil personas. Pero la puerta era lo bastante ancha para que toda la muchedumbre pudiera pasar al suelo del Sol y contemplar en él los milagros del Amor y la Luz.
2. Martín vino a mi encuentro para preguntarme por qué esta puerta estaba cerrada, en tanto que todas las demás permanecían abiertas.
3. «¿Acaso en la Tierra nunca oíste o leíste algo sobre el nacimiento de hombres y mamíferos? En el cuerpo de la madre ya están activados todos sus sentidos menos él de la vista: siente, saborea, huele y tampoco el oído está cerrado; sin embargo el ojo se abre después del nacimiento. También en el renacimiento espiritual la apertura del ojo espiritual es lo último. Pues antes de que uno quiera ver tiene que ser adecuadamente preparado para ello.
4. Cuando alguien quiere encender por la noche una luz en su casa tiene que tomar previamente las medidas correspondientes: ha de preparar una lámpara, que tiene que llenar de aceite, y un encendedor fiable. La preparación requiere algún tiempo, pero al fin tendrá la luz. Sólo cuando la lámpara está encendida, podrá uno dedicarse a otras actividades en su luz.
5. Teniendo esto en cuenta, sabrás fácilmente por qué para estos huéspedes están abiertas las demás puertas de esta casa, y sólo la puerta del Sol está todavía cerrada de momento.
6. Veo que quieres preguntarme por qué estaba algunas veces abierta para ti, y por qué, cuando la atravesaste una primera y una segunda vez, no fue la última de todas... Te digo: primero ya no formas parte de estos huéspedes que todavía tienen que pasar por su renacimiento. Y segundo, respecto a las otras puertas que pasaste después de la puerta del Sol: ¿se supone que cada espíritu, tras su renacimiento espiritual se dedicará a una actividad en la luz y la comprensión?
7. ¿O acaso aún piensas que el espíritu, después de haber recibido la luz, entra en una ociosidad eterna, a lo sumo sensual? ¡Nada de eso! ¡Es en la luz donde empieza la verdadera actividad! Antes de haber recibido la luz toda actividad se concentra en recibirla. Una vez recibida y el templo del Sol abierto, ¡entonces empieza la gran actividad del espíritu renacido!
8. ¿Acaso has visto alguna vez en la Tierra que a un aprendiz lo hayan colocado en un oficio? Antes de que le coloquen en un oficio que requiere una cierta luz de comprensión, el aprendiz tiene que obtener esa luz a través de los más diversos estudios. Después, una vez que haya terminado su carrera y alcanzado una buena luz del entendimiento, ¿acaso se acostará en su cama y se dedicará a la ociosidad, en vez de trabajar en su luz adquirida? En realidad es en ese momento cuando se pondrá a trabajar porque todos sus esfuerzos anteriores no fueron sino medidas tomadas para que la luz entre en la noche de su existencia.
9. Este es un motivo más para que después de la puerta del Sol tenga que haber todavía otras, especialmente la del entero universo infinito. ¿Alguna otra pregunta?».
10. «Señor, Tú penetras mi corazón con tu mirada como si fuera una gota de agua», reconoció Martín. «Lo único que todavía siento dentro de mi es un amor ardiente para contigo, oh eternamente bueno y santo Padre. Tú sabes que toda tarea adecuada a mis facultades siempre será bienvenida para mí; por lo tanto un nivel de luz algo más elevado me sería muy útil. Y también sabes que nunca me ha faltado la buena voluntad de hacer el bien, pero siempre me ha faltado y me falta todavía la luz para tanto, es decir la sabiduría conveniente. Por lo que la apertura definitiva de este templo será muy provechosa, en particular para mí mismo. Aunque teniendo en cuenta que para mí Tú eres el verdadero Sol de todos los Soles y la verdadera Luz de todas las luces, en realidad puedo eternamente prescindir de toda otra clase de luz...».
11. «Muy bien, mi querido hermano Martín», le respondí. «Esta exposición tuya me gusta mucho más que tus anteriores preguntas.
12. Cierto que Yo soy el Sol de todos los Soles y la Luz de toda luz. Quien me tiene a mí, camina a plena luz. Pero como cada hombre es por mí un ser absolutamente libre, también tiene que poseer su propia luz individual que tiene que lucir dentro suyo con la misma libertad que el Sol luce en la gran esfera de sus planetas, una luz individual que permite al corazón del hombre que le nazcan nuevos pensamientos en todos sus pulsos. De estos pensamientos surgen ideas libres que luego llegan a la conciencia de sí mismas y a la de mi naturaleza divina, mi Amor y mi Sabiduría. Por ello es por lo que a estos huéspedes de momento sólo les será abierta esta puerta, para que se reconozcan a sí mismos y después a mí en toda la verdad. ¡Vamos pues a abrirla!».
13. Martín estaba preocupado: «Santo Padre, todo lo que has dicho es muy convincente. Pero una cosa más: ¿me aseguras que en cuanto estos huéspedes conozcan la verdad sobre ti, no te ocultarás de nuevo en alguna parte y no te mostrarás pese a lo mucho que te busquemos y llamemos? Por favor, Señor, ¡No nos hagas eso!».
14. «Mi querido hijo, te digo que te preocupes por todo, ¡pero por eso nunca! Porque donde están los hijos, allí también está el Padre, y donde está el Padre, también están los hijos», le expliqué a Martín. «Pero ya sabes que mi familia es numerosa y enorme el rebaño de mis ovejas, aunque a todas las llevaré a una sola casa y habrá un rebaño y un Pastor. ¡Mas hasta entonces aún habrá mucho que hacer!
15. Sabe que hay muchos segadores convocados ahora en la Tierra, por lo que habrá una gran siega. Se necesitará mucha carne porque para extinguir toda impudicia habrá de ser derramada mucha sangre. He despertado testigos en el mundo y todo aquello que ahora estoy hablando contigo, lo que te he hablado y lo que te hablaré aún, estaba y estará escrito, y al mismo tiempo será revelado a la carne. Por ello no temas que os abandone después de la apertura de la puerta, sé consciente por el contrario que me quedaré para siempre con vosotros, precisamente desde ahora, eternamente inalterado.
16. Todavía un consejo, Martín. Esta vez tendremos un contacto mucho más intenso con la esfera del Sol y penetraremos en ella más profundamente que la primera vez. A tu encuentro vendrán mujeres plenas de gracia, amor y dulzura, de una belleza nunca imaginada, también así los hombres. Pero te advierto que los trates siempre con la mayor seriedad celestial y cuando hables, habla poco y sabiamente; de esta manera te los ganarás con más facilidad. Pero amarles ámalos sólo muy en secreto para que no lo sepan, así andarás seguro entre ellos.
17. Pues en este gran mundo de luz la sabiduría predomina ante todo. En su interior se oculta secretamente el amor, parecido a la luz del Sol en la que, desapercibido, también se encuentra el calor que sólo se manifiesta como efecto producido al contacto de un cuerpo. Por lo tanto, en el Sol sólo debes lucir como me verás lucir a mí. Ten en cuenta esta regla cuidadosamente y en tu primera gran expedición al Sol gozarás de mucha bienaventuranza. ¡Ahora ve y, en mi nombre, abre la puerta!».
1. Martín me agradeció el encargo y se dirigió a la puerta. La abrió fácilmente a pesar de que tenía una altura aparente de doce veces un hombre y una anchura de seis de la misma medida.
2. Nada más abierta la puerta, de varias miles de gargantas salió un grito entre maravillado y temeroso, y espontáneamente todos se cubrieron los ojos con las manos ante semejante profusión de luz. Nadie se atrevía a dar un solo paso ni adelante ni atrás; la mayoría estaba convencida que tras esta luz indudablemente moraba la propia Divinidad en toda la plenitud primordial de su poder, fuerza y sabiduría.
3. Hasta el mismo Martín quedó impresionado esta vez porque la intensidad de la luz le parecía bastante mayor que las dos veces anteriores. Pero eso no le desconcertó en absoluto, así que en seguida tomó la palabra:
4. «Hermanos y hermanas, ¡no tengáis miedo a esto en lo que el Señor nos está introduciendo ahora para nuestra propia bienaventuranza! ¡Venid todos a mí porque esta luz nos ofrece un suelo firme como la piedra!».
5. Borem y Corel ayudaron a las mujeres. Estas, al principio, tenían mucho miedo a pasar por el umbral, miedo que en seguida disipó su gran curiosidad. A las mujeres les siguieron los monjes y los demás huéspedes, incluso los padres de las monjas y también de unos cuantos monjes. Finalmente les siguieron los chinos con pasos extremadamente cuidadosos.
6. Cuando todos hubieron pasado seguí Yo con Cheng Chai y Gella que, a principio, también vacilaron por la luz tan deslumbrante, aunque a mi lado pronto se les pasó todo miedo y penetraron de buen ánimo en la esfera de luz.
7. De modo que todos se encontraban ya en el suelo luminiscente del Sol, no sólo espiritual sino también corporalmente. Pues los espíritus de mi Cielo supremo ven también la estructura de cada cuerpo físico tanto interna como externamente. En mi presencia ven a través de mí, como lo veo Yo, todo lo que existe en el mundo espiritual y en el corporal.
8. Al principio no podían distinguir nada porque estaban muy deslumbrados por la luz tan fuerte. Pero poco a poco iban acostumbrándose; algunos de los huéspedes empezaban ya a distinguir diversas cosas y colores en el suelo.
9. Las mujeres descubrieron algunas flores preciosas y quisieron cogerlas, pero Borem y Corel se lo desaconsejaron porque en el Sol estaba mal visto dañar una planta en momento inadecuado porque todo tenía que seguir un orden muy estricto.
10. Martín hacía de guía. Cuando la muchedumbre ya hubo caminado un buen rato por el suelo del Sol Martín empezó a intranquilizarse y, para poder dirigirse a mí, los invitó a todos a descansar.
11. «Señor, según mis cálculos ya nos hemos movido más de mil millas desde mi casa y aparte de algunas flores aún no hemos visto nada. ¿Cuánto tiempo y hasta dónde tendremos todavía que andar para que lleguemos a alguna meta prevista?
12. He de reconocer francamente ante ti que tengo pocas ganas de quedarme largo tiempo en este mundo si, aparte de la mucha luz y algunas pocas flores, no se ve nada. Menos mal que la enorme luz no abrasa y nuestros ojos espirituales no son sensibles como las carnales, porque si no ya se habrían dañado. Bueno, voy delante de toda esta muchedumbre, ¿pero cómo puedo hacer de guía si ni siquiera sé a dónde ir? Por eso, Señor, ¿por qué no nos precedes Tú y llegaremos a la meta de la mejor manera?».
13. «Continúa en el suelo de luz, con constancia y paciencia, y nuestro peregrinaje nos llevará a la meta», avisé a Martín. «¿No sabes que el Sol es millones de veces más grande que la Tierra? Si en ella ya cuesta gran sacrificio y paciencia hacer viajes largos, ¡cuánta más paciencia hará falta para recorrer las extensiones mucho más espaciosas del Sol! Así que continúa como guía y todos te seguiremos.
14. No puedo tomar la delantera por la simple razón de, primero, no interferir la libertad de cada uno de vosotros y, segundo, si Yo os precediera y los habitantes de este mundo luminoso vinieran a nuestro encuentro, su espíritu muy despierto me reconocería en seguida, consumiéndose de exagerada veneración. Pero no hay inconveniente en que os siga el último porque para estos habitantes del Sol siempre lo primero es lo más considerado. Lo de detrás, o sea al último, prácticamente no lo consideran; de modo que detrás de todos estoy en el sitio más adecuado.
15. De momento nos encontramos todavía en una montaña enormemente alta. Dentro de poco bajaremos a un valle donde la luz resultará un poco más suave. Allí verás un gran número de hombres y te está esperando mucho trabajo, como también a todos los que nos acompañan, con lo que pronto sabrás el motivo de nuestro viaje. Ahora vuelve a tu puesto y continúa con tu tarea de guía».
16. Martín me dio las gracias y volvió a ocupar su sitio a la cabeza de la muchedumbre. A una señal todos se levantaron y le siguieron.
1. Después de haber caminado un buen rato más, Martín se preguntaba cuándo aparecería el valle. A eso vinieron a su encuentro Pedro y Juan el evangelista, y le saludaron con gran amabilidad. Martín los reconoció en seguida, en particular a Pedro que había sido su primer guía espiritual en el mundo de los espíritus. Casi no encontró palabras de alegría al volver a verle, pues le había echado de menos durante mucho tiempo. Cuando recuperó su serenidad le dijo:
2. «Pedro, hermano mío y roca de la palabra de Dios, ¿dónde has estado durante tanto tiempo? ¿Por qué no viniste también a la casa que el Señor me dio? Ay, ¡si hubieras estado en ella te habrías maravillado ante los muchos milagros que el Señor hizo! ¡Estoy feliz de que hayas vuelto! ¡Espero que esta vez te quedes más tiempo conmigo!».
3. «Ya sabes, Martín, que todos nosotros no tenemos más que una sola voluntad y esta es la del Señor», le contestó Pedro. «Lo que Él dispone siempre está bien. El infinito es enorme y está lleno de sus obras y nosotros, sus hijos, somos como manos suyas, por lo que siempre nos encontramos en algún sitio. Según cómo y dónde el Señor quiera servirse de nosotros, en el mismo instante nos encontramos a distancias de millones de Soles más arriba o abajo, lo que carece de importancia porque para nosotros ya no existen las distancias espaciales.
4. Hemos estado muy ocupados, de modo que no podíamos visitarte visiblemente. Pero como de momento estoy menos atareado me quedaré algún tiempo en tu compañía, junto con nuestro hermano Juan. No obstante, el motivo principal seguirá siempre siendo el Señor Padre Jesús. Siempre nos cuesta mucho permanecer prolongadamente fuera de su presencia visible, y más aún cuando Él sale alguna vez de su continua impasibilidad y entra en acción.
5. Lo que sucede en los cuerpos celestes, especialmente en la Tierra, es inaudito. Por ello el Señor entra en acción y pronto seremos testigos de acontecimientos de los que hasta ahora no tenías ni la menor idea. En cuanto bajemos a los valles extensos del Sol, tu mismo sabrás que en este mundo luminoso se están preparando cosas realmente pasmosas. Con nuestra marcha natural todavía nos costará un buen rato llegar al primer valle. Pero vale la pena porque verás milagros que hasta ahora no te puedes ni imaginar pese a que ya eres ciudadano del tercer Cielo como yo.
6. Aún tengo que darte un consejo: aquí tienes que mantener continuamente una serenidad muy grande porque los habitantes del Sol son muy particulares. En su aspecto exterior son la imagen de los Cielos y en su interior más listos que zorros. A nosotros los puros hijos de Dios nos tienen una estima extremada. Pero si les muestras el menor flanco sensual no te los podrás quitar tan fácilmente de encima y te provocarán con una sabiduría que te dejará fuera de combate. Nuestro hermano Juan podrá contarte mucho más sobre el particular porque él trata sobre todo con los habitantes del Sol».
7. «Pedro, tu relato es curioso, pero si los habitantes del Sol son una gente tan rara no tengo la menor gana de entrar tan pronto en contacto con ellos», le confesó Martín. «Por propia experiencia conozco su infinita hermosura porque una vez tuve la suerte de ver algunos desde mi casa. Pero que tras de su belleza se oculte un ergotismo quisquilloso, eso no lo sabía.
8. El Señor ya me ha dado algunas instrucciones sobre cómo debo comportarme, instrucciones que concuerdan exactamente con tus observaciones. Pero hasta ahora no me habló de ninguna clase de ergotismo falaz. El Señor me dé fuerzas y, con vuestra ayuda, ya pararé sus astutas lenguas... ¡No faltaba sino que nos dejemos liar por estas escurridizas bellezas del Sol!».
9. «El amor está abierto y converge con más amor, al que detectan fácilmente», le explicó Juan. «Pero ¡cuidado hermano!: los caminos de la sabiduría son divergentes e infinitos y supongo que fuera del Señor jamás nadie los conocerá enteramente. ¡Por lo tanto con la sabiduría no se debe buscar gresca por cuenta propia, sino únicamente a través del Señor! Sólo Él conoce todos sus senderos porque en Él tiene su origen toda sabiduría.
10. Tú sabes que el Señor me ha otorgado el gran don de una sabiduría muy profunda y me ha transmitido una revelación muy extensa. Por eso me ha confiado los pueblos de todos los Soles, con lo que ha subordinado a mí a incontables millones de espíritus de una sabiduría muy profunda los cuales, a pesar de todo, nutren su sabiduría en la copiosidad de la mía. Y aun así los habitantes de los Soles, en particular los de éste mismo, ya me han puesto en apuros considerables. Si en tales momentos no me hubiera ayudado el Señor, en esas ocasiones habría tenido que retirarme profundamente avergonzado.
11. Si eso me pasa a mí, con los casi dos mil años de trato que ya tengo con estos pueblos de Soles, ¿qué suerte piensas que te cabrá a ti siendo la primera vez que entras en contacto con ellos?
12. Fíjate en la belleza de este panorama: majestuosas montañas traslúcidas penetran en el éter luminoso como enormes diamantes... En el mismo altiplano por el que caminamos ves flores de una belleza no imaginada antes... Este sendero que recuerda a un arco iris en óptima forma... Todo es un puro adefesio comparado con la armonía que se te presentará abajo, en el valle, con una sola mirada a un habitante del Sol.
13. ¡Y verás luego cuánto más armoniosas son las palabras que emanan de las gargantas de los oradores y cantantes de este mundo luminoso! Te digo que te quedarás como petrificado de encanto. No te atreverás a pensar, menos todavía a hablar y mucho menos aún a dar lecciones a aquellos que con una sola mirada te cierran la boca hasta el estómago...
14. Si quieres entenderte con estos increíblemente hermosos y sabios habitantes del Sol, con ambos sexos, tienes que parecer totalmente indiferente, y en tu interior has de tenerles mucho afecto; así pronto reconocerán en ti a un ciudadano del gran Cielo al que está concedido un gran poder, con lo que te respetarán y amarán.
15. Pero su concepto del amor es muy distinto al nuestro, los que somos hijos del Señor. También en su caso se trata de una inclinación del corazón pero sólo mientras que la sabiduría no la destruye; porque en cuanto el amor aventaje aún mínimamente a la luz correspondiente, en seguida todo el amor sobrante se encenderá en una llama. Esta llama de amor se une en seguida con la luz de la sabiduría interna; pero en vez de producir un nuevo amor mayor, sólo resulta una sabiduría más poderosa que, frecuentemente, se muestra más fría que el polo sur de la Tierra.
16. Por lo tanto el amor al sexo femenino, tu pasión en la Tierra, y en particular por los mismos seres femeninos del Sol, está prácticamente fuera de cuestión. Mira, Martín, si tomas seriamente en cuenta todas estas advertencias, te espera una gran bienaventuranza al tratar con estos pueblos del Sol. ¡De lo contrario te verás en grandes apuros, parecidos a aquellos en los que te puso la Satana -la máscara- cuando quisiste darle un beso, y eso ante el Señor!».
18. «¡Por Dios! ¿Acaso también estuviste presente?», preguntó Martín desconcertado.
19. «¡Por supuesto!», le respondió Juan. «Tu casa tiene galerías muy grandes que aún no conoces en las que caben muchos espectadores, especialmente cuando el Señor está presente y actúa en su Omnipotencia... ¡Te digo que no sólo yo estuve presente sino que también incontables ciudadanos de los Cielos presenciaron la escena! Hasta entre los habitantes del Sol encontrarás a muchos que, al menor desliz por tu parte, te lo reprocharán en seguida».
20. Martín se quedó un tanto desconcertado. «¡Asunto más fatal!», contestó después de un rato. «Ya me estoy oliendo de antemano que se prepara un gran jaleo. ¡De modo que todos, vosotros y también esos limpios habitantes del Sol, todos lo habéis visto!... ¡No faltaba más! ¡Pero ahora todo eso me da igual! El Sol me hizo sudar bastante en la Tierra, por lo que aquí, con los pies en su propio suelo, estoy preparado para algunas sudadas aún más agobiantes. Adelante, ¡presiento que nos vamos a divertir!».
1. «Escucha, Martín, si no me equivoco fuiste siempre gran amigo de María, José y los demás santos», dijo Juan. «Pero aquí parece que te importan poco, ¿qué te pasa? Y es evidente que tampoco te preocupas por tus parientes, por padre, madre, hermanos y hermanas, ni por todos tus amigos que llegaron aquí antes que tú... Dime, ¿quién o qué tiene la culpa?
2. Cabe dentro de lo posible que se encuentran en alguna parte donde sean muy desgraciados, mientras que tú eres ahora un gran amigo del Señor. ¿No piensas que deberías acudir en su socorro si supieras que están padeciendo en alguna parte ? Tú mismo, en el mundo, fuiste un gran defensor de la intercesión a través de los santos. Pero aquí, siendo tú mismo santo y amigo del Señor, te haces el desentendido... A ver, ¡explícate!».
3. «Amigo, el buey come heno y paja, y el burro se conforma con un alimento de inferior calidad. Y te digo que en la Tierra primero fui un burro y después un buey», le respondió Martín. «¿Cuál era entonces mi comida? Primero hierba y heno mezclado con algo de estiércol y después una paja algo mejor y heno. Pregunto: con semejante alimento para el espíritu, ¿acaso uno puede engordar espiritualmente?
4. Ahora, únicamente a través del Amor, de la Misericordia y de la Gracia del Señor, me he vuelto un verdadero hombre y ya he comido varias veces su pan de vida y he bebido su verdadero vino del conocimiento. ¿Acaso sería decente por mi parte preocuparme por la indigna comida mundana de burros y bueyes? ¿Cómo voy a persistir en mi equivocada creencia terrenal de que los ciudadanos bienaventurados de este infinitamente grande Reino celestial de los espíritus pudieran ser más misericordiosos que el Señor mismo, y que por eso haría falta que intercedieran cada vez ante el Señor, incitándole a que practique el Amor, la Misericordia y la Gracia? Ya no soy tan estúpido, ¡gracias a Dios!
5. ¿Qué son María, José, todos los presuntos santos, mis padres, mis hermanos y mis amigos terrenales, comparados con el Señor? Teniéndole a Él, qué me importan mil Marías y Josés, mil padres y diez mil hermanos, hermanas y otros? El Señor cuida de todos ellos como ha cuidado de mí, ¿qué más hace falta? Supongo que cada verdadero ciudadano del Cielo piensa como yo, ¡de lo contrario tendría que ser más perfecto que el mismo Señor!
6. En aquellos tiempos, cuando al Señor le informaron que su madre María y sus hermanos le estaban esperando fuera, Él dijo con toda claridad quiénes son su madre, sus hermanos y hermanas.
7. Si Él, que siempre fue y será nuestro instructor y maestro, nos enseñó esto en la Tierra, aunque por desgracia no lo comprendimos, ¿acaso ahora que estamos en el Cielo íbamos a encontrar otra enseñanza mejor dentro de nosotros mismos? Afirmo que semejante parecer sería un abasto para burros y bueyes aún más absurdo que el mío de entonces. ¿Tengo razón, hermano?».
8. «Ya veo que tienes el alma bien puesta», observó Juan, «porque así es y nunca podrá ser diferentemente. Pero si te encontraras con María, José u otras personas célebres, ¿te causaría una alegría especial?».
9. «Claro que me causaría una gran alegría», reconoció Martín. «Pero esa alegría no sería mayor que si viniera el Señor a mí, porque únicamente en Él tengo todo, con lo que Él también significa para mí más que todo... Vosotros dos, tú y Pedro, fuisteis en la Tierra de las personas más destacadas. ¿Acaso por ello hago rancho aparte con vosotros? Os quiero mucho, pero a todos los demás buenos y sabios ciudadanos del Cielo les guardo la misma estima que a vosotros. Pues todos somos hermanos y solamente uno es el Señor. ¿Acaso no es así?».
10. Juan se lo confirmó y continuó: «Bien, Martín, con esta sabiduría proseguirás en el Sol sin contratiempos. Nuestro camino ya está bajando a un valle y pronto tendremos trato con los sabios del Sol».
1. Martín vio que el camino bajaba serpenteando hacia un valle enorme, pasando por muchos montículos muy extensos. Pero del mismo valle aún no podía distinguir el menor detalle.
2. Pues los espíritus ven como a gran distancia todo aquello sobre lo que todavía les falta comprensión; se acercan a un objeto en la misma medida en que aumenta su sabiduría respecto a él. En este sentido el descenso de una montaña alta a un valle profundo y extenso significa: entrar en plena humildad y, a través de la misma, en el mayor amor, sin el cual ningún espíritu puede lograr su plena fuerza vital.
3. Martín, al igual que los otros numerosos huéspedes, se estaba fijando en el valle sin poder distinguir los detalles. Por eso muchos preguntaron a sus guías qué es lo que encontrarían en él. Borem lo sabía muy bien, pero también sabía hasta qué punto debía dar explicaciones. Los chinos se dirigieron a mí, pero también Yo, por supuesto, sabía muy bien lo que les convenía saber y lo que no.
4. Martín se dirigió a Juan: «Ya veo el valle pero no puedo distinguir nada. Tiene que estar todavía muy lejos, por lo que aún nos queda una buena caminata... El camino en sí mismo no es en absoluto pesado. Se diría que más bien que andar con los pies estamos flotando. Pero aun así el valle no se acerca. ¿Cuánto costará todavía llegar allí?».
5. «Amigo, la paciencia es la base de toda sabiduría», le explicó Juan. «Mantén esta base firmemente en tu corazón y alcanzarás ese valle mucho antes y mucho más fácilmente».
6. Martín observó que nunca le había faltado la paciencia y continuó: «También sé que los espíritus disponen de dos o tres maneras de desplazarse: una natural, otra síquica y también una puramente espiritual que es rápida como el pensamiento. ¿Por qué nos servimos ahora solamente de la más lenta? ¿No sería mejor llegar antes a la meta con un movimiento por lo menos un poco más rápido?».
7. Juan parecía sorprendido: «Pero Martín, ¡ahora ya no hablas tan sabiamente como antes! ¿Qué importa si llegamos más o menos rápidamente al valle? ¡Aquí no nos persiguen como en la Tierra las horas limitadas de la vida! A nosotros que viviremos eternamente, ¿qué nos importa resolver algo un poco más pronto o más tarde? Allí donde nos encontremos estamos en casa, y más todavía cuando estamos cerca del Señor.
8. Además aquí, en el reino de los espíritus, de todos modos la rapidez del movimiento no depende de nuestros pies sino únicamente de la perfección de nuestra comprensión. Quien está interesado en un movimiento más rápido, tiene que practicar antes la paciencia y a través de esta la humildad. De la humildad surgirán amor y sabiduría. Una vez que haya adquirido la sabiduría en toda plenitud también tendrá la comprensión perfecta de todas las cosas, lo que finalmente determinará el movimiento del espíritu.
9. Siendo así, no hace falta mirar los pies para ver si estos se mueven lenta o rápidamente, sino contemplar la mente y la comprensión, y en seguida nuestro movimiento será suficientemente rápido. ¿Me comprendes?».
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1. «Me parece que lo comprendo», respondió Martín pensativo. «Pero todavía me queda alguna duda: el Señor, tú, Pedro y Borem tenéis la plena comprensión; sin embargo, no os movéis más rápidos que yo y todos los demás. ¿Cómo puedo interpretar esto?».
2. «Nuestro movimiento, Martín, es puramente aparente para tu vista, y eso por amor a ti y a toda esta muchedumbre», contestó Juan. «¡Pero en el fondo del fondo estamos en todas partes donde queremos y debemos estar!
3. ¿Sabes?, mientras que ambos estamos hablando aquí, me encuentro también, al mismo tiempo, en incontables Soles y mundos e, igual que aquí, actúo en ellos en el nombre del Señor para cumplir su santa Voluntad. Y lo que yo y los demás perfectos ciudadanos del Cielo hacemos, El Señor lo hace tanto más. ¿Me has comprendido?».
4. Martín le dijo que todo eso le parecía una exageración celestial y concluyó: «Si de ti, en principio un solo Juan durante casi dos mil años terrenales, no ha surgido la correspondiente cantidad de Juanes idénticos, tu omnipresencia en todos esos Soles y mundos tiene que ser ilusoria.
5. Ahora también yo soy un espíritu y, por estar tan cerca del Señor, evidentemente no uno de los más imperfectos. Pero hasta hoy no soy más que uno solo y donde estoy, pues allí estoy, y de ninguna manera puedo estar al mismo tiempo allí y en otra parte y ser el mismo... Porque mientras una unidad es única, no puede estar dividida. Pues si la unidad, o su forma con las mismas características de la unidad, está dividida, existe en múltiples ejemplares, entonces la unidad deja de ser única y se vuelve una parte del original. En consecuencia, cada forma individual que resulte de la antigua unidad sólo vale tanto como la cantidad de fracciones del original que le corresponde.
6. Si tu caso y hasta también el del Señor fuera como acabas de indicarme, entonces tú no eres aquí el Juan entero y el Señor, tal como está aquí entre nosotros, tampoco lo es. Para que pueda considerarte como el Juan entero tendrías que completarte. Si no es así, a ver si me explicas lógica y plausiblemente cómo uno puede entenderlo de otra manera...».
7. «¡Vaya, vaya, amigo!», dijo Juan. «¡He aquí que casi te ahogas con la pequeñísima nuez de sabiduría que se te da a cascar! ¿Qué harás cuando los hijos de los habitantes del Sol te den para que los casques montes de diamantes, grandes como un mundo entero?
8. A ver si me comprendes: hasta ahora no has visto más que un solo Sol. Si mil espejos reflejan su fiel imagen, ¿acaso el Sol queda fraccionado y su fuerza se reparte si los espejos reproducen ante tus ojos su imagen fiel e igualmente activa?
9. ¿No captan eficazmente la imagen del Sol cada gota de rocío y cada ojo? ¿Acaso por ello el Sol deja de ser una unidad entera y deja de ser la misma su eficacia?
10. Amigo Martín, ¡reflexiona un poco sobre todo ello y sólo después continuaremos nuestro camino en la esfera del Sol. ¡De lo contrario aún nos costará mucho alcanzar el valle!».
1. Ante estas palabras de Juan, Martín arqueó las cejas y tras un buen rato de contemplación interna empezó a hablar como para sí mismo, en voz baja: «Dios mío, ¡qué atrasado estoy todavía! Oh profundidades, inmensas profundidades, ¿cuándo veré vuestro fondo? ¡Sí, así es!, ¡Dios es omnipresente! Pero ¿cómo es eso posible? ¿Cómo puede ser que sea omnipresente cuando le veo aquí y veo que habla y actúa como cualquier persona normal?
2. Pues sí, eso del Sol y su reflejo en miles de espejos es verdad: el Sol sigue siendo el mismo, pues es el mismo Sol el que se refleja en todos los espejos y en los trillones de gotas de rocío. Considero como auténtico al Sol que veo sobre mí y tengo la sensación que está conmigo. Pero también en otras partes lo ven y tienen la sensación que está con ellos... Para trillones de ojos se trata del mismo Sol cuyo efecto corresponde a la capacidad del espejo, de los ojos o las gotas que lo reciben. Es asombroso, pero así es y no puede ser diferente.
3. Pero tratándose del Señor cuesta infinitamente más comprender que Él pueda estar presente en todas partes de manera parecida. ¿Acaso puede Él ser también un Sol? Entonces, ¿dónde está ese Sol? Sólo he visto al Señor, al hombre divino Jesús, y también le he hablado, pero aún no he visto un Sol aparte de éste por encima del cual estoy andando.
4. Aquí todo es luz y más luz, aunque no comprendo de dónde viene. Supongo que del Señor, aunque Él mismo no irradia. Él no resplandece y va más sencillo que nosotros... Debe ser su Voluntad omnipotente que continuamente pronuncia el “Hágase la luz”, una actividad perpetua, tanto espiritual como también física... ¡Dios mío!, ¿quién pudiera percibir tus infinitas profundidades?
5. Ahora veo claramente por primera vez con nitidez que toda mi sabiduría es absolutamente vana, un círculo vasto y vacío con muchas irregularidades y sin centro definido. Oh Señor, ¿cuándo percibiré lo que Tú eres?».
6. Con estas palabras Martín volvió a callarse y se hundió en pensamientos sublimes.
1. Mientras que Martín todavía estaba absorto en sus pensamientos, Corel se acercó a Juan y a Pedro y preguntó: «Amigos del Señor y antiguos compañeros suyos iniciados en la Sabiduría divina y el Amor, espero que me perdonaréis si también yo vengo con una pregunta. Ya me he dirigido antes a Borem, pero él sólo me ha contestado con palabras evasivas cuyo sentido no logré comprender. Por eso me dirijo a vosotros con la esperanza de que me daréis una explicación más inteligible que la suya».
2. «Hermano Corel, no hace falta que nos expongas tu pregunta porque ya nos es manifiesta con toda claridad», se anticipó Juan. «Por eso ahora mismo voy a darte una respuesta que te satisfará:
3. Quieres saber si alguna vez los bienaventurados habitantes de los Cielos podrán volver a contemplar la Tierra tal como es y observar su progreso. Pues, todavía en la Tierra, muchas veces te preguntaste:
4. “¿Quién sabe si después de haberme separado de la carne podré volver a ver esta hermosa Tierra con sus ríos, lagos, montañas, valles y todas las demás miles de maravillas? ¿Podré conocer los cambios en su historia y el surgir y perecer de las cosas? ¿Será posible que después tenga quizá alguna influencia útil en ello?”.
5. Y yo te respondo, hermano: ¡todo está a disposición de los bienaventurados del Señor! Pues nosotros todos somos del Señor y también es suya la Tierra y todo lo que se encuentra en ella. Siendo nosotros sus hijos, ¿cómo va a privarnos de lo pequeño, si nos da lo grande en abundancia? Quien nos da mares de su Amor y Misericordia, ¿cómo va a privarnos de gotas de rocío?
6. Ahora andas por el auténtico Sol físico y ves sus maravillas, aunque todavía te aguardan las realmente suntuosas. Si éstas están al alcance de tu vista, ¡cuánto más lo estarán las de la pequeña Tierra! Aunque opino que una vez que uno habita un hogar regio, disfrutando de toda la libertad, comodidad y alegría que este hogar te puede ofrecer, ¿acaso tendrá todavía la menor apetencia por reservarse un sitio en una morada de criminales, en un calabozo lleno de pestilencia y muerte?, ¿u observar con curiosidad a alguien que es presa de la muerte? ¿Acaso tú mismo querrías ahora dejar el Sol y volver a la Tierra?».
7. «¡Nada de eso!», exclamó Corel. «¿Abandonar estas esferas celestiales y la santa compañía del Señor que es tan infinitamente bueno, clemente y lleno de Amor? ¡Te digo que antes preferiría olvidarme de un trillón de Tierras, y eso para siempre! Me basta con poder observar la Tierra cuando quiera; pero ahora sé que aprovecharé poco este privilegio. Amigo mío, ¡te agradezco de todo corazón el que me hayas dado una explicación tan estupenda! ¡El Señor te premie tu bondad!».
8. «Todas las gracias, todas las alabanzas y toda honra corresponden al Señor», declinó Juan. «Pero tú, vuelve ahora con Borem porque tengo que volver a tomar de las riendas a Martín durante un rato; pronto llegaremos al valle con sus habitantes tan hermosos».
1. Martín estaba todavía medio absorto en sus pensamientos cuando supo que ya podía contemplar el paisaje del valle. Por todas partes vio preciosos jardines con palacios y templos magníficos. Y también vio que desde un templo cercano una gran muchedumbre de personas hermosísimas y de figura augusta se dirigía hacia ellos. Ante esta realidad Martín se despabiló instantáneamente y en seguida se dirigió a Juan y Pedro:
2. «Al fin parece que casi hemos llegado. ¡Qué vista más magnífica! ¡El extraordinario esplendor del paisaje casi me corta la respiración!
3. Veo que se nos está acercando una gran procesión de sus habitantes. A los primeros ya los puedo distinguir perfectamente: son infinitamente hermosos y están fabulosamente vestidos y arreglados. Ay Dios mío, ¡cuánto más se acercan tanto más hermosos se vuelven! ¡Si esto continúa así os digo que no seré capaz de soportar su presencia sin el apoyo del Señor!
4. Ya tengo curiosidad por ver cómo se van a desarrollar los torneos de sabiduría que, junto con vosotros, tendré que sostener. ¡Menuda gloria nos cabrá! ¡Si queréis ver mi combatividad, sólo hace falta que os fijéis en como me tiemblan las piernas!
5. Tratándose de mí, con sólo un saber normal y corriente, estos hombres tienen que ver ya desde muy lejos qué tipo más estúpido se les acerca... ¡Vaya alegría que les podré proporcionar con mi sabiduría calamitosa! Sólo hay que mirar sus ojos, ¡Dios mío, la sabiduría que irradian mientras que los míos sólo manifiestan estupidez y más estupidez, sin par! ¡Menuda confrontación habrá!
6. Hermanos, ¿por qué no camináis delante de mí para que estos magníficos no puedan verme y apreciar mi estupidez antes que sea necesario?».
7. «Aunque a principios no estarás muy a gusto, ¡no te desanimes!», le advirtió Juan. «Cuanto más trato tengas con estos seres, tanto mejor te arreglarás con ellos. Te repito que siempre que permanezcas sereno e interiormente benigno y benévolo, te arreglarás mejor con ellos de lo que piensas. Su sabiduría es profunda, pero también, como todo lo creado, tiene sus límites. Así que ¡ánimo! De todos modos alguna vez tenía que tocarte aprender a soportar maravillas. Y precisamente se supone que te resultará mucho más fácil en esta ocasión en que el Señor nos acompaña».
8. «Pues sí, sé que tienes razón. Pero aun así no se trata de una niñería sino de un asunto desesperadamente serio», observó Martín. «Algunas docenas de pasos más y ya estaremos con ellos. Espero en nombre del Señor que, una vez que estemos con ellos, las nubes tormentosas no resulten tan cargadas como parecen desde aquí.
9. Estas celestialmente hermosas doncellas que vienen corriendo a nuestro encuentro, ¿para qué nos traen esos sombreros tan brillantes y esas guirnaldas?».
10. «Son premios para los más sabios de entre nosotros; pues tras habernos examinado, piensan adornarnos con ellos. El hecho de que tú ya tengas un sombrero del Señor no importa, porque caso que te encuentren digno combinarán tu sombrero con el suyo de tan perfecta manera que el resultado será un solo sombrero, aunque con un brillo mucho mayor. Si no te consideran digno de condecoración te dejarán como estás. Así pues ¡haz un esfuerzo para que no se te escape el premio!».
11. «Oh hermano, ¡no te hagas muchas ilusiones porque hasta ahora nunca he ganado premio alguno en ningún sitio, de modo que menos motivos daré aquí todavía para que me puedan condecorar! Y al mismo tiempo te digo que no le doy a eso la menor importancia. ¡Lo que realmente me preocupa es mi naturaleza ante estas bellezas que tienen unos atractivos...! ¡Menuda cacería hasta que me acorralen...! Bueno, callaré porque ya están aquí».
1. A eso tres doncellas de una belleza extraordinaria se aproximaron a Martín, abriendo los brazos. «Maravilloso guía de tu bonito grupo», le dijeron. «¿Qué asuntos sublimes nos traes desde tu altura de las alturas? ¡Dínoslo, ya que te hemos esperado con tantas ansias!».
2. Martín se mordió la lengua y se pellizcó los muslos a escondidas para que esta afectuosa invitación no le hiciera abandonar su seriedad simulada y para no corresponder demasiado rápidamente con amabilidad recíproca. De modo que simplemente no respondió a la pregunta. Ante ello las tres la repitieron más cariñosamente aún, por lo que Martín casi se tuvo que morder la lengua, aunque pese a todo se quedó callado.
3. Las tres doncellas se sorprendieron ante este extraño comportamiento de Martín y dijeron: «Oh, excelso amigo, ¿acaso ves defectos en nosotras para no dignarte darnos una respuesta? ¿No te gustamos? Pues nosotras vimos muy bien como en tu casa, en las alturas de las alturas, quisiste besar al dragón disfrazado.
4. Algunas de nosotras, de vista aguda, también vieron como en Mercurio casi te derretiste ante una hermosa. Y antes todavía te observaron con aquel rebaño de corderos ante el que no te faltaban las palabras. También fueron testigos de tus prácticas, frecuentemente muy extrañas, cuando todavía en la Tierra llevabas un cuerpo físico. Allí fuiste más que elocuente... ¿Por qué pues no te dignas respondernos a nosotras, hijas del Sol? ¿Por qué no nos dices al menos por qué callas todavía?
5. Sabemos muy bien que callarse en el momento oportuno es parte de la buena sabiduría, pero tu silencio no parece ser de esta clase. ¡Dinos por lo menos por qué no nos hablas, nuestros corazones arden de ansiedad! ¡Te lo rogamos!».
6. Martín se estaba consumiendo de amor por las tres hermosuras y reflexionaba qué iba a responder a su petición. «Ahora por lo menos sé que están informadas de mis vicios y maquinaciones hasta en los pormenores más detallados», se dijo a sí mismo. «¡Caramba!, ¡vaya asunto más negro!
7. Ésta será una entrevista desesperadamente fatal como hasta ahora aún no la ha habido... ¿Cómo y qué voy a hablar con ellas?
8. Pues, primero, muestran cada vez más su belleza seductora de por sí tan extraordinaria, lo que me hace perder el aliento y la voz, y, segundo, me conocen casi mejor de lo que yo mismo me he conocido nunca...
9. ¿Qué queda todavía por hablar? Señor, ¡no me abandones ahora! Y fabulosa serenidad mía, ¡tampoco me abandones! ¡De lo contrario estaría perdido!
10. ¡Caramba!, ¡estas bellezas! Y sus ojos, ay, ¡brillantes como el mismo Sol! ¡Los cabellos como el oro más resplandeciente...
11. Oh, ay, ¡los pechos...! ¿Quién puede soportarlo?, yo no aguanto ni un minuto más! En la Tierra no hay nada que, ni de lejos, pueda compararse con esta ternura inconcebible...
12. ¿Qué es la finura de una gota de rocío, qué la talla más perfecta de un brillante y qué las suaves nubes algodonosas que flotan alrededor del Sol en el crepúsculo? ¿Qué sabe la Tierra de una blancura tan fina? ¡La nieve fresca iluminada por el Sol del mediodía parecería betún!
13. ¡Toda la eternidad no bastaría para saciarse mirándolas! Martín, ¡aparta la vista de tan tiernas y seductoras bellezas, porque de lo contrario quedarás quebrantado y triturado!».
1. Mientras Martín hablaba para sí mismo, las tres doncellas empezaron a sonreír porque mirándole los ojos y la boca supieron perfectamente lo que musitaba entre dientes. Por eso le dijeron: «Amigo, ya sabemos por qué no hablas: porque eres débil, sí, eres todavía muy débil, y tu debilidad innata te paraliza la sabiduría y la lengua... ¿Es que te parecemos tan extraordinariamente bonitas y seductoras? ¡Por lo menos eso dínoslo en voz alta!».
2. Martín casi quiso arrojarse al pecho de la primera de las tres, pero aún lo pudo evitar con un último esfuerzo y empezó a hablar: «Sí, hermosas, sois de una belleza perfecta e infinita. Pero al mismo tiempo sois demasiado sabias, lo que vela considerablemente vuestro encanto. Pero precisamente es por ello por lo que, aunque con dificultades, todavía puedo soportar vuestra belleza. Pues no soy amigo de una sabiduría excesiva. Por eso os digo: ¡si queréis que sea vuestro amigo tenéis que hablarme movidas por el amor y no por la sabiduría!
3. Vinisteis con la intención de concederme un premio caso que me reconocierais como sabio perfecto. Pero os digo que en este particular, pese a vuestra gran sabiduría, os habéis equivocado totalmente; pues no acepto semejantes premios porque para mí no existe más que un solo premio: el amor, el amor que es Dios el Señor, al que vosotros conocéis como Espíritu Primario que ha creado todas las cosas. Únicamente Él es mi premio ya aceptado hace mucho tiempo y para siempre. Este premio vuestro a la sabiduría no me sirve para nada; por lo tanto os recomiendo que lo ofrezcáis a otro al que consideréis digno de recibirlo, pero a mí, ¡libradme de él!».
4. «Oye, amigo maravilloso, hasta ahora aún no te hemos comprometido, ni mucho menos, con un examen de sabiduría, ilusorio por otra parte pues ya vemos qué espíritu reside en ti. ¿No sería una gran insensatez por nuestra parte querer hablar en ti con otro espíritu que con el que en ti hemos encontrado? Has mencionado el premio que ya tienes y que con mucha razón aprecias sobre todo. Pero según la luz en la que nos encontramos, nuestra idea sobre el particular es la siguiente:
5. El eterno Espíritu Primario no es fraccionable. El Amor es su naturaleza básica; pero este Amor no es un amor aislado porque implica en sí la eterna Sabiduría primaria. Cuando glorificas este Amor, ¿acaso puedes separar de él la Sabiduría, Luz de toda luz? Amigo, ¿no te parece que tú mismo eres quien, precipitadamente, se ha equivocado? ¿Cómo puedes tomar en cuenta el cuerpo y rechazar la cabeza? ¡Habla y explícanoslo!».
6. Martín quedó totalmente desconcertado y dijo para sí mismo: «Canastos, ¡ya me han puesto entre la espada y la pared! Ahora: seriedad y más seriedad! ¡Si al menos no fueran tan extremadamente cordiales y afectuosas conmigo resultaría bastante más fácil tratarlas con seriedad!
7. ¡Esperan mi respuesta con una impaciencia más graciosa...! ¿Pero qué les diré? ¿Cómo voy a conducir mi lengua para decirles la verdad, evitando enteramente el menor riesgo de ofender sus oídos demasiado acostumbrados a armonías celestiales? ¡Calla, calla, se me está ocurriendo algo! ¡Eso es!, ¡y se lo voy a servir de la manera más humana posible! De modo que ¡valor y en nombre del Señor!».
1. Terminado su soliloquio, Martín se digirió de nuevo a las tres y les dijo: «Vosotras, hijas inconcebiblemente encantadoras del gran Sol, me habéis dado una respuesta muy acertada a todo lo que os he dicho. Pero todavía hay en un detalle un error de cálculo considerable por vuestra parte:
2. Es perfectamente cierto que vuestra Luz os diga que el gran y eterno Espíritu primario no es fraccionable en su Amor y su Sabiduría. Donde hay cuerpo también tiene que haber cabeza, es decir: quien fue condecorado con un premio de amor, si quiere ser consecuente no debe menospreciar el premio a la sabiduría. Pero ya veis con vuestros ojos claros y celestialmente hermosos que mi cabeza ya está condecorada con un premio muy parecido al vuestro. Y como estáis tan perfectamente informadas de los actos de mi vida, también sabréis que esta condecoración la he recibido del Señor mismo, directamente de Él.
3. Como eso no lo podéis negar, tendréis que admitir que el Señor, pese a todo, debe haberme concedido un premio fraccionado: únicamente él del Amor que, con todo, también incluye un grado relativo de sabiduría. Si este premio, por ser una dádiva perfecta del gran Dios, no es parcial sino entera y perfectamente equilibrado, pese a vuestra muy sabia objeción, no veo realmente para qué me puede servir vuestro premio innecesario.
4. Teniendo ya una cabeza, lo que mi figura completa os muestra, ¿para qué puede servirme una segunda? Si me fuera precisa, entonces, conforme a la Voluntad de mi Señor, con mucho gusto la recibiría de vosotras, hijas sumamente amables del Sol. Suponiendo que no precisaré una segunda cabeza, también reconoceréis que de ninguna manera podré aceptar vuestro premio... Pero ahora hablad... ¡Habladme, os escucho!».
5. «Oh, excelso y magnífico amigo, sabemos muy bien que con tu premio te ha sido concedido infinitamente más de lo que nosotras nunca seremos capaces de percibir», reconocieron las tres. «También nos consta que tu premio no fue parcial sino cabalmente entero. Por incontables experiencias que continuamente se repiten sabemos que el gran Dios da a cada ser una vida completa y entera, de acuerdo con su especie.
6. Cuando el hombre nace tiene ojos para ver, oídos para oír, nariz para oler, un paladar para el gusto y los más diversos nervios para el tacto y otras sensaciones. A un niño recién nacido no le falta en principio nada de todo eso que, al igual que el amor, también es fruto de la suma Sabiduría del supremo Espíritu; aquí Amor y Sabiduría se manifiestan ambos a primera vista.
7. ¿Pero cómo te explicas que un niño recién nacido, obra del Amor y de la Sabiduría del gran Dios, llega siempre mucho más tarde a la sabiduría que al amor, que en sí ya es la vida? Tú mismo hace mucho tiempo que vives y posees amor en toda plenitud. Pero si te preguntas si tu sabiduría es tan vieja como tu vida, seguro que tu fuero interno te dará la respuesta más contradictoria.
8. Por nuestro sabio más grande sabemos que el gran Dios dijo en tu Tierra las siguientes palabras a un judío versado: “Nadie puede entrar en el Reino de Dios a no ser que renazca en el espíritu”. Dinos, ¿cómo es posible que el gran Dios pueda exigir renacer en el espíritu a un sabio que ya vive hace mucho tiempo, si a cada niño ya lo ha provisto, todavía en el cuerpo de la madre, con todo lo que le puede hacer falta para ganar la entrada en su Reino?
9. Por todas partes se ve confirmado que la madurez de todo lo que crece llega en una fase posterior. ¿O acaso puedes confirmar, en base a tus experiencias en la Tierra, que alguna vez haya salido del seno materno un hombre ya hecho y derecho? ¿O sabes con certeza por qué el Gran Espíritu te ha enviado sólo ahora, tras pasar unas cuantas conversiones, a este gran mundo de luz, en medio de estos dos sabios espíritus primarios? ¡Habla, amigo maravilloso, e instrúyenos!».
1. Con esta réplica Martín quedó en un aprieto total y no tenía la menor idea de qué contestar. Hablando consigo mismo constató: «¡Heme aquí sin recurso alguno! ¡Ahora el cerdo se ha metido enteramente en el lodazal! ¿Qué voy a decir? Tienen razón en todos los puntos, mientras que yo, también en todos los puntos, soy buey y burro a la vez, buey burrísimo con sombrero de sabiduría, y ya me traen otro... ¡Aún otro sombrero de sabiduría...! ¡Esto va siendo el colmo! Hermanos, ¡si esta vez no me sacáis del aprieto quedaré avergonzado y ridiculizado!».
2. Pedro interrumpió sus desesperadas reflexiones: «Hermano, ¡ten un poco de paciencia y aguanta este sabio examen porque ya vendrá mejor tiempo! ¡Continúa reflexionando y manera habrá de encontrar alguna respuesta! Continúa con seriedad y no permitas que regateen mucho sino, por el contrario, da a tus argumentos un fundamento sólido. Habla como un profesor y podrás meterte esta vanguardia en el bolsillo. El trato con el resto del grupo será algo más problemático, pero te ayudaremos en cuanto haga falta ... Así que cobra valor, pues ¡ya habrá salida!».
3. «Hermanos, eso de las salidas me parece poco probable porque mi cofre de sabiduría se ha quedado vacío del todo. Que la sabiduría tiene que seguir tras el amor me ha quedado claro por completo. Hay que reconocer que estos tres seres admirables lo han demostrado con una lógica perfecta; de modo que no hay peros que poner. No puedo sino darles toda razón. ¿O ves tú algo mejor?».
4. «Lo que es correcto es correcto, tanto en el Cielo como en la Tierra», contestó Pedro. «Pero aun así no debes darte por vencido tan fácilmente por algunas frases sabias: también tus argumentos se sostienen. Anda pues, ¡reflexiona un poco más y se te ocurrirá un buen argumento para una buena respuesta!».
5. Martín dio vueltas y más vueltas al asunto y, al fin, encontró un argumento realmente irrefutable: «Encantadoras hijas del Sol», continuó. «Vuestra exposición ha sido muy sabia y bien ordenada, pero todavía falta un detalle que tal vez para vosotras carece de importancia, pero que para mí es muy significativo.
6. Como a través de vuestros sabios estáis informadas acerca de lo que el gran Espíritu de Dios ha enseñado en mi pequeña Tierra, y como también estáis enteradas de la complexión y naturaleza de toda criatura, no puedo explicarme cómo es posible que ignoréis lo que el Señor Jesús, vuestro eterno Espíritu Primario, dijo a sus hijos en otras ocasiones:
7. Hubo un día en que muchas madres le trajeron sus hijos. Como se formó un gran atasco, los discípulos del Señor, que ya se tenían por muy sabios, cortaron el camino a las madres. El Señor les dijo: “¡No cortéis el camino a los pequeños sino dejad que se acerquen a mí! En verdad os digo: si no os volvéis como niños, no entraréis en mi Reino!”.
8. Por lo tanto, el Señor pone la niñez como condición previa para entrar en el Reino de los Cielos a aquellos que ya son sabios, la niñez que aún carece de toda sabiduría. Así que no me entra en la cabeza la razón por la que vosotras consideráis la sabiduría como algo tan sublime, ni cómo podéis imaginaros que vuestro premio de sabiduría pueda ser llave del Reino del Cielo. Se supone que la Doctrina de Dios estará por encima de la vuestra y que será cierta...
9. Es sabido que el Señor dijo al sabio judío Nicodemo que para lograr el Reino de Dios, antes tenía que ser renacido. Con ello el Señor no se refería a vuestra alabada sabiduría, pues Nicodemo era un sabio, sino a la infancia inocente que en sí es puro amor. Así es como yo interpreto las palabras del Señor; de modo que me atengo únicamente al amor y todo eso de la sabiduría se lo dejo al Señor. Veis: ¡por eso estoy con Él! Y sólo Él sabe dónde estaría yo ahora si considerase mi más o menos nula sabiduría.
10. Sé por haberlo sufrido en carne propia que todo el que quiere vanagloriarse de sabio comete un gran pecado ante Dios. En cambio, si el corazón de un ignorante está lleno de amor a Dios, posee el premio supremo de la vida que le proporciona la filiación divina. A quien ya tiene este premio, ¿para qué le puede servir todavía el vuestro? Por lo tanto os digo por última vez que no preciso vuestro premio de la sabiduría porque ya hace tiempo que tengo todo lo que necesito. ***
11. ¡Tratad vosotras de conseguir mi premio! Seréis todas mucho más felices que ahora, en el esplendor de vuestra sabiduría ilusoria en la que, pese a vuestra belleza sobrenatural, se manifiesta poco amor. Decid lo que os parezca conveniente, pero no esperéis respuesta por mi parte porque lo único que hace falta es el amor. Todo lo demás me lo da el Señor cuando lo necesito».
1. Ante esta buena respuesta las tres le hicieron una reverencia. «Sublime hijo del Gran Espíritu, sólo ahora percibimos que eres un verdadero hijo de Aquél que para nosotros no tiene nombre», le declararon con mucho respeto. «Nos has vencido. Ahora somos tuyas, incluido el premio. ¡Permítenos que seamos las últimas en tu casa y enséñanos a amar al Gran Espíritu!».
2. Sobremanera sorprendido ante el giro de la situación, Martín les dijo: «En mi casa hay todavía sitio para miles, de modo que también para vosotras. Pues la casa que mi eternamente santo Padre me ha construido para siempre es más grande que vuestro mundo. Si aspiráis a entrar en ella, Tirad vuestro premio de sabiduría, coged el mío del amor, y seguidme. Pero si os parece bien cubrid algo más vuestros encantos demasiado seductores porque para mí son más poderosos que vuestras palabras, pues vivo en el amor y no en la vana sabiduría».
3. Nada más pronunciar estas palabras, los que andaban detrás de las tres en seguida trajeron unos vestidos azules muy plisados y se los pusieron. Una vez vestidas, las tres preguntaron a Martín: «Hijo del Altísimo, ¡vestidas de esta manera esperamos que ya no encuentres más motivos para estar descontento con nosotras! ¿Somos ahora agradables a tu vista y a tu corazón?».
4. «Así está bien y acorde con las costumbres de mi casa, un hogar del gran y santo Padre que tampoco anda casi desnudo como vosotras hasta ahora, sino completamente vestido», contestó Martín. «Aun vestidas de esta forma todavía sois infinitamente hermosas aunque de manera más soportable para mi vista. Así, por supuesto, podéis muy bien quedaros conmigo.
5. Pero otra cosa: decidme, ¿ya conocéis al Gran Espíritu, o tenéis noción de Él? ¿Qué haríais si debierais presentaros delante suya?».
6. Las tres quedaron asustadas y se explicaron: «Sabemos que existe un eterno Espíritu Primario que por su eterna sabiduría y Omnipotencia ha creado todo lo que existe. Pero para nosotros este espíritu es tan sumamente santo que jamás debiéramos osar hacernos una idea de Él; eso es un privilegio reservado únicamente a los sabios más excelsos. Por lo tanto ya podrás imaginarte nuestra angustia si, suponiendo que tenga alguna forma perceptible, debiéramos presentarnos realmente ante Él sabiendo que es Él ... Ay, ¡sería horroroso, no podemos imaginar que pudiera sucedernos algo más horrible!».
7. Martín les preguntó: «Si es así, ¿cómo es posible que no nos tengáis miedo a nosotros, sus hijos? ¿No debierais aceptar que el Padre ha de tener el mismo aspecto que nosotros, sus hijos? ¡He aquí otro fruto de vuestra sabiduría incoherente! ¡Vuestros corazones están férreamente privados de lo que para los nuestros es el mayor anhelo! ¡Y sospecháis que lo que a nosotros nos causa el máximo gozo, sería para vosotras el mayor martirio que os puede tocar...!
8. ¡Vaya diferencia entre vosotros y nosotros! Decidme: ¿es posible que nunca hayáis sentido en vuestro corazón algo semejante al amor? ¿No experimentáis algo parecido hacia nosotros, es decir, hacia uno de mis dos hermanos o hacia mí mismo?».
9. «¿Qué quieres decir con eso?», preguntaron las tres. «Sabemos que el amor es una especie de avidez del corazón, una fuerza atractiva, que a veces coge cosas afines a ella y las atrae con gran intensidad, procurando unificarlas con él. Aparte de eso no sabemos lo que todavía pueda haber en el amor. Como esta fuerza del corazón es muy pequeña en nosotras, tampoco puede agarrar sino cosas pequeñas. Podemos guardarte respeto sumo, pero para nuestro amor serías excesivamente grande, de modo que no podría abarcarte en manera alguna...».
10. «¡Estupendo!», exclamó Martín. «¡Vuestra sabiduría ya va perdiendo su insensibilidad! Os digo que no os preocupéis por el tamaño de vuestros corazones, ¡pronto tendrán cabida para mucho amor! ¿Quién de vosotras puede abrazarme y estrecharme con todo fervor contra su corazón?».
11.Las tres exclamaron con suma alegría: «¡Eso sí lo podemos hacer muy bien! Si tú, excelso hijo del Altísimo, nos lo permites, ¡ahora mismo te daremos el ejemplo más ardiente!».
12. Abriendo los brazos, Martín las animó: «¡Adelante, os lo concedo de todo corazón!».
13. Ante esta invitación las tres le abrazaron y todas ellas apretaron su suave pecho contra el de Martín con la mayor intensidad posible. En su arrebato de amor le confesaron: «Ay, ¡qué alegría, qué dulzura nunca imaginada! ¡Déjanos todavía un rato apretadas contra tu pecho!».
14. «¡Ya sabía que tenéis amor, y además sorprendentemente intenso!», dijo Martín con gran alegría. «¡Quedaos así cuanto queráis, pues mi pecho os enseñará el Amor de la mejor manera!».
1. Los demás habitantes del Sol observaron a las tres doncellas recostadas en el pecho de Martín. Como no parecía que fueran a separarse de él por el momento, la situación les pareció alarmante, por cuyo motivo tres hombres, familia de las tres doncellas, se separaron de la muchedumbre y se dirigieron a Martín:
2. «Excelso señor, nuestros ojos ven lo que no están acostumbrados a ver aquí porque aquí no sucede nada parecido. Este incidente extraño no es compatible con nuestro orden, por cuyo motivo te preguntamos qué significa todo esto. ¿Quieres quitarnos estas tres hijas nuestras? ¡Dinos con qué derecho! ¿Las quieres como mujeres tuyas? ¿Las quieres fecundar? Te decimos que eso no puede ser porque no eres de este mundo, además de que siendo espíritu tampoco puedes fecundar. ¡Explícate!, ¿cuál es tu intención acerca de nuestras hijas?».
3. «Queridos y hermosos amigos, ¡no os preocupéis por vuestras hijas!», les respondió Martín, «porque conmigo están en mejores manos que en las vuestras que no conocéis sino vuestra sabiduría y no tenéis idea alguna acerca del Amor. Ahora les estoy enseñando a amar y ellas perciben el Amor. Pues esta es la Voluntad del gran Dios que es en sí el mayor y más puro Amor. Os digo que también vosotros debierais aprenderlo y podríais progresar en vez de quedaros física o espiritualmente para siempre en este mundo vuestro. A estas hijas vuestras las acogeré en mi casa; pero a vosotros, si no podéis amar, no os acogeré. Aunque si vais a poder amar también encontraréis lugar en ella».
4. «El sentido de lo que nos dices carece de todo orden; de modo que también de sabiduría y por ello resulta incomprensible para nosotros», replicaron los tres. «Por lo tanto, si quieres comunicarnos algo, ¡hazlo con sabiduría! Sabemos muy bien que eres miembro de la comunidad de los hijos del Gran Espíritu Primario y nuestros mayores sabios ya te conocen desde cuando todavía estabas en tu planeta. Pero todo eso carece de valor para nosotros mientras no vistas el vestido de la sabiduría. Por eso, en nombre de la suma sabiduría de este mundo de la luz, te ordenamos soltar al instante a estas tres; de lo contrario sufrirás una gran calamidad, como también la gran muchedumbre que te sigue. ¡Obedece o llamaremos a nuestros poderosos espíritus para que pongan las manos en vosotros!».
5. «¡Olalá!, ¡vaya discusión acalorada!», respondió Martín, sin perder su seriedad. «Hermosos amigos míos, ¡miradme! Os digo que de los muchos hermanos que me acompañan, todos los cuales moran en mi casa, soy el más débil. Pero aun así tengo tanto poder comparado con vosotros que con sólo un pensamiento minúsculo podría derribaros y dispersaros como una tormenta al polvo. Por lo tanto retiraos con vuestras amenazas ridículas para que finalmente no sea yo quien ponga las manos en vosotros y vuestros sabios espíritus presuntamente omnipotentes. ¡Retiraos de buen grado o tocaré otro registro!».
6. Los tres hombres del Sol alzaron sus brazos y evocaron a sus espíritus. Pero estos les respondieron desde una nube:
7. «¡No podemos poner las manos sobre estos porque en su séquito presentimos lo más horroroso de lo más horrible! ¡Hacedles caso o huid lo más rápido que podáis, de lo contrario estaréis perdidos! ¡Todos ellos son omnipotentes y el todopoderoso se encuentra entre ellos! ¡Por lo tanto obedeced o huid!, ¡pero más os interesa la obediencia! ¿A dónde huiríais ante aquellos cuyos pies son más rápidos que vuestros pensamientos?».
8. Ante estas advertencias de los espíritus Martín volvió a tomar la palabra: «Bueno, mis hermosos amigos todavía apreciados como antes, ¿qué pensáis hacer? ¿Qué os aconseja ahora vuestra sabiduría? ¿Queréis aún meteros con nosotros?».
9. «Siendo así, nuestra sabiduría nos dice: “¡Si aquél con quien quieres pelear es más poderoso que tú, abstente de la lucha; y si luego él te da una orden, cúmplela!”. Como tú y tu compañía sois más poderosos que nosotros, te obedeceremos. ¡Manda pues lo que quieras!».
10. «Entonces corred, a excepción de vuestras tres hijas que se quedan conmigo, y preparad vuestra casa porque durante algún tiempo seremos vuestros huéspedes. Lo que pasará después ya os lo comunicará otro de mi gran comunidad; pues ya os he dicho que soy el más ínfimo entre todos estos miles... Así sea».
11. A continuación los tres hombres fueron por preciosas y extensas praderas hacia una colina del valle donde había un gran templo en el que habitaban estas criaturas del Sol. Alrededor suyo, un poco más abajo, se encontraban varios edificios más pequeños donde educaban a los niños.
1. Cuando la muchedumbre de habitantes del Sol se estaba dispersando, las tres hijas se recuperaron de su arrebato de amor. Resultó que se habían vuelto aún mucho más hermosas porque a partir de ese momento el amor irradió de sus ojos tan inimaginablemente bellos. Su voz se había vuelto tan suave y armónica como el canto de los querubines, y ya no hablaban de otra cosa sino del amor.
2. Nosotros también continuamos nuestro camino. Las numerosas mujeres conducidas por Borem y Corel, y también muchos monjes que estaban con ellas, empezaron a empujar hacia adelante para poder admirar a las tres bellezas, pues antes habían estado demasiado ocupados contemplando la naturaleza del Sol. Como ya se habían saciado mirando tantas maravillas, las mujeres tuvieron deseo de comparar su belleza con la de las tres.
3. Por una señal interna que le di a Martín, este supo su intención. Ya sabía cuanto apreciaban su antigua belleza, y entendía que la exorbitante hermosura de las tres hijas del Sol iba a derrotarlas. Por ello se dirigió a las tres:
4. «Quisiera pediros un favor: muchas mujeres de mi planeta se están abriendo camino a través de la muchedumbre para veros y comparar vuestra belleza con la suya. Como la vuestra es incomparablemente mayor, corren el riesgo, por su vanidad, de quedarse paralizadas durante largo tiempo. Por eso os ruego que os cubráis el rostro con vuestros abundantes cabellos hasta que os dé señal de descubriros de nuevo. ¿Me haréis este favor?».
5. «Amor nuestro, ¿realmente son nuestras figuras tan sobremanera hermosas?», le preguntaron. «¿Sabes?, aquí en este mundo nadie nos ha dicho hasta ahora nada parecido; pues aquí no se conoce la belleza de las figuras sino únicamente el orden de las formas y la correspondiente sabiduría que se desprende. Tú has sido el primero que ha visto nuestra belleza, que nosotras atribuimos por supuesto más bien a nuestro orden y a nuestra sabiduría. Pero ahora ya sabemos que te referías a la estética de nuestras figuras. Si nuestras figuras te parecen realmente tan extraordinariamente hermosas, ¡entonces, explícanos por favor en qué consiste esta belleza nuestra!».
6. «Antes atended a mi deseo», les respondió Martín, «y a continuación os lo explicaré todo».
7. Ante ello las tres le rogaron que él mismo dispusiese sus cabellos: «Pues tú mismo sabrás mejor que nadie hasta qué punto tienen que estar cubiertos nuestros rostros para que no perjudiquen a las mujeres que van a venir».
8. No hizo falta que las bellezas repitieran su deseo: en seguida Martín puso manos a la obra. Y nada más terminar la tarea, Borem reconoció:
9. «Hermano, ¡realizaste tu trabajo como un verdadero maestro! ¡Aun considerando que tienes a tu lado dos expertos que conocen todos los vericuetos de éste e incontables mundos más, has realizado auténticos milagros! ¡Pero con estas tres que ahora son hijas tuyas aún tendrás que proceder con mucha delicadeza ante aquellas monjas tan obstinadas, porque de lo contrario organizarán un gran escándalo!
10. De ninguna manera deben ver las caras de las tres, a no ser que realmente insistan. Aunque si puedes evitarlo ¡tanto mejor! Caso que realmente lleguen a verlas se desplomarán como tocadas por el rayo y empezarán a herirse a sí mismas de vergüenza y desconsuelo».
11. Martín, asustado, contestó: «¡Así que otro de esos líos a la vista! Te digo que estas monjas me tienen harto desde siempre, más que nadie... ¡De modo que incluso aquí en el Cielo no dejan de hacer bufonadas! ¡Tengo unas ganas de que vean a las tres totalmente descubiertas, en toda su belleza...! ¡Que estas estúpidas se sorprendan a más no poder, para que queden más humilladas que un esclavo...! Es probable que tal terapia las mejore».
12. «Tienes razón», observó Pedro. «No hay que ser demasiado blando con quienes, con demasiado empeño, procuran hallar satisfacción en su propia apariencia. Aunque para despojar al alma de semejantes residuos mundanos, conviene procurar remedios menos rigurosos. Pero si los diversos cepillos blandos no dan resultado habrá que aplicar los duros. Tú, Borem, has estado muy atinado con tu punto de vista, pero también Martín tiene razón. Por eso vamos a dejarle que actúe libremente según su propio criterio».
13. Juan confirmó las palabras de Pedro y añadió: «Borem y Martín, ambos tenéis razón. En el Sol no existe la noche y su polo sur está envuelto en luz como el polo norte. Así que id a buscar el beato rebaño de Martín; aquí lo cardaremos y lo esquilaremos como le conviene».
14. Borem y Corel se fueron y volvieron con las veinte más presumidas de entre las que se consideraban extremadamente bonitas. Nada más llegar rodearon a Martín y le provocaron: «Bueno, ¿dónde están aquellas presuntas bellezas tan extraordinarias del Sol, de las que nos dijiste en tu casa que comparadas con ellas somos una calamidad? ¡Muéstranoslas y convéncenos, a ver si dijiste la verdad!».
15. «De acuerdo», respondió Martín. «Venid y ved, almas presumidas, aquí se encuentran tres de ellas. ¿Qué os parecen?».
16. Pero las monjas protestaron: «¡No vemos sino cabellos y vestidos azules muy plisados, o sea nada más que aquello de lo que también nosotras disponemos! ¡Queremos ver las caras, los pechos y los brazos descubiertos!».
17. «Si deseáis morir de vergüenza y desconsuelo», les respondió Martín con toda calma, «estoy dispuesto a atender vuestra petición. ¡Contestarme claramente sí o no!».
18. Ante esta intimidación las monjas quedaron desconcertadas y se consultaron entre sí, aunque sin resultado. Por eso una de ellas se dirigió a Corel que, encogiendo los hombros, tras un buen rato le respondió:
19. «Queridas hermanas, es realmente difícil aconsejaros en esto. Si decís “sí” entonces tendréis que prepararos a sufrir las consecuencias de las que Martín os ha advertido; y si decís “no”, os consumiréis por vuestra vana curiosidad ilimitada que acabará con vosotras. Ya veis lo difícil que es aconsejaros. Bueno, todavía hay una solución mejor, pero supongo que poco os vais a atrever a tomarla».
20. «Haremos todo lo que sea conveniente», respondieron al unísono. «¿Qué nos recomiendas?».
21. De modo que Corel continuó: «Oídme, pues. Detrás de nosotros sigue un gran grupo de chinos y tras ellos el Señor entre las dos que le aman tan profundamente. Os aconsejo que os dirijáis a Él; pues Él podrá indicaros mejor que nadie qué es lo que os conviene tener en cuenta. Si le hacéis caso encontraréis la mejor solución a vuestro dilema. De lo contrario, una vez que os hayáis decidido por cualquiera de las soluciones que se os ofrecen, la suerte que os quepa será vuestra propia responsabilidad. Ya sé que se trata de un asunto muy delicado... En fin, habéis oído mi consejo. Sois libres de hacer lo que os dé la gana».
22. «¡Amigo, con tus palabras no nos has dicho nada nuevo, pues todo eso ya lo sabíamos hace tiempo», le respondieron las monjas. «Además, ¡eso no sería sino escapar del trueno y dar en el rayo, sólo que a estas tres las tememos mil veces menos que al Señor! ¿Qué son ante el Señor? ¡Criaturas suyas como nosotras! Sean de belleza sobrenatural o de fealdad extrema, todo eso no cuenta ante el Señor. Por lo tanto nos parece más conveniente verlas que ir al Señor porque daríamos la impresión que le tememos menos que a estas tres criaturas suyas».
23. «Como queráis», continuó Corel. «Si podéis aconsejaros a vosotras mismas mejor que yo, entonces haced lo que queráis. Pero en adelante no os toméis la molestia de venir a preguntarme en casos parecidos».
24. Ante esta réplica las monjas se dirigieron de nuevo a Martín: «Pase lo que pase, ¡queremos ver a las tres en su plena belleza!».
25. «¡Lo que queréis!», respondió Martín. «¡Acercaos bien y abrid los ojos!, ¡en seguida vuestra estúpida vanidad tendrá su premio!». Y, dirigiéndose a las tres les dijo: «Hijas mías, ha llegado el momento en que tengo que pediros que quitéis los cabellos de vuestros rostros para que estas presumidas los vean...».
26. Las tres le contestaron preocupadas: «Si descubriéndonos les causamos un mal, preferiríamos continuar cubiertas porque de ninguna manera quisiéramos que alguien sea perjudicado por nuestra culpa».
27. «No, hijas mías, todo eso ahora ya no cuenta. Porque no se hace injusticia alguna a quien insiste obstinadamente pese a tantas advertencias», argumentó Martín. «Insisten en veros a pesar de que otro hermano y yo las hemos prevenido repetidas veces. Así ¡que os vean y que casi perezcan! ¡Descubríos pues, y mostraos a estas estúpidas presumidas!».
28. Las tres contestaron a las palabras de Martín: «Eminente amigo, eres verdaderamente un gran sabio porque tus palabras se basan en un fundamento sólido. Por lo tanto vamos a cumplir tu ruego, pase lo que pase...». Y apartaron los cabellos de sus caras. «¡Henos aquí descubiertas!».
29. El esplendor refulgente de su descomunal belleza afectó a las monjas como si a cada una de ellas le hubieran caído diez rayos a la vez. Todas se desplomaron formando un gran montón y sólo unas pocas pudieron gritar aún con voces casi apagadas:
30. «¡Ay de nosotras, feas, estamos perdidas! Cocodrilos, sapos y otras sabandijas asquerosas resultan respecto a nosotras todavía mucho más hermosos que nosotras respecto a ellas! Señor, ¡haz que nos volvamos ciegas porque vale más serlo para siempre antes que correr una sola vez el riesgo de volver a ver estas bellezas asombrosas!».
1. A continuación ya no se oyó en absoluto a las monjas, por cuyo motivo las tres lamentaron: «¡Ya veis! Si lo sabíais de antemano, ¿por qué nos obligasteis a mostrarles nuestro rostro descubierto? ¡Ahora las pobres están completamente inanimadas! ¿Quién les dará nueva vida? ¿Podéis vosotros? Entonces os rogamos que las reaniméis a las pobres, pues ¡tenemos tanta lástima de ellas...! ¡Ay, si no les hubiéramos descubierto nuestras caras!».
2. «¡Tranquilas! La suerte que a éstas les ha cabido al ver vuestra belleza sobrenatural, que el Señor mismo potenció para este fin, surtirá un efecto altamente útil y curativo», les explicó Juan. «Y es precisamente esta suerte la que las libera de una de sus últimas cargas mundanas, principal y de las más fuertes, carga que todavía las habría afligido durante mucho tiempo y habría impedido que pudieran gozar de los grandes y supremos placeres de los Cielos de Dios. Pero ahora, de un solo golpe, han quedado libres de semejante fastidio y eso para siempre. No tardando mucho estarán reanimadas para una vida mejor y más pura, y podrán miraros como nosotros, sin contrariedad. Todavía os resultarán muy útiles porque, después de todo, son hijas del Altísimo, del santo Padre.
3. De momento están más bien muertas que vivas porque les ha sido quitado el amor descarriado que las había animado hasta ahora, un amor que las vivificaba considerablemente más que su amor a Dios, el eterno Señor de toda vida. Pero ahora mirad al fondo de toda esta muchedumbre. Allí veis un Padre que, andando entre dos hijas, se está acercando a nosotros. Él reanimará en el momento oportuno a estas muertas aparentes, y ante vuestros ojos la gloria de Dios será manifiesta. Por eso no sufráis por lo que les ha pasado a estas monjas; pues fue un remedio curativo de gran eficacia para sus corazones todavía demasiado presumidos».
4. «Sublime amigo, ya que nos proporcionas un consuelo tan maravilloso, ¿por qué no nos dices también quién es ese señor que viene hacia aquí en medio de sus hijas?», preguntaron las tres. «¿Es hermano vuestro y viene del mismo planeta sagrado que vosotros?».
5. «Respecto a la manera como le veis actuar en nuestro medio es hermano de todos nosotros», les respondió Juan. «Y respecto a su apariencia aquí visible procede como nosotros de la Tierra, es decir, del pequeño mundo que vuestros sabios llaman sin más ni más el planeta sagrado. Pero aun así Él es el Maestro de todos nosotros y por lo tanto también el Señor; pues quien es maestro también es señor. Él es nuestro Maestro en todas las cosas, así que también es Señor de todas las cosas, de acuerdo con la Voluntad de Dios».
6. Fascinadas, las tres exclamaron: «¡Pero si es así, entonces tiene que ser mucho más que vosotros mismos! ¿Es que se le puede comparar con nuestro sumo sabio al que obedecen no sólo las personas sino también todas las montañas y las aguas, y todos los animales y las plantas de este gran mundo?».
7. «Pues sí, aproximadamente, pero aún algo más», respondió Juan. «En seguida veréis...».
8. «¿También tenemos que cubrirnos ante él?», quisieron saber.
9. «No hace falta. Él ya os conoce desde hace mucho tiempo, y a todo vuestro mundo, antes de que existiera y antes de que nosotros y vuestros sabios hayan existido».
10. Las tres hijas del Sol contestaron sorprendidas: «¿Qué dices? ¡Eso es algo que nunca habíamos oído antes, ni siquiera de nuestros sabios más sabios! Pues siempre nos han explicado que nuestro mundo de luz es como una madre para todos los demás mundos: de modo que tiene que ser el más antiguo. Ahora, si nuestro mundo que casi no tiene fin es el más antiguo, lo que es evidente porque muchas veces fuimos testigos de como nacieron otros nuevos de su extenso seno, por supuesto más pequeños, ¿como es posible que un sabio de otro mundo seguramente menor, que también habrá surgido del seno del nuestro, pueda ser más anciano que nuestros sabios e incluso más que nuestro gran mundo?
11. Sublime amigo, ¿no piensas que te has equivocado un poco en tus cálculos? Salvo si ese maestro es un espíritu angélico primario, en cuyo caso podrías tener razón. Pero es poco probable porque no irradia luz como otros espíritus angélicos, una luz muy fuerte en la que nosotros parecemos casi oscuros. De modo que tendrás que perdonarnos si creemos que hay este pequeño error en tus cálculos».
12. Pero Juan les contradijo: «Hijas mías las más apreciadas, vuestros sabios calculan muy bien, nosotros, sin embargo, calculamos mejor. Considerad que todavía hay una gran diferencie entre vosotros y nosotros: nosotros somos auténticos hijos del Altísimo, mientras que vosotros sólo sois sus criaturas, que únicamente a través nuestra pueden volverse sus nietos, y eso lo sabéis por la boca de vuestros sabios. Siendo así, decidme: ¿Quiénes son mayores, los hijos o vosotros los nietos?».
13. Las tres quedaron cortadas y sólo después de un rato reconocieron: «La pregunta es de una sabiduría demasiado profunda para nosotras. Tal vez nuestros sabios la pudieran contestar, aunque no estamos seguras de ello porque no sabemos hasta dónde llega su sabiduría. Pero dejémoslo ahora; pues vuestro maestro y señor, como tú dijiste, ya está muy cerca y quisiéramos prepararnos para recibirle dignamente. Dinos todavía una cosa: ¿cómo le gustaría más que le recibiéramos? Nos gustaría prepararnos interior y exteriormente...».
14. «Sobre ese particular os recomiendo que os dirijáis a vuestro segundo padre, a Martín, que antes os enseñó a amar. Él os lo explicará de la mejor forma».
15. Rápidamente se dirigieron a Martín que las informó:
16. «Para este Maestro y Señor cuenta únicamente el Amor puro. Acercaos a Él con sumo amor y os lo ganaréis. Una vez ganado habéis ganado todo porque para Él todas las cosas son posibles. ¡Estoy totalmente convencido que Él hasta puede convertiros en auténticas hijas de Dios!».
17. «¿Es que nos está permitido amarle de la misma manera que te hemos amado a ti? ¿Podremos estrecharnos contra él con todas las ganas de nuestro corazón, recientemente despertadas?».
18. «Por supuesto», les confirmó Martín, «porque ante Él el amor nunca se equivoca. Sólo en un caso extremo pudiera decir: “¡No me toquéis!”, pero os digo que aun así no os desaniméis sino por el contrario, ¡encendeos aún más de amor por Él! ¡Agarradle con todo el poder de vuestro corazón! Entonces Él mismo vendrá a vuestro encuentro y os concederá en toda plenitud todo lo que vuestros corazones anhelan. Y una vez que os haya acogido en el suyo gozaréis una bienaventuranza de la que ningún sabio de vuestro gran mundo tiene la menor idea».
19. «Ay, ¡las dos divinas que van a su lado estarán ya gozando en toda plenitud de la bienaventuranza que nos has dicho!», observaron las tres con entusiasmo. «Él tiene que ser un espíritu celestial sumamente poderoso para que vosotros, verdaderos hijos del Espíritu altísimo, le reconozcáis como vuestro señor y maestro... Por lo tanto se supone que tendrá que ser el primogénito del Altísimo, su hijo mimado...».
20. «Muy bien», reconoció Martín. «Casi habéis dado en el blanco. Pero ahora tranquilas, pues ya esta casi aquí. ¿Veis como las evidentemente muertas empiezan a removerse cuando Él se acerca? Fijaos en Él, queridas hijas mías, ¿no os parece digno de todo amor?».
21. Las tres exclamaron maravilladas: «¡Cielos, oh Cielos! ¡Está irradiando una amabilidad y dulzura como seguramente no habrá otras iguales en todos los Cielos eternos; y cuanto más se acerca tanto más fascinante se vuelve! Perdonadnos si os tenemos que confesar que vosotros, hijos del Altísimo también, parecéis ante él sombras fugaces... ¡Cuanto más se acerca, tanto más nuestros corazones perciben que no puede haber otro ser al que se pudiera amar más que a él!
22. Oh amigo que ahora eres nuestro nuevo padre espiritual, ¡ya no podemos refrenar nuestros corazones porque lo anhelan con demasiada vehemencia! No le quedan sino diez pasos. Mira, ¡está haciendo señas con la mano... ¿A quién las dirigirá? ¡Dínoslo! ¿Ves que a cada seña que hace se inclinan las montañas de nuestro mundo?, ¿y ves que allí abajo en el valle el gran mar se agita a cada seña? Dinos, ¿a quién van dirigidas estas señas santas?».
23. Con el corazón conmovido Martín les contestó: «¡A vosotras mismas, mis queridas hijas, ante todo a vosotras mismas y luego, por esta vez, seguramente también a todo vuestro mundo! Así que ¡corred y haced lo que os acabo de aconsejar!».
24. «¡No podemos!», declararon las tres. «Porque no tenemos suficiente valor y aún menos la fuerza necesaria: nuestro amor demasiado poderoso nos ha aflojado las piernas... ¡Ayudadnos, por favor!».
25. Martín, Juan y Pedro les dieron el brazo y, con mucha delicadeza, las trajeron hacia mí.
1. Cuando Cheng Chai y Gella divisaron a las tres se quedaron admiradas por su hermosura.
2. «Padre todopoderoso, ¿qué seres son estos?», me preguntó Cheng Chai. «¡Jamás el corazón humano más encendido habrá soñado en una belleza inconcebible como ésta! ¿Son seres creados o espíritus primarios cuyos sentidos fueron y siguen siendo desde todas las eternidades más puros que la luz de las estrellas más claras?
3. ¡Vaya, que terriblemente fea tengo que ser comparada con ellas! Si las miro tengo la sensación, y espero que me perdones este pensamiento, que debiera ser casi imposible para ti dar a la figura humana femenina una forma tan infinitamente bonita. ¡Pero que pensamiento insensato y estúpido como yo misma! Ay, ¡esta hermosura es casi insoportable para mí!».
4. Cheng Chai quedó callada. Gella ya lo estaba desde el primer momento y tampoco podía ordenar sus pensamientos. De modo que ambas suspiraban y sufrían ocultamente por su presunta gran fealdad.
5. Por buenos motivos las dejé continuar en su aflicción durante un buen rato. Mientras tanto me dirigí a Martín: «Mi querido hermano Martín, estás haciendo grandes progresos en la pesca, pues veo que has pescado para mí tres peces formidables, ¡y eso de los mares muy profundos del Sol! ¡Con esta pesca me has dado una gran alegría! Es evidente que aquí la pesca se te da mejor que en la Tierra... Por eso me parece que será adecuado hacer de ti un verdadero pescador en las aguas del Sol. Te estás volviendo muy firme y serías un buen compañero para los hermanos Pedro y Juan que son mis pescadores principales en todo el infinito.
6. Realmente, esta vez te has superado a ti mismo... ¡Enhorabuena!, ¡hasta ahora casi ningún pescador enviado con las redes del amor ha podido pescar hombres de este mundo de luz porque su sabiduría es demasiado grande y su belleza los ha paralizado; pero tú has demostrado verdadera maestría! Parece que tendré que dedicarte a algo mayor, puesto que en lo menor ya te has llevado la palma...».
7. «Señor, Padre, ¡eso es demasiada Gracia, excesivamente demasiada!», exclamó Martín. «Ya sabes que de un buey, aparte de un buen estofado, se puede sacar poco provecho, y de un burro menos todavía. Y yo, buey y burro, ¿qué soy yo ante ti?
8. Si no me hubieras ayudado con tu Gracia, lo habría pasado fatal en compañía de estas tres encantadoras hijas. Quizá no me habrían derribado con su sabiduría, ¡pero seguro que sí con su belleza seductora!
9. Dios mío, ¡qué belleza extrema de pies a cabeza...! Me fascinaban, pero Tú me ayudaste a través de los dos hermanos y ya hubo manera. Si me hubieras dejado continuar por mí mismo sólo durante un momento, se me habrían acabado instantáneamente los últimos vestigios de fuerza de Voluntad. ¡Sólo Tú sabes a qué habría llevado eso!».
10. «Hermano mío, ¡así es, has dado en el blanco!, pues sin mí nadie puede hacer nada», le confirmé. «Pero voy a explicártelo:
11. La concesión de la Gracia es por supuesto obra mía. Pero agarrarla y actuar de acuerdo con ella es cosa propia de cada espíritu libre, por lo tanto también tuya. Por ello te alabo: por haberla aceptado y asido y por haber actuado tan perfectamente en consonancia con ella.
12. Concedo mi Gracia a muchos y muchos la reconocen y me alaban por eso. Pero cuando debieran actuar de acuerdo con ella ya no la tienen en cuenta y permanecen apegados a sus antiguas malas costumbres mundanas. Mientras están en su cuerpo físico hacen todo lo que proporciona placeres a su carne y continúan en su sensualidad hasta el último momento. Y el día en que lleguen al reino de los espíritus se vuelven diez veces más pervertidos que en el mundo, pues aquí pueden tener lo que quieran. Aun así siempre seguirán disponiendo de mi Gracia, aunque no le presten atención, lo que les acarrea muy malas consecuencias.
13. Tú sin embargo, hiciste caso a mi Gracia y actuaste en consonancia con ella; por lo tanto mereces mi elogio, especialmente aquí donde la aplicación y realización de mi Gracia resulta mil veces más difícil que en la Tierra. Continúa de esta manera y pronto tu espíritu disfrutará de una libertad de acción sin par».
14. También Pedro y Juan dieron testimonio de Martín: «Confesamos que conociendo a las mujeres del Sol, sabiendo lo que son capaces de hacer cuando descubren el menor punto débil en un espíritu, no nos habríamos atrevido a venirles con el amor. Pero Martín ha tenido éxito. ¡Tú, Señor, seas alabado por ello; Martín ha ganado una preciosa corona de héroe!».
15. «Así sea», confirmé Yo. «Pero ahora, Martín, ¡preséntame a tus tres peces para que me manifiesten hasta que punto los has preparado para mí!».
1. Martín se dirigió a las tres y las animó: «Hemos llegado, queridas hijas mías. ¡Ahora, según os dije, abrid y aliviad vuestros corazones como os pide su ardor!».
2. Sin pérdida de tiempo las tres abrieron rápidamente sus hermosos brazos para abrazarme.
3. Pero Yo las detuve: «Mis queridas hijas, es pronto para tocarme porque aún estáis en la carne que en este momento moriría. Una vez que vuestros cuerpos sean puestos aparte me podréis tocar sin el menor perjuicio; pues soy un espíritu perfecto ¡y por ello sólo espíritus perfectos pueden tocarme!».
4. «¡Pero también este hermano tuyo es un espíritu! Y ¡sólo apretadas contra su pecho, abrazándole, hemos llegado a conocer el amor sin perjuicio alguno!», insistieron las tres. «Y si tú, sublime maestro y señor de estos hermanos, eres un espíritu aún más perfecto, pensamos que si nos entregamos enteramente al amor en tu pecho, aún resultaríamos menos perjudicadas...
5. Y ¿qué si realmente perdiéramos este cuerpo nuestro? ¡Cuánto más vale amar sin el cuerpo que estar separadas del amor con él! ¡Oh míranos y siente nuestros sufrimientos si no nos permites amarte con todo el fervor de nuestros corazones!».
6. «Mis queridas hijas, amar me podéis amar con todas vuestras fuerzas, pues en manera alguna seréis privadas del Amor. Pero no me toquéis aún porque ello os perjudicaría», les advertí. «Puesto que vuestro amor es tan ardiente que está dispuesto incluso a sacrificar el cuerpo, séaos permitido tocar mis pies ya que mi pecho es todavía demasiado abrasador para vosotras».
7. Ante estas palabras las tres se arrojaron a mis pies y los estrecharon entre sus manos. Y, maravilladas, constataron con voz armoniosa: «Oh, ¡dulzura infinita! Ay, ¡si nuestros muchos hermanos conocieran el amor y su gran dulzura...!: ¡abandonarían toda su sabiduría por una sola gota de él!
8. Sublime señor y maestro, ¿por qué nosotros, seres de este gran y maravilloso mundo, no conocemos el amor? ¿Por qué tenemos siempre que escudriñar en la sabiduría insondable de los Cielos del eterno Espíritu primario y nunca saber qué es el Amor, el dulcísimo Amor?».
1. «Escuchad, queridas hijas mías: el cuerpo del hombre está provisto de diversos miembros y sentidos. Pero el oído no puede tener lo que tiene el ojo, la boca lo que tiene la nariz, la cabeza no puede tener lo que tiene el corazón, y el corazón no puede tener lo que tienen las manos y los pies. Si el cuerpo goza de buena salud entonces también la tienen todos miembros y sentidos individuales. El ojo no es desgraciado por no poder oír ni el oído por no poder ver.
2. Tampoco la cabeza se ha quejado nunca por estar más lejos del corazón que los pulmones. Pues todos los miembros, tengan la función que tengan, disfrutan del mismo corazón, morada del amor y centro de la vida, y están animados por él. También vosotros estáis concebidos así. Aunque no seáis el mismo corazón del gran Orden de las cosas de Dios, sí sois copartícipes de todo lo que surge de él. Y todos aquellos que reconozcan el amor, como vosotras ahora, serán acogidos por Él.
3. Mientras todavía seáis sangre podéis volveros parte de cada miembro. Pero una vez que la sangre se haya hecho partícula nutritiva de algún miembro y se haya unido a él, habrá terminado toda circulación para ella.
4. Sé muy bien que vuestros sabios se extrañan muchas veces del gran privilegio que tienen los hombres del pequeño mundo, al que suelen llamar “planeta sagrado”, que son hijos del Altísimo explícitamente. ¡Pero considerad la miseria en la que tienen que pasar allí su vida temporal!
5. Han de soportar desde su niñez hambre y sed, frío intenso y calor sofocante, y un cuerpo propenso a enfermar. Les amenazan miles de enfermedades dolorosas y al fin aún les toca una muerte también penosa. El hombre nace con grandes dolores y abandona el mundo en las mismas condiciones.
6. Hasta que no tiene doce años no es capaz de pensamientos maduros y, frecuentemente, es a base de golpes y varazos como le inculcan cierto entendimiento. Una vez que sabe razonar a medias más o menos bien, le cargan con el duro fardo de una gran cantidad de leyes difíciles de cumplir, cuya inobservancia le acarrea no sólo castigos temporales severos y dolorosos, sino también perpetuos, de consecuencias permanentes.
7. Y aparte de su existencia en un cuerpo tan pesado, de por sí ya propenso a enfermar, todavía tiene que ganar con el sudor ardiente de su frente el sustento para mantenerlo... Más aún: por lo general, hasta el último momento de su vida terrenal está en continua incertidumbre sobre la existencia o inexistencia de una vida posterior a la muerte dolorosa de su cuerpo. Y donde la religión en vigor le anuncia una, frecuentemente se la pintan como exclusivamente apocalíptica y menos deseable que su aniquilación eterna. Y para colmo de las amarguras que le proporciona la vida, le mueve un amor tan extraordinario hacia ella que la muerte se le presenta encima como la más horrible de todas las desgracias.
8. Si consideráis desde este punto de vista a los hombres del planeta que llamáis “el planeta sagrado” os será claro todo lo que tienen que soportar a causa de su futuro destino, por muy sublime que este sea. Y fijaos ahora en vosotros mismos: ¡decidme si su plan de vida os puede dar motivos para envidiarles! ¿O acaso quisierais soportar todo eso para, quizá, poder volveros lo que ellos desde su nacimiento aún tardan mucho en ser, o lo que nunca podrán ser si no cumplen las duras condiciones de leyes severas impuestas directamente por el altísimo Espíritu de Dios, bajo sanciones penosas?».
1. Al oír esta descripción las tres hijas del Sol volvieron a levantarse y empezaron a argumentar: «Sublime amigo y sabio maestro, si el gran Dios trata así a sus hijos en desarrollo, entonces no vemos qué atractivo pueda tener la filiación divina. Porque aunque tal vez uno entre muchos miles, mediante una vida amarga y totalmente abnegada, obtenga con la filiación conseguida todas las facultades del Altísimo, ¿qué son comparadas con los sufrimientos soportados? Resulta grotesco que dichas facultades sean concedidas únicamente a aquellos que han soportado más que todos los demás un máximo de miserias... 2. ¿Para qué le sirve a tal hijo afiliado la mayor bienaventuranza que el omnipotente Espíritu de Dios le pueda proporcionar? Si le queda el recuerdo de lo que en su tiempo tuvo que soportar por ello, dicho recuerdo tendrá que amargarle su bienaventuranza para siempre. Y más aún por el simple hecho de tener que ser consciente de que sus compañeros de entonces estarán por miles padeciendo en una penitenciaría remota, mientras que él, único afortunado, ha resuelto la macabra tarea de su vida.
3. Si no recuerda su vida en la Tierra, y por consiguiente tampoco a sus desgraciados compañeros, entonces queda engañado respecto a su vida. Pues sin el recuerdo en manera alguna puede decir que, precisamente por medio de aquella vida, fue como ganó su bienaventuranza. Si ya no conoce a todos aquellos que se volvieron miserables a su lado, entonces, en nuestro mundo, un niño todavía en el seno de su madre es más sabio e iluminado que semejante hijo desgraciado de Dios, al que su filiación seguramente no le habrá proporcionado, aparte de un poco de bienaventuranza, sino un prestigio vano.
4. En semejantes circunstancias, ¿me escuchas, muy primero hijo de Dios?, puedes olvidarte de una filiación divina para nosotros, aun si esta nos llevase a tu mismo nivel. No concebimos cómo la sabiduría de Dios puede encontrar satisfacción en el martirio de estos seres... De veras: ¡semejante Dios y el nuestro deben saber poco el uno del otro!
5. ¡Os compadecemos de todo corazón! ¡Venid con nosotras y quedaos con nosotros; aquí estaréis mejor que con vuestro Dios que se complace en los miserables!
6. Vuestro amor es algo muy dulce y reconocemos que hasta cierto punto es la base de la vida. Pero qué vale una vida en tal dulzura si al mismo tiempo el espíritu está eternamente sujeto, con una movilidad prácticamente nula, porque sólo le está concedido moverse en el muy limitado margen de un orden dado.
7. Nosotros somos absolutamente libres aquí en este gran mundo. Pues la sabiduría nos libera. Y como sólo consideramos al amor una fuerza puramente vegetativa e inexpresiva, aquí ni existen deficiencias físicas ni morales.
8. Nuestras figuras son perfectas y somos perfectos en nuestros pensamientos, deseos y actos. Aquí, tanto en los valles como en las montañas, no encontraréis nada que tenga el menor rasgo de imperfección.
9. Atributos como envidia, ira, codicia de honores, avaricia, lascivia y afán de mando, con la idea imperfecta que podemos tener de ellos, nos son totalmente ajenos. Somos imágenes perfectas del Supremo Espíritu y, honrándonos unos a otros con la buena sabiduría que nos ha dado, le honramos a Él dentro de nosotros, una forma muy digna de ensalzar al Supremo Espíritu.
10. ¿Y vosotros pensáis que únicamente lo podéis ganar y volveros sus hijos omnipotentes mediante el amor? ¡Pobres, miserables y débiles de vosotros! ¿Acaso os imagináis realmente que, como pretendidos hijos suyos, sólo hace falta venirle con una especie de cosquillas en el corazón y ya os lo habéis ganado?
11. ¡Pobres!, ¡qué equivocados estáis! En realidad, así no hacéis sino demostrar que, presuntos o denominados espíritus perfectos, no tenéis ni la menor idea de lo que es un espíritu; pues ni os conocéis a vosotros mismos ni nunca os habéis conocido... ¿Cómo, entonces, podéis pretender conocer al Supremo Espíritu de todos los espíritus, y hasta ser hijos suyos? Venid a nuestra escuela, ¡allí os conoceréis a vosotros mismos y después también al Supremo Espíritu!
1. Nos hemos dado cuenta claramente que, en especial este hermano vuestro al que llamáis “Martín”, posee buenas chispas de sabiduría mística, en cierto sentido parecidas a las de nuestros sabios de las altas montañas, los cuales a veces nos vienen con cosas que se encuentran por encima de nuestra visión y comprensión tanto como sus casas. ¿Pero para qué os sirve parecida mística sublime si no estáis al tanto de los más fundamentales principios de la sabiduría práctica de la vida?
2. Consisten en una tolerancia prudente ante los débiles. Porque donde el fuerte proclama su fuerza ante el débil y quiere ser su vencedor, allí todo el orden de la sabiduría está perdido. Pues cada fuerza ha de registrar su victoria en la clara conciencia de ella, y nunca en la opresión vil de quien, ya de lejos, se distingue como más débil.
3. También actuamos conforme a estos principios nuestros cuando os descubrimos en nuestro mundo: como vimos que indiscutiblemente sois los más débiles os hicimos caso en todo porque así podíamos examinaros mucho más profundamente. Ahora sabemos que sois unos seres desgraciados. Por eso, pese a ser espíritus, os invitamos a recibir de nosotros una rotunda introducción a la sabiduría, la cual os será imprescindible para llegar a mejores pensamientos y un mejor concepto del Supremo Espíritu.
4. Sépase que nuestros puros espíritus nos habían comunicado desde sus esferas de luz flotante que no nos opusiéramos a vosotros porque en medio vuestro se encontraba lo más horroroso de lo más horripilante... ¡Pero entonces no comprendimos el sentido completo de esta advertencia! Ahora sabemos claramente que se han referido a ti, y que la expresión “lo más horripilante” alude sin duda al hecho de que tú, entre todos, en tu imaginación insensata, has llegado al extremo; porque vemos que realmente te tomas por el hijo predilecto del Altísimo y mantienes también a tus hermanos en esta quimera. Eso es precisamente aquí lo más horroroso: engañar a los hermanos más débiles.
5. No disimule el fuerte su fuerza, pero no la haga sentir a los débiles. Y el débil no haga parecer que es fuerte sino débil. De esta manera la fuerza del fuerte y la debilidad del débil se vuelven una sola fuerza en el fuerte.
6. ¡Tomad en consideración estas palabras, palabras que han surgido de bocas de adolescentes de este mundo maravilloso! Pero venid a los hogares hospitalarios de nuestros ancianos, ellos encenderán una luz más recia. Venid, ¡no importa que ya os sintáis tan perfectos que nos podríais perjudicar si tocásemos vuestros pechos...! ¡No temáis por nosotros!
7. Ved, es precisamente nuestra sabiduría apropiada la que hace que nosotras, adolescentes en cuerpo físico, seamos más puras de espíritu de lo que jamás seréis vosotros.
8. No debéis medir nuestros cuerpos con las medidas que aplicáis a los que llevabais en vuestro pretendido planeta sagrado, porque aquellos eran más pesados, bastos, oscuros y torpes que las piedras más groseras de este mundo. Vosotros mismos veis que los nuestros son de una sustancia mucho más etérea y afín a la luz que vuestros espíritus aquí presentes. Nuestros cuerpos reúnen en sí un orden conveniente y una pureza mucho mayor, porque los espíritus que moran en ellos ejercen continuamente su influencia.
9. Venid con nosotras de buen ánimo, pues seguro que en nuestros hogares os volveréis más puros de lo que ahora sois. Con todo, vuestra debilidad no sufrirá el menor ataque por parte de nuestra fuerza superior que no proclamamos con tanta presunción como tú, amigo Martín, cuando pretendiste tener poder suficiente para convertir en polvo nuestro gran mundo, lo que es ridículo.
10. ¿No te parece que valoraste tu fuerza demasiado? Bueno, aun así no te reprocharemos nada porque diste golpes a ciegas y aún no nos conocías. Ahora, suponiendo que ya nos conoces mejor, no vendrás con disparates parecidos...
11..Si queréis, podéis seguirnos. Estad seguros que en nuestras casas seréis recibidos con gran amabilidad. Sabed que nuestras casas son sólidas, no como las vuestras celestiales que sólo son productos condensados de vuestra imaginación, y están construidas con nuestra voluntad y con nuestras manos...
12. Para que tú, Martín, sepas que nuestra sabiduría abarca algo más de lo que piensas y que te conocemos a ti y a tu grupo mejor de lo que imaginas, en el hogar de nuestros ancianos te presentaremos un espectáculo en que te veras representado desde el comienzo.
13. ¿Piensas que aquí estás muy lejos de tu hogar altamente celestial? Pues mira, somos testigos de todo lo que ahora mismo está ocurriendo en él, como también fuimos testigos de cuando quisiste dar un beso ardiente al dragón camuflado. Pero no te rompas ahora la cabeza con nuestra capacidad de visión porque a su tiempo debido encontrarás explicación de todo ello en la verdadera sabiduría. Vuestra libre voluntad os acompañe; nosotras vamos a pasar ahora delante vuestra».
14. Tras este discurso prolongado la tres se pusieron en camino y se alejaron.
1. Martín, que hacía ya rato que estaba pasando un calvario, aprovechó para decir: «Señor, ¡servidor suyo, aquí metidos en un avispero! ¡Esto supera todo lo que hasta ahora me ha pasado en la vida!
2. Ya veis, Pedro y Juan, ¡demasiado pronto alabasteis mi valor y mi victoria, y hasta me considerasteis digno de una corona de héroe...! Ahora está demostrado qué clase de victoria gané... ¡Vaya mal sabor que nos han dejado estas tres truchas solares!
3. Señor, pienso que mi pesca de antes fue bastante más meritoria que ésta de ahora. Tu bondad y Gracia ya me bautizaron maestro pescador en las aguas vitales del Sol, pero ahora tengo que rogarte que vuelvas a quitarme el nombre, poco merecido, porque mucho antes de que yo pudiera pensar en ir de pesca estos peces me tragarían vivo.
4. ¡Caramba, caray y canastos!, ¡vaya lección que nos han dado estas tres! Lo grotesco es que en principio no se les puede replicar nada, pues son buenas, nobles, suaves, tiernas y al mismo tiempo hermosas y encantadoras. ¡Pero aún así podría reventar ahora mismo de mal humor porque estas jovencitas me hayan tomado el pelo de semejante manera!
5. ¿Nosotros seguirles? ¿A ellas? Yo soy el primero que no... ¿Quién más? Lo que me faltaba todavía: ¡ir a su escuela! Acaso Tú, Señor, Pedro y Juan, ¿les vais a seguir?, ¡vaya! Señor, ¿por qué no me dices algo?».
6. «¡Tranquilo, Martín! Todos haremos lo que las tres desean, es decir, las seguiremos para ver a dónde nos lleven», le respondí. «¡Cuanto más enredada la comedia, tanto más sublime su desenlace! Pues vosotros, mis hijos, hermanos y amigos distinguidos, tenéis que conocerlo todo, de lo contrario no valdríais para mi servicio. De modo que las seguiremos con toda paciencia».
7. «Ya sabes, Señor, que siempre diré que se haga tu santa Voluntad, porque soy consciente que únicamente Tú conoces todos los caminos que tenemos que andar para llegar a la meta que Tú, como Dios, Padre y Señor, y como Amor y Sabiduría, nos has fijado para siempre», reconoció Martín. «Pero a pesar de todo ahora mismo estoy totalmente fuera de combate y no puedo ni siquiera esbozar la multitud de contradicciones que a estas tres diosas del Sol se les han escapado en una sola oleada.
8. Pues cada vez veo más claramente que sus frases tienen que estar llenas de contradicciones, aunque aun así no sé responderles porque todo lo que dijeron es correcto de hecho.
9. Tú mismo te habrás dado cuenta mejor que nadie de lo felices que estaban en mi pecho en el que querían aprender el amor. Y tan absortas se encontraban en su percepción que sus compañeros me amenazaron con sus espíritus que luego, por supuesto, les dieron un consejo contrario. En aquellos momentos el amor fue todo para ellas, mientras que ahora lo declaran una fuerza puramente vegetativa y hueca, algo absurdo que sólo sirve a ciertos seres más libertinos, que no son conscientes de ello, como motivo no expresado para la procreación.
10. ¡Qué dulzura había en sus palabras cuando Tú les hiciste señas para que se acercaran a ti! Por la lírica tan armoniosa que emanó de sus bonitas bocas pensé que ya te habían reconocido o que por lo menos estaban a punto de reconocerte... ¡Vaya equivocación! ¡Qué diferencia en sus expresiones cuando mantuvieron tus pies estrechados entre sus manos! ¡Y menudo cambiazo en su discurso después de haberles hablado de las condiciones penosas que el hombre tiene que admitir y sufrir en la Tierra para poder lograr tu filiación!, ocasión en la que Tú, en efecto, poco les nombraste tu infinito Amor y tu infinita Misericordia y Gracia...
11. Te digo, Señor y Padre, que si con los habitantes del Sol las cosas continúan de esta manera, nuestra cosecha será extremadamente modesta. Casi creo que sería más prometedor el trato con Satanás que con estas tres diosas, por desgracia demasiado hermosas.
12. En lenguaje popular, son del diablo: hermosas como la fantasía humana no se puede imaginar y, al mismo tiempo, más linces que todos los bañistas “nobles” del antiguo séquito de Satanás que hemos dejado en casa. Yo diría que un diablo en forma de monstruo resulta mil veces menos peligroso que un ser de belleza más que celestial, pero dotado con una astucia que honraría hasta a los demonios.
13. Sea como fuere, todos actuaremos conforme a tu Voluntad e iremos a las casas de esta gente. Pero una cosa espero que me permitas, Señor: en cuanto se presente la ocasión, ¿me dejarás hablar tal como mi lengua haya crecido? Pues ahora su belleza ya no me causará confusión; por eso, ¡que se alegren, beatos seres de este mundo! ¡Van a conocer a un Martín tal que su gran sabiduría les parecerá más bien un pulgón comparado con una montaña, porque por tu nombre y tu honra me volveré un león y lucharé con mil espadas flameantes a la vez! Pero por supuesto, Señor, Tú no me debes abandonar... ¡Porque entonces mi gran valor sólo conseguiría meterme en aún más grandes aprietos!».
1. «Tú voluntad y tu valor son admirables y dignos de alabanza», observé Yo. «Pero nunca debes proponerte algo antes de haber analizado el verdadero motivo que te incita a luchar como un león con mil espadas, aunque sea con una indignación justa.
2. Te nombré maestro pescador en este mundo y continuarás siéndolo. Y la corona de héroe que te asignó Pedro también te la quedarás porque realmente actuaste con maestría. Pues como ya observó mi hermano Pedro, es extremadamente difícil llevar a estos seres a donde los llevaste tú, aunque fuera mediante mi fuerza dentro de ti.
3. ¡No creas que ahora estas tres, a las que muy necesariamente he tenido que refrenar un poco, en su corazón se han desentendido del amor, según su extenso discurso! Si tal hubiera sido el caso, de ninguna manera nos habrían invitado a seguirlas y no habrían gastado tantas palabras con nosotros porque de ordinario su sabiduría es muy monótona.
4. Pero como ocultamente sus corazones han quedado sobremanera apegados a nosotros, estaban muy dispuestas a conversar con nosotros y seguro que aún no habrían terminado si les hubiéramos respondido algo. Como las dejamos hablar a su manera tuvo que llegar el momento en que todo estuviera hablado. Te digo que en secreto se fueron con los corazones oprimidos y están impacientes por que las sigamos. En seguida verás como vuelven a nuestro encuentro, de modo que vamos a quedarnos aquí todavía un poco.
5. Sería muy imprudente querer juzgarlas por su discurso, movido por los celos que nos tienen, fenómeno que acompaña al amor recientemente despertado en ellas. Pues han visto que permanecimos indiferentes ante su belleza y que ni con ella ni con su amor ardiente podían sacarnos de nuestra reserva. Por eso se refugiaron en una sabiduría benévola y quieren de buen grado sernos lo más útiles posible.
6. Ahora dime: ¿acaso habría sido acertado haberlas combatido como un león con mil espadas flameantes? ¡Reflexiona un poco!».
7. Martín arqueó las cejas y no tuvo que reflexionar para responder: «Vaya, ¡soy más tonto y animal que un buey o un burro! ¡Y es fácil que de esta especie sea yo el único en este gran mundo luminoso!
8. ¿Dónde, en tu santo nombre, habré tenido mis ojos, mis largas orejas y mis sentidos en general? ¡Si sólo tuviera una buena porra a mano para zurrar la caja de mi cerebro!
9. ¿A estos corazoncitos encantadores quería yo venir con...?, ¡no puedo ni pronunciarlo, idiota! Es verdad, allí vuelven bajando una colina. ¡Venid, pequeñas, venid, esta vez seréis recibidas de mejor manera!
10. ¿Pero qué haré para compensar mi error? Supongo que ya estarán al tanto de lo que hemos hablado sobre ellas...».
11. «¡No hay que ser demasiado arrojado ni en uno ni en otro sentido y todo saldrá bien», le advertí. «Recuerda las reglas de comportamiento aquí: llenos de amor pero al mismo tiempo con toda seriedad. Así seguirás siempre siendo el vencedor y un maestro pescador en los mares del Sol. ¡Y ahora otra vez caras de serios porque ya están cerca!».
12. «Señor, ¿por qué no me das un poco más de entendimiento y perspicacia para poder razonar mejor en adelante, por si acaso vuelven las tres con su sabiduría? Porque si no, es fácil que cometa más disparates de los míos!».
13. «¡No te preocupes por eso porque aquí me puedes servir más, precisamente tal como eres; más que Pedro y Juan cuya visión abarca todos los secretos de este mundo! Pues quien sabe antemano el fruto que traerá su trabajo a causa del orden muy particular de este mundo, no se atreve a emprender tanto como quien, con visión más limitada, trata a estos seres más bien según el orden de su propio mundo. Por lo tanto sigue siendo como eres y conseguirás más que nadie...
14. Los seres de aquí pierden pronto el interés por un espíritu cuando se dan cuenta que los iguala en sabiduría o, como en el caso de Pedro y Juan, los supera con mucho. Entonces se vuelven extremadamente ásperos y pronto se retiran. Pero si se trata de uno como tú, son los seres más atentos que puedes encontrar y, en cierto sentido, se hacen cera en tus manos. Por lo tanto ¡sé como eres y podrás servirme de la mejor manera! Pero ahora quietos, pues ya llegan».
1. Cuando las tres llegaron, con los mismos vestidos que se habían puesto ante Martín, en seguida me preguntaron: «Sublime amigo, ¿cuánto tiempo todavía nos harás esperar hasta que tú y los tuyos nos consideréis dignas de visitarnos en nuestras casas debidamente preparadas para recibiros?
2. Sabemos por nuestros sabios, por los espíritus de nuestro gran mundo, por espíritus de muchos otros mundos que frecuentemente nos visitan y, finalmente, también por ángeles del Supremo Espíritu que vienen no pocas veces, que nosotros, habitantes de este mundo, no sólo somos sumamente hermosos sino que tenemos también una moral tan pura que ni los seres más puros de la luz pueden encontrarnos defectos. Siempre nos consideran dignos de visitarnos y todos nos divertimos, dentro de la moral, y nos hablan de las maravillas que existen en las infinitas esferas de ángeles y mundos del Supremo Espíritu, donde incesantemente son creadas mayores y más inconcebibles maravillas.
3. Como todos los ángeles y espíritus dan tal testimonio y como no son reservados con nosotros, no comprendemos qué pueda ser lo que todavía nos encontréis para mostrarnos tan poca inclinación. Nunca rogamos a los demás espíritus que vengan, pero aun así vienen porque encuentran en nosotros algo que les gusta y que les proporciona alegría. A vosotros, no obstante, os hemos invitado e insistido de manera muy educada, sirviéndonos de la sabiduría de nuestros mayores sabios. Pero parece que nuestro atento comportamiento no os ha impresionado en absoluto. Dinos, pues, oh sublime amigo, ¿cuál es la causa? ¿Por qué no habéis venido todavía a nuestros hogares donde hay miles que os están esperando?».
4. «Nada hay que decir de vuestra moral. Conozco mejor que nadie vuestra naturaleza, vuestra apariencia, vuestras puras costumbres y vuestros hogares. Pero somos tan libres como vosotros y hacemos lo que queremos. Nadie tiene derecho a pedirnos cuentas ni a preguntarnos: “¿Por qué hacéis esto y aquello?”, pues, como somos absolutamente libres, hacemos lo que deseamos.
5. Vuestra sabiduría también debería haceros conocer que no se nos puede atraer sólo con ella, sino únicamente con el amor vivo. Si nos amáis en la medida justa seguiremos el ruego de vuestros corazones. Pero vuestra presunta sabiduría sola no hará que nos movamos de aquí ni medio paso.
6. No creáis que no me he dado cuenta que las sabias palabras que pronunciasteis en el discurso dirigido a mí no fueron sino disimulo para ocultarme vuestro verdadero amor. A eso os tengo que decir que no soy amigo de disimulos sino únicamente de la total franqueza del corazón. De modo que si queréis que vayamos a vuestros hogares no debéis parecer por fuera algo distinto de lo que sois por dentro. Mi vista os penetra a cada una hasta la última fibra de su ser y lo que Yo veo también lo ven todos estos míos, e incontables más que también son míos, eternamente».
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1. Ante estas palabras mías las tres se quitaron instantáneamente sus vestidos y dijeron: «Sublime amigo, si es así, estos vestidos ya no cubrirán nuestros cuerpos porque también son un camuflaje de la verdad que no hace sino ayudar a cubrir nuestros corazones y nuestro amor, lo que no sería justo».
2. Cuando estuvieron desnudas de nuevo, no se quedaron sino con un cinturón que cubría la región lumbar y las caderas. Como volvió a ponerse de manifiesto su belleza integral, todas las mujeres se desplomaron gritando: «¡Ay de nosotras, asquerosamente feas!».
3. Martín volvió a ponerse de mal humor una vez más a causa del comportamiento de las mujeres, y con voz potente comentó: «¡Otra vez estamos en lo mismo! ¡Allí están tumbadas en el suelo como ranas sin aliento! ¡Con lo que se ve que el Cielo, pese a la configuración divinamente mágica de sus asuntos, no es ni un pelo mejor que la Tierra con sus seres mortales! Precisamente porque allí todo perece, los hombres se dedican a mantener tanto su vida mundana que se vuelven estúpidos. Llegados a ese extremo, muchas veces pierden de vista la vida y su fatal caducidad de tal modo, que luego, durante su embotada existencia, ya no saben qué es en realidad. Y menos todavía tienen noción alguna de si más allá de la muerte física continuarán viviendo conscientes de sí mismos.
4. Por supuesto que en el Cielo se acaban las preocupaciones por la muerte; pero ocupan su lugar otras miles barbaridades que superan incluso las aciagas congojas de la Tierra.
5. ¡Los disgustos que me han dado estas mujeres! Apenas se dice uno: “Menos mal, gracias a Dios que todo ha tenido una feliz solución”, ¡zas!, como un rayo, se presenta otra calamidad... ¡Es para salirse del pellejo espiritual!
6. ¡Desgraciados gansos presumidos y estúpidos, manchas de infamia de toda la humanidad, ¿acaso pensáis que el Señor os ha creado para la vanidad o para que sirváis de decoración en los Cielos? ¡Levantaos y comportaos en adelante sabiamente porque de lo contrario os dejaremos donde estáis y podréis continuar solas, entregadas a vuestra inaudita estupidez!
7. A estas necias se les alborota la hiel porque las jóvenes del Sol son infinitamente más bonitas y sabias que ellas; se desploman como sacos mojados y su vanidad ofendida les hace gritar: “¡Ay de nosotras, asquerosamente feas!”. Gansos, más que gansos, ¿acaso pensáis que por vuestra estupidez mereceríais ser aún más hermosas que estas hijas de la sabiduría celestial, las cuales tienen una sabiduría tan alta que hasta nosotros, espíritus masculinos, la admiramos?
8. Si continuáis progresando en la estulticia como hasta ahora, pronto resultaréis más feas que el invitado al que Borem y yo arrastramos encadenado a mi casa. De modo que si todavía queréis continuar con nosotros, ¡a levantarse!».
9. Todas las mujeres se levantaron y se dirigieron directamente a mí para rogarme que le echara una buena reprimenda por haberlas insultado así.
10. Pero Yo les contesté: «Ya que vosotras mismas tenéis boca y lengua ¡devolvedle todo lo que no valga! ¡A mí no me ha hecho ningún mal aunque fue muy acertado por su parte despertaros un poco con sus truenos!».
11. «¡Entonces también Tú, Señor, que eres todo para nosotras, estás en contra nuestra! ¿Dónde, entonces, encontraremos misericordia?».
12. «En una humildad apropiada, en vuestra obediencia y en un amor acertado hacia mí. Con vuestra vanidad poca Gracia mía obtendréis... Por lo tanto haced lo que Martín os ha aconsejado y todo se encaminará hacia lo bueno. Haceos amigas de las tres y amadlas. Entonces su belleza no os provocará».
13. A estas palabras las mujeres empezaron a volverse más afables. Algunas podían ya soportar la inmensa belleza de las hijas del Sol y se les acercaron sin tanta timidez.
1. Las hijas del Sol, sabedoras de la aflicción de todas aquellas muchas mujeres, se acercaron a ellas y las animaron: «Vosotras que sois de nuestro mismo sexo, ¡desechad todo lo que no sea digno de vosotras y veréis como nuestras figuras no os irritarán más!
2. No es culpa nuestra que el Altísimo se haya complacido en dotarnos con un cuerpo tan extremadamente hermoso. Pero de ninguna manera ni nos envanecemos por ello ni, menos todavía, nos volvemos orgullosas, mala costumbre que sí tenéis en la Tierra. Pues somos muy conscientes que no es mérito propio sino únicamente obra de Dios. De modo que sería estúpido y muy erróneo por nuestra parte miraros con desprecio porque vuestra apariencia no sea tan bonita como la nuestra.
3. No fuimos nosotras sino el Supremo Espíritu quien nos dio la forma que, según su infinita sabiduría, le pareció adecuada y conveniente. Y como todas somos obras de uno y el mismo eterno Maestro, ¿cómo íbamos a miraros despreciativamente y, por ciertos atributos que Dios nos ha concedido, considerarnos superiores en algo?
4. Así que, ¡animaos, hermanas! ¡No nos miréis de reojo y pronto os acostumbraréis a vernos tal y como somos y también a veros a vosotras mismas tal y como sois. Ved, incluso vuestros hombres soportan nuestra presencia, y hay que tener en cuenta que ellos encontrarán en nosotras muchos más atractivos aún».
5. «¡Sí!», dijo Martín para sí mismo. «¡Sí, pero casi a trancas y barrancas! ¡Pues ahora sois más seductoras que nunca! ¡A uno como yo tan sólo el menor roce con uno de esos brazos lo haría entrar instantáneamente en un éxtasis tal, que la sensualidad no satisfecha me haría reventar como a una rana excesivamente hinchada!
6. ¡Caramba: pechos, brazos, pies y todo lo de más!, ¡cualquiera aguanta eso! ¡Si ahora se les ocurriera abrazarme, estaría perdido, sería el acabóse definitivo! Tendrán que volver a vestirse porque así no las soportaré, demasiado seductoras hasta para una piedra...».
7. Las mujeres respondieron a las tres: «Maravillosas hijas de este mundo mejor, reconocemos que antes fuimos algo vanidosas y que hemos tenido celos de vuestra gran belleza. Hemos de admitir ante vosotras que vuestra hermosura, para nosotras inconcebible, nos está consumiendo porque nuestros ojos no están acostumbrados a soportar nada parecido, pese a que ya somos espíritus en cierto sentido bienaventurados y vosotras estáis todavía en carne y sangre. Por eso os rogamos, hijas de ángeles, que volváis a poneros vuestros vestidos...».
8. «Con mucho gusto satisfaríamos vuestro deseo, pero eso depende enteramente de vuestros señores. ¡Así que dirigíos a ellos! Haremos lo que ellos quieran».
9. A eso Yo tomé la palabra: «¡Continuad como estáis! ¡Es así como tenéis que servirme, pues Yo sé muy bien por qué! Mis tres encantadoras hijas aunque hayáis nacido en este mundo: nadie más que el Padre sabe lo que les conviene a sus hijos. Yo soy un verdadero Padre de todos estos y aún de incontables hijos más. Por lo tanto sé muy bien lo que les conviene y por ello quiero que no os vistáis de diferente manera a la que acostumbráis según el orden de esta Tierra».
10. «Señor, Padre y Maestro de tus hijos, ¡tu Voluntad es santa orden para nosotras! - ¡Pero ahora, después de todo, venid a nuestras casas para que allí os podamos honrar y, si lo queréis, también amaros con todo el fervor de nuestros corazones!».
11. «De acuerdo, nuevas hijas mías, iremos a vuestros hogares y veremos cómo son. ¡Martín: tú, Pedro y Juan tomaréis la delantera! ¡Borem y Corel, vosotros les seguís, junto con las demás mujeres y los demás hermanos! Los chinos y sus mujeres me seguirán a mí. Vosotras tres, hijas del Sol, ahora hijas mías, permaneceréis a mi lado, junto a estas dos hermanas mías que se llaman Cheng Chai y Gella. En este orden entraremos todos en vuestro hogar».
12. Las tres se inquietaron por si la delantera sabría a dónde llevar el gran grupo.
13. «¡No os preocupéis por eso, porque los dos que acompañan a Martín conocen vuestros hogares perfectamente, pues a mis hijos nada les es extraño o desconocido. Lo que Yo tengo, como Padre, también ellos lo tienen en abundancia...».
1. Todo el gran grupo se puso en marcha, andando a paso lento.
2. En el camino las tres hijas del Sol me preguntaron: «Sabio señor, maestro y padre de tus hijos, ¿por qué estas dos hijas tuyas caminan tan calladas a tu lado sin preguntarte nada? ¿Es que ya lo conocen todo y son sabias? También nuestros mayores sabios hablan inexplicablemente poco. Pero una vez que dicen algo, una de sus palabras tiene más peso que miles de las nuestras. ¿Ocurre igual con estas dos encantadoras hijas tuyas?».
3. «Pues sí, es casi como habéis dicho», les respondí. «Sólo con la diferencia que ahora estas dos poseen plenamente todo aquello que vuestros mayores sabios, en su más profunda mística, apenas sospechan y, menos aún, se atreven a decir.
4. Sabed que un conocimiento como el de vuestros sabios en realidad no es una verdadera sabiduría. Más bien consiste únicamente en hablar de forma misteriosa, sin ninguna conclusión que Yo pueda aprobar. Os digo que una parte de las leyes de vuestros sabios son de tal inmoralidad que os hacen ineptos para mi Reino.
5. Por supuesto no pecáis cumpliendo estrictamente vuestras leyes. Pero vuestras leyes actuales están tan lejos de las primitivas como el Cielo lo está de este mundo. Vuestras formas son todavía como las originales y aún os queda vuestra voluntad poderosa. Sin embargo vuestros presuntos grandes sabios no valen en general gran cosa, aunque todavía haya aquí y allá algunas comunidades que han permanecido fieles a las leyes originales. Visto así, estas dos hermanas son mucho más sabias que los más grandes sabios de aquí.
6. Están llenas de amor, y cuando vivían en la Tierra, el coito con sus padres o sus hermanos les era desconocido y veían en él un inmenso pecado, un pecado que he castigado sin indulgencia con la pena más severa. En la Tierra dicen: “¡Condenado sea el incesto!”, mientras que vuestros sabios lo declararon aquí ley... ¡Ya veis, cuánto fallan vuestros sabios! Con lo que no son tan sabios como pensáis... ¡Este es el motivo de mi venida, pues quiero señalarles su gran falta de sabiduría».
7. «Señor, ¿acaso también eres señor de nuestros sabios y de nuestro maravilloso mundo y vienes para darnos otras leyes?».
8. «Sí, puras hijas mías aún no infectadas por el incesto. Satanás ha logrado infiltrarse en este mundo puro y ha pervertido muchas de vuestras comunidades. Por eso, siendo también Señor de vuestro mundo, tengo que venir Yo mismo para barrer un suelo tan sucio. De lo contrario pronto perderíais toda vuestra dignidad original y con ella la Vida eterna del espíritu que, en muchas de vuestras comunidades, pende de un hilo muy flojo. Satanás viene a aquél que quiere enredar, primero con la sabiduría, que favorece el orgullo, y después con la impudicia. En vuestro caso ha procedido muy arteramente, pero os digo que mi vista lo alcanza todo.
9. En muchas de vuestras grandes comunidades os habéis vuelto muy enfermos, incluso vuestros sabios. El acto de procrear, que originalmente fue entre vosotros puramente espiritual, se ha transformado en meramente material, en más que obsceno.
10. Os digo que entre mis hijos del “planeta sagrado” como lo llamáis, el incesto es el delito más infame ante mí, por cuyo motivo quiero que el incestuoso, sin piedad ni misericordia, sea irrevocablemente sancionado con la hoguera, en la vida temporal y también aquí en la eterna. Y fijaos, ¡este vicio asqueroso y puramente satánico ha sido proclamado ley entre vosotros...!
11. ¿Pensáis que Yo, origen primario de todo ser y Orden de todo orden, puedo consentir parecida ley? Por ello vengo ahora para salvaros, o sea a juzgaros para siempre. No fue sin motivo por lo que vuestros espíritus gritaron que en este grupo se acerca el “más horrible”, pues aquellos espíritus no eran buenos sino que estaban obnubilados por Satanás. Os digo que Yo no soy ni mucho menos horrible sino puro amor para todos los inocentes. Pero soy el juicio eterno para todos los que tienen mi Palabra y mi ley, y no las cumplen».
1. Las tres hijas del Sol se quedaban boquiabiertas ante estas palabras. También Cheng Chai abrió su bonita boca, pero para decir con voz muy melódica:
2. «Hermosas hijas de esta maravillosa Tierra que nunca conoció la noche ni sintió el duro cambio de las estaciones: sois sumamente afortunadas en lo que se refiere a vuestro cuerpo porque ignoráis las enfermedades y jamás habéis visto morir a nadie. Incluso vuestras leyes, peores que nuestros vicios más malos, todavía os mantienen libres y, hasta ahora, inmortales; pues están concebidas de manera que, aun si quisierais, no podéis pecar contra ellas. .. ¿Cómo tienen que ser concebidas unas leyes para que nunca nadie pueda violarlas?
3. Voy a explicároslo a través de la Gracia y el Amor de mi santo Padre: el mal Arihmán, o sea Satanás, se presentó a vuestros sabios en forma de ángel de la luz y les llamó la atención sobre las muy diversas particularidades y exigencias de vuestra naturaleza. Al mismo tiempo les aconsejó proclamar como ley todo lo que pudiera apetecer a vuestra naturaleza, hasta en sus últimas fibras. Y aún les recomendó la siguiente ampliación: “Eso para aquellos a quienes les agrade. A quienes no les agrade, tampoco pecan si lo omiten”.
4. Ya que sois bastante sabias, reflexionad vosotras mismas qué es lo que valen semejantes leyes y para qué os pueden servir. ¿Acaso escuchasteis nunca algo sobre un castigo por violar la ley?
5. Las leyes verdaderas tienen que ser concebidas de tal manera que, hasta que el hombre se haya identificado con ellas, le cueste un gran sacrificio aplicarlas a sí mismo por ser precisamente contrarias a las apetencias de su naturaleza. Sólo si el hombre las cumple libremente, sin considerar las ventajas mundanas que la desobediencia le puede proporcionar, libera su espíritu, desligándolo de su materia que está sujeta a la muerte. Así el hombre resulta vencedor sobre su propia muerte, inherente a su naturaleza. Como tal puede entrar en el elevado Orden de la eterna vida espiritual y obtener la filiación del Supremo Espíritu concedida por su gran Gracia.
6. ¿Pero qué victoria podrá ganarse con las leyes huecas de vuestra suprema sabiduría? Os lo digo: ¡ninguna en absoluto! Porque donde no hay lucha tampoco puede haber victoria. Y donde no hay victoria tampoco hay premio. Ahora pregunto: ¿qué vale un hombre que nunca ha conseguido un premio? Vale menos que la planta más corriente que aplasta con sus pies porque ésta, en la gran escalera por la que asciende todo organismo en desarrollo, ya ha logrado su fin. Un hombre sin premio ha vivido su vida sin sentido, sólo vivir por vivir. Pero viviendo su vida sin sentido, nunca podrá alcanzar finalidad alguna, lo que sucede en vuestro caso.
7. Después de poner aparte vuestras envolturas, continuáis viviendo como una especie de espíritus brumosos, pero sin ni más ni menos sentido que el de ahora, todavía en vuestros cuerpos, cuyo aspecto corresponde a vuestro astro. Su esfera exterior es pura luz de gran potencia y magnificencia, pero por dentro es más oscuro que el interior de cualquier planeta. Os digo que toda vuestra sabiduría no es sino ficción y toda vuestra belleza aparente.
8. Precisamente por ello es por lo que ahora el mismo Señor viene a vosotros, hijos del Sol: para daros una verdadera luz y mostraros un nuevo camino por el que también podáis venir a nosotros, en toda verdad. ¡He aquí nuestra sabiduría que es verdadera! Ésta es la que tenéis que practicar si queréis volveros perfectos. Si no, a pesar de toda vuestra belleza, sois los seres más desgraciados en todo el universo de la creación de Dios, mi Padre».
9. Las tres temblaban ante la sabiduría de Cheng Chai y dijeron después de un rato: «Sublime amiga, no hay la menor duda en lo que nos has explicado porque nuestras leyes son efectivamente como las has descrito. Pero siendo así, ¿por qué hasta ahora vuestro señor, maestro y sumo mensajero del Altísimo nos ha dejado en tal ofuscamiento y no vino antes para auxiliarnos?».
10. «Queridas hermanas, el Señor sabe mejor que nadie cuándo un fruto está realmente maduro», continuó Cheng Chai. «Pues Él mismo hizo la semilla y puso en ella el germen vivo; y en el germen puso la fruta, su tiempo de desarrollo y su madurez. Lo mismo pasa con vosotros: os habéis vuelto maduros, aunque no en lo verdadero sino en lo absurdo y falso. Y para que lo falso no se convierta en malo ha venido Él mismo para salvaros».
1. Ya muy cerca de su hogar las tres hijas del Sol continuaron preguntando: «Oye, hermana, ¡hablas de tu señor, maestro y padre como si fuera el mismo Altísimo y no sólo un mensajero del Altísimo! ¡Te rogamos que nos expliques este detalle tan importante!».
2. «No me corresponde a mí dar explicaciones al respecto, sino únicamente a éste, mi Señor y Padre. Pero ya casi hemos llegado a vuestro hogar. Allí de todos modos sabréis todo cuanto queráis saber. ¡Tened un poco de paciencia!».
3. Las tres se conformaron con esta promesa. Y llegamos a un primer recinto donde empezaba el primer jardín, en una primera plataforma a cuyo borde se levantaba una segunda con el segundo jardín o jardín mediano. A su extremo se levantaba la tercera y última plataforma con el parque principal.
4. Cuando Cheng Chai y Gella vieron estos parques tan preciosos y en ellos un edificio que recordaba más bien a un templo, se asustaron sobremanera; sólo después de haber recuperado su serenidad dijeron:
5. «Por Dios, ¡qué palacios tenéis! ¡No se ve sino oro y piedras preciosas! ¡Qué arquitectura más extraordinaria! ¡Tiene que ser una gran alegría vivir en palacios como estos, plenamente consciente de que uno no tiene que morir mientras le guste este tipo de vida!
6. Aunque también sabemos que en ellos tiene que ser muy difícil vivir una vida del agrado de Dios; porque en donde se pone tanto empeño en estimular los sentidos exteriores, seguramente nadie pensará en imponerse privaciones y menos todavía en sacrificarse. Aunque es, precisa y únicamente, mediante la abnegación, como el espíritu inmortal puede ser despertado y unido a su Creador.
7. Padre, ¿sientes Tú la menor alegría ante este esplendor externo? La casa celestial de Martín, tan preciosa como es, parece deslucida comparada con este palacio... ¡Estos jardines extensos son una obra de arte! ¡No puede tratarse de un mundo porque esto ha de ser un Cielo!».
1. «Si este simple esplendor externo ya os gusta tanto, ¡qué diréis cuando entramos en nuestros hogares, si toda nuestra atención la dedicamos al interior de nuestras casas!», observaron las tres. «Estamos convencidas que para honrar al gran Espíritu Primario de la mejor forma, debemos aplicar los talentos que nos están concedidos a todo lo que le parezca digno de nuestro espíritu.
2. Estamos convencidas que cualquier gran esplendor que nosotros, seres racionales, dediquemos a la gloria del Supremo Espíritu, encuentra plena justificación en sí mismo. Si el Gran Espíritu nos ha dado nuestros sentidos que para nosotros son ley, ¿cómo vamos a crear cosas sencillas en vez de magníficas? ¿No sería eso como querer transformar nuestro espíritu en algo distinto a lo que el Creador ha dispuesto? Por ello no te intranquilices ante el gran esplendor de nuestras casas; pues no las arreglamos por vanidad sino de acuerdo con los sabios preceptos de nuestro espíritu».
3. «¡De modo que igual que entre los jesuitas de la Tierra, cuya alumna fui: “Omnia ad majorem dei gloriam”!», exclamó Cheng Chai. «¿Acaso estos monjes infames han encontrado el camino hasta aquí?
4. Por supuesto, un palacio como éste sería todavía mucho mejor que un imperio como el de mi patria... Ay, pobres esplendorosas, ¡mirad al Señor y veréis lo poco que aprecia el esplendor exterior! ¡El esplendor flameante del corazón le agrada sobremanera, sí, pero todo esplendor superficial es un horror para Él!
5. Si no fuera por eso ya os habría visitado más veces, como en la Tierra a los pobres y a los humildes, educándolos como a hijos suyos y concediéndoles su Gracia. Pero a los grandes y ostentosos, que también viven en palacios espléndidos, evidentemente no los visita nunca, por lo que tampoco los educa para que puedan volverse hijos suyos».
6. «Suponemos que tendrás razón», dijeron las tres. «¿Pero cómo es posible que te hayas vuelto tan agradable al Señor, si realmente el Espíritu del Altísimo mora en él, cuando nuestra sabiduría interna nos revela que en tu planeta viviste con bastante comodidad?».
7. «¡Por eso en la Tierra nunca me fue concedida esta Gracia! ¿Queréis saber por qué ahora estoy tan cerca de Él? ¡Por mi gran amor hacia Él! Cuando todavía estaba en la Tierra ya le amaba con todo el ardor de mi corazón, y eso antes de que le conociera y supiera que también a las criaturas les está permitido amar al santo Creador. Y ya veis que no me ha llevado hacia Él el esplendor de una casa mundana sino únicamente el amor!».
8. «Pero también ahora estamos con Él, pese a que nuestra casa es tan espléndida», continuaron inquiriendo las tres. «¿Cómo es eso posible si Él realmente representa todo lo que nos dices?».
9. «Hermanas mías, ¡no es sino apariencia porque su presencia no es verdadera y real. En cuanto abra su boca ante vuestros sabios, lo percibiréis con toda claridad. Pero como ya hemos llegado a vuestra casa nos callaremos para observar lo que pasa; todos se han detenido y Martín vuelve para preguntar cómo proceder».
1. Martín se dirigió directamente a mí y dijo: «¡Este esplendor puede hacer que se te confunda la vista! ¡Estoy seguro que no puede haber espíritus en otros mundos que se pueden imaginar algo parecido! ¡Hasta nuestros respetables amigos Juan y Pedro están restregándose los ojos!
2. Pero lo que me extraña es que no se ve ni una mosca y menos todavía un humano que venga a nuestro encuentro... Según Pedro debiéramos esperar delante de la casa hasta que, según sus costumbres, acudan a nuestro encuentro los ancianos con todas sus ceremonias. Pero como ya desde la Tierra tengo aversión a toda clase de etiqueta, por mí no hace falta que esperemos semejantes necedades sino que podríamos muy bien entrar sin demasiadas formalidades, ¡ya que Tú tienes poder más que suficiente para ello!».
3. «Pero Martín, ¿qué dices? ¡No hemos venido aquí como enemigos sino como verdaderos amigos, pues queremos ayudar y ser constructivos y de ninguna manera golpear o destruir!
4. ¿Cuál sería nuestra gloria si dentro de un momento destruyéramos toda este lugar? ¿Acaso sería honroso a un brazo muy fuerte arrancar la cabeza del cuerpo de un mosquito? Más vale ponerle la cabeza a un mosquito que destruirla. Por lo tanto aquí no vamos a aprovecharnos de nuestro poder sino a servirnos de nuestra paciencia y nuestro amor...
5. ¿Acaso te habría parecido bien si Yo, en vez de concederte toda mi paciencia y mi Amor, que en realidad poco has merecido, hubiera venido en seguida con mi Omnipotencia y te hubiera arrojado al infierno? ¿Con qué argumento habrías podido contenerme? Pero no lo hice porque me parecía poco glorioso que Yo, omnipotente, aniquilara a un débil; me parecía por el contrario glorioso mantenerte y levantarte. ¿Acaso sería prudente proceder ahora de manera hostil?».
6. Martín se golpeó el pecho y exclamó: «¡Oh mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa! Señor, perdóname, ¡ya sabes qué clase de bestia soy!».
7. «Hace ya mucho tiempo que todo te está perdonado», le respondí. «Pero en adelante ten siempre muy presente el verdadero motivo por el cual somos y seremos eternamente activos, y no volverás a recaer tan fácilmente en semejantes desatinos. Nuestro lema es mantener todo eternamente y no destruir nada ni por un segundo; sólo el infierno tiene ganas de destruir... ¡Compréndelo y vuelve a tu sitio!».
8. Martín me besó los pies y volvió rápidamente con Juan y Pedro.
9. Estos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer? ¿Tenemos que esperar o entramos en la casa?».
10. «¿Sabéis?, los zoquetes siempre han sido los más impacientes porque les falta comprensión», reconoció Martín. «Pero cuando se vuelven demasiado insensatos, un coscorrón bien dado resulta muy saludable, y eso es lo que sucede en mi caso: el Señor me ha dado un refregón, por lo que ahora de nuevo estoy en condiciones...».
11. «¡Muy bien observado!», contestó Pedro. «También yo, todavía en el mundo, recibí unos cuantos severos coscorrones del Señor que fueron muy saludables para mí. Bueno, pero todavía estamos en las mismas y no sabemos si debemos esperar, aburriéndonos un poco, o si tenemos que entrar en este palacio sin pérdida de tiempo. A ver, Martín, si nos lo precisas».
12. «¡Me parece que hasta vosotros queréis ahora pincharme un poco! ¡Va de sí mismo que, según la Voluntad del Señor, tendremos que esperar hasta que hayan terminado todas las ceremonias que nos esperan. ¿Supongo que vosotros ya sabréis de qué clase de ceremonias se trata?».
13. «Hermano mío, ¿no te enfadarás?», continuó Pedro. «Sé mejor que nadie que los coscorrones del Señor no gustan tanto como las caricias; pero aun así son mero Amor. Cuando el Señor nos anunció a mí y a mis hermanos su pasión futura, ¿sabes que le previne contra Jerusalén y que en mi sumo amor hacia Él le dije: “Señor, ¡que esto no te ocurra!”. ¿Y sabes lo que me contestó?».
14. «Oh, Pedro, ¡no me repitas aquella sentencia tan horrible! Te digo que siempre me ha resultado incomprensible cómo el Señor, que poco antes te había llamado “pilar de su iglesia” que nunca será vencida por el infierno, pudo tildarte de principal Satanás del infierno... Hasta hoy es un enigma para mí. ¿Cómo interpretas esas palabras?».
15. «Mira», añadió Pedro. «Cuando el Señor me llamó pilar de su iglesia me habló con su inconmensurable amor; pero después cuando me tildó de Satanás, con un solo golpe muy poderoso y muy bien medido, expulsó de mí todo lo mundano, siendo Satanás lo mundano en sí. ¿Entiendes ahora la sentencia y el enorme coscorrón que significaba para mí?».
16. «Pues no lo comprendo del todo pero algo me suena.
1. Pero oigo algo como campanadas. ¿Qué significará? ¡Es una maravilla! De modo que también aquí hay música... ¡No se puede distinguir algo parecido a un ritmo pero aun así la mezcla de sonidos suena fantásticamente! Ya me gustaría saber con qué instrumentos producen estos sonidos».
2. Pedro se lo explicó: «Se trata de una especie de campanas parecidas a las que usaban los antiguos egipcios y que hoy día todavía se encuentra entre los persas y los hindúes, sólo que aquí tienen un sonido mucho más puro que en la Tierra. Estas campanas consisten en una especie de discos que se hace sonar con martillos elásticos. Se sirven de estos instrumentos en las fiestas y también cuando se presentan fenómenos naturales que aquí son bastante frecuentes.
3. Para ocasiones menos importantes tienen una especie de cascabeles que dan señales. También disponen una clase de arpas y son verdaderos maestros en tocarlas; sólo se oyen en el interior de sus palacios. Ya sabes todo lo que tanto te inquietaba saber... Pero ahora callémonos para recibirlos».
4. Martín no pudo evitar otra pregunta: «¿Estás seguro que vamos bien ordenados para recibirlos?».
5. «¿Acaso somos soldados o comediantes? ¡Otra de tus preguntas!».
6. «Te ruego, Pedro, que no te enfades conmigo, ¡porque cada vez que abro la boca me sale alguna estupidez!».
7. «Pues realmente casi así es», contestó Pedro. «Y la razón consiste en que continuamente hablas y preguntas sin que el Señor te lo indique. Además todavía te queda una gran sensualidad carnal que serpentea dentro de tu alma como pequeñas culebras. Eso turba continuamente tus sentidos, de modo que sólo puedes hablar algo más sabiamente cuando tu sensualidad residual no es de nuevo aguijoneada por un estímulo exterior.
8. Te ruego en nombre del Señor que por fin te unas contigo mismo y que no ansíes más aquello que no es digno de tu espíritu. De esta forma la visión de tu espíritu se volverá cada vez más clara y sólo hablarás palabras que proceden de la verdadera sabiduría. Si no te agregas en este sentido, nunca saldrás de tus estupideces y el Señor te mandará por mil años, según su tiempo natural, a la Luna de la Tierra.
9. En seguida se presentarán muchas de las más bellas y seductoras mujeres del Sol por cuyo motivo te digo todo esto en serio: el Señor ha previsto traerte hasta aquí y no más, para que en esta ocasión te desembaraces de esa sensualidad tuya. Si no sales aprobado de este examen te encontrarás de repente, abandonado por nosotros, en el suelo árido de la Luna, un mundo donde ya topaste una vez con uno de sus sabios.
10. Todo lo que ha pasado contigo y alrededor tuyo en el mundo de los espíritus a partir de tu llegada, sucedió principalmente por ti mismo, para hacer de ti un buen colaborador del Señor en su gran viña. El mismo Señor ya te dijo que podrías transformarte en un servidor muy útil, especialmente en este mundo, por cuyo motivo Él hace cosas excelsas con el fin de que te vuelvas un verdadero ángel. Pero puesto que el Señor ya hace tanto por ti, también tienes que contribuir por tu parte; porque de lo contrario te tocará una suerte poco curiosa, pues en el verdadero Reino de Dios, que hasta ahora te es todavía desconocido, no conseguirás sino volverte un miserable trapero.
11. Ahora sabes a qué atenerte. Por eso haz un esfuerzo: ¡permanece firme, serio y bueno, y si alguna de esas bellezas quiere seducirte, entonces mira al Señor y quedarás aliviado! Tienes que conseguir que incluso bellezas aún mucho más descomunales no te puedan seducir; pues, ahora eres del Señor y también quieres serlo eternamente. Sólo así estarás maduro para ser admitido en el verdadero Cielo donde te esperan bienaventuranzas que no puedes imaginar.
12. Porque hasta ahora tu ojo aún no ha visto lo que el Señor ha preparado a todos aquellos que le quieren de verdad y fielmente, a todos aquellos que no hacen como tú, que cada vez que ves un suave cutis femenino te olvidas casi enteramente de Él y sólo vuelves a buscar su refugio cuando, por tu gran estupidez, te has metido en un charco en el que te estás ahogando.
13. Tú mismo sabes muy bien que, por lo menos hasta ahora, estas han sido tus tendencias: más bien animales que humanas, lo que tú mismo confirmaste repetidas veces. Ahora que estamos ante la meta, en nombre del Señor ¡despójate de tus tendencias animales de una vez para siempre! ¡Quítate el antiguo pellejo de Adán y vístete definitivamente con el ilimitado amor a Cristo, y en seguida serás admitido en el verdadero y auténtico Cielo: la Nueva Jerusalén, de la que Juan y yo ya somos vecinos desde hace mucho tiempo. ¿Me has comprendido, Martín?».
1. Martín dijo pensativo: «De modo que pruebas y más pruebas... Yo soy el examinado y todo lo que aquí pasa es únicamente por mi causa... Dios mío, ¿cuándo terminarán de una vez todas estas pruebas?
2. Supongo que con tantos exámenes alguno de ellos me llevará el infierno. En vista de lo cual me dan ahora a probar mucha cosa celestial para que luego el mismo me resulte tanto más fastidioso...
3. ¡Con la de veces que me han dicho: “Ahora, Martín, ya eres perfecto”! Si soy perfecto, ¿acaso hay que ser aún más que perfecto para el verdadero Cielo?
4. Dios mío, ¡ojalá nunca me hubieras creado! ¡Mi inexistencia habría sido mucho más afortunada que mi existencia de continuas pruebas entre el Cielo y el infierno!
5. Ahora sé muy bien a qué atenerme y te lo agradezco mucho, Pedro. Pero te digo que con esta revelación has conseguido de un solo golpe que lo de las pruebas continuas se acabe para mí. Puedes hacer que en adelante desfilen delante mío ángeles o diablos: eso me dejará tan indiferente como mi futura existencia o inexistencia, o la cuestión de Cielo o infierno. Pues, ¡si la vida no consiste más que en pruebas y más pruebas, entonces la vida futura entera me importa un comino.
6. Antes me has hablado de la Luna árida, ¿por qué no me mandas para siempre allí ahora mismo? ¡Allí seré más feliz que aquí donde continuamente estoy siendo probado! Aunque vosotros, ciudadanos de primera del Cielo, y el mismo Señor estéis ahora conmigo, este plan de pruebas sólo me llevará al infierno...
7. Pero sea como fuere: tráeme ángeles o diablos, a mí me da igual; en adelante estaré más callado que una piedra».
8. «¡Sácate esa espina, porque es muerte, atributo de la impudicia de la carne! Su nombre es “ira”, por cuya causa los hijos de la carne también son llamados “hijos de la ira”. Pero mira, están saliendo. ¡Tu seriedad actual te será de gran utilidad!».
1. Del palacio de la tercera plataforma, acompañado por muchos jóvenes y doncellas, salió el más anciano y sabio, vestido con una bata gris con mucho volante. En la mano derecha llevaba una vara parecida a la de Aarón y en la izquierda una especie de cinta mágica en la que estaban pegados diversos símbolos de aspecto místico. Cuando se hubo acercado a unos cinco pasos de los tres de cabeza, desplegó la cinta y la extendió delante de él en el suelo que parecía ser de terciopelo azul. Después, tocando la cinta con la vara, tras una pausa, empezó a hablar:
2. «Por el inconmensurable poder cuyo portador soy por mi sabiduría ilimitada, yo, el primero y por lo tanto más anciano hombre de este mundo, que nunca tendrá fin porque yo no se lo daré...».
3. (Martín para sí): «¿Qué pasa aquí? ¡Este tipo nos quiere gastar una broma! Pues, ¡adelante en ese estilo!».
4. «... os conjuro a que me comuniquéis con la verdad más absoluta qué queréis aquí y por qué vinisteis. A la menor falta a la verdad por vuestra parte mi poder invencible os reducirá a polvo. ¡Y ahora hablad!».
5. «¿Todos a la vez o uno solo por todos nosotros?», le preguntó Martín. «Puesto que no somos tan despabilados como vuestra merced, el sabio supremo, necesitaremos una definición algo más precisa». Y para sí mismo continuó: «Este tipo me viene como anillo al dedo porque su estupidez arroja una considerable sombra sobre su posición y a la vez sobre la belleza de todas estas doncellas, mejor para mí... ¡Ya estoy reconciliado con Pedro, Juan y todos los demás!».
6. «Si sólo uno habla no se puede saber el parecer de los demás», contestó el sabio. «¡Por lo tanto hablad todos a la vez y en voz alta!».
7. Martín continuó, todavía para sí mismo: «En general, comparado con toda esa gente celestial, soy bastante estúpido. ¡Pero la estupidez de este sabio es insuperable! A éste aún le haré atascarse en toda su sabiduría... Pero por prudencia preguntaré antes a Pedro qué es conveniente hacer aquí». Y, mirando a Pedro, le preguntó: «¿Continúo a mi manera?».
8. «Ahora te toca a ti: ¡habla, pues, como tu lengua te diga, francamente y con toda libertad!», le respondió Pedro.
9. De modo que Martín continuó hablando al sabio: «Gran sabio, ¡si tu sabiduría es tan fenomenal entonces no comprendo cómo es posible que nos preguntes que queremos aquí! Nosotros, cuya sabiduría es evidentemente menos fenomenal que la tuya, te penetramos con la mirada hasta la última fibra de tu ser y sabemos perfectamente qué es lo que, en realidad, se oculta tras tu presunta sabiduría suprema. Supongo que tú nos penetrarás de la misma manera si realmente eres tan inconcebiblemente sabio. ¿Qué me dices al respecto?».
10. «Por supuesto, eso también lo sé hacer cuando tengo la gran cinta mágica y la vara doble conmigo. Pero para invitados simples como vosotros no me he traído sino los utensilios más ordinarios, de modo que tendré que haceros alguna pregunta para conseguir información, ¡y ahora hablad!».
11. «Siendo así, ¿cómo sabrás si te hemos dicho la verdad o no?».
12. «Desde el principio os he amenazado severamente para que no se os ocurra venir con ardides. A la menor falta a la verdad cumpliré mi amenaza. ¡De modo que la más pura verdad, de lo contrario...!».
13. «Déjame que lo diga yo... ¡De lo contrario eres y seguirás siendo un burro!».
14. «¿Qué es un burro?».
15. «Es un ser totalmente inofensivo del color de tu bata», le explicó Martín. «Tiene unas orejas muy largas y un entendimiento muy corto».
16. «¿Qué te autoriza a tomarme por algo parecido?».
17. «Vuestra merced, sabio supremo, me permitirá un pequeño descanso porque una pregunta tan importante hay que estudiarla debidamente».
18. «Eso de “estudiar”, ¿qué es? Aquí no hay ningún concepto al que “estudiar” sea asimilable».
19. «Escucha, sabio mayor de los sabios, me parece que tu sabiduría tiene poco mérito si ignoras que toda sabiduría, antes de tenerla, tiene que ser adquirida. De modo que “estudiar” es reflexionar intensamente sobre los primeros elementos y factores de la sabiduría cuyo resultado es la sabiduría en sí... ¿Entiendes ahora qué es “estudiar”?».
20. «No», le respondió el sabio. «No lo comprendo porque mi sabiduría es demasiado sublime para percibir cosas insignificantes como éstas. De modo que si quieres que te comprenda háblame en términos más elevados».
21. «Vaya, vaya, ¡la grandeza de tu sabiduría te impide percibir cosas insignificantes! Pero entonces no me entra en la cabeza que, con una explicación en pocas palabras muy simples, en seguida hayas comprendido qué es un burro...».
22. «"Burro" es un ser y "estudiar" sólo una acción. Resulta que un ser siempre se concibe más fácilmente que una acción. De modo que tendrás que hablarme en términos más elevados y más comprensibles para mí».
23. «Amigo, me parece que poco nos entendemos, por no decir nada en absoluto; pues, ¡no se encuentra ni el menor rastro de sabiduría en ti!
24. Por eso te recomiendo que te retires para que hable otro en tu lugar, por supuesto sin cinta mágica ni vara de bruja», advirtió Martín. «Que venga uno con una sabiduría comparable a la de las tres hijas de esta casa que salieron a nuestro encuentro. Pues como ellas nos hablaron tan sabiamente suponía que vosotros seríais aún mucho más sabios...
25. Pero ya veo que en eso me he equivocado profundamente porque uno más estúpido que tú no se encontrará en todo el mundo. Y ahora te digo que tú y yo ya hemos acabado. ¡Apártate y que venga otro en tu lugar!».
26. «¡No puede ser! Porque cuando bajo de las alturas de todas las alturas hasta estos gusanos ordinarios, no debe hablar nadie, menos yo, que soy el supremo, el más sabio, poderoso, eterno e infinito».
27. «¿Que me estás diciendo? Después de todo, ¿acaso eres tú el supremo Ser divino?».
28. «No precisamente Él mismo pero tampoco mucho menos; puesto que Él es algo mayor de edad que yo, que soy su hijo».
29. «¿Y nada más?», le preguntó Martín. «¿Tal vez aún os diferenciáis en algún otro pequeño detalle? ¡Haz aún una pequeña concesión!».
30. «Por supuesto aún hay mucho más que nos diferencia, pero todo eso sería inconcebible para ti. Por eso no puedo decírtelo, pues eres una nada al lado mío».
31. «¡Te digo que me has impresionado! Oh, ¡eres realmente algo muy grande, algo enormemente grande en tu especie! ¡En este mundo no puede haber iguales de tu condición, tú... tú...».
32. «...Sí, así es; pues no tengo a nadie por encima de mí», continuó el sabio a su manera la frase de Martín. «Cuando toco el suelo con la vara tiembla todo el mundo y también todos los seres tiemblan temerosos cuando me acerco a ellos. Por eso no me puedo explicar, de ninguna manera, cómo es posible que tú y estos débiles compañeros tuyos no os estremezcáis ante mí, cuando os podría aniquilar en un instante...».
33. «Lo que ahora no comprendes, ojalá lo comprendas muy, muy pronto. Hay alguien en nuestro grupo que te explicará por qué no temblamos ni jamás temblaremos ante ti.
34. Óyeme: hace mucho tiempo un espíritu malvado, que se te presentó en forma de ángel de luz, te engañó sobremanera. Y a continuación tú engañaste a esta gran comunidad tuya promulgando leyes formuladas de manera tal que nadie puede pecar contra ellas. De modo que en realidad, en el sentido de la palabra, ni siquiera son leyes.
35. Sé muy bien que antiguamente fuiste un sabio devoto y buen guía para tu gran comunidad. Pero cuando aquel falso ángel de luz te obcecó y cambió tu antigua sabiduría verdadera y divina en tu estupidez actual, te volviste lo que ahora eres: ¡un prototipo de la necedad!».
36. «Estás diciendo algo que en el fondo es verdad», observó el sabio. «Pero eso de la estupidez aún me lo tienes que probar porque a mí no me parece justificado. ¡Por eso te ordeno que continúes, siempre en términos sublimes!».
37. «Dime si puedes acordarte de la edad que tienes. ¿Acaso fuiste siempre lo que eres ahora, o hubo otro antes de ti que ocupaba tu oficio, tal vez tu padre? ¿No fuiste alguna vez un adolescente, quizás incluso un niño? Respóndeme y podré contestar tu pregunta más fácilmente».
38. «A la primera pregunta no te puedo responder porque el gran cronometro ya no funciona desde hace mucho tiempo. Hubo una vez una gran tormenta que rompió la cuerda del gran péndulo y no podemos arreglarlo. Por eso nadie sabe aquí cuántos años tiene.
39. Referente a la pregunta si existo desde siempre o si mi existencia tuvo un principio puedo decir que me acuerdo vagamente que debo haber nacido, por lo que no habré existido desde siempre ni habré siempre sido lo que soy ahora. También me parece que debo haber tenido un padre que entonces, cuando fui niño, desempeñaba este oficio mío, por supuesto no con la misma gran sabiduría que yo. He respondido a tus preguntas; ahora continúa tú».
40. «Pues mira, ya había pensado que no eres un dios ni tampoco el hijo de uno, sino simplemente un mortal como fuimos nosotros», observó Martín. «Eso es una buena suerte porque puede haber salvación para ti y toda tu comunidad. Si hubieras insistido en tu testaruda estupidez os habrían tocado malas consecuencias. Dentro de poco sabrás por qué. De modo que si quieres volverte muy feliz tira entonces primero tu cinta mágica y tu vara de bruja, de lo contrario no habrá manera de hablar una sola palabra sabia contigo».
41. «Me estás exigiendo demasiado. Porque si me desprendo de estos atributos indispensables de mi poder y sabiduría, ¡entonces ya no podré hacer nada! ¿Quién me hará caso si no tengo poder? ¿Quién confiará en quien no tiene fuerza? ¿Y quién me escuchará si ya no tengo sabiduría? Ves, ¡no debes exigirme algo incompatible con mi dignidad!».
42. «A nosotros los habitantes de la Tierra, Dios mismo nos dio una palabra muy sublime: “¡No hay nada que abandonéis en mi nombre que a su tiempo no se os compense cien veces”!
43. Esta palabra se aplica también a ti: todo lo que hagas o dejes de hacer en nombre de nuestro Señor lo recuperarás realmente mil veces. Abandonarás lo miserable y recibirás lo sublime. Abandonarás una existencia ficticia y ganarás una real. Lo falso, la necedad, la debilidad y la impotencia te serán cambiadas por lo verdadero, la sabiduría, la fuerza y el poder. De modo que recibirás abundantemente de Dios el Señor todo aquello de lo que te desprendas aquí en tu nulidad.
44. Por eso, y por libre convicción, haz lo que te sugiero. Aquí me tienes de rehén; con lo que puedes hacer de mí lo que quieras caso que no te haya dicho la plena verdad».
45. «Bueno, ya veo que eres un espíritu recto; de modo que cumpliré tu voluntad. A cambio responderás a mi primera pregunta, quiénes sois y de dónde venís, para que luego os pueda llevar al interior de esta casa».
1. Después que el anciano se hubo desprendido de la cinta y de la vara, Pedro se acercó a él y le dijo:
2. «¡Bien hecho! Hiciste todo lo que nuestro hermano Martín te sugirió en nuestro nombre, con lo que te has vuelto un nuevo hermano nuestro. Ahora nos corresponde a nosotros responder a tu pregunta de quiénes somos y de dónde venimos.
3. No hay nada más fácil que responderte con palabras, pero únicamente con palabras no adelantarás nada porque para todo lo que quiero decirte haca falta más: una fe incondicional, una aceptación absolutamente voluntaria de tu parte a lo que te digo. Si te falta esta fe entonces todo lo que voy a revelarte no te servirá de nada.
4. Ahora piensas que bastaría que suministrara pruebas para creerme enteramente; pero he de contestarte que “creer” a base de pruebas no es lo mismo que “tener fe”, sino un mero “saber” carente del menor provecho para tu ser interno.
5. El saber a base de pruebas es un saber externo e impuesto que no permite libre aceptación. Este saber no libera al espíritu sino que lo ata; tanto más cuanto más pruebas demuestren un principio.
6. La única verdadera creencia es la fe: una obediencia voluntaria del corazón que no pregunta por el por qué, el cuándo ni el cómo. Unicamente esta fe libera al espíritu porque tal fe es la aceptación libre e incondicional de todo aquello que te revela un mensajero de los Cielos, mensajero cuya incumbencia sólo puede ser reconocida por el amor de tu corazón.
7. Si sientes amor al mensajero entonces recíbele; si no, déjalo que continúe su camino. Ésta es la Voluntad de Dios comunicada al mensajero, pues Él dijo: “Donde os acojan ¡quedaos!, pero donde no os acojan ¡sacudid sobre ellos el polvo de vuestros pies y continuad vuestro camino”.
8. Ya ves que no sólo aquel a quien está dirigido el mensaje es absolutamente libre de aceptarlo o no, sino que también el mensajero es totalmente libre de quedarse o continuar su camino. De modo que tanto la predicación como la aceptación son enteramente libres... Dónde haya la exigencia que fuere más allá de esto, no existe libertad para el espíritu sino que este está privado de ella, lo que acaba en su juicio.
9. Si Dios, el eterno Señor, quisiera mediante pruebas incontestables que sus hombres fueran conscientes de que realmente existe y de cómo existe, nada le resultaría más fácil: sólo tendría que asignarles un programa apropiado con lo que les resultaría imposible pensar o aceptar algo distinto a lo que los conceptos impuestos les permitieran, pues sus corazones estarían programados como los de los animales. Pero el Señor no quiere hombres programados sino sólo absolutamente libres. Por eso, ante todo en la aceptación de la Doctrina revelada por Él, los corazones de los hombres tienen que ser totalmente libres.
10. Si para aceptar una doctrina o revelación la mente todavía te exige pruebas, es porque tu espíritu aún se encuentra cautivo en una prisión oscura. Como está hambriento, suspira por alimento que, con las pruebas exigidas, le llega muy escasamente, lejos de bastarle para cobrar fuerzas suficientes que le permitan romper las cadenas que lo aprisionan.
11. Cuando el hombre acepta algo sin que la mente exija pruebas, entonces el Corazón demuestra su fuerza y su libertad, fuerza que se transmite al espíritu y lo libera. Y una vez libre el espíritu, todo en el hombre estará libre: el amor, la luz y la visión. A esta altura ya no hacen falta pruebas para confirmar la verdad porque el mismo espíritu libre es por sí mismo la más palpable verdad.
12. Ahora pregunta a tu corazón si podrás creer incondicionalmente lo que voy a decirte, porque entonces continuaré mis explicaciones respecto a lo que quieres saber. Caso que no puedas, todas mis palabras serán vanas. Pues no hemos venido para juzgaros sino para libraros del pesado yugo de vuestra antigua sujeción».
13. «Sublime amigo, ¡tú estás más alto que yo!», contestó el sabio. «Por eso habla y te creeré libremente. ¡Te creeré porque quiero creerte!».
1. «Muy bien, ¡escucha, pues!», continuó Pedro. «Todos nosotros, como nos ves aquí, somos primeramente hijos de Dios: es decir, según vuestros conceptos, hijos del Supremo Espíritu. Además hay algunos que son siervos principales del Altísimo, siervos que el mismo Altísimo ha elegido como pilares básicos de su iglesia en todo el infinito; a principio, por supuesto, sólo en la Tierra que vosotros llamáis planeta sagrado. Allí cumplieron su tarea con mucho esmero; pero al fin les llegó la dolorosa muerte física. Por eso ascendieron en seguida al Altísimo, al supremo de todos los Cielos, para allí tener todo lo que Él tiene y gozar la suprema bienaventuranza, eternamente. Aun dentro de su actual y eterna gran bienaventuranza continúan el servicio que habían realizado en la Tierra, muy reducido comparado con el nuevo. Ahora sabe que yo mismo, me llamo Pedro y este hermano mío se llama Juan, somos dichos siervos principales. Los demás son más bien principiantes en el reino de los espíritus y en dicho servicio.
2. El motivo de nuestra visita en primer lugar es que a todos estos que han llegado más o menos recientemente al reino de los espíritus los queremos iniciar en una actividad caritativa más elevada. Otro motivo muy importante de nuestra visita es que queremos volver a levantar algunas comunidades de este mundo de luz que se han apartado del buen camino.
3. Y como sabemos que eso será un trabajo muy pesado, un trabajo que tal vez exija demasiado de nuestras fuerzas, Dios mismo nos ha acompañado y está presente... Dios mismo visible en forma humana, forma que es la auténtica y original divina. Por lo tanto ves que Dios ha creado al hombre conforme a su propia imagen, tanto externa como internamente; por lo que a sus queridos hijos les ha dado la misma muy original forma suya, la de su eterno Amor.
4. Por eso en todo el infinito inmenso no hay en ninguna parte un mundo en que los hombres tengan forma distinta a la nuestra. Aquí y allá se diferencian por su altura o su color; pero su forma básica siempre es la forma divina misma.
5. Así que no te desconciertes si dentro de poco ves a Dios, el Supremo Espíritu, en la misma forma y con la misma talla que yo. Su infinito y eterno Poder, al igual que su grandeza real, no están relacionados con su apariencia externa sino con la grandeza de su Espíritu interno que reside eternamente en la santísima Luz inaccesible, que ningún espíritu creado podrá jamás ver y menos todavía concebir.
6. Ya lo sabes todo; no he omitido nada que fuera de importancia para que la respuesta resulte completa. Ahora dime de buena fe y sin disimulo, defecto muy común en vuestra comunidad, si crees todo lo que acabo de relevarte».
7. «Sublime amigo, hablándote franca y sinceramente: creo todo menos lo último», confesó el sabio. «Porque eso de que Dios, el altísimo, eterno Espíritu divino, pueda estar aquí entre vosotros en tu forma y talla... Si conoces algo nuestras muy antiguas revelaciones ¡tú mismo habrás de admitir que es un hueso demasiado duro de roer! Tal vez podré concebirlo más adelante. Pero para mi concepto de Dios, el ser supremo, es absolutamente imposible por el momento.
8. Sabrás que Dios raras veces manda sus ángeles aquí, ángeles que a nosotros, sabios máximos, nos hacen revelaciones acerca del supremo Ser divino. Pero incluso ellos nos confirman siempre: “Nadie puede ver a Dios y vivir al mismo tiempo”. Por eso siempre nos dicen que Él vive en unas profundidades insondables para que no quede perjudicada la vida de ningún ser al contemplarlo. ¿Cuál sería nuestra suerte si, como acabas de manifestarme, Dios estuviera realmente aquí entre vosotros?
9. No puedo rechazar la eventualidad que sea posible para el Ser divino. Pero entonces: ¿cómo cuadraría eso con su eterno Orden inalterable que nos fue predicado tantas veces?».
10. «Ten un poco de paciencia y lo que ahora todavía te parece imposible luego te parecerá evidente», le prometió Pedro. «Mira, ¡ahí viene! En cuanto Él mismo te lo explique lo comprenderás mejor...».
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1. «Pero amigo, ¿no será éste que anda entre dos mujeres, acompañado por las tres hijas de esta casa que mandamos ir a vuestro encuentro?
2. ¡Te digo que aquí, hasta para un sabio del tercer rango sería muy indecente dejarse llevar por mujeres! ¿Qué impresión sacaremos del Altísimo, que estableció las leyes del gran Orden, si Él mismo se deja llevar por mujeres, caso que este hombre, en el que no se ve nada extraordinario, realmente fuera Dios?».
3. «Supongo que en tu vida habrás producido las más diversas cosas, cosa útiles y cosas estéticas.
4. Dices: “Si, una gran cantidad de cosas para estos dos fines”.
5. Bueno, si has producido tantas cosas, dime si entre ellas hubo una sola de la cual tuvieras que afirmar: “¡Esta obra no es digna de mí y me da vergüenza, pues es extremadamente indecente mirarla y todavía peor sería tocarla con mis manos!”.
6. Dices que no porque ¿cómo habrías podido ir haciéndola sin que hubiera sido digna de tu vista y de tus manos?
7. Si ni tú consideras indigna de ti ninguna de tus creaciones, siendo un maestro de obras muy imperfecto ante Dios, cómo vas a exigir al Altísimo, al maestro eternamente perfecto de sus obras, que se atenga al orden dictado por tus conceptos?
8. ¡Si puedes, indícame una obra de Dios que te parezca tan mala que deba avergonzarse de ella! Siendo Él el eterno Señor de todas sus infinitas obras y siendo nosotros obras suyas, ¿acaso deberá pedirnos autorización sobre con cuáles de sus obras debe tratar o no? ¿Y acaso debiera solicitar nuestro consentimiento sobre qué comportamiento le conviene o no? ¿Qué me dices al respecto?».
9. «Amigo mío, ¡veo que eres un sabio extraordinario!», contestó el sabio. «Cada una de tus palabras tiene una base absolutamente firme y no se le puede oponer nada. Te digo que realmente estoy empezando a tener fe en que este hombre de apariencia tan sencilla pudiera muy bien encerrar al supremo Ser divino... Porque si lo pudo en el pequeño planeta sagrado, ¿por qué no iba a poderlo aquí en este gran mundo de luz?
10. Ya ves, puedo admitirlo y lo admito todo. Pero se presenta una pregunta muy importante, al mismo tiempo fatídica: si es Él, el todopoderoso, el sumamente santo e infinitamente sabio, el que hasta para nuestros pensamientos más sublimes es tan excelso y santo que únicamente el sabio más puro podría atreverse a pensar en su nombre, entonces tengo que preguntarte cómo podremos recibirle y cómo vamos a sostenernos ante Él?».
11. «Antes de hacer muchas preguntas ¡fíjate en Él!», le aconsejó Pedro. «Tan cerca como ya está puedes examinarle perfectamente con tu vista aguda y luego me dirás si realmente tiene un aspecto tan terrible y fiero como evidentemente imaginas. Y dime también si las tres hijas de esta casa que continuamente lo miran, y que parecen estar de bastante buen ánimo, sentirán igualmente en su interior algo de tu gran miedo».
12. «Amigo, ¡no veo nada parecido! ¡Tiene un aspecto sumamente bondadoso y manso, y hasta ahora a estas tres nunca las he visto tan alegres y desenvueltas!».
13. «Entonces, ¿cómo puedes tenerle miedo? Cuando Él viene, siempre viene motivado por el Amor y nunca por la ira o la venganza, pese a que la ira y la venganza son tan eternamente suyas como el Amor, razón por la cual nadie debiera estar airado contra su prójimo o vengarse de él.
14. La ira incumbe a Dios y la venganza al juez. Pero el Amor es del Padre y Él lo da a sus hijos, y el Padre lo busca entre los hijos. Y cuando viene a ellos nunca viene airado o vengativo, sino siempre lleno de Amor paternal hacia quienes, por su Amor, creó a su propia imagen, y en cuyos corazones puso una semilla para que puedan volverse como Él.
15. Siendo esto Verdad eterna, ¿acaso sería sabio tener miedo de aquél que sólo nos viene con puro Amor?
16. Pues mira: a mí no me temes... Y eso pese a que tengo fuerza y poder más que suficiente para destruir este mundo con un ínfimo pensamiento y para crear otro nuevo en un instante. Si a mí no me temes a pesar de que también poseo todo el poder del Señor, aunque sin jamás llegar a tener la misma bondad suya, ¿cómo entonces puedes temerle a Él cuya bondad es infinita?
17. Por lo tanto no le temas sino alégrate sobremanera por la inmensa Gracia concedida a ti y a este mundo. Así también Él tendrá alegría en ti y en todos vosotros, y ayudará a todos los que necesiten su auxilio. Pero ahora ordena tu corazón, pues, algunos pasos más, y Él estará aquí».
18. «Amigo, no puedo decir si mi corazón está ordenado o no, pero algo sí es cierto», observó el sabio. «Empiezo a sentir un gran amor hacia Él, algo que hasta ahora nunca he sentido tan vivamente...
19. Al mismo tiempo me he quitado casi del todo el miedo de encima, debido a la siguiente consideración, que me parece bastante acertada, de dos factores elementales. Según reflexiones lógicas, siendo criatura, nunca podré volverme más de lo que soy: una criatura. También me parece bastante cierto que Él no podrá volverse en manera alguna menos de lo que es: o sea, Dios, el ser primario absolutamente perfecto y origen de cada forma de vida de la especie que fuere.
20. Sin el Creador no puede haber criatura. Pero sí puede haber un Creador sin criatura. Porque el Creador ya es lo que es; con su eterna conciencia absolutamente clara Él ya es lo que es. De modo que Él puede crear cuando quiera y lo que quiera. La criatura, sin embargo, nunca puede ser algo antes de que la Voluntad todopoderosa del Creador la haya hecho ser lo que es.
21. Por eso veo, tanto en el Creador como en la criatura, dos factores necesarios, siendo evidentemente el segundo función del primero. Como indiscutiblemente es así, no veo necesidad de que yo, factor condicionado, deba temer al primero, al no condicionado...
22. Para gran tranquilidad de mi mente veo el asunto así: en nuestro gran mundo hay una inmensa cantidad de cosas muy pequeñas, tan pequeñas que el volumen de una sola de ellas en relación al volumen de este mundo es insignificantemente ridículo.
23. Pero, aun ante lo enorme, lo minúsculo tiene el mismo derecho a alegrarse de su existencia, firme en su propósito. Lo pequeño, aun siendo nada en comparación con lo grande, es para sí mismo algo muy perfecto y entero. Y continúo reflexionando: yo, por supuesto, nunca podré ser lo que es nuestro sublime y todopoderoso Creador. Y el Creador, pese a toda su Omnipotencia, nunca podrá ser lo que soy yo: una criatura.
24. La diferencia no importa mucho; pero lo que llama la atención es que aquí hay algo que no está al alcance del Creador. De modo que cada uno de los dos factores necesarios antes citados tiene una singularidad que no puede ser alcanzada por el otro. Ahora, al pensar en este estado de cosas, ¡desapareció todo el miedo que tenía!».
1. A continuación Juan tomó la palabra: «Tras examinar minuciosamente el sentido de tus palabras puedo afirmar que en principio tienes razón. No obstante, tengo que observar que has tratado los dos polos con demasiada rigidez, pues trazaste entre ellos una barrera demasiado rígida.
2. Nunca el Creador puede volverse criatura ni la criatura Creador. Pero no por eso el Creador tiene considerables ventajas ni desventajas frente a la criatura.
3. Primero, para producir sus criaturas no tiene otra substancia sino la suya propia. Tiene que formar la criatura de la misma substancia de la que Él existe desde toda eternidad. Después también tiene que mantenerla a base de Él mismo; en tanto que la criatura no tiene otra cosa que hacer ante su Creador sino existir...
4. Si la criatura resultó como el Creador quería, dentro del Orden previsto para ella, entonces puede incluso llegar a la plena perfección de su Creador. La criatura puede lograr la filiación de Dios y, en cierto sentido, vivir en la misma casa y disfrutar de todos los derechos de Él. Siendo así, se ve que ninguno, ni Creador ni criatura tienen verdadera ventaja sobre el otro.
5. Por supuesto que mientras que el Creador y la criatura, ésta con su plena y libre voluntad de querer y actuar según su propio albedrío, estén enfrentados, tu teoría es válida. En tal situación no se puede dudar de la preeminencia del Creador, pues es una necesidad indiscutible.
6. Pero si la misma criatura, reconociendo la Voluntad del Creador y actuando de acuerdo con ella, rompe la barrera, acoge al Creador dentro de sí y entra en intensa unión con Él, se plantea la siguiente cuestión:
7. Siendo el Creador eternamente uno e idéntico, ¿dónde se manifiesta más, en sí mismo o en su criatura? ¿Quién es más antiguo, la criatura como ser idéntico con y en el Creador, o el Creador como ser idéntico en la criatura? El mismo dijo: “Vosotros estáis en mí y Yo estoy en vosotros”.
8. En tal caso, es decir, cuando la criatura ha roto la barrera, me parece que has tensado las cuerdas algo excesivamente y me parece que tendrás que ceder un poco... ¿Qué me dices al respecto?».
9. «Amigo mío, ¡veo que eres enormemente sabio, pues tus exposiciones son irrefutables!», reconoció el sabio. «Todavía queda por decir que el factor creativo sigue siendo propiedad del Creador, independiente de que Él exista en forma aislada, por sí solo, o que rellene a su criatura consigo mismo como si esta fuera un recipiente, en la medida de la capacidad receptiva concedida a la criatura.
10. Una criatura jamás será capaz de acoger en sí la entera plenitud de la Divinidad primaria; la respuesta a esta cuestión traspasa las barreras de la infinitud que sólo puede ser acogida por otra infinitud equivalente, pero nunca por algo finito surgido de ella.
11. Desde nuestro mundo vemos otro Sol que, según nuestros cálculos, debe ser millones de veces más grande que el nuestro. Pero si observo que hasta las más pequeñas gotas de rocío reciben, en medida adecuada a su pequeño volumen, la completa y perfecta imagen de aquel mundo, no cabe la menor duda que, de manera análoga, nosotros podremos recibir al Creador en nosotros, en la medida prevista por Él.
12. Pero ¿cuánto del Sol verdadero queda en el reflejo de la gota de rocío?, y ¿cuánto queda del verdadero Creador en el reflejo de la criatura? Creo que sería vano querer imaginar cuántas gotas de rocío harían falta para que su conjunto representara aproximadamente el volumen del Sol que se refleja en ellas...
13. En el caso del Sol y de la gota de rocío sólo se trata de dos ejemplos finitos, uno frente a otro... Pero tratándose de la relación entre el Creador y la criatura, relación en la que el eterno infinito se encuentra frente a algo insignificante, finito en tiempo y extensión, ¡no veo que compensación de potencial podría haber entre estos extremos!
14. Por lo demás no se puede negar que el ser creador dentro de la criatura tiene que ser idéntico al mismo Creador, y también al revés; pero pregunto: ¿en qué relación? Pues esta relación es muy significativa porque manifiesta con toda claridad que entre el Creador y la criatura, pese a toda su igualdad natural y moral, siempre tiene que haber un enorme abismo que ninguno de los dos podrá nunca atravesar del todo.
15. Por lo tanto continúo manteniendo el principio fundamental de que estos dos extremos nunca podrán unirse completamente. Aun así de ninguna manera me cierro a otros razonamientos, al contrario: ¡toda sabia enseñanza al respecto será sumamente bienvenida! ¡Tengo muchas ganas de aprender más!».
1. «Amigo mío, aunque en muchos detalles tengas razón, analizas el tema demasiado tajantemente», observó Juan. «Ten gran cuidado porque así puedes desorientarte mucho, arriesgandote a no llegar nunca a la verdadera meta de la razón de tu existencia. Por eso, en nombre del Señor que precisamente por nosotros se ha detenido un momento, voy a iluminarte al respecto algo más claramente. ¡Escucha, pues!
2. Para mostrarme la exactitud de tu teoría te has servido de una imagen natural muy rebuscada. De modo que también yo tengo derecho a usar otra parecida que testimoniará contra la teoría tuya y que, al mismo tiempo, te iluminará más claramente que el Sol que citado. No haré una excursión tan grande como la tuya por el espacio de la creación, sin embargo, estoy convencido que daré en el blanco con la ayuda del Señor.
3. En prácticamente todos los mundos el mar es la concentración de agua dónde finalmente terminan los ríos, y en la que también cae la mayor parte de la lluvia.
4. Por su parte este mar es la base de toda clase de aguas estancadas y corrientes, de la misma lluvia y del rocío. Si algún mundo no tuviera mar, parecería un hombre sin sangre ni otros líquidos, que tendría que ser más bien una momia o una estatua sin vida. Por lo tanto, cada mundo precisa del agua tanto como el hombre o cualquier otro ser vivo sanguíneo.
5. Toda clase de humedad surge del mar, desempeña un trabajo en la naturaleza y vuelve al mar. El mar cede continuamente humedad a la atmósfera ambiente que envuelve cada mundo, atmósfera capacitada para absorber esta humedad, en forma de incontables gotas muy finas. Mediante dicha atmósfera, que está en continuo movimiento, la humedad absorbida se distribuye por todo el mundo. Según su concentración se manifiesta en nieblas o en nubes densas. En estas nubes las partículas se unen y forman gotas que, en gran cantidad, caen a la Tierra sedienta, revivificándola así.
6. Ahora sabes lo que es el mar y lo que nace de él.
7. Dices: “Pues sí, estos son hechos probados”.
8. Pues bien, si lo comprendes, entonces dime ahora qué es más antiguo, las gotas individuales que surgieron del mar o el mar mismo. El mar como tal tiene que haber existido antes para que parte de él haya podido evaporarse y volver a condensarse en gotas. Pero una vez separadas del mar, aunque siendo parte de él, ¿son las gotas cosa otra que el mismo mar? Y en cuanto vuelvan a caer en el mar, ¿encontrarás diferencia entre ellas y el mar?
9. Me dices: "Pues no, ¡todo es idéntico!, porque donde una parte de lo entero es idéntica a lo entero, ahí la parte y lo entero son uno y lo mismo"
10. Muy bien, digo yo... Y puesto que entre el Creador y la criatura existe la misma relación, ¿de dónde sacas las barreras indestructibles que levantas entre el Creador y la criatura?».
11. Ante estas palabras de Juan el sabio quedó boquiabierto hasta que dijo: «Amigo sumamente sabio, ¡veo con toda claridad que tienes razón! ¡Con esta demostración tuya ya no se puede dudar de la identidad del Creador con su criatura! ¡Es como tú lo dices y no puede ser diferentemente! Además, ¿de dónde pudiera el Creador haber tomado la substancia necesaria para la creación de las criaturas sino de sí mismo...?
12. Y habiéndola tomado de sí mismo, ¡tiene que seguir siendo idéntica a Él! Sólo el instante de la separación de la sustancia del Creador no tiene afinidad con Él; porque ese lapso de tiempo, con su comienzo y su fin, no representa sino una sección recortada de la eternidad, mientras que el Creador es y tiene que ser eterno porque de lo contrario no podría haber creación.
13. De modo que estas relaciones están ahora tan claras que ni siquiera más pruebas podrían aclararlas aún más».
14. «Haces mucha análisis y muchos cálculos», observó Juan. «Por eso tengo que decirte que nosotros, los hijos del Señor, calculamos de manera muy distinta a la tuya.
15. Lo que tú calculas con la cabeza, nosotros lo calculamos con el corazón. Y siempre llegamos a resultados muy buenos, también en casos fuera de serie. Pero ahora se acerca el maestro calculador, ¡Él te iniciará en otra clase de cálculos!».
16. «¿Entonces Éste es el Señor, el Ser divino en sí?».
17. «Sí, amigo, ¡es el Señor!».
18. «De veras, ¡su apariencia no presenta ninguna majestuosidad!», observó el sabio. «¡Pero a cada paso que se me acerca siento que mi amor hacia Él aumenta más y más! Su aspecto es bueno, ¡muy bueno! Considerando su aire totalmente natural puede uno imaginarse que puede ser un hombre muy sabio, ¡pero cualquiera sospecha que Él es el Creador de toda el infinito y todo su contenido! ¡Por lo menos yo no puedo imaginármelo!
19. Pues, ¡es tan limitado como tú y yo! ¿Cómo será posible que pueda penetrar y abarcar lo infinito? En fin, la sabiduría tiene profundidades insondables... Ahora nos está haciendo señas; me callaré...».
1. Me acerqué a ellos y dije: «Uhron, la puerta de esta casa ¿se abre fácil o difícilmente? Si se abre fácilmente, ¡llévanos a dentro! Pero si se abre difícilmente, ¡déjame que Yo pruebe, para saber lo difícil que es!».
2. «Sublime amigo de todos los ángeles y hombres, me parece que no eres uno que busca la sabiduría entre los hombres. Pues de todos modos toda nuestra sabiduría es dádiva tuya y todos nuestros arreglos e instalaciones son obra tuya. Por eso pienso que no hace falta que te diga hasta qué punto la puerta de esta casa se abre fácil o difícilmente. ¡Manda lo que hay que hacer y en seguida lo haremos!».
3. «Tu respuesta es tal como la esperaba», le respondí. «Esta puerta se abre fácilmente, de modo que puedes llevarme adentro de esta casa. Pero Yo no me refería a si la puerta de esta vivienda se abre fácil o difícilmente. ¡Qué me puede importar la puerta si en mi poder está hacer aparecer instantáneamente incontables casas de éstas!
4. Mi pregunta iba dirigida a tu corazón que es la verdadera puerta para la casa de tu vida. Y ¡se abre fácilmente!.. ¡Allí es donde quiero que me hagas entrar! En fin, ya me introdujiste e hiciste bien en hacerlo. Y ahora llévanos a todos adentro de esta casa natural tuya, testimonio de lo que pasa en tu vida interna: ¡que todos vean que Yo soy Señor de esta casa y de este mundo!».
5. «Tú eres el Señor, aquí y en todas partes. También esta casa natural es tuya, eternamente. Aparte de ti nadie tiene derecho a disponer libremente de ella. Por lo tanto sería descarado por mí parte querer introducirte en casa que, como todo este mundo, es tu legítima propiedad.
6. Señor, eterno propietario del infinito, ¡por fin vienes una vez a tu propiedad! ¡Puesto que Tú eres el anfitrión, llévanos adentro de ella!».
7. «Has hablado muy bien, pues así es. Pero tienes que saber que a través de mis ángeles te había hecho mi administrador y ahora vengo a ajustar cuentas contigo. Por eso pienso que te incumbe a ti introducirme en la propiedad mía que te confié».
8. «Señor, si fueras arrendatario, ¡sí! Porque si uno que no posee nada arrienda una finca, le interesa que el administrador, que está familiarizado con todo, le introduzca en ella. Pero Tú eres el auténtico propietario. Cada elemento de esta casa y de lo que hay en ella te es conocido, incluso mi mala administración. Por eso tendrás que ajustar pocas cuentas conmigo; pues estoy convencido que todos los detalles de mi mala contabilidad te son conocidos ya desde hace eternidades.
9. Por eso vuelvo a rogarte con toda humildad: único Señor de esta casa y todas las demás casas, ¡entra en tu propiedad! Y de mí, que soy un mal administrador, ten piedad ¡y no me castigues en la medida que merezco!».
10. Con estas palabras el sabio se arrojó al polvo ante mí y lloró por primera vez en su vida. Pues los ásperos habitantes sabios de aquel mundo casi desconocen tanto la risa como las lágrimas.
11. Llamé a Martín y le pregunté: «¿Te gustan las palabras del sabio ahora totalmente convertido?».
12. «Señor, ha dicho la pura verdad y tan íntegramente que no puedo imaginarme algo más cierto...
13. En los tiempos en que estuviste en la Tierra, si los judíos hubieran razonado de la misma manera, ningún Judas te habría traicionado ni ningún Caifás ni Pilato habrían hecho que te crucificasen... Pues también allí entraste en tu verdadera propiedad; pero los tuyos no te reconocieron como te ha reconocido en este mundo este extraño...
14. En fin, lo pasado pasó y los hombres no pueden deshacerlo. Por eso, Padre, ¡perdona a todos aquellos que no saben lo que hacen, de los que desgraciadamente también yo formo parte!».
15. «Está bien, Martín, también tú has hablado bien. Ahora tomad al sabio en brazos como ejemplo y, delante de mí, llevadle a casa. Así sea».
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1. Pedro, Juan y Martín levantaron al sabio del suelo y, llevándole, entraron en la casa majestuosa. Al ver ese detalle, los habitantes de la casa se espantaron y comentaron entre sí:
2. «¿Qué significa eso? El supremo sabio inmortal se desplomó como muerto ante aquel espíritu humano y ahora esos tres extraños espíritus le traen a nuestra casa... ¿Qué resultará de ahí? ¿Quién será aquel espíritu que tiene un poder como nunca lo hemos visto en un ángel?».
3. Algunos que andaban detrás de los tres que llevaban al anciano les contestaron: «¿Pero no sabéis que este espíritu debe ser el supremo Espíritu de Dios? Nosotros estamos seguros de ello; ¡no comprendemos que no os hayáis dado cuenta a primera vista!
4. ¿Acaso no os enterasteis que cuando nuestro sumo sabio habló con Él le reconoció como único anfitrión de la casa y con ello, por consiguiente, como patriarca de toda nuestra comunidad?
5. Por eso reflexionad y reconoced la inmensa Gracia concedida a esta casa y a todo este mundo, pues su Creador lo pisa con sus santos pies, por primera vez perceptible a nuestros sentidos. ¡Corred y limpiad el trono del patriarca de esta casa para que por vez primera su verdadero propietario ocupe el sitio que desde siempre le corresponde!».
6. A estas palabras todos corrieron para arreglar la casa como sus sabios les habían aconsejado. Pero Yo les seguí muy de cerca, entre Cheng Chai, Gella y las tres hijas de la casa. Tras de mí venían Borem y Corel, que hacía de guía de todos los demás, y que no encontraba palabras para apreciar el gran lujo que se veía.
7. Todos estaban fuera de sí de alegría, pues ya sabían que Yo soy el Señor.
1. Nada más entrar todos en el enorme y lujoso palacio, el sabio, ya recuperado, se dirigió directamente a mí:
2. «Señor, ¡en este mundo jamás nadie osó darte nombre! Desde hace mucho tiempo tus ángeles primarios anunciaban que Tú, el eterno Espíritu primario y Creador todopoderoso de todos los seres cuyo número no tiene fin, nos ibas a visitar. Señor, Tú eres el primero, el más santo y el más sabio; Tú eres la eterna ley y el eterno Orden de todos los seres y de todas las cosas. Ya que al fin nos visitas, indícanos tu santa Voluntad y muéstranos el camino en el que podamos decir confiadamente que nos miras con agrado...
3. Reconocemos que en este mundo nuestra naturaleza está dotada con grandes ventajas. Por nuestra apariencia somos extremamente bellos y entre las diversas comunidades que existen aquí somos considerados verdaderamente sabios. Trabajamos más bien con nuestra voluntad que con las manos. Nunca hemos sufrido escasez de alimentos, cosa que según tenemos entendido pasa frecuentemente en otros mundos. Tampoco conocemos enfermedades, a pesar de que nuestra carne es muy sensible. Y podemos vivir en nuestro cuerpo tanto tiempo como queramos; pero si consentimos la transformación recomendada por los espíritus superiores, ¡el proceso de dejar el cuerpo atrás resultará un sumo placer para nosotros!
4. En resumen, las condiciones en que vivimos son tan favorables, que me atrevo a decir que en todo el inmenso espacio de tus creaciones, difícilmente habrá otro mundo en el que los hombres naturales vivan en otras más felices que las que, por tu gran Gracia, disfrutamos aquí. Pero a pesar de todo somos conscientes que estamos más alejados de ti que los polos del infinito.
5. Señor, ¡míranos porque, como hijos tuyos, hemos surgido de ti, y proporciónanos una posibilidad mediante la cual podamos tener la esperanza de alcanzar en la realidad espiritual una posición algo más cercana a la de tus santos hijos!
6. Santo Padre de tus hijos, si fuera de acuerdo con tu Voluntad y no en contra de tu santo Orden, atiende mis ruegos miserables que me atrevo a formular por el increíblemente gran amor que siento hacia ti, y viendo la angustia espiritual en la que se encuentra este pueblo. ¡No te enojes con nosotros, Padre de los tuyos, si yo, un extraño, me atrevo llamar en el portal de tu corazón!».
7. A estas palabras le respondí: «Uhron, hijo mío, es precisamente porque pides por lo que estoy aquí... Porque los hombres de la pequeña Tierra se han olvidado ahora de mí y la han transformado en un verdadero infierno. Sólo acá y allá quedan todavía algunos pocos que se atienen a mi nombre y edifican sobre él; para la mayoría he llegado a ser piedra de escándalo. De modo que ya ves que en adelante difícilmente podré criar hijos en aquel mundo infiel.
8. No puedo intervenir con mi Omnipotencia porque entonces se volverían autómatas, lo que nunca debe ocurrir con mis hijos, porque tienen que ser absolutamente libres: de lo contrario nunca podrían servirme como mi brazo derecho. Pero si los dejo libres, sin tocarlos con mi Omnipotencia, y les permito actuar conforme a su propio albedrío, entonces se vuelven diablos.
9. No tienen ni fe, ni amor, ni humildad ni obediencia y por eso tampoco tienen confianza en mí. Además, ¿cómo podrían tenerla si por su falta de fe prácticamente no existo para ellos?
10. Por lo tanto no me queda otro remedio que proteger a los pocos que tienen mejores principios, mientras que a los demás, respetando su propia voluntad, les retiraré mi compañía, por cuyo motivo pronto desaparecerán del suelo de la Tierra como fantasmas inútiles.
11. De modo que de la Tierra casi ya no puedo conseguir hijos perfectos. Los mejores de allí son peores que los peores de aquí, que fuisteis vosotros mismos. Por eso quiero fundar aquí un nuevo semillero para mis futuros hijos; y en la Tierra haré una gran limpieza: los escasos de mejores principios que queden tendrán que viajar varios días hasta tropezar con seres de su especie.
12. Como ésta es mi intención, voy a indicaros los caminos por los que, si lo queréis, podéis llegar a mi filiación. Y una vez que la Tierra esté limpia, os prepararé un puente para el espíritu, que os unirá con ellos.
13. Ahora manda mensajeros para que acuda mucha gente, pues quiero abrirles a todos el portal de mi corazón. Así sea».
1. El sabio mandó mensajeros en todas direcciones avisando a toda la comunidad para que acudiese a recibir una nueva doctrina hasta entonces nunca divulgada en aquel mundo.
2. Con la rapidez de los vientos rastrillaron la gran comunidad entera, invitando a todos los habitantes a seguirles a toda prisa a la casa que el gran sabio Uhron solía habitar cuando bajaba de las alturas para anunciar nuevos enseñanzas.
3. Los pueblos de la comunidad, nada más oír la noticia y movidos por su gran interés, acudieron a la casa indicada donde los esperaba algo sumamente sublime. Hubo un movimiento parecido al vuelo de las águilas en el aire o a las olas del mar...
4. Martín oyó bramar a los elementos y tuvo la impresión que estaba tronando. Por eso me preguntó: «Señor, ¿de dónde viene este fragor que se acerca cada vez más?».
5. «¿No sabes que donde se encuentra el imán principal la atracción es la mayor? Ese estrépito es consecuencia de la gran rapidez con la que se acercan los habitantes de este gran mundo que presienten lo que aquí les será transmitido. Ya están rodeando la casa. ¡Mira por los cuatro portales y verás como se apretuja la muchedumbre! ¡Todos vienen para oír al Señor de la vida y de la muerte!
6. Con ello ves que el trabajo que nos espera será bastante más delicado que hasta ahora. Pero no te preocupes; aun siendo una gran tarea, tenemos poder más que suficiente para ella. ¿Por qué, entonces, observas la concentración de hombres con tanta inquietud?, ¿piensas que no podremos con ellos?».
7. «No, Señor, ¡eso de ninguna manera!», me respondió Martín. «¡Sólo estoy preocupado por cómo nos oirá toda esta muchedumbre! Pese a que esta casa es enorme, seguro que no cabrán todos aquí. Pues estimo que sobre unas mil millas alrededor de la casa no cabe ni una mosca... Si saliéramos a fuera, sólo nos escucharían los pocos que estén cerca de nosotros, los demás ni nos verían; así que enseñar a toda esta muchedumbre será un buen trabajo...».
8. «En manera alguna, mi querido Martín. Aquí la comunicación funciona de diferente manera. Trataremos sólo con aquellos que están a nuestro lado, y en particular con Uhron. Luego, con un sistema de señales, una especie de telegrafía, él lo comunicará todo a los demás.
9. Y otra vez te tocará a ti enseñar a toda esta muchedumbre... Tú pronunciarás el primer sermón, luego Pedro, Juan, y finalmente Yo. Te advierto que te concentres bien; pues, ¡habrá mucha tormenta e interferencia! Ten todavía un poco de paciencia y en cuanto te haga señas podrás empezar tu sermón. Así sea».
10. «Señor, a ti te cuesta poco decir “¡Así sea!”», musitó Martín para sí. «¿Pero qué puedo decir? ¡Eso es otra cosa! A estos millones de hombres que seguramente son más sabios que yo ¿echarles un sermón? ¡Y eso ante el Señor, Pedro y el meditabundo Juan! Vaya, ¡otra de esas situaciones fatales, y esta vez acompañada con tormentas, rayos y truenos! ¡Soltaré un disparate tras otro y se reirán de mí como de un bufón!
11. En otras ocasiones, en presencia del Señor, de Pedro y de Juan, entre muchos discursos estúpidos, alguna vez me salió uno algo más sabio, ¡pero eso fue ante pocas personas, y aquí son millones de oyentes, todos más sabios que yo! ¡Caramba!, ¡eso es otra cosa!
12. La casa está tan llena que ni siquiera se pueden distinguir ya los hombres de las mujeres... Miles de seres increíblemente hermosos me están mirando con sus ojos brillantes y esperan lo que les voy a revelar... ¡No me faltaba más! ¡Y hasta ahora aún no sé ni una sola palabra de mi discurso! ¡Se quedarán pasmados ante la sabiduría que derramaré sobre ellos...!
13. Si el Señor no me deja plantado, ¡porque de lo contrario me meteré y quedaré empantanado en un dilema como nunca he experimentado antes! Hasta ahora, gracias a Dios, aún no me ha dado la señal. Ay, ¡si nunca llegase! Pero el Señor ya pone cara de hacérmela en seguida...
14. Pero ¿qué es eso? Lejos se escuchan sonidos muy armoniosos que suenan como un canto mágico, como si saliera de órganos y gargantas humanas purísimas, ¡que sonidos más celestiales! Oh música, música divina, ¡encantas a las almas no sólo en la Tierra sino también en el Cielo!
15. Se alternan acordes cada vez más adornados ... El contrabajo tan poderoso... Todo tan armónico... En suma, Señor, ¡esta música es más fascinante que todas las demás preciosidades de este mundo! ¡Y cuánto me reanima! Ahora, si realmente me toca a mí empezar primero, tengo la sensación que verdaderamente podré predicar algo fructuoso... Por supuesto, ¡estos salmos son los más melódicos que jamás habrá escuchado el oído de un espíritu como yo!
16. ¡Alegría, suma alegría! Señor, ¡te agradezco este gran placer aunque estoy seguro que estaba dedicado únicamente a ti! Pero aun así estoy ahora muy feliz y tengo bastante más valor que antes. Ya sé que tienes muchos remedios para reanimar a las mentes tímidas y para dar valor a los vacilantes; pues Tú conoces la mentalidad de cada uno. De modo que voy a anunciarte como un verdadero heraldo y voy a demostrarles tu grandeza oculta, tu Amor, poder y santidad. ¡Eternamente alabado sea tu santo nombre!».
1. «Bueno, Martín, el canto ya está terminando. Así que, ¡prepárate! Habrá una gran disputa porque siempre tenemos que contar con la visita de nuestro enemigo...
2. Por eso controla tu proceder y no permitas que la ira se apodere de ti. Al que rabia no le contestes con ira sino únicamente con seriedad y afabilidad y te llevarás la victoria. Pues la ira quiere que se despierte ira en el adversario para luego acabar con él. Pero si no encuentra objeto al que aferrarse, se sofoca a sí misma. De modo que está preparado para todo: sé serio y afable, ¡y vencerás!».
3. «Señor, por si acaso se presenta el enemigo que ya en otra ocasión me honró con una visita a mi casa, quisiera rogarte que me concedas algo más de poder. Pues, ¡por la jugada que me hizo me gustaría darle a esa bestia una lección que nunca olvidará!».
4. «¡Despacio, Martín, despacio! ¿No me digas que has olvidado que pagar mal con mal nunca dio buen resultado? ¡Déshazte de pensamientos como esos, despáchalos tan pronto como te vengan! Actúa como acabo de recomendarte y puedes estar seguro de la victoria. Si intervienes de manera destructora, por supuesto el enemigo huirá. Pero no para dejarte en paz sino para recobrar fuerzas y luego, como cree, hacerte caer en sus trampas preparadas más astutamente aún.
5. Te digo que destruirle sería muy fácil, ¡pero no puede ser a causa del orden establecido! A este enemigo hay que abordarle de una manera muy distinta para que, conservándolo, quede garantizada la continuidad de toda la creación material. La solución es: ¡limitarle en la medida necesaria!, ¡pero que nadie jamás piense en su aniquilación!
6. Bueno, el canto llega a su fin. Si actúas de acuerdo con mis consejos puedes estar seguro de mi asistencia...».
7. Nada más pronunciar estas palabras hubo silencio y Uhron, el sabio, se dirigió a Martín: «Bien, amigo, tengo entendido que serás tú quien primero nos hablará. Todo está preparado, ¡ya puedes empezar! Los pueblos están reunidos y los telégrafos preparados. Todos los oídos y todas las miradas se dirigen hacia ti. De modo que si te parece bien, y en particular al Señor, ya puedes empezar».
8. «Sí, amigo, en seguida empezaré. Pero antes dime si conoces suficientemente a todos los presentes en esta casa para poder asegurarme si entre ellos se ha introducido un extraño.
9. Si no hay ninguno, todo lo necesario será dicho con pocas palabras. Pero si hay alguien que sin ser invitado se ha introducido como un ladrón sólo para perturbar mi discurso y para angustiar a los oyentes, ¡entonces avísame para que le coloque aquí ante vuestros ojos!».
10. El sabio escudriñó toda la muchedumbre de invitados y contestó: «Amigo, hasta donde alcanza mi vista no descubro nada extraño. Pero para estar seguro haré unas señales adecuadas a la muchedumbre de fuera de la casa y en seguida sabremos si algún extraño se encuentra entre ella».
11. Martín estuvo de acuerdo y respondió al sabio: «Muy bien, de modo que esperaré todavía un poco».
12. Uhron mandó la señal correspondiente a la lejanía y en seguida, de todas partes, volvió la respuesta:
13. «No hay ningún extraño entre nosotros. Sin embargo, ¡el gran mar muy cercano se está agitando de manera tal que tememos que tendremos que huir de aquí antes de que los sublimes mensajeros hayan podido terminar su santas palabras!
14. ¡Ahora mismo, mientras comunicamos contigo, se está levantando una pared de agua de enorme extensión! ¡Si no nos ayuda el gran Espíritu Divino, pronto el agua hundirá hasta las casas más altas! Según tenemos entendido, el Todopoderoso se encuentra contigo en tu residencia... ¡Ruégale que nos salve de este peligro!».
15. Algo desconcertado, el sabio transmitió estas palabras a Martín, rogándole que intercediera ante el Señor para que Él aleje el peligro.
16. «Amigo, ¡indícales rápidamente a todos que no se preocupen por ello porque nadie sufrirá el menor daño! Todo eso es obra de aquel maligno pero impotente espíritu que hace tiempos tuvo la osadía de presentarse ante vosotros, fingiendo ser un ángel de luz que había venido para prescribiros nuevas leyes de Dios. Pero las leyes que os dio venían de su propia cocina, y estaban hechas para llevaros con ellas a la perdición... Hemos venido para desvanecer para siempre este propósito suyo y para salvaros mediante el poder del Señor, que se encuentra en medio de nosotros y que es un eterno y santo Padre de sus hijos. ¡Diles esto!».
17. El sabio transmitió estas palabras y en pocos momentos llegó la respuesta:
18. «¡Al gran Dios toda honra y veneración, esto es un gran consuelo! ¡Pero aun así el agua está subiendo con una rapidez que en diez oscilaciones del péndulo del gran cronómetro nos habrá alcanzado!
19. ¡Rogad que el Señor intervenga, de lo contrario ya urge que huyamos!».
20. «Entones», dijo Martín al sabio, «¡indícales que a pesar de este fenómeno no se inquieten y que no huyan aunque el agua llegue incluso a cubrir sus pies! Sólo hasta ahí dejará el Señor que el enemigo continúe sus diabluras. Si llega hasta ese extremo, el Señor le sujetará y, ante vuestros ojos, le aplicará un severo castigo».
21. El sabio transmitió estas palabras muy de prisa, y recibió el siguiente mensaje:
22. «Por la palabra del santo vamos a consentir que el peligro llegue hasta nuestros pies para luego alabar al gran Dios con un fervor aún mayor por habernos concedido esta gran Gracia. Pero el mar ya se ha levantado a la altura de las montañas... ¡Si no interviene la Omnipotencia de Dios, habrá una catástrofe como nunca la hubo antes!».
23. Cuando el sabio transmitió esta respuesta a Martín, este continuó con la voz algo excitada:
24. «Oye, amigo, el autor de todo eso es aquel gusano miserable que ante Dios, su Señor, no tiene el menor respeto porque sabe de su infinita bondad. Pese a que todos los atributos del Señor son infinitos, esta vez Satanás está muy equivocado porque la paciencia más que tradicional del Señor por esta vez se está acabando...».
25. Le interrumpí: «Oye, Martín, ¡no hagas caso a estas interferencias, pues pronto haré cuentas con el revoltoso! Pero tú, ¡empieza ahora con tu sermón para que lleguemos a nuestra meta de una vez! ¡Dejemos a Satanás su alegría que será muy corta! Y para tu propia tranquilidad te digo: ¡esta vez el enemigo se ha equivocado con mi paciencia!».
26. «Santo Padre, ¡has quitado un enorme peso de mi alma!, ¡Alabado sea tu nombre, eternamente!».
1. Después de esto Martín se dirigió a la comunidad y tomó la palabra: «Me dirijo a todos vosotros los aquí reunidos para que en esta extraordinaria ocasión podáis oír de mí palabras de vida, y finalmente también de la boca del Señor mismo. Ante todo quiero deciros que no os intranquilicéis por ningún temporal que os pueda amenazar; pues Dios mismo, el supremo y todopoderoso Espíritu, está aquí visiblemente entre nosotros. Es el mismo con quien antes me habéis visto hablar, aunque no nos habréis oído.
2. Este único y verdadero eterno Señor y Creador de lo infinito me ha asegurado que al malvado le espera un severo castigo, ante vuestros ojos, si se atreve a continuar con sus interferencias malignas. Y, como el Señor mismo me ha dado esta palabra suya para vosotros, esperaremos sin temor, pero con tanta mayor paciencia, las Gracias que el Señor nos concederá.
3. Yo, que ahora os estoy hablando, no soy ni mucho menos un sabio por mí mismo. Todo lo que os diré me es dado por el Señor. Pero no os voy a hablar con palabras grandilocuentes sino con unas muy sencillas. Por lo tanto no esperéis que os presente algo muy sublime, sino más bien verdadero y bueno. Os daré lo que tengo, ¡escuchad, pues!
4. Queridos compañeros en la Gracia de vuestro Dios y el mío, de mi Señor y Padre, y ahora también de vuestro Señor y vuestro Padre: ya en los tiempos originales la Voluntad todopoderosa de este mismo Padre dotó a vuestro maravilloso mundo con privilegios tan extraordinarios que sería vano intentar compararlos con las condiciones existentes en la Tierra.
5. Vuestros cuerpos y vuestra fisionomía son de una belleza tan extraordinaria que nosotros, los habitantes de la Tierra, no podemos imaginarnos que el ángel de luz más puro pudiera ser más hermoso que vosotros. Y podéis decidir la duración de vuestra vida física, de modo que cada uno de vosotros puede vivir tanto tiempo como quiera. La diferencia entre vuestra vida en el cuerpo físico y después sin él, es tan insignificante que casi os puede dar lo mismo. Veis a vuestros difuntos y podéis hablar con ellos cuando os da la gana, y hasta podéis tratar con nosotros, que ahora somos espíritus muy puros, como si ya no estuvierais en un cuerpo físico.
6. ¡Qué diferente es todo en la dura Tierra en la que nosotros vivimos en la carne! Allí la duración de la vida no es fija ni previsible; aunque de todos modos es muy corta. Si alguno de vosotros dice que es joven, en nuestra Tierra tendría ya una edad muy avanzada. Pues sé que entre vosotros, en esta asamblea, hay muchos que según la cronología terrenal ya tienen varios cientos de años.
7. Entre vosotros hay hombres que tienen más años que todo el género humano de mi pequeño mundo; y es posible que aquí haya hombres todavía en cuerpo físico aún mil veces mayores... ¡Las formidables experiencias importantes y santas que habrán adquirido! ¡Y cómo habrá prosperado vuestro intelecto con instructores tan experimentados!
8. En nuestra Tierra, apenas uno llega a darse cuenta qué es la vida, ya viene la hora en la que, con grandes dolores, tiene que dejar aparte la mala carne. Y nadie sabe si para la vida o la muerte eterna... Hay que dejar atrás todo lo conseguido: honor, fama, esplendor y sabiduría. Todo eso, el Señor nunca lo considera. Pues cuando silenciosamente viene el ángel exterminador y clava al hombre su espada en el corazón, todo ello se acabó.
9. Hay que morir sin esperanza concreta de recompensa. Pues la idea de una vida tras la muerte física que existe según la tradición, no se basa sino en una buena esperanza y una buena fe. Al contrario que vosotros aquí, allí prácticamente nadie mientras todavía está en la carne, es consciente de una Vida eterna. ¡Considerad la ventaja que les lleváis vosotros, hombres libres y señores de vuestra propia vida, hombres que pueden disfrutar su vida en la carne hasta cuando quieran y desprenderse de su cuerpo físico cuando les parezca bien!
10. Vosotros podéis hablar con las almas de vuestros hermanos difuntos y los podéis ver como si no hubieran muerto, mientras que en nuestra Tierra apenas uno entre diez mil tiene un concepto algo concreto acerca de la vida en el Más Allá y sobre cómo está pensada. Y pese a todo, al hombre en la Tierra se le exige que lo sacrifique todo a una vida futura tan incierta.
11. ¡Considerad la ventaja incalculable que tiene una criatura que ya desde el principio de su creación es dueño de su propia vida!
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1. Para nosotros vuestro mundo es un Sol sin el cual no podríamos vivir. Nos da luz y calor, mientras que vosotros lo habitáis sin conocer la noche y el invierno.
2. ¿Sabéis qué es un Sol? Pues aunque habitáis en uno, no sabéis qué es pese a toda vuestra sabiduría.
3. Apenas sois conscientes de la ventaja que significa ser habitante de un Sol, ni tampoco lo fui yo cuando todavía me arrastraba como un gusano en nuestro miserable planeta. Pero ahora, como espíritu ya más sabio, conozco la diferencia, diferencia tan significativa que no encuentro palabras para explicaros la ventaja de ser habitante de este Sol. Pues precisamente los habitantes de mi planeta se encuentran en un ambiente natural extremadamente miserable y no hay sino momentos fugaces que pueda decirse que son placenteros.
4. La gran dureza y aridez de sus tierras obliga a los pobres hombres a ganar su pan diario con el sudor de su frente. Muchos cuya débil naturaleza no puede con este duro trabajo, mendigan, y otros, que no quieren trabajar pero que tienen suficiente poder, arrebatan a la fuerza las reservas de los hombres activos y las consumen.
5. Con el tiempo tales individuos se juntan con otros de su misma calaña y ya no trabajan sino que sólo buscan presas. Oprimen a los laboriosos trabajadores con pretextos que pretenden ser justos y, aunque los consideran como una clase muy inferior, les exigen ciertos impuestos.
6. Y con el tiempo, quienes antes no eran sino holgazanes, se vuelven señores poderosos que oprimen a los trabajadores y hacen con ellos lo que les da la gana. A cambio sólo les dan leyes y más leyes que en realidad sólo consideran el interés propio de los legisladores, los cuales las sancionan por ese motivo, lo que sólo aumenta la desgracia en la que vive el productor del pan.
7. Cuando aquí y allí los trabajadores se encuentran demasiado oprimidos, a veces se sublevan en gran número, buscan a los tiranos y los matan airados, aunque por lo general también ellos mismos tienen que pagar con su propia vida.
8. A estos movimientos movidos por la cólera los llamamos “guerras”. Una vez que han estallado, no terminan generalmente antes que uno de los adversarios haya eliminado por completo al otro, o que el más débil de ambos concluya en medio de las matanzas que no puede competir con el más poderoso, y se rinda, venga lo que viniere.
9. Por supuesto, de esta manera se restituye la paz. ¿Pero de qué clase de paz se trata? Os lo digo: ¡se trata de una paz infernal y nada celestial! Porque el vencido se vuelve un esclavo que, impotente, tiene que aceptar leyes que muchas veces no sólo atan su pobre cuerpo herido sino también su mente. Tales situaciones pueden durar cientos de años terrenales.
10. Mientras tanto la naturaleza de la Tierra sigue sin cambiar: las noches alternan con los días y sus sufrimientos. Los inviernos paralizadores alternan con veranos calurosos en los que las ataduras férreas queman aún más insoportablemente que durante los inviernos glaciales...
11. La escasez de alimentos provoca un dolor en el estómago al que llamamos “hambre”, que en años de poca cosecha se vuelve tan grande que muchos mueren de ella.
12. Amigos, ¡comparad esa vida con la vuestra y decid si vuestra sabiduría encuentra palabras para describir las ventajas que esta os proporciona. Decís: “¡Una vida como esa no es vida sino un asqueroso martirio! ¿Cómo pueden existir hombres bajo semejantes condiciones y para colmo alabar aún a su Creador?”.
13. A pesar de que vuestra pregunta es justa tengo que deciros que aun bajo tales circunstancias hay muchos hombres que cuanto más sufrimientos padecen tanto más aman y alaban a su Creador... ¿Qué os parece eso?
14. Ahora decís: “Amigo, ¡eso es imposible! ¿Cómo podría un Creador sumamente bueno causar semejante pena a sus criaturas y, además, exigirles aún que le amen y le alaben? ¡Seguro que los pobres habitantes de la Tierra nunca han reconocido a su verdadero Creador, y si le hubieran reconocido, serían unos estúpidos si encima le alabasen y le amasen por semejante vida!”.
15. También esta réplica vuestra tiene su motivo justificado, pues enfocáis las cosas desde vuestro ambiente muy privilegiado. Pero eso aún no es todo... ¿qué decís ante el hecho de que el Creador anuncia, además, a los hombres de mi planeta la consecuencia inevitable de un severo castigo eterno en el fuego del infierno si, pese a su existencia miserable, no le aman sobre todo, si no rezan por aquellos que los maldicen, si no bendicen a sus adversarios que los martirizan, y si no están llenos de gratitud hacia Dios, el Creador, por todo que les da, bueno o malo, y eso con todas las fuerzas que todavía les queden tras su martirio... ¿Qué os parece esto?
16. ¿Qué os parece que el Señor castigue más en cada planeta precisamente a aquellos que con toda su alma le son sumamente devotos? ¿Y que en general precisamente los puros ateos vivan en la abundancia, es decir, en lo que en mi planeta se puede llamar “abundancia”, incomparable con la vuestra?
17. ¡Hablad, amigos bienaventurados, y comunicadme vuestro parecer! Veo que calláis... De modo que continuaré con mi disertación para que después podáis formaros un juicio más fácilmente. ¡Escuchadme, pues!
18. No hace falta que continúe llamándoos la atención sobre vuestras condiciones magníficas, pues las conocéis mejor que yo. Por eso voy a describirás las de nuestro planeta algo más detalladamente. Con vuestra sabiduría extraordinaria y vuestra vista aguda ya podéis haceros una idea de la relación entre las condiciones de aquí y las de allí. Como os quedáis boquiabiertos ante lo que hasta ahora os he explicado, tengo curiosidad por saber lo que diréis después de mis exposiciones ulteriores...
19. Os dije antes que mi mundo es duro en todos los sentidos: natural, espiritual y moral. Sólo mediante un trabajo muy pesado se pueden conseguir alimentos de su suelo. Pero antes de labrarlo con éxito aún hay que fabricar las más diversas herramientas para vencer su aridez.
20. Con el correr de los tiempos la situación en mi mundo ha sufrido un gran cambio bajo la influencia del hombre: sólo una minoría posee casas y tierras cultivables; la mayoría no posee nada y, por un sueldo miserable o frecuentemente por un escaso sustento, tiene que servir de esclavo a los propietarios.
21. Muchos de estos propietarios acumulan tanta fortuna que, junto con sus descendientes, no la podrían consumir ni en mil años.
22. ¿Qué pasa cuando llega el invierno que todo lo hiela? Los ricos están protegidos adecuadamente en sus bien preparadas casas, pues encienden el fuego de sus estufas para calentar las habitaciones y duermen en camas blandas.
23. Pero los muchos pobres necesitados tienen que arreglarse con mala ropa en hogares más que primitivos y muchas veces están hambrientos y enfermos. Hay sitios donde por miles se desesperan o mueren de hambre, aunque los grandes propietarios permanecen indiferentes ante ello y dicen: “¡Mejor que se muera esta ralea de mendigos que sobra, menos nos inoportunarán!”.
24. Después de crear su miseria los ricos aún aprovechan a los pobres, usureando con los alimentos almacenados en grandes cantidades. Quien no les puede pagar lo que exigen, ¡que se muera delante de la puerta!, sus corazones no se ablandarán por ello...
25. Ante esta situación que clama al Cielo, el Creador parece ser indiferente. Los días y las noches alternan con regularidad. Los árboles frutales de los ricos dan fruto en abundancia, mientras que los de los pobres a veces se secan porque ellos no poseen los medios para tratarlos como conviene. Los ricos y duros de corazón tienen todo en abundancia, mientras que muchos pobres perecen en su miseria indescriptible.
26. Como ya dije, semejante actividad infernal que clama al Cielo puede durar muchos años sin que el Creador intervenga, como si todo eso careciera de importancia para Él. Cuando el Creador, probablemente conmovido por las lágrimas sangrientas de los pobres, castiga a veces a la Tierra, las consecuencias recaen otra vez casi exclusivamente sobre los pobres y los débiles, mientras que los ricos en general salen ilesos... Y entre ellos los hay espabilados que se enriquecen aún más, aprovechándose de las consecuencias del castigo.
27. Si estalla una guerra, les toca a los pobres ir al campo de batalla y exponer su pellejo por los ricos y poderosos. Los pobres soldados no reciben más que un sueldo muy modesto, pero las posesiones de los ricos quedan de nuevo aseguradas. Los pobres que vuelven mutilados del campo de batalla tienen que mendigar un trozo de pan y cuando pasan por la puerta de los ricos, estos, frecuentemente, los despachan con improperios vulgares como si fueran animales.
28. Pero incluso así estos pobres no deben desear ningún mal a sus atormentadores sino que los deben bendecir y perdonarles todo de todo corazón porque, de lo contrario, corren el riesgo de incurrir ante Dios, en el severo castigo eterno, en el fuego del infierno.
29. Tanto en una guerra como castigo divino, como en cualquier otro tipo de castigo, los más perjudicados son siempre los pobres, mientras que los impasibles ricos en general salen ilesos.
30. Y aun así son especialmente los pobres los que son devotos al Señor, los que tienen fe en Él y le adoran en la medida que saben hacerlo. Los felices ricos apenas tienen una fe tibia, o más bien ninguna, y en sus fríos corazones no cabe el amor a Dios; al contrario: le blasfeman de manera vil, junto con su ley...
31. Antes que a Dios, que para ellos no es más que un ser fabuloso, prefieren mil veces una pieza de oro, un buen manjar o una moza voluptuosa para abusar de ella; y prefieren estas atracciones diez mil veces más que a los pobres quienes, con el sudor de su frente, realizan los trabajos más pesados y con sus vidas miserables garantizan su seguridad, día y noche, verano e invierno...
32. Pese a su ateísmo y su impiedad, los ricos son terrenalmente felices; es raro que los pobres les causen problemas, más bien se los causan otros ricos de la misma índole que quieren apoderarse de sus bienes. Y si alguna vez fueron desgraciados, lo fueron en condiciones mil veces mejores que los pobres más felices, que nunca poseyeron cosa otra ninguna que la miseria...
33. Bueno, amigos, ¿qué decís al respecto? ¿Os gusta la vida de los hombres del planeta al que llamáis simplemente el “sagrado”?».
1. Ante esta disertación de Martín el sabio Uhron tomó la palabra: «Amigo, sabemos que nos estás revelando la pura verdad. ¿Pero qué intentas con ello? ¿Acaso quieres inducir a que nuestros pueblos se rebelen contra Dios? Te digo que aquí acaba mi sabiduría: ¡no te comprendo y mucho menos todavía comprendo a Dios! ¿Qué orden podría haber en todo eso?
2. Conozco los Cielos y también los infiernos de muchos mundos y en base a esta experiencia tengo que decirte: ¡no sé de un solo infierno que sea más vil que el de tu Tierra! ¡Por eso te ruego que no hables más de este tema porque de lo contrario harás que nuestros pueblos, que siempre han alabado y honrado a Dios, ahora se rebelen contra Él!».
3. «¡Escúchame!», le interrumpió Martín. «Dios hizo que cada ser y cada cosa tenga que cumplir una tarea, sea evidente u oculta. La diferencia es que las cosas están obligadas a cumplirlas, mientras que nosotros, seres que tenemos una voluntad libre, podemos y queremos cumplir con ellas. Por lo tanto, tenga mi disertación el resultado que tuviere, pues no hago sino cumplir con la Voluntad de Dios. ¡De modo que podéis continuar oyéndome porque aún no he terminado el asunto!».
4. «Continúa, pues. Pero uno se pregunta: ¿quién puede sacar provecho de ello? Tú ni ganas ni pierdes si nosotros, como seres más puros y habitantes del Sol, sabemos o no lo que pasa en tu mundo», observó el sabio. «Y nosotros tampoco ganamos nada si nos presentas las malas condiciones que allí existen más claramente que lo que nuestra sabiduría nos permite conocer. Pero perjudicarnos, sí, tus disertaciones acerca de las malas condiciones de tu mundo pueden causarnos un daño que tal vez nunca sea reparable!
5. Por eso soy de la opinión de que ya nos has explicado lo suficiente para que de ello podamos deducir que aún pueden existir cosas peores en tu mundo. Por lo tanto basta ya de atormentarnos inútilmente con cosas que en realidad no nos interesan, pues está fuera de nuestro alcance remediarlas. Y menos todavía nos puede interesar que el orden tan fastidioso de tu mundo sea introducido aquí... De modo que deberías ceder la palabra a tu hermano Pedro, ¡tal vez él nos venga con algo mejor!
6. Caso que tuvieras la intención de incriminar ante nosotros a Dios nuestro Creador, para que decidamos si actúa de manera justa o no, ¡entonces me darías lástima! ¿Qué podríamos hacer nosotros, criaturas impotentes, ante la Omnipotencia ilimitada del Creador, aun si supiéramos que trata a los hombres de tu mundo con demasiada injusticia? ¡Nadie sino Él mismo tiene en su mano el destino de todo el infinito!
7. Pongamos por caso que Él, entre los incontables millones de sus mundos, haya realmente creado sólo uno por mero capricho. Dime, ¿quién podría obligarle a rendir cuentas? Aunque te atrevieras, ¿crees que acaso podrías obligarle a que se justifique ante ti? Él es y seguirá siendo siempre el Señor y hace lo que quiere. A quien desea hacer el bien se lo hace y al que quiere condenar, lo condena, nos parezca a nosotros justo o no.
8. ¿Quién, si Él quisiera hundir nuestro mundo en un solo instante, podría ponerse en su camino e impedírselo ? O si quisiera mandarnos millares de los mas horribles espíritus hostiles para que nos atormenten hasta el fin de los tiempos, ¿qué disposiciones podríamos tomar ante Él para evitar semejante castigo?
9. Mi opinión es: únicamente Dios, que ahora se encuentra visiblemente entre nosotros, es el Señor de todos los mundos, Cielos e infiernos. Y su Omnipotencia es la mayor garantía de su sabiduría ilimitada. De modo que Él sabe más que nadie por qué acá y allá tolera acontecimientos que nuestra sabiduría jamás asimilará. Por lo tanto sujetémonos deliberadamente a su Voluntad y a su Orden, y estoy seguro que andaremos en buen camino. ¿Estás de acuerdo?».
10. «Por supuesto», le respondió Martín. «¡Y como es precisamente la Voluntad del Señor que continúe mi disertación, tendrás que respetarla incluso en este asunto!».
11. «Bueno, siendo así, continúa, pues, ¡te escuchamos en Su nombre!».
1. «Con la exposición limitada de las condiciones viles de la vida en nuestra Tierra de ninguna manera quería insinuar que el Señor fuera injusto o que por las mencionadas relaciones fuera imposible llevar allí una vida agradable al Señor. Lo que sí quería es sacaros del esquema de vuestra sabiduría en el que estáis estancados... Y para este fin tenía que llamaros la atención respecto a las enormes ventajas de vuestras condiciones de vida; pues, como nacisteis en vuestro ambiente, no podéis ser conscientes de estas ventajas a no ser que os abran los ojos a las condiciones que existen en otros mundos, particularmente en el mío.
2. Como en adelante también vosotros estáis destinados a la filiación divina, y como a través de vuestra sabiduría habíais llegado a saber que únicamente mi Tierra es semillero de los auténticos hijos de Dios, es muy importante para vosotros que os informemos acerca de las condiciones bajo las que un hombre, una criatura, puede alcanzar esta sublime dignidad.
3. Vuestra vida, hasta ahora, en realidad no fue otra cosa que una niñería en manos de los ángeles de Dios, una clase de vida que en absoluto es apta para alcanzar la filiación de Dios. La filiación es algo muy sagrado y ni mucho menos un juego de niños, por cuyo motivo hay que adquirirla a base de una vida dura y hasta frecuentemente amarga.
4. Por eso tendréis leyes como nosotros las tenemos, con lo que también aquí regirá lo que el Señor dijo: “Cada uno de vosotros que cargue con su propia miseria y me siga, porque de lo contrario no es posible que lleguéis allí donde estoy Yo, donde vivo y actúo en medio de mis hijos, que siempre serán mi brazo derecho, hacen lo que Yo hago, y viven como Yo vivo...”.
5. El Señor mismo se hizo hombre en mi Tierra, soportó todas las calamidades imaginables de aquella vida y, finalmente, aun toleró que los hombres, en su gran ceguera, le clavasen en una cruz y matasen su cuerpo físico de una manera dolorosa y humillante; y todo eso lo soportó para que los hombres de mi mundo puedan volverse dioses, si ellos mismos lo desean...
6. El solo hecho de que alguien haya nacido en mi mundo, donde el Señor se encarnó, no implica automáticamente, ni mucho menos, la filiación de Dios; pues antes hay que cumplir voluntariamente todas las condiciones que el Señor ha impuesto.
7. Ahora todos conocéis la miseria que existe en mi mundo, miseria que pudiera hacer pensar que al Señor no le importa precisamente el destino del mundo que Él, con su propia encarnación, hizo el más importante y santo de todo el universo; ¡aunque nada de eso!
8. Lo que pasa es que los hombres de aquel mundo son absolutamente libres de hacer lo que quieren: pueden hacer el bien de acuerdo con los mandamientos de Dios, pero también pueden hacer el mal en contra de ellos. Nada hay que les obligue a hacer el bien o el mal, a no ser su propia libre voluntad. Por eso allí todas las condiciones de vida están concebidas de modo tan miserable, para que una voluntad libre no se anquilose demasiado pronto, como vosotros, que os habéis conformado con vuestro plan de vida y vuestra voluntad se ha adormecido y ya no quiere conseguir algo más sublime.
9. Por otro lado, todo lo celestial está de tal manera oculto, que ninguna libre voluntad se verá obligada a hacer el bien en vista de una futura bienaventuranza que se arriesgaría a perder... Pese a que cada cual sabe por la Doctrina de Dios las consecuencias de su buena o mala vida, es libre de actuar como quiere, pues no tiene la menor certeza si después de la muerte física habrá o no una Vida eterna como la religión le promete; de modo que ni lo uno ni lo otro puede influenciar su libre voluntad. En la Tierra está concebido así para que la voluntad del hombre sea libre hasta en su última idea, porque de lo contrario la filiación eterna y absolutamente libre de Dios sería irrealizable.
10. Con tanta libertad de voluntad, se comprende fácilmente que la mayoría de los hombres de aquella Tierra mía anden por mal camino, cada uno de su manera...
11. Ahora sabéis que también vosotros, si realmente queréis alcanzar la filiación de Dios, pasaréis a otras condiciones de vida totalmente distintas. ¿Cómo? Esto os lo explicará mi hermano Pedro, ¡escuchadle, pues!».
12. Ante esta disertación de Martín el sabio Uhron tomó de nuevo la palabra: «En nombre de todos los que están reunidos en esta sala y afuera, te agradezco tu discurso y la enseñanza que nos has impartido por la Gracia del Señor, nuestro Dios. De todo tu discurso aprecio mayormente la última parte porque por ella percibí con toda claridad la razón por la que los hombres de tu mundo, comparado con nosotros, se encuentran en condiciones tan desfavorables. Y eso confirma de nuevo mi argumento según el cual nunca un ser racional debiera perder la fe en el Creador y su bondad.
13. Porque su infinita Omnipotencia, cuyas obras son incontables y de perfección y Orden maravilloso, es una garantía para su sabiduría ilimitada. Por su parte esta sabiduría, sólo puede ser consecuencia del mismo gran Orden en la eterna y más perfecta vida del mismo Creador.
14. Y donde la vida basa en un supremo, sumamente puro y a la vez profundo Orden, ha de estar acompañada por una bondad jamás imaginable para un espíritu creado, sea todo lo libre que fuere.
15. Por eso, querido amigo, te agradezco una vez más tu explicación y siento una gran alegría anticipada por las palabras de tu hermano Pedro. ¡Que el Señor guíe su boca y su lengua!».
1. Después de estas palabras de Uhron vino desde fuera el aviso que el agua del gran mar ya alcanzaba una altura inferior en pocos pies a aquellos que se encontraban en los terrenos más bajos de todos, y que en pocos momentos iba a llegar a sus pies. Si el todopoderoso Dios no les ayudaba en seguida, tendrían que huir sin tardanza...
2. «Hermano, diles a tus pueblos que no desesperen», habló Pedro, dirigiéndose al sabio. «Pues el Señor tolera deliberadamente que amenace este peligro para que luego todos tengan un testimonio tanto más evidente de la magnificencia de Dios.
3. El agua tocará sus pies pero no los mojará. También el tumulto subterráneo llegará a tal extremo que la superficie reventará y la grieta vomitará fuego y ceniza en gran cantidad y a grandes alturas. Pero antes que el fuego vuelva a caer a la superficie, será aniquilado en el aire junto con las cenizas, y la grieta de la superficie se volverá a cerrar nada más abrirse.
4. ¡Así que nadie tenga miedo! Si cada uno se comporta como si ese aparente peligro no existiera, nadie sufrirá el menor daño. ¡Comunícalo a todos!».
5. El sabio se sirvió de los signos ya conocidos para transmitir este consejo y algunos momentos después llegó de todos lados la confirmación que unánimemente estaban agradecidos y preparados para seguirlo con fe y valor.
6. Cuando el sabio tradujo la respuesta, Pedro todavía le encargó que dijera a todos que le prestasen mucha atención
7. porque iba a dirigirles palabras muy sublimes.
8. Una vez recibido el mensaje todos estuvieron animados y llenos de esperanza.
9. «Amigos y hermanos míos», empezó Pedro su discurso. «Mi antecesor en la palabra os ha informado sobre las condiciones en las que viven los hombres de aquel mundo. También yo viví allí y eso precisamente en la época en la que se encarnó el Señor que, desde su niñez, tuvo que soportar todas las molestias imaginables, como los demás hombre en esas condiciones miserables.
10. Con el retrato fiel que os ha sido dado sobre las condiciones de vida en la Tierra, ahora sois conscientes de las ventajas de las que disfrutáis en vuestro mundo de luz. Por otro lado también sabéis qué es lo que hace falta para que una criatura pueda volverse hijo de Dios.
11. Ahora, ante todo, se plantea la cuestión: ¿queréis volveros hijos de Dios como lo somos nosotros, y eso manteniendo todas las ventajas que vuestras condiciones de vida os proporcionan, aunque haya que modificar algunas de tal forma que en favor del Reino de Dios os abstengáis voluntariamente de ciertas ventajas? ¡Reflexionad muy bien antes de decidiros y sólo después respondedme un “sí” o un “no” muy claro!
12. Considerad la ventaja de ser hijos de Dios o tan sólo de tener la posibilidad de serlo. Por otro lado considerad lo que haca falta para alcanzar esta ventaja. Y considerad también vuestras actuales condiciones de vida en vista de las futuras muy cambiadas.
13. Por supuesto nadie abandonará nada en nombre del Señor que no le sea recompensado en el Reino de Dios mil veces y para siempre. Pero esta recompensa ni mucho menos será evidente a su sabiduría sino que la única certeza se le dará su fe, hasta donde esta llegue.
14. Tanto lo espiritual como lo natural siempre ha sido perceptible para vosotros; pero ya no será así para aquellos que con toda seriedad se hayan propuesto volverse hijos de Dios. Por eso meditad bien lo qué pensáis hacer. Se os ofrece algo sumamente sublime, ¡pero lo que se os pide que pongáis tampoco es una bagatela!».
15. «Amigo, tú sabes que nuestra inteligencia es tal que no necesitamos reflexionar mucho sobre el sentido de una frase para que nos quede claro lo que deseamos o debiéramos hacer», observó el sabio. «De modo que también en este caso pienso, en nombre de todos los pueblos aquí reunidos, que soy absolutamente consciente de lo que deseamos y, por supuesto, también sabemos qué hacer.
16. Porque el saber hacer es la condición fundamental en toda clase de actividad, suponiendo que Dios no va a exigir a ninguna criatura más de lo que esta puede responder de acuerdo con sus propias facultades. Por lo tanto estoy convencido que Dios tampoco va a exigir más de nosotros de lo que somos capaces de realizar de acuerdo con nuestra condición natural y espiritual en este mundo.
17. Este lema es suficientemente preciso para indicar que sólo deseamos aquello que al mismo tiempo somos capaces de realizar. La filiación de Dios, descrita o no, no importa. La queremos si conseguirla no supera nuestras facultades. Pero si cuesta más de lo que todas nuestras fuerzas pueden realizar, entonces no podemos desearla porque será inalcanzable para nosotros.
18. En pocas palabras: si podemos alcanzar la filiación de Dios con nuestras actuales condiciones de vida, entonces la queremos. ¡De lo contrario, amigo, tienes que reconocer que de ninguna manera podemos quererla! Ahora conoces nuestra decisión. ¡Haz lo que quieras; pues también nuestra voluntad es libre!».
1. «Apreciado amigo, veo que en el fondo del fondo no comprendiste mi discurso. Mi pregunta ha sido: “¿queréis volveros hijos de Dios como lo somos nosotros, y eso manteniendo todas las ventajas que vuestras condiciones de vida os proporcionan, aunque haya que modificar algunas de tal forma que en favor del Reino de Dios os abstengáis voluntariamente de ciertas ventajas?”. ¡Eso, por supuesto, se refiere únicamente a ventajas que no son indispensables para la vida ! Y si os hablé del “mantenimiento de todas las ventajas”, supongo que comprenderás el asunto tal como te lo presenté...
2. Créeme, amigo, también nosotros en el Reino de Dios somos suficientemente sabios para reconocer que un Sol no se deja convertir en un planeta corriente sin interferencia en el orden establecido en todo el universo, y que los hombres del Sol sois de naturaleza totalmente distinta a la de los hombres de un pequeño planeta. ¡Todo eso lo sabemos tanto como tú!
3. Pero vosotros tenéis algunas leyes cocinadas en vuestra propia cocina que en realidad ni siquiera son leyes en el sentido de la palabra porque no prescriben sino un procedimiento absolutamente arbitrario en la moral y en toda clase de actividades. Conforme a estas leyes podéis hasta derogar vuestras antiguas leyes sabias y reemplazarlas por otras nuevas sin el menor valor. Ahora te pregunto: ¿Consideráis la autorización para semejante arbitrariedad como uno de los privilegios de vuestra vida?
4. Angeles de los Cielos os prescribieron el matrimonio en forma de unión legítima entre un hombre y una mujer, y también os mostraron la verdadera procreación espiritual de los niños, la cual practicasteis hasta hace poco. Pero ¿cómo es posible que ahora los padres cohabiten con sus propias hijas como los animales a pesar de que tienen hasta sancionada la ley de que ni siquiera deben aplicar la procreación espiritual con sus hijas?
5. Dime, ¿consideras incluso eso como una de las ventajas indispensables de vuestra vida en el Sol? ¡Dime tu parecer!».
6. «Oh amigo, ¡ni mucho menos, porque estas leyes sólo nos han ocasionado a todos grandes daños, tanto en la vida natural como en la espiritual!», se quejó el sabio. «¡Por lo tanto se comprende por sí mismo que de tamañas desventajas podemos muy bien prescindir! Con mi expresión “ventajas de nuestra vida” me refiero a la singular peculiaridad de nuestra vida natural que, con un amplio margen, nos hace ser dueños de la naturaleza de nuestro mundo.
7. Una de las grandes ventajas de nuestra vida es que podemos hacer surgir incontables maravillas del suelo de esta Tierra, incluidos todos los alimentos imaginables.
8. ¡Supongo que la petición de que se nos dejen estas ventajas no será pecado ante los ojos del Señor ni motivo para que nos prive de su filiación!
9. Caso que nuestro ruego fuera considerado pecado, entonces tendríamos que insistir en que se nos conceda poder continuar siendo como somos en vez de cambiar nuestro bienestar palpable contra algo muy incierto y extremadamente difícil de alcanzar.
10. Ves, amigo, ¡eso es lo que quería decir! Si ello te parece bien, entonces todos respondemos a tu oferta con un “sí”, de lo contrario tiene que ser un “no”. Porque ni siquiera el mismo Señor puede exigir de nosotros algo imposible, a no ser que nos modifique del todo y provea nuestra vida con características y facultades totalmente distintas y desconocidas para nosotros. No hay seres que puedan protestar contra la Omnipotencia del Señor, ¡nosotros tampoco!».
1. «La Omnipotencia del Señor es su eterno Orden del cual surgisteis vosotros al igual que todo el infinito. Si Él hubiera querido modificaros entonces antes habría debido modificar todo su Orden, lo que seguramente jamás hará porque Él mismo es su propio Orden.
2. Pero vuestro plan de vida hasta ahora ha sido extremadamente cómodo y libre de preocupaciones; pues nunca os ha costado lucha o esfuerzo. Desde que nacéis hasta que abandonáis voluntariamente vuestra vida en el cuerpo físico, no conocéis ningún daño ni, por lo tanto, ninguna abnegación en lo que fuere.
3. Sabéis muy bien que vosotros y todo vuestro mundo sois obras de un Espíritu divino sumamente sabio, por cuyo motivo le honráis sobremanera. Pero ¿cuándo le pedisteis alguna vez algo en particular o le disteis las gracias por los muchos bienes que desde siempre os ha concedido tan abundantemente?
4. Hasta ahora habéis vivido como totalmente independientes de Él. ¿Acaso sería pedir demasiado que en adelante accedierais a depender de Él algo más que hasta ahora? ¡Habla y dime tu decisión!».
5. «En particular en lo que se refiere a la gratitud que le debemos, estamos de acuerdo contigo. Nos ocuparemos todo lo que nos sea posible en dar gracias convenientemente al gran y santo donador, desde el fondo de nuestra vida, por los muchos bienes que nos concede. Pero en lo que se refiere a rogar tengo que confesarte que de ninguna manera puedo estar de acuerdo porque me veo obligado a considerar cada ruego como una ofensa ante la sabiduría divina.
6. Porque con un ruego ante la Divinidad manifiesto evidentemente que me considero más comprensivo que al Señor y que en cierto modo entiendo mejor que Él lo que me hace falta. Yo diría que incluso un hijo de Dios no debiera atreverse a rogarle, menos todavía cualquier criatura.
7. Además cada ruego me parece como una lucha oculta por medio de la cual la criatura quiere vencer una cierta dureza o falta de compasión del Creador, y de esta manera triunfar sobre Él...
8. Te digo, amigo, que antes de que me atreviera a venir al sumamente sabio, bueno y todopoderoso Creador con un ruego, preferiría no existir... ¡Menuda delicadeza sería rogar a Dios, el Espíritu primario todopoderoso!
9. He aquí la respuesta a tu oferta: como hasta ahora, también queremos en el futuro depender en todo totalmente de Él, puesto que es imposible depender de otro. En adelante daremos gracias convenientemente al gran y santo donador, desde el fondo de nuestra vida, porque todas sus dádivas las consideramos como infinitamente buenas; por lo que estamos profundamente reconocidos por ellas. Pero rogar... ¡No queremos ni podremos rogar al Señor nada porque demasiado claramente sabemos que el Señor conoce infinitamente mejor lo que nos hace falta, por lo que no es oportuno que unos gusanos quieran llamar su atención con ruegos indebidos. Por lo tanto no vamos a inquietarnos, por culpa de los ruegos, en si será un Dios duro que por eso tiene defectos en su orden, defectos que precisan ruegos para que se de cuenta de ellos...
10. Amigo, todos nosotros honramos a Dios sobremanera y tenemos un concepto demasiado santo y sublime de sus características perfectas para que podamos descomedirnos viniéndole con ruegos a Él, que sin nuestros ruegos nos ha creado tan perfectos como le pareció conveniente para nosotros.
11. Dar las gracias, ¡sí! ¡Le damos las gracias eternamente por todas las buenas dádivas de las cuales la menor ya es tan grande y santa que nunca seremos capaces de honrarla convenientemente! Pero ruegos... Como ya te he expuesto detalladamente: ¡nunca pecaremos con ruegos contra Dios, el sumamente santo y perfecto!
12. Ahora haz lo que quieras. Pero, aun con toda tu sabiduría, difícilmente lograrás que nos prestemos a rogar, a no ser que el Señor mismo lo exigiera explícitamente de nosotros. Entonces, por supuesto, lo haríamos porque ninguna criatura puede oponerse a Dios. Pero con nuestra libre voluntad sólo haremos todo aquello que ante Dios, los ángeles y los hombres reconocemos como bueno y justo».
1. «Cuando el Señor, todopoderoso Creador del cielo y de todos los mundos vistió la carne en mi Tierra y habitó entre nosotros, Él mismo nos enseñó rezar de la siguiente manera:
2. “Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu Reino del Amor, de la Verdad y de la Vida eterna. Hágase tu santa Voluntad en todos los tiempos y toda la eternidad. Danos cada día nuestro pan diario. Y perdónanos nuestros pecados así como nosotros perdonamos a nuestros deudores en todo lo que fuere. No expongas nuestra debilidad a tentaciones en las que tendríamos que caer sino líbranos de todo mal que nos pudiera alcanzar. Tuyo, oh Padre, son toda Fuerza, todo Poder y toda Gloria; para ti sea toda honra, todo amor, toda alabanza y toda gracia, eternamente”.
3. Como fue el Señor mismo quien nos enseñó a rezar y rogar de esta manera, estoy convencido que no puede ser un desacierto que, como hijos suyos, le pidamos todo lo que nos parezca necesario.
4. Que debamos dar y demos gracias al Creador por sus incontables dádivas es ya un santo privilegio para nosotros, seres libres. Porque por medio de la gratitud reconocemos ante Dios que cada dádiva que tenemos o recibimos nos la dio o da voluntariamente y de ninguna manera por “obligación”. Pero aun así, el ruego está muy por encima de la gratitud porque, al enseñaros que roguemos en nuestras oraciones ¡llegamos al conocimiento de que podemos elegir la dádiva hasta libremente!
5. Para la completa liberación del espíritu no basta simplemente con ser conscientes de que el Señor nos da todo voluntariamente, sino, ante todo, importa que podamos definir libremente lo que nos hace falta. Para eso, evidentemente, se necesita más introspección y libre conocimiento de sí mismo que para reconocer simplemente que todo lo que somos, tenemos y recibimos son libres dádivas de Dios.
6. Quien da las gracias por una dádiva recibida sin que al mismo tiempo sienta la necesidad de otras posteriores, está todavía demasiado indiferente en su esfera de vida y tiene aún demasiadas características animales. Pues hasta los animales, aunque no sean capaces de reconocerlo, dan gracias inconscientemente al donador a través del feliz consumo de sus dádivas. Aunque ningún animal puede pedir algo antemano porque no es consciente de sus futuras necesidades. Cuando tiene hambre busca algo para comer, pero en cuanto se haya saciado descansará hasta que le vuelva el hambre. También con este descanso da inconscientemente las gracias por el alimento que le ha servido para saciarse. Pero ni en este reposo apacible es consciente que en adelante puede tener hambre de nuevo y precisar más alimento.
7. En el caso del hombre la situación es diferente porque sabe lo que en adelante le hará falta. Aunque un hombre se haya saciado sabe que después tendrá que volver a comer. Pero también conoce al donador. Por eso no sólo debería dar gracias en cuanto se haya saciado, sino que a estas tendría que añadirles los ruegos. Porque precisamente con ellos evidencia aún más ante el Creador que todo lo recibe de Él, y que también en el futuro espera recibir de Él todo lo bueno y necesario.
8. Al mismo tiempo, el hombre comparece ante su Maestro a través de sus ruegos, exactamente como este quiere que sea: un ser absolutamente libre, no sólo provisto con el derecho a recibir sino también con el de pedir libremente. Por supuesto, la sabia aplicación de este derecho requiere de cada hombre una considerable conciencia de la propia individualidad, sin la cual nunca puede volverse perfecto.
9. Yo diría que estos argumentos debieran ser suficientes para que vuestra sabiduría pueda reconocer que el ruego es para todo espíritu libre mucho más esencial que el mayor agradecimiento.
10. Y por si acaso, mi amigo Uhron, aún no te bastan todos estos argumentos míos muy fundamentados, entonces que te baste el hecho de que el Señor mismo muchas veces nos ha incitado a que roguemos si queremos recibir algo, ¡aunque raras veces ha dicho a nadie que manifieste su gratitud!
11. Nos ha dado un precepto sobre cómo rezar y rogar. Pero de un precepto sobre cómo agradecer realmente no sé nada...
12. Sabemos que el Señor mismo dio las gracias repetidas veces a la Divinidad, al Padre en Él. Y una vez riñó a los nueve purificados cuando volvieron sin el décimo para honrarle. Pero aun así nunca nos dio un precepto sobre cómo agradecer, pese a que para los ruegos sí nos dio uno.
13. Dado que el Señor ha exigido explícitamente ruegos de nosotros, habitantes de la Tierra más imperfectos que vosotros, estoy convencido que en vuestro caso no los considerará superfluos.
14. Por esta razón lo que el Señor me ha encargado deciros es que también en adelante tendréis todo del Señor como hasta ahora, pero por medio de ruegos. Y quien de vosotros no ruegue recibirá poco o nada.
15. Porque si sois libres, vosotros mismos tenéis que saber lo que os hace falta. Una vez que hayáis adquirido conciencia de vuestra individualidad y de vuestras necesidades, entonces rogad y os será dado lo que hayáis pedido.
16. Si estáis conforme ¡decidlo!, y mi hermano Juan continuará con vosotros. ¡Vuestra libre voluntad tiene que escoger y definir!».
1. «Estamos conformes con todo lo que el Señor quiera», respondió el sabio. «Pues nadie puede oponerse a su Voluntad omnipotente, exija algo difícil o fácil de nosotros. Porque si no cumplimos voluntariamente, en nuestro propio bien, entonces nos obligará con un juicio ¡y eso en nuestra perdición! De modo que preferimos mil veces hacerlo voluntariamente y ganaremos algo para nuestra vida futura en vez de perder.
2. De todo lo que tú y tu orador anterior nos habéis comunicado nos queda claro que nuestra antigua y libre fuerza de voluntad creativa, con la que hasta ahora preparamos nuestras casas y arreglamos nuestros jardines, la tendremos que devolver a las manos del Señor. Pero eso no importa en principio porque por medio de los ruegos estas facultades nos serán restituidas íntegras.
3. Por una cierta clarividencia interna y también por diversos espíritus de tu Tierra sabemos que el Señor no toma sus promesas muy al pie de la letra. A quien le promete riqueza le da pobreza. A quien le promete una larga vida, ya puede prepararse para caer pronto enfermo y seguro que su vida física acabará en breve. A quien le quiere dar una vida en toda libertad, pronto se verá en prisión. A los que ama los expone a la tentación y hace que los castiguen severamente. A los más devotos a Él y a su Palabra los deja pasar miseria y los hace sufrir toda clase de persecuciones. A los que le aman sobremanera permite que los crucifiquen, y más...
4. Pero, como te he dicho, todo ello no importa porque únicamente Él es el Señor todopoderoso de sus obras y puede hacer con ellas lo que quiera. Nadie puede preguntarle: “Señor, ¿por qué haces eso y aquello que nos parece injusto?”, porque únicamente Él es el Señor, ¡y que cada uno se conforme con este hecho!
5. Sabemos que el Señor prometió en la Tierra a sus reyes un reinado eterno, pero murieron como cada cualquier otro hombre. ¡Del mismo modo prometió a cierto pueblo un reinado eterno y como hemos sabido este pueblo elegido ni siquiera tiene patria...! También sabemos que Él eligió a sabios que debían revelar al pueblo su Voluntad, comunicando las medidas que iba a tomar. Pero cuando llegó la hora en que las predicciones debieran haberse realizado, los sabios quedaron como embusteros porque el Señor no cumplió nada de todo lo que hizo anunciar a los sabios. Y más casos parecidos...
6. De modo que ya ves que de las promesas del Señor no puede fiarse nadie si nos atenemos a su sentido literal. Y de la misma manera va a atender nuestros diversos ruegos, porque ¿quién puede obligarle a cumplir sus promesas?
7. ¡Aun bajo estas condiciones aceptaremos tu oferta porque sabemos muy bien que una negativa por nuestra parte sería una gran insensatez! Por eso ¡que se cumpla la Voluntad del todopoderoso Señor!».
1. «Considerando las cosas mundanamente, casi pudiera decirse que tienes razón», observó Juan. «Pero como las palabras y promesas del Señor están motivadas espiritualmente, su esfera de realización sólo puede ser la espiritual y de ninguna manera la física, la de la carne. Por lo tanto, para poder criticar al Señor que no cumple con sus promesas primero hay que tener una comprensión espiritual de ellas.
2. El Señor cumple fielmente lo que promete; pero sus promesas tienen por objeto siempre el espíritu y no la carne perecedera. Y ahora, en nombre del Señor, voy a haceros una nueva promesa y luego me diréis si la habéis entendido y cómo es la interpretación que le dais. ¡Escuchad, pues!:
3. “El Señor erigirá una nueva casa, y una nueva ciudad descenderá viva desde los Cielos. Y la casa será como la ciudad de muchas casas.
4. Aquellos que van a habitar la nueva casa y al mismo tiempo la nueva ciudad y las muchas casas de la ciudad, serán más grandes que la nueva casa, la ciudad, y las muchas casas de la ciudad.
5. Cuando vengan para vivir en la nueva casa del Señor, esta se inclinará ante ellos, se inclinarán ante ellos la ciudad y las muchas casas de ella.
6. Por fuera la casa será pequeña. Pero por dentro será muy grande para alojar a incontables moradores, y lo mismo pasará con la ciudad y todas las muchas casas de ella.
7. ¡Bienaventurados aquellos que vengan a vivir a esta casa, a la ciudad y a las muchas casas de ella!, ¡porque la casa, la ciudad y las muchas casas de ella los vestirán con la vestidura de la filiación del Señor!
8. Los de la casa, de la ciudad y de las muchas casas de la ciudad siempre serán poderosos. Pero aquellos que no vivan en la casa, la ciudad y las muchas casas de la ciudad, serán muy débiles; y esta debilidad aumentará y los matará”.
9. He aquí, amigo Uhron, una promesa divina del Señor que se cumplirá fielmente en vosotros. Por eso ¡dime si la has comprendido y cómo la interpretas!
10. Pero te prevengo de antemano que esperarás en vano una realización y un sentido exterior al pie de la letra, parecido al profeta Jonás que en vano esperó la caída de la gran ciudad Nínive que tuvo que predecir en nombre del Señor. ¡Y ahora dime tu opinión acerca de esta promesa!».
11. Tras alguna reflexión el sabio le respondió: «Racionalmente no te puedo decir otra cosa sino que esta promesa no es más que un desatino sin sentido carente de toda gracia. Por lo tanto no puede ser aceptada ante el tribunal de nuestra alta sabiduría.
12. Te digo francamente que quien quiera hacernos promesas o darnos mandamientos, ¡que lo haga en texto claro! ¡Pero que aquí en este mundo nos libren de promesas cuyo contenido burla las leyes de toda naturaleza y de todo orden físico!
13. Ya que nos vemos obligados a ceder las ventajas de nuestra vida actual, para llegar así a la filiación de Dios que en realidad nunca hemos buscado ni deseado, esperamos que por lo menos se nos expliquen las condiciones en texto claramente inteligible; y no en palabras con las que se puede prometer “blanco” y dar luego “negro”, sino fácilmente comprensibles.
14. Yo diría que mi petición es justificada. Por lo tanto habla respecto a ella y llegaremos fácilmente a un acuerdo. ¡Pero no me vengas con casas que son más pequeñas que sus habitantes y cuyo exterior es más pequeño que el interior...! ¡Contradicciones como éstas pronto asquearán a todos nuestros oyentes!
15. A pesar de que el Señor es el supremo y más puro Espíritu, también fue quien creó la naturaleza impura. De modo que hable en términos espirituales con los espíritus, pero con nosotros, hombres naturales, que lo haga en términos naturales. Estoy convencido que puede hablar en términos naturales de manera perfectamente comprensible.
16. El Señor tiene el irrefutable privilegio de hablar como quiere. Pero creo que también tenemos derecho a decir: “Señor, eso no lo comprendemos, pues para nosotros carece de todo sentido. ¡Por lo tanto háblanos de la manera que sabes que te entendemos!
17. ¡No te ocultes continuamente tras nubes sino entra visiblemente en tu propiedad! Pues Tú no necesitas sentirte incómodo ante nosotros, tus obras, porque no podemos ser diferentes de lo que Tú quieres que seamos...
18. Tú sabes mejor que nadie qué lengua nos enseñaste y por lo tanto podemos comprender.
19. Pero si te empeñas en hablarnos en términos espirituales e imágenes sobrenaturales, danos entonces antes la comprensión necesaria; porque de lo contrario tus exposiciones carecen de valor para nosotros y a ti no te rinden el menor honor. Lo que no se comprende, venga de Dios, de un espíritu o de un hombre, no se puede apreciar convenientemente. Y lo que no se puede apreciar, ¿cómo podría uno honrarlo?”.
20. Supongo que he hablado bien claramente. ¡Habla tú ahora de la misma manera y te escucharé y te seguiré, junto con este gran pueblo y todos sus descendientes!».
21. «Amigo, ¡estás exigiendo cosas imposibles, cosas que están incluso en gran contradicción con vuestra sabiduría puramente natural!», contestó Juan. «¿Cómo puedes exigir que se te expliquen relaciones puramente espirituales con términos puramente naturales? Ya que te empeñas en lo natural: ¿no te parece suficientemente natural que te prometa lo espiritual y lo celestial de parte de Dios, mediante imágenes naturales en las que se oculta lo espiritual y lo celestial, al igual que tu auténtica y verdadera vida se oculta en tu cuerpo natural?
22. ¿Qué provecho podría sacar tu espíritu de una palabra puramente natural? ¿No sería tal palabra parecida a una nuez que por fuera da la impresión de ser algo real, pero que por dentro está hueca y no contiene nada que te pueda servir de alimento?
23. No te transmito palabras y promesas huecas del Señor, sino llenas desde lo más interno hasta lo más exterior. Y te digo que junto con la dádiva también te llegará la comprensión necesaria. Dime ahora, ¿qué más quieres?».
24. «Sí, amigo, si la verdadera comprensión acompaña la dádiva, entonces consiento todo de buen grado. Pero ¡dime qué tenemos que hacer para alcanzar la buena comprensión!
25. ¿Qué pasa con la nueva casa, con la ciudad que desciende de los Cielos y con las muchas casas de ella? ¿Y cómo que están vivas? ¿Cómo van a ser más grandes los habitantes que las casas? ¿Cómo van a ser las casas por fuera más pequeñas que por dentro, etc.?
26. Estas relaciones son inconcebibles para nuestra sabiduría! Por lo tanto ¡danos la comprensión y las aceptaremos, éstas y más, aunque a principio le puedan parecer a nuestra sabiduría tan enigmáticas como lo anterior!».
1. «Bien, ¡entonces óyeme!», le respondió Juan. «La nueva casa es la nueva Doctrina del Señor para vosotros, una nueva doctrina que ahora se está estableciendo en vuestros corazones. La ciudad viva que desciende de los Cielos es el Señor y somos nosotros, sus hijos, todos llenos de Vida eterna. Vosotros sois los que deben entrar en esta revelación que se os dirige y morar en ella para toda vida, y esta doctrina se inclinará ante vosotros y será súbdita vuestra para siempre.
2. Si vivís en esta revelación, practicándola, llegaréis a una sabiduría muy superior a la que ahora os damos. Y así será como encontraréis dentro de estas pocas palabras, que exteriormente parecen tan insignificantes, un contenido de sabiduría tan inmenso que difícilmente llegaréis a explorarlo plenamente. E incontables descendientes vuestros vivirán en esta sabiduría sin jamás llegar a sus límites.
3. Igual al hombre en cuerpo y carne que tiene una morada y la habita después de haberla arreglado bien, también la Doctrina divina es una eterna morada en la que vivirá y actuará eternamente el hombre espíritu.
4. La ciudad de Dios y las muchas casas de ella serán como una casa. Aquél que habita una de estas casas, es decir, quien es activo en la pequeña sabiduría de la palabra de Dios, en plenitud todavía reducida, entrará en la ciudad de Dios. Es decir, entrará en la plenitud de la sabiduría divina porque le será concedido todo lo que el Señor tiene en su casa, en su ciudad eterna y en las infinitamente muchas casas que hay en ella.
5. Ahora me habrás comprendido mejor que antes. ¡Dime si estás de acuerdo y si el asunto es de tu agrado de esta manera!».
6. «¡Sí, ahora todo tiene un aspecto totalmente distinto! Ahora he podido orientarme en seguida, y a la primera explicación de la casa ya me he dado cuenta qué camino iban a tomar las cosas... Veo que se trata de alegorías con un sentido intrínseco muy profundo, ¡pero todas comprensibles! ¡Ya puedes continuar comunicándonos la Voluntad divina y la aceptaremos sin réplicas!».
7. «Ya te he dicho todo lo que iba a decirte. ¡Ahora viene Él mismo!, ¡escuchadle bien! Sólo la palabra de Él os transformará y os dará una gran libertad. Fijaos bien porque cada palabra que pronuncia es eterna vida y suma sabiduría. ¡Escuchadle pues!».
1. Ahora me acerqué Yo, todavía rodeado por Cheng Chai, Gella y las tres hijas del Sol. En este momento el sabio y todo su pueblo, tanto dentro como fuera del palacio, se arrojaron al suelo y todos me alabaron en voz alta:
2. «¡Toda gloria y honra para ti, oh impenetrable, eterno e infinito! ¡Acepta nuestra profunda gratitud por la Gracia inconcebible de que también a nosotros, que no somos más que unos gusanos en el insignificante Sol, nos estés honrando con tu presencia visible!
3. Aunque no corresponde a nuestros corazones alimentarse con un deseo indigno de ti, sería nuestra mayor bienaventuranza que en adelante ya no te fueras sino que te quedaras para siempre... ¿Qué podemos hacer sino permitir a nuestros corazones que manifiesten ante ti este deseo nuestro, oh sumamente santo?
4. Oh Tú, cuyos pies son demasiado santos para que pisen este suelo, ¡esperamos que nos perdones nuestra petición tan desatinada! Si Tú, oh santo, aún nos encuentres dignos de dirigirnos algunas palabras de vida, ¡entonces te rogamos desde la profundidad de nuestros corazones que nos concedas esta Gracia! ¡Pero ante todo sea alabada tu santa Voluntad!».
5. Ante esta acogida tan sumamente humilde les dije: «¡Levantaos, queridos hijos míos! ¡Escuchadme!, ¡escuchad al eterno Padre del infinito, a vuestro Padre y al de millares y millares de hermanos y hermanas vuestros que surgieron de mí para que habitasen toda la eternidad y para que en todas partes testimoniasen que Yo soy su Padre desde eternidades!».
6. «¡Señor, oh Señor!, ¡nuestros ojos son demasiado indignos para contemplar la infinita santidad de tu rostro! ¡Por eso déjanos en esta posición que nos parece ser la más adecuada que gusanos como nosotros tenemos que mantener ante el eterno y omnipotente Creador!».
7. «Queridos hijos, la humildad es la mayor virtud de cada corazón humano; pero, como cualquier otra regla de vida, tampoco hay que exagerarla.
8. Que Yo sea el Creador y vosotros las criaturas es una condición absoluta para ambas partes que ni Yo puedo presentar de ninguna otra manera. Porque si quiero tener criaturas tengo que crearlas a la manera como las quiero tener. Y es imposible consultar antes a la criatura si quiere ser creada y en qué condiciones; es cosa enteramente mía cómo quiero que la criatura sea.
9. Por un lado la criatura es una necesidad para mi Voluntad y, por otro, mi Voluntad, base para la formación y existencia de la criatura, es una necesidad para la criatura. En lo que se refiere a esta relación ninguno de los dos lleva ventaja porque tanto Yo soy una necesidad para la criatura como Creador, como la criatura es una necesidad para mí como punto de apoyo para mi Voluntad.
10. Otra cosa enteramente distinta es cuando el Creador quiere obtener con sus criaturas seres libres, parecidos a Él. ¡Entonces, por supuesto, la criatura entra en una esfera de vida completamente distinta! A través de la viva y poderosa palabra, el Creador da a la criatura una fuerza propia que esta, mediante un cuidado muy aplicado, lleva a la maduración dentro de sí misma, volviéndose de esta manera un ser de por sí poderoso.
11. A esta altura entra en acción la verdadera humildad ; pues ella es el único remedio con el que la criatura puede librarse enteramente de la coerción divina. A continuación la criatura, como un ser vivo y poderoso de por sí, puede presentarse ante mí como si fuera Yo mismo en forma de un segundo “Yo”. Pero pese a todo, esta humildad muy necesaria no debe ser exagerada sino óptima, en la medida que Yo como Maestro de toda vida la exijo; de lo contrario no puede desempeñar su importante tarea.
12. Por lo tanto ¡levantaos y fijad vuestros ojos en mí! Sólo así podré dirigiros palabras de vida. ¡Levantaos pues!».
13. Ante estas palabras mías todos los presentes se levantaron, incluso el sabio, que aprovechó este momento para decir:
14. «Hermanos y hermanas, nos hemos levantado ante el Señor, ante su santo rostro. ¡Sed conscientes de quién es ante quien ahora estamos de pie! ¡Sed conscientes de ello y tenedlo profundamente en cuenta!
15. ¡Él es el Señor, el sumamente santo y eterno Espíritu Divino, el todopoderoso Creador de todos los infinitos Cielos, de todos los ángeles, mundos, hombres y demás seres! ¡Él, el más santo y excelso, nos ha hablado y nos ha dicho que nos levantemos ante Él, y en profunda veneración cumplimos su Orden!
16. ¡Pero aún nos ha prometido más palabras de vida! ¡Tenemos motivos bien fundamentados para sentir una gran alegría anticipada por sus palabras! Pues, ¡sabemos muy bien que de aquél que es la vida primaria misma sólo pueden llegarnos palabras de vida!
17. ¡Por eso alegraos conmigo porque el Señor, la vida misma, nos dirigirá palabras de vida y de la libertad, y hasta palabras todopoderosas para la completa transformación de nuestra existencia de criaturas en hijos suyos! Por lo tanto, ¡abrid vuestros oídos y vuestros corazones ampliamente para que las palabras aquí dichas, nunca oídas, no pasen desapercibidas a ningún oído!
18. Oh, santo Señor, ¡nuestros corazones están preparados! Si fuera acorde con tu santa Voluntad, entonces permítenos que te pidamos las prometidas palabras llenas de vida y de poder y fuerza divina. ¡Tu santa Voluntad sea alabada!».
19. «Mi querido Uhron, en verdad te digo: ¡tu corazón está dando al mío una gran alegría! Por eso está seguro que no vacilaré en dar también otra a los vuestros, una alegría que os quedará eternamente y que nadie podrá arrebataros jamás!
20. Esta alegría os está garantizada si vivís de acuerdo con mi Doctrina. Eso os resultará relativamente fácil porque, precisamente en la sabiduría de mi justicia, lleváis mucha ventaja a otros pueblos.
21. Es fácil vivir de acuerdo con mi Doctrina. Porque Yo, como Creador, sé muy bien lo que os hace falta a todos y lo que, en vuestras condiciones naturales, os resulta más fácil aceptar para vuestra liberación. ¡Por eso no temáis la carga nueva que pondré en vuestros hombros, pues os digo que será ligera y suave!
22. ¡Ahora escuchad la Doctrina que os doy!:
23. ¡Amadme con todas vuestras fuerzas porque soy vuestro Señor, vuestro Dios y Padre, y amaos también entre vosotros! Que cada cual procure servir al prójimo en mi nombre. Que nadie se imagine ser más que su prójimo y fácilmente os volveréis hijos míos muy amados, eternamente.
24. Al mismo tiempo conservad vuestra antigua castidad. Apartaos de la impudicia sensual de la carne en la que hace poco habéis caído incitados por un espíritu malvado. Procread de manera honrosa como antes: espiritualmente a través de vuestra voluntad, y no en la carne.
25. Todavía podéis procrear en la carne por medio del coito natural, engendrando hijos de la carne y del mundo. ¿Pero para qué os servirán? Sólo procrearíais ladrones y asesinos que pronto se volverían más poderosos que vosotros y os convertirían en esclavos de su codicia maligna... Por eso proteged vuestra carne de semejante mal y ante todo respetad a vuestras hijas, a través de las cuales sólo engendraríais auténticos diablos en vuestro mundo puro, y conseguir mi filiación os resultará fácil...
26. Si como hasta ahora continuáis fornicando en vuestra carne y en la de vuestras hijas, pronto os será quitada la facultad de poder engendrar espiritualmente. Vuestro cuerpo hasta ahora etéreo y ligero se vería afectado por enfermedades y se volvería pesado y torpe, un cuerpo en que el espíritu inmortal sólo podría moverse con pena y dificultad, un cuerpo sometido a la muerte que hasta ahora nunca habéis sufrido.
27. Por lo tanto conservad vuestra antigua castidad y practicad la procreación sólo espiritualmente. Porque lo que está engendrado por el espíritu vivo seguirá siendo vida y no conoce la muerte. Pero el engendro de la carne muerta sigue siendo muerto y sólo con extremada dificultad puede convertirse en vida, porque la carne es la raíz de la muerte.
28. Así como difícilmente se puede injertar en un palo seco una rama verde para que crezca, igual de difícil es que un espíritu vivo pueda desarrollarse para la vida en la carne muerta.
29. También vuestra voluntad se volvería estéril y no podríais cultivar vuestras tierras sólo por medio de ella. Os tendríais que conformar con plantas que llevan semillas que las multiplican. Ya no podríais, como hasta ahora, hacer surgir del suelo alimentos maduros, sino que tendríais que esperar, con preocupación y tal vez también con impaciencia, la estación en que uno u otro fruto llega a su madurez.
30. Lo mismo os pasaría con la construcción de vuestras casas. Los materiales se volverían pesados, rígidos y frágiles, y ya no podríais hacerlos elásticos, ligeros y eternamente duraderos mediante vuestra voluntad.
31. Siempre os ha causado una gran alegría poder entrar en contacto visible con los espíritus de vuestros hermanos difuntos; os podéis ver, hablar y hasta acariciar. Todo eso pronto os será imposible si continuáis en vuestro estado de corrupción.
32. Pero si en adelante vivís de acuerdo con la Doctrina que os acabo de dar, entonces no sólo mantendréis vuestros dones perfectos sino que tendréis aún muchos más, cuyas ventajas serán tan enormes que de momento no seríais capaces de entenderlas.
33. Os he dicho todo lo que tenéis que considerar para el futuro. ¡Ahora es cosa vuestra si queréis aceptarlo y actuar de acuerdo con ello!
34. ¡Preguntad a vuestros corazones y respondedme francamente! Porque os dejo plena libertad; y para que podáis decidir qué queréis, de manera absolutamente libre, ni siquiera deseo penetrar en vuestros pensamientos».
1. «Oh Señor, ¡las condiciones que nos pones son sumamente leves y buenas!», exclamó el sabio. «¡De modo que por nuestra parte ni mucho menos hace falta que las pensemos para aceptarlas con nuestro corazón lleno de agradecimiento! ¿Para qué discutir y averiguar si tu santa exigencia es grata a nuestros corazones o no?
2. Oh sumamente santo bienhechor, ¡nunca seremos capaces de agradecerte convenientemente el incalculable bien y la gran Gracia que ahora nos concedes: que por medio de tu singular condescendencia nos demuestres semejante Amor, que nos enseñes un camino tan fácil de andar para que podamos adquirir la suprema dignidad celestial imaginable: volvernos hijos tuyos, totalmente libres...! ¿Cómo encima íbamos a reflexionar sobre ello?
3. Señor y Padre, eterno Espíritu sumamente santo, ¡si tuviera mil vidas y las debiera sacrificar para conseguir el grado mínimo de tu filiación, me desprendería de ellas con el mayor gusto, aun si la pérdida de cada una fuera acompañada por martirios y dolores! Tratándose de una Gracia tan extraordinaria, ¿cómo íbamos todavía mi pueblo y yo a pensar si las aceptaremos o no?
4. Santo Padre, no quiero decir “sí” o “no” con la boca. Mira lleno de Gracia en nuestros corazones que son eternamente indignos de tu santa presencia; ellos te dirán un “sí” mil veces más ardiente que lo que saldrá de aquella hinchazón del suelo en cuanto reviente.
5. Señor y Padre, ¡haremos todo que quieras con más exactitud que con la que los pequeños mundos giran alrededor del nuestro grande, ahora eternamente santificado por ti!
6. Todavía quisiéramos rogar a tu santo Corazón paternal que después no vuelvas a abandonarnos para siempre sino que, si fuera tu Voluntad, vuelvas de vez en cuando a presentarte visiblemente ante nosotros.
7. ¡Porque ya ves que en nuestros corazones se ha encendido un amor muy profundo hacia ti, un amor tan profundo que sufriría una gran aflicción si nuestros ojos no pudieran verte y nuestros oídos no pudieran oír el sonido tan agradable de tu voz paternal y de tus palabras que, de repente, nos han llenado de optimismo! ¡No encontramos palabras para describir tu gran Gracia divina paternal!
8. Por lo tanto, Señor, ¡rogamos a tu Corazón que atienda esta súplica! ¡Tu santa Voluntad sea alabada eternamente!».
9. «¡Hijos míos, todo lo que estáis rogando ya lo he previsto hace mucho tiempo! El Creador sólo es invisible e inconcebible a las criaturas; porque están sujetas a su poder y nunca pueden presentarse ante Él, verle u oír su voz. Cosa distinta es con los hijos que Yo como Creador, y ahora también Padre, he liberado a través de la Palabra y la Doctrina. Ellos pueden verme y hablarme cuando quieren, siempre que sus corazones se encuentren dentro del Orden de mi Doctrina.
10. Si, por el contrario, los corazones se vuelven sensuales, en ellos entrarán vanas preocupaciones mundanas y cosas materiales, paralizando mi Palabra y mi Doctrina. Entonces, por supuesto, las criaturas no podrán verme ni oírme, porque estaban en camino de volverse hijos míos por mi Gracia, mi Amor y mi Piedad, y han vuelto a ponerse su antigua camisa de fuerza, han vuelto ser criaturas, por su libre voluntad.
11. Por lo tanto, ¡en adelante continuad todos en mi Doctrina! Mantened vuestros corazones en vuestra antigua castidad tradicional para que mi Amor paternal tenga cabida en ellos y pueda preparar en vosotros una nueva vida, una vida verdadera y libre que surge de vosotros mismos. Así nunca tendréis motivos para el lamento: “¡Señor, Padre, ¿dónde estás? ¿Por qué no podemos verte ni oír tu voz paternal?”.
12. En verdad os digo: ¡quienes son adeptos activos de mi doctrina, ellos son los que me aman verdaderamente, y entre ellos estaré visible o perceptible! Y les enseñaré Yo mismo y los educaré y los criaré para que sean verdaderos hijos míos.
13. Bueno, ¡pero ahora traed bebida y comida, tanta como podáis! Nos saciaremos todos y veréis que Yo, bendiciéndoos, comeré y beberé como vosotros y todos los hermanos y hermanas que se encuentran en mi compañía. ¡Id y cumplid mi Palabra!».
1. Al oír mi demanda el sabio quedó profundamente conmovido de alegría y exclamó: «Oh Señor, oh Padre lleno de Amor y Bondad, ¡grandes son tu Gloria, tu Poder, y tu Fuerza y Santidad! ¡Tu petición nos da la certeza que ya no nos abandonarás jamás! Porque quien come con nosotros testimonia que le gustaría quedarse con nosotros. ¡De modo que realmente permanecerás entre nosotros, tal como antes nos prometiste...! Señor, ¡toda alabanza, toda honra y toda nuestra gratitud sean siempre para ti!».
2. A estas palabras del sabio todos salieron corriendo afuera para buscar alimentos en los jardines y extenderlos en gran cantidad delante de mí.
3. Pero cuando los buscadores de alimentos estuvieron fuera se llevaron una gran desilusión: todas las huertas frutales estaban sumergidas por el agua que el enorme bulto de la superficie, al hincharse, empujaba hacia los lados. Por eso, muy tristes, tuvieron que volver todos de los jardines con las manos vacías, pese a que los mismos rebosaban normalmente de buenos frutos.
4. El sabio estaba decepcionado y me dijo: «Señor, ¡perdónanos pues somos desafortunados! Ya ves que la fatal hinchazón ha cubierto todos nuestros huertos frutales con la nefasta agua del mar, de modo que no hemos conseguido ni un solo fruto... A ver, Señor, si rechazas estas aguas y en seguida traeremos lo que nos encargaste...».
5. A eso llamé a Martín y a Pedro: «Hermanos, ¡salid afuera, golpead las aguas y acabad con la maldita hinchazón para que estos hombres que salieron a buscar alimentos no sean estorbados en el cumplimiento de mi demanda! Si el enemigo no hace caso a la primera, ¡exigídsela una segunda y una tercera vez, en mi nombre! Si todavía sigue obstinado, ¡entonces haced uso del poder celestial que reside en vosotros! Así sea».
6. Pedro y Martín hicieron una reverencia ante mí y, con el sabio, salieron a toda prisa. Una vez afuera, quedaron impresionados ante el caos que se les presentó y Martín exclamó con indignación:
7. «¡Vaya bestia más infame, vergonzosa y condenable! Dime, Pedro, ¿acaso esta canalla ejemplar nunca dejará de hacer el mal por todas partes?
8. Veo que sólo te encoges de hombros... Lo que querrá decir: “Eso lo sabe únicamente el Señor”, en lo que tienes toda razón. ¡Que esta bestia se prepare para una sorpresa si acaso no obedece a la primera! ¡Su testarudez le costará cara! El poder celestial que el Señor nos ha concedido será capaz de hacerle entender dónde puede gastar sus bromas e impertinencias en adelante. ¿Vamos a llamar en nombre del Señor los dos a la vez, tú sólo por los dos, o yo?».
9. «¡Llama tú por los dos, en nombre del Señor!».
10. «Bien, trataré de hacerlo. ¡Oíd, malvadas aguas altas, hinchazón maligna y principalmente tú, nocivo Satanás!: ¡volved instantáneamente al Orden del Señor, de lo contrario sufriréis un castigo severo por parte de Dios! ¡Amén!, y tres veces más: ¡Amén, amén, amén!».
11. Ante esta llamada resonó una carcajada estridente a la que siguieron las siguientes palabras:
12. «¡Vaya moscarda de obispo Martín!, tú, un diez mil veces menos que nada, ¿quieres mandarme que me retire? Escucha, ¡ni Dios ni todos sus Cielos conseguirán que me vaya, y menos todavía tu, miserable nulidad!
13. En cambio, por mi gran generosidad, os advierto a vosotros y todos los demás bicharracos: ¡escondeos en alguna parte en los primeros hoyos que encontréis, porque de lo contrario probaréis el buen y caliente cocido que os estoy preparando en mi gran caldero que ya está casi a punto.
14. En manera alguna es mi intención vengarme de vosotros porque el poderoso león no caza moscas... ¡Lo que aquí hago es imprescindible para el mantenimiento de mi creación! Y para que vuestras nulidades no perezcan en esta ocasión, ¡huid y jamás tengáis la frescura de amenazarme! No pongáis a prueba mi paciencia, ¡ojo, si esta se acaba!».
15. Martín casi reventó de enojo ante semejante descaro de Satanás y de momento le faltaron palabras para contestarle.
16. Pedro le advirtió: «Oye, hermano, de ninguna manera te enfades porque entonces harías precisamente lo que él quiere. A éste hay que atraparle de manera totalmente distinta. En seguida, con la mayor calma, conseguiré que se retire». Y en voz alta dijo: «¡Satanás, el Señor Jesucristo sea también contigo!». Y dirigiéndose a Martín continuó: «¿Ves?, ya se retiran las altas aguas y la hinchazón ardiente se está apagando. Satanás ya no se deja oír y tiene que obedecer a lo que mi poder celestial le ha obligado».
17. «Fíjate, ¡no hubiera creído que esta canalla cediese el campo tan rápidamente sin resistir más! ¿Es que el poder celestial actúa de esta manera? Había esperado algo muy diferente... Hermano mío, ¡te agradezco esta buena lección celestialmente sabia! Reconozco que por ella me he vuelto mil veces más sabio...
18. Ves, ahora el agua ya se ha retirado del todo y tampoco se ve nada de la hinchazón. ¡El Señor sea alabado eternamente! Supongo que este canalla de Satanás no se atreverá a cruzarse en nuestro camino de inmediato».
19. «Te digo que este ya ha recibido lecciones más severas. En cuanto nos volvamos saldrá con otro ardid. ¡De modo que no tardará ni tanto en volver a importunarnos! Si no tenemos manera de ponerle en fuga de nuevo, habrá que servirse del poder celestial y será derrotado. Tenlo en cuenta y la próxima vez actúa conforme a ello».
20. A continuación Pedro se dirigió al sabio que se había quedado boquiabierto y le dijo: «Ahora podéis ir a cumplir el deseo del Señor porque vuestros jardines ya están en su estado original».
21. El sabio hizo una reverencia y fue con los demás a los jardines para buscar comida y bebida.
1. Pedro y Martín volvieron a mí a la casa del Sol y en seguida Martín, cándidamente, quiso contarme todo que había pasado fuera.
2. Pero Pedro le detuvo y en voz baja le dijo: «Hermano, ¿qué quieres tú contar al Señor que Él no sepa ya desde eternidades? ¿No me digas que ignoras que el Señor es omnisciente desde todas las eternidades?».
3. Martín se dio un coscorrón y reconoció su insensatez: «Ay, ¡me tendréis que perdonar si de vez en cuando todavía recaigo en mi antigua estupidez mundana!».
4. Y dirigiéndose a mí, continuó: «Pues sí, Señor, ¡como si no fuera una verdad como un templo que eres omnisciente! ¡Nunca será necesario que te cuenten acontecimiento ninguno para que lo conozcas! Pero ya ves que aun así dentro de mí se alimenta el deseo evidentemente estúpido y mundano de querer contarte algo como a cualquier amigo de la Tierra, un deseo de contártelo como si aún no lo supieras.
5. Estoy convencido, Señor, que me perdonarás este vestigio mundano; ¡en adelante procuraré no cometer semejantes disparates!».
6. «Bueno, mi querido hijo Martín, en realidad acertaste bastante bien en lo que se refiere a relatar o contarme algo. Pues a todos los niños les gusta charlar con sus padres, y más todavía conmigo.
7. Si Yo por ser omnisciente no dejase a mis hijos y niños que me contasen algo, difícilmente habría alguna vez una conversación entre Yo y vosotros. Pero como deseo que mis hijos nunca se vean privados de una alegría, quiero que me cuenten todas las experiencias que tienen, cuando y donde fuere.
8. Os digo que Yo sólo tengo alegría con todo aquello que alegra a mis hijos. No son mi Divinidad, mi sabiduría, mi Omnipotencia y mi Omnisciencia las que constituyen la mayor felicidad de todo mi ser, sino mi gran Amor para con mis verdaderos hijos que me aman, como todos vosotros aquí.
9. Podéis creerme: ¡en la misma cruz fui infinitamente más bienaventurado que cuando con mi Palabra omnipotente empecé a formar el cielo y la Tierra! Porque como Creador me encontraba como juez implacable en el centro de mi eternamente inaccesible Divinidad, mientras que clavado en la cruz fui un Padre accesible, lleno de Amor. Entonces estuve rodeado de unos cuantos hijos, aunque estos aún no habían reconocido del todo al Padre en mí porque para ello el Hijo crucificado, es decir, el cuerpo del Padre, era un tropiezo; pero aun así me amaban de todo corazón como Hijo del supremo Padre.
10. En verdad os digo: un corazón que me ama verdaderamente me da más que todos los Cielos y mundos con su magnificencia. Yo dejo noventa y nueve Cielos atrás para buscar un corazón que puede amarme.
11. ¿Dónde está la madre en cuya casa hubiera una fiesta con música y toda clase de distracciones, y que cuando oyera llorar a su hijo recién nacido no abandonara en seguida a los muchos convidados para ver qué le pasaba? Pues de los invitados recibe gratitud y aprecio, pero en el niño palpita un corazón en el que está sembrado el amor a su madre.
12. Os digo a todos: esta madre abandonaría noventa y nueve fiestas más esplendorosas para correr hacia su hijo, movida por el futuro amor de él; pues la menor chispa de un verdadero amor vale más que mil mundos por más esplendorosos que sean.
13. Si una madre terrenal actúa de esta manera, cuánto más lo haré Yo que para mis niños e hijos soy todo en toda plenitud: Padre por mi Corazón y Madre por la Paciencia, Mansedumbre e infinita Bondad.
14. Por ello, amados míos, ¡no dudéis en contarme lo que veis y experimentáis para alivio del amor de vuestros corazones! Porque me regocijo de mis más maravillosas creaciones sólo cuando ellas os regocijan...
15. ¿Acaso la madre no entiende lo que su niño le dice balbuceando? Y pese a ello, cuando su niño mimado le llama por primera vez “¡mamá!”, por poco articulado que esté, le da mil veces más alegría que la disertación más sapiente de un sabio.
16. ¿Qué son los pensamientos más sublimes sobre mundos, Soles, pueblos y ángeles, comparados con el grito “¡mamá!”, surgido del corazón de un niño en el que brota el amor? Lo mismo pasa en mi caso... Para mí no puede haber algo más sublime que me ame un hijo y que, nada más despertar de su previo inevitable letargo como criatura limitada, me llame con su propio impulso absolutamente libre: “¡Padre, mi querido Padre!”.
17. Por lo tanto, Martín, en adelante no refrenes el impulso de tu corazón, ¡y eso vale también para todos vosotros! Aprecio infinitamente más el candor infantil que la sabiduría más profunda de un querubín. Ya en la Tierra manifesté lo mismo a mis discípulos cuando les dije: “Entre todos los que desde el principio de la Tierra nacieron de mujeres no ha habido ninguno mayor que Juan el Bautista. Pero en adelante, el menor de mi Reino del Amor será mayor que él”.
18. Ahora nuestros anfitriones acaban de preparar las mesas y el sabio se está acercando para invitarnos a la comida. Veamos de qué manera nos presentará la invitación... Una cosa: nos sentaremos a la gran mesa conforme al orden que nos proponga. Así sea».
1. El sabio hizo una gran reverencia y dijo con el mayor respeto: «Señor, Dios, Padre de tus hijos y todopoderoso Creador de todas tus obras infinitas, hemos cumplido con tu santa Voluntad en la medida que podemos y hemos servido diversas comidas y bebidas en la gran mesa. Ahora dispón según tu santa Voluntad».
2. «Muy bien hecho. Pero ahora, como superior de toda esta comunidad, determina junto con el amo de esta casa la distribución de los asientos, e indícanos dónde debemos sentarnos».
3. El sabio y el amo de la casa estaban asustados. «Señor, nosotros que somos unos gusanos ante ti ¿cómo vamos a atrevernos ni siquiera a pensar en indicarte un sitio?», me preguntó Uhron. «¡Semejante blasfemia debería matarnos instantáneamente para siempre! ¡Además de por sí todo es tuyo, completa y eternamente! Cada sitio en el que Tú estés es el principal, el supremo y más santo, mientras que nosotros...
4. Señor, te rogamos que de ninguna manera nos ocultes tu santa Voluntad sino que siempre nos la reveles para que podamos cumplirla en todos los detalles. La acogeremos en nuestros corazones como la joya más santa y siempre estaremos ansiosos por cumplirla minuciosamente con todas nuestras fuerzas.
5. Por lo tanto concédenos la Gracia de retirar esta petición tuya que nos obligaría a fijar según nuestro modesto entendimiento los sitios donde Tú y tus sublimes hijos os sentaréis en la gran mesa».
6. «De nuevo has acertado, pues fue tu amor para conmigo el que te enseñó a hablar de esa manera. Pero ya que reconoces mi Voluntad como la joya más santa en vuestros corazones, tú y el amo de esta casa tendréis que aceptar mi demanda y actuar de acuerdo con ella. De lo contrario sólo hablarás muy acertadamente acerca de mi Voluntad, mientras que a la hora de la verdad, cuando te haga un encargo, pensarás que me insultas si cumples lo que te he pedido... Por eso haz lo que te digo y después verás por qué quiero que lo hagas».
7. Ante estas palabras, el sabio y el amo de la casa se inclinaron profundamente y ambos reflexionaron ansiosos sobre lo que harían. ¿Qué sitio podrían ofrecerme, si todos les parecían iguales? Sus sitios tradicionales no les parecían adecuados porque al ofrecérmelos se honrarían a sí mismos. De modo que le daban vueltas al asunto sin que se les ocurriera una solución.
8. Por eso el sabio se dirigió a Martín para ver si les podía aconsejar.
9. Éste se encogió de hombros y le respondió: «Pues sí, amigo mío, es difícil aconsejar en esto. ¿Pero no habéis previsto un sitio para el amor?».
10. Ambos arquearon las cejas y reconocieron: «Amigo, de veras, ¡nunca hemos tenido tal sitio! ¿Qué haremos ahora?».
11. «Pues ¡preparad uno y todo saldrá bien!».
12. «Pero ¿qué características ha de tener un sitio semejante?».
13. «¡Dirigios a las tres hijas de esta casa que se encuentran al lado del Señor y ellas os lo dirán en seguida!», les aconsejó Martín.
14. Sin demora los dos sabios preguntaron al respecto a las tres hijas de la casa.
15. Éstas pusieron las manos en el corazón y dijeron: «Mirad, ¡aquí está el real sitio para el Señor de toda Gloria! Por lo tanto no cavilad mucho con vuestra mente sino atraedle con vuestros corazones, en los que el sitio primero será el real».
16. En este momento a ambos se les encendió una luz y comprendieron lo que Yo quería de ellos. Acercándose a mí se inclinaron profundamente, volvieron a levantar sus cabezas y me dijeron:
17. «Señor, Dios y Padre, ¡únicamente a ti sea toda la alabanza, toda gloria, nuestro amor y nuestra gratitud! Con la ayuda del hermano Martín y estas tres hijas nuestras hemos podido conocer y asimilar tu santa Voluntad.
18. Mira, ¡aquí en nuestro pecho hemos establecido el primer sitio para ti, que suponemos que será el más real, y, después de ti, también para todos los demás hermanos y las demás hermanas! ¡Por eso, santo Padre que eres lleno de Amor, ven con todos los que amas y ocúpalo por todas las eternidades!
19. Pues, ahora sabemos que la mesa arreglada con tanto alimento material no es más que una correspondencia externa de aquello que quieres que preparásemos internamente en nuestros corazones.
20. Nuestra mesa interna de vida aún no está ni mucho menos tan abundantemente dispuesta con todos alimentos que te gustan como esta externa de aquí; pero aun así, santo Padre, ¡bendícenosla para que en adelante se enriquezca a través de obras de amor, humildad y mansedumbre, en medida que te parezca óptima. Entonces, santo Padre, ¡también nosotros podremos cantarte un verdadero y eternamente válido “hosanna”!
21. ¡Tu nombre que es tu santa y todopoderosa Voluntad sea alabado durante todas las eternidades!».
22. «Muy bien, mis nuevos hijos queridos. Si continuáis como ahora, entonces todo lo que os ha sido prometido se realizará hasta en el menor detalle. Bueno, ¡y ahora tomemos también asiento en esta mesa externa!
23. Bendeciré los alimentos para vosotros y con vosotros celebraré una comida consagrada al Amor. Todos que participan en ella me recibirán en sus corazones, con lo que tendrán dentro de sí la Vida eterna y la verdadera Luz.
24. Por ello sentémonos ahora todos a la mesa. ¡Pero que nadie busque un sitio sino que tome el más cercano porque lo externo carece de importancia, lo único que cuenta es lo que está dentro de vosotros! Así sea».
25. Todos se dirigieron a la mesa y esperaron a que me sentara. Cuando me hube sentado en el sitio más cercano y conmigo las cinco doncellas, Juan, Pedro, Martín, Borem, Corel y todos los demás que habían venido con nosotros, también los habitantes del Sol se sentaron frente a nosotros, con Uhron y Shonel, el amo de la casa, frente a mí.
26. Una vez todos acomodados en la gran mesa, unas treinta mil personas, bendije la comidas y la bebida y animé a todos a que se sirvieran. También Yo comí y bebí como los demás, y los habitantes del Sol estaban llenos de suprema alegría por verme comer y beber con ellos.
1. Pronto los alimentos fueron consumidos. Todos se sorprendieron de su gusto extraordinario y de la confortación experimentada. Como la mesa quedaba vacía, Uhron y Shonel me preguntaron con toda humildad:
2. «Querido Padre, sería tu santa Voluntad que volviéramos a llenar le mesa a toda prisa?».
3. «No es necesario porque todo aquél que ha comido una vez en mi mesa se ha saciado con la Vida eterna», les expliqué, «y no tiene que recibirme más que una sola vez para guardarme por toda la eternidad.
4. Ahora hay todavía otro asunto pendiente y también en este caso se trata de un alimento no material sino espiritual:
5. Estas tres hijas que vinieron a mi encuentro y que fueron las primeras en reconocerme con todo el ardor de sus corazones han aprobado un gran examen, por lo que voy a aceptarlas en medio de mis hijos, pero eso sólo si estáis de acuerdo. Porque el privilegio de poder vivir en vuestro cuerpo físico hasta cuando queráis no os será quitado. Por eso comunicadme vuestra voluntad: si os parece bien que reduzca su vida en este mundo para llevarlas conmigo».
6. «Santo Padre, puesto que de todos modos nuestra vida, nuestra forma y toda nuestra existencia son cosa de tu santa Voluntad, y puesto que todos somos obra tuya y no nuestra, ¿cómo vamos a manifestar cualquier parecer propio?
7. Señor, ¡haz lo que te parezca bien y siempre será de todo agrado a nuestros corazones porque desde ahora tu santa Voluntad es nuestro amor y nuestra vida! Tú despertaste a estas tres queridas hijas nuestras y nos las diste; por lo tanto siguen siendo tuyas y las puedes llevar en cuanto quieras. ¡Tu santa Voluntad sea alabada eternamente!».
8. «Hijos míos, vuestras razones me gustan porque no vienen de vuestra mente sino de vuestros corazones. Por lo que estas tres, tal cual las veis, ya no se encuentran en sus cuerpos físicos de este mundo sino en el puramente espiritual. Pues se transformaron en el mismo momento en que en vuestros corazones disteis vuestro feliz consentimiento. ¿Acaso notáis en ellas diferencia entre antes y ahora?».
9. «No vemos la menor diferencia», reconocieron Uhron y Shonel. «¿Cómo ha ocurrido y cómo debemos interpretarlo? Porque nuestros difuntos nos parecen espíritus mucho más ligeros y etéreos, mientras que nuestras tres hijas dan la impresión de que todavía tuvieran su cuerpo físico de antes. Además, de nuestros difuntos queda el cuerpo que luego llevamos a un lugar determinado donde pronto se disuelven. Pero en el caso de estas tres hijas nuestras tampoco ha quedado un cuerpo. ¿Cómo es esto posible?».
10. «Hijos míos, sabed que aquellos cuyo amor es tan ardiente y poderoso como él de estas tres, serán transformados por su vehemente amor hacia mí, mientras todavía estén en sus cuerpos. Su carne es pronto disuelta, purificada y absorbida por el fuego de su espíritu sin que para eso haga falta que el cuerpo físico sea antes totalmente separado del ser espiritual.
11. Por lo tanto, en vuestro amor hacia mí, seguid al ejemplo de estas tres y el proceso de vuestra transformación será idéntico. En verdad os digo: quien me ama de tal manera que por amor hacia mí lo abandona todo, será transformado de la misma manera que estas tres».
12. Martín observó: «Señor, supongo que sería bueno que lo mismo pudiera realizarse también en nuestra pequeña Tierra. ¿Pero será que la sustancia de los cuerpos de mis hermanos de allí es demasiado tosca para semejante transformación?».......
13. «La Tierra no es lo que es el Sol ni el Sol es lo que es la Tierra. Pero tanto en el Cielo como en el Sol y como en la Tierra, Yo soy igual y por consiguiente también mi Amor, su fuerza y su efecto.
14. También en la Tierra hay muchos ejemplos de tal transformación, en los tiempos antiguos y últimamente. Pero al efecto necesariamente tiene que preceder su causa. Cuando no hay suficiente calor la cera no puede derretirse y menos todavía la roca. ¿Lo comprendes?». 15. «Sí, Señor, lo comprendo perfectamente porque yo mismo fui parecida cera o roca, con demasiado poco calor dentro de mí ni siquiera para ablandar la cera y menos todavía para que se derritiera el duro mineral de mi materia... Supongo que habrá no pocos hermanos en la Tierra cuya materia no será rocosa sino diamantina; estos, por supuesto, difícilmente podrán ser transformados como las tres hijas del Cielo...».
16. «Discutir eso ya no es asunto de nuestra actividad aquí. En fin, sabes muy bien que para mí mucho es posible. ¡Te digo que también en las tumbas suceden milagros que no pueden ser vistos u observados con los ojos físicos de los hombres de la Tierra!
17. Pero ahora basta ya de eso porque nos espera otra tarea. Os digo que nuestro enemigo ya nos viene con otra andanada. ¡Preparaos, pues!».
1. «¡Siempre y otra vez este malvado perturbando el orden! Señor, si tan sólo tuviera un chispa de tu Omnipotencia le ataría a algún astro donde pudiera morirse de asco durante todas las eternidades. Porque si al malo no se le para de una vez para siempre entonces, eternamente, no habrá mejora en los pobre mundos.
2. Me imagino, Señor, que tu creación ya existe desde hace unos millares de años terrenales e incluso solares...
3. Durante todos estos inimaginables espacios de tiempo, y antes, Satanás ha existido y era igual de malo que ahora. Todas las infinitas pruebas que ha tenido que pasar y los severos castigos que le han tocado no le han mejorado ni un palmo. Y las eternidades siguientes tampoco podrán con él más que las pasadas.
4. ¡Por eso diría yo que, considerando tales circunstancias, habría que sujetarle en cualquier astro totalmente deshabitado para que todo el resto de la creación pueda vivir en paz, de una vez para siempre!
5. Porque si Tú, Señor, continuamente le concedes una cierta libertad, aunque sea muy limitada, nunca habrá una mejora en todo el infinito y siempre seguiremos teniendo grandes problemas con él.
6. Tú, Señor, por supuesto ves las relaciones mucho mejor que uno de nosotros, con lo que sabes mejor que nadie por qué tratas a Satanás con tanta indulgencia y paciencia. Yo por lo menos entiendo este asunto tal como te lo he dicho. Tú, seguramente, actuarás de acuerdo con tu eterno Amor y tu Sabiduría, pero como ya te he manifestado, yo trataría con él a mi manera...».
7. «Mi querido hijo Martín, hablas lo que tu sabiduría te enseña, y otro hablaría de otra manera. Pero quien mirase en las profundidades de mi sabiduría, hablaría como Yo.
8. Dime, ¿qué importa si este ser estropea algo, puesto que nosotros podemos arreglarlo? ¿No has pasado tú mismo por su escuela en la Tierra, quedando muy dañado? Y ya ves, ¡aquí estás rehecho para siempre!
9. Y dime, ¿te importa todavía lo que te pasaba en tu antiguo estado dañado? Dices que eso ya no te importa en absoluto... Bueno, ¡lo mismo pasará a trillones de otros como tú!
10. Hay muchos enfermos que sufren mucho. Pero les podemos ayudar. Y una vez curados, ¿acaso padecen todavía por su antigua enfermedad? ¡Seguro que no! Porque uno que está sano del todo rápidamente olvida cómo se encuentra un enfermo; por eso tiene en general demasiado poca compasión con el sufrimiento.
11. Lo mismo pasa ahora en tu caso: estás sano y salvo para siempre, y dolor, miedo y susto ya no existen para ti; sin embargo, un enfermo los siente.
12. Por lo tanto, los que somos sanos y poderosos tenemos que tener mucha paciencia con Satanás que está muy enfermo, y es precisamente con su gran enfermedad con la que nos tiene que servir.
13. ¿No pensarás que el Satanás juzgado puede hacer todo que le da la gana? Pues estarías muy equivocado.
14. No puede más de lo que le está concedido. Su voluntad es totalmente malvada, pero sin mi consentimiento no puede cumplirla. De momento aún no puedes comprender por qué consiento de vez en cuando que pueda realizar algo de su malvada voluntad. Pero en cuanto hayas adquirido más experiencia a través de tu actividad en el amor, comprenderás mucho de lo que de momento aún no puedes asimilar ni lejanamente.
15. Pero Yo no refrenaré tus ideas. Si quieres conjurar a Satanás para conseguir una paz eterna en todo el infinito, realmente no tengo nada en contra. Incluso voy a proveerte de poder suficiente para que puedas dominarle según tu propósito. Tu voluntad se cumplirá, pero cuida que finalmente no tengas que volver a desatar tú mismo los lazos con los que piensas atarle. Ahora haz lo que te parezca bien, ¡la fuerza y el poder ya te los he dado!».
16. «Señor, teniendo la fuerza y estando dentro de tu Voluntad, ya podré con ese malote. ¡Pero por lo menos uno de los hermanos tendrá que acompañarme!». «No sólo uno sino que te acompañarán Pedro, Juan, Borem, Corel, Uhron y Shonel, y eso con el medio de transporte más rápido. Porque en el ancho cinturón central del Sol, precisamente en el lado opuesto a nuestros pies, Satanás ha causado muchos daños y está pasando sus límites... Allí lo encontrarás lleno de rabia y dolor, con una faena muy pesada. ¡Procede con él como te parezca bien! Así sea».
17. «Te doy las gracias, Señor. ¡Con este apoyo tuyo todo saldrá bien! Por lo tanto, ¡adelante, hermanos, lo más rápido que podamos, porque si no el malvado destruirá aún medio Sol!».
18. A esta invitación Pedro respondió: «Bueno, tratándose de la manera más rápida, la del pensamiento, ya estamos, ¡sin haber movido un pie!».
1. Martín miró por todos los lados y no pudo ver ni los restos de una sola casa. Tampoco vio al Señor sino únicamente a sus compañeros antes nombrados. Alrededor todo estaba destruido y humo y columnas de fuego salían del suelo desbastado con gran ímpetu. Acá y allá se formaban precipicios y se abrían cráteres enormes que estaban llenos de brasas rugientes. De ellos salían de vez en cuando masas compactas del tamaño de la Tierra, lanzadas al gran espacio del universo. Aquí y allá algunos de estos proyectiles volvían a caer en los cráteres y, como arrastraban enormes cantidades de agua, esta producía un gran ruido al precipitarse en las brasas, originando nuevas explosiones de vapor, y todo ello con una fuerza capaz de lanzar un mundo como la Tierra a millones de millas en el espacio.
2. Al ver que las fuerzas activas de estos cráteres jugaban con masas compactas del tamaño de la Tierra como en la misma Tierra el viento juega con los copos de nieve, Martín quedó sobremanera asombrado y dijo: «Hermanos, ¡esto es más de lo que un simple espíritu humano puede asimilar, pues es una manifestación de fuerzas increíbles! ¿Y todo eso es obra del malvado enraizado Satanás?».
3. «Por supuesto», le respondió Pedro. «Si nosotros no le ayudamos y otros tampoco, ¡tendrá que ser obra únicamente suya!»
4. «¿Pero dónde se encuentra, para que podamos ir allí y acabar con él?».
5. «No hace falta que vayamos a su encuentro porque en seguida te hará el honor de presentarse sin ser llamado. Ves, allí encima de un cráter ya se está levantando, ardiendo como el mineral enrojecido que acaba de salir de un horno de fundición echando chispas. ¡Prepárate pues a recibirle y no le permitas que se acerque demasiado a ti porque podría hacerte entrar en calor!».
6. «¡Créeme que no se me acercará demasiado!».
7. A eso, y sin rodeos, Martín dirigió palabras poderosas a Satanás: «¡Para que haya paz para todos los seres creados, el poder del Señor en mi te mantenga eternamente inmovilizado allí encima de aquel mar de brasas ! Y para que cualquier intención de tramar nuevas barbaridades se desvanezca en ti desde el principio, ¡que montañas grandes como la Tierra y duras como diamantes te tapen herméticamente! ¡Así sea en nombre del Señor!».
8. Nada más pronunciar su conjuro este se cumplió. Pero no tardó mucho y Martín preguntó a Juan: «Hermano, tú que en aquel tiempo escribiste el Apocalipsis tal como el Espíritu del Señor te lo dio para el mundo, dime según tu criterio: ¿Está bien como he procedido con el malo?».
9. «Pregunta a tu conciencia y averigua si actuaste de acuerdo con el Orden de Dios. Te digo que tienes la misma edad que aquél al que acabas de conjurar. Y antes de que el Señor te agarrara también fuiste malvado. Si por eso el Señor hubiera procedido contigo como tú ahora con Satanás, ¿acaso habría sido de tu agrado?».
10. «Oh, hermano, ¡habría sido lo peor que me hubiera podido ocurrir! Dime, ¿acaso sufre dolores en este actual estado suyo?».
11. «Por supuesto, ¡y además los más inimaginables! ¿Te sientes ahora satisfecho al conocer los inauditos dolores que le atormentan?».
12. «Oh, hermanos, ¡eso no!, ¡que de ninguna manera sufra! Sólo quería imponerle una inactividad absoluta... Así que: ¡quitaos, montañas y brasas!».
13. En el mismo instante se cumplieron las palabras que Martín había pronunciado y, dolorido, Satanás se levantó de las brasas apagadas del cráter que todavía echaban vapor. Estaba llorando amargamente...
14. Viéndolo, Martín dijo: «Hermanos, a pesar de su antigua maldad tengo una gran compasión por el pobre diablo. ¿Y si ahora le llamásemos para recomendarle caminos por los que llegaría a un estado mejor? Es evidente que no le falta inteligencia, pero lo que sí le falta es buena voluntad. Yo diría que hasta su propia inteligencia debiera inclinar un día esta testaruda voluntad suya... ¿Qué es lo que os parece?».
15. «Ahora tienes toda la razón. Así lo requiere la Voluntad inalterable del Señor», le respondió Juan. «Pero tu mismo llegarás a la convicción de que no hay más que una sola manera para vencer a Satanás: por el largo camino del continuo juicio mediante la creación material. De esta manera se volverá más y más débil e impotente con el tiempo y, consciente de su debilidad, tendrá que consentir muchas cosas que en un estado de pleno poder y de absoluta libertad jamás consentiría.
16. No obstante, ¡haz la prueba y te convencerás tú mismo de qué naturaleza son su inteligencia y su voluntad! ¡Convócale y en seguida estará aquí!».
1. Martín le llamó únicamente con la fuerza de su voluntad y en el mismo instante Satanás, en forma humana pero en un estado miserable y cubierto de quemaduras, se encontró ante él. En seguida Satanás preguntó:
2. «¿Qué más quieres hacerme? ¿Acaso aún no basta con que me hayas puesto en el estado tan miserable en el que ahora estoy delante de ti? ¿Acaso quieres hacerme aún más miserable? ¿Qué te hice? ¿No eres feliz, tan feliz como sólo un espíritu puede serlo, y eso eternamente? ¿Piensas aumentar tus eternas delicias exponiéndome a más torturas? Oh, débil espíritu, ¡mucho te falta todavía para volverte perfecto y para que comprendas el eterno Orden de la Divinidad!
3. Me tomas por el ser más malvado que existe y, por consiguiente, por el más detestable y abominable ante el Cielo. Pero te pregunto: ¿cuándo te he insultado alguna vez como tú a mí?, ¿qué mal te he hecho jamás? En la Tierra, ¿no fuiste tú mismo quien por libre decisión violaste las leyes de Dios sin que yo necesitara insinuártelo? Si te hubiera tentado, ¿no piensas que cuando llegaste al reino de los espíritus el Señor me habría exigido responsabilidades a mí y no a ti?
4. Con la ayuda del Señor limpiaste el mar de tu maldad de todos los monstruos que allí había y así eliminaste tus pecados. Incluso sacaste aquel enorme dragón que pretendías que era yo... ¡Aunque estabas muy equivocado al respecto porque aquel dragón eras tú mismo en toda tu vil sensualidad carnal! ¡No yo!
5. Por supuesto también me tienes dentro de ti, porque todo tu ser, salvo el espíritu muy interno, soy yo. Igual que en tu Tierra, también enteramente hecha de mí substancia, el Señor formó a la mujer sirviéndose de una costilla de Adán, tú y toda la creación estáis hechos de mi substancia. Pero ni me lamento por lo que me ha sido quitado ni tampoco lo juzgo... ¿Para qué, además, si cada uno tiene la palabra de Dios dentro de sí, palabra que ya juzga a cada cual, siempre y donde fuere? Siendo así, ¿por qué me juzgas y condenas continuamente y alimentas un inextinguible odio contra mí?
6. ¿Acaso estás todavía furioso por aquella vez que me transformé y tuve que apartarte con un empujón cuando querías darme un beso ante el Señor? ¡Ten en cuenta que si no te hubiera empujado habrías acabado en el gran charco de tu vil sensualidad! Con el bien que te hice, ¿acaso merezco ahora que me trates de esta manera?
7. Si ahora ha habido unos seísmos en el suelo solar, sabe que tuve que provocarlos porque de lo contrario este astro se habría vuelto inepto para prestar sus futuros servicios. Le pasaría lo mismo que a un animal que continuamente comiera sin poder deshacerse de sus excrementos... En estas condiciones, ¿cuánto tiempo podría todavía vivir y ser útil?
8. Mira, al igual que tú también yo soy un siervo de la Divinidad, aunque limitado, provisto de muy poca libertad. Estoy obligado a hacer lo que hago y si en toda la eternidad fallo alguna vez un poco, siento el látigo implacable sobre mi espalda. Entre todos los siervos soy el último y el inferior, con lo que hasta ante el Creador soy el más miserable y despreciado. No puedo hacer otra cosa sino todo aquello que estoy condenado a hacer, a pesar de tener una inteligencia perfecta... Te digo que muchas veces me gustaría hacer algo distinto, con lo que siento aún más mi miseria...
9. ¿Cómo te sentirías tú, si el Creador, en vez de servirse de mí se sirviera de ti para los mismos fines ? ¿Te gustaría que te viniera un Martín de esos e hiciera contigo lo mismo que tú acabas a hacer conmigo...? Ahora habla tú, porque yo ya he hablado bastante».
1. «Satanás, miserable, como te he escuchado con mucha paciencia ante todo estos testigos de naturaleza bondadosa, espero que también tú me escucharás ahora pacientemente», le respondió Martín. «En nombre del Señor te advierto que esta vez sólo hemos venido a ayudarte, para siempre, o a juzgarte, también para siempre.
2. Acabas de hablarme mucho acerca de la situación y condición evidentemente lamentable en la que te encuentras ya desde hace incontables épocas de creaciones. Pero ¡soy testarudo y te digo francamente que no te creo ni la mitad de todo ello!
3. Que seguramente lo estás pasando mal, tal vez inconcebiblemente mal, lo acepto de buen grado. Pero lo que presentas como causa de tu gran miseria, eso, por supuesto, no te lo admito. ¡Pues conozco bastante bien la Bondad y la Paciencia del Señor, su Amor, Paciencia y Mansedumbre, y sé de su increíble Indulgencia con nosotros que somos sus criaturas! ¿Cómo, entonces, voy a creer, ni mucho menos, que el Señor haya podido crearte únicamente para el mayor sufrimiento de todo el universo, si en ninguna parte hay un ser que pueda acusar al Señor de tamaña crueldad...
4. Incluso yo mismo no lo pasé nada bien cuando llegué a este mundo verdadero. Fui miserable, pasé hambre y sed, y un aburrimiento que convertía minutos en milenios de años. Pero todo aquello aconteció para que me despertara, con el fin de introducirme en el Reino de la eterna magnificencia de Dios. Ahora, en este Reino, reconozco cada vez más que todos aquellos estados aparentemente miserables no fueron sino una manifestación del supremo Amor de Dios, para que a través de ellos me purificara y me volviera capaz de acoger en mí el actual Amor del Padre, en toda plenitud.
5. Si me hubiera quitado un poco antes de encima mi antiguo orgullo episcopal, y ahora reconozco que habría resultado muy fácil con sólo haberlo querido, entonces pronto lo habría pasado mejor. Pero fui inflexible y no quise, pues me animaba el orgullo episcopal y una sensualidad monstruosa surgida de él. De modo que tuve que sufrir, pero no por la Voluntad del Señor sino únicamente a causa de la mía propia, voluntad que no es ni mucho menos culpa tuya y menos todavía del Señor.
6. De modo que estoy profundamente convencido que nadie más que tú mismo tienes la culpa de tu miseria. Si en este mismo momento te dirigieras al Señor como hijo verdaderamente perdido que vuelve al seno de su Padre santo y eterno, te digo que quiero ser eternamente en lugar tuyo el ser más miserable de todo el infinito, si Él no viene instantáneamente a tu encuentro lleno de Amor y con los brazos abiertos, acogiéndote como a su hijo más querido con la mayor fiesta de todos los Cielos.
7. ¡Hazlo por tu propia iniciativa y tu gran miseria acabará inmediatamente! Y a mí perdóname que tantas veces fuera inflexible y te imputara mis pecados... Ahora reconozco que todo eso corre de mi cuenta y quiero ser eternamente amigo tuyo si aceptas mi sugerencia y actúas de acuerdo con ella.
8. También reconozco que no soy quien para hacerte tal sugerencia, a ti que eres el primer y mayor espíritu surgido de Dios. Pues sé que aun ahora, en el juicio en que te encuentras, tu sabiduría y fuerza son tan infinitamente mayores que las mías que yo, verdadera nada comparado con tu grandeza, jamás lograré asimilarlas. Pero precisamente por el hecho de que te admiro por tu grandeza y te estimo sobremanera por ser el primogénito de Dios, desearía, como todos los Cielos, que por fin volvieras de una vez a Él, a tu Padre.
9. Han pasado eternidades durante las que continuamente intentaste superar a Dios el Todopoderoso, sirviéndote de todos los medios posibles que tu profunda sabiduría y tu enorme poder pusieron a tu disposición. Pero aun así no conseguiste nada sino que, por el contrario, te has vuelto cada vez más desdichado, más débil y más miserable. Nada ganaste a no ser un furor que te consume y la ira ante Dios.
10. ¿Cuántas veces habrás recibido invitaciones parecidas o mejores que la mía actual? Pero todas han resultado vanas ante tu testarudez incomprensible. Pero seguro que hasta ahora nunca un mensajero miserable como yo se acercó a ti con tal propósito, por eso ¡haz una excepción y vuelve conmigo!».
11. «Esta vez realmente has hablado amable y afablemente», contestó Satanás. «Por eso te perdono todas las groserías que me dijiste. Pero respecto a tu proposición ya algo usada sólo podré contestarte cuando en todo el inmenso espacio de la creación ya no haya ningún Sol ni ninguna Tierra dura que aprisione mi ser.
12. Porque mi “yo” es el enorme espacio. Pero como este “yo” mío se encuentra en juicio, ¿cómo podría librarme del juicio en toda mi totalidad? Lo que aquí ves delante de ti no es sino el núcleo vital más íntimo de mi ser, que para tus sentidos es infinito. Si puedes darme lo que pido, te seguiré inmediatamente».
13. Martín clavó la mirada en Satanás y después de un instante le respondió con énfasis: «Sí, ¡absolutamente todo!, y por eso, miserable primogénito de Dios, ¡sígueme ahora!».
14. «¿Con qué vas a garantizarme tu promesa como absolutamente cierta?».
15. «Con el infinito Amor de Dios, tu Padre. ¿Te basta?».
16. «Amigo Martín, es evidente que dentro de tu entendimiento limitado, vienes con buenas intenciones. Tu garantía es buena y aceptable para espíritus limitados como tú. Pero otro asunto es si también puede ser suficiente para mí; pues, tienes que tener en cuenta que yo, tanto como Dios, soy un espíritu infinito aunque haya surgido de él.
17. Fácilmente encontrarás alimento en abundancia para un mosquito. Para un elefante ya te costará más; y te costará mucho más todavía para un gigantesco leviatán que para saciarse necesita mordiscos del tamaño de montañas...
18. El infinito Amor de Dios para con seres finitos será más que suficiente para saciarlos a todos eternamente. Pero para un espíritu infinito de igual condición sólo podría ser suficiente si no tuviera que alimentarle sino a él.
19. Pero además de alimentarle a él tiene también que saciar infinitos seres, cada uno de los cuales necesitará, en el transcurso de los tiempos, todo en medida infinita... Ya ves que hasta el Amor infinito de la Divinidad tiene aquí inevitablemente sus límites porque a base de una infinidad suya tendría que mantener dos, lo que no puede ser.
20. Aun ahora, en todo el espacio de la creación, necesito infinitamente mucho, física y moralmente, y eso en mi estado de férrea cautividad. ¡Cuánto más necesitaré en el estado de mi libertad recuperada!
21. A todos los aquí presentes os digo: ¡por vosotros mismos es por lo que no vuelvo!, ¡porque si volviera todos pereceríais! Nadie más que yo sabe lo grande que es Dios, cuánto tiene y cuánto puede dar. Sólo yo sé que Él de ninguna manera puede mantenerme a mí y a vosotros, todos a la vez. Por eso prefiero continuar eternamente en mi antigua miseria para que vosotros, mis hijos, podáis disfrutar de la magnificencia que en realidad únicamente a mí me corresponde, ¡lo que celebro con todo mi corazón!
22. Reconozco que Dios es infinitamente bueno. Pero precisamente su infinita bondad hace de Él un derrochador. Si por amor hacia vosotros, mis hijos, no le hiciera frente, y si no le limitara a veces en su bondad demasiado exorbitante, podría ser que Él pronto tuviera que volver a la Tierra para allí buscar pan entre sus criaturas inclementes.
23. De modo que ya ves que el Amor ilimitado de Dios no puede ser una garantía aceptable para mí. Así que tendrás que ofrecerme otra más adecuada».
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1. «Desgraciado amigo, has expuesto ante nosotros de manera lógica los motivos por los cuales el infinito Amor de Dios no te puede servir como garantía, puesto que tú mismo eres un espíritu infinito. Yo diría que si cedieras un poco en tus exigencias y te conformases con lo mismo con que lo que se conforma cada uno de nosotros, lo que seguramente sería enormemente más de lo que ahora tienes, tu nueva condición resultaría entonces para ti infinitamente mejor que la actual... En tal caso yo diría que el infinito Amor de Dios debiera ser garantía suficiente para tu vuelta...
2. Ahora, en el fondo, eres poco más que nada, tienes nada y sólo te toca sufrir. Mientras que si te decidieras, por lo menos te volverías lo que somos nosotros y eso sin necesitar más que lo que nosotros necesitamos. ¿No sería eso mejor que tu situación actual?
3. Dices que por amor a nosotros, tus hijos, estás haciendo un sacrificio inmenso, sacrificio que ninguno de nosotros te podría pedir. Pero ya que estás dispuesto a sufrir por nosotros, ¿por qué no haces por nosotros, como móvil para tu vuelta, el sacrificio de no exigirlo todo sino únicamente lo que cada uno de nosotros tiene? Seguro que entonces tu vuelta no causaría ni el menor trastorno en la gran despensa del Padre.
4. ¿Qué opinas? Pienso que se trata de una fórmula bastante realizable».
5. «Continúas hablando como entiendes las cosas, dentro de los límites muy necesarios de tu naturaleza y de tu entendimiento. Pero como te comportas muy amable y atentamente, estoy dispuesto a tratar contigo con toda paciencia. ¡Considera ahora lo que puede ser y lo que no puede ser de ninguna manera! ¿Es que me puedo volver más pequeño de lo que soy? ¿Acaso aún no entiendes que todo el espacio infinito de la creación no contiene otra cosa sino únicamente mi entidad indivisible?
6. ¿Acaso puedes quitarte los pies, las manos y un miembro tras otro para reducir de esta manera el sustento que necesitas? Pues sin pies te bastaría una blusa más corta que, si no tienes brazos, ni siquiera necesitaría mangas... Y el estómago necesitaría menos alimento para menos miembros; pero dime: ¿estarías de acuerdo?».
7. «Menos necesario sería eso en tu caso que en el mío», le contestó Martín. «Ten en cuenta que todo hombre tiene que dejar su cuerpo atrás, pese a que este fue todo su ser durante un tiempo. De modo que también tú podrías muy bien desprenderte de tu entidad material y conformarte con la espiritual como todos nosotros... Con tu gran cuerpo universal atrás, ya tomaría luego el Señor las disposiciones más sabias y adecuadas como lo hace también a escala reducida con nuestros cuerpos. Nosotros estamos más que contentos con nuestro cuerpo espiritual muy noble. ¡También tú podrías estar igual de contento».
8. «Amigo, no haces más que hablar del asunto desde tu entendimiento limitado. Pues no puedes, como yo, levantar la vista más allá de la creación que es mi entidad. Tienes buena voluntad y un buen corazón. Pero tu sabiduría no es más que un punto luminiscente en el infinito.
9. ¿Acaso no reconoces que todo lo que existe tiene que tener una base, un punto de apoyo, para formarse en él y para poder subsistir después? Cada fuerza precisa una fuerza antagónica para manifestarse como tal. Cuando dos fuerzas se oponen encuentran resistencia entre sí y se manifiestan por la reacción de sus polos opuestos. Unicamente por la acción competidora de dos fuerzas puede ser realizada una existencia.
10. Ahora escucha: Dios es la fuerza positiva más alta. Y yo soy la fuerza negativa más baja, pero tan infinita como la de Dios. ¡Dios podría manifestarse sin mí tan poco como yo sin Él!
11. Si de acuerdo con tu proposición volviera a la Divinidad, uniéndome con ella en su polaridad positiva, dime, ¿qué pasaría con toda la actual creación de Dios y mía? ¿No tendría que disolverse en nada? ¿No tendría todo que reintegrarse en nuestro ser primario, disolviéndose en las meras ideas que fueron y perdiendo la noción de la existencia que tenían?
12. Convénceme que la continuidad de todas las cosas puede lograrse de distinta manera, y te seguiré».
13. «¿Sabes?, a eso no llega mi sabiduría y supongo que incluso estos hermanos míos aún no habrán levantado su vista más allá del infinito. Pero que el Señor dependa precisamente de ti para mantener las obras hasta ahora creadas, eso lo dudo rotundamente.
14. Antes de su encarnación había una vieja Tierra y un viejo Cielo que evidentemente se basaban en ti, que fuiste el polo negativo. Pero al vestirse con la carne, el Señor anuló tu polaridad y la reemplazó por una más conveniente, más digna de Él, y duradera para todas las eternidades. Con ella remendó la creación que estaba en camino de desintegrarse por culpa de tu debilidad. De este modo lo antiguo tuvo que ceder para que algo totalmente nuevo lo reemplazara.
15. Digamos que antes de la encarnación tal vez fuiste una necesidad, pero desde después ya no representas ni más ni menos que cualquier otro espíritu, y ya no eres ni mucho menos necesario para el mantenimiento de las cosas. Por eso pienso que muy bien podrías reconocerlo y cumplir lo que te pido».
16. «Amigo, de nuevo te vuelves un poco descarado», le contestó Satanás con indignación. «Pero en fin, es perdonable por tu sabiduría limitada...
17. Escucha, tú que eres tan corto de vista, ¿quién ayudó entonces a la Divinidad para que pudiera realizar esa nueva creación? ¿No fui yo quien tuvo que perseguirle, tentarle y finalmente incluso ayudar a que le mataran, en lo que se refiere a la carne, para que así Él haya podido absorber mi naturaleza dolorosa y sufriente, de polaridad negativa, en su naturaleza positiva divina?
18. Esta naturaleza es en Dios precisamente lo que tú denominas su “infinito Amor”. Éste, como ya te he explicado antes, puede servir para vosotros que sois seres finitos... Pero para mí, que soy infinito y eterno, ¡de ninguna manera! ¡Y menos ahora que nunca debido a los incontables Soles y Tierras existentes que siguen siendo mi substancia!
19. Una vez que toda materia, como polaridad negativa, sea disuelta y absorbida en Dios, ¡entonces sí! Sólo entonces no hará falta que me niegue... Entonces, como espíritu desprovisto de todo lo mío, podré consentir en lo que ahora me estás pidiendo.
20. Entonces me volveré más pequeño de lo que soy y no necesitaré para mi sustento mucho más que tú ahora. Y tampoco podré ser un peligro para vuestra bienaventuranza. Pero ahora, si volviera contigo al Señor por las buenas ¡todos lo pasaríais mal! De modo que aún tendré que aguantar eones de años terrenales en este estado mío hasta que pueda aceptar tu deseo sin peligro para vosotros.
21. Hijo mío, soy muy consciente de la infinita dulzura de los Cielos, tanto como también de la horrible fatalidad de mi estado, pero no puedo remediarlo...
22. Un roble viejo ya no se dobla y menos todavía yo que soy el roble primordial de toda creación. Pero con el tiempo y las circunstancias necesarias también tu cortés deseo se cumplirá.
23. De momento valdría más que dirigierais vuestra vista hacia la Tierra donde van de mal en peor. Allí podríais esmeraros en vez empeñaros aquí, antes del tiempo, en hacer posible lo imposible. ¿Qué te parece, Martín?».
1. «Desgraciado amigo mío, puede que todo sea como acabas de explicarme con gran paciencia y amabilidad», le respondió Martín. «Pero lo que pasa es que, como todos los ciegos, soy desconfiado o, tal vez, más bien imbécil que desconfiado. Pues resulta que de ninguna manera me entra en la cabeza por qué ahora la creación no puede subsistir sin ti, y eso considerando que con tu vuelta a Dios no sólo no dejarías de existir sino que te volverías infinitamente más perfecto.
2. Por el Señor sé muy bien que tu existencia es precisa, según el Orden divino, para mantener los cuerpos y los seres naturales. Pero, ¿qué hay importante en la materia perecedera?
3. Una vez que te hayas vuelto perfecto, lo que depende únicamente de tu propia voluntad, ¡toda la materia resultará superflua! Como toda ella no es sino tu testarudez prisionera en el juicio, después de tu vuelta será disuelta en seguida y la esencia espiritual cautiva en ella por tu tozudez será purificada, según la Voluntad del Señor.
4. Por supuesto que nuestra existencia espiritual, la nueva Tierra y el nuevo Cielo, ya no tienen que ver nada contigo, pues encuentran sus polaridades que son el amor y la sabiduría, o lo bueno y lo verdadero, únicamente en el Señor.
5. Con toda razón llamaste nuestra atención sobre la situación en la Tierra que anda de mal en peor. Pero me atrevo a afirmar que si vuelves, aparecerán en el mismo instante en su divina pureza y perfección original no sólo la Tierra sino también toda la creación. Toda clase de maldad desaparecerá y todo lo que todavía hubiera debido atravesar el penoso camino de la carne y la materia, quedaría purificado instantáneamente con tu vuelta.
6. Pues todo el camino de la carne no es otra cosa sino una complicada separación de ti y una penosa liberación de la cautividad de tu juicio. En el momento en que acabase tu juicio, ¿para qué serviría aún la materia y para qué el penoso camino de la carne?
7. Diría que también yo he hablado la plena verdad, y eso de todo corazón y con las mejores intenciones. Actúa así y verás como todo resultará diferentemente de como lo imaginas».
1. «Amigo, lo mejor de tu forma de explicarte es que presentas ante mí tu gran estrechez de miras, con palabras muy cultas. ¡Pero tu entendimiento de estos asuntos y relaciones está atrasado una eternidad entera!
2. Tus palabras me confirman que no has entendido absolutamente nada de todo lo que acabo de explicarte. Por eso sería vano procurar iniciarte en las relaciones algo más profundas entre Dios y yo, pues las percibirías aún menos que antes.
3. Por lo tanto propongo que dejemos que uno y otro pueda continuar sus necesarias actividades. Pues con nuestras exposiciones mutuas no entendidas no alcanzaremos nada, eternamente. Comprendo lo que quieres pero tú no me entiendes, pues tampoco puedes penetrar todas esas relaciones... De modo que todo este intercambio de palabras contigo es un esfuerzo vano.
4. Pero como te comportas con mucha educación te diré algo que será muy útil para ti. Como todos los de tu mundo, también tú ves en mí la base de toda maldad, maldad que según vosotros origina en mí una soberbia sin par... Todavía toleraría esta expresión si la dignidad personal, que es la conciencia de la propia existencia, la autodeterminación de las propias fuerzas y una actividad consecuente muy necesaria, mereciera este nombre ultrajante. Pero ¿ cuál sería entonces tu caso, amigo Martín, pues es evidente que tu único móvil para convencerme de que vuelva es que buscas para ti el mayor elogio de todos los Cielos, por boca del Señor...
5. Tu lengua te ha procurado una gran victoria entre los habitantes de este mundo, por lo que el Señor te elogió grandemente. Él te ha distinguido ante todos tus hermanos de igual o mayor mérito. Y parece que ahora quieres cubrirte con la mayor gloria de los Cielos, con una victoria sobre mí. Te gustaría oír que pronto dijeran de ti: “Ved, ¡lo que millares de los espíritus más poderosos e incluso Dios mismo no han conseguido hasta ahora, el débil Martín lo consiguió!”.
6. ¿Qué te parece, Martín? ¿No es esta inclinación la mayor soberbia, aunque algo disimulada, una soberbia ante la que la mía, es comparativamente insignificante ? ¡Acaba con ella desde el fondo de tu interior! Después, tal vez, podremos continuar nuestra conversación... Sabe que yo soy luz, si me presentara ante ti en mi verdadera naturaleza. Por lo tanto tendrás que volverte absolutamente puro para que podamos tener después una conversación fructífera. Por eso ¡ve a purificarte de toda clase de inmundicias y a continuación vuelve y habla conmigo, la luz primaria de la eternidad!».
1. A estas palabras de Satanás Martín quedó desconcertado, tanto más cuanto que era consciente que realmente había dado en el blanco. Pro eso, cuando sus sentimientos algo alterados se tranquilizaron un poco, se dirigió a Juan: «Nadie está penetrado de la sabiduría del Señor como tú; por eso dime: ¿acaso debo creer a Satanás en este punto? En realidad, según mis sentimientos más íntimos, no está equivocado del todo...».
2. «Dejemos ahora este asunto aparte; pues dónde nosotros nunca hemos tenido éxito, también tu esfuerzo será vano. Ordénale en nombre del Señor que deje de molestarte. Y acto seguido volveremos a la casa del Padre; sólo Él hará con éste lo que quiera, que será lo más conveniente».
3. «Puesto que has advertido a Martín de esa manera», intervino Satanás, «¡menos que nunca voy a hacerle caso ahora, si manda que me calle! Sólo a él le concederé el honor de acompañarle hasta al Señor. Entre Él mismo y yo pondremos en claro todo este asunto que vosotros no podéis asimilar. Ahora volved a casa; os seguiré voluntariamente hasta al Señor».
4. «Lo sentimos pero tus intenciones nos son demasiado conocidas y sabemos que nunca eres más peligroso que cuando te vistes con capa humanitaria», le contestó Juan. «Por lo tanto, si te atreves, tendrás que ir tú sólo ante el Señor porque a nosotros no nos ha encargado que volvamos con su mayor adversario.
5. ¡Otra cosa sería si te hubieras convertido siguiendo el excelente consejo de Martín y si, arrepentido, hubieras vuelto como un hijo perdido al santo seno de su Padre! ¡Entonces habrías sido para todos nosotros el acompañante mejor venido! Pero así nos resultas realmente inútil...
6. Como lo has oído: si quieres dirigirte al Señor, el camino te es conocido más que de sobras. Pero en tu condición actual, ¡nunca deberás ni podrás andar en compañía nuestra! Así sea en nombre de nuestro y tu Dios y Señor».
7. Ante estas palabras de Juan, Satanás puso cara sombría y dijo con mal genio: «Si el Señor me manda en el futuro mensajeros de tu categoría, te juro por todo lo que es santo para mí que ni eternidades podrán hacerme volver a Él ¡aunque me castigue con el fuego de todos los Soles centrales!
8. Únicamente Martín podría conseguir algo de mí, ¡pero nunca Juan, Pedro o Pablo! ¡Date por advertido, tú, apóstol de Cristo, que eres un leño despiadado! ¿Acaso te imaginas que siento miedo o respeto ante ti o tus sentencias porque eres Juan el evangelista, chupatintas de la revelación? ¡Menuda equivocación por tu parte!
9. Te digo que aprecio mucho más a un moscardón creado por mí que a miles de profetas de tu especie. ¡Se te debiera caer la cara de vergüenza por la dureza de corazón con la que tratas a aquellos que, como tú, son obras del mismo Creador pero sufren, son miserables y son martirizados eternamente!
10. El Señor mismo os caracterizó muy acertadamente en la parábola del hijo perdido pues cuando el padre preparó una gran fiesta para el hijo perdido que había vuelto y los demás hijos se enteraron que allí había una gran celebración, acudieron y se quejaron ante él: “A nosotros que siempre te fuimos fieles nunca nos preparaste una fiesta. Pero al volver el rechazado, que te ofendió de manera tal que Cielos y Tierra se estremecieron, ¡a él le das tu sello y le preparas una gran cena!”.
11. Lo que el padre les contestó lo sabrás de sobra. Pero aun así sigues siendo el que eres: ¡lleno de dureza y crueldad en tu corazón, como los demás de tu especie!
12. ¡Menos Martín! A principios, por estar mal influenciado por vosotros, se comportó muy groseramente conmigo durante algún tiempo. Pero ha mejorado y su conversación conmigo fue el primer instante feliz para mi corazón desde épocas inimaginables. Por ello le tendré eternamente en gran estima. ¡Y si alguna vez alguien llega a convencerme, tendrá que ser Martín! ¡Pero todos los demás no os molestéis, pues no sería más que perder el tiempo! ¡Ahora id, yo voy a quedarme!».
13. «¡Eres muy injusto conmigo!», contestó Juan. «Cuando Martín te echó para siempre al fuego de aquel cráter por su poder, cubriéndote además con montañas incandescentes ¿no fui yo quien se lo reprochó y lo induje a que te volviera a soltar? Si he hecho esto, ¿cómo puedes tomarme por un leño duro y despiadado?».
14. «¡No me vengas con tu piedad! Lo que hizo Martín fue por su falta de consideración. Y como pronto reconoció que no había hecho bien, en seguida corrigió su acción desconsiderada; pero tú eres inflexible y nunca cambias tu opinión, sea justa o no. Por eso te odio y te desprecio más que a todos mis peores sufrimientos y martirios. A ti, Martín, todo mi respecto, pero a todos los demás mi mayor desdén. ¡Largaos ahora de aquí, porque de lo contrario voy a prepararos un espectáculo hasta ahora nunca visto en todo el infinito!».
15. «No estamos aquí para obedecerte sino únicamente para refrenar tu maldad. Después nos iremos de aquí, pero eso de acuerdo con la Voluntad del Señor y no con la tuya. Si estás tan empeñado en preparar un espectáculo, ¿por qué no lo intentas? En seguida será evidente si nuestro poder sobre ti es o no mayor que el tuyo sobre nosotros...
16. Como nos has ordenado que ahora mismo nos larguemos de aquí, también nosotros podríamos mandarte algo en nombre del Señor; pero no queremos pagar mal con mal sino que vamos simplemente a aconsejarte que te quedes quieto si no quieres hacer caso a Martín. Oye lo que te digo: hoy te es concedida una última oportunidad para que vuelvas. Si no la aprovechas te tocará el juicio eterno, eterno y más duro...
17. Nos has echado en cara el evangelio del hijo perdido porque pretendes que da testimonio de nuestra dureza. Pero te digo que el hijo perdido también volverá sin ti: en forma de muchos hermanos fieles, todos llevados por una y la misma devoción, como si se tratara de uno y el mismo hombre ante Dios. Pero a ti, igual que al rico vividor, te tocará el fuego eterno del juicio de Dios si no te decides instantáneamente a seguir a la invitación de Martín».
18. «El Señor haga lo que quiera; también yo haré lo que quiero», fue la seca respuesta de Satanás. «El Señor, con su poder, puede reducir a escombros todo el infinito. Pero os demostraré a Él y a todos vosotros que mi corazón y mi voluntad le desafiarán eternamente. Haced ahora lo que queréis, yo por mi parte también hago lo que quiero...».
19. Martín constató, dirigiéndose a Juan: «¡Ya veo que todo nuestro empeño es en vano! ¡Vamos, pues me queda claro que Satanás no tiene remedio!».
20. «¡Eso es! Y si no nos hubiera mandado que nos fuéramos, ya nos habríamos ido hace un buen rato. Pero de ninguna manera debemos consentir que su voluntad determine la nuestra. Por eso vamos a quedarnos aún un poco. Porque si nos fuéramos por indicación de su palabra sería un triunfo para él y lo pasaríamos mal. De modo que esperaremos algo y arreglaremos lo preciso este lugar».
1. Como Satanás vio que nadie hizo caso a su orden, se puso muy furioso íntimamente, estado que se manifestó también en un aspecto exterior suyo muy repugnante.
2. Viendo esta transformación, Martín se dirigió a Juan y a sus compañeros: «Me parece que el hijo perdido no está de buenos ánimos porque se nota bien su rabia mal disimulada. ¿Veis como centellean sus ojos? Sus cejas están fruncidas en mil arrugas sombrías y la manera como tiene desfigurada la comisura de los labios hace sospechar que está tramando una venganza apocalíptica.
3. ¿No te parece que has sido un poco demasiado duro con él? A pesar del poder del Señor que reside en mí tengo que confesarte que su aspecto me infunde miedo, un miedo considerable... No sólo porque nos pueda hacer daño sino más bien por el fracaso total de todos nuestros esfuerzos. ¡Y ahora mira las caras de Uhron y de Shonel, que se están consumiendo de miedo! Por Dios, ¿qué saldrá de todo esto?».
4. «Sin duda, el asunto se ha puesto feo. Pero te digo que de ninguna manera debes tener miedo a Satanás porque tenerle miedo es como si sometiésemos nuestro poder a su fuerza, lo que para él sería un triunfo sobre nosotros; su mala polaridad nos atraería y después nos costaría un gran esfuerzo librarnos de él.
5. Es evidente que te ha tratado con gran humanidad y que te ha hecho promesas significativas. Pero no creas que te las hizo para recompensar tu prudencia ante él sino sólo para que caigas tanto más fácilmente en su lazo, pues todavía eres un novato sin experiencia en este reino.
6. ¿Te das cuenta? Como descubrí sus intenciones e hice que fracasaran, ahora está rabiando secretamente y nos reduciría a polvo si pudiera competir con nuestro poder. Pero como sabe que no puede no le queda sino rabiar...
7. Pero si ni siquiera así no le hacemos caso, pronto volverá a mostrarnos otra cara».
8. En este momento Satanás pisó el suelo con tanta violencia que este se estremeció por todas partes, y levantó la voz ante Juan: «Tú, miserable, ¿acaso aún no te has saciado bastante en mi miseria? Si según tú no soy nada ni tengo valor alguno en la gran creación, ¡atrévete a aniquilarme con el poder que tienes sobre mí! ¡Pero cuida que con mi aniquilación no desaparezcas tú también!
9. Muy bien veo lo mucho que estás interesado en mi conservación, a causa de los tuyos, lo que te convierte en un cobarde. ¿Ves que miedo más horrendo tienes de mí?, pues sé que mi trabajo no te agrada como el de los dulces Cielos. ¡Estás temiendo mi triunfo sobre ti y a los demás les dices que no me deben tener miedo!
10. ¡Vaya necio! ¿Qué clase de miedo es más indigno, tu miedo vano de mí o él miedo a mi triunfo sobre ti? ¿Acaso no te das cuenta que este miedo tuyo ya es mi mayor triunfo sobre ti? ¡Habla!, ¿no es así?».
11. «¡Estás equivocado a más no poder! Porque una cosa es temer que por tu astucia uno pueda volverse parecido a ti, y otra totalmente distinta un miedo insensato a tu ser particular. El primer caso podría resultar fatal para un espíritu puro. El segundo, tener miedo a tu ser particular, es imposible para un espíritu fuerte de Dios. Y los espíritus menos fuertes no pueden sufrir daño porque siempre están acompañados por ángeles de la guarda muy poderosos.
12. Por eso fue por lo que ante todo advertí a Martín que no hiciera concesiones a tu voluntad, lo que para ti evidentemente resultaría un triunfo que podría tener malas consecuencias hasta para mí... Pero por supuesto, ni mucho menos por miedo a ti, que careces de poder alguno sobre nosotros a no ser el de la mentira y la seducción.
13. ¡Vaya insensatez imaginarte que yo pueda tener miedo de que con tu aniquilación también me aniquilaría a mí mismo!... ¡Menuda equivocación tuya, Satanás! Mi subsistencia, al igual que la de todos nosotros, depende tan poco de ti como la del mismo Señor, pues ahora todos vivimos para siempre en el Señor, y el Señor, a través de su Amor paternal, dentro de nosotros.
14. De ello, eterno mentiroso, puedes deducir que muy fácilmente conseguiría aniquilarte por completo sin que ni uno solo de nosotros sufriera el menor daño. ¿Quieres saber por qué no lo hago? No por amor para conmigo ni tampoco por miedo a ti, sino únicamente por el ilimitado Amor y la gran paciencia del Señor que residen en mi corazón.
15. Te digo que si dependiera sólo de mí, entonces ya hace tiempo que todo el infinito estaría libre de ti, porque yo, Juan, ya habría acabado contigo en tiempos lejanos... Supongo que mis palabras muy francas te han quedado bien claras».
16. «¡Cómo no!», lamentó Satanás. «¡Pero por desgracia, siempre y cada vez, tengo de nuevo la experiencia inaudita de que precisamente vosotros, pretendidos puros espíritus celestiales, tenéis los más impuros e indignos conceptos de Dios!».
17. «¿Por qué? ¡Habla! Eso me huele a un nuevo truco falaz que hasta ahora aún no has sacado, ¡queremos oírlo!».
18. «¡Así que preguntas el por qué! Parece que suena raro y nuevo a tus oídos celestiales y puros. Espera un poco y se te encenderá una luz que te dejará admirado para siempre. Si la quieres ten la bondad de contestar las preguntas que ahora mismo te plantearé.
19. Además te hago la promesa sagrada de que si puedes inculparme de una sola mentira, me someteré para siempre voluntariamente a todo lo que me exijas. Pero si eres incapaz de ello, seguiré siendo como soy, en tanto tú y todo tu séquito, podéis marchaos enteramente ilesos a tu patria celestial. ¡Allí fórmate un concepto más digno y puro de Dios!».
20. «¡Pregunta, pues!», le animó Juan. «Pero ¡no me vengas con tus antiguas preguntas ya demasiado gastadas porque con ellas habremos acabado en seguida el coloquio».
21. «Estoy listo, porque aquí se trata de “ser o no ser”. Y ya veré hasta dónde tu sabiduría puede compararse con la mía... Pregunto: ¿Es Dios omnipresente o no?».
1. «¡Por supuesto! Dios es infinito y por lo tanto también omnipresente en lo que se refiere a su ente divino y a su Voluntad. Pero respecto a su entidad de Dios Hombre y verdadero Padre de sus hijos, mora únicamente entre estos en el Cielo de los Cielos».
2. «De modo que reconoces irrevocablemente la omnipresencia de Dios; muy bien», contestó Satanás. «Y ahora harás el favor de decirme si Dios es sumamente sabio y absolutamente bueno, omnisapiente y omnividente. Y, de acuerdo con su suma sabiduría y su infinita bondad, ¿es que para el logro de sus propósitos se sirve siempre de los medios más buenos y adecuados?».
3. «Por supuesto, porque Dios es en sí el más puro Amor, que nunca puede ser menos que absolutamente bueno y sumamente sabio. Ya sé adónde va a parar eso, ¡pero continúa preguntando! ¡No me quedaré corto!».
4. «¿Es que Dios ha creado todo lo que abarca el infinito? ¿O acaso hay cualquier otro dios que ha mezclado en lo que tu buen Dios creó, aquello que llamáis lo bueno y lo malo? ¿O tal vez el buen Dios único ha podido crear lo bueno y lo malo?».
5. «Al principio de todo hacer y ser era el Verbo. El Verbo estaba en Dios y Dios era el Verbo. Y todas las cosas fueron hechas por el Verbo. Luego, el mismo Verbo se hizo carne y habitó entre la carne creada, pero las tinieblas del mundo no lo conocieron.
6. El Señor mismo vino a los suyos, a su propiedad, para renovar todo. Pero los suyos no reconocieron la luz; los sabios del mundo no reconocieron al Verbo eterno y los hijos no reconocieron a su eterno santo Padre. Porque tú y sólo tú mantuviste sus sentidos ofuscados para que en manera alguna reconocieran a aquél que desde todas las eternidades era, es, y siempre será, todo en todo.
7. Pero como únicamente Dios es el Creador de todas las cosas, y como fuera de Él no hay otro dios en ninguna parte, resulta claro que todo lo que surgió de su mano sólo pudo ser bueno y perfecto.
8. Todos los espíritus surgieron de Él tan buenos y puros como lo es Él mismo. Pero Él insufló plena libertad a la voluntad concedida, por lo que podían hacer cuanto querían. Y para enseñarles el uso de estas dádivas, les dio por Sí mismo, junto a la voluntad absolutamente libre, leyes sagradas para que, libremente, las cumplieran o no.
9. Y todos las observaron, ¡menos uno! Aquél uno, dotado con la mayor lucidez, fue el primero que despreció las leyes de Dios y se opuso a ellas sin considerar las consecuencias.
10. Mediante su libre voluntad concedida por Dios, aquel espíritu derribó el Orden divino dentro de sí mismo. Así, a diferencia de los demás espíritus que no abusaron de la libertad de su voluntad, salió del Orden, y se volvió pérfido y malo por sí mismo y para sí mismo. Después, obligado por su propio proceder, tuvo que apartarse de la sociedad hasta que esté dispuesto, también por su libre voluntad, a volver a entrar en el Orden que el Señor ha dado a todos los espíritus sin distinción: el Orden del Amor.
11. Tú, el espíritu que se ha salido del Orden, de ninguna manera puedes resultar malo para Dios y para todos nosotros porque nunca podrás causarnos el menor mal. Pérfido y malo lo eres únicamente para ti mismo, porque mientras continúes fuera del Orden sólo causarás daño a ti mismo...
12. Querías hacerme caer en una trampa, pensando que me vería obligado a decir que Dios también ha creado lo malo porque tú, espíritu malo, también eres una criatura de Dios. Pero ya ves que pese a lo mucho que siempre andas tramando, siempre te llevaré infinitas ventajas, pues conozco demasiado bien toda tu sabiduría mendaz. Por eso te aconsejo que en adelante desistas de toda clase de preguntas capciosas, porque nunca caeré en tus trampas.
13. Veo en tu cara de bribón, que con muchas ganas me habrías probado al acabar nuestra disputa que realmente tenemos un concepto de Dios erróneo e indigno de Él. Y ello porque nos querías arrinconar hasta que nosotros mismos tuviéramos que confirmar pese a nuestros conocimientos, que o bien tienen que existir dos dioses, un bueno y uno malo, o que el Dios único tiene que ser híbrido y chapucero en sus obras. Pero ya ves, ¡nada de eso!
14. Dios sería imperfecto si sólo hubiera podido insuflar a los espíritus creados una voluntad limitada y no totalmente libre. Pero tú mismo eres el testimonio más palpable que no es así; pues lo inmensamente libres y perfectos que Dios ha creado a todos los espíritus, de modo que también a ti, resalta de la manera más evidente al considerar tu mismo ejemplo. Pese a que tu naturaleza está orientada totalmente hacia lo exterior, te está concedida la posibilidad de contraponerte enteramente al Creador, siempre y cuando sea eso lo que quieres. Pero también puedes actuar libremente de acuerdo con la Voluntad del Señor, como lo hacemos todos nosotros.
15. ¡Te digo que en todo el Cielo no hay ni un solo espíritu que pudiera servir de testimonio mayor sobre la ilimitada perfección de Dios, que precisamente tú mismo! En cierto sentido eres la mayor obra maestra del Señor, por lo que ante Él de ninguna manera puedes figurar como obra chapucera.
16. Supongo que entenderás claramente que tu condición absurda nunca podrá enredarme, porque lo que tú sabes yo ya lo sé hace tiempo. He aquí otro testimonio de la infinita perfección de Dios: ¡Yo, una partícula recuperada de tu ser, puedo resistir eficientemente tu voluntad!
17. ¿Qué me dices? ¿Acaso me tienes aún más preguntas capciosas preparadas? ¡Suéltalas!, ¡ya te las contestaré convenientemente!».
18. Satanás se quedó boquiabierto porque ya no sabía qué contestar a Juan.
1. Como Satanás ya no hizo más preguntas y la cara que puso era más bien de perplejidad que de bellaquería, Juan continuó:
2. «¿Qué te pasa, Satanás? ¿Acaso se te agotaron las preguntas? Vaya, ¡precisamente ahora que tengo tantas ganas de colmarte con respuestas! En fin, como ya no dices nada tengo que suponer que tu sabiduría ha llegado a su límite y que tu patrimonio está malgastado hasta la última moneda. ¿Qué opinas en este sentido?».
3. A Satanás le costó un rato responder con voz aguda: «¡Eso ni de lejos! ¡Te digo que mi sabiduría es bien infinita, por lo que pudiera hacerte una pregunta infinita. Pero ¿cómo, espíritu finito, podrías nunca contestármela? Así que será más prudente que me la guarde. Como te resulta imposible satisfacerme tampoco puedo exigírtelo. Una gota de rocío puede ser suficiente para calmar la sed de un mosquito pero para un Sol central será difícilmente suficiente. ¿Vas entendiendo lo que quiero decirte con esta alegoría?».
4. «Pues sí, y, realmente, sin romperme la cabeza; pero de tus palabras deduzco aún más de lo que piensas: pues veo que cada vez que tu sabiduría se te queda corta, en seguida te escudas con tu antiguo y engañoso orgullo para satisfacerte a ti mismo. Pero no te saldrás tan fácilmente con la tuya.
5. Mide mi tamaño y luego el tuyo, y verás poca infinitud en ambos. Yo diría que todo aquello que se puede medir con la vara y el compás está lejos del infinito. Te digo que todo aquél que se toma por ser infinito, o no sabe lo que es el infinito, o es un estúpido de por sí, con lo que, menos aún, puede hacerse una idea del infinito.
6. Pero ¡vaya! ¿No viniste hace unos momentos con eso de una pregunta infinita? ¿Piensas que llegarías alguna vez a terminarla? Porque si nunca terminases de formularla, ¿cuándo podría empezar la respuesta, también infinita? ¿Acaso no ves que tus palabras pretenciosas no son más que disparates? ¿No lo reconoces realmente?».
7. «Reconozco todo cuando quiero. A veces no quiero intencionadamente y eso sólo porque a mí, señor de la magnificencia, no me da la gana. ¿Entiendes mi lenguaje?».
8. «¡Por supuesto!», le respondió Juan. «Pues, no es sino tu antigua y pesada forma de expresión ya muy gastada... Pero en adelante ya no prestaremos atención a ese lenguaje tuyo y te ordenamos, en nombre del Señor, que ahora mismo, con el núcleo de tu naturaleza, abandones este mundo para dirigirte al lugar fijado para ti en la Tierra. Si allí te quedas quieto no te pasará nada. ¡Pero si continúas con alborotos y maldades tendrás que culparte a ti mismo si el Señor te deja sentir la agudeza de su ira!».
9. Ante esta sentencia Satanás rogó encarecidamente: «Queridos amigos, ¡no me hagáis eso!, ¡porque tengo a la Tierra el mismo horror que a un cadáver asqueroso! ¡Permitidme que me quede aquí y os prometo que permaneceré eternamente tranquilo como una piedra! ¡Pero no me echéis de aquí de ninguna manera».
1. «¿Pero cómo es posible que tengas a la Tierra más horror que a un cadáver asqueroso?», le preguntó Juan. «¿No te parece algo absurdo que digas eso, teniendo en cuenta que precisamente tú eres el que con su gran sabiduría y magnificencia ha dejado la Tierra en el estado actual? ¿Cómo es posible que puedas tener asco a las obras maestras de tu sabiduría?
2. También yo, por la Gracia del Señor, he podido dar existencia a muchas obras. Pero hasta ahora nunca he tenido motivo para tener vergüenza e incluso asco de ninguna de ellas...
3. Lo mismo sucede mis incontables hermanos y hermanas celestiales; aunque aun así ninguno de nosotros se ha vanagloriado jamás, como tú, de poseer una sabiduría y un poder más que divino. Nosotros nunca nos vanagloriamos, a no ser de la Gracia del Señor. Todas nuestras obras son agradables al Señor y magníficas en todos los sentidos; de modo que tenemos motivos para alegrarnos de todas ellas. ¿Cómo ocurre que tus obras tan sumamente sabias pueden producirte asco?».
4. «¿Acaso la Tierra es mi obra? ¿No está escrito que al principio Dios creó los Cielos y la Tierra? ¿Cómo, entonces, podría la Tierra ser obra mía?».
5. «¡Vaya giro que estás dando a tu conversación! ¿No dijiste antes, como ya otras muchas veces, que no eres sólo el creador de la Tierra y de todo el infinito, sino que en el fondo tú mismo eres todo eso?
6. Recuerdo muy bien de aquellos célebres tiempos terrenales en los que tuviste la desvergüenza inaudita de llevar al Señor, tu Dios y Creador, a la cumbre de una gran montaña para tentarle: “Mira, ¡todo esto es mío! ¡Te daré todos los reinos de la Tierra si te postras ante mí y me adoras!”. Habiendo pretendido una vez que la Tierra es tuya, ¿cómo puedes ahora declararla obra de Dios? Dime cuando mentiste, ¿entonces o ahora?».
7. «¡Te ruego que no me humilles de esta manera!», se lamentó Satanás. «Te confieso que mentí más o menos en ambos casos porque tal es mi naturaleza... También te confieso que la inmundicia de la Tierra en gran parte es culpa mía... Pero líbrame ahora de semejantes reproches y déjame en paz porque en adelante nunca jamás tendrás motivos para increparme, pues ¡ya sabes que no soy más que un pobre diablo!».
8. «¿Qué garantía nos darás para que podamos creerte?».
9. «Ya sabes que desde siempre se dijo que en mi no hay verdad. Siendo así, ¿con qué podría darte una garantía? Si falto a mi palabra, ¡que tu voluntad sea mi juicio! Esto es todo que puedo ofrecerte como garantía del cumplimiento de mi promesa».
10. «Queda convenido», respondió Juan. «¡Pero sea tu juicio la Voluntad del Señor, no la mía!».
11. Acto seguido Juan se dirigió a los demás presentes para decirles: «Hermanos, sabéis que un contrato entre uno que es sincero y otro bajo sospecha de tramposo precisa testigos. Vosotros visteis y oísteis todo que aquí sucedió; precisamente por ello fue por lo que el Señor hizo que vinierais: para que seáis testigos eternos de lo que aquí visteis y oísteis. Y vuestro testimonio será eternamente cierto ante el Señor, ante sus Cielos y ante sus hijos».
12. Y todos los testigos estuvieron de acuerdo: «¡Tan cierto como que nuestra vida es una vida por Dios!».
13. Dirigiéndose a Satanás, Juan continuó: «Ahora nuestro contrato está confirmado y sancionado, ¡de modo que cumple con tu promesa! ¡Pero ay de ti, tres veces ay, si según tu antigua costumbre no la cumples!».
14. «¡No te pongas así y muéstrame ya un sitio! ¡Y te digo que vuelvas dentro de millones de años solares y me encontrarás tal como ahora que te vas!».
15. «Bien, así sea. Allí entre las dos montañas ves un césped. ¡Ve allí y manténte tranquilo! En el nombre del Señor Jesús, amén».
16. Nada más oír el nombre Jesús, Satanás soltó un grito y abandonó el lugar con la rapidez del rayo para ocupar el sitio que le fue indicado. Seguidamente todos los presentes volvieron a sus casas.
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1. La vuelta se realizó tan rápidamente como antes la ida, de modo que en menos de nada los mensajeros enviados volvieron a mí, es decir, a la casa de Shonel.
2. Nada más llegar, se me acercaron corriendo, llenos de alegría, amor y gratitud por la fuerza y el poder que les había concedido, y por mi gran Amor y mi gran Paciencia.
3. Martín fue el primero que, consumiéndose de amor para conmigo, se arrojó al polvo ante mí y empezó a alabarme.
4. Pero Yo le levanté. «Mi querido hijo y hermano, cumpliste muy bien una tarea fastidiosa», le dije. «Y resultaste un ayudante muy eficaz para mi hermano Juan; ¡muy bien, Martín!
5. A principio fuiste impetuoso en demasía y te excediste un poco en el uso del poder que te había concedido. Pero después del aviso de Juan actuaste plenamente de acuerdo con mi mandato; te comportaste y procediste de manera tan acertada que lograste un resultado que hasta ahora, sin castigo, nadie ha conseguido.
6. De todos los mensajeros, hasta ahora ninguno pudo conseguir nada de él al no ser mediante castigos severos, aunque fueran pasajeros. Nadie pudo hacer frente a su lenguaje astuto. Pero con tus argumentos lo acorralaste de manera tal que luego, cuando Juan continuó, tuvo que rendirse voluntariamente, ¡algo que no había sucedido hasta ahora! Actualmente está libre; pero aun así se mantiene tranquilo en el lugar que le fue indicado, pese a poder moverse perfectamente... ¡Es una buena señal!
7. Dispone todavía de muchas legiones que hacen el mal en su nombre, cosa que la Tierra aún sentirá, aunque ya no por mucho tiempo... A continuación la fuente maligna se secará más y más y toda malicia irá consumiéndose, aunque sin acabarse del todo. Pero incluso así el fin de toda malicia no estará muy lejos...
8. Nuestro amor será el juicio para toda malicia. Este amor nuestro lo cautivará todo, y nada podrá resistirle, eternamente. Y el juicio por el Amor será firme y eternamente inalterable. No será carga como un yugo pesado sino que simplemente mantendrá en cautividad a todo aquello que no quiera volverse libre.
9. Pero antes de que este juicio entre de nuevo en vigor mandaremos mensajeros a todos los mundos estelares para que inviten a todos al gran banquete festivo. Invitarán insistentemente a cada cual para que participe; y dichosos aquellos que no rechacen la invitación: su bienaventuranza nunca tendrá fin...».
1. «Todavía hay otro asunto», continuó el Señor. «Martín, Borem y Corel, ¡acercaos a mí! Superasteis bien todas las pruebas, bastante difíciles, y salisteis victoriosos de muchos combates encarnizados. De modo que os volvisteis perfectamente aptos para mi Reino de todos los Cielos.
2. Os transformasteis en colaboradores muy eficaces de mi viña, por lo que merecéis un premio adecuado que en seguida os será concedido. Ya sé, y lo leo en vuestros corazones, que para vosotros Yo mismo soy el mayor premio y que eternamente no deseáis otro; pero precisamente por esta inclinación de vuestros corazones sois dignos y aptos para recibir también cualquier otro.
3. Para vuestra máxima perfección, mi Orden requiere que en adelante viváis en un matrimonio celestial y que actuéis desde él. De modo que, para vuestra máxima perfección, cada uno de vosotros necesita una mujer para que su sabiduría se consolide y para que acumule la luz que emana de la llama de amor de su propio corazón.
4. Porque una mujer es como un receptáculo, un receptáculo espiritual para acumular y conservar la luz que emana de vuestros corazones. A la vez la mujer es una criada en la cocina de la vida del corazón, pues mantiene el sagrado fuego de la vida en el fogón que Yo construí en vuestros corazones. De modo que cada uno de vosotros tendrá que elegir ahora una mujer para entrar con ella, para siempre, en una unión perfecta. Martín, ¿supongo que esto no te resultará desagradable?».
5. Emocionado ante tanta bienaventuranza, Martín contestó: «Señor, ¡Tú conoces mi naturaleza mejor que nadie! ¡Lo que Tú me das me hará eternamente feliz! Sea Cheng Chai o Gella, o, si fuera oportuno, tal vez incluso una de estas encantadoras hijas del Sol... ¡Sería el paraíso!».
6. «Pues, ahora eso es asunto tuyo. Eres absolutamente libre, de modo que también puedes elegir libremente».
7. «Oh Señor, ¡hágase tu Voluntad, únicamente la tuya!».
8. «¡Entonces toma aquella que se encuentra más cerca de ti!».
9. Martín no cabía en sí de tanta bienaventuranza. Sin demora miró alrededor y en seguida vio a Marelisael, la primera y más bella de las tres hijas del Sol, que se encontraba directamente a su lado. La condujo ante mí y me preguntó: «¿Señor, es Marelisael la indicada?».
10. «Sí», le respondí- y le bendije para siempre; con lo que Martín entró en estado de perfección.
11. Lleno de suprema bienaventuranza Martín besó a su mujer celestial y en este momento tomó conciencia de que su amor había entrado en eterna unión con la sabiduría. Ambos me alabaron con un solo corazón y una sola boca. De esta manera, sólo en los Cielos, el Adán separado vuelve a hacerse un hombre perfecto, en existencia individual y suprema bienaventuranza.
12. Tras Martín, Borem obtuvo a Hanial, la segunda de las tres hijas del Sol. Y luego a Corel le tocó la tercera de las tres, con lo que todos quedaron sumamente felices.
13. Martín estaba fuera de sí de gozo: «Señor, Padre más bueno y más santo, me gustaría hablar aquí como Pedro en el monte Tabor: “¡Se está bien aquí!”. ¡Pero hágase sólo tu Voluntad!».
14. «¿No oíste en la Tierra el antiguo proverbio: “Quien tiene el amor se lleva la novia a casa?”. Lo mismo ocurrirá contigo. Ya que hemos arreglado todo en esta gran morada, volvamos a la nuestra.
15. Para estos nuevos hijos míos de este gran mundo de luz siempre estará abierto el camino que tomaremos hasta mi casa y la tuya. Todos aquellos a los que has acogido en tu casa serán tuyos y míos para siempre. Porque ahora lo mío es también tuyo, y lo tuyo también mío, eternamente.
16. De modo que serás el ángel de la guarda de esta morada y su comunidad, para siempre, tú en mí como Yo en ti. Pero no sólo la comunidad de este mundo de luz sino también las otras doce puertas de tu casa, te llevarán a incontables comunidades en otros mundos, donde te esperan bienaventuranzas sin número ni medida.
17. Todavía algunas palabras a los nuevos hijos de este mundo; a ver, te toca a ti...».
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1. Martín me dio las gracias y se dirigió a Uhron y Shonel: «Hermanos míos, con vuestros propios ojos visteis y con vuestros oídos oísteis todo lo que el Señor ha realizado ante vosotros y lo que ha dicho. Cuando comprendisteis que los ruegos son más importantes que la gratitud, nos pedisteis que, en adelante, el Señor y nosotros permanezcamos entre vosotros. El Señor ha atendido vuestros ruegos y os concederá todo lo que vuestro gran amor para con Él y con nosotros desea. Pero va de sí mismo que sólo dentro de su eterno Orden...
2. Aunque nosotros mismos no nos quedemos aquí, os abriremos un camino seguro por el que siempre podréis venir a nosotros como nosotros a vosotros, visiblemente.
3. En adelante continuad en el espíritu de la enseñanza que os llegó de la boca del Señor mismo, y el camino hacia Él os resultará milagrosamente corto. Ahora estáis penetrados enteramente de sus palabras, pero si alguna vez en el futuro las seguís en menor grado, el camino os resultará cada vez más penoso. Aunque el Señor mismo y vuestro gran amor hacia Él os salvarán de algo parecido.
4. Mi casa y la del Señor no son dos casas sino una sola, una casa del Amor. Ya sabéis donde está; de modo que venid cuando queráis. En nuestra casa encontraréis al Señor siempre entre nosotros, como el eternamente santo y buen Padre entre sus hijos que le aman sobre todo. ¡Así sea en nombre del Señor!».
5. Uhron tomó la palabra: «¡Todo nuestro amor sea para el Señor y a través de Él también para vosotros! ¡Y su nombre sea eternamente alabado!
6. ¡Que nuestras queridas hijas que el Señor y nosotros os dimos representen ante vosotros nuestros corazones llenos de gratitud! Y nuestros cánticos de alabanza que dedicaremos al Señor, y a vosotros en Él, resuenen en pura armonía hasta donde lleguen los rayos de nuestro mundo en el infinito».
7. Y dirigiéndose a Mí continuó: «Y Tú, Padre sumamente santo, acuérdate de nosotros, tus nuevos hijos. Manténnos eternamente en tu Gracia y tu Amor a todos nosotros, a nuestros descendientes y a nuestra gran comunidad. Pero acuérdate también de aquellas otras comunidades y otros pueblos que viven en este gran mundo en regiones que nos son totalmente desconocidas. ¡Hágase tu Voluntad tanto en ellos como en nosotros, según tu Amor y tu eterna Sabiduría!».
8. «Os digo: ¡Amén! De todos los lugares de mis infinitas creaciones los reuniré alrededor de mí y a cada uno le daré lo que le corresponda, en toda plenitud y para siempre. ¡Mi amor y mi Misericordia sean con vosotros!».
1. Nos levantamos todos y en el mismo instante nos encontramos ya en casa de Martín. Allí nos esperaba el grupo de bañistas, todos bien purificados. Al vernos, en seguida se arrojaron al suelo y me imploraron que tuviera piedad de ellos, y Yo se la concedí en toda plenitud.
2. A continuación llevé por primera vez a Martín a las galerías de su casa, junto con sus invitados, amigos y hermanos. Había abierta una puerta que daba a mediodía y desde ella se podía ver un maravilloso camino hacia la santa ciudad de Dios.
3. A esta puerta vinieron también al encuentro de Martín los demás apóstoles, María y José, David, Moisés, Abraham, Noé, Enoc, Adán y Eva, y todos los demás patriarcas y profetas, y le saludaron con mucho cariño como nuevo habitante de mi ciudad.
4. Sólo entonces la visión de Martín se abrió del todo y su verdadera bienaventuranza no hizo más que empezar...
5. Y ya hemos llegado hasta donde os quería llevar, revelándoos el camino del obispo Martín desde su muerte hasta la ciudad de Dios. Si continuase, difícilmente lo asimilaríais, y no terminaríamos nunca.
Obispo Martín - El desarrollo de un alma en el Más Allá
Título original: Bischof Martin – Die Entwicklung einer Seele im Jenseits
Traducción del alemán: Meinhard Füssel
Audiolibro © by LMC — Edición: 16.03.2020